Capítulo 12
«Algo tonto y peligroso»
—¡Demonios, quería usar shorts para ir de compras!
—Yo pensé en el lavar el auto, los del clima dijeron que haría sol todo el día.
—Ja-ja, muy graciosos. Ojalá de verdad llueva—bufó Sehun, al pasar junto a su padre y hermana.
Era la hora del desayuno y aunque no solía unírseles hasta casi el almuerzo, ese domingo se había levantado temprano, lo que según su dramática familia era señal de que se avecinaba un desastre. Yendo de largo hasta la cocina, no tardó en regresar con un tazón lleno de los cereales de aros que más le gustaban, inclinándose para besar a su madre, como premio y agradecimiento por ser la única lo suficiente madura para no burlarse de que estuviera despierto tan temprano.
—Y, entonces, ¿cuándo nos dejarás conocerlo? —preguntó Yoo-hee, como quien no quiere la cosa, dándole apenas la oportunidad de tomar asiento en su sitio acostumbrado. Sehun la miró confundido.
—¿A quién?
—Ah, no —le advirtió su madre—, ni pienses en hacerte el listo conmigo. Sabes exactamente de quién estoy hablando.
—La verdad es que no —replicó el adolescente, encogiéndose de hombros.
—Hunnie, cariño, todos aquí sabemos que tienes novio.
Sehun se contuvo para no sonreír, dando un enorme bocado a los cereales que ya empezaban a ponerse aguados. Sabía que su familia estaría esperando a ver su reacción, jamás habían logrado superar su cara de póker y esta no sería la primera vez. Nada que ocultar, simplemente, le gustaba torturarlos.
—Luhan no es mi novio, ni siquiera estamos saliendo —dijo, entonces, con la voz más calmada que le hubieran escuchado nunca—. Hace poco que nos conocemos y hemos estado pasando tiempo juntos, nada más.
—¿Nada más? —Se-hyeong sonaba escandalizado—. Hijo, te has pasado las últimas semanas pegado a este chico, eres como la luna orbitando a su alrededor. Jamás has sido así, ni siquiera con tus amigos estás tan unido como con en ese niño.
—Tu padre tiene razón. Has cambiado, tanto que hasta nosotros lo hemos notado. Entonces, no digas que no te gusta...
—No lo hice —la cortó Sehun—, dije que no estamos saliendo. En ningún momento hable de mis sentimientos por él.
Sus palabras los tomaron por sorpresa, debían pensar que era ajeno a lo que pasaba en su propia vida, pero por más que lo miraran como esperando a que continuara y lo dijera en voz alta, Sehun había decidido marcar le límite de la conversación. El asunto era que tenía sus motivos para no ir más allá, ni con sus padres y hermana, ni con sus amigos y, obvio, tampoco con Luhan.
Terminando lo que le quedaba de cereal, se levantó para lavar su plato. Tenía pensado darse una ducha, esperar hasta que el reloj diera el mediodía y luego ir a casa de Luhan. Antes de marcharse a la cocina, preguntó a su mamá:
—¿Está bien si traigo a un amigo a comer?
—¿Ah?
Yoo-hee tardó en comprender, pero cuando lo hizo se levantó emocionada y mandó a todos a poner manos a la obra. Según ella, debían limpiar la casa si tendrían invitados y Se-hyeong tendría que ir al supermercado para conseguir los ingredientes que le faltaran para la comida. Irene se quejó, no habían hecho nada de eso cuando llevó a casa a su último novio y Sehun se burló, diciendo que era porque llevaba a los chicos más feos.
—Si te soporta más de dos minutos, dudo que sea tan guapo como me quieres hacer creer —gruñó la chica.
—No tienes ni idea, hermanita.
Un par de horas después, Sehun llamaba al timbre del departamento de Luhan. Había ayudado con la limpieza antes de subir a asearse y cuando dejó la casa, su madre estaba a media preparación de lo que sólo podía considerarse un festín real. No podía marcharse sin advertirles de actuar como una familia normal o traumatizar a su ciervo y conseguir que nunca, jamás, lo volviera a llevar.
Cuando la puerta se abrió y el castaño apareció, Sehun se llevó una agradable sorpresa.
