Capítulo 44: Loreta, esto es peligroso

Loreta

¡Este pie me duele como el demonio! Y me temo mucho que va a ser un impedimento en estas vacaciones. ¿En serio se puede tener tan mala suerte en la vida? 

Trato de hacer de tripas corazón y aguantar el dolor de la picadura de medusa, porque esta noche quiero sorprender a mi V por lo grande. Luego de arreglarnos y bajar al lobby, mientras esperamos el taxi me aparto un poco de él para coordinar todo a través de mi celular. Sé que esta sorpresa le encantará, y espero que le ayude en la situación por la que está pasando.

Quiero que vuelva a sentirse el hombre más afortunado del mundo.

El taxi nos recoge y nos¡Este pie me duele como el demonio! Y me temo mucho que va a ser un impedimento en estas vacaciones. ¿En serio se puede tener tan mala suerte en la vida?

Trato de hacer de tripas corazón y aguantar el dolor de la picadura de medusa, porque esta noche quiero sorprender a mi V por lo grande. Luego de arreglarnos y bajar al lobby, mientras esperamos el taxi me aparto un poco de él para coordinar todo a través de mi celular. Sé que esta sorpresa le encantará, y espero que le ayude en la situación por la que está pasando.

Quiero que vuelva a sentirse el hombre más afortunado del mundo.

El taxi nos recoge y nos lleva a nuestro lugar de destino mientras el taxista nos cuenta demasiados datos sobre la ciudad. Supongo que es la forma en la que se gana propinas de los turistas, aunque de mí no va a recibir nada pues no me gusta que los taxistas estén hable que hable. Sin embargo, al terminar el recorrido, Vladimir saca un billete de diez mil pesos y le agradece con amabilidad.

—Tú sí que das buenas propinas... debería comprarme un taxi o montar un negocio donde seas mi único cliente —bromeo.

—Pero a ti te daría las propinas en especie. —Me besa y se me eriza todo.

Siempre que me toca o me habla en ese tono me siento así, es como si nunca hubiéramos liberado la tensión sexual entre nosotros, o como si esa tensión nunca se fuera a acabar. Puedo notar que él se siente igual, y eso incrementa el deseo aún más. Después de la sorpresa que le tengo, lo llevo al hotel, lo desnudo, lo agarro y... mejor no sigo por ahí, al menos no en este momento.

Entramos al restaurante y uno de los meseros nos atiende amablemente. Le doy mi nombre para que revise nuestra reserva y él nos lleva a una mesa en un rincón poco iluminado. Las mesas en esta parte del restaurante están bastante separadas entre sí y todo se siente como en una vibra muy íntima y sensual. La música suave acompaña a la perfección el ambiente y sonrío satisfecha al ver que hice una buena elección.

Nos sentamos en una mesa junto a la ventana desde donde nos llega el suave sonido de las olas y el reflejo del agua hace un bonito paisaje.

El mesero ha traído una entrada de carpaccio de solomillo —según lo que nos ha explicado— y se retira para dejarnos disfrutar de la cena a solas.

—Esto está delicioso, Lore. Me encanta esta sorpresa —asegura V mientras lleva una cucharada a su boca y con la otra mano acaricia la piel de mi brazo.

—Me alegra que te guste —afirmo algo nerviosa. Siento como si fuera nuestra primera cita, aunque ya nos hemos visto muchas veces, hemos salido, hablado y mucho más; no sé por que tengo esta sensación de no querer cometer ningún error. Como si estuviera bajo alguna clase de prueba—. Siento como si esta fuera nuestra primera cita, y quería hacerla especial.

—Tienes razón, así debió ser nuestra primera cita. Perdóname por eso.

—¿Por qué?

—Porque por no hacer caso a mis sentimientos te hice pasar malos ratos. La verdad es que esto que estamos viviendo, yo también lo quería desde hace tiempo, pero a veces puedo ser demasiado gallina.

En definitiva, a Vladimir se le estallaron las pepas. Creo que por primera vez en la vida alguien me ha dejado sin palabras.

—¿Y a qué tenías miedo? —pregunto.

Él lleva otra cucharada a su boca y siento que me tiene en ascuas solo porque es un torturador y quiere verme sufrir. Trato de no presionarlo demasiado, y luego de que traga el bocado empieza a explicarme: —A salir lastimado. Creí que era solo un capricho para ti, y temía que después de que estuviéramos juntos por primera vez te sintieras satisfecha y no quisieras nada más, y eso me lastimaría.

—¿Ya habías comido carpaccio? —Cambio el tema abruptamente porque no sé que contestar a eso. Siempre he sido más de acciones que de palabras, y menos si no estoy preparada para lo que quiero decir.

Me gustaría decirle que me enamoré de él, que puede que haya empezado como un capricho pero que luego me empezó a importar demasiado. Que su vida, su felicidad y su bienestar son una prioridad para mí. Que nunca había sentido nada así y que no necesito a nadie más en mi vida para ser feliz.

Pero las palabras son incapaces de salir de mi boca, así que la lleno de carpaccio.

—Pues no soy muy fan de la carne cruda, pero este en especial está delicioso —responde mirando su plato.

—¿Carne cruda? —¿De qué demonios habla?

—Sí, ¿a ti sí te gustan las cosas crudas?

—¿Cuáles cosas crudas? Nunca he probado nada crudo, ni siquiera sushi.

—Pues hoy la acabas de probar... —dice extrañado, alternando su mirada entre mi plato y yo.

De repente me doy cuenta de lo que me está diciendo y busco la servilleta más cercana, la abro y arrojo todo el contenido de mi boca ahí.

