🌚 10 🌻

Casa de Ander

Todo aquel día el abogado se la pasó un poco dentro de la cama y en la portátil, y otro poco en su despacho arreglando nuevas citas, terminando papeles pendientes, otros nuevos y otras cosas más.

Nayra estaba con Agnes en la cocina, mientras que la niña estaba sentada en la sillita mecedora arriba de la mesa, la joven estaba a su lado bordando un cuadrito para la bebé. Cuando la pequeña se despertó, jugó con ella y luego le dio el biberón.

El timbre de la casa sonó y él fue a abrir cuando lo escuchó también. Le dio propina al chico de la florería y cerró la puerta. Ander entró a la cocina mirando a Nayra que sostenía en sus brazos a su hija dándole la leche.

―Qué lindos ―comentó mirando el arreglo floral de girasoles―, ¿alguna admiradora secreta? ―preguntó con curiosidad.

―No, son para ti ―respondió con firmeza.

El rostro de Nayra quedó de piedra. Jamás se hubiera esperado semejante detalle por parte del abogado.

―¿Por qué?

―En agradecimiento por haberme cuidado, sé que no tenías obligación pero lo hiciste.

―Pero... no lo he hecho con esa intención.

―Ya lo sé pero quise retribuírtelo de alguna manera.

―Te lo agradezco.

La muchacha se acercó a él teniendo en brazos a Agnes y se puso en puntas de pie para tratar de darle un beso en la mejilla, Ander supo qué intentaba hacer y se inclinó más a ella. El beso fue delicado y el abogado cerró los ojos cuando sintió los labios femeninos contra su piel.

―Deja que le haga el provecho ―se ofreció el padre.

―De acuerdo ―se la entregó en los brazos.

Nayra estaba contenta y terminó por esbozar una sonrisa mirando de nuevo el arreglo floral. Predominaban los girasoles pero también tenía pequeñas flores en color magenta. Por lo menos debía de haber más de una docena de girasoles. Le sacó una foto y se la envió a su hermano.


Nayra: Estoy muy contenta, me lo regaló Ander [20:00]

Nicolás: Puuuta que fue rápido... [20:01]

Nayra: ¿De qué hablas? [20:01]

Nicolás: Te estoy bromeando, ¿por qué te los regaló? [20:02]

Nayra: En agradecimiento por haberlo cuidado, me encanta [20:02]

Nicolás: ¿Él o los girasoles? [20:05]

Nayra: Puede que los dos jajaja [20:05]

Nicolás: Me lo imaginé. Me alegro [20:06]

Nayra: Gracias, te dejo, voy a ver si preparo algo para cenar [20:06]

Nicolás: ¿Todavía lo tienes a líquidos? [20:07]

Nayra: Hoy le fui dando algo sólido, unas tostadas a la mañana y al mediodía algo de carne al horno. Ahora le daré de nuevo lo de hoy con unas galletas de agua [20:08]

Nicolás: Está bien, por lo menos para que empiece a digerir bien los alimentos [20:09]

Nayra: Sí. Te dejo nene, hablamos otro día. Un beso [20:09]

Nicolás: Besos a todos [20:10]



🌚🌚🌚


Alrededor de las nueve de la noche, alguien más tocó el timbre y Nayra se acercó para ver de quién se trataba. Ander que estaba sentado en el sillón de la sala, le dijo que abriera porque era una mujer que él esperaba para hoy.

―Tú debes ser Nayra ―dijo con una enorme sonrisa.

―Sí... ¿Necesitas algo? ―preguntó intrigada.

―Solo entregarte esta pequeña caja, es un regalo del señor Aritzmendi ―contestó con amabilidad.

―Pasa, Madison. Así ves a la niña también —respondió el hombre.

―Perdón ―replicó la muchacha incómoda.

―No te preocupes ―emitió―, Madison, encantada.

Ambas se dieron un beso en la mejilla.

―Encantada también.

―Es tuyo el paquete, disfrútalo ―contestó con una sonrisa.

―Gracias ―lo tomó en sus manos.

Madison se acercó a la bebé y la levantó en sus brazos.

―Está preciosa ―le dio un beso en su gordita mejilla―. Y veo que tú estás bien.

―Sí, estoy mucho mejor. Ya mañana volveré al estudio.

