3
En la sala común de Slytherin era todo festejo, todos parecían haber olvidado por el momento que Jungkook portaba la Marca Tenebrosa en su brazo izquierdo, y lo trataban como antes. Con respeto y admiración. En otra ocasión hasta se hubiese sentido orgulloso y contento de volver a recuperar algo de su estatus, pero en esa situación, le importaba en lo más mínimo.
Así que mientras Mingyu le daba palmaditas en la espalda como forma de felicitación, Jungkook solo tenía cabeza para Park Jimin.
De solo pensar en la cara de pasmo que había puesto cuando vio la snitch arriba de su cabeza le daban ganas de reír. ¿Sabría él lo tontamente adorable que se veía con esa expresión? Era un nuevo descubrimiento para Jungkook a decir verdad.
Aunque en ese momento no le habían dado ganas de reír. Cuando Jungkook escuchó el débil aleteo se quedó estático, con una mirada de refilón pudo vislumbrar el destello dorado que tanto buscaba. Podría haber tomado la snitch en ese momento, ¿pero que valor tendría si Park no lo veía hacerlo? Por alguna razón, Jungkook quería que lo viera, que supiera que a pesar de ser un ex-mortífago y haber tomado las peores decisiones que un adolescente mago podía tomar, no era un inútil del todo. Podía atrapar la snitch, podía estar a la altura del gran Elegido, y más que nada, podía ser merecedor de su atención.
No entendía de dónde habían salido todos esos anhelos, pero no se lo cuestiono mucho, en su lugar le gritó a Jimin y este volteo a verlo. Los latidos de su corazón se aceleraron cuando sus ojos caramelo se fijaron en él, y casi murió de desesperación cuando Park se quedó quieto sobre su escoba sin moverse. La snitch se movería y él quedaría de nuevo como un estúpido. Entonces Park avanzó, y la tensión de sus músculos aflojo un poco, solo pudo soltar el aire contenido cuando la bola dorada con alas estuvo encerrada en el puño de su mano.
Lo había hecho. Y Park lo había presenciado. Definitivamente había valido la pena hechizar al bastardo de Minghao para que Park se le quedara mirando por tanto tiempo. Y cuando el idiota golpeador de Gryffindor descargó su frustración con la bludger que terminó derribando a Jimin de su escoba, ni siquiera dudó un segundo antes de ir a su encuentro.
Fue extraño, pero no le habría importado estrecharse y romperse un par de huesos si eso hubiese asegurado la seguridad de Park. Solo cuando logró aferrarse a la pequeña mano de este y detener su caída se sintió un verdadero triunfante.
—No me estas escuchando, ¿verdad? —la voz de Mingyu lo trajo de nuevo a la realidad.
—Perdona, ¿qué decías?
—Decía que a pesar de tus súbitos cambios de humor, es bueno saber que la costumbre de ignorar a tus amigos todavía no se te ha ido —repitió el moreno con molestia.
Jungkook frunció el ceño.
—¿Como que cambios de humor?
—Hace solo dos días eras un prácticamente un inferi y ahora en cambio pareces un Hufflepuff hiperactivo.
—Tal vez tengas bipolaridad —intervino Yugyeom con calma, tanto Mingyu como Jungkook lo miraron confundidos—. Es una enfermedad muggle, se trata de la variación de ánimos.
Mingyu hizo una mueca de asco, pero Jungkook pareció pensárselo.
—¿Dices que me contagie una enfermedad muggle?
Yugyeom rodó los ojos.
—No se contagia, es algo mental —explicó.
Mingyu bufo.
—No digas tonterías Yugyeom, Jungkook no tiene ninguna peste muggle —dijo el moreno, aunque se alejó un poco del pelinegro y lo miro con cautela—. Aunque si te concedo que algo debe andar mal en su cabeza como para salvarle el trasero a Park.
—¿Y que se supone que tenía que hacer? —protestó Jungkook—. ¿Dejar que se rompa el cráneo contra el suelo?
—Sí —dijo Mingyu, como si fuera ridículo dudarlo—. En otra ocasión ni te lo hubieras cuestionado, ¿qué diablos te pico ahora?
Él negó con la cabeza.
