Capítulo 42: ¿Yo qué culpa tengo de tener una novia como Loreta?

Loreta

Conseguir tiquetes de avión baratos requirió quedarme despierta hasta la madrugada, arreglando el apartamento a media noche o llegando después de bailar para pasar horas en las páginas de viajes económicos y así comprar tiquetes, hospedaje y planes para algún destino al que mi bolsillo pudiera acceder.

Ese será el regalo de cumpleaños de V: un viaje a Santa Marta. Confieso que me habría gustado sorprenderlo con una playa un poco más exótica, pero el millonario es él, no yo. Gasté casi todos mis ahorros planeando cinco días en la ciudad de Carlos Vives, pero sé que valdrá la pena. Estoy muy emocionada.

Tan emocionada que en lo que más gasté dinero fue en vestidos y salidas de baño, además de otras prendas en miniatura que sé que a V le encantarán. Cada centavo fue bien invertido.

Aunque la parte más difícil de todo mi plan fue que Pablo consiguiera una copia de la llave del apartamento de Vladimir. Él estuvo muy gustoso de participar en esta sorpresa, pero cuando le dije que lo único que tenía que hacer era conseguirme una copia de la llave, casi me mata. Fue muy reiterativo en que V es muy quisquilloso con su seguridad y privacidad y me insistió en que se la pidiera yo, pero ni loca le pido a Vladimir una llave, no sé por qué tengo el presentimiento de que eso lo espantaría y que solo le podría pedir una el día que nos casáramos. Y eso...

Pablo me tenía algo nerviosa al inicio de semana porque no me había traído la llave hasta el día de hoy, que por cierto no me quiso decir cómo la había conseguido, pero supongo que entre mejores amigos conocen ciertos trucos que es mejor que las novias no sepan.

Miro la llave por última vez, pensando en todo el poder que tengo en mis manos, pero me prometo a mí misma que solo la utilizaré en pro de la sorpresa de cumpleaños, aunque estoy pensando muy en serio si entregársela algún día. No sé, tal vez en un tiempo terminemos y yo tenga ganas de ir a revisar que no haya un escape de gas en su casa, o... revisar que a alguna de sus conquistas no se le haya quedado ropa interior por ahí regada; sé lo mucho que detesta el desorden.

No pensaré más en posibilidades, me concentraré únicamente en poner el despertador temprano para ir a su casa y empezar con mi plan.

El despertador suena dos veces, hasta que a la tercera me pongo en pie con cariño a apagarlo, pues por primera vez en mi vida, hoy sí quiero levantarme temprano. Solo por eso el aparato no termina estrellado contra la pared y regado en pedazos por el suelo. Creo que si hicieran despertadores más fuertes podría ahorrar muchísimo dinero y no habría tenido que pasar tantos trabajos para conseguir unas vacaciones que se ajustaran a mi bolsillo.

Me baño sin perder tiempo, me visto con ropa cómoda como para viajar, desayuno muy poco y saco mis maletas. Voy a la nevera y tomo el postre de tres leches que compré anoche. Al llegar al apartamento de Vladimir, me cuesta un poco convencer al portero de que no soy una novia psicópata stalkeadora y que solo quiero darle una sorpresa por su cumpleaños. Tengo que hacer uso de mi mejor mirada de Gato con botas hasta que el hombre cede y me deja seguir.

Vladimir ha salido hace diez minutos. Todo va de acuerdo al plan. Dejo mi maleta en la portería y subo lo más rápido que puedo, tratando de que el postre sobreviva a mi afán y mis nervios.

Tengo solo quince minutos para decorarle un poco el apartamento y alistarle la maleta. El taxi que ya contraté está esperando que le confirme para venir a recogernos. Llego al apartamento de V y dejo el postre en el suelo. Busco la llave en mi bolsillo, pero no la encuentro. Empiezo a sentir un ligero ataque cardiaco, pues no puedo creer que la llave no esté. Decido dejar de perder el tiempo y correr a la portería a buscarla en la maleta, pero olvido por completo el postre y cuando volteo, lo aplasto con mi pie.

«¡No puedo ser tan torpe, maldita sea!»

Levanto la plasta de postre del suelo y lo reviso. Bueno, se ve como si ya hubiera sido comido y devuelto, pero creo que aún será posible disfrutar de él. Cuando regreso al ascensor, siento vibrar mi celular y al sacarlo de mi bolsillo noto que cae una llave al piso. Me siento idiota por haber olvidado que había guardado las dos cosas juntas para no olvidarlas. Veo un mensaje de nuevo en mi teléfono:

Pablo:

¿Cómo va todo? Ya casi vamos para allá.

«¿Qué? No, no, no...»