Mientras los dos hablaban en la sala, Nayra fue al cuarto para ver de qué se trataba el regalo. Cuando desató el moño y sacó la tapa de la caja, quedó petrificada con lo que vio. Un conjunto de camisón a lunares y una bata de color rosa viejo lisa. Quedó sorprendida cuando se dio cuenta de la marca y del detalle de las prendas, parecían de satén. Salió del cuarto y caminó hacia la cocina pasando por la sala.

―¿Puedo ofrecerte algo para beber?

―Te lo agradezco, ya me voy. ―Se acercó a ella y le entregó una tarjeta en la mano―, cuando quieras, me llamas. Soy asesora de imagen personal. Por si algún día quisieras comprarte ropa, te puedo asesorar, lo que quieras, desde calzados y accesorios hasta linda lencería ―le guiñó un ojo junto con una sonrisa.

La joven quedó callada y sin querer se ruborizó.

―¿Te gustó el regalo?

―Mucho. No lo esperaba.

―Lo sé. Hasta luego y me alegro haberte conocido.

―Gracias, me alegro yo también.

Madison se retiró de la casa y Ander entró a la cocina con la bebé en brazos.

―Se quedó dormida, iré a ponerla en su cuna.

―Está bien, ¿no quieres que lo haga yo? ―preguntó por si él quería hacer otra cosa.

―No, no te preocupes.

―Bueno, entonces yo pondré la mesa.

―De acuerdo ―le sonrió.

Apenas ella acomodó la mesa y él apareció de nuevo, Nayra le habló:

―¿Puedo darte otro beso en la otra mejilla?

―¿Por el otro regalo? ―levantó las cejas y respondiéndole con una sutil sonrisa.

―Sí, no tienes porqué regalarme cosas y mucho menos este segundo regalo.

―Te debía uno por el vómito ―rio casi a carcajadas.

―Qué tonto... He traido más ropa de cama, no solo ese que me vomitaste.

―¿Salió la mancha por lo menos?

―Sí. Ya siéntate que cenamos.

―¿Algo sólido por lo menos? ―quiso saber.

―Sí, lo del almuerzo.

―Bien... menos mal —dijo con alivio.

―No te quejes, que ahora estás mejor ―acotó ella.

―Eso es verdad ―comentó el hombre―, gracias a mi enfermerita personal ―se burló.

―Si así era, debí dejar que te vomitaras encima y te arreglabas solo ―le dejó el plato frente a sus ojos.

―El aroma me abrió el apetito.

―Me parece bien, ¿mañana irás a trabajar?

―Por supuesto. Esta casa, lo que tengo y tu sueldo no se mantienen del aire.

―No creo que seas de los abogados que no ahorran. Porque uno o dos días más podrías quedarte dentro.

―No... iré a trabajar. Punto. No tenemos ninguna relación como para que me digas algo así —notificó un poco molesto.

Había vuelto a aparecer el estricto doctor Aritzmendi.

―No hace falta tener una para tener dos dedos de frente, lo digo desde la sensatez.

―Te agradezco que te preocupes pero no deberías hacerlo.

―De acuerdo ―le dijo y se sentó con su plato con comida.

Comenzaron a cenar sin hablar mucho hasta que Ander la miró para decirle algo más.

―Si no te gusta lo que Madison te dio puedes cambiarlo, está claro que si tampoco te va de talla deberás elegir otro.

―Sí, no te preocupes. Gracias.

La conversación se cortó allí mismo y continuaron comiendo, Nayra miraba al frente mientras masticaba y él prefirió mirar su móvil porque se sentía incómodo.

―¿Tienes pareja? ―la pregunta de Nayra lo tomó por sorpresa.

―¿Qué clase de pregunta es esa? ―frunció el ceño mirándola con atención.

―Una pregunta muy simple... supongo que la tienes, aunque un poco me extrañaría porque no tendrías bajo el mismo techo a una niñera.

Ander la observó con suma fijeza. Tenía unas tremendas ganas de probar esa carnosa boca rosada pero echó a un lado el deseo y se concentró en lo que ella le había cuestionado.

―No tengo pareja, de tenerla sería más que sabido que tú no estarías aquí, porque primero no me gusta tener problemas de faldas y segundo no soy esa clase de hombres ―respondió con seriedad.

―¿Y qué clase de hombre te consideras? ―la interrogación fue tan espontánea que el abogado se sorprendió.

―Centrado, serio... y puedes agregarme otro adjetivo, seco también.

―Yo hablo de otro tipo de hombre en cuestión de mujeres.