—Las cosas cambiaron —dijo Jungkook—. Ya no somos niños, empiezo a pensar que me equivoqué con él. Park no es tan malo como pensamos.
Mingyu lo miro como si se hubiese transformado en un Colacuerno Húngaro de repente, incluso el desinteresado de Yugyeom había dejado su libro a un lado y lo examinaba de arriba a abajo.
—Estas bromeando, ¿verdad? —dijo el moreno con incredulidad.
—No, Mingyu, no estoy bromeando —dijo Jungkook, con firmeza—. Nos libró de quién-tú-sabes, no estaríamos aquí si no fuera por él. No se tú, pero ese es más que suficiente motivo para replantearme que tal vez fuí un idiota y que tal vez deberíamos estarle agradecidos.
Dicho eso, se levantó y se dirigió a su cuarto, respirando agitado. Mingyu miró hacia Yugyeom anonadado, ni siquiera hizo falta que lo dijera.
—Sí —dijo Yugyeom—. Eso fue extraño.
❤❤❤
—No puedo creer que Jeon haya evitado tu caída —repitió Seulgi por décima vez, la mañana del domingo mientras desayunaban.
—Ya, deja de decirlo de esa forma —rezongó Nam—. Lo haces sonar como si él hubiera rescatado a Jimin.
Seulgi frunció el ceño.
—¿Y que no es eso lo que hizo?
—¡No! —dijo Nam, como si la idea fuera estúpida—. Se trata de Jeon, ¿lo olvidas? Solo estaba tratando de ridiculizarlo aún más por su victoria.
Jimin, que hasta entonces no se había planteado esa opción, hundió con fuerza el tenedor en su tarta de melaza. Pues claro, ¿qué pensaba? Era Jeon después de todo, eso sonaba como algo que él haría.
—No puedes asumir lo peor de él siempre, Nam —dijo Yoongi, examinando el diario El Profeta—. Tal vez solo quiso ayudar a Jimin y ya.
—Por favor, Yoonie, no seas ingenuo. ¿Cuándo Jeon quiso ayudar a Jimin o a cualquiera de nosotros?
—En la Mansión Jeon —respondió él—. Podría haber delatado a Jimin en ese momento.
Jimin aflojó su agarre en el tenedor, pero Nam no pareció satisfecho con la respuesta.
—No fue suficiente, él estaba del lado de ellos.
—Cosa que fue peor para él, estoy segura que recibió más Cruciatus de los que tú y yo recibimos alguna vez.
Jimin hizo una mueca, él también estaba seguro de eso. Le dio una mirada a Jeon, que comía despreocupado su comida. Ahora estaba a salvo.
—Pues él se lo busco por...
—¿Podemos hablar de otra cosa? —interrumpió quizá con demasiada brusquedad lo que sea que fuera a decir Namjoon.
Su amigo lo miro extrañado, pero no dijo nada más. Del otro lado del Gran Comedor, en la mesa Slytherin, el pelinegro levantó sus ojos oscuros hacia él. Y le sonrió. Jimin desvió la vista de inmediato. Seulgi, quien había notado el intercambio, le sonrió pícaramente. Jimin la fulminó con la mirada y decidió concentrarse en su tarta.
Pero por más que se prohibiera a si mismo mirar a Jeon, quitarlo a este de su cabeza era otra cosa. No entendía el comportamiento de este en el partido de quidditch, la única explicación lógica que le podía dar era la que Namjoon había mencionado; solo había buscado burlarse de él. Eso lo enfureció, de veras lo hizo. Y él que pensaba que toda esa estúpida rivalidad había acabado de una vez por todas.
No es como si quisiera que Jeon volviera de nuevo a su apagado estado de ánimo de antes, ni que volviera a ignorarlo como hace poco había estado haciendo, pero estaba seguro de que esa no era el tipo de atención que quería recibir de él, no quería volver a ser su objetivo de burlas.
¡Pero qué dices!, le reprocho su conciencia. ¡Tu no quieres recibir ningún tipo de atención de parte de ese presumido!
