Saint - Cambio

Le he contado todo. Lo que me ha motivado a hacer de mi vida un infierno, las razones por las cuales persigo y elimino a lo peor de esta sociedad. Y él se ha quedado. Simplemente me ha prometido estar a mi lado y después se ha ido a descansar.

Zee Pruk Panic, es el hombre más extraño que he conocido nunca. No tiene sentido del peligro, ni siquiera sé cómo ha sobrevivido siendo policía en este país. Su capacidad para hacerme perder el juicio es ilimitada, no sabe cocinar, su sentido del humor es ridículo y es tan... perfecto. Tiene ese punto descarado de las personas que se conocen y se han aceptado totalmente. No tiene miedo al compromiso, se tira de cabeza a la piscina y es leal. Es tan maravillosamente perfecto, que no sé qué haré cuando esto termine.

En algún momento tendré que hacer frente a la realidad de mi vida. No tengo nada que ofrecerle, nunca seremos libres, nunca tendremos la oportunidad de ser "normales", signifique eso lo que signifique. Mi padre jamás lo permitirá, mi entorno es hostil, cruel y vengativo, y ahora sé que ninguna venganza será suficiente para Kao y para mi padre mucho menos.

Solo tengo que hacerlo bien para proteger a Zee, un pequeño giro para dejarlo fuera del radar de mi familia. Pero de momento mantendré mis ojos sobre él, y si puedo mis manos en su piel. Así que, acabo de mandar los últimos mensajes y voy a buscarlo.

En el dormitorio más alejado lo encuentro. Sus largas piernas saliendo por el borde del camastro y su pelo negro desordenado, está por todas partes. Rodeo la cama y me tumbo a su lado, regodeándome en el simple placer de verlo dormir. Quiero a Zee, eso es un hecho, y debo mantenerlo a salvo. No me convertiré en Kao, en un ser devorado por el rencor y el dolor, por eso tengo que luchar. Es curioso, pero agradezco a mi padre por haberme hecho una máquina de matar. Mi perfecto entrenamiento servirá, por una vez, para hacer algo bueno.

—Has tardado mucho en venir, esperaba que el malvado hombre me desnudara y después me hiciera suyo sin remordimientos — me dice Zee mirándome con fingida desilusión.

—Has visto muchas películas, teniente — le digo con una sonrisa.

—Bueno, un chico puede soñar — me responde.

Soñar, eso es algo que jamás me he permitido, pero ahora mismo simplemente lo hago. Sueño que él y yo nos amamos, que somos una pareja normal y que lo deseo más que a nada en el mundo.

Posiciono mi cuerpo sobre el suyo, aparto un mechón de su pelo, que me quita la vista de sus preciosos ojos negros y lo beso. Es un beso profundo, cargado de todo lo que siento por él, con el sabor de algo que tiene cerca su final. Sé que Zee lo nota, pero ahora estoy soñando, deseando ser un chico normal enamorado de alguien extraordinario.

Poco a poco desnudo su cuerpo, a cada paso mi lengua recorre la piel que voy dejando expuesta. No quiero olvidarme de su cuerpo, de cada poro, cada lunar, cada recoveco para poder soñarlo después, para que sea lo último en lo que piense antes de morir.

Una vez lo tengo completamente desnudo, es mi turno. Me despojo de todo lo que llevo, y de toda la maldad que he vivido, y espero ser lo suficientemente merecedor de tocar su piel.

Alineo mi cuerpo con el suyo y dejo que la sensación me bañe por completo. Sus gemidos poblarán todos mis buenos momentos y cuando todo pase, me quedará este instante, me quedará la inmensidad de mi amor por él.

—Saint... — me susurra.

—Lo sé cariño, solo déjanos soñar, por favor — le pido.

Entonces puedo sentir como se rinde, como me deja que haga lo que deseo hacer desde que lo conocí, entregarme a él en todos los sentidos.

Nos besamos con ansias, sus manos me recorren entero y yo salgo a su encuentro cada vez, como si no pudiese obtener suficiente. Rescato de mi cartera un sobre de lubricante y un condón. Me subo a su regazo y enfundo su furiosa erección y la lleno de lubricante. Sus dedos igualmente húmedos me abren con dulzura y suavidad, pero hoy no quiero eso. Necesito un poco de dolor, el recordatorio en mi cuerpo, que me diga que esto es real.

Enlazo mis dedos con los suyos, y estiro sus brazos para que queden sobre su cabeza. Después devoro sus labios con un hambre voraz quemándome por dentro. Luego y con sumo cuidado, me siento sobre su bonita polla y me deleito con los suspiros que puedo robar de su boca. Puedo sentir como se abre paso en mi interior, cada centímetro me estira imposiblemente hasta que toco fondo. Respiro profundo mientras me adapto a la intrusión, y después me dejo llevar. Un vaivén controlado, dentro y fuera, mis caderas ruedan en círculos y Zee maldice en voz alta. Es lo primero que dice, dejándome en todo momento llevar la voz cantante, si supiera cuanto lo amo por eso.

