Capítulo 10

«Quien tenga miedo de morir, que no nazca»

—¡Maldición, haz que se calle! —se quejó Jongdae.

Era el primer periodo, no hacía ni diez minutos de que la clase comenzó, pero quien lo oyera lloriquear bien podría pensar que llevaban horas torturándolo. Luhan respingó en su sitio, no había notado cuando el chico apareció, demasiado concentrado en señalar con los resaltadores los datos que la profesora podría incluir en el examen.

Inclinándose en su dirección, no queriendo que los riñeran por interrumpir, el castaño se esforzó en susurrar:

—¿N-No es-esta-estabas...?

—Kihyun me cambió el sitio —el pelinegro se encogió de hombros—, es un tipo muy amable. Y no es que me molestara, duermo mejor cuando la voz de esa vieja bruja no llega tan fuerte, pero es difícil prestarte atención desde allá atrás.

—¿A-A m-mí?

—Ajá.

—¿P-Po-Po...?

—Sehun tiene razón —lo interrumpió—, eres adorable cuando tartamudeas.

Todavía sujetaba el marca-textos sobre el cuaderno y un horrible rayón arruinó el apunte que tan bien le estaba quedando cuando al otro se le ocurrió soltar un comentario como ese sin ningún tipo de advertencia. ¿Qué alguien pensaba que su torpe balbuceo era tierno? Luhan había escuchado muchas cosas sobre su problema, unas más feas que otras, pero todas igual de crueles, por lo que recibir algo diferente se sentía... bien.

Viéndolo sonrojarse, Jongdae torció una sonrisa y agregó:

—Respondiendo a tu pregunta, necesito descubrirlo.

—¿E-El qué?

—La razón por la que mi mejor amigo y el amor de mi vida están tan fascinados contigo. No pasa con frecuencia que alguien los encandila como has hecho tú y aunque creo que puedo darme una idea de por qué, no estaré seguro si no te conozco. Dicho eso...

—Señor Kim, ¿algo que compartir con la clase?

Todas las miradas se volcaron sobre ellos, pero mientras que a Jongdae parecía no importarle (tampoco le fascinaba, más bien, era como si la opinión de los demás lo trajera sin cuidado, fuera buena o mala, a él no le interesaba), Luhan sintió la imperiosa necesidad de transformarse en avestruz y hundir la cabeza en un hoyo en la tierra.

—Ya que lo pregunta, sí —respondió el chico, poniéndose de pie para obligar a sus compañeros a levantar la vista y que apartaran su interés del castaño a su lado—, ¿no les molesta que los bebederos sólo sirvan agua simple? Lo he pensado y creo que si nos unimos, podemos presionar lo suficiente para que el director acceda a rellenarlos con refresco. ¿A qué no estaría genial?

Algunos chicos asintieron con emoción, otros (los más cuadrados) rodaron los ojos y se giraron, olvidándose de su existencia. En la primera fila, Kyungsoo torció una sonrisa de diversión y negó con la cabeza, regresando la atención a su libreta. La profesora compuso un gesto tan extraño que casi parecía como si estuviera sufriendo de indigestión. Mandó al muchacho a sentar y le pidió que reservara sus grandiosas ideas para el final de la cátedra.

—¿Qué te estaba diciendo? —preguntó Jongdae, al cabo de un minuto. Luhan no respondió, aunque tampoco era necesario—. ¡Ah, sí! Pienso convertirme en tu sombra, vigilaré de cerca cada uno de tus movimientos y comprobaré si mis sospechas son ciertas.

—¿A to-to-todos lados?

—Bueno, no iré contigo al baño y luego de la escuela llevo a Min al trabajo y me vuelvo a casa para cuidar al mocoso de mi hermano, así que tampoco cuentes conmigo a esas horas. Cabe aclarar que nunca piso la biblioteca, ni la cafetería y Sehun ama la cancha de futbol pero a mí me da flojera ir hasta allá, entonces...