Pero al parecer Jeon no pensaba lo mismo, porque cuando Jimin iba en camino a la biblioteca a hacer el aburrido y larguísimo ensayo que el profesor Binns había asignado, él estaba allí; apoyado contra la pared, con las manos en los bolsillos de sus elegantes pantalones y con la cabeza ligeramente inclinada de modo que mechones pelinegros caían sobre su frente. Cuando escucho los pasos de Jimin, levantó la vista y su rostro se iluminó de tal modo que a él se le atasco el aire en los pulmones.
Maldito Jeon.
—Buenas tardes, Park —saludó, con el hoyuelo izquierdo pronunciándose.
Jimin no supo si fueron las palabras de Nam, él recuerdo de su fuerte mano sosteniendo la suya, el hecho de que estaba en todos los putos lados a donde fuese o el irritable y llamativo pozito que se formó en su mejilla pero en ese momento tuvo ganas de ser azotado por ese insufrible pelinegro contra la pared hasta que las ideas se le acomodaran a alguno de los dos.
En su lugar caminó hasta quedar frente a él y lo miro con rabia.
—Muy bien, Jeon, basta de juegos. Dime qué diablos estás tramando.
Jungkook enarcó una ceja.
—¿De que hablas? No estoy tramando nada.
—No me vengas con esa mierda —espetó Jimin—. Hace tiempo que estás al acecho, sin mencionar lo del partido. ¿Qué fue eso de la snitch?
—¿Hablas de cuando la atrape? —dijo Jeon con sorna—. Soy el buscador, Park, es lo que se supone debo hacer.
Jimin resistió las ganas de golpearlo en ese instante.
—Pero tú no podías atraparla y ya, ¿no? —le recriminó, sin poder evitarlo—. ¡Tenías que hacer toda esa jugarreta para ridiculizarme!
Las cejas de Jungkook se arrugaron, la sonrisa había desaparecido.
—Yo no estaba tratando de ridiculizarte.
—¿Ah, no? —dijo Jimin con la voz cargada de sarcasmo—. ¿Entonces?
Jeon se despegó la pared, y sus ojos profundos lo miraron con tal intensidad que Jimin tuvo que contener el impulso de desviar la mirada.
—Quería impresionarte, Park. ¿No te has dado cuenta?
Jimin se quedó de piedra por varios segundos. No se había esperado esa respuesta. Lo examinó, él parecía tan seguro de lo que acababa de decir que Jimin se preguntó si no había escuchado unas palabras totalmente distintas a las que el pelinegro había dicho en realidad.
—¿Impresionarme? —preguntó en un susurro.
—Sí, Park. Impresionarte.
Eso era por completo surrealista.
—Pero... —balbuceó, se aclaró la garganta y se recordó con quién estaba hablando—. ¡No juegues conmigo, Jeon! ¿Por qué tú querrías impresionarme a mi? Me odias.
Jungkook se rió suavemente, negando con la cabeza. No lo hacía con burla, era casi como si lo conmoviera la actitud de Jimin.
—¿En serio no te haces una idea del porqué? —le preguntó con voz ronca.
Jimin dio un paso atrás, y bajo su túnica cerró el puño sobre su varita. La situación lo estaba sacando de sus casillas, había una horda de emociones pinchando como abejas en su interior y no sabía que hacer con ellas. Sólo sabía que Jeon estaba provocando todo aquello y quería que se detuviera.
—Basta de juegos —repitió entre dientes—. Estás muy equivocado si piensas que me tragare toda esa mierda.
Jungkook avanzó el paso que Jimin retrocedió, poniendo más de punta los nervios de este último.
—No son juegos, Park —siseó Jeon, como si quisiera que solo él escuchara—. Tal vez ya no te odio tanto.
Jimin pasó saliva, desde allí podía oler la fina colonia del contrario. Todo en él siempre era impecable y exquisito... ¡Por Merlin, detente!
—Jeon... —le advirtió con voz tensa, apretando el agarre en su varita.
Si Jungkook advirtió o no que Jimin podría lanzarle una Imperdonable en cualquier momento, pareció ignorarlo.
—Tal vez —prosiguió el pelinegro— ya no te odio en lo absoluto.
El corazón de Jimin no latía tan rápido desde la vez que tuvo que enfrentarse contra Voldemort. Tendría que estar matando a Jeon en esos momentos pero era como si sus oscuros ojos lo mantuvieran allí, atrapado, sin posibilidad de moverse o pensar con coherencia.
