Cuatro: Risas ajenas
Hoy es el día. Hoy es el capítulo que más risa me da.
Pobre la avatar. No es su culpa, pero bueno.
Eso pasa cuando crees en lo sobrenatural. Hasta yo caí en eso la primera vez.
O también cuando eres parte de un juego, ya que en un juego, cualquier cosa es posible...
¿Eso piensan todos, verdad?
Llego al instituto, como de costumbre. Nadie me saluda ni nadie siquiera gira la cabeza en mi dirección.
Todos están en sus cosas sin importancia.
Después de todo, a nadie le importa si estás estresado, deprimido, de mal humor, etcétera si no eres de los importantes.
Ya que el personaje principal NUNCA se preocupará por ti, haciendo que en un juego tu vida no tenga sentido.
Eso les pasa a muchas personas en el mundo de los juegos. Si no hay una misión que te involucre, un diálogo, o lo que sea, dejas de existir para el resto del universo.
Veo como la peli negra de ojos azules llega. Me acerco a ella.
Sé que estoy en una clase distinta, pero tal vez...
—Buenos días.— le hablo desde la espalda. Ni siquiera se da la vuelta.
Me lo esperaba.
Entonces, veo una silueta familiar acercarse a mí.
—¡Lily!— y sin dejarme decir nada, me lleva al otro lado del pasillo, alejándome mientras veo a la manejada pensar en sus cosas, sin prestarnos atención como siempre.
Llegamos a la biblioteca.
A este lugar solo accedemos los no importantes y el delegado.
Ya que no es posible encontrar a uno de los personajes aquí, a menos que a “Sucrette” se le desbloquee este sitio.
Veo bien a quién me trajo.
Es Margaret, mi mejor amiga en algún sentido.
—¿Margaret, qué ocurre?
—¿Que qué ocurre? ¡Le estabas hablando! ¡HABLANDO!— ella sabe perfectamente cuándo trato de hablarle a la que da “sentido” a nuestra existencia.
—¿Vas a darme otro sermón? Carlos ya lo hizo por mensaje el otro día...— pongo los ojos en blanco. Me exaspera que quiera meterse en lo que yo hago. Sí, es por mi bien, pero eso no quiere decir que deba prohibirme cosas cuando YO decido mi vida. —Además, ¿en qué te afecta? ¿O en qué afecta, mejor dicho? Sabes bien que aunque le de tremenda patada en sus partes, no reaccionaría a mi presencia. Ni a la tuya, ni a la de ninguno de nosotros.
Me mira antes de dar un largo suspiro.
Sus ojos grises me miran tratando de que comprenda. No lo hago.
—Lily...
—Margaret, si quieres protegerme, déjame hacer lo que quiero. Nosotros tenemos vida eterna hasta que este juego ya no exista. Estuve más de trillones partidas soportando lo mismo desde la fecha de lanzamiento. Sabiendo que seré ignorada por los importantes, pero aún así quiero lucirme. Por favor...
Me mira fijamente. Su cabello castaño está en completa calma, a diferencia de cómo normalmente está.
—Eres mi mejor amiga, pero...
—No mientas. No tienes mejores amigos o amigas, al igual que yo... al igual que todos los que sobramos. Piénsalo. Solo decimos que alguien es nuestro mejor amigo o amiga para hacerle sentir importante. Hacerle sentir que nunca le dejaran. Mejor amigo o amiga quiere decir que SIEMPRE le preferirás a él o a ella. Si hay una salida con tus amigos normales, pero tu mejor amigo o amiga te ofrece salir, vas con tu mejor amistad. Es así.— clava sus grises iris en mí. No quiere que continúe hablando. Ya me dijo que lo que creo no es más que una estupidez. Pero es la pura verdad, a mis ojos. —¿Vas a volver a darme la charla que no puedes cancelarles? Tal vez algunos no lo hagan, eso está claro. Pero... ¿cuántos hay que SÍ lo hacen? ¿O que invitan a sus mejores amistades a esa salida? Cuando los mejores amigos o amigas se juntan en una salida, está la mayor probabilidad de que ignoren a los demás y hablen entre ellos o ellas sin incluir al resto. Y luego preguntan por qué los demás son mala onda, cuando ellos los excluyen, incluso sin darse cuenta. A veces eso es tan... ¿Cómo se decía? Ah sí, hipócrita.— Rosalya decía eso. Decía que una de mis amigas era su mejor amiga. Pero en cuanto interactúa con “Sucrette”, la abandonó. —¿Me equivoco, Margaret?— la miro mientras ella solo suspira. Tengo una expresión seria en mis ojos azules, pero una sonrisa divertida en mis labios.