—Saint, por favor, no lo hagas — me suplica y puedo ver cómo sus ojos se llenan de lágrimas.

—Te amo Zee Pruk — le respondo.

—Entonces no te despidas de mí, dame una oportunidad — me pide librándose del agarre de mis manos y tumbándome sobre mi espalda.

Si tan solo imaginara cuanto deseo darle esa oportunidad, darnos un margen de confianza, pero tengo demasiado miedo. Miedo a perderlo, a no ser suficiente, a que todo salga tan mal que nunca pueda reunir los pedazos de su corazón.

—Ojalá pudiera — le digo clavando mis dedos en su espalda y dejando que me haga el amor como nunca nadie lo ha hecho.

Su frente sobre la mía, sus ojos clavándose en mi alma, cada parte de nuestros cuerpos conectados, quizá esto es el cielo del que tanto he oído hablar. Zee aumenta el ritmo, corremos juntos hacia el final, amo cada segundo, atesoro cada pestañeo de sus preciosos ojos y cuando mi orgasmo me araña el vientre, grito su nombre para que no le quede ninguna duda, de que es él que me hace más feliz de lo que he sido o seré en mi vida.

Zee arremete contra mi cuerpo con saña, se desliza con fuerza en mi interior y cuando siento su liberación, me aferro a su espalda como si nada más importase, como si de verdad pudiéramos hacerlo.

—Nunca renunciaré a ti Saint. Si quieres dejarme fuera, entonces debes saber que jamás dejaré de buscarte. Jamás — me asegura y en ese momento sé que es verdad, que él realmente cree en un nosotros.

—Eres tan frustrante teniente — le reclamo.

—Gracias, lo sé — me responde.

—Hasta qué punto esto es una locura ni te lo imaginas — le digo resignándome a sus peticiones.

—Si fuésemos una pareja normal, ¿dónde te gustaría vivir? — me pregunta de repente, mirándome fijamente.

—Pues... en algún lugar soleado, con playas infinitas y atardeceres hermosos — le respondo sin dudarlo un segundo. —Podríamos pasear, nadar en el mar y después hacer el amor sin parar bajo el sol.

—Me gusta ese escenario, lo haré posible para ti — me dice sin ninguna duda o titubeo en su voz.

—Es tan fácil dejarme llevar por tu entusiasmo — le aseguro con un suspiro de pura derrota.

—Bien, entonces necesito hacer una llamada, y que te quites de la cabeza esos planes que has hecho sin contar conmigo — me espeta poniéndose sus pantalones y tirándome los míos para que me vista.

—¿A quién quieres llamar? — le pregunto.

—Pixie — me responde.

—¿Pixie?

—La hacker que me dio la información que te enseñé en la cabaña. Ella estaba tras la pista del "maestro" incluso antes de que yo supiera nada de esa organización, puede ser de gran ayuda — me explica.

—Está bien, podemos contactar con ella a través de la Deep Web, si es conocida en el mundillo podré dar con ella — le explico caminando hasta el ordenador que estaba usando antes.

Tecleo una búsqueda, pruebo en el sitio "bajo el paraguas azul". Bajo este dominio se engloban los guerreros que luchan contra la pedofilia y el abuso sexual en internet, a lo mejor alguien sabe de Pixie. Abro el chat y enseguida recibo los típicos mensajes de saludo.

Teseo: «Hey, Odiseo, cuanto tiempo»

Odiseo: «Hola, hoy estoy en una búsqueda»

Teseo: « ¿A quién buscas?»

Odiseo: «A Pixie, es importante»

Ariadna: « ¿Qué quieres de Pixie?»

Odiseo: «Eso es cosa mía. ¿Sabes dónde puedo localizarla?»

Ariadna: «Puedo dejarle un mensaje para que contacte contigo, pero necesito decirle qué quieres de ella»

Odiseo: «Dile que tenemos un amigo en común y que necesitamos hablar sobre el maestro»

Un rato después un mensaje cifrado llega a mi bandeja de entrada. El remitente es Vellocino de oro y el texto:

«No sé quién eres, pero si quieres hablar del maestro, tendrá que ser en persona y con mis condiciones. Mañana a las diez en la cafetería Steps, lleva a nuestro amigo en común y no llegues tarde»

Miro a Zee y él asiente en afirmación. Empieza a recoger sus cosas y yo hago lo mismo. Después de todo he decidido darnos esa oportunidad y puede que en algún momento me arrepienta, pero ahora mismo es lo más cerca que he estado nunca de tener a un verdadero compañero.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top