—¡Jimin! —gritó una voz familiar. Este se separó de inmediato de Jeon. No sabía si sentirse aliviado o irritado por la interrupción. Miró hacia Namjoon, que los miraba a ambos con extrañeza desde la entrada de la biblioteca, acompañado de Yoongi—. ¿Vienes o no?
Saliendo de su aturdimiento, se dirigió junto a sus amigos, pero el provocante de dicho estado lo sujetó por la muñeca.
—Ven al lago a media noche —Jungkook le echó una mirada a Namjoon y a Yoongi, que aún lo esperaban—. Solo.
Jimin se soltó de su agarre.
—¿Para qué? —cuestionó brusco.
—Ya te lo dije, busco impresionarte —la comisura de su labio izquierdo se elevó, el hoyuelo volvió a aparecer—. Tal vez esta vez los resultados sean mejores.
—¿Te volviste demente, Jeon? —Jimin comenzaba a preguntárselo con seriedad.
—Vamos, será divertido —insistió el pelinegro, en tono juguetón, elevando una elegante ceja—. ¿O estás asustado, Park?
—Ya quisieras —resopló Jimin.
—Entonces ven —dijo Jungkook—. Te estaré esperando.
Y dándole una última mirada de apreciación, se dio la vuelta y desapareció al doblar el pasillo. Jimin esperó unos segundos para recuperar la compostura antes de ir con sus amigos.
—¿Qué te dijo? —preguntó Namjoon apenas llegó a su lado.
—Nada —respondió con indiferencia—. Solo estaba presumiendo.
Otra vez, Jimin no estaba seguro de estar diciendo la verdad. Y aunque no lo quisiera admitir, en el fondo, esperaba que no fuera así.
❤❤❤
Jimin se sentía idiota mientras avanzaba por el helado suelo, tapado por la capa que lo resguardaba bastante del frío. Estaban entrando en invierno, y él estaba aliviado que la nieve apenas estuviera cayendo, de lo contrario tendría que estar borrando la huellas de su zapatos por si a alguien se le daba por mirar por la ventana y notar que unas pisadas se formaban solas el camino hacia el lago.
Cuando llegó a este, vislumbro la figura enfundada en una gruesa túnica que se encontraba recostada contra un árbol. Su cabello oscuro brillaba en contraste con toda la oscuridad que los envolvía a esas horas. Se sintió menos estúpido al ver que seguía allí, esperándolo, pero el nudo nervioso en su estómago no hizo más que aumentar.
Respiró hondo, recordando que era un Gryffindor y avanzó un paso, quebrando una rama por accidente. Jeon levantó el rostro de inmediato, sus facciones fueron bañadas por la luz de la luna, dándole un aspecto espectral, casi como si de una criatura mágica se tratase. Sus malvados labios se curvaron, y Jimin se puso nervioso.
—Llegas tarde —dijo, sus ojos fijos en la rama partida en dos bajo los pies de Jimin.
La verdad es que hasta que Jimin no vio el puntito negro y solitario con el nombre de Jeon Jungkook fuera del castillo en el Mapa Merodeador, no se había decidido a salir. Ahora el mapa se encontraba guardado bajo su túnica, quería estar en guardia con la varita por si todo aquello era una trampa.
Quitándose la capa, se enfrentó a él.
—¿Cómo lograste salir? —fue lo primero que se le ocurrió decir.
—No eres el único que tiene sus trucos, Park —dijo Jungkook, despegándose del árbol con elegancia.
—Como sea —dijo Jimin—. Ya estoy aquí, ¿ahora qué?
La sonrisa de Jeon se extendió, y le hizo un gesto para que se acercara.
—Ven, te mostraré algo —le dijo, dándole la espalda y caminando a la orilla del enorme lago negro que tenían frente.
Jimin dudó unos segundos antes acercarse, y agacharse junto a Jeon, que sentado sobre sus tobillos tocó con su delgado dedo el agua, provocando ondas expansivas que estropearon la lisa negrura del lago. Entonces hizo algo que lo tomó desprevenido; comenzó a silbar una melodía de tres cortas notas.
—¿Qué estás...? —comenzó a preguntar, pero Jeon levantó una mano, indicando que guardara silencio.