Lo que digo es verdad, y la sonrisa –a diferencia de lo que muchos pensarían– solo hace que sea aún más convincente.
—No tienes remedio alguno, Lily...— le dedico mi sonrisa divertida y juguetona. De nuevo expresar lo que siento sirvió.
—Lo sé. Por eso me quieres ♡.— usé el tono meloso que utiliza Nevra, uno de los personajes ligables del otro juego de nuestra creadora, el cual se llama Eldarya.
Sinceramente me divierte ver cómo se promocionan tan descaradamente. Pero bueno, hay que tener ingresos.
—Si mi programación dice eso...
Salimos de la biblioteca. Nadie parece haber notado siquiera que estábamos hablando. Mejor para nosotras.
Nos despedimos. No tengo deseos de ir a clase aún.
Aunque aún no tengo, ya que hasta ahora, la prota no ha tenido clases.
¡De la que me salvo!
Me fijo en la hora. Este es el momento donde va a pintar el casillero de Ámber. Bien por ella.
Ignoro lo que sea que vaya a hacer. La van a castigar, después de todo. Y aunque los lectores de esto no lo crean, tengo una vida aparte de describir todo lo que sucede en los capítulos.
3...
2...
1...
¡Cayó la noche!
Veo como está desesperada buscando a Li para largarse. Es divertido quedarse hasta tarde.
Se escucha como discuten.
Hora del show...
¡Adoro hacer esto siempre!
Es tan divertido ver cómo se cagan del susto ♡...
Me teletransporto hacia el sótano. Dejo allí un parlante que hará sonar lo que tengo planeado.
Como supuse, aunque ya lo sabía, Lysandro tiene sus audífonos puestos.
Y Castiel... Él en realidad no está aquí. Solo sabe qué ocurre gracias a su programación.
—Bueno, ¿has terminado ya? ¿Podemos volver a casa DE UNA VEZ POR TODAS?— escucho la voz chillona y molesta de Li.
—Habríamos ido más deprisa si me hubieras ayudado, digo yo...— tiene razón.
Aunque bueno, Li en realidad no es mala. Solo que su programación la hace así.
Mi momento llegó.
Me teletransporto al piso superior, ingresando a la sala de ciencias.
Al llegar, apoyo mi cabeza y el cuerpo en la puerta de entrada.
Siento el frío de la madera en mi espalda.
Se nota que es de noche.
Suspiro.
Para muchos no será divertido, pero no es culpa mía.
Si no les gusta algo que yo haga, que se la aguanten.
No tengo por qué adaptarme a los deseos de absolutamente nadie.
Luego de pensar en eso, una sonrisa débil pero deseosa de forma en mis labios carmesí.
Abro mis labios, y respiro hondo.
Pienso en ellas asustandose, haciendo que me dé fuerza para hacer esto.
—¡MWAHAHAH!— río, mientras tengo el micrófono conectado al sistema de vigilancia para bebés en el mayor volumen posible en el sótano. Como se esperaba, Lysandro no tiene idea de lo que ocurre.
Escucho sus actitudes nerviosas, mientras apago el micrófono para poder reírme libremente, en paz.
En ese momento, sale Ainsworth del sótano. Vuelvo al piso de abajo, y veo como su silueta no se ve con claridad, y como las chicas huyen mientras él se queda confundido.
Ya con eso hecho, vuelvo a “casa”.
Mis “padres” me reciben.
Les saludo.
—Hija, ven. Ya está la comida. ¿Dónde estabas tan tarde, por cierto?— la mujer dulce a la que llamo madre tiene el cabello pelirrojo corto por encima de los hombros, al igual que unos bellos ámbar. En sus orejas tiene aretes largos de varios colores.
Tiene una sonrisa maternal en el rostro de piel clara.
Viste un suéter que confeccionó para ella misma hace tiempo.
Su falda morada hasta las rodillas con estampado lila de flores es cubierta, junto a la parte delantera de su suéter, por un delantal blanco largo de color blanco.
Se nota que quiso cocinar hoy.
Su comida es siempre la mejor.