Se había tomado en serio la instrucción de tomarse un día de descanso, así que usaba unos pantaloncillos cortos y una camiseta vieja con el estampado de Iron Man, su pelo estaba sujeto en una graciosa piña y las enormes gafas ocupaban de nuevo el sitio en su cara.
—¿Disfrutando el domingo, pequeño ciervo?
Luhan sonrió y asintió con la cabeza.
—Dijiste que no fuera a la biblioteca, así que desayuné y estaba leyendo, ya voy por el tercer libro.
—¿Sigues con los de Percy Jackson? —Sehun preguntó, siguiéndolo a la sala.
—¡Son increíbles! Hacen que me guste más todo el rollo de la mitología griega y el romance entre Percy y Annabeth, aunque algo lento, me tiene enganchado.
—¿Hay peli?
—Sí, pero no la veré hasta terminar los libros.
—Invítame cuando lo hagas. No entenderé nada, pero tú me explicarás.
—Con una condición —repuso Luhan, un brillo malvado resplandeciendo en sus ojos. Sehun arqueó una ceja, invitándolo a continuar: —Tienes que leer Harry Potter, prometiste un maratón y no pasaré ocho películas respondiendo tus dudas.
—¿Ocho libros? ¡Me llevará una eternidad!
—Siete, la última parte se dividió en dos pelis.
No era un gran consuelo, es decir, si la producción tuvo que dividir la historia, seguro que el libro era uno de esos gordísimos.
—Vale, los leeré todos.
—¡Sí! —celebró Luhan, igual que haría un niño chiquito. Sehun lo dejó disfrutarlo y al cabo de un rato, dijo:
—Ve a ducharte, ciervo chantajista. Tenemos que estar a tiempo para la hora de la comida.
—¿Iremos dónde Minseok hyung?
—Mi familia quiere conocerte.
El castaño palideció y cuando habló, no le sorprendió que volviera a tartamudear:
—¿A-A mí? ¿Por-Por-Por qué?
—Creo que les sorprende que tenga otro amigo, aparte del Chenmin. No mucha gente me soporta, ¿sabes?
Quería decir que no era cierto, Sehun era un tipo de lo más popular, sobre todo con las chicas, en la escuela todos lo conocían y en las fiestas no podía dar un paso sin que alguien se acercara a saludarlo; pero el anuncio de que lo llevaría a casa para conocer a sus padres y hermana lo había dejado en shock. ¿Y si no les agradaba? Luhan podía tener carisma, pero este casi siempre palidecía frente a su problema del habla y no tartamudear...
—Oye, respira —Sehun lo tomó por los hombros, la intensidad de su mirada logrando arrancarlo de los pensamientos intrusivos y sus siguientes palabras, actuando como un bálsamo sobre su alterado espíritu:— Estarás bien. Mis padres son personas amables y mi noona está loca, pero no me dejan cambiarla. Además, ¿recuerdas lo que siempre te digo?
—Tú vas a estar ahí.
El pelinegro asintió con la cabeza y cuando sonrió, hizo que Luhan sólo pudiera pensar en la seguridad que le confería aquella bonita curva en sus labios. Se serenó lo más que pudo y dejó a Sehun viendo la televisión mientras se bañaba y arreglaba. Al salir de la habitación, era un chico distinto al que lo recibió, con los pantalones de vestir, la polera blanca y un chaleco de rombos azules.
—¿No puedes disimular ser un ratón de biblioteca, verdad? —se mofó el coreano.
—C-Creo que no, ¿me veo mal?
—Obvio no, estás adorable. Ya lo verás, mi madre te amará.
Y aunque no lo creyera, tenía razón. Yoo-hee lo aprobó desde el instante que lo vio, Se-hyeong se mantuvo callado buena parte de la comida pues creía que si no modulaba su voz podría pegarle un susto de muerte y aunque los nerds no eran precisamente del estilo de Irene, ella tampoco pudo negar que su hermano se había conseguido un chico lindísimo.
Al final, lo más memorable de la tarde no fue la impresión que Luhan dejó en los Oh, sino lo que ellos dejaron en él.
