Extra: La boda
¿Por qué siempre que la gente conoce a una pareja casada le pregunta cómo fue su boda? Es como preguntarle a un doctor cómo trasnochó y perdió la libertad de los últimos años de su vida para ser médico.
Bueno, tal vez no sea lo mismo, pero el caso es que esa pregunta nos la hacen siempre. Y a Loreta le encanta contar esa historia. Y si se llegara a enterar de que yo se las estoy contando, me mataría.
Igual, no me importa. Ahora daré yo mi versión de los hechos, pues cuando la cuenta ella, tiende a exagerar un poco, muy fiel a su estilo.
Cuando Adrián ya corría como loco detrás del pobre Ebisu, y era capaz de articular unas cuantas palabras, Loreta decidió que era el momento para casarnos. Me lo dijo una tarde que no tenía nada de especial, así como quien habla de cualquier cosa.
—Amor, ¿me puedes ayudar a darle el tetero a Adrián? Está sobre el mueble de la cocina. Fíjate...
—... que no esté muy caliente, lo sé. Siempre me lo dices —respondí y torcí los ojos.
—Nunca sobra la recomendación.
—Que sobreprotectora eres. Por eso te amo. —Me acerqué y le di un beso, antes de ir hacia la cocina y tomar el tetero.
—Ah, y se me había olvidado decirte, mañana vamos a ver un sitio para la boda.
Así, de la nada, me di cuenta de que había empezado con los preparativos de nuestro matrimonio. Y durante dos meses, se volvió totalmente loca. Loca nivel Loreta.
No me dejaba a mí ayudarle con nada. A esas alturas, necesitaría una invitación a mi propia boda para hacer al menos acto de presencia.
Se obsesionó con el tema a tal punto, que incluso hablaba de flores, colores, vestidos para las damas de honor, luna de miel y otras cosas mientras hacíamos el amor. Hasta me estaba arrepintiendo de habérselo propuesto.
Entonces se me ocurrió hacerle otra propuesta, que nos fuéramos un mes a viajar a las islas Griegas y que al regreso podría organizar todo lo que quisiera. Primero se puso histérica, me dijo que estaba loco, que con quién dejaríamos a Adrián, que se atrasaría demasiado con los preparativos de la boda, que tendría que llevarse a la diseñadora del vestido, y a los músicos a Grecia para poder seguir organizando todo.
Y según ella yo era el loco...
Finalmente pude ir convenciéndola poco a poco, hasta que el único pero que tuvo era que no podíamos dejar a Adrián en casa. Lo solucioné contratando a una niñera que viajó con nosotros. Estuvimos en Santorini, Mykonos, Zante, Rodas, Skópelos, Kabala y otras cuantas, donde nos quedamos incluso más del mes que teníamos previsto, pues la belleza de los paisajes, su gastronomía, el ambiente y el hecho de estar juntos solo nosotros tres, bueno, cuatro, hizo imposible que nos apegáramos a nuestros planes iniciales.
Durante ese tiempo, en secreto, estuve coordinando todo para que al llegar, Loreta encontrara una de esas sorpresas que tanto me gusta darle. Después de un largo vuelo desde Grecia, le dije que quería cenar con ella, así que le había separado una cita en un salón de belleza, donde también la esperaba el vestido que quería que usara esa noche. Mi propuesta la confundió un poco, pero aceptó con gusto. Le dije que mientras a ella la arreglaban, yo iría a comprar la ropa que quería usar en nuestra cita y me daría una ducha. Luego pasaría a recogerla.
Al llegar al salón, lo primero que hizo fue preguntar por el vestido que yo le había escogido, pero la asesora que nos asignaron le indicó que primero le harían un masaje relajante, una mascarilla, la peinarían y maquillarían, y luego podría cambiarse de ropa.
Después de seguir toda la rutina, Loreta se miró al espejo y se sorprendió al ver que no solo estaba preciosa, sino que la habían arreglado como si fuera para una gala. La asesora solo sonrió, y le pidió que la acompañara al cuarto donde se podría cambiar. Al entrar en dicho cuarto, vio sobre un maniquí el vestido que hacía unas semanas se había quedado mirando con tanta emoción en una boutique de vestidos de novia en Cali, y que creyó que yo no había notado.
—¿Qué... es esto? —le preguntó a la mujer que la acompañaba.
—Señorita Loreta, hoy es el día de su boda.
