Capítulo 54: Esperarte valió la pena cada segundo

Vladimir

Hemos pasado tres semanas en el hospital, y por fortuna la parte más peligrosa del embarazo ya pasó. Loreta extraña su casa y sus amigos, así que hoy en cuanto nos den el alta, nos vamos directo al aeropuerto, a la terminal corporativa donde tenemos el avión privado de Marc esperándonos. Aunque Loreta insistió en que podíamos viajar en un vuelo comercial y la doctora nos aseguró que no habrían problemas, quiero estar totalmente seguro de que ella y el bebé viajen cómodos y protegidos. Marc fue muy amable al respecto, ni siquiera tuve que pedirle nada, él mismo me ofreció su avión.

Loreta se quedó dormida esperando que la doctora viniera a hacerle el último chequeo; le ha dado mucho sueño últimamente. Aunque según lo que leí en un libro que compré sobre maternidad el sueño durante el embarazo es muy normal, en Loreta es una cosa aterradora. A veces estoy hablando con ella y si le quito la mirada directa, se queda dormida. Parece una narcoléptica.

Nunca imaginé que un embarazo pudiera tener más síntomas que el vómito y las nauseas, pero en el libro hablan de que pueden haber muchos síntomas raros que no todas las mujeres experimentan; y a Loreta le han dado todos. A parte del sueño, la han atacado los gases, ronca como Renault 4 descompuesto y su nariz es una sola congestión. Ya casi ni le entendemos lo que habla, es una cosa loca.

La doctora ya le ha recetado algunas cosas para contrarrestar esos molestos síntomas, pero ella insiste en que no quiere llenar al bebé de droga, que solo tomará remedios naturales y que si no le ayudan, pues se aguantará como los machos. No veo la necesidad de aguantar tantas molestias si la obstetra te está asegurando que las medicinas son seguras, pero la amo por proteger de esa manera a mi bebé. Lo más probable es que yo haría lo mismo si llevara vida dentro de mí.

Me gusta ver a Loreta mientras duerme. Sé que debo parecer un acosador obsesionado, pero no lo puedo evitar. Saber que está conmigo y ver en mi futuro una familia feliz junto a ella me genera sentimientos extraños pero enormemente satisfactorios. A veces paso mi mano por el contorno de su rostro, me encanta sentir la suavidad de su piel, pero lo hago poco porque temo despertarla. Aunque con esa forma de caer privada que tiene ahora, podría amarrarla en alambre de púas y jamás se despertaría.

Mi celular vibra y recibo un mensaje de Pablo, quien me envía fotos de la nueva sorpresa que tengo para Loreta. Él, Luisa y Sebas me están ayudando a preparar todo. Espero que le guste, nuestros amigos están poniendo mucho empeño en tener todo listo como lo he imaginado.

Estoy respondiendo el mensaje de mi amigo, cuando la doctora entra en la habitación.

—Hola, Vladimir. ¿Ansioso por regresar a casa? —pregunta con el tono amable con el que siempre habla.

—Algo, aunque la vamos a extrañar, doctora López.

—¡Ay, y yo a ustedes! —dice la doctora entre risas—. Pero dime Lucy, ya lo habíamos hablado. Vamos a ver cómo va creciendo esa bebé... ¿Otra vez Loreta durmiendo?

Asiento con la cabeza con un gesto exagerado de resignación y ella vuelve a reír. Con suavidad comienza a despertarla, cuando lo hace se acomoda en la cama de inmediato.

Dodtora, me quedé dodmida un momentico —afirma con su voz gangosa.

—Loreta, ¿no te has tomado las pastillas para la congestión nasal? —Por el gesto que hace Lucy puedo darme cuenta de que es más una pregunta retórica que otra cosa.

—Eh, pues, quiedo probad con eucalipto primedo, eso es bendito...

—¿Siempre es así de terca? —pregunta Lucy en un susurro muy cerca de mi oído.

—No siempre es así, a veces es peor.

Loreta estira su pie y me pega con suavidad en un costado, yo encojo mis hombros, no es culpa mía que sea verdad.

