Parte Única.
Las lágrimas caían como cascadas sobre las aterciopeladas mejillas rojas del niño rubio, que con desconsuelo y lleno de terror se refugiaba en una esquina de su habitación, mientras sus padres angustiados le preguntaban una y otra vez que era lo que ocurría.
¿Que causaba tal llanto en su pequeño?
Ellos no sabían que su hijo veía detrás a seres de luz que los acompañaban en todo momento, pero que a él lo odiaban.
Seres con grandes alas blancas y resplandecientes, con ropajes parecidos a tunicas blancas y que a su alrededor tenían un aura dorada.
Esos seres que debían de transmitirle paz y armonía a su vida, lo alejaban de sus padres cada vez que podían; lo miraban con odio y hasta con asco.
Pero él pequeño SeokJin de tan solo 5 años de edad no entendía el porque.
Solo sabía que cada vez, cada día, los "Iluminados" -como él los llamaba- armaban situación cualquiera para que sus padres lo dejarán solo. Esto era recurrente.
Estaba sólo.
A merced de otras criaturas descarnadas y con olor a putrefacción que cada noche lo tomaban de los pies con sus garras ardientes, dejando heridas sangrantes y punzantes que simplemente al día siguiente desaparecían. Sin dejar rastro alguno.
Sangre, cicatrices, ardor, dolor... Nada.
Pero él sabía que todo era real.
Su dolor era real.
En sus piernas, brazos y hasta en el cuello.
El dolor de las heridas, el dolor de las quemaduras... El miedo.
Con forme los años fueron pasando descubrió que cada persona contaba con un ser de luz que los seguían a todas partes. Al parecer... Guiándolos.
Todos. Menos él.
Pero habían ciertos lugares, en los que estos seres eran oscuros, llenos de sangre, algunos lo hipnotizaban con sus ojos en tonalidades escarlata, no les tenía miedo, ellos no se alejaban. No lo repudiaban.
A la edad de doce años lo supo.
El tenía un don.
Podía ver lo que los demás no.
Gracias a que a esa edad su familia de descendencia católica le hizo tener su primera comunión, aprendió que los "Iluminados", en realidad eran ángeles, criaturas hermosas que el mismo Dios creaba para acompañarnos durante toda nuestra vida, cuidándonos.
Había diferentes tipos de ángeles.
"No todos eran hermosos"
Los que el veía recurrentemente eran los llamados ángeles guardianes. Los últimos en la tercera jerarquía.
Los veía detrás de toda persona con la que se topaba; sus padres, sus abuelos, sus tíos, sus amigos incluso.
Él no tenía uno, no lo conocía.
Los meses pasaron, SeokJin aceptó el hecho de que tal vez, solo tal vez; él era diferente.
Que pudo haber cometido algún error en su vida pasada, o que simplemente él no debía de existir; mil y un ideas cruzaron por su mente, al intentar entender el porque esas criaturas celestiales parecían odiarlo.
También quería entender, ¿Por qué solo él tenía ese don?
Nadie de su familia tuvo alguna respuesta para el joven adolescente, nadie podía ver a esas criaturas.
Pero él no lo quería.
Así que con el paso de los años, aprendió a reprimirlo.
Hasta el punto, de que sólo cuando él lo quisiera, podría verlos.
Pero todo el tiempo, sentiría la presencia de estos, cuando estaba con alguna persona más, el ángel que lo acompañaba le transmitía su energía a través del aura, muchas veces dorada, a veces simplemente blanca.
A la edad de diecisiete años. Lo vió.
Mientras su cuerpo volvía a retorcerse en el dolor de las manos ardientes como un hierro al rojo vivo que tocaban su piel, sus pies y manos.
Aquella sensación pronto terminó.
El ardor pronto fue reemplazado por caricias tibias que curaban sus heridas, que hacían su piel sentir alivio, fresco.
Sin abrir sus ojos, temiendo volver a ver a esas criaturas descarnadas de frente, dejó que aquel ser arriba de él simplemente continuará con aquel tacto.
