Capítulo 41: Me dicen Vlad, el milagroso
Vladimir
—¿Qué vamos a hacer con tu gato, el depravado?
El comentario de Loreta me hace reír.
—Pues primero, agradecerle que solo trató de participar ¡¿te imaginas que le hubiera dado por aruñar más abajo?! —exclamo y ambos soltamos la carcajada imaginando la escena, aunque pensándolo bien no debería darme risa sino terror.
—Tienes razón, igual querer participar no estuvo muy divertido... —Loreta hace un gesto de asco exagerado.
—Creo que tendremos que llevarlo a terapia... con todo eso que vio...
—¡Ja! No creo que fuera el primer porno en vivo que vio —dice Loreta mirándome con picardía.
—Te juro que la inocencia de ese gato no conoce límites.
Loreta me mira entrecerrando los ojos como sospechando de mis palabras.
—¿Seguro? ¿Y las otras mujeres qué? ¡No me vayas a decir ahora que soy la primera! —diciendo esto, suelta una fuerte y sonora risa.
—Eres la primera con la que lo hago en mi apartamento. Además... —Guardo silencio un momento, pensando muy bien en las palabras que escogeré a continuación, pero finalmente, me lanzo— Eres mi primera novia.
Los ojos de Loreta brillan como si fuera una caricatura. Yo me siento un poco raro al decirlo, pero al final, después de tantas vueltas que le di, me doy cuenta de que no es tan grave como pensé.
—¿Y quién te dijo que eres mi novio? —dice exagerando su neutralidad inexistente.
—Ah pues no sé, yo escuché esa palabra en la comisaría así que lo asumí...
—¡Ah, pero eso solo lo dije para poder entrar a rescatarte! —Sonríe.
—¡Ja! Pues qué brillante plan, al menos pudimos compartir la celda...
Nos reímos fuerte y Ebisu maulla molesto. El gato se levanta del suelo del balcón y vuelve a la sala.
—¿Ves? ¡El pobre quedó traumatizado! —exclama Loreta entre risas— Hasta se molestó con nuestra conversación.
—Creo que lo que le molesta es el sol... ¿A ti no te molesta? —pregunto mirando hacia el cielo, pues aquí en el balcón se siente todo el sol de las once de la mañana con fuerza.
—No, para nada, si el sol es lo mejor, me llena de energía; pero tienes razón, a tu traumatizado gato parece que no le gusta.
Loreta estira sus brazos hacia arriba como desperezándose, y su camiseta se levanta dejando a la vista su delgado y tonificado abdomen. Algo dentro de mi sudadera se despierta otra vez y me sorprendo de mi poco autocontrol.
—¿Y qué te parece si traumatizamos también a los vecinos? —insinúo sentándome frente a ella en su silla asoleadora y abrazándola para darle pequeños besos en su cuello.
Loreta suspira y se mueve un poco debajo de mí.
—No sé si nuestra relación esté tan avanzada como para empezar a traumatizar gente...
Me dan ganas de reír pero lo supero pues mis manos no pueden controlarse y voy directamente a sus pechos.
—En serio V... no estoy lista para darle un show a tus vecinos... —insiste.
No me empuja para tratar de separarme, pero con lo que dice es obvio que no se siente cómoda haciendo el amor en el balcón, así que será mejor que me controle. Me separo de ella y le organizo su camiseta, así como trato de poner en orden todo de mi cintura para abajo.
—¿Quieres más limonada? —pregunto para poner un poco de calma a la situación. Ella también se acomoda y asiente con la cabeza.
Recojo los vasos que están al lado de nuestras sillas y los llevo hasta la cocina. Estoy buscando algo para picar cuando siento unos brazos que me rodean desde atrás.
—No querer hacer show gratis no quiere decir que no se puedan hacer otras cosas... —sonríe muy sensualmente y me giro para quedar frente a ella.
Loreta se estira un poco para acortar nuestra diferencia de estatura y alcanza mis labios para besarlos con pasión. Le sigo el juego y llevo mis manos hasta su espalda, buscando su piel voy debajo de su camiseta y reparto caricias por todos lados. El beso sube de tono y en un acto impulsivo, la levanto para sentarla sobre el mesón de la cocina, con tan mala suerte que fallo el cálculo y golpeo a Loreta en el coxis con el filo de mármol.
—¡Auch! —grita y el gesto de dolor que hace logra que todo en mí se calme y entre en un estado de preocupación.
—¡Lore, perdón! ¡Qué idiota soy, no calculé bien! —La llevo cargada hasta el sofá y ella se recuesta con la mano en sus ojos, tratando de no quejarse del dolor.
—Tranquilo... no me duele... tanto...
—Un golpe ahí es peligroso, voy a llamar a un doctor...
—¡No! No te preocupes, no estoy tan... mal... —Sus palabras entre cortadas me demuestran lo contrario y empiezo a preocuparme.
—¿Estás segura? Yo preferiría que te viera un médico, puedes necesitar radiografías...
Loreta se sienta y respira profundo varias veces. Luego me sonríe dulcemente y pone su mano en mi mejilla.
—No te preocupes, ya me siento bien. ¡Hasta podría irme ya mismo para el mundial de salsa!
Por ahora no insistiré más con el tema, pero la mantendré en observación por si se vuelve a quejar del dolor.
