Capítulo 11
«Peligro: ciervo borracho»
Había estado en casa de Jackson al menos unas cien veces y cada vez que lo hacía, Sehun pensaba lo mismo: «Que bueno que no vivo aquí». Sólo imaginar la regañina que le pondría su madre cuando descubriera tal desastre y lo que le costaría dejar el lugar reluciendo de limpio, le entraban ganas de mudarse a México y cambiarse el nombre a Sergio.
Por suerte para él, lo que pasara al día siguiente no era problema suyo y lo bueno de que asistiera tanta gente era que nadie notaba cuando alguien se colaba a la cocina y asaltaba la nevera.
—¿Q-Qué haces? —le preguntó Luhan, recibiendo las cervezas que acababa de robarse. Sehun le guiñó un ojo.
—Está bien, nadie notará que faltan.
—S-Sí, pero...
Un montón de idiotas echaban pulsos en la mesa, atrayendo a otros más tarados que con tal de sumarse al espectáculo, cruzaban corriendo sin fijarse en los chicos lindos a los que empujaban. Sehun lo atrapó antes de que terminara embarrado en el piso y se olvidó de pelear cuando miró y descubrió la imagen más tierna entre sus brazos.
Acurrucado contra su pecho, Luhan no podía pensar en un sitio que fuera más seguro que aquel. ¿Y porque lo haría? «Yo no dejaría que te pasara nada», pensó el pelinegro.
Le dio un momento para recuperarse y lo llevó hasta un rincón en la barra, donde lo ayudó a trepar sobre esta. Por primera vez, Sehun tuvo que echar la cabeza hacia atrás para ver a los ojos del chino y no podía decir que le desagradara, al contrario, resultaba fascinante tener tan cerca aquel mar chocolate y advertir el aleteo de sus largas pestañas.
Entonces recordó las cervezas y no queriendo que se calentaran abrió una y se la ofreció.
—N-No... t-tú eres m-menor.
—¿Y? Es una fiesta.
Luhan siguió dudando.
—¿Y si no me gusta?
—Para eso tienes que probarla. Si no te agrada, nos olvidaremos de esto y si lo hace y quieres beber otra, estate tranquilo ¿bien? Cuidaré de ti.
—¿No beberás?
—Te acompañaré con una, pero sólo esa. Tengo que estar en mis cinco sentidos cuando quieras ir a casa.
El otro lo consideró y aunque hizo amago de aceptar la cerveza que le ofrecía, se arrepintió en el último momento.
—¿Qué pasa si soy un borracho ridículo?
—Por favor, ni que te llamaras Jongdae —se mofó Sehun, adorando el suave mohín y la inocencia que aquellas palabras desbordaban—. Y a pesar de lo molesto que llega a ser, jamás me he desentendido de él. Tú tienes una ventaja, eres condenadamente tierno, ¿cómo podría sólo botarte y ya?
Al final se decidió, tomando la lata y empinándola contra sus labios para dar un gran sorbo. El motero esperó a ver su reacción, recordaba la sensación que experimentó la primera vez que ingirió alcohol y no se decepcionó cuando Luhan compuso una mueca.
—¿Y bien?
—Sabe horrible —farfulló, pero aun así volvió a beber. Sehun rio por lo bajo y se apresuró a abrir la suya, chocaron latas y brindaron por nada en especial.
Se quedaron dónde estaban hasta que terminaron las cervezas, a ratos se distraían con los pulsos y murmuraban sobre a quién apoyar, casi siempre atinando al ganador. No se dio cuenta de lo que hacía, hasta que cayó en la cuenta de que se había apartado del chino para robarle otra cerveza.
—Aigoo —canturreó Sehun—. Supongo que, después de todo, si soy una mala influencia. Pasaste de ser un ratón de biblioteca a todo un chico malo.
—¿Ya no soy el pequeño ciervo?
—Siempre serás mi pequeño ciervo, eso no tiene nada que ver con cómo luces —repuso. Luhan frunció el ceño.
—¿Cuál es la diferencia?
—Uno es cómo encajas a ojos del mundo, lo otro el lugar que ocupas... aquí —se llevó la mano al pecho, a la altura del corazón. Otra noche, podría haber dicho que estaba borracho y no pensaba lo que hacía. Esa vez, tendría que admitir que dijo justo lo que quería decir, pues ya no había forma de negar que el castaño se había hecho un sitio donde muy pocos conseguían llegar.
Antes de que ninguno pudiera hacer o decir nada más, la música cambió. Jackson había conseguido que una banda local, The rose, tocara en su fiesta.
—Vamos a bailar —pidió Sehun.
