Capítulo 13
«Gatos, peleas y un ángel»
El camino era una imagen borrosa, difícil de distinguir, excepto por lo que había al frente. Solía creer que nada se comparaba con la sensación de correr, volverse uno con el viento y cruzar la línea de meta primero que nadie. ¡Qué equivocado estaba! Todavía sintiendo los labios de Luhan sobre los suyos y el corazón bombeando a mil, Sehun no veía el momento de volver con su ciervo y revivir ese beso.
Acababa de alcanzar el último tramo del circuito cuando el idiota que traía pegado atrás lo rebasó, tomándose su tiempo para mofarse y enseñarle el dedo medio. No era la primera vez que competían, realmente, BM era algo así como su némesis. Era un tipo enorme con aires de chulo, que iba por la vida presumiendo del dinero de su padre con el que se pagaba las modificaciones de la carcasa blanca que manejaba.
Y aun con eso, jamás había podido ganarle.
Acelerando para darle alcance, Sehun se colocó al lado del contrario justo al acercarse a la curva final, la que Zico –el muy maldito– había diseñado para poner a prueba las habilidades de los corredores. Pese al riesgo, BM no iba a permitir que lo adelantara tan fácil e intentó embestirlo, obligándolo a frenar para evitar el impacto. Fue sólo un segundo, un instante de distracción que pudo haberle costado todo.
No supo realmente como lo hizo, pero debía tener unos reflejos geniales, pues fue capaz de controlar la motocicleta y superar la curva, incrementando la velocidad lo suficiente para superar a su rival y cruzar la línea de meta.
Y entonces, al tiempo que Zico lo proclamaba ganador y un montón de perdedores se moría de la envidia, la multitud emocionada lo rodeó, el coro de voces que intentaba atraer su atención palideciendo en comparación con el bombeo de su corazón cuando el primero en acercársele fue nadie menos que su Luhan. Rodeándolo con fuerza, el castaño hundió el rostro contra su cuello, llenándolo de un suave aroma a cuero y limón.
—Te dije que volvería —susurró Sehun, acariciándole el pelo.
—Y yo que me en-entraría el pa-pánico.
Minseok y Jongdae se acercaron a felicitarlo, su mejor amigo disfrutaba ver cómo hacía comer polvo a idiotas como el grandulón que casi lo hizo estrellarse. Sehun debió golpearlo por sacar ese pequeño detalle a colación, pero se distrajo al notar que Luhan asentía con la cabeza a todas las cosas que decía:
—Miserable inmaduro, nadie con una pizca de honor jugaría así de sucio —seguía maldiciendo Jongdae—, como sea... le diste su merecido y ahora tienes un montón de dinero, me pregunto qué harás con todos esos billetes, digo, no es que necesites plata estos días y...
—Ya, cierra el pico —lo calló Sehun—, sabes de sobra que es todo tuyo.
—¡Oh, sí! ¿Escuchaste eso, amor? ¡Por fin te daré el aniversario que te mereces!
Minseok no se lo esperaba y aunque no le parecía que su novio hubiera usado a su amigo para conseguir dinero, tampoco podía decir que alguien hubiera obligado a Sehun o que no le emocionara poder celebrar con el amor de su vida por otro año siendo la pareja tonta y enamorada que en realidad eran.
Dándoles su momento de privacidad, todavía envueltos en un abrazo, donde los brazos del motero rodeaban la cintura del ciervo y su barbilla descansaba sobre su hombro, Sehun pensó que esa era una excelente forma para disfrutar de una victoria, pues nada (y esta vez, estaba seguro de que no volvería a cambiar de opinión) se comparaba con tener a Luhan entre sus brazos.
—¿El idiota de allá? Sí, es mi novio y sí, le están dando una paliza.
Minseok suspiró, abatido. Se empinó el tarro de cerveza y bebió de una lo que le quedaba de bebida, algo más de la mitad.
Habían decidido festejar llevando a Luhan a uno de sus sitios favoritos, un barcito cuyo dueño se jactaba de su moral distraída, pues aunque la ley decía que los menores de edad y las bebidas alcohólicas no se debían juntar, a Kyuhyun no le importaba venderles mientras tuvieran dinero para pagar. Como exestudiante del Instituto Hyehwa, también le prestaba su carro a los hoobaes adorables que necesitaban transporte para huir de las carreras.
—¿El chico a su lado? —siguió Luhan—. Pues no es mi novio, pero también lo están apaleando. ¿No dijiste que eran buenos en el billar?