Pensando que sería como una noche más en las que el dolor le hacía gritar en sus adentros, y no ver marca alguna o rastro de sangre una vez despertara por la mañana.
Dejó su cuerpo a merced de aquel ser que lo acariciaba.
Prontamente fue volteado de manera brusca sobre la cama, con el lado izquierdo de su rostro hundido en la almohada, permitiéndole apenas respirar correctamente a través de la tela.
Sintió una presión en la cama a cada lado de sus caderas y un peso más sobre la parte baja de sus glúteos.
Las caricias continuaron desde sus hombros, pasando por su espalda hasta el inicio de sus glúteos, por sobre su ropa.
Unas manos frías se colaron por debajo de su camiseta, encaminandose hasta su abdomen, que se contraria por el tacto gélido contra su calidad piel. Soltó un jadeo cuando comenzó a sentir una leve presión en su espalda.
Con cautela, abrió un poco los ojos, mirando hacia un espejo de cuerpo completo que mantenía frente a su armario; miró su cama, se miró así mismo con solamente las sábanas enredadas entre sus piernas y sus ropas revueltas.
Lo vió a él.
Parecía un joven de no más de 23 años, con sus cabellos azabaches cayendo por sobre sus ojos, impidiendo ver el color de estos; sus ropas negras parecidas al cuero se pegaban a sus gruesos muslos que en ese momento apresaban las piernas de SeokJin.
Al igual que en su torso, la tela se permitía acentuarse a la cintura marcada de aquella criatura.
Podía sentirlo.
SeokJin sabía que podía parecer una persona cualquiera, pero aquel aroma a manzana dulce y jugosa acompañaba a la criatura sobre él.
Misma que continuaba con sus caricias en su abdomen.
Aquel ser se inclino aún más sobre él, acercando sus labios al lóbulo de su oreja, atrapando el mismo entre sus dientes, sacando nuevamente un jadeo del chico rubio.
--Luces tan delicioso-- murmuró aquel ser contra su oído.
Su voz ronca le hizo suspirar.
Sintió una presión entre sus glúteos, aquel ser oscuro comenzaba a simular leves estocadas contra su cuerpo, frotando su entrepierna contra su trasero.
SeokJin mantuvo su vista sobre el reflejo.
Pronto, aquel desconocido alzó la mirada, dando a relucir sus brillantes ojos escarlata resplandecientes bajo los mechones de cabello oscuro que se atravesaban.
Él mismo sonrió de manera ladina, dejando ver sus colmillos afilados que rozaban sus labios.
Con aquella imagen en su mente, todo de volvió negro.
⛧
A la mañana siguiente SeokJin despertó.
Ansioso por el recuerdo de aquella criatura que se apoderó de su cuerpo la noche anterior.
Con solo la sensación del tacto frío, a su mente volvieron las imágenes de lo ocurrido.
De aquellos ojos escarlata que parecían devorarlo, que incitaban a caer en los más bajos deseos del portador, cayendo sumiso ante estos.
De manera inconsciente, cerró los ojos y aún recostado en la cama, recorrió suavemente con sus dígitos el camino en su abdomen que la criatura se encargó de marcar en su piel con sus largas uñas.
No había dolor.
Solo una agradable sensación de calor.
Subió poco a poco hasta su pecho, dónde su piel se encontraba con marcas rojizas dejadas por unos labios húmedos.
Con la mano contraria detallo en la blanca piel de su cuello, algunos moretones y mordidas que levemente se iban desvaneciendo.
Sonrió ladino.
Aquello se sentía tan bien.
Pero a la vez, sabía que no era correcto.
No esperaba que aquella sensación caliente que dejaba aquella criatura en su cuerpo, volvería.
Algunas noches, aquello volvía.
Para adueñarse una vez más de su indefenso ser, marcándolo a su antojo, usándolo.