—¡¿Qué?! ¿Esto es carne cruda? Ay no, ay no...

Vladimir ríe con demasiadas ganas y me encantaría pegarle una patada.

—¿En serio no lo sabías?

—¡No! —Estiro de más esa "o" pues no salgo de mi asombro—. ¡Cuando me recomendaron el menú nunca me explicaron que esto era carne cruda! Creí que carpaccio era algún tipo de pescado o algo así, y cuando lo vi pensé que esa era su apariencia cuando lo cocinaban.

Me levanto rápidamente de la mesa y siento que Vladimir me toma de la muñeca y no me deja avanzar.

—¿A dónde vas?

—Pues a buscar al mesero... o mejor dicho, ¡al gerente! No pueden engañar a la gente así...

—Siéntate, por favor. —Me pide levantándose de la mesa, tratando de que me calme—. No creo que lo hayan hecho a propósito, además, ¿tan malo ha estado el carpaccio?

Bueno, en eso tiene razón. La verdad es que la vaca muerta y cruda ha estado deliciosa. Me siento de nuevo y trato de olvidar el incidente, aunque eso sí, no vuelvo a probar la cosa esa. Vladimir se lo termina y luego el mesero trae el plato principal.

La noche transcurre con normalidad. Hablamos de cosas sin importancia y nos reímos, pues no quiero que toquemos nuevamente un tema tan profundo como el que tratamos al inicio de la cena. No proceso bien los sentimientos, y cuando V desnuda así su alma, me siento muy extraña, como si no fuera a mí a quien le dice todas esas cosas.

Antes de que nos traigan el postre, V se levanta un momento para ir al baño. Mientras tanto, verifico en mi celular si la segunda parte de la sorpresa está lista, quiero que todo salga a la perfección.

En las demás mesas de la zona no hay mucha gente. Solo veo a una pareja que habla y ríen demasiado duro, y en otra mesa veo a una mujer que mira directo hacia mí. No sé si le recuerdo a alguien o qué será, pero la mujer no deja de mirarme, hasta que se levanta y sale hacia el baño.

Qué mujer tan extraña.

Pasan unos cuantos minutos y Vladimir regresa con una expresión extraña en su rostro. Se sienta serio de nuevo en la mesa y guarda silencio.

—¿Estás bien? —pregunto preocupada.

—Sí, claro. —Levanta su mirada y deja salir una sonrisa que no alcanza sus ojos—. Pero estoy algo cansado. ¿Podríamos irnos?

Es raro que V se comporte así, sobretodo porque antes de que abandonara la mesa estábamos hablando alegremente.

—¿Podemos esperar el postre? —Le pido, más como para tener tiempo de pensar qué haré a continuación, que porque tenga muchas ganas de comer algo dulce.

El mesero llega muy oportuno con dos helados de vainilla bañados en chocolate caliente y los deja sobre la mesa. Vladimir no dice nada y empieza a comerlo a prisa, como con ansiedad.

No me gusta nada nada.

Yo hago lo mismo con mi helado y los terminamos en silencio. Mientras tanto, llego a la conclusión de que la segunda parte de la sorpresa puede ayudar a V a subir ese ánimo y sacarle la felicidad que tenía antes, de donde quiera que esté. Así que mis planes continúan como si nada. Después de todo, ¿cuándo me ha fallado un plan a mí?

Subimos al taxi en silencio, pues el taxista sabe a la perfección a dónde vamos. Saco de mi bolso una máscara tapa-ojos de esas que se usan para dormir y hacen que no veas nada, y me acerco a Vladimir para ponérselas.

—¿Qué haces? —pregunta un poco asustado.

—Quiero sorprenderte de verdad —digo con mi mejor sonrisa, tratando de relajar un poco el ambiente porque se siente muy pesado.

Él se deja poner la máscara pero sigue sin sonreír. No me preocupo mucho por ahora, porque sé que todo cambiará cuando lleguemos a nuestro destino.

Seguimos andando un par de cuadras más, hasta que el taxista se detiene y anuncia que hemos llegado. Me bajo yo primero y doy la vuelta al carro. Abro la puerta y ayudo a Vladimir a bajar. Él trata de no tropezarse con nada, lo que me indica que no está viendo en absoluto.

—¿Qué es esto, Lore? —pregunta con un tono que empieza a escucharse divertido y sé que esto va a salir de película. ¡Definitivamente soy Einstein en femenino!

Vladimir camina tomado de mi mano y algunas personas nos miran sorprendidas. Para llegar a donde vamos tenemos que atravesar un centro comercial, así que nos hacemos campo entre la gente, hasta que siento un jalón en la mano y me doy cuenta de que Vladimir se ha quedado retrasado.

Cuando miro hacia abajo, veo que hay una niña pequeña que se soba la cabeza y llora desconsolada buscando a su mamá.

—¿Qué pasa, Loreta? —pregunta Vladimir angustiado, a punto de quitarse el tapa-ojos que alcanzo a detener para que no se dañe la sorpresa.

—No te preocupes, te tropezaste con algo...

—¿Fue un niño, verdad? Loreta, esto es peligroso... —Lleva otra vez sus manos a la máscara y yo vuelvo a detenerlo.

—¡No, no, no! No te tropezaste con ningún niño.. Ah, no te preocupes que ya estamos llegando.

Trato de que le reste importancia al incidente y acelero el paso para llegar lo más pronto posible a su sorpresa. Cuando al fin nos paramos en el lugar indicado le pido que se destape los ojos.

—¡SORPRESA NÚMERO DOS! 

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