Capítulo 51: ¿Sabes hace cuánto tiempo no me desvestían?
Loreta
—Lore... despierta... es hora de irnos. —La voz de Lu me devuelve a la silla asoleadora en la que me quedé dormida dorando un poco mi piel.
—¿Qué hora es? —pregunto algo confundida.
—Las doce y media. Tenemos como media hora para ir a cambiarnos, almorzar e ir a la premiación.
En la voz de mi amiga siento el mismo nivel de emoción que tengo yo. Es decir, cero. Ambas sabemos que es muy posible que nos vayamos con las manos vacías del mundial de salsa; algo por lo que tanto trabajamos y que tristemente vimos cómo se iba de nuestras manos en el momento en que mi desmayo detuvo el show.
Aunque Lu ha sido muy dulce conmigo, no he podido evitar sentirme mal todo el día. Imágenes del día anterior han desfilado por mi mente sin parar, a pesar de que acepté la propuesta de Lu de venir a relajarnos un rato al mar.
El hecho que más me ha obligado a pensar, es que no sé cómo he podido arruinar la coreografía de la competencia, solo porque me puse nerviosa al ver esa cara entre el público. Su cara. He llegado a pensar que el idiota tiene alguna brujería extraña o me hizo vudú, pues yo jamás veo a nadie entre el público mientras estoy bailando, pero él siempre brilla entre la multitud cual vampiro de Crepúsculo en la playa.
Verlo me puso tan nerviosa que olvidé la coreografía y luego sentí un mareo que finalmente terminó en desmayo. Pudo ser debido a lo inesperado de la situación, o a que ya me había hecho a la idea de que no lo volvería a ver nunca más. Pudo haber sido por lo otro también, nunca lo sabré.
Trato de no pensar en eso y me digo para mí "Hay que ponerle una sonrisa al día, tal como lo has hecho en los peores momentos".
—¿En qué piensas, Lore?
—Nada... —La miro fijamente y ella nota en seguida que en realidad quiero decir algo más—. Solo que si hoy no ganamos, tendré muchas personas odiándome por el resto de mi vida.
—No puedes culparte por eso toda la vida, amiga. A cualquiera le pudo pasar. Has tenido que enfrentar muchas cosas a la vez y además no te has sentido bien de salud. Debemos agradecer que no te lastimaste y prepararnos más para el año siguiente—. La sonrisa con la que me dice todo esto hace que la tristeza de mi corazón desaparezca un poquito y dé paso a una alegría muy intensa e inesperada.
—Debí haberle dicho a Juan que no me sentía bien, tal vez me habría reemplazado con alguna bailarina...
—En serio, Lore. Deja de echarte la culpa... —Empieza a guardar en el bolso el bronceador, unas gafas de sol y nuestras salidas de baño—. Mira, el bronceado que nos ha dado el sol de Miami por lo menos será algo que podremos presumir. Tómame una foto, bueno, muchas fotos y vamos a recordar esta experiencia por las cosas buenas, más que por lo que no logramos.
Su comentario me hace reír y asiento con la cabeza. Nos quedamos unos minutos haciendo uso de nuestra creatividad fotográfica e improvisamos una sesión. Bajo la mirada de unos cuantos turistas que van pasando, grabamos este momento en nuestros celulares y nuestra memoria.
Después de un rápido almuerzo en el buffet del hotel, volvemos a nuestra habitación para quitarnos el medio kilo de arena que traemos en nuestros vestidos de baño y arreglarnos para la premiación. Tenemos poco más de media hora para bañarnos, ponernos de nuevo nuestros trajes de baile, peinarnos y maquillarnos, y somos una maraña de nervios e impaciencia.
Estamos listas más rápido de lo que nunca hemos sido capaces de arreglarnos y bajamos al punto de reunión de nuestros compañeros, dejando el cuarto hecho un desastre.
—¡Loreta, Luisa! ¡¿Dónde estaban metidas?! Son las últimas en llegar, ¡como siempre! —Los gritos histéricos de Juan hacen que varias personas ajenas a nuestro grupo volteen a mirarlo.
—¡Perdón, perdón! —decimos al unísono.
—Probablemente se demoraron tratando de que te entre el traje para disimular la panza... —susurra junto a mí la venenosa Marcela López.
—Amiga, ignórala. Solo quiere provocarte... —Lu trata de que me controle y no haga caso a sus palabras cargadas de odio y envidia.