Invitándolo a su mesa, escuchando con atención cada palabra que decía, soportando con paciencia el tartamudeo que lo acometía, pero sobre todo, haciéndolo sentir bienvenido. Ese día, fue la primera vez que supo lo que era tener una familia, un padre que se interesaba por su vida más allá de las notas en la escuela, una madre que lo cuidaba incluso mientras ponía un trozo de carne en su plato y una hermana que ponía todo el ruido y la alegría que nunca existió en su departamento.
«Claro que serían personas fabulosas», se dijo, mientras volvían a casa en la motocicleta, «ellos hicieron de Sehun esta persona hermosa». Entonces aferró un poco más el abrazo alrededor de su cintura y apoyó suavemente la cabeza contra su espalda, sintiéndose honrado por tenerlo en su vida.
Los exámenes parciales se hallaban a la vuelta de la esquina, así que las clases se habían vuelto un poco más pesadas y el humor de los profesores pendía de un filo hilo; la mínima cosa los empujaba a amenazarles con cobrárselas en la prueba y hasta el más vago dato parecía haber sido incluido en el temario.
Casi todos los estudiantes sucumbieron a la presión, aumentando las horas de repaso y traficando en los pasillos con guías de estudio que prometían las mejores notas si se adquirían a un módico precio. Minseok no cayó en la trampa, decía que sus apuntes bastaban y sobraban; Yixing estuvo a punto, pero al final decidió que no valía el dinero que pedían.
A Luhan los exámenes no le preocupaban, tenía un increíble sistema de apuntes y confiaba en que saldría airoso, pero con tantas tareas que les mandaban tuvo que pedir algunos días en la biblioteca para dedicarse a terminarlas. Justo trabajaba en el ensayo de Historia coreana que ya le estaba pareciendo interminable cuando la playlist de Apink llegó a su fin.
—¿Apoco no son geniales? —preguntó Sehun, recostado sobre sus piernas.
De algún modo encontró la forma para ocupar su sitio sin estorbarle al escribir, no importando que su cabeza estuviera a medio centímetro de golpear la mesita de centro sobre la que el ciervo había instalado su campamento.
—Me gustan —admitió Luhan—, aunque dudo que alguna vez sea capaz de reconocer sus voces como haces tú.
—Es más fácil que terminar ese estúpido ensayo, créeme.
—Ya que lo mencionas, ¿cuándo pretendes escribir el tuyo?
—Tengo poco más de la mitad, aunque no es tan extenso. Creo que las cosas pueden ser bastante más claras si las simplificamos y te diré que Minho no lee los trabajos al cien por ciento como jura hacer.
—De eso no sé, pero mi nota en Historia no es muy buena, así que no me arriesgaré.
Sehun se encogió de hombros, hacía tiempo que asimiló que cada estudiante era diferente y no pensaba meterse con las costumbres del otro. No tenía nada que hacer, más que admirar el mentón del ciervo y cómo su manzana de Adán bajaba y subía cuando le daba por susurrar las cosas que escribía, de modo que no hizo ningún esfuerzo por apartar a Morfeo, quien ya lo reclamaba en sus dominios.
Pudo haberse quedado dormido, pero justo entonces, Luhan terminó su tarea y al celebrar, casi consiguió que la cabeza del motero se estrellara contra el suelo.
—Lo siento, ¿te lastimaste?
—No, no, estoy bien. ¿Ya fueron todos los deberes?
—Sip. Me falta el proyecto de Ciencias, pero la profe no ha dicho nada al respecto.
—Nos toca clase el lunes, antes del almuerzo, si menciona algo te paso el chisme. Ahora, ¿qué dices si salimos a divertirnos?
—Creo que podemos hacerlo —sonrió el ciervo—, Jongdae me dijo más temprano que tenían algo increíble esta noche.
La expresión en la cara de Sehun pasó de ser una de total alegría, a completa indecisión. Luhan frunció el ceño, sin comprender a qué se debía el cambio.
—No es tan genial como piensas y la verdad es que pensé en no asistir. Chen se va a enojar, pero...
—Entonces, tienes que ir.
