🎡 5 🎡
🎡 «Al sonar las doce» 🎡
Tal como Sehun prometió, la última aventura de la noche incluyó comida. No tuvieron problemas para salir del planetario sin ser advertidos, recorriendo las calles hasta la nave nodriza que en realidad era un restaurante temático tipo americano. Ya que Vancouver evocaba a un viaje espacial, el lugar recordaba al interior de un cohete, con sus mesas de metal, los muros tapizados de maquinaria y un enredado de cables y ductos decorando el techo.
Los de limpieza habían apagado las luces al terminar su ronda, pero el rubio le dijo que cuando el restaurante abría, los cristales proyectaban galaxias lejanas y los meseros se paseaban entre los comensales vestidos como tripulantes. Los alimentos tampoco escapaban al tema, aunque dadas las pocas reservas en la nevera y el nulo talento culinario de Sehun, lo más cerca del espacio que pudo ofrecerle al castaño fue una hamburguesa roja.
—Deberías pasarte por la mañana —le dijo—, Taeyong es mucho más creativo y sus panqueques hexagonales saben a estrellas calientes.
—Suena increíble, pero me quedo con lo que tú preparas —Luhan lo animó, al advertir la decepción con que le ofrecía una comida menos que digna para todo lo grandioso que había en Antares—. ¿No me estaré declarado team RED FORCE por comer esto, cierto?
—Tranquilo, las leyendas ya te han reclamado. Honestamente, me recuerdas un montón al guardián de la telequinesis.
El castaño sonrió emocionado y conforme con el personaje que el otro le acababa de asignar, fingió que atraía el plato de comida con el poder de su mente. Sehun secundó la pantomima y empujó discretamente la hamburguesa que Luhan tomó entre manos, disculpándose por no usar sus dones para llevársela a la boca con una pobre excusa:
—Usar telequinesis para alimentarte mancha mucho la ropa.
Comieron en relativo silencio, pasear y huir por el parque les había abierto el apetito y estaban demasiado concentrados en terminar sus hamburguesas como para ponerse a conversar. Al rato, Sehun robó también dos pastelitos glaseados, cuyas decoraciones incluían los símbolos de los guardianes y miniaturas del EXO Planet, el lugar de origen de los héroes. Estaban terminando cuando el castaño se lo quedó mirando fijamente y la intensidad de sus ojos marrones puso en modo tonto a su compañero.
—¿Q-Qué...?
—Aquí, tienes... —Luhan señaló, deslizando el dedo por su labio superior para limpiar los rastros de dulce que habían alcanzado a mancharlo, antes de restregar la mano en una servilleta.
—Yah, podrías haber hecho eso mismo con los labios —se quejó Sehun, igual que haría un niño pequeño.
—¿Por qué contigo todo son besos?
—La culpa es tuya —aseguró—, sabes demasiado bien. No puedo evitar mirarte y desear besarte una o dos... quizás, me gustaría perder la cuenta en tus labios.
Y tal vez fuera su manera de complacerlo o realmente intentara demostrarle que a él le ocurría lo mismo, pero Luhan se inclinó y acunó su rostro entre sus finas manos, sellando sus bocas en el beso que tanto ansiaban repetir. Sehun deslizó una mano alrededor de su cintura, intentando acercarlo aunque la distancia entre sus banquillos les impidiera estar tan cerca como él lo quería. Sólo cuando el aire escaseó en sus pulmones, la necesidad de respirar los urgió a separarse y fue entonces que el castaño cometió el error de mirar de reojo el reloj de pulsera de Sehun.
—¡Por Buda, es medianoche!
—¿Debes volver antes de que la carroza se vuelva calabaza? —se mofó el rubio, aunque conocía de antemano la respuesta.
—Boté a mi amigo a la hora de la cena y no tuve la decencia de avisarle que volvería tarde, seguro que ha de estar volviéndose loco creyendo que me ahogué en el Río salvaje de Marsella —Luhan explicó.
—No creo, ya nos habríamos enterado si seguridad estuviera tras la pista de un principito. En todo caso, tampoco es amable angustiar a tu compañero —concedió Sehun—. Vamos, precioso. Te llevaré de vuelta al castillo.