Miró, no sin sentir cierta indignación, como el pelinegro se quedaba quieto, como esperando escuchar o ver algo. Después de unos segundos en donde nada pasó, él volvió a tocar el lago y a silbar las tres notas. Nada de nuevo. Volvió a repetir la misma secuencia. Jimin le hubiera dicho algo, de no ser porque la manera en la que Jeon fruncía sus labios le llamaba más la atención de lo que le gustaría.
Y de no ser, claro está, por la criatura que comenzó a emerger del agua. Jimin se echó atrás, observando con fascinación a su nuevo acompañante.
Lo primero que notó fue que era un caballo. Un hermoso caballo de un color negro azulado, con crines de junco cayendo marchitos y verdes por su cuello. Los brillantes ojos amarillentos miraron a Jimin, quien se sintió hechizado por la belleza del animal.
—¿Es un...?
—Sí —dijo Jungkook—. Un kelpie.
La criatura comenzó a avanzar, emergiendo más del agua a medida que se acercaba a ellos con lentitud. Jungkook desvió la vista del animal y miró a Jimin, quien tenía los ojos puestos en el kelpie.
—Es hermoso —musitó Jimin.
Jungkook sonrió.
—Vaya que lo es.
Pero la voz de Jungkook apenas le llegó, en su lugar se puso de pie. Porque el kelpie estaba allí, con el fibroso cuerpo mojado brillando a la luz de la noche, sus pezuñas se perdían en el agua del lago. Lo único que tenía que hacer era estirar el brazo y tocar el junco verdoso que tenía como cabello. Y eso estaba por hacer, cuando una mano blanca lo tomó de la muñeca y tiró de él.
—¡Hey! —se quejó Jimin, cuando Jeon comenzó a tirar para alejarlo del caballo.
—Ibas a tocarlo —le dijo Jungkook, sin suavizar el agarre en su muñeca.
—Sí, ¿y? —espetó él.
—Por Merlín, Park. ¿Es que no prestas atención en clases? —le reprocho Jungkook—. No se toca a un kelpie así como así. Si lo haces querrás montarlo, y cuando lo hagas te arrastrará hasta lo profundo del agua y poco después tus entrañas saldrán flotando a la superficie del lago, ¿eso es lo que quieres?
Sintiéndose avergonzado de si mismo, se zafó del agarre del pelinegro.
—¿Y porque me trajiste aquí entonces? —cuestionó Jimin—. ¿Para que me comiera?
Una risa brotó de Jungkook, el anterior enojo diluyéndose de inmediato. Negó con la cabeza y sacó su varita, Jimin apretó la suya bajo su túnica.
—Es cuestión de domarlo —dijo Jungkook, haciendo un gesto hacia el kelpie y apuntando su varita hacia un punto lejano—. ¡Accio brida!
Fue cuestión de segundos para que algo viniera volando a la mano extendida de Jungkook, al principio Jimin solo vio unas tiras de cuero grueso unidas entre sí, pero después se dio cuenta que en en realidad era la correa que se le ponían a los caballos para montarlos. Vio, aguantando la respiración, como Jungkook la hacía levitar, hasta llegar a estar encima del kelpie, que había comenzado a retroceder con lentitud. Pero Jungkook murmuró un hechizo de colocación y la brida se ajustó a su hocico.
El kelpie comenzó a relinchar enloquecido, parándose por sobre sus patas traseras. Jungkook avanzó y lo tomo con fuerza de las riendas, apuntándole con su varita y chasqueando la lengua como Jimin había visto por la tele hacían los jinetes para tranquilizar a sus caballos.
—Tranquilo, amigo —dijo Jungkook con voz calma—. Solo queremos que nos lleves a dar una vuelta, luego te liberaremos, ¿de acuerdo?
Poco a poco la criatura dejó de retorcerse y con un bufido molesto, pareció resignarse. Jeon sonrió triunfante, y les dio unas suaves palmaditas en el hocico. Tiró de las cuerdas y el caballo avanzó más hacia la superficie, Jimin no pudo evitar notar que las pezuñas del animal estaban al revés, apuntando hacia atrás.