El grito de Loreta se debió escuchar a varias cuadras a la redonda, por lo menos. Enseguida me mandó un mensaje diciéndome que estaba loco, que cómo se me ocurrían esas cosas, y otras cuantas frases más que me hicieron pensar que estaba terriblemente enojada conmigo. Para tratar de calmarla, estuve varios minutos pensando en la mejor manera de explicarle todo; solo se me ocurrió decirle que no se preocupara, que si no era como ella quería casarse no habría problema en cancelarlo.
El mensaje que me contestó hizo que soltara una risa fuerte y unos cuantos suspiros.
Loreta:
¿Estás loco? ¡Es la mejor sorpresa que me han dado en la vida! Cada vez te superas más, te amo te amo te amo te amo te amo ¡Será la mejor boda de la vida! ¿Pero te acordaste de invitar a Lu, cierto?
«¿Cómo cree que olvidaría algo así?»
De hecho, no había invitado solo a su mejor amiga. Toda su familia y nuestros amigos más cercanos habían tomado un vuelo pagado por mí hasta nuestro hotel, El Imaret, en Kabala, donde esperaban a que una sorprendida Loreta caminara hacia mí por el pasillo cubierto de pétalos blancos.
Yo estaba muy nervioso. A pesar de que no tenía ninguna duda de que era la mujer de mi vida, y de que lo que más soñaba era casarme con ella, la situación planeada con tan poca antelación y tan pocas aprobaciones por parte de Loreta, me tenían sudando como un pollo en un sancocho.
Pero ella sonreía de esa forma tan hermosa cuando se paró al inicio del pasillo, que todas mis preocupaciones se esfumaron. Su piel, dorada por el sol que había recibido los días previos en el mar Egeo, contrastaba de una forma hipnótica con el blanco de su vestido. Nunca la había visto tan bella.
Un violinista comenzó a tocar el Canon en D de Pachelbel, lo que le indicó a Loreta el inicio de su caminata hacia el resto de nuestra vida como marido y mujer. Tanto familiares como amigos suspiraban viendo semejante ángel caminar hacia mí. Y no, no me estoy pasando de cursi; así me lo dijeron ellos mismos.
La brisa oceánica mecía los velos blancos que decoraban la terraza en la que nos encontrábamos. Todos los invitados iban vestidos de blanco también, y sin embargo, Loreta era quien más resaltaba entre todos ellos. Cuando el sacerdote nos permitió darnos nuestro primer beso de casados, una lluvia de aplausos, exclamaciones y lágrimas nos envolvió, mientras nuestros seres queridos se acercaban a felicitarnos, con nuestro pequeño hijito a la cabeza.
Loreta lo alzó en cuanto Arabella se acercó a felicitarnos con él en brazos. El niño no entendía nada de lo que pasaba, lo único que quería era estar con la mujer que más amaba. Igual que yo.
—Vladimir... —Loreta se acercó a mí después de nuestro primer baile juntos y el brindis tan bello y divertido que hizo Lu—. ¿Sabes lo mucho que te amo?
Se acercó, aún con la sonrisa que tuvo en sus labios toda la tarde, y me besó.
—Creo que yo te amo más. ¿Dónde está Adrián?
—Bailando con Arabella —dijo mientras señaló al fondo del salón de baile y vi a mi hijo en brazos de mi cuñada, riendo a carcajadas con cada movimiento de su tía, que lo mecía como una loca.
—Bueno, pues si a eso le dices bailar... ¿Por qué no le has dado unas cuantas clases?
—Porque es un tronco. —Rio—. Bueno, ya en serio, quiero darte las gracias, amor. Esta es la boda que siempre soñé.
Sus palabras me hicieron feliz.
—Eso era todo lo que quería. Darte la boda de tus sueños —contesté—. Eso, y detener la locura en la que estabas sumida con los preparativos; no quería tener que casarme en el psiquiátrico.
Mi esposa rio fuerte y me contagió. Volvió a besarme y cuando nos separamos, me quedé hipnotizado por un momento. La luz del sol se empezaba a ocultar detrás de ella, el sonido de las olas del mar aún era audible por encima de la música de la banda. Todo lo que rodeaba a Loreta se veía borroso, y como si estuviera en cámara lenta. Ella no se intimidó por mi manera de mirarla, ni me preguntó qué me pasaba. Solo seguía sonriendo. Ni todos los paisajes de las islas griegas ostentaban tanta belleza.
—Eres lo más hermoso que he visto —dijo, y me di cuenta de que hacerla mi esposa había sido la mejor decisión de mi vida.
Espero les haya gustado este extra <3
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