Capítulo 15: Alicante
—¡Nos vamos a Alicante! ¡Nos vamos a Alicante! ¡Nos vamos a Alicante! ¡Nos vamos a Alicante!...
—¡Juro qué como Carlos no se calle, vais a ser cuatro en el grupo! —Magí resopló.
Sofía sonrió. Menudos desastres eran.
Había pasado un mes del famoso beso. Álvaro y ella no se hablaban desde entonces, y nadie lo entendía. Pero todo iba mejor así, sin discusiones y peleas.
Sofía siguió observándolo. Tenía que terminar un trabajo teórico, pero era más interesante mirarles.
—Sí, Carlos. Vamos a Alicante —Dani le puso la mano en la espalda—. Ahora que lo has procesado, te callas.
—¿Quién se supone que son los normales de este grupo?
Mientras decía eso, Magí miraba a Blas y David. Estaban con los ojos como moscas, mirando fijamente a la cara de Álvaro. Este no parecía darse cuenta de lo que tenía alrededor, o al menos no quería enterarse.
—Magí, con mucho cariño... —Sofía jugueteó con un boli—. En este grupo no hay nadie normal.
—Eso pensaba. ¿Queréis dejar de hacer el imbécil?
—Nop —cuatro de cinco contestaron. Álvaro seguía pendiente del móvil.
—Dios... dame paciencia, porque si me das fuerza los mato...
—Tranquilo, Magí. Sobrevivirás.
—Yo solo me alegro de no haber estado con ellos al principio de su carrera. Más jóvenes, más tontos.
—No te creas —Álvaro se metió en la conversación—. Son ahora peores, te lo digo yo.
—Sof, creo que me voy con tu padre. Evita que estos melones hagan tonterías.
—Lo intentaré —susurró distraída, mientras por fin acabó su redacción.
Las miradas de Álvaro y Sofía se cruzaron un instante, pero se apartaron al siguiente. ¿Podía ser más incómodo?
Llamaron a Sofía por el móvil, y esta lo puso en manos libres.
—¿S...?
—¡Ah! ¡Tía! ¡No te lo vas a creer! ¡Es increíble! ¡Fantástico! ¡Mágico!
Era Angie. Y gritaba demasiado.
Todos la miraron, y ella le quitó el manos-libres para ponérselo en la oreja.
—¿Te has vuelto loca? ¿Qué haces gritando como las chifladas?
—Tengo dos súper noticiones.
—Me das miedo.
—¡No! Son guays. Ya verás.
—A ver, Dime los súper noticiones.
—¿Te acuerdas de Manu? El amigo de José, ese tan guapo.
—Pues claro que sé quién es. Es amigo de mi novio.
—Me ha pedido salir, ¡y somos novios! —empezó de nuevo a gritar.
—Eso es estupendo... pero no hace falta que me destroces el tímpano.
—Mira que eres quejica... Desde lo que pasó con Álvaro, siempre igual.
—No me lo menciones, que estoy delante suya. Delante de todos, que es peor.
—Es que debes admitirlo. No vas a olvidar ese beso en la vida. Cuanto antes lo aceptes, mejor para ti.
—Cállate, anda, y cuéntame la otra noticia.
Sofía se puso nerviosa. Los cinco la habían observado durante la última parte de la conversación. La parte peligrosa.
Carlos se le acercó y husmeó a su alrededor. Menudo cotilla...
—Carlos, largo de aquí. Charla de chicas.
Esas tres palabras bastaron para qué se marchara. Le aburrían demasiado. Pronto, se dirigió a Dani de nuevo. Le apetecía molestar.
—Puedes seguir hablando, ya se ha ido el melón.
—¡Pobre Carlos!
—Tú déjalo y cuéntame.
—Tengo entradas para el concierto en Madrid de la semana que viene.
—¿En serio? ¡Eso es genial! —chilló—. ¡Por fin nos veremos!
—Lo sé. Va a ser genial, después de dos meses.
—Las otras no pueden venir, por lo que vendrá mi prima, que también es auryner.
—Me da igual. Te voy a ver y es lo único que importa.
—Sé que me amas pero disimula un poco, nena.
—Vete a la mierda un rato.
—Estoy hablando con ella.
—Te odio...
—Y yo a ti...
Colgaron a la vez. Sofía no se había fijado en que Auryn al completo volvía a mirarla como si tuviera monos en la cara.
—¿Qué pasa? ¿Nunca habéis visto dos amigas que se odien?
—No es algo muy común... —empezó Blas.