—Lo son, cuando no presumo y deciden avergonzarme. Te juro que nunca espero nada de ellos y aun así me decepcionan.
Jongdae ilustró su frustración realizando un tiro tan malo que bien pudo costarles la partida entera. Sehun casi gruñó cuando sus contrincantes se mofaron de su amigo, pero no estaba en posición de defenderlo, pues él mismo no había hecho ni una buena jugada en lo que llevaban jugando.
—Como sea, esta noche nada te gana a ti. ¡Vaya sorpresita la que nos diste a todos! —dijo Minseok, cambiado el tema. Luhan lo miró sin comprender—. ¡Menuda forma de marcar territorio, ciervito!
—E-Esto...
Los colores se le habían subido al rostro y su lengua parecía incapaz de darle tregua y formular una oración coherente. Antes, cuando la carrera estaba por comenzar, dejó que el impulso dictara sus acciones y se abalanzó sobre Sehun, plantándole tremendo beso que sólo con recordarlo le cosquilleaban los labios y se le aceleraba el corazón.
—No te avergüences, Lu, es normal dejarte llevar cuando alguien te gusta y ni se te ocurra mentir con que Sehun no te gusta, ¿eh?
Pero ¿cómo no hacerlo?
Si con sólo pensarlo, resultaba imposible reducir lo que sentía por Sehun a un simple 'gustar'. «Me gusta leer y tomar fotos del cielo, me gusta la pizza y las gomitas de jalea, me gusta ir a la playa y me gustaba el quarterback del equipo, pero él...»
Cuando lo conoció, la intriga que despertó descifrar por qué el tipo malo de la escuela desperdiciaba su tiempo defendiendo a un tonto nerd tartamudo, lo llevó a estar en deuda y pagarle el buen gesto preparándole el almuerzo. No esperaba que Sehun se introdujera en su vida como un personaje recurrente, al principio con apariciones casuales y conversaciones breves y más tarde como alguien a quien los espectadores aguardaban ver en cada episodio.
Fue ese tiempo, los silencios cómodos y los trocitos de secretos que compartían, cómo sus miradas expresaban lo que mil palabras no dirían y la familiaridad con que sus cuerpos respondían a la cercanía. Todo eso le enseñó quien era realmente el chico que iba por la vida con chaquetas de cuero y botas de estilo militar, le mostró lo que se ocultaba bajo la fachada de badboy y le llevó a enamorarse de cada pequeño detalle que componía a Oh Sehun.
Su amor por un grupo ídolo de chicas, la facilidad que tenía para quedarse dormido casi en cualquier lugar, el gusto no tan secreto que sentía por el futbol americano, cómo hacía lo posible por cumplir sus promesas, lo mucho que valoraba a su familia, incluyendo en esta a sus dos mejores amigos. Sus sonrisas torcidas y esa mirada de cachorrito que ponía para salirse con la suya, el sitio en su espalda que hacía de muro entre Luhan y el mundo y ese lugar especial entre sus brazos, bien cerquita de su pecho, donde parecía que nada nunca podría dañarlo.
«No, Sehun no me gusta. Yo... creo que lo amo».
Antes de que pudiera decidir si sincerarse o no sobre sus sentimientos, Minseok se disculpó para ir al baño, había bebido demasiadas cervezas y su vejiga necesitaba liberarse. Solo, con mil pensamientos dando vueltas en su cabeza y una sonrisa cada vez más amplia dibujándosele en los labios al tratarse todos del chico que intentaba dar la vuelta a su partida de billar, Luhan no vio acercarse al tipo que llevaba un rato mirándolo desde la barra, hasta que este se plantó frente a su mesa.
—¿Qué hace un gatito tan lindo, solo y en un sitio como este?
Era casi tan alto como Sehun y tenía el pelo teñido de un color verde oscuro, llevaba los largos mechones echados hacia atrás y su sonrisa ladina no hacía más que incomodarlo. Sin dudarlo, no era lo que Luhan (y la mayoría de los adultos) llamaría un buen y educado muchacho preparatoriano.
—L-Lo si-siento, p-pero...
—Eres adorable, ¿te lo han dicho? —señaló el otro, al notar su tartamudeo—. Soy Mino, ¿y tu nombre, bonito?
—N-No estoy interesado. V-Vine con mis amigos, si no te importa...
—Pues la verdad es que sí me importa. ¿Por qué mientes, eh? —preguntó, mucho menos amable que antes—. ¿Dónde están esos supuestos amigos tuyos? Porque yo no los veo.
Luhan se obligó a dominar el miedo que le provocaba la presencia del otro y armándose de valor, dijo:
—Volverán pronto, así que deberías irte.