Una parte de él quiso negarse, confesar lo que el otro ya debía intuir y es que Luhan tenía dos pies izquierdos. Por el bien de todos ahí, habría sido mejor que se rehusara a pisar la pista, pero como cuando le pidió que subiera a la moto o cambiara su día para ir a una fiesta o cuando decidió dar un paso al frente y llevarle el almuerzo al chico malo de la escuela... Algo había en Sehun que le volvía imposible negarse a nada.
Dejó que lo ayudara a bajar de la barra, pero debió impulsarse demasiado o estar ya algo borracho, porque trastabilló y si no fuera por las manos rápidas del otro, esta vez sí que habría acabado en el suelo.
—¿Estás bien? —preguntó Sehun.
—S-Sí, sólo... no me sueltes.
—Eso nunca.
Se abrieron paso hasta el salón, uniéndose a la multitud que se apretujaba para apreciar en primera fila el talento de los chicos que alguna vez asistieron a su escuela. La mayoría de sus canciones se habían vuelto populares entre los adolescentes, así que no dudaron en acompañarlos, formando un coro distorsionado pero emocionado.
Cuando el ritmo cambió, muchas parejas se apartaron para aprovechar la oportunidad de tener un momento más íntimo y romántico. Las letras podían no invitar a bailar lento, siendo un tanto depresivas, pero eso a nadie pareció importarle, fijándose sólo en las melodías suaves. Sehun le pasó las manos por la cintura y Luhan se colgó de su cuello, sus cuerpos atrayéndose como si en medio de ambos existiera un imán.
No supieron cuánto tiempo estuvieron ahí, si fueron una o diez canciones, aunque tampoco importaba y es que al separarse, sus manos permanecían unidas y cada uno de sus movimientos respondía en sintonía a los del otro. Al rato, decidieron ir por algo de beber y tuvieron suerte, pues Minseok y Jongdae habían conseguido agenciarse algunas botellas de soju y Yixing y Krystal acababan de volver de la tienda con un six de cervezas.
Arriesgándose a que no quisieran compartirle, Sehun los regañó a todos por abandonar a Luhan.
—En mi defensa —alegó Minseok—, estaba seguro que te tenía tomado de la mano. No me di cuenta que no eras tú, hasta que volteé y vi a un chico al que no conocía de nada. Lo solté al instante y tal vez fui muy exagerado, porque creo que lo hice sentir mal.
El grupo se rio, pero el tema no estaba del todo zanjado.
—No hay por qué disculparse, vinimos a pasarlo bien y no iban a hacerlo si sólo se dedicaban a cuidar de mí —opinó el ciervo—. Admito que me asusté y lo pasé mal, pero es la primera vez que vengo a una fiesta. Seré más valiente y estaré más atento la próxima vez.
No hacía mucho que lo conocían, pero Yixing se dio cuenta de que todos ahí lo habían notado, que no había tartamudeado y que su confianza era tal que incluso podía pensar en experimentar algo igual en un futuro no tan lejano. Sonrieron y sin querer hacer sentir incómodo a Luhan, se reservaron las felicitaciones y optaron por inmortalizar el momento con un brindis.
Borrachos, improvisaron una pista de baile cuando la banda se retiró y el DJ volvió a adueñarse de la música, transformando el ambiente al incluir un set de reggaetón latino. No fue hasta que Jongdae se tropezó, casi arrojando al suelo al ciervo y a su novio, que Minseok decidió que era hora de irse.
—¿Oíste? —le susurró Chen a Luhan, no tan bajo como él creía—. Mi chico me llevará a casa, querrá tenerme solo para él y...
—¡Buda dame paciencia, que si me das fuerza lo mato!
Sehun lo detuvo antes de que lo dejaran sin mejor amigo.
—¿No quieres que lo lleve yo a casa? —le ofreció—. Puedo pasar a aventarlo y volver corriendo.
—Mamá vendrá a buscarnos —se unió Krystal—. Creo que no confía en nosotros y nos hizo prometer que la esperaríamos para ir a casa. Podemos llevarlos a ti y a Lu.
—Está bien, en serio. Pasaré la noche con los Kim, de todas formas. Mi suegrita prometió dejarme su habitación y mandarlo a él a dormir a la sala —se mofó Minseok—. Nos iremos en taxi y Sehun puede llevar a Luhan.
Parecía que estaba decidido, así que la chica envió un texto a su mamá y el hyung del grupo llamó un taxi. Esperaban a que llegaran por ellos cuando a Luhan le entraron ganas de ir al baño y confiado de que sería capaz de encontrar el sanitario, se disculpó para atender sus necesidades. Los otros se fueron, una pareja seguida de la otra y en todo el rato que pasó, el chino no regresó.