Regreso a la puerta del apartamento y procedo a abrirlo rápidamente. Dejo el postre sobre la mesa del comedor y salgo corriendo a la habitación de Vladimir. Según Pablo, guarda sus maletas debajo de la cama, así que al ingresar al cuarto es lo primero que voy a buscar. Saco una maleta grande y procedo a revisar sus cajones. Tomo un par de pantalonetas, bóxers, algunas camisetas y una toalla y lo embuto todo en la maleta.

Sé que no es la mejor forma de empacar, pero tengo poquísimo tiempo así que por ahora tendrá que irse todo así. Recuerdo que hay que empacarle cosas de aseo personal, y voy a su baño y meto en una bolsa el cepillo de dientes, la crema de afeitar y el desodorante. Si algo le falta tendrá que comprarlo en Santa Marta.

Pablo:

LORETA ¿YA? Estamos subiendo al apartamento...

¡Ay no! Pablo es el peor cómplice para este tipo de planes. Llevo la maleta a la sala y a toda velocidad, saco de mi bolsillo una de las bombas que traía para hacerle una decoración y la inflo a la carrera.

Cuando estoy haciéndole el nudo a la bomba, la puerta del apartamento se abre.

—¡SORPRESA! —grito y la bomba se me suelta, desinflándose al rededor de la sala, haciendo un chillido bastante molesto.

Vladimir me mira con cara de desconcierto y Pablo suelta una carcajada.

—¿Qué es esto? —pregunta V con una expresión entre sorprendida y divertida.

—Es tu sorpresa de cumpleaños, pero te juro que en mi mente se veía mucho más bonita. ¡Es culpa de Pablo que no te entretuvo lo suficiente!

—¡Ey! A mí no me culpes por tu escaso talento para decorar... —dice Pablo entre risas.

Vladimir se acerca a mí y con cariño me levanta del suelo, me abraza y me da un apasionado beso.

—Es la mejor fiesta que me han hecho —susurra en mi oído, logrando que se erice toda mi piel.

—Ay, tortolitos, a ver... no coman carne delante de los pobres. —Pablo empieza a caerme mal. Otra vez.

—Dejá la envidia, ¿yo qué culpa tengo de tener una novia como Loreta?

—¿No crees que son demasiadas flores por un postre aplastado y un globo desinflado? —Me río un poco tímida.

—No, no son flores, es la verdad, pero espera... ¿postre aplastado?

Señalo la caja sobre la mesa y las miradas de Pablo y Vladimir caen sobre mí.

—¿Qué le pasó al postre?

—Se atravesó en mi camino y tuve que darle su merecido. ¡Bueno sí, lo dejé en el suelo, no lo vi y lo aplasté!

Ahora ambos se ríen con fuerza. Ignoro sus burlas por completo al recordar que tengo que llamar al taxi. Le mando un mensaje y procedo a la cocina a servirles un buen trozo de postre a cada uno; hay que gastarlo antes de que nos vayamos.

Cuando ya todos estamos terminando de comer, recibo un mensaje de nuestro transporte que nos espera abajo, así que les quito el poco postre que les queda en los platos y los llevo a la cocina.

—¡Oye! ¡Ya pareces mesera en su primer día, llevándote las cosas sin preguntar! —Pablo exagera el tono de su voz para quejarse.

—Ya llegó nuestro transporte. —Me limito a contestarle.

Pablo se levanta de la mesa y se para frente a V.

—Bueno parcero, que tengás un excelente cumpleaños y que te gocés las sorpresas de esta loca... —La última parte es casi un susurro que Pablo suelta abrazando a Vladimir.

Como lo tengo cerca, procedo a darle un suave puñetazo en el brazo. Él se queja exagerando, como siempre, y luego se acerca a Vladimir para darle un fuerte abrazo.

Cuando Pablo se va, voy a coger la maleta de V para salir, pero él se para frente a mí y me besa con mucha pasión. El contacto de sus labios tibios provoca que vengan un sin fin de ideas a mi cabeza, pero con toda la fuerza de voluntad que tengo, decido separarme de él.

—Ya nos está esperando el taxi... y si no salimos ya... —Siento de nuevo sus labios sobre los míos, pero yo sigo separándome. No quiero que nos deje el avión—. Para, o no podré darte tu sorpresa.

—No creo que haya nada mejor que esto... pero te dejaré sorprenderme. ¿Y esa maleta?

—Es parte de tu sorpresa —digo juguetona.

Él no pregunta nada más, pero no deja que yo coja la maleta. La toma él y me mira sonriente.

—Solo tengo una pregunta. —Voltea a ver por toda la sala—. ¿Qué hiciste con Ebisu?

—Está en buenas manos, lo dejé con Luisa y Sebas en nuestro apartamento.

—Ay, Dios...

Lo miro interrogante y él mueve la cabeza de lado a lado escondiendo una risa. Espero que Ebisu se comporte con la gente que no conoce, porque de lo contrario Luisa me mata. Por ahora no me preocuparé por eso, solo me concentraré en darle a Vladimir el viaje más inolvidable de su vida y el mejor cumpleaños.

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