—¿Te sen-sen-sentarás junto a mí y me vi-vi-vigi-vigilarás? —Luhan sonrió.

—Eso mero.

—Cr-Creo que pue-puedo con eso.

La profe los mandó a formar parejas y poner en práctica lo que acababa de explicarles, desentendiéndose de ellos mientras intercambiaban lugares para quedar con quienes quisieran trabajar. Luhan podría haber entrado en pánico, lo hacía siempre en ese tipo de actividades, pero ese día no tenía razones para angustiarse. Nada más oír la indicación, Jongdae tiró de su silla para acercarlo a su mesa.

—No va-vamos a pra-prac-practicar el ver-ver-verbo To be, ¿ver-ver-verdad?

Will you be come with us to the Jackson party?

—Ah... ¿Ah?

Chen rio por lo bajo.

—¿Vendrás con nosotros a la fiesta de Jackson?

—E-Esto... sí, si no te mo-mo-molesta.

—¿Y qué si lo hiciera? —frunció el ceño—. Sehun te invitó, ¿no?

—P-Pues sí, pe-pero...

—Entonces, no le haría gracia si yo le arruinara los planes. Además de que, como ya he dejado claro, necesito pasar la mayor parte de tiempo contigo para conocerte y nada revela mejor quién eres que una buena pachanga —Jongdae sonrió como el que más.

A su lado, Luhan se sintió tentando a advertirlo sobre la tremenda decepción que se llevaría y es que... él no tenía nada especial.

¿Qué de maravilloso podía haber en alguien tan aterrado del mundo que ni siquiera era capaz de hablar sin atropellarse? Sehun y Minseok, incluso Yixing, todos poseían ese halo de genialidad que los volvía chicos con los que las personas ansiaban y disfrutaban estar. No necesitaban que un tonto como él manchara sus auras con la vergüenza, pero tenían la bondad de ser sus amigos y sacrificar todo lo que podrían disfrutar si sólo lo dejaran a su suerte.

«Eres tan egoísta», pensó el ciervo, pues antes de que las palabras escaparan de su boca, se obligó a contenerlas y alertar a Jongdae de lo que le pasaría si se juntaba con él. No quería, llevaba tanto tiempo huyendo y por fin se había cansado de vivir en la oscuridad que ante la posibilidad de ver el sol y disfrutar de su calidez... se negaba a soltar la mano que los otros le tendían, aún si al hacerlo significaba que los condenaba a cargar con un idiota tartamudo.




El viernes, Luhan, Minseok y Yixing, los tres valientes a los que no parecía aterrar el extraño aspecto del curry verde que servían para el almuerzo, compartían la mesa de la cafetería mientras escuchaban la triste historia del de hoyuelos:

—Creí que se apiadaría de mí, pero tiene el corazón tan frío como la Antártida —chilló.

—¿Y la sorpresa es? —se mofó Minseok—. Todos saben que Jung Yunho es la reencarnación del diablo.

—¡Perdóname por tener fe en las personas!

De pura suerte no hundió la cabeza en la comida cuando se dejó caer sobre la mesa, golpeándose la frente tan ruidosamente que los dos a su lado compusieron una mueca. Luhan le pasó la mano por el cabello, acariciándolo con ternura para confortarlo.

—Está bien, Xing, no es el fin del mundo —intentó Minseok, sintiendo lástima por él—. Sólo te fue mal en un trabajo escrito, todavía puedes recuperarte en los exámenes.

—El pro-problema son sus pa-pa-padres —explicó el ciervo—. Lleva meses in-insistiéndoles para que lo ayuden a costear un ca-carro de segunda. Quiere ser el sexi novio que lleva a su sexi novia en un sexi auto y no lo tendrá si no obtiene exelencia.