—Hablando del tema, ¿cuándo viajas?
—En un mes exacto ¿vas a acompañarme? —Sus ojos brillan cuando me hace esa pregunta.
—Mmm, no lo sé... tendré que pedir permiso en el trabajo...
Loreta se rie y me encanta verla así, espero que de verdad el dolor se le haya quitado.
—Pues pide permiso y viajemos los dos... —dice muy dulcemente rodeándome con sus brazos.
No soy capaz de decir una palabra más, lo único que se me ocurre es llevar mis labios a los suyos y besarla tan apasionadamente como nos encanta.
El bar tiene un tráfico suave, estamos en temporada baja y además es jueves, esto se ve mucho más movido los fines de semana. Pablo nota mi llegada de inmediato y me hace un gesto con alegría. Me siento en la barra y espero a que se desocupe con otros clientes para pedirle mi bebida favorita.
—¡Parcero! ¡¿A qué virgen tengo que rezarle por este milagrito?! —exclama mi amigo con entusiasmo, después de que ha atendido a los demás clientes.
—Me dicen Vlad, el milagroso, vos sabés...
—Ja, ja —dice con ironía— Lo de siempre ¿cierto?
Toma un vaso y empieza a servir whiskey mientras asiento con la cabeza. Me pasa el vaso y doy un sorbo. Hace mucho tiempo no venía al bar ni me tomaba un trago; me sabe a gloria.
—Bueno, ¿y qué me contás? Tenés algo diferente... —Pablo me mira entrecerrando los ojos, como analizando mi cara.
—Pues no mucho... —Me limito a decir.
—Hace tiempo no venías, me imaginé que te habías ido de viaje.
—No, he estado acá todo el tiempo, solo que... algo ocupado.
—¿En qué?
Tomo otro sorbo y me preparo para la ola de bullying que viene a continuación.
—Estoy saliendo con Loreta... —digo suavemente, casi más para mí mismo que para que mi amigo lo escuche.
—Ah, qué bien... Espera, ¿qué? —Acerca su oreja haciendo una señal de que no escuchó nada.
—Que estoy saliendo con Loreta.
—¡Por fin! —exclama efusivamente y comienza a aplaudir —Wow. Eso no me lo esperaba, pero contame ¿cómo así que saliendo? ¿Para vos qué es salir?
—Es mi novia —suelto sin alargar más la tortura.
Pablo se lleva una mano al corazón y empieza a hacer muecas como si el pecho le doliera. De repente empieza a caer detrás de la barra, haciendo como si le estuviera dando un paro cardiaco.
—Dejá de ser payaso... —Le digo y doy otro sorbo a mi whiskey.
Se queda un momento debajo de la barra y no alcanzo a verlo, pero luego se levanta rápidamente al escuchar que un cliente lo llama para pedirle una nueva bebida. Le sirve su trago y regresa conmigo.
—¡Qué me parta un rayo y me cosa una modista! No.te.lo.puedo.creer... —dice separando cada palabra.
—Ay, ya, en serio, ya estás viejo para tanta payasada.
Mi amigo se aclara la garganta y hace ademán de tomar una posición seria.
—Bueno, y contame, ¿cómo te sentís?
Su pregunta me hace reflexionar. ¿Cómo me siento? Pues la verdad desde que acepté mis sentimientos por Loreta, siento como una libertad, como un peso que me quité de encima yo mismo. Desde que estuvimos juntos y cada segundo que paso con ella, me siento completo. Siento que tengo una familia.
—Feliz —aseguro sonriendo.
—Y se te nota, parcero.
Pablo va a servir un par de tragos a una pareja que llega demasiado alegre a la barra. Lo entretienen un rato y yo aprovecho para terminar mi bebida. Falta media hora para que el show de Loreta empiece, y como siempre, voy a ir a verla. Solo que esta vez, la veré con otros ojos.
Espero a que Pablo regrese para despedirme de él y pagarle el trago, cuando noto que un hombre vestido informal se sienta a mi lado. De vez en cuando mira de reojo hacia mi dirección y luego regresa la vista a su celular. No sé por qué pero me incomoda, siento que está siguiéndome.
—¿Le sirvo otro, hombre enamorado? —Me pregunta Pablo y noto que el hombre a mi lado vuelve a mirarme.
—No gracias, ya va a empezar el show de Loreta.
—Ni te preguntaré si no te cansás de verla, porque es obvio que no.
Sonrío y le pago el whiskey. Salgo del bar y voy directo al teatro, que ya empieza a llenarse. Tomo asiento en la tercera fila, pues es el mejor lugar para verla sin que ella pueda verme y ponerse nerviosa. Desde que descubrí que en este puesto no se da cuenta de mi presencia puedo deleitarme con su baile y su belleza todas las noches sin parecer un acosador. Muchas personas llenan ahora el teatro y doy un vistazo a mi alrededor, solo para estirar un poco el cuello, cuando noto que el tipo del bar está en la fila detrás de mí.
En cuanto lo veo, voltea la cabeza y disimula, pero no lo hace nada bien. Las luces se apagan y el show comienza. Los bailarines empiezan a salir a escena y por un instante se me olvida el tipo extraño y me pierdo en los pasos de mi hermosa Loreta.
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