—No lo creo...
—Te dijo que te largaras, ¿o es que aparte de imbécil, también eres sordo?
Sehun y Jongdae se habían acercado, dejando botada la partida que de ninguna forma podrían ganar, aunque incluso si llevaran la ventaja, poco les habría importado para ir al rescate del ciervo.
Conocían a Mino, después de todo, frecuentaban los mismos bares y les gustaba apostar al billar o en las cartas. La última vez, el de pelos verdes aprovechó la ausencia de Sehun para dar vuelta al juego y desplumar a Jongdae, pero aunque se volvía insufrible cuando les ganaba, no se comparaba con las veces en que le daba por embriagarse y es que en honor a la verdad, Song Mino era uno de los peores borrachos que hubieran pisado el planeta.
—Largo de aquí, Oh, esto no es asunto tuyo —bufó.
—Él está conmigo —remarcó Sehun. Tenía una expresión intimidante, peor aún que la que puso el día en que evitó que unos bullys lo humillaran en el pasillo. Aun así, daba la impresión de que se contenía, como si la chispa de ira que brillaba en sus ojos pudiera estallar y convertirse en un fuego que nadie ahí sería capaz de apagar.
—¿De veras? —Mino enarcó una ceja, luego sonrió de medio lado—. Bueno, no importa, sabes cómo funcionan las cosas por aquí. No puedes descuidar a una criatura tan tentadora y no esperar que alguien aparezca para reclamarla.
—No hables como si fuera una maldita cosa, idiota. Ahora, sé listo por una vez en tu vida y lárgate mientras soy amable.
—¡Uy, uy, uy! —canturreó el borracho, levantando las manos con aire burlón. Debía estar muy ebrio para no advertir el peligro de provocar a Sehun, o quizás, sólo era idiota; Luhan comprendió que se trataba de lo segundo cuando Mino añadió:— ¿Y qué si no me voy? ¿Crees tener lo necesario para merecer a este bombón?
Antes de que Sehun pudiera ir a por él, Mino levantó el puño y atinó un buen golpe a su rostro, el pelinegro se tambaleó pero alcanzó a sujetarse de la mesa más cercana y aprovechando que el otro se destornillaba de la risa, le devolvió el puñetazo con el doble de fuerza.
Todo pasó muy rápido. Mino se abalanzó contra Sehun, empujándolo contra unas mesas que se volcaron al chocar con ellas, el pelinegro cayó al suelo con su oponente encima y por un par de minutos fue como si se dejara golpear igual que un saco de box. Luhan no veía la hora de que alguien interviniera y los detuviera, pero ni siquiera Jongdae hizo amago de intervenir.
Entonces, aprovechando que el de pelo verde creía que lo tenía sometido, Sehun invirtió los papeles. Lanzó a Mino al suelo y lo golpeó esperando que se quedara ahí, jamás en su vida había practicado algún tipo de arte marcial y no podía decir que su padre le enseñara a pelear, sin embargo, siendo un niño revoltoso, travieso y más tarde un adolescente que no era feliz hasta que encontraba problemas, había aprendido a defenderse y no dejar que cualquier imbécil le pasara por encima.
Minseok eligió el momento en que parecía que se hacía con la victoria para regresar del baño, no procesando lo que pasaba frente a sus ojos hasta que el borracho se puso de pie y sin dudarlo, buscó el primer taco de billar que se hallaba cerca, empuñándolo como un arma mortal. Luhan gritó cuando Sehun cayó de rodillas, Jongdae se lanzó contra Mino y le arrebató el palo de madera con que acababa de golpear a su amigo.
Y como si pelear con algo que no fueran sólo sus puños, infringiera una regla implícita que todos ahí conocían, Kyuhyun y su empleado decidieron intervenir. Corrieron a Mino y lo amenazaron para que nunca más volviera a poner un pie en su bar, luego volvieron adentro donde tres chicos ya se ocupaban de revisar a Sehun. Tenía varios golpes en la cara y muchos más en el cuerpo, pero lo peor era la herida abierta en su cabeza de la que ya brotaba la sangre.
—Deben llevarlo al médico, alguien debe suturarle eso —opinó Kyuhyun.
—E-Estoy bien —murmuró Sehun, quedando como idiota al intentar levantarse y no ser capaz de sostenerse en pie.
—...bien molido —Jongdae se burló, acudiendo en su rescate—. Anda ya, será más rápido si no te resistes.