La obstetra se acerca y le toma la presión. Luego conecta cables a su estómago para un monitoreo fetal y nuevamente empezamos a escuchar ese galope del pequeño corazón de nuestro bebé. Es un sonido al que buscaré la manera de poner como ringtone. Me encanta.

Nunca pensé en ser padre, pero cada día desde hace tres semanas agradezco a Dios por que ese condón se haya roto. Este pequeño bebé me ha traído más alegría que todas las veces que he sido ganador en un casino, o todo el dinero que mi suerte me ha conseguido.

Lucy termina con todo el chequeo de Loreta y el bebé, nos entrega unas recomendaciones por escrito y nos explica cómo debemos tramitar la salida del hospital. Al final nos da un fuerte abrazo a ambos y nos entrega una tarjeta con su número personal, por si tenemos alguna duda, o solo para que la llamemos a contarle cuál es el sexo del bebé. Yo digo que es niño, ella y Loreta dicen que es niña.

Sé que ganaré yo, nunca pierdo una apuesta. Bueno, aunque últimamente...

Jhon, el asistente personal de Marc, nos indica la subida al avión y me encanta ver la cara de Loreta al ver a su cantante favorito de pie junto a las escaleras que conducen al interior de la nave. Ya somos buenos amigos, y me parece muy gracioso y tierno que aunque Loreta ya lo haya visto y hablado con él tantas veces, aún siga portándose como una fan enamorada cada vez que lo ve.

—Vladimir, Loreta, bebé —dice Marc en cuanto nos acercamos a él—, fue un placer haberlos tenido acá, y haber podido presenciar ese amor tan lindo que se tienen. Cuídenlo, aliméntenlo, revívanlo cuando sientan que va a morir. Y a ese bebecito que viene en camino, denle todo su corazón. Dios los bendiga.

Loreta no se puede reprimir y se lanza a darle un abrazo efusivo. Él ríe un poco y se contagia de la misma emoción.

Gracias pod todo. —Loreta reprime una lágrima mientras mira a Marc con enorme agradecimiento.

—Y hazte revisar esa nariz, por favor.

Los tres soltamos una risa y yo también abrazo a Marc.

—Te debo mucho. Te debo todo —le digo en voz muy baja. Él no responde nada pero su abrazo se vuelve más fuerte.

Subimos las escaleras, mientras Loreta agita con fuerza su brazo despidiéndose del cantante. Al interior del avión vemos varios asientos mullidos, muy separados entre sí, y en la parte trasera del avión una puerta de madera con las iniciales M.A. grabadas en bajo relieve.

—Señor Vladimir, soy Kelly, su auxiliar de vuelo durante las próximas tres horas y media hasta la ciudad de Cali. —Escucho de la señorita quien nos señala las sillas mientras se presenta—. Si necesitan algo, junto a los asientos hay un botón que me llamará cuando me necesiten. Por indicaciones del señor Anthony, pueden descansar en la parte trasera del avión, que es su cuarto privado. Es un placer viajar con ustedes.

La asistente se retira y nos acomodamos en los acolchados y suaves asientos. Aunque he viajado en algunos vuelos charter y siempre vuelo en primera clase, viajar así es algo muy diferente. Loreta se ve sonriente y me toma de la mano, entrelazando sus dedos con los míos. En el techo se iluminan las señales de no fumar y abrocharse los cinturones, y sentimos cómo el avión se pone en marcha. En pocos minutos ya hemos alcanzado una buena altura y empezamos a ver las nubes que se abren camino para nosotros a través de las ventanas.

—¿No te gustaría ir a descansar al cuarto de Marc? Creo que estarías mucho más cómoda.

—No te preocupes, estos asientos son suficientemente cómodos, y quiero ir conversando contigo, además no tengo sueño ni me siento cansada —asegura con una voz calmada y limpia.

—¡Oye, ya no estás congestionada!

—Parece que lo único que tenía que hacer era saber que pronto regresaré a mi casa.

—¿Qué es lo que más extrañas de Cali? —pregunto mientras abro un paquete de mentas que compré en el hospital.

—A Lu y Sebas, el clima, el viento que sopla después de las cinco de la tarde, el baile... —Su mirada se oscurece un poco cuando dice lo último.