—Y como los entregables son la mitad de la evaluación, no tendrá notas perfectas si le va mal en los trabajos, ya entiendo. Pues no es que me guste echarle sal a la herida, ¿verdad? Pero dudo que Yunho vaya a cambiar de opinión sobre la calificación, ¿no habrá otro modo de convencer a sus padres?

Luhan asintió con la cabeza, aunque su expresión no era muy animada.

—Tiene que aprobar el examen de conducción. Probó antes y... este sería el tercer intento.

Un quejido confirmó lo que ya sabían: Yixing no la iba a tener fácil para conseguir lo que quería y por más que desearan consolarlo, el panorama se tornaba cada vez más gris. Casi perdieron las esperanzas sobre levantarle el ánimo a su amigo, cuando una nueva voz se sumó a la conversación.

—Entonces, está de suerte —Sehun se dejó caer en la silla junto al ciervo. No podía estar más desaliñado, con la corbata floja, la camisa desfajada (el cable de los audífonos asomando bajo esta) y el cabello desordenado, lo que significaba que había estado durmiendo en sabría Dios qué rincón de la escuela.

—¿Le darás lecciones de manejo? —curioseó Minseok.

El otro asintió con la cabeza.

—Aunque, como ya debes saber, nada es gratis en esta vida.

—¿Sabes conducir autos? —preguntó Luhan.

—Papá me enseñó, dijo que si podía con eso, una motocicleta no sería problema y supongo que tuvo razón porque pasé el examen al primer intento.

—¿Cuál es tu precio?

Yixing se levantó de golpe, convencido de hallarse frente a un buen trato tras escuchar las proezas del motero. Sehun ni siquiera lo miró, demasiado tentado por el pudín de chocolate en la charola del ciervo, cuando dijo:

—Primero, quita tu cabeza de la mano de Luhan. Segundo, nada de arrumacos cuando pases la prueba y tercero, ¿qué tal si le pones mi nombre al proyecto de Inglés? Escuché que fue el tema de hoy y dudo que Minseok me quiera añadir al suyo.

Yixing asintió con la cabeza, Minseok abrió la boca para acusarlo de ser un flojo, pero aunque se hubieran subido a la mesa a montar una escena al estilo de Triunfos robados, Sehun los habría ignorado, toda su atención reducida al ciervo, quien acababa de caer en la cuenta de que no había entrado a su última clase.

—¡Mentiroso! —lo riñó Luhan—. ¡Dijiste que ya no faltarías a la escuela, ni dormirías en el salón!

—No falté a mi promesa —se defendió—. Estoy aquí, ¿no? Y no eché la siesta en clase, me escondí en la biblioteca. ¿Sabías que la bibliotecaria no pasea nunca por la sección de Ciencias? Es el sitio perfecto para dormir.

—Eres un tramposo. Debería hacer lo mismo y no ir a la fiesta de esta noche, así sabrás lo que se siente cuando no cumples lo que prometes.

Parecía decidido, así que en un intento desesperado por conseguir su perdón, Sehun deslizó una mano por encima de la mesa hasta alcanzar la de Luhan y con una voz cargada de sinceridad y esa mirada de perrito pateado que Minseok sabía, era su arma secreta, dijo:

—Juro que ahora sí entraré a todas las clases y dejaré de flojear, sólo... ven conmigo a la fiesta, ¿sí?

Luhan lo miró, fueron sólo unos segundos, pero cuando sus ojos se encontraron, pareció que saltaban chispas y una sonrisa le curvó los labios. Terminó por asentir y Sehun se emocionó tanto que apoyó la cabeza contra su hombro y la sacudió, frotándose como haría un gato. El castaño rio bajito y le pasó la mano libre por el pelo ya alborotado.

En sus sitios, ni Minseok ni Yixing daban crédito a lo que acababan de presenciar y es que, esos dos se habían montado tremenda escena de pareja y no lucían ni un poquito avergonzados, como si no se dieran cuenta de la forma en que modulaban la voz para hablar entre ellos o ese lenguaje secreto de gestos y miradas que compartían sin importarles lo incómodos que hicieran sentir a los demás.