Se marcharon, Minseok se ofreció a pagar, pero el dueño dijo que esa noche corría por su cuenta, tal vez porque se sentía apenado de no haber hecho nada antes de que alguien resultara herido o quizás para asegurarse de que nadie mencionara su bar cuando llegara el momento de rendir explicaciones.
Fuera, Sehun y Jongdae discutían; el primero se negaba a darle las llaves de su segundo bebé y el otro intentaba resistir el impulso de golpearlo y dejarlo peor de lo que ya estaba. Luhan se preguntó vagamente cuál podría ser el primer tesoro del motero, conociéndolo, seguro que hablaba de un álbum autografiado de Apink.
—¿Estarán bien? —preguntó Jongdae, una vez consiguió que su amigo se quedara quieto.
—Tomaremos un taxi y llevaré a Luhan a casa —repuso su novio. El aludido lo miró sorprendido y no tardó en negar con la cabeza.
—D-Deberíamos ir con ellos, Sehun...
—No le pasará nada, créeme —lo tranquilizó Chen—, los golpes en la cabeza siempre se ven peor de lo que realmente son. Lo feo será cuando vaya a casa, Yoo-hee se pondrá histérica en cuanto lo vea y será mejor que no estés ahí cuando eso pase. Ya me dijeron que te adora, así que déjala seguir creyendo que eres un ángel o algo así y quédate fuera del problema.
—Hermano, Luhan en serio es un ángel —espetó Sehun, desde la moto.
Parecía que le costaba mantenerse erguido y aun así, era incapaz de dejar pasar nada. Jongdae rodó los ojos y se encogió de hombros, luego se despidió de su novio y del de su amigo, les deseó un buen viaje y les pidió que lo avisaran cuando estuvieran en casa. Minseok y Luhan los vieron alejarse calle abajo, ambos preocupados por el estado de Sehun, aunque en grados bastante diferentes.
—Tranquilo, Han —Minseok lo intentó consolar—, verás que mañana tu delincuente estará pegado a tu sombra como ya es su costumbre. Por hoy vamos a casa, nosotros también necesitamos descansar.
Esa noche, Minseok se auto-invitó a dormir en su casa, apestaba a cerveza y no quería que su madre lo regañara. A Luhan no le importó, mejor para él si no debía pasarlo solo, así que luego de parar un taxi, le pidieron que los llevara al departamento del chino y aprovecharon el camino para poner al mayor al día con los detalles de la pelea.
—No me sorprende que llegaran a los golpes —comentó Minseok—. Sehun es muy celoso y se pone como loco si alguien se mete con las personas que quiere, ¿te dijo que le rompió la nariz a Bo-gum?
—¿El delegado que se graduó el año pasado?
—Ese mero. Fue novio de Irene, duraron unos meses y luego ella lo dejó. No sé por qué, pero no la culpo, después de lo que él hizo.
—¿Qué pasó?
Luhan se inclinó un poco más, tan curioso por conocer la historia como el chofer, quien no muy discretamente estiró la oreja para escuchar desde el asiento de enfrente.
—Bo-gum estaba muy resentido, fue por el instituto esparciendo rumores horribles sobre su ex. Los chicos les contaron a las chicas y en menos de lo que canta un gallo tenías a las dos escuelas hablando pestes de ella. Sehun tuvo que ir a buscarla después de clases, la pobre era un mar de llanto. Faltó un par de días y él también.
—¿Se quedó a acompañarla?
—Nah. Volvió al día siguiente y golpeó a Bo-gum, los profesores tuvieron que separarlos y a Sehun lo mandaron suspendido —sonrió Minseok—, si te fijas en el anuario, verás la nariz hinchada de ese idiota.
El auto se detuvo, habían llegado a su destino. Les faltaban un par de wons para completar el pasaje, pero el chofer se los perdonó, tal vez porque lo habían entretenido con esas fabulosas historias de arranques adolescentes que lo hacían recordar lo bonito que era ser joven.
No tardaron en subir, Minseok parecía fascinado con que tuviera el departamento para él y prácticamente viviera solo, sin saber lo solitario que podía llegar a ser. Luhan le ofreció usar la cama, pero el muchacho se negó aferrándose a quedarse el saco de dormir y tender su campamento en el piso. Pese al cansancio que sentían, tardaron un rato en sucumbir al sueño.
—Hyung, ¿de veras crees que Sehun estará bien?
—Hierba mala nunca muere —aseguró Minseok—, sólo espera, te apuesto que tu chico nos despertará aporreando la puerta, antes siquiera del mediodía.
Y no se lo dijo, pero a Luhan cada vez le gustaba lo de ser algo de Oh Sehun.
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