Algunas mañanas, despertaba con su ropa rasgada, confirmando así, que no era solo un siempre sueño. Que en realidad, alguien lo acompañaba, en aquellas noches dónde el placer se apoderaba de él a través de caricias, besos y palabras que solo le hacían sentir su interior ardiente ante una salvaje intromisión.
Poco a poco tomó más conciencia durante el acto. Aquella criatura dejaba de dormirlo, al darse cuenta, que él rubio bajo él nunca abría los ojos, solo disfrutaba. Le permitía apoderarse de su cuerpo a su antojo.
SeokJin solo escuchaba los jadeos roncos de aquel pelinegro, recordando cada noche los mismos ojos escarlata e imaginándose estos mismos recorriendo su cuerpo, observando con cautela cada una de las marcas que había dejado en su casta piel.
Lo deseaba, cada noche; tenerlo con él.
Pero las circunstancias lo impedían, puesto que algunas noches aquel ser no se presentaba.
Esa necesidad y gozo que le hacia sentir, pronto lo hizo adicto a esas inusuales visitas.
Por meses, él se dedicó a investigar.
Y mientras leía detenidamente aquel vlog por Internet, un nombre peculiar llamó su atención.
"Lilith.
Quien fuera conocida en el judaísmo como la primera mujer de Adán. Que al revelarse contra su creador, el mismo Dios llamándolo por cómo se le había prohibido, este la desterró del paraiso; instalándose posteriormente a orillas del mar rojo.
Mismo lugar donde los demonios; ángeles caídos, se alojaban.
Esta mujer se entregó a la lujuria de Asmodeo, dando a luz a los Incubos y Sucubos.
Demonios sexuales que se posaban sobre los mortales para abusar de ellos, extrayendo así la escencia y energía de las personas... „
SeokJin sintio que el aire faltaba en sus pulmones.
Mientras leía cada vez más de aquel vlog, juraba sentir nuevamente el tacto gélido de manos ajenas que recorrían su cuerpo. Cómo la última vez, su piel se estremecía desde los muslos hasta su intimidad. Dónde aquel demonio se aprovechaba del indefenso joven mortal.
⛧
Estaba decidido.
Quería conocer a aquel demonio.
Fuera de cualquier creencia, de dejarse inundar por el miedo irracional a la simple presencia del que debería ser una criatura del mal y la oscuridad. El quería conocerlo, tenerlo para si mismo.
No estaría solo.
Y confiando en aquel poder que aprendió a reprimir hace años, aquel que le permitía ver a las criaturas de la luz y la oscuridad; cerró los ojos, concentrándose en la energía de esos ángeles que lo rodeaban, también de los caídos, Para comenzar a recitar un antigüo texto en hebreo.
Sintió el aire gélido colarse en su habitación a través de la ventana, dónde gracilmente hacia bailar las delgadas telas blancas puestas como cortinas; de igual manera la luz de la luna llena de esa noche iluminaba tenue la silueta del chico rubio.
En medio de la habitación.
Una energía ya conocida lo invadió.
--Así que eres tú quien me llamaba, precioso-- aquel mismo tacto gélido, tan familiar, se instaló en su abdomen.
Sintió al demonio posarse detrás, pegando su pecho a su espalda, mientras hundía su nariz en los sedosos cabellos dorados de SeokJin.
El ser de oscuridad suspiró gustoso por el jugoso aroma del mortal entre sus brazos, quien simplemente se dejó llevar por las caricias y las calidas sensaciones que le proporcionaba aquel demonio.
Dejó el aire escapar de entre sus labios, cuando una larga y cálida lengua recorrió desde su nuca hasta la parte posterior de su oreja, haciéndole temblar.
--Mhh, me encantas, sabes tan dulce...-- jadeó, repitiendo este mismo acto, dejando junto con ello un par de mordidas sobre la extensión de su cuello.
Sus manos inquietas recorrieron el cuerpo del mortal, hasta colarse bajo su ropa, llendo desde su abdomen, hasta sus pezones que comenzaba a estimular entre sus falanges.