—Iré a buscar a Jongdae.

—Tengo que llamar a Krystal.

Se esfumaron sin que los otros pudieran detenerlos, lo que no importó de nada a Sehun al darse cuenta de que ninguno había tocado sus vasos con pudín. Luhan tampoco se quejó, aunque le extrañó que los dejaran con tan poca delicadeza.

El almuerzo duró un poco más, el pelinegro le preguntó si su padre no dijo nada cuando le comentó de la fiesta a la que iría y el ciervo le explicó que Lu Tian se había marchado el día anterior, pues tenía programados una serie de vuelos de Asia a Europa para esa y la siguiente semana.

Cuando la campana sonó, Sehun lo acompañó a su salón, renunciando a su última porción de pudín por el mal sabor de boca que le dejaba la negligencia del señor Lu.

—¡Hasta que apareces! —exclamó Jongdae, viendo aparecer al ciervo—. Despiértame cuando termine, ¿quieres? No pude dormir nada porque Min vino a buscarme, aunque tampoco es que me queje. ¡Yah! —se quejó, sobándose la nuca donde Sehun acababa de atinarle un zape—. ¿Qué rayos te pasa?

—¿Qué acaso es tu despertador? O te despiertas solo o no te duermes, tarado.

—Tarado te dicen y no recuerdo haberte hablado. ¿O es que te ha cambiado la voz, mi Lu? —Sehun estuvo a punto de pegarle de nuevo, pero Luhan lo detuvo, aunque fue difícil pues el chico a su lado no ayudaba para nada—. Si quieres mi opinión, me gustaba más la otra. Era linda y le iba bien a tu carita de ciervo, esta nueva... suena igual que la de un bruto narizón.

—Que malo eres —dijo Luhan—, la voz de Sehun es muy dulce.

—Bueno, no es más bonita que tú —le devolvió Jongdae, guiñándole un ojo con picardía.

Antes de que al motero le diera por asesinar a su mejor amigo, la profesora de Ciencias entró al salón y aunque su mera presencia bastaba para imponer el orden, no lo hacía para correr a Sehun.

—Debes irte, recuerda lo que prometiste —murmuró Luhan, aprovechando que Taeyeon se preparaba para pasar lista.

—Te veré al rato. Y no dudes en soltarle un librazo si se pasa de listo —le dijo el otro.

El castaño sonrió y asintió con la cabeza, sabiendo de antemano que nada de lo que hiciera Jongdae podría ameritar que recurriera a la violencia. Sehun le acarició una mejilla y echó a correr fuera del aula antes de que nadie lo viera.

—Felicidades, Han —se mofó el chico a su lado—. Has domado al indomable.




Lo malo de no haber ido nunca a una fiesta era, entre muchas otras cosas, que no tenía ni idea de que ropa usar. Minseok intentó tranquilizarlo diciendo que no importaba lo que llevara, nadie se fijaba en esas cosas, pero su novio envió por tierra todos sus esfuerzos al decir que: «Claro que lo hacen, cómo te vistes le dice al mundo quién eres».

Y tenía razón, aunque confirmarlo sólo agravaba sus problemas.

Echando un vistazo al interior de su armario, decidió hacer de lado las sudaderas y los suéteres de punto, también las camisetas de superhéroes y esa con la leyenda: Soy un peligro cuando tengo hambre. Por fin, optó por el único par de jeans rasgados, una camisa menos formal y la chaqueta de mezclilla que casi no usaba porque siempre pasaba frío cuando la llevaba.

Hizo lo que pudo con su cabello y lamentó no haber aprendido a maquillarse, pues le habría venido de perlas algo de base, corrector para las ojeras y quizás un toque de delineador. Se cambió las gafas por un par de lentillas que encontraba muy incómodas y nada más para comprobar que era un ridículo, hizo su cara sensual al espejo.