Me acerco a ella, tomo su cara entre mi mano libre y le doy un beso para que se sienta mejor. Sé que no ha sido fácil para ella asimilar que tendrá que dejar de bailar por un buen tiempo; no solo porque la recomendación más importante que hizo la doctora fue mantener total quietud al menos un mes más, sino porque después de que nazca el bebé su tiempo y atención se verán muy ligados a nuestro hijo.

A esto se suma que no está segura de su situación en Ambrosía Latina. Luisa no le ha dicho mucho, solo que Juan quiere hablar con ella cuando regrese. Loreta lo ha tomado con calma, pero sé que muy en el fondo piensa que Juan no la volverá a recibir en la compañía, y como es lógico, no será la bailarina principal; y aunque de ahora en adelante no bailará por el dinero, extrañará su trabajo porque también es su pasión.

—Siento que tengas que dejar el baile por un tiempo...

—No te preocupes. —Sonríe—. Aunque será extraño cambiar mi rutina, estoy segura de que lo que viene también será muy divertido. —Lleva una mano a su estómago y lo acaricia, aunque aún no se nota nada el embarazo.

Kelly, la asistente de vuelo, regresa con un par de bebidas y unos crepes. Loreta recibe el suyo y empieza a comer de inmediato.

—Es increíble el hambre que me da ahora —dice con la boca llena—, quisiera estar todo el tiempo comiendo. Parezco un barril sin fondo.

—Eso está bien, ahora estás alimentando a dos.

Una enorme sonrisa se dibuja en su rostro y yo también empiezo a comer.

—¿Por dónde estaremos pasando? —pregunta Loreta mientras se limpia la boca con una servilleta.

—No sé... —Me asomo por la ventana—. Solo veo agua y más agua.

—Eso me recordó una cosa...

—¿Qué? —pregunto con curiosidad.

—No saber por dónde vamos es más o menos como definiría nuestra relación. Contigo nunca supe dónde estaba parada, pero ha sido el camino más divertido y emocionante que he recorrido. Esperarte valió la pena cada segundo.

Sus palabras y la expresión cariñosa con la que las dice me dejan totalmente anonadado. Llevo de inmediato la mano a mi bolsillo para dar comienzo a lo que llevo tres semanas planeando, y cuando siento lo que busco, me entra un ataque de pánico.

¿Qué pasa, amor? —pregunta preocupada dándose cuenta de que algo me preocupa.

Trato de controlar mis nervios a través de la respiración y volteo a mirarla.

—Tranquila, estoy bien.

Me devuelve una sonrisa y se recuesta otra vez en el asiento. Me asomo por la ventana y solo veo el azul del mar mezclado con el tono más claro de cielo.

Exhalo de nuevo. «Llegó el momento»

—Loreta, hay algo que me muero por decirte. —No soy capaz de mirarla a los ojos, por lo que saco la cajita del anillo y poso mi mirada en ella—. ¿Sabes? La buena suerte definió siempre mi vida. Me concedió riquezas y satisfacciones personales. Hasta que te conocí y supe lo que es perder. Perdí más que un juego; perdí mi soledad, mi melancolía y sobretodo perdí ideas infundadas que me hicieron lastimarte. Y mientras más perdía estando a tu lado, más ganaba. Te gané a ti. Con mi corazón lleno de amor quiero pedirte que seas mi esposa. —Saco el anillo de su estuche y lo sostengo entre mis dedos—. Por favor, dame la vida feliz que siempre busqué en los juegos pero que nunca encontré. Hazme el hombre más afortunado del mundo.

No escucho su respuesta, supongo que se ha quedado sin palabras. Me atrevo por fin a mirarla para preguntarle qué piensa, pero cuando mis ojos se posan sobre ella, noto que duerme profundamente.

«¡No puede ser! No voy a recordar lo que le dije pero ni a palo»

Me resigno a vivir con una narcoléptica temporal y vuelvo a poner el anillo en su lugar. Me relajo yo también en mi asiento y me quedo dormido.

El viaje se hace tan corto que siento que acabo de cerrar los ojos cuando Kelly nos despierta para informarnos que hemos llegado al Aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón. Loreta sonríe y se ve radiante, yo me levanto de mi asiento y tras agradecerle a Kelly, voy a hacer lo mismo con los pilotos. Nos bajamos del avión y vamos por nuestras maletas. Tomamos el Uber que nos espera en la entrada del aeropuerto y procedemos a ir a mi apartamento.