SeokJin no evito soltar leves jadeos y gemidos ante las extasiantes caricias del inmortal.
--Es extraño... Muchos tienen miedo de mi, lo huelo; pero tú... Me has llamado-- lentamente giró el cuerpo del mortal que se dejaba hacer bajo sus manos que escurridizas continuaron su camino de sus caderas hasta bajarlas acunando entre ellas ese pomposo trasero que tanto lo hacia delirar, apretando la carne a su gusto aún sobre la ropa. --Renuncias a tus principios y caes lentamente ante mi--
--Mi cuerpo anhela tenerte, haciéndome débil ante ti-- murmuró, mientras un escalofrío recorría su espalda cuando aquel ser de oscuridad marcó de nueva cuenta su cuello.
La separación entre sus cuerpos pronto dejo de existir, dejando así que SeokJin involuntariamente comenzará a mecer sus caderas, buscando la fricción entre su miembro y el cuerpo del contrario, quien encantando por ello, sonrió ladino.
--¿Aún sabiendo lo que soy?-- lentamente unas grandes alas negras se expandieron a su espalda. Jin solo sonrió.
--Aún así y también queriendo conocer más de ti--
Con aquellas últimas palabras, el incubo lo tomo por los muslos, haciendo que SeokJin enredara sus piernas al rededor de la cintura del pelinegro que jadeante se apoderó de sus labios; jugó con ellos, tomándolos entre sus dientes o chupandolos, al igual que su lengua que traviesa se adentro entre los labios del mortal que embriagado por el momento, cerró los ojos.
Lentamente fue recostado en la cama, mientras las manos ajenas se encargaban de retirar sus prendas superiores.
Las marcas en su cuerpo aumentaron en número cuando unos labios recorrieron su pecho, jugando en el camino con sus sensibles pezones; brindándole tanto placer a SeokJin que en cierto momento su labio comenzó a sangrar cuando intentó morderlo para acallar sus gemidos.
--No lo hagas-- un beso lleno del sabor dulce de su sangre le hizo soltar su labio inferior --No te calles, quiero escuchar cuánto te hago disfrutar--
--Ahhh... Si--
Jadeó SeokJin cuando él pelinegro se acomodó entre sus piernas, simulando embestidas sobre la ropa. Pronto este se enderezó, para hacer contemplar al rubio su cuerpo cuando la parte superior de su ropa fue retirada.
SeokJin suspiró, sintiendo sus manos picar al querer tocar el cuerpo contrario, pasar sus dedos por los músculos tensos de sus brazos y su abdomen.
El pelinegro se acercó a él, para murmurar cerca de su oído.
--JungKook...-- SeokJin lo miró interrogante --Así puedes llamarme cuando me sientas tan dentro de ti, follandote tan duro, precioso--
Después de que sus ropas inferiores fueran retiradas y las grandes alas negras del inmortal dejarán de verse, JungKook se tomó la libertad de viajar entre las piernas del menor hasta tener frente a su rostro su palpitante entrada.
Su lengua recorrió la zona sensible mientras con caricias cálidas dejadas en los muslos de SeokJin intentaba tranquilizar sus espasmos. El rubio acarició con necesidad los músculos de la espalda del pelinegro sobre él, deleitándose con la suavidad y calidez única de la misma piel aperlada por el caluroso acto.
Se entregó enteramente a él.
Gimiendo en alto el nombre que le fue dado por el pelinegro que después de un par de minutos, se había levantado para profanar su interior.
Con estocadas firmes y certeras hacia su punto débil, como aquellas noches.
Pero está vez era diferente.
Pues sus manos habían sido apresadas por sobre su cabeza, impidiéndole tocar al contrario.
Mientras JungKook, encantado por sentir su miembro ser apresado en el cálido Interior del rubio, soltaba gemidos cerca de sus labios, sin llegar a formar un beso en ningún momento. Solo tentandolo.