—Lo mismo pregunto. ¿Dónde estabas a esta hora Lily?— mi padre entra también a la sala. Tiene sus lentes típicos puestos en la cabeza, dónde lo sostienen las orejas y sus enmarañado cabello café. Viste su chaqueta verde marroneado y con su camiseta blanca.
Así es, sus sospechas son ciertas.
Los padres de Sucrette son mis padres.
Y si preguntan... Hasta el capítulo de la obra... Ellos son mis padres.
Luego, se van literalmente de la casa sin dar explicación alguna, y sus cosas desaparecen de esta casa.
Su presencia de las fotos familiares se van como si polvo fuera, y me quedo sola en esta casa.
Sola en esta vida.
No es algo que me moleste.
Ya me acostumbré, después de todo.
Los miro.
No creo que pueda responderles: asustando a un par de gallinas que no saben que existo.
Seguramente comenzarían a preguntarme cosas raras.
Y no tengo deseos en que la conversación termine en: ¿Sabes cómo se hacen los bebés?
Incluso si no tiene nada que ver, algunas conversaciones –la mayoría– pueden llegar a terminar así.
¡Y no quiero!
¡No quiero tener que escuchar sus explicaciones truchas que no dan mejor en el instituto!
Para eso ya están los libros de biología y los libros como Cincuenta sombras de Grey –muy malos libros, por cierto–.
Al día siguiente todo transcurre con normalidad, si es que normal quiere decir que la de cabellos negros y ojos azules le está preguntando a todos –sus conocidos– sobre un aparente fantasma.
A mi lado se encuentra Margaret, riéndose de lo que Sucrette está hablando. Ninguna de nosotras puede creer que la chica sea tan ingenua como para creerse tal estupidez.
Una vez las clases acaban, decido quedarme en la noche para reírme un rato en la sala de ciencias. Nunca me mandan tarea, puesto que al no importar, importa un comino si lo hacen o no. Y las pocas veces que llegan a mandar tarea, importa un comino si cumplimos o no en traerla al día siguiente.
—Además, puedo perfectamente tomar la información del juego para saber la respuesta...— comienzo a escuchar mi canción favorita: History Maker.
¿Hechos para hacer historia? Claramente no me habla a mí.
Bienvenida al verdadero juego, Lynn. Ya conociste al tercer chico principal.
—Close my eyes and see myself how my dreams will come true...
Tanto tiempo... en la vida oscuridad.
—There'll be no more darkness when you believe in yourself, you are unstoppable...
Mi destino nunca fue ser importante. Mi destino siempre fue ser un personaje de fondo que esté o no esté da igual.
—Where your destiny lies,— no miente. Mi destino solo dice la verdad. —dancing on the blades. You set my heart on fire!
Así es. Mi corazón puede estar ardiendo y a nadie le importará nunca.
Me quedo dormida, sin importarme si estoy en el instituto o no.
Una mano se extiende hacia mí.
No sé si tomarla o no.
—¿Quién eres?— pregunto.
—¿Qué recuerdas en Navidad?— una voz que siento conocida, pero que ahora mismo no identifico me habla de forma monótona.
—¿Y eso qué te importa?
—Solo quiero saber.
A pesar de mi molestia, inconscientemente pienso en la última Navidad.
No existió. Solo fue un especial.
Pienso en la anterior a esa.
Nada, fue otro especial.
Pienso en la anterior.
Nada, también fue un especial.
Sigo y sigo pensando hasta que recorro los diez años que lleva este juego en la empresa.
Nada.
No tengo recuerdos de una Navidad.
—Nada.— respondo con la voz cortada.
—¿Perdón qué dijiste?
—Dije... que no recuerdo nada. Solo fueron especiales estos últimos diez años.
—Ajá, ya veo. ¿Y los anteriores años?
Me quedo en silencio.
No hay nada tampoco.
Yo no existía. Y si llegué a hacerlo, fui otro personaje secundario en otro videojuego.
—Tampoco. No existía.
La voz soltó una risa llena maldad antes de calmarse.
—Yo tampoco. Por eso, deberíamos unirnos.
Despierto.
¿Unirnos? ¿A qué se referirá?
Mis ojos comienzan a cristalizarse. Nunca he recibido algún regalo por Navidad, Año nuevo, cumpleaños, etcétera.
Porque alguien que no existe para los principales, no merece nada.
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