Capítulo 40: ¡Ay no! ¡Ustedes son muy cursis!

Loreta

—¿Así que por eso llegaste tarde? —pregunta Luisa cuando le cuento el incidente de la estación de policía—. A Juan le iba a dar una úlcera y calvicie prematura...

—Ay, lo sé, luego del ensayo me habló... bueno, en realidad me regañó, gritó y cantaleteó hasta que le expliqué lo que había pasado. Al principio no me creyó mucho, pero el muy idiota me pidió hablar con Vladimir.

—¿Cómo si fuera tu papá? Tienes razón, qué idiota.

—Pues sí, pero al menos me salvé de una sanción —aseguro aliviada.

—Tienes razón. Aunque a mí me habría dado vergüenza... con Vladimir, digo.

—¡¿Y crees que no me dio?! —exclamo indignada mientras tomo la última cucharada de mi cereal con granola—. Pero ya pasó. Ahora lo importante es que necesito que me ayudes a organizar algo para el cumpleaños de Vladimir, que es el próximo sábado.

—¡Aw, su primer cumpleaños juntos! —menciona mi amiga con su cara más "emoji-de-corazones-en-los-ojos" que le conozco. Mientras, yo ruedo los míos.

—Sí, y no sé qué hacerle, pero quiero que sea algo especial —digo tratando de mantener el nivel de cursilería de Lu al mínimo nivel.

—¿Y qué has pensado? —Por suerte, mi plan de contención de la cursilería funciona.

—Bueno, pues mientras estuve encarcelada tuve tiempo de pensar en varias opciones...

Luisa suelta una sonora carcajada.

—Ay, Lore, quien te oiga diría que eres una peligrosa convicta... No, pues, ¡Prision Break!

Ambas reímos ante la referencia.

—¿Y entonces? ¿Cómo le llamas a estar en una celda encerrada? Así solo haya sido una hora... ¡estuve encarcelada!

—Ay, bueno sí, Loreta la convicta —dice mi amiga entre risas—, pero no nos desviemos del tema importante. ¿Qué pensaste para su cumpleaños?

—Bueno, tengo tres opciones por ahora: primero, meterme a clases de pole dance y hacerle un baile sexual; segundo, saltarme lo de las clases pues ya no hay tiempo y simplemente prepararle un baile bien sexi; y tercero, ir más hacia lo convencional y prepararle una cena... desnuda.

—¿Por qué solo se te ocurren cosas sexuales? ¡Dios, pareces una adicta al sexo!

Estallamos en carcajadas por unos buenos minutos hasta que la barriga empieza a dolerme.

—Pues ¿qué quieres que haga? Es a la única persona que le puedo regalar esas cosas...

—Sí, pero es al que menos deberías regalarle eso.

¿Qué? O soy peor novia de lo que creí, o Luisa lo es.

—¡Explícate, mujer!

—Mira... —Comienza Lu, poniéndose muy seria—. Todas esas cosas sexuales están muy bien, y estoy segura que a él le encantarían...

—¿Ves? ¡Es un plan brillante!

—¡No me interrumpas! —Mi amiga se hace la molesta, aunque la verdad creo que sí lo está—. Aunque sé que a Vladimir le encantaría algo sexual, repito, creo que deberías dejar eso para después, y de todas formas hacer algo más convencional.

—¿Qué? ¿Y desde cuando tú tan aburrida? —Encojo mis hombros y hago pucheros pues en definitiva quiero algo sexual.

—Amiga, ¿qué tan lejos quieres llegar con él como pareja? —La miro sin comprender mucho de qué me está hablando, ella continúa—. ¿Quieres un par de revolcadas no más, o te gustaría que fuera una relación estable a largo plazo?

Lo pienso por un momento. ¿Qué quiero con Vladimir? Nunca me lo había planteado y supuse que algún día lo haría, pero no ahora, no cuando a penas nos hemos acostado un par de veces. Aunque, bueno, ya hasta compartimos celda juntos.

—No sé... estoy dejando que lo que tenga que ser, sea —aseguro.

—Eso está bien, ¿pero no te gustaría que Vladimir y tú compartieran un amor como el que nos tenemos Sebas y yo?

—¡Ay no! ¡Ustedes son muy cursis!

Mi amiga toma un cojín del sofá y lo lanza con fuerza hacia mi cara, mientras nos reímos con ganas.

—¡Oye! —grito—. Hablando en serio, creo que estoy entendiendo a lo que quieres llegar.

No es necesaria la cantaleta, así que le sigo la corriente antes de que se encarnice hablando del amor el resto de la mañana.

—Bueno, entonces si lo que quieres es ir "construyendo" algo bonito, lo que te recomiendo es que pienses en un detalle que a Vladimir le pueda gustar, más allá de tu cuerpo, obvio.

¿Algo que a Vladimir le pueda gustar? ¿Fichas para el casino? No se me ocurre nada más. Lu y yo terminamos nuestra charla y ella se baña pues tiene que salir a hacer unas diligencias. No quiso que yo la acompañara —a las diligencias, no en el baño, iugh— así que me quedo tirada en el sofá haciendo zapping mientras pienso en nuestra conversación.

La verdad es que no conozco tanto a Vladimir en lo personal como para saber qué le gustaría de cumpleaños. Solo sé que no tiene familia, no tiene amigos, no tiene trabajo —a pesar de lo que él diga, pasarse todo el día apostando en un casino no es un verdadero trabajo— y no tiene hobbies.

Creo que lo primero que tengo que hacer es encargarme de todas esas cosas que no sé de él y debo conocer un poquito más.

Vladimir:

Hola nena ¿qué haces? Espero que pienses en mí.

Su mensaje interrumpe mis pensamientos y me hace sonreír.

Loreta:

Era justo lo que estaba haciendo.

Vladimir:

¿Ah sí? ¿Y eso?

Loreta:

Es algo que hago muy a menudo.

No sé por qué sonrío como una idiota al escribirle eso.

Vladimir:

¡Qué casualidad! Yo también pienso mucho en ti... Debemos haber contraído algún virus en la cárcel...

Suelto una risa muy sonora.

Loreta:

¡Tienes razón! ¿Y cuál será el tratamiento?

Vladimir:

Que tomes el Uber que te está esperando afuera de tu casa y te vengas ya para acá.

¿Qué? ¿Uber? ¿Será en serio?

Me asomo a la ventana y efectivamente veo un carro azul parqueado frente a la entrada de mi edificio.

Loreta:

¿Queeeeee? ¡Pero ni siquiera me he bañado!

Vladimir:

Pues ven y nos bañamos juntos...