Me costó mucho trabajo convencer a Loreta de que lo mejor era que se quedara conmigo para que yo pudiera cuidarla durante el próximo mes. El truco fue decirle que era lo mejor para el bebé; creo que acabo de encontrar la forma para que haga todo lo que yo le diga sin chistar.

Llegamos a mi apartamento finalizando un trayecto que transcurrió entre el sueño de Loreta y los mensajes de Pablo preguntándome cuánto nos faltaba para llegar. Él y los amigos de Loreta querían asegurarse de tener todo listo para nuestra llegada.

A la salida del ascensor, Loreta me da un beso muy tierno y me acaricia la cara con dulzura.

—Gracias por todo lo que haces por mí, amor.

—No lo hago por ti, lo hago por mí; porque me hace feliz. En realidad cuidarte es un detalle bastante egoísta.

Sonríe con ese gesto que llevo amando por unos cuantos meses ya, y nos dirigimos a la puerta de mi apartamento. La mezcla que tengo entre cansancio, emoción y nervios hace que me olvide por completo de la sorpresa.

Al abrir la puerta nos recibe un grito de ¡Qué vivan los novios!, mezclado entre aplausos de Pablo, Luisa, Sebastián, la hermana de Loreta y su novio. Mi apartamento tiene un enorme letrero en la puerta de vidrio que da al balcón que dice: "Bienvenida señora Ventura" y sobre una mesa esquinera hay varias cajas envueltas en papel de regalo para bebé.

Entre el sueño y recoger las maletas olvidé avisarle a Pablo que aún no había hecho la propuesta.

—¿Cómo les fue en el viaje? ¡Lore, tienes que contarme todo! —Arabella abraza a su hermana y la ataca con preguntas.

—¡No, no, no, eso después, queremos ver el anillo! —grita Lu, más emocionada de lo que nunca la he visto.

—¿Anillo? ¿Señora Ventura? —Loreta los mira a todos confundida y sus amigos cambian su cara de entusiasmo por una de expectativa y desconcierto. Al final se concentra en mí—. ¿De qué hablan Vladimir?

Todos se giran y empiezan a hablar entre ellos como para darnos espacio, y esta es la parte de la historia en la que podría volverme a acobardar, pero en lugar de eso, prefiero que todos nuestros seres queridos sean testigos de lo que no pude decirle a Loreta en el avión. Bueno, lo que ella no pudo escuchar. Empiezo con un pequeño gruñido para que todos volteen a mirarnos y nos presten atención. Saco el anillo de mi bolsillo de nuevo y lo tomo entre mis dedos.

—Loreta, traté de decirte esto en el avión pero te quedaste dormida... En fin, quiero que sepas que...

—¡SÍ! —grita con tanta emoción que todos sueltan una risa—. ¡Sí me quiero casar contigo!

Salta emocionada sobre mí y me da un beso apasionado mientras todos vuelven a aplaudir. Después de unos cuantos gruñidos de nuestros amigos para que nos separemos, tomo a Loreta entre mis brazos.

—No brinques así, recuerda que debes guardar quietud...

—¡Lo siento, pero es que estoy muy emocionada!

—Y eso que no alcanzaste a escuchar todo lo que te dije en el avión. Ni Romeo le hubiera dicho eso a Julieta —aseguro con una expresión de falsa humildad. Ambos reímos.

—Ya luego me aseguraré de que lo repitas... —propone con una mirada traviesa. ¿Qué tendrá en mente?

Volvemos a darnos un beso, esta vez más casto y tierno, y le pongo el anillo en su mano derecha. Todos se acercan a nosotros a felicitarnos, abrazarnos y preguntarnos cosas sobre el viaje y el estado de salud del bebé.

—Felicitaciones, parce. —Me abraza Pablo—. Van a ser muy felices juntos. Los tres. ¿Cómo te sentís?

—Afortunado. —Es lo único que me limito a decir.

—Ambos somos muy afortunados. —Loreta se acerca a mí y tomando mi cara entre sus manos, firma lo que dice con un beso.


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