Respiro profundo y tomo a Luisa del brazo para ubicarnos en otro lado. Es lo más maduro y sabio que he hecho en la vida, me siento orgullosa de mí. Bueno, tal vez exagero algo, pero en otros tiempo le habría contestado algo igual de sarcástico, e incluso habría sido capaz de bajarle la parte inferior de su traje y dejarla expuesta ahí mismo, por segunda vez.
Pero no, tengo que madurar, tengo que ser mejor persona de ahora en adelante. Debo convertirme en todo un ejemplo a seguir.
Por los altavoces del hotel oímos el llamado de todas las compañías de baile al salón principal para la premiación que tanto ansiamos y con la que muchos hemos soñado desde que éramos niños.
Seguidos por Juan, nos dirigimos hacia nuestros lugares y vemos a las demás compañías de baile y competidores hacer lo mismo. Se ven igual o más nerviosos que el primer día que tuvieron que bailar. Por suerte mis náuseas nerviosas están controladas, ir a la playa a relajarme resultó ser muy útil.
Después de los actos de protocolo, el agradecimiento de los organizadores y un show organizado por la compañía campeona del año pasado, todas las parejas que participaron en diferentes categorías suben al escenario y se acomodan donde les indican los de logística.
Camilo toma mi mano y se acerca a mi oído mientras subimos las escaleras de la plataforma.
—Espero que tu estúpido embarazo no nos haya arruinado a nosotros también —dice con un tono de voz lleno de rabia.
—No estoy embarazada —aseguro con igual molestia.
Resopla sin mirarme y nos acomodamos en el escenario. Trato de ignorar su actitud y me concentro en no vomitar; bonita hora en la que aparecen otra vez las náuseas.
El presentador empieza a anunciar a los diferentes ganadores de la variedad de categorías y al ver a las parejas brincando dichosas y reclamando sus trofeos y medallas, me pregunto si será algo que yo también experimentaré. El baile en pareja nos salió muy bien, eso me da algo de tranquilidad, pero ya no estoy segura de nada. Mi vida en este momento tiene tanto caos que me cuesta trabajo pensar que esto no se arruinará como todo lo demás.
—And now, ladies and gentlemen, the third place in Professional Salsa Showcase On1 are... —El momento de premiar nuestra categoría de baile en parejas ha llegado y mis náuseas se incrementan. Nunca en mi vida he estado tan nerviosa.
El tercer y segundo lugar son premiados y Camilo aprieta mi mano con fuerza cuando el locutor comienza a anunciar a los campeones.
—And the Professional Salsa Showcase On1 champions are... —Hace una pausa que me parece eterna— ...¡Loreta Lara and Camilo Ruiz!
Al escuchar nuestros nombres, brincamos como locos y nos abrazamos, dejando de lado nuestras diferencias y el estúpido comentario que hizo hace un rato. Nos entregan un trofeo y un ramo de flores, y regresamos al lugar que ocupábamos hace un momento.
—Si es niña, deberías ponerle Miami —susurra Camilo en mi oído arruinando un poco el momento.
Que agradezca que estoy tan feliz por haber ganado, si no le pondría el trofeo de sombrero y lo haría comer flores.
—Y a ti debieron haberte puesto Camila... —No sé ni qué estoy diciendo pero él suelta una risa y me abraza con cariño. Más bipolar no puede ser.
Tanta alegría no podía durar tanto. Todos me miran con un odio atroz cuando llaman a los nuevos campeones de baile grupal y no somos nosotros. El momento tan confuso y decepcionante pasa rápido por suerte y empezamos a bajar pronto del escenario para dirigirnos a un salón donde hay una fiesta de cierre del mundial.
Yo no estoy de ánimo para socializar con nadie, por lo que opto por irme al cuarto a descansar un rato. Prefiero dormir que aguantar las miradas reprobatorias de mis compañeros, en especial la de Juan. Subo a toda velocidad a mi habitación sin que, al parecer, nadie lo note.
Guardo el trofeo en mi maleta porque en realidad no quiero verlo. Me duele ser la única que tenga algo que celebrar, cuando mis compañeros se van a devolver a Cali con las manos vacías. Abro Spotify en mi celular y pongo música suave. Después de unos minutos me quedo profundamente dormida.
—Lore... Lore... —La voz de Lu vuelve a despertarme.
—¿Sabes que te estás ganando el premio a la peor amiga del mundo? ¡Parece que tu único propósito en la vida fuera no dejarme dormir!
—Lo siento, ¡belleza tropical! Vengo a invitarte a algo muy especial... —exclama entusiasmada y a mí me cuesta un poco seguir su ritmo—. Abajo me encontré con un tío que vive acá en Miami...
—¿Tienes tíos acá? Nunca me dijiste... —interrumpo.