Aquel castigo duró solo unos cuantos minutos, mismos en los que SeokJin se deshacía en gemidos y jadeos llenos del placer y gozo al sentir al contrario tomarlo sin restricción alguna. Con el sonido de fondo que creaban sus cuerpos al chocar con cada embestida hacia su ya maltratada entrada.
Cuando JungKook se inclinó hacia el, cubriendo el cuerpo más pequeño con el suyo, SeokJin llevó sus manos a la espalda del mayor, dejando rasguños en la zona de sus omóplatos, cada vez más profundos al igual que sus embestidas.
Ambos llegaron al éxtasis total cuando sus cuerpos anhelaron sentir la escénica del otro.
SeokJin corriendose sobre su abdomen lleno de sudor. Mientras JungKook lo hacia en su interior.
Varios espasmos recorrieron su cuerpo a sentir al pelinegro llenar su entrada de su calida corrida.
Exhausto, cerró sus ojos, dejando su cuerpo sucumbir ante el cansancio y cayendo en un sueño profundo.
Con solo el sonido de los jadeos del demonio a su lado.
⛧
A la mañana siguiente se había despertado con la sorpresa de estar solo en su habitación.
Pero aquello duro solo unos minutos.
Mismos en los que recorrió su casa entera en busca de sus padres para bajar a desayunar.
Igualmente... Nada.
Aquello ya no era extraño para él.
"Pero justo en mi cumpleaños 18"
La relación con ellos había cambiado después de que por simple curiosidad y queriendo saber más del don que le había sido otorgado, les dijo que podía ver a los celestiales, ¿Ellos también podían?
La respuesta fue clara cuando en el momento, la mirada de sus progenitores se llenó de extrañeza, además de un leve deje de burla en sus siguientes palabras.
"Deja de leer tanta fantasía, hijo"
Entonces solo prefirió callar.
Sabía que aquellos ángeles también lo habían escuchado; solo lo alejaron más...
--Sé lo que eres-- murmuró una vez regreso a su habitación y la misma presencia oscura que lo había poseído la noche anterior llegó a él.
--Me quedó más que claro cuando tomaste la decisión de invocarme-- a sus espaldas, recargado en su escritorio se encontraba él.
Lentamente se giró para encararlo.
--Pero no tiene sentido que estés aquí... Desde hace un año.--
--¿No tiene sentido para quien? ¿Para aquellos seguidores de un falso Dios?-- Sonrió sarcástico --No pensé que fueras tan adepto a ello, dulzura--
--Por supuesto que no-- caminó lentamente al borde de la cama, sentándose allí sin dejar de ver al pelinegro --Pero entonces dame repuestas--
Jungkook asintió levemente, cruzando sus brazos sobre su pecho camino hasta quedar frente al chico rubio que lo miraba expectante.
--Haz leído sobre mi madre, eso lo tengo claro; he tenido muchos nombres a lo largo de la historia, entre ellos Incubo. Durante milenios, fui uno de los pocos hijos de Lilith que los estúpidos arcángeles no pudieron derrotar... -- un par de pasos y se encontraba entre las piernas de SeokJin, con su índice levantó su rostro --Mi único deber es destruir y llenar del pecado a la preciosa creación de Dios, los humanos... Pero tú... Eres diferente; no solo me haz hecho adicto a tu cuerpo, que ahora me diste la oportunidad de disfrutar. Tu no me tienes miedo...--
SeokJin sonrió.
--¿Por qué debería? Tu no eres como ellos, tu no me desprecias cómo los celestiales lo hacen. Me haces sentir tan malditamente bien y aunque sé que no es correcto, estoy dispuesto a pertenecerte--
Aquello hizo que el demonio cayera ante la tentación de probar nuevamente sus dulces belfos que se mantenían entreabiertos hasta que los propios los juntaron en un largo y cálido beso.
Pero alguien no estaba contento con ello.
JungKook pronto se separó, al sentir una presencia ajena a ellos verlos a través de la ventana.