—¿Cómo aprendiste a hacer eso? —preguntó Jimin anonado. No era un experto del tema pero el kelpie no parecía ser una criatura inofensiva con la que cualquier niño pudiera jugar.
La sonrisa de Jeon se borró, y sacando un pañuelo le ofreció al animal lo que se veía como carne cruda.
—El Señor Tenebroso pensaba utilizarlos en su ejército —dijo en voz baja. Jimin pudo ver los filosos dientes brillando en la oscuridad de la noche mientras se devoraba el pedazo de carne—. Teníamos que aprender a domarlos para ponerlos a su disposición.
Jimin abrió la boca para darse cuenta de que no tenía idea de qué decir. Hace un rato Jungkook parecía satisfecho consigo mismo y ahora el semblante sombrío volvía a aparecer en él. Prefería mil veces al Jeon presumido.
Jungkook se movió, y con un grácil salto trepó sobre el cuerpo de caballo del kelpie, este no se quejo. Una vez allí, le tendió la mano libre a Jimin.
—¿No hablabas en serio sobre lo de ir a dar una vuelta o si? —dijo Jimin, mirando con horror a lo que ahora parecía más una bestia relamiéndose los cuchillos que tenía por dientes.
—Saca ese valor Gryffindor, Park —se burló Jungkook sin quitar su mano—. Vamos, nunca dejaría que te devorara. El Elegido se merece un mejor final que ese —Jimin lo fulminó con la mirada, odiaba ese apodo. Pero Jeon solo lo ignoró y le sonrió en su lugar—. Confía en mí.
Jimin se odio a si mismo por no poder decir que no. Suspirando, tomó la mano de Jungkook. A peores cosas se había enfrentado después de todo. No pudo notar evitar la energía de un hechizo protector envolviendo la mano de Jeon, iba a preguntar para qué era pero al final no hizo falta.
—Agárrate fuerte, Park —le dijo Jungkook una vez lo ayudó a subir—. Ah, y mantén tus manos alejadas de la cabellera de esta belleza, de otra manera tus dedos quedaran atrapados y no podrás despegarte. Así es como atrapan a sus víctimas.
—Eso si que es tranquilizante —dijo Jimin, agarrándose dubitativo de los costados de Jungkook.
Para su suerte, este no se quejo. En su lugar, asió las riendas y con una leve patada en el dorso del kelpie este comenzó a avanzar por el borde del lago. Cuando escuchó que Jungkook pronunció un arre, y la bestia comenzó a galopar con más velocidad, no le quedó de otra que apretar los dedos sobre la túnica del chico para no caerse. Comenzaron a adentrarse más a la zona del bosque, los árboles pasaban como borrones a su costado. La velocidad fue mayor aún, y Jimin sintió el vértigo formándose en la boca de su estómago. Le recordaba mucho a cuando montó encima del thestrals en quinto año.
—¡Aquí viene lo bueno! —gritó Jungkook.
Jimin levantó la vista, y los ojos, que llevaba entrecerrados hasta el momento, se le abrieron de par en par cuando vio que el kelpie había cambiado de dirección y corría directo hacia el lago. ¿Acaso Jeon pensaba ahogarlos o qué?
—¡Jeon! —gritó, pero era obvio que no iban a detenerse.
Tomó una brusca bocanada de aire, cerró los ojos, y enterró la cabezo en el hueco del hombro de Jungkook, aferrándose a él como si de un salvavidas se tratase. Jimin esperó a sentir la helada agua calándole los huesos, y llenando sus pulmones... pero eso nunca llegó. En su lugar, sintió la risa vibrante en el pecho de Jungkook.
Jimin abrió un ojo, y se asomó por encima de él. El aire se escapó dentro de él cuando se dio cuenta de que estaban sobre el lago. No dentro, sino sobre el. Era como si las pezuñas del kelpie pisaran sobre un cristal sólido y negro.
Jimin miró hacia el costado, directo a su reflejo en el cristal. Podía verse a él mismo, agarrado a Jungkook, quien se veía magnífico con su cabello ondeando y una sonrisa determinada en su rostro al montar a aquella criatura, que había aminorado el paso y ahora trotaba por el lugar.
Una risa de asombro se le escapó a Jimin.
—¿Cómo es posible...?