―¿Por qué lo quieres saber? ―escupió con el entrecejo fruncido.

―Es una pregunta muy normal, Ander. Y por cómo te veo a simple vista, no pareces de los hombres que pierden el control o que sean fogosos ―casi se echa a reír con la cara que él le puso.

―No deberías confiar en un hombre que aparenta tener todo bajo control ―su voz sonó gutural.

Nayra tragó saliva con dificultad sin dejar de mirarlo a los ojos. Debió agarrar el vaso y beber un poco de agua porque sentía que su garganta se estaba cerrando de lo nerviosa que se había puesto de repente.

Varios minutos pasaron para terminar de comer y ella levantó los platos para dejarlos en el fregadero y sacó un par de compoteras de postre junto con dos cucharas.

―¿Quieres postre?

―¿Qué me ofrecerás? ―interpeló con un dejo de sensualidad en su voz.

La niñera lo miró casi de reojo manteniendo abierta la puerta del refrigerador.

―He hecho solo un postre. Fresas con crema.

―Eso no es postre.

―Pero es dulce.

El abogado se levantó y se acercó a ella. Abrió más la puerta y sacó el cuenco de fresas junto con el de crema con el de crema, y los puso sobre la encimera.

―Podía sacarlos sin problemas ―contestó ella descolocada.

―Ya lo he hecho yo.

Ander tomó una fresa y la pasó por crema, se la ofreció a la chica.

―Gracias ―replicó un poco cortada pero intentando tomar la fruta con la mano.

Él se la alejó.

―No. ―Sonrió de lado al tiempo que arqueaba una ceja―, si fuiste valiente para preguntarme ciertas cosas, debes ser valiente a que te dé la fresa.

Nayra lo miró perpleja y se sintió muy nerviosa.

―Eso no vale y creo que las cosas están yendo raras.

―Acéptala.

La argentina lo miró a los ojos una vez más y luego bajó la vista a la fresa con crema que le ofrecía. Acercó su boca entreabierta para morderla y lo hizo.

―Te dije que no deberías confiar en un hombre que aparenta tener las cosas bajo control porque algo como esto, podría ser el inicio de un fuego interno difícil de apagar.

La muchacha quedó asombrada y se secó la barbilla por el jugo de la fruta con una servilleta de tela mientras masticaba. Ander untó la mitad de la fresa con crema y se la llevó a la boca. Cuando ella se dio la vuelta para enfrentarlo, él le vio jugo en la escotadura yugular.

―Tienes jugo aquí ―le comentó él señalándose el lugar.

Ella intentó limpiarse con la servilleta pero no lo terminó de hacer del todo.

―¿Listo? ―preguntó echando la cabeza hacia atrás para que viera si aún tenía jugo.

Ander se acercó, le sacó la servilleta y él le limpió la zona con delicadeza. El cuerpo del abogado estaba un poco inclinado hacia ella y Nayra sin querer le clavó los ojos entre la barbilla y la nuez de Adán. Debió calmarse y tratar de respirar con normalidad. Su pulso lo sentía acelerado y no quería pensar tanto. Lo peor había sido el aroma que desprendía. Amaderado e intenso, como él.

―¿Qué perfume usas? ―su interrogación la dejó sorprendida con la voz que le había escuchado.

Tan sensual que casi emitió un jadeo.

Sunflowers, hace mucho que lo uso ―expresó.

«¿Por qué tenía que contarle aquello último? Si ni siquiera lo había preguntado», pensó la joven.

―Me gusta. Te queda bien. ―Dejó la servilleta a un lado―. Listo.

―Gracias. ¿Y tú?

Sauvage.

―Te queda... muy bien ―casi se le salió un suspiro pero se contuvo.

―Gracias, ya lo sé ―arqueó una ceja sin dejar de mirarla a los ojos.

―Modesto te dicen también.

―Por supuesto... ―se inclinó mucho más a ella quedándose frente a su cara―, buenas noches... Nayra ―declaró por lo bajo.

Ander tuvo el impulso de morderle con suavidad la barbilla de la joven y ella quedó estupefacta y con los ojos muy abiertos.

―No juegues con fuego conmigo... siempre gano ―expresó con honestidad y en susurros, y sin dejar de observarla.

Se irguió cuan alto era delante de ella, y giró en sus talones para caminar hacia su dormitorio. Nayra casi se cae de los nervios de no sostenerse con fuerza de la mesada.

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