Para ser honesto, Luhan no tenía la menor idea de lo que involucraban esos misteriosos planes, pero el ansía de Jongdae y cómo Sehun se mordía el labio inferior intentando contenerse para no mostrar que él también quería ir, dejaban bien claro que se trataba de algo importante.
—Oye, puede que no lo parezca, pero soy un niño grande —dijo el chino—, estaré bien si me dejas solo una noche para divertirte con los chicos.
—¿Quién dice que será divertido? —Sehun arqueó una ceja.
—Ustedes no hacen cosas aburridas.
—Bueno, no, pero lo que para nosotros es divertido, para otros podría ser absurdo, quizás incluso riesgoso. ¿Intentarías que fuera si resultara ser algo tonto y peligroso?
Luhan se tomó un momento para considerarlo, al final, asintió con la cabeza.
—Admito que me entraría el pánico, pero tú seguro dirías que no es la primera vez que lo hacen y me convencerías de confiar en ti, lo más probable es que dijeras algo como: «¿Dónde está tu fe, ciervo?» —Era una pésima imitación de su voz, aunque la sonrisita torcida tal vez si se pareciera a la suya—. Dicho eso, ¿no te estoy empujando a hacer una locura, o sí?
Sehun se echó a reír, sólo al chino se le ocurría alentarlo en sus tonterías sin tener idea de lo que implicaban y luego cuestionarse si hacía bien al darle luz verde. Antes de que Luhan le reclamara por burlarse de su inocencia, el pelinegro se inclinó y le acomodó las gafas torcidas.
—Claro que lo hiciste —le dijo, entonces—, ¿o ya olvidaste que me pediste que leyera los libros de Harry Potter?
—¡Yah! Eso...
—Venga, pues. Debemos darnos prisa.
—¿Qué?
—Ya me oíste, pequeño ciervo, vas a venir conmigo.
No le dio chance a protestar y lo arrastró consigo fuera del departamento. Cruzaron la ciudad sin que Luhan supiera a donde se dirigían, dejaron atrás las avenidas principales y los barrios turísticos, adentrándose en un laberinto de callejuelas que conducían a un viejo sendero hacia la zona industrial. Al principio se confundió, luego cayó en la cuenta de lo bien que les venían los almacenes abandonados, la falta de seguridad y la red de corredores que completaban el improvisado circuito.
Acababan de meterse en uno de los recintos favoritos para las carreras, un deporte callejero, peligroso e ilegal.
Disminuyendo la velocidad, el coreano recorrió el sitio con la familiaridad con que el ciervo se deslizaba entre los pasillos de la biblioteca, confirmando así que no era la primera vez que acudía o participaba en los eventos que ahí se organizaban. «...soy más de actividades al aire libre», recordó Luhan, comprendiendo bastante tarde a lo que el otro se refería.
Fue muy tarde para arrepentirse y pedirle que se marcharan cuando se toparon de frente con la multitud que había acudido a presenciar la carrera. Sehun distinguió a sus amigos entre un bolita de gente, varios rostros resultándole conocidos pues solían apostar por él. Si todo salía bien, esa noche volverían a elegirlo favorito y Jongdae se haría con el premio de siete grandes por el que tanto le interesaba que corriera.
Jamás olvidaría su primera carrera. Lo estaban pasando bien en el billar cuando las cosas se salieron de control y el idiota contra el que jugaban lo retó a arreglar las cosas en las calles. Su mejor amigo intentó frenarlo, pero él mejor que nadie sabía lo terco y arrogante que podía ser y terminó resignándose, diciendo que: «Si la cagas, te reviviré sólo para matarte yo mismo».
Claro que no fue necesario, Sehun ganó y se embriagaron con cerveza para festejar. Zico, el tipo tras las verdaderas carreras, estuvo ahí esa noche y viendo su potencial, lo invitó a unirse a sus eventos la próxima vez que organizara algo bueno. No siempre tuvo suerte, algunas veces frenó antes de tiempo y acabó perdiendo, pero todas las veces que cruzó primero la línea de meta, compartió el premio con su amigo y brindó con él, por otra hermosa victoria.
—¡Vinieron! —exclamó Minseok, a modo de saludo—. Empezaba a creer que se había vuelto loco y que sólo me arrastró aquí para pasar frío.