—Magia, Park —dijo Jungkook, girándose a verlo. Su nariz quedando a solo unos centímetros de la de él—. Es magia.
Sintió toda la sangre subir a su cabeza cuando noto que aún seguía abrazado a él, lo soltó de inmediato y se aclaró la garganta. Jungkook sonrió de lado antes de jalar con fuerza de las riendas. Era increíble la velocidad con la que corría ese kelpie, Jimin apenas alcanzó a agarrarse de la túnica de Jungkook.
Iba a protestar pero la adrenalina que lo recorría en esos momentos pocas veces la sentía fuera de la escoba. Cerró los ojos y se dejo disfrutar de el viento en su cara, del calor bajo sus dedos y mas que nada del cabello de Jungkook cosquilleando en su mejilla.
Después de todo, hace tiempo no se sentía tan vivo.
❤❤❤
Una hora después, cuando recordaron que al día siguiente tenían clases temprano, ambos se detuvieron a la orilla y se bajaron de la cansada criatura. El paseo había terminado.
—Gracias por tus servicios —dijo Jungkook galante, dándole una leve inclinación de cabeza. El kelpie bufó y dándose la vuelta, desapareció en las profundidades del lago. Detrás suyo una risa se escuchó.
—Después de lo de Buckbeak has aprendido la lección, ¿ah? —preguntó Jimin con sorna.
Jungkook frunció el ceño.
—¿Quién?
—El hipogrifo de Hagrid —le recordó—. Al que casi haces que degollen.
—Oh —dijo Jungkook, sintiéndose por primera vez en el día avergonzado—. Lamento eso, supongo que era un poco idiota.
—¿Eras? —inquirió—. ¿Un poco?
Sonriendo se acercó a Jimin, quien por primera vez no llevo la mano a su varita a la defensiva. No pudo evitar sentir eso como un pequeño triunfo.
—Entonces —le dijo, deteniéndose cuando llegó frente a él—. ¿Te impresione?
Jungkook podría haber jurado que las comisuras de Jimin temblaron un poco cuando le desvió la mirada, llevándose una mano al cabello que ya de por sí estaba hecho un desastre por el viento.
—Si, lo hiciste, Jeon —admitió por fin, enfocando esos brillantes ojos color caramelo en él—. ¿Estas contento? ¿Eso es lo que buscabas?
Él dudó por un segundo, no muy seguro de poder expresarlo con palabras. Nunca había sido bueno en esos temas. Tomando aire, decidió intentarlo.
—Digamos que esta también es mi forma de agradecerte.
—¿Agradecerme? —preguntó, sin poder ocultar la sorpresa en su voz. Jungkook siempre había despreciado lo incapaz que era Jimin para ocultar sus emociones, ahora en cambio pensaba que era una de sus mejores facultades—. ¿Por qué?
—Por todo, Park. Por salvarnos a mi y a Mingyu, por testificar a favor de mi madre, por venir aquí hoy... —su gesto decidido titubeó unos segundos—. Por librarnos del Señor Tenebroso.
—¿Por quitarte tu varita también? —preguntó Jimin, la voz le tembló un poco.
Jungkook se rió levemente.
—Te la ganaste, le diste un mejor uso que yo —por la cara que puso Park no podía creer que todas esas palabras salieran de su boca. Jungkook tampoco se lo creía del todo, él no era de los que iba repartiendo discursos de agradecimiento y perdón por ahí. En cambio ahora, era como si fuera aterradoramente fácil transmitirle lo que pensaba a Jimin—. No sé si alguna vez podré pagarte todo lo que te debo, pero hay algo que quiero ofrecerte...
Sintiendo un fuerte nudo en el estómago, le ofreció la mano a Jimin, como aquella vez en el tren cuando tenían once años.
—Entiendo si no quieres mi amistad —dijo Jungkook, con voz calma—. Pero al menos acepta una tregua.
Vio la manzana de Adán de Jimin subiendo nerviosamente en su cuello, y a sus pequeños ojos de caramelo que lo inspeccionaban. Cuando Jungkook creyó que iba frustrarse por tanta espera, Jimin levantó su mano y tomó la suya.
Jungkook sintió algo electrizante traspasar su piel cuando lo toco. Y sonrió, aquello sí que era magia.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top