Capítulo 38: Love is in the air
-¿Nos vamos?
-Lo estoy deseando.
Ambos sonrieron. Habían hecho el esfuerzo de levantarse más temprano de lo normal para que ninguno de los chicos los pillara marchándose juntos.
-Hay que poner una excusa.
Álvaro escribió: "Chicos, he tenido que ir a Madrid por un problema en mi piso. Volveré lo antes posible."
Sofía, en cambio, fue más sencilla: "Me voy de compras. Vuelvo por la noche."
Con el coche de Álvaro a punto, marcharon hacia las sorpresas que él había preparado.
-¿No me vas a decir ni a donde vamos?
-No, eso es una sorpresa.
-No seas malo, anda...
-Te vas a enterar enseguida. Ten paciencia.
Sofía resopló y se acomodó en su asiento. El viaje no era muy largo, pero ella no sabía nada.
-Ya estamos aquí-susurró a la media hora.
-¡Bien!
Álvaro le abrió la puerta, conduciéndola de la mano por un paseo de madera.
-Este sitio lo descubrí cuando tenía ocho años. Mis padres solían hacer viajes con su autocaravana y aparcamos muy cerca de aquí.
-Es increíble...
-Me pasaba horas aquí, sentado, pensando en todo.
La playa ante ellos era de otro mundo. Si normalmente las playas en Málaga estaban petadas, esa era un desierto, haciendo que se viera el esplendor del paisaje.
-Eres la primera persona a la que llevo aquí, ¿sabías?-Sofía lo miró, interrogante-. Este lugar es muy especial para mí. No lo comparto con cualquiera, deberías sentirte afortunada.
-Lo hago. Sobre todo de estar contigo.
Ambos tomaron asiento en la bonita arena. Sofía se instaló entre sus piernas, y Álvaro se dedicó a acariciar su espalda y su pelo.
-Tenemos que repetir esto más a menudo.
-¿Las escapadas románticas?
-Con que estemos solos, a mí me vale.
Sofía sonrió. Sus palabras y su mirada sonaban sinceras. Le besó tiernamente, girando su cuello hacia él.
-Sí, definitivamente hacía falta estar solos. No estar rodeados de esos cuatro.
-Y menudos cuatro burros... Siempre liándola...
-Pero los amas.
-Desgraciadamente sí. Les cogí cariño.
-¿Cómo los conociste?
-A veces se me olvida que tú no eres auryner. Bueno, ya sabes que a Carlos lo conocí por un malentendido. Ambos queríamos chocolate de la tienda, pero fui amable y se lo regalé. No se separó de mí en una semana.
-¿Y al resto?
-A Blas y a David los conocí en Madrid, no recuerdo como fue. Luego, un día, a Blas se le ocurrió montar una fiesta. Allí conocí a Dani. Todos probamos que se nos daba bien cantar juntos, y aquí estamos.
-Es una historia bonita.
-Somos la boyband distinta, aunque la gente trate de negarlo.
-Sois increíbles.
-Eso ya lo sabía.
-Chulo.
-Me amas.
-Un poquito nada más-soltó una carcajada al ver la mirada de Álvaro-. Que no...
Le volvió a besar, esta vez con más intensidad. Álvaro le siguió el beso. Sofía se revolvió para ponerse frente a él.
-¿Qué?
-Nada...
Le besó, echándole hacia atrás. Se tumbaron en la arena y siguieron con la ristra de besos. Tenían todo el día para ellos.
-¿Ahora?
-No me digas que no llevas...
-Sí que llevo, tranquila.
-Ah.
Y le besó, una vez más. Continuaron así, mientras la ropa empezaba a sobrar. Poco a poco, desapareció como la espuma y la pareja se entregó por completo al otro.
Jadeando, se miraron con cariño.
-Te quiero.
-Y yo a ti, enana.
-No soy tan pequeña-se removió, aún debajo de él.
-Deberíamos vestirnos. No quiero que nos pillen.
-Sí, señor.
Se vistieron y pasearon por la bella playa.
-¿Hemos acabado?
-No, aún quedan un par de sorpresas más. Aunque creo que una no te va a gustar.
-Uf, calla...-revisó su móvil-. Tengo un montón de llamadas perdidas de Blas.
-Yo también. ¿Habrá pasado algo?
-No creo... Será que se ha levantado y no ha visto las notas. La última llamada es hace diez minutos, la habrá visto ya.
-Vale, entonces...