Angustiado, Sehun fue a buscarlo. El baño de abajo tenía fila para entrar y ninguno de los que esperaba supo decirle si el ciervo había pasado por ahí. Se preguntó si habría ido arriba, una mala idea pues la planta alta servía más de hotel que para otra cosa y se dirigió a las escaleras. No había subido un escalón, cuando un chico que no le sonaba de nada lo detuvo.
—Hola —saludó el otro con un marcado acento tailandés. Sehun arqueó una ceja—. Adivino, no tienes idea de quién soy, ¿cierto?
—Eh, pues... ¿Debería?
—Sería lindo, lo admito. En fin, me llamo Ten. Nos conocimos hace unos meses, mi prima es porrista en la escuadra de tu noona. Yo voy a...
—Oye, en serio parece una buena historia, pero justo ahora tengo algo de prisa.
—Ah... claro.
Hizo amago de marcharse, pero Sehun no podía desaprovechar la oportunidad. Lo llamó y cuando Ten se giró, algo más que emocionado, preguntó:
—¿No habrás visto a un ciervo borracho merodeando por ahí, o sí?
—¿A quién?
—Menudo, castaño, tiene la carita de un bendito ángel y tartamudea cuando habla —le describió Sehun. Ten negó con la cabeza.
El pelinegro siguió de largo, subió las escaleras de dos en dos y no le sorprendió toparse con una parejita que se morreaba a mitad del pasillo. Tuvo el mal tino de interrumpir un espectáculo igual al entrar sin tocar en la primera habitación, de modo que lo pensó dos veces antes de aventurarse a la siguiente. No fue hasta que alcanzó la alcoba del cumpleañero que la suerte le sonrió, Luhan estaba ahí, tumbado a orillas de la cama.
—Oye, ¿estás bien?
El chico alzó la cabeza, tardó apenas un segundo en reconocerlo y sin dudarlo, se arrojó a sus brazos.
—¡Sehun-ah! Me perdí, quería ir al baño y abajo estaba todo ocupado, una chica me sugirió venir aquí, pero cuando salí... estoy mareado.
—Pues claro, estás borracho, ciervito —sonrió Sehun—. ¿Vomitaste?
—No, no.
—Bien, esperemos sigas así, puede que te baje la borrachera, pero no es agradable hundir la cara en el retrete. Anda, te llevaré a casa.
Intentó ayudarlo a levantarse, pero era como si el ciervo se hubiera transformado en una roca. Pesada, inmóvil.
—¿Pasa algo?
—No quiero ir a casa. No quiero estar solo, de nuevo.
Juraría que escuchó su corazón romperse y es que nada le pesaba más que la aflicción que surcaba el rostro de su ciervo cuando la soledad amenazaba con romperlo. Sehun se puso en cuclillas para quedar a su altura y se inclinó lo suficiente para alcanzar a besarlo en la frente.
—No te dejaré solo, cariño. Me quedaré contigo, todo el tiempo que necesites.
Esta vez, Luhan se puso en pie, entrelazó sus dedos y lo siguió con cuidado cuando lo llevó afuera. Dejaron la casa sin nada más que los retuviera y montaron la motocicleta, el castaño no sin antes prometer que resistiría la pesadez que ya empezaba a apoderarse de él y no haría una locura como soltarse de su agarre mientras estuvieran en movimiento.
Si el viaje de ida se les hizo corto, el de regreso lo fue todavía más y es que, borracho como estaba, el ciervo ni siquiera advirtió cuando Sehun aceleró un poco más de lo permitido. Frente a su edificio, las luces de casi todos los departamentos estaban apagadas, el lobby seguía iluminado pero no había rastro del portero.
—¿Q-Qué haces? —se sorprendió Luhan, cuando en lugar de ayudarlo a caminar, Sehun lo cargó en brazos al estilo princesa.
—No llegarás arriba si te dejo hacerlo solo, al menos no con todos los dientes y me gusta mucho tu sonrisa.
El chico no protestó, se sentía demasiado afectado por sus últimas palabras como para hacerlo y sólo reaccionó cuando ya arriba, el motero le pidió que ingresara la contraseña. Lo llevó hasta su alcoba, pero cuando quiso depositarlo en la cama, la fuerza con que Luhan se sujetaba a su cuerpo los impulsó a ambos abajo, dejando sus rostros tan cerca que Sehun podía sentir el roce de sus narices.
—Gracias —le dijo el ciervo.
—¿P-Por qué? —tartamudeó Sehun.
—Por todo. Mi vida... nunca fue tan brillante como cuando estás conmigo.
Estiró un poco el cuello y dejó un beso en su mejilla, calentando el lugar donde sus labios habían ido a posar su huella.