—¡¿Wae?!
Mientras su novio refunfuñaba, Minseok se alejó en compañía de Luhan. Le explicó un poco de cómo funcionaban las cosas ahí, que a la señal del organizador los corredores saldrían disparados y darían vuelta al circuito, sorteando los posibles obstáculos y librando más de una curva cerrada. También lo previno del posible riesgo a una redada, pues la poli ya sabía que ahí acudían a correr y alguna vez habrían llegado, dispuestos a arrestar a todo el que se atravesara en su camino.
—Tampoco te asustes tanto, Jongdae tiene sus rutas de escape y hay un auto no muy lejos de aquí, que nos llevara a un sitio seguro. Sehun nos alcanzará después, tiene más chances de librarla que si intenta buscarnos.
—¿Qué hay de la carrera? ¿Cuál es la probabilidad de que regrese entero?
—Más del 90%, diría yo —Minseok sonrió, intentando contagiarle su actitud positiva—. Es rápido y tiene buenos reflejos, nunca lo he visto derrapar y sé que la única vez que se cayó de la moto fue cerca de la escuela, intentando esquivar a un perrito que se le atravesó.
Vale, era un buen indicio, aun así, Luhan no se relajó.
Un tipo que ya debía rondar los treinta llamó la atención de todos con su megáfono, incitando a los corredores a alinearse y al público, a no estorbar el paso. Minseok lo llevó de vuelta con los chicos, Jongdae le arrebataba de los labios un cigarrillo cuando los ojos de Sehun se toparon con los del ciervo y al instante, como atraído por un magneto, Luhan terminó abalanzándose entre sus brazos.
—Estás temblando —murmuró el motero, a puertas de su oído.
—Ha-Hace frío —se quejó Luhan—. Y estoy a-a-asustado, no qui-quiero que te pase na-na-nada.
Sehun lo soltó y se apartó lo suficiente para sacarse la chaqueta, rodeó al ciervo con el cuero impregnado de su perfume y el áspero aroma del tabaco y mientras se la acomodaba, asegurándose de que no fuera a resbalarse pues le iba bastante grande, dijo:
—¿Dónde está tu fe, mi pequeño ciervo?
—N-No es gra-gracioso.
—Lo sé. También sé que no estarás tranquilo hasta que regrese y es justo lo que pienso hacer. Ganaré esta carrera en menos de lo que te das cuenta y cuando tenga el premio, tú, yo y el Chenmin, celebraremos mi locura con bombas de soju.
Zico hizo la segunda llamada. Casi todos los corredores se habían alineado frente a una marca de tiza dibujada en el piso, así que Sehun debía unírseles o quedar fuera de la carrera.
—Deséame suerte.
Y lo hizo.
No sería plenamente consciente de sus acciones hasta mucho después de que la carrera terminara, pero en ese momento, Luhan tomó a Sehun por las mejillas y lo besó.
En teoría, podía decirse que era un experto. Había leído montones de primeros besos y gritado de emoción con películas, dramas, animes y mangas cuando los protagonistas se besaban. Casi siempre se los describía como gestos que rezumaban dulzura y en pantalla o dibujo el procedimiento era el mismo: un acercamiento directo, un roce apenas prolongado y después...
Ahí era dónde entraba la práctica y dónde Luhan desconocía todo sobre el tema. Por suerte para él, Sehun sabía lo que debía hacer y aunque el gesto lo sorprendió, no era tan tonto como para desperdiciar la oportunidad. Deslizando un brazo alrededor de su cintura, terminó con todo milímetro de distancia que aun pudiera separarlos, luego se concentró en sus bocas, animando a Luhan a abrir un poco los labios y profundizar el beso.
Lo besó con ahínco, poniendo en ese gesto todas las cosas que se había callado hasta el momento y los sentimientos que las palabras nunca alcanzarían a describir. Le robó el aliento hasta hacerlo sentir mareado y Luhan casi pudo jurar que veía estrellas al separarse. Entonces le sonrió y acarició su mejilla con la ternura y delicadeza que antes no usó, se puso el casco y arrancó.
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