Le quitó el móvil de las manos y dejó ambos sobre la arena. Antes de que pudiera sorprenderse por el extraño comportamiento de su novio, este la tomó como si fuera un bebé.
-Ni se te ocurra, que te conozco.
Pero ya era tarde. Álvaro corrió hacia el agua, pegando saltos. A cierta altura, la soltó, para que se empapase.
-¿Qué te parece mi sorpresa?
-¡Te mato!
Le echó agua, salpicándole. Él se rió, encantado. Ella se tiró sobre él, pero Álvaro la cogió en brazos, antes de que le hiciera nada.
-Tranquila...
Le empezó a dar besos por el cuello, que provocaron la risa de su novia. Ella se incorporó y puso sus piernas alrededor de la cintura. Se movió, arriba y abajo.
-No me puedo creer lo que acabas de hacer.
-¿Creías que yo no tenía armas contra ti?
-Con eso no se juega, en serio.
-Estás empalmado...
-¿Te has dado cuenta tú solita? No puedes provocar, y menos en un sitio público.
-¿Y qué vas a hacer?
-Soltarte y salir del agua.
Y eso hizo. Aprovechó y se quitó la camiseta, poniéndosela en la cintura.
-¿Ves, lista? Sé solucionar problemas.
-Queda una sorpresa, que lo sepas.
-Vale, vale, señorita impaciente...
La cogió de la cintura y la llevó a una zona un poco apartada. En ella había un porche hecho con sábanas blancas. En el suelo había una mesa con una comida que se veía deliciosa y una cama.
-Guau, esto es...
-Impresionante, ¿verdad? No sabes lo bueno de tener contactos.
-Tengo hambre, vamos a comer.
Lo arrastró a la mesa. Se sentaron y empezaron a comer. Entre risas, besos y mimos, transcurrió una comida agradable.
-No puedo comer más.
-Normal, corazón, si te has hinchado.
-Pero es que estaba todo tan, tan rico.
-Eso no es una excusa.
-Sí lo es.
-No lo es.
-¡Que sí, jo!
Se enfurruñó. Álvaro se levantó de su silla y se arrodilló para besarla.
-Te quiero, Sof. No lo olvides.
-No lo haré.
La siguió besando lentamente. Con cuidado, la levantó en brazos, sin soltar sus labios. Un gemido se escapó de sus bocas, casi al unísono.
Álvaro la colocó tranquilamente encima de la cama. Sus besos ininterrumpidos llenaban el silencio de la desierta playa.
Jadeando, se separaron unos centímetros.
-¿Sabes qué?-susurró Sofía.
-¿Qué?
-Que siempre soñé con algo así. Mi sueño erótico siempre ha sido una cama en medio de la playa.
-Pues vamos a tener que solucionar eso de sueño.
Le quitó la camiseta con cuidado, repartiendo besos por su cintura, su abdomen y su pecho. Sofía también retiró la de él de su cintura, solo para acercar un poco más sus cuerpos.
Bajo el sonido tranquilo y relajante de las olas del mar, la pareja consumó, relajada, cada instante más enamorada.
Unas horas después...
Habían pasado horas en la cama, hablando de mil cosas, haciendo el amor... Pero decidieron que tenían que marcharse.
En el coche, decidieron que Sofía entraría primero, por haber vuelto de las compras, pero Álvaro tardaría un poco más.
Al llegar al parking, el chico aparcó y Sofía salió, dirigiéndose hacia la autocaravana. Le salía una sonrisa de oreja a oreja. Había un día muy bonito.
-¡Hola, chicos! ¡Ya estoy en casa! Al final ni me he comprado nada, no me gustan las tiendas... ¿Ocurre algo?
Estaban todos en el salón, con caras tristes. Blas se levantó y la abrazó.
-¿No has visto que te llamé?
-Sí, pero algo tarde, y no me queda saldo. No me asustes, Blas.
-Sofía-Carlos lloraba-, de verdad que lo siento muchísimo. Ha sido todo culpa mía.
-No te eches la culpa. No lo habríamos evitado ninguno-lo defendió Dani.
-¿Me queréis decir que cojones pasa?
-Luna se ha caído de la encimera.
-Ah, bueno, no pasa nada. Es que es muy burra. No deberíais preocuparos tanto...
-Sofía...
-¿Sí?
-Luna no ha sobrevivido. Se ha abierto la cabeza.
-Ha muerto-concluyó Blas.
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