Esa noche, Sehun se quedó a dormir. Luhan insistió en que usara la cama y aunque cabían perfectamente sin necesidad de que sus cuerpos se tocaran, ignoró el límite que hacía tiempo ya no existía entre ellos y se abrazó a su cuerpo. El coreano le correspondió, recordando el viejo oso de peluche que su padre le había regalado cuando niño. La suavidad de su pelo, el fuerte aroma a vainilla que despedía... nada era parecido a estrechar a Luhan.
Para empezar, el ciervo apestaba a cerveza y su cabello se había puesto algo tieso con el humo de la fiesta, también roncaba y se removía en sueños, pero estar ahí, tenerlo a su lado y aferrarlo fuerte para dejarle claro que no pensaba abandonarlo... eso era mil veces mejor que dormir abrazado a un oso pachón.
Nunca había entendido del todo la expresión como si un camión me pasara encima, pero eso tal vez fuera porque, antes de esa noche, no había ido a una fiesta, ni probado alcohol.
Esa mañana, apenas soportaba la luz, sentía que la cabeza le explotaba y parecía como si su cuerpo estuviera hecho de plomo. También tenía sed, muchísima. De haber estado solo, no habría dudado en gimotear, no obstante, nada más abrir los ojos y enfocar la vista, Luhan descubrió que había alguien más ocupando su cama.
Ya lo había visto antes, Sehun acostumbraba a dormir bajo las gradas y a últimas fechas, le gustaba usar sus piernas como almohada; más apreciarlo desde arriba y cuando el otro sabía que lo hacía, no se parecía en nada a acurrucarse entre sus brazos, estar envuelto en el calor de su cuerpo y sentirse embriagar por el perfume alucinante que despedía su ropa.
Si sólo no recordara la noche anterior...
En menos de un minuto, la resaca física se unió a la cruda moral, trayendo a su mente el patético encuentro en el cuarto de Jackson, que Sehun tuviera que cargarlo en brazos hasta el departamento y haberlo obligado a pasar la noche con él. «Vaya molestia que resulté ser», se dijo. Hizo el intento de apartarse y fingir que no había pasado la noche adherido como una bendita lapa, pero le fue imposible escapar al abrazo con que el coreano lo mantenía prisionero.
—Tú ganas —murmuró, rindiéndose a permanecer donde estaba, lo que dicho sea de paso, no le incomodaba en lo absoluto.
Poco más tarde, Sehun hizo amago de despertar, Luhan se había vuelto a dormir y ronroneaba contra su pecho como un gatito. Tenía una expresión de lo más adorable, con el ceño levemente fruncido, los labios entreabiertos y las mejillas calientes abultándose un poco más de lo normal. No pudo resistirse a acariciar su pelo, tampoco a inclinarse y besarle la frente.
—Despierta, pequeño ciervo.
—Cinco minutos más, por favor.
—Estaría bien, pero mis tripas empezarán a comerse entre ellas si no las alimentas —le advirtió y no mentía, en serio moría de hambre. Luhan se desperezó, tal vez demasiado rápido, pues la habitación dio vueltas y le tomó un minuto entero enfocar la vista. Sehun lo tomó por el hombro: —¿Todo bien?
—N-No lo sé.
—¿Quieres vomitar?
—Sí... no, no —habló entre dientes—, ya estoy bien.
—Por mí no te preocupes, ni te imaginas la cantidad de veces que he cuidado a Jongdae, hay veces que está tan borracho, que debo evitar que azote la cabeza contra el inodoro.
Luhan esbozó una sonrisa, pero parecía que todavía se sentía mal.
—¿Tienes ramen?
—¿Qué coreano no tiene ramen en la despensa?
—Ya sé, pregunté porque tú eres chino —se mofó Sehun, ganándole la partida—. Como sea, quédate aquí. Iré a preparar los fideos, te sentirás mejor cuando tengas algo, además de alcohol, en el estómago.
Se marchó, no tanto porque le urgiera cocinar el desayuno, sino más bien para darle un poco de privacidad y que no le avergonzara meterse al baño a vomitar. Por un momento, Luhan pensó que haría justo eso, pero su estómago demostró ser más fuerte y al cabo de un rato, optó por seguir al otro a la cocina.
Comieron en la barra, Sehun era experto preparando fideos picantes, lo que tal vez era obvio, pues tenía bastante práctica en lo de embriagarse. A ser por él y se habría pasado el día entero ahí, compartiéndole trucos para la resaca y llenándolo de historias sobre sus borracheras, no obstante, debía ir a casa y reportarse con su familia. Luhan le prometió que llamaría si no se sentía mejor y que no iría a la biblioteca.
Antes de irse, Sehun se inclinó y dejo un nuevo beso en su frente, logrando que se preguntara si las resacas eran eternas o las mariposas en su panza se estaban volviendo locas.
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