Limpiaron lo que ensuciaron, levantaron los banquillos y se aseguraron de dejar todo en orden antes de salir del restaurante. Era una noche fresca, algo pegajosa pero no bochornosa. Sehun lo llevó de la mano señalando a intervalos las atracciones a su alrededor, desde el sling shot (un juego más parecido a una resortera gigante) hasta la sala de experiencias multi-sensoriales (donde te volvías parte de la tripulación a bordo de una nave espacial).
Poco a poco dejaron Vancouver atrás, adentrándose en la urbe tradicional de Seúl que Luhan reconoció tan pronto advertir el letrero que conducía al laberinto, una atracción sacada del Vol. 5 Overdose. Antes de lo que al chino le habría gustado, el Medals y su impresionante iluminación se alzó frente a sus ojos, recordándole que el tiempo del que disponía estaba a nada de expirar y que si acaso esperaba volver a ver a Sehun esa era su oportunidad para sacar el tema a colación.
—¿Seguirás por Lyon mañana? —preguntó, como quien no quiere la cosa—. ¿O empiezas directo en Edimburgo?
—Hm, no lo sé.
Sehun balbuceó, guiándolo hacia los jardines del hotel, tal vez porque quería estar cómodo mientras charlaban o quizás porque así como Luhan, deseaba prolongar sus últimos momentos juntos.
—Podrías decir que estamos cortos de personal, la verdad es que la mayoría de los empleados aún están en etapa de prueba y los más experimentados deben apoyarlos y cargarse la responsabilidad de atender también a los visitantes —siguió explicando—. Puede que empiece en Edimburgo y que conforme avance el día me toque apoyar en alguno de los otros diez, Lyon, Barcelona o incluso Colorado.
Luhan asintió con la cabeza, recordando lo que Jongdae le había dicho por la tarde para explicar la ausencia de su hermano menor y casi como si acabara de leerle el pensamiento, Sehun agregó:
—No ayuda de mucho que los jefes estén de visita. Es la primera vez que vienen y eso tiene a todos lo bastante nerviosos como para cometer cantidad garrafal de errores.
—¿Te refieres a los dueños? —tanteó el castaño, esperando que el menor se refiriera a los padres del cuarteto de hermanos de los que no quería saber hasta que fuera absolutamente necesario.
—No, ángel. Hablo de los herederos de EXO World, en realidad cada uno se repartirá los parques existentes, pero esta vez se han juntado en la sede principal. ¿Recuerdas al ruidoso que me ayudaba en lo de los algodones? —preguntó—. Su nombre es Jongdae y es el segundo de los Kim.
—Ah, esperaba que no los mencionaras.
No podía evitarlo y aunque no parecía justo meter a los otros tres hermanos en el mismo saco que el desconsiderado de su miembro más joven, Luhan había decidido que hasta que esa familia no se disculpara por jugar con sus sentimientos, no haría distinciones entre los que ya conocía y que hubieran sido de lo más amables con él.
—¿Los conoces? —Sehun arqueó una ceja.
—Digamos que lo hago, la verdad es que vi a los mayores por primera vez esta tarde —bufó—, y no me habrían caído tan mal si su tonto hermanito no me hubiera dejado plantado los dos últimos años. ¿Puedes creer que vamos a casarnos?
La pregunta se le escapó antes de que pudiera hacer nada para detenerla, algo normal considerando el tiempo que llevaba conteniéndola y no habría estado mal si sólo no hubiera sido Sehun (el chico con el que pasó toda la noche coqueteando y besuqueándose en los rincones del parque) quien la oyera.
—¿Estás comprometido?
—B-Bueno... pues sí. Nuestras familias arreglaron la unión para beneficio de las empresas —le explicó—, se supone que nos casaríamos un año después, pero no hemos podido vernos las caras desde que nos comprometieron. Solía creer que era porque Jongin estaba demasiado ocupado para conocerme, ahora... empiezo a entender que él realmente no quiere este matrimonio.
Era demasiado cruel y al mismo tiempo vergonzoso sostenerle la mirada a Sehun cuando se mostraba tan patético, así que Luhan apartó los ojos de las noches oscuras que el otro poseía y creyó que la conversación había llegado a su final cuando el rubio tardó en decir nada. Lo que hizo, sin embargo, no era lo que el chino hubiera esperado.
—¿Qué hay de ti, ángel? —preguntó— ¿Tú quieres casarte con Kim?
—Llámame ingenuo, tonto incluso, pero anhelaba tanto vivir un cuento de hadas que durante todo este tiempo, yo... sí. Deseaba casarme con él y escribir juntos una cursi novela rosada.