Giró con rapidez hacia esa dirección, observando una silueta con un par de alas blancas detrás, que al momento de verse descubierto emprendió el vuelo; perdiéndose entre las nubes.
El arcángel supo entonces que había fallado en su misión. Un nuevo demonio no debía nacer, pero aquello ya estaba sucediendo.
No podía impedirlo.
Solo debía terminar con ello.
⛧
SeokJin lloraba desconsolado en su habitación, tal cual como lo hacia cuando más joven; cuando moría de miedo por los seres sobrenaturales que podía ver.
Pero está vez, aquel ser de oscuridad al que le tomo cierto cariño que aún no sabría cómo definir, lo acompañaba.
Recostado en su cama, con el pelinegro a sus espaldas abrazándolo, recordaba con dolor a sus padres; que días después de su cumpleaños lo habían dejado solo, en aquel horrible mundo. Los ángeles se los habían llevado, pero solo sus almas.
Sus cuerpos se hallaban destrozados en ataúdes a metros bajo tierra.
No estaba conforme con saber que los celestiales se los habían llevado, pues sabía que solo los perdían en un limbo eterno, pues nadie llegaba al cielo.
Ningún mortal lo hacia después de morir.
JungKook, quien desde hace días atrás había notado una energía diferente en SeokJin; dejó caricias en el cabello rubio del menor, que lentamente entre llantos silenciosos se quedó dormido.
Una vez lo notó, se levantó de su lugar para observarlo desde los pies de la cama.
Una de las tantas visiones que llegaban a él desde su primer encuentro se hizo presente en su mente.
Logró ver al rubio, con ojos escarlata iguales a los suyos.
La primera vez que lo vió se quedó perplejo ante tal escenario que su mente había creado, pero algo en su interior le decía que ese era su futuro.
Tal cual, su propio padre; el demonio Asmodeo hizo acto de presencia frente a las puertas del infierno. Guiando a su hijo a su futuro.
Uno que compartiría con aquel demonio naciente.
SeokJin resultó ser el hijo de uno sus hermanos incubos, uno que fue derrotado por los arcángeles. Aquello dio origen al don que SeokJin poseía, pues el mismo es el resultado del sobrenatural pecado.
Su destino era ser criado en el mundo terrenal.
Para después ser llevado por un arcángel al cielo, para así evitar que él se convirtiera en un demonio. Pero aquella tarea del celestial se truncó cuando JungKook llegó a la vida de SeokJin.
Al paso de los días, JungKook aceptó que aquella atracción hacia el mortal pronto se convirtió en un cariño incomparable. Cada acción del menor en su presencia le hacia sentirse vivo, la comodidad y tranquilidad cuando estaba con él sin la necesidad de consumar el acto sexual eran increíbles, efímeras.
SeokJin era hermoso, aquello solo fue un plus para caer rendido ante él.
Ante sus cabellos suaves como la seda, su piel tersa y brillante. Su mirada, llena de vida.
Con cautela, tomó las manos del rubio para despertarlo y levantarlo hasta estar frente a frente. Sus labios nuevamente se encontraron en un dulce beso mientras sus manos se posaban tranquilamente en su definida cintura. Sin objeciones SeokJin se dejó hacer, disfrutando de los labios ajenos acariciar los propios ahora rojizos.
--Amor mío, es hora de irnos--
Murmuró JungKook, al ver qué de la espalda del rubio brotaban un par de alas negras iguales a las suyas.
Cuando SeokJin abrió los ojos, supo que aquellas visiones eran solo un vistazo a su futuro. Pues tonalidades escarlata comenzaron a llenar los orbes de SeokJin.
Ahora era inmortal.
Ambos demonios emprendieron el viaje hasta el infierno.
Donde JungKook abandonó su posición como Incubo, siendo ahora libres.
"Llegaste a mi de la manera más inesperada, sin saberlo vivía en un infierno, del que pronto me liberaste. Tu, aquella casualidad más inesperada, mi destino siempre fue amarte".
Espero les haya gustado.
-Akira.
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