—Idiota —le gruñó a su reflejo.

Un mensaje en el teléfono lo interrumpió, justo cuando decidía ahorrarse las tonterías y, simplemente, ir por el suéter con cuello de tortuga más grueso que tuviera y pasarse la noche con media cara oculta. El texto decía: «Baja ya, ciervo, se me congela el trasero». Sonrió y sacando fuerza de flaqueza, tomó sus cosas y salió del departamento.

Como otras veces, Sehun lo esperaba con la moto aparcada frente al edificio. Había vuelto costumbre llevarlo a casa luego del trabajo y, más recientemente, pasar a buscarlo para ir juntos a la escuela. Esa noche, vestía de negro al completo, coronando el atuendo con la cazadora de cuero que relucía bajo la luz de las farolas y lo hacía lucir guapo e intimidante.

—Y bien, ¿cómo me veo? —preguntó Luhan, esperando que la opinión del otro lo tranquilizara un poco. Sehun lo repasó con cuidado y con una sonrisa en los labios, sentenció:

—Estás precioso, ciervito, aunque es raro verte sin gafas.

—También me siento un poco vacío.

—Al menos no sufrirás cuando te pongas el casco —lo consoló—. Anda ya, sube, los otros nos estarán esperando.

Luhan asintió con la cabeza y se apresuró a trepar en la moto, había empezado a agarrarle el modo para subir y bajar sin terminar en el suelo, pero todavía necesitaba ayuda. Por suerte para él, la mano de Sehun siempre estaba ahí para que la aferrara, lo mismo que su espalda, que se había vuelto su lugar seguro para soportar el ruido del motor y el golpe violento del viento.

Fue un camino corto, no tan lento como a los que estaba acostumbrado, pero no se quejó, pues el coreano mantenía en todo momento la promesa de respetar los altos y el límite de velocidad. Ya en su destino, Luhan comprendió al instante porque todas las grandes fiestas tenían cita en la casa de Jackson y es que, el lugar sólo podía ser llamado: enorme.

—El señor Wang hizo su fortuna vendiendo videojuegos y como todo nuevo rico, lo primero que hizo con el dinero reunido, fue comprarse una mansión —le contó Sehun—. Ahora no pasa mucho tiempo en casa, pero no sería su hijo si Jackson no sacara provecho.

Dentro, el evento acababa de comenzar; una música suave flotaba en el aire y en la mesa, las charolas de bocadillos y las fuentes de soda parecían no haber sido tocadas. Por aquí y por allá, se reunían grupitos de amigos que conversaban entre ellos y era claro que no podían ser todos los invitados. ¿Qué sentido tendría reunirse en un lugar tan grande si los asistentes apenas sumaban una veintena?

Yixing y Krystal ya estaban ahí, se les acercaron tan pronto distinguirlos, hablando de esto y aquello hasta que Minseok y Jongdae se dignaron a aparecer. Reunidos los seis, el ciervo se sintió tonto por haber pensado en faltar, pues no cabía la menor duda de que lo pasaba genial cuando estaba con ellos.

Poco a poco, el ambiente se animó. La música subió de volumen, las personas llenaron el salón hasta que se volvió difícil transitar por los pasillos y cuantos más llegaban, más reconocían a Sehun y Jongdae, llamándolos a gritos para que se juntaran o yendo hasta donde estaban. Al principio se negó, pero era claro que lo hacía para no dejarlo solo, así que Luhan lo animó a ir con sus amigos y no preocuparse por él.

Minseok se quedó a su lado, le contaba quiénes eran los chicos y chicas que los saludaban y lo que pensaba de ellos, casi siempre cosas buenas, pero había uno que otro a los que parecía no tragar. Yixing y Krystal también intentaron confortarlo, pero la burbuja en que había vivido todos esos años era resistente como el acero y parecía contar con un mecanismo automático de seguridad que se activaba cuando le hablaban.

Fue cuando le presentaron a Jackson.