Seguía sin reunir fuerzas para mirarlo a la cara, de modo que no fue capaz de advertir la sonrisa torcida que Sehun compuso y que no iba a borrársele con facilidad. Entonces se puso de pie y se alisó el ya bastante arrugado pantalón rayado, aquel no era su uniforme preferido de los varios que se utilizaban en EXO World, pero el reglamento decía que había que vestir las ropas correctas, dependiendo del reino donde se laborara.
Intuyendo desde ya que ese era el final, Luhan no estaba esperando escuchar una dulce despedida (como la que habrían tenido de no abrir él la bocota) pero sorprendiéndolo como Sehun le había demostrado que podía hacer no una, sino cuantas veces fueran necesarias, el rubio se plantó frente a él y acunó sus mejillas entre sus manos, obligándolo a mirarle.
—Considera esta noche el encuentro con tu hada madrina, esa que por la magia de su varita te enseñó que no está mal soñar y que los cuentos se pueden volver realidad —le dijo—. Ángel, sé que hallarás al príncipe que tanto anhelas y estoy todavía más seguro de que cuando aparezca, te amará como mereces que lo hagan.
Sehun se inclinó y plantó un último beso en sus labios, saboreando hasta la última pizca de Luhan que tendría. Cuando se apartó, le acarició apenas la barbilla y se alejó del lugar.
🎡
Minseok no estaba preocupado. La angustia lo había invadido cuando recién volvió al hotel y descubrió que su mejor amigo no se hallaba en la habitación, así que sin dudarlo marcó el número que sólo un rato atrás consiguió y cuando Jongdae respondió a su llamada, le informó que su ciervo estaba desaparecido.
El pelinegro acudió pronto a tranquilizarlo, se habían pasado la cena charlando acerca del tema del compromiso y poniendo las cartas sobre la mesa, así que los hermanos entendían no sólo la molestia de Luhan sino también la decisión de marcharse antes del restaurante. Les tomó un tiempo, pero al final ubicaron a un empleado del parque que mencionó haber visto al castaño en su última vuelta por Edimburgo.
«Dejémoslo despejarse, ya mañana que lidie con todo esto» concedió el de mofletes, al escuchar las noticias. Claro que darle tiempo y espacio a su amigo no significaba que el chino tuviera que perderse la noche entera y no dar señales de vida hasta pasada la medianoche, de modo que Minseok despertó aquella mañana dispuesto a hacerle la ley del hielo y no dar el brazo a torcer hasta que el berrinche se le pasara.
—Vamos, Min. Ya me he disculpado unas mil veces —insistió el chino, colgándose de su brazo. Se habían cruzado en el pasillo y a juzgar porque el ciervo iba bien arreglado, ambos se disponían a desayunar—. No puedes enfadarte tanto, al menos no esta mañana. ¡Eres mi cómplice!
El mayor frunció el ceño sin comprender a qué se refería.
—Bien, déjame solo —se emberrinchó Luhan, al no obtener respuesta—. Pero que sepas que si meto la pata ya no podrás arreglarlo.
Y sin darle tiempo a hacer o decir más, el castaño se abalanzó al elevador y presionó el botón para cerrar las puertas. Minseok entendió muy tarde que Luhan había amanecido con voluntad de pelea, incluso se había vestido para ir a la guerra y el enemigo, aquel sobre el que desatará su furia, no podía ser otro más que el prometido que le hubiera desairado la noche anterior. «Este tonto» pensó, aterrado.
Abajo, bien dispuesto a terminar de una vez por todas con el problema que no dejaba de darle dolores de cabeza, Luhan cruzó el lobby y se encontró con que Jaehyun, el secretario de Chanyeol, ya lo estaba esperando. Había llamado antes para pedirle que fuera a verlo y no bien advertir la mueca confundida que distorsionaba su rostro, le dijo:
—Necesito hablar con tu jefe, ahora.
La expresión decidida endureciendo sus faccionesde Bambi, bastó para que el chico optara por obedecerlo y aunque no sabía cómoacabaría aquello, Jaehyun le invitó a seguirlo. Recorrieron el parque en uncarrito como en el que llegaron el día anterior, pero en lugar de dirigirse aalguno de los sectores que el castaño ya conocía, pusieron rumbo a las oficinascentrales.
🎡 Continuará... 🎡
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