—Es un tío lejano... en fin, me encontré con él y su esposa y nos invitaron a Sebas y a mí a una cena a bordo de su yate. ¡¿Puedes creerlo?! Por cierto, también estás invitada.
Habla tan rápido que no entiendo ni una palabra de lo que dice. Ella lo sabe a la perfección pues me hala de un brazo, me levanta de la cama y empieza a desvestirme.
—Uhu ¿Sabes hace cuánto tiempo no me desvestían? Deberías hacerlo más sexi... —Le hago una mirada seductora para molestarla. Ella se ríe con ironía y me deja ahí parada mientras busca algo en mi maleta.
—¡Este está perfecto! —exclama sacando el vestido amarillo que tenía preparado para celebrar esta noche.
Con cuidado, me va poniendo el vestido como si fuera una niña. Me sienta con suavidad en la cama y empieza a maquillarme. Le digo que no tengo muchas ganas de ir a cenar en un yate en movimiento que puede hacer que regresen mis náuseas, pero ella insiste.
—Tienes que ir, amiga. O te juro que no te vuelvo a hablar nunca en la vida —asegura para dejarme muy en claro que no es un plan del que pueda zafarme así no más.
Sebas, Lu y yo llegamos a la dirección que el tío de Lu le envió al celular, y vemos un hermoso y lujoso yate de tres pisos anclado en el muelle, iluminado por cientos de luces diminutas que le dan un aire muy romántico a la embarcación.
Un hombre vestido con smoking nos recibe muy amable, con dos flores que nos entrega a Lu y a mí mientras nos indica por donde debemos subir.
—Oye Lu —susurro en el oído de mi amiga—, ¿por qué este tío tuyo, que claramente se ve que plata no le falta, no te ayudó a costear el viaje para acá?
—Luego te lo explico —murmura de vuelta con una pícara sonrisa.
Al subir al primer nivel del yate, vemos una mesa servida para dos personas, decorada con flores e iluminación tenue que da una imagen preciosa. Música muy suave y romántica suena en el ambiente, mientras el hombre que nos acompañó hasta acá le pide a Luisa y a Sebas que se sienten en sus lugares.
—¿Y yo? —pregunto asombrada. No puedo creer que Lu me haya invitado y tal vez el tío solo tenía plantes para ellos dos.
—Usted, señorita Loreta, cenará en el tercer piso —dice el hombre del smoking.
—¿Qué? ¿Yo por qué? Preferiría cenar acá con mis amigos...
—Acompáñeme, please —pide el hombre haciendo uso del spanglish tan común de esta zona.
Miro a Lu como pidiéndole que me rescate, pero ella me hace una seña para que le haga caso al hombre y me vaya con él.
Sebas imita el gesto de su novia y ahora entiendo que tal vez no me quieren tener de violinista en la mesa. Probablemente tendré que cenar con el tío de Luisa mientras ellos tienen una cena romántica. ¿Puede terminar peor este día?
Suspiro y solo le pido a Dios que al menos el tipo sea alguien interesante para charlar.
Subo unas escaleras estrechas siguiendo al anfitrión y me mareo un poco. En el tercer piso hay otra mesa para dos personas, decorada de manera similar a la de abajo, pero un poco más grande y con una decoración un poco más lujosa que aquella donde se quedaron mis amigos.
Me siento en uno de los puestos por indicación del hombre, y al cabo de unos minutos siento que mi corazón se va a detener en cualquier momento, o que de hecho ya morí y esto es el cielo. Lo más seguro es que entre Marcela López, Camilo y Juan me asesinaron después de los resultados de hoy.
Dejo de pensar en bobadas y vuelvo al presente, a este increíble presente.
—Hola, Loreta, volvemos a vernos... —dice Marc Anthony besándome la mano con delicadeza y galantería—. ¿Te gusta mi yate?
—No me digas que eres el tío millonario de Luisa, porque la mato por no haberme contado...
Marc suelta una risa fuerte que es muy contagiosa.
—No, no la mates, no soy su tío... solo queríamos darte una sorpresa.
—¡Pues sí que lo han conseguido! —Debo tener un par de corazones en vez de ojos así que trato de componerme un poco y de no hacer una de mis mundialmente famosas metidas de pata.— ¿Te vas a sentar?
Le muestro el lugar vacío en la mesa, pero él niega con la cabeza.
—En realidad yo no cenaré contigo... —dice tan amable como siempre.
—Pero yo sí —le interrumpe una voz que no pensé volver a escuchar.
Cha cha chaaaaan ¿Les gusta la sorpresa de Loreta? Espero sus comentarios ¡les mando un beso enorme!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top