—Este es Luhan —los presentó Jongdae, el responsable de que los invitaran a la fiesta, pues se había vuelto muy amigo del cumpleañero desde la vez en que liberaron a un ejército de ranas en el laboratorio de la secundaria.—Va a la escuela con nosotros y es chino, entonces, supongo que ya tienen dos cosas en común.

—¡Venga! Siempre me emociona conocer a mis compatriotas. ¿De dónde eres? Yo soy de Hong Kong, al menos eso dicen mis papeles, porque la verdad es que hace años que no piso por allá.

—Na-Na-Nací en Pe... Pe...

—¿Dónde?

—Pe...

—¡Jackson, cabrón! —lo llamó alguien, no tardando en acercarse y tirar de él para llevárselo, aunque el chico podría haberse pasado la noche entera intentando charlar con Luhan y él, como el idiota que era, no habría sido capaz de formular una maldita oración.

Se estaba regañando a sí mismo, cuando Jongdae le pasó un brazo por los hombros y se inclinó lo suficiente para susurrarle al oído:

—Hazlo, hombre. Háblales y tartamudea, nadie aquí va a molestarte por eso. ¿Sabes por qué?

—¿Po-Por-Por qué?

El otro sonrió y cuando habló, lo hizo a viva voz, dirigiéndose a cualquiera que estuviera cerca y se prestara a escucharlo:

—¡Porque pienso romperle la cara al idiota que intente humillarte, me importa un huevo quién sea! Nadie se mete con mis amigos y vive para contarlo, y acá entre nos, es difícil decir nada si no tienes dientes.

Luhan sonrió, no estaba seguro de que Jongdae fuera consciente de lo que significaban aquellas palabras, ni de lo mucho que se lo agradecía. No fue fácil, sus ojos delataban lo nervioso que se sentía, pero la siguiente ocasión que alguien se les acercó, pudo saludar e intercambiar algunas frases, aunque fuera con un par de balbuceos de por medio.

Y entonces, de un momento a otro, todo se fue al carajo.

La gente se unió para felicitar al cumpleañero, no había pastel, así que en lugar de velas, Jackson bebió dieciocho chupitos de tequila. Los gritos cobraron vida cuando el hongkonés alzó en alto el último caballito vacío y la música se intensificó, haciendo crujir los cristales de la habitación. Cuando se giró, Luhan descubrió que estaba solo, atrapado entre una multitud alocada.

Como pudo, alcanzó a refugiarse en una esquina, intentando ubicar desde ahí a cualquiera de su grupo. Debía estar a media crisis nerviosa, mareado a causa de las luces, asustado con tanto ruido. Pensó en huir lejos, volver a casa y refugiarse en su habitación, bajo la tenue luz de su lámpara, acompañado del silencio y el vacío. Se preguntó vagamente si aquella sería su vida en los años que vinieran, durante la universidad y cuando fuera adulto. No supo que lo aterró más, si el presente o el futuro, pero justo cuando se disponía a rendirse...

—No parece que te estés divirtiendo.

Sehun se plantó frente a él, su cuerpo haciendo de barrera entre lo que pasaba alrededor y el pequeño ciervo que se encogía en un rincón, reduciendo el mundo a un sitio donde sólo cabían ellos.

—N-No lo hago, no me estoy di-di-divir-divirtiendo ni un poco.

Unas chicas lo llamaron, parecían ansiosas por atraer su atención, pero incluso si las escuchó, Sehun no se movió. Permaneció donde estaba, impidiendo a Luhan ser consciente de nada más que su cálida presencia y cuando se decidió a actuar, lo hizo extendiendo la mano y entrelazando sus dedos. Sonrió de esa forma en que sólo él podía hacerlo y se inclinó lo suficiente para que su voz calara en los oídos del ciervo:

—Qué suerte que esté aquí. Ven, es hora de enseñarle a mi pequeño ciervo cómo se disfruta una fiesta.

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