—Y encima lo habéis dicho como si dijeseis: "Te quiero" —y terminó David.
—Es algo normal entre nosotras.
—Cantamos algo... —Carlos puso un puchero y lo miramos mal—. Es que Dani no me deja comer ni sacar algo de la nevera...
—Bien hecho, Dani —felicitó Álvaro sin dejar de mirar el móvil.
—Porfa... Vamos a cantar...
—Vale, pero para que te calles.
—Dale, Dani.
—Mira que te quedas sin canción.
Poned la canción de multimedia.
—Tú dale a la guitarra tuya.
—Pareces italiano.
Carlos empezó a cantar "The Lazy Song" él solo. Al poco, se le unieron David y Blas. Luego, fue Sofía la que cantó con ellos. El último fue el propio Dani, que acompañaba a su propia guitarra.
Miraron a Álvaro. ¿Por qué no cantaba? Este se dio cuenta de que cinco cabezas lo miraban, rodó los ojos y siguió con la siguiente estrofa él solo.
Loa demás lo acompañaron ya en el estribillo. Empezaron a hacer el tonto, como menear las cabezas o imitar los silbidos de la canción.
Luna los miraba desde el sofá de al lado. Allí no había nadie normal.
Pasando de una canción a otra, llegaron a Alicante. El momento que habían pasado todos juntos se rompió cuando Carlos salió a toda pastilla de la autocaravana.
—Carlos, ven aquí, por Dios... ¡No te rompas otra pierna!
Magí lo intentaba, pero Carlos era un caso aparte. El resto seguían en el sofá.
—A ver, chicos... —aplaudió para llame su atención—. Estos dos días vamos a dormir en la casa de Encarni, la madre de Carlos. Sacad de los armarios lo que vayáis a necesitar, porque aparcaremos lejos la autocaravana. ¿Entendido?
—Entendido... —dijeron todos como zombies.
Sacaron lo que iban a necesitar y fueron en busca de la casa de la infancia de Carlos.
—¿Cómo es la madre de Carlos? —se interesó Sofía.
—No se parece en nada a él. A veces me cuesta pensar que sean de la misma sangre.
—¿Y cómo es?
—Es una mujer muy buena y tranquila. Hace una comida riquísima...
—Eso explica la obsesión de Carlos por la comida.
—Sí, ella es muy maja y amable. Te caerá bien.
Tras acabar de hablar con David, aminoró el paso. Ya casi habían entrado todos, pero no veía a Álvaro. Probablemente habría entrado también.
Se frotó la cabeza. Daría gusto dormir en una cama que no se moviera tanto.
Subió a la casa que tenía entrada en la parte de arriba. Carlos estaba esperándola.
—¿Pero qué haces? ¿Por qué eres tan lenta? Tengo que presentarte a mi madre y enseñarte tu habitación y...
Diciendo esto fue a entrar y cerró la puerta de golpe. Sofía iba detrás y se dio con la puerta en las narices. Intentando ver si le pasaba algo a la nariz, dio marcha atrás.
Se apoyó en la barandilla, pero la fuerza de gravedad le jugó una mala pasada. Las maletas que llevaba hicieron balanza y ella cayó marcha hacia el suelo.
Todos escucharon un grito, incluido Álvaro, que iba el último. Antes de poder darse cuenta, Sofía estaba entre sus brazos.
Se miraron. Sofía estaba muy nerviosa, entre estar tan cerca suyo y casi haberse matado.
—¿Estás bien?
—Perfectamente —dio un salto y volvió al suelo. Necesitaba alejarse de él.
—¿Qué ha pasado? —Dani se asomó por la barandilla.
—¿Tú no habías subido ya? —fue Carlos esta vez.
—Cállate.
—Vale, pero no me pegues.
Sofía entró a la casa.
—¿Pasa algo? Estáis muy rojos.
—Dejadlo. Ha sido una tontería.
—Pues vale.
—Mamá, ella es Sofía. Nos acompaña durante la gira. Sof, ella es Encarni, mi madre.
—Encantada —dijeron a la vez.
—Bueno, adiós... —Carlos se marchó.
Todos ordenaron sus cosas en la habitación que les había tocado. Álvaro fue el primero en terminar.
—Álvaro...
—¿Sí, Encarni?
—¿Podemos hablar?
Sofía fue a entrar, pero al ver que se quedaron hablando, que escondió en la esquina.
—Claro, ¿qué pasa?
—Quiero hablar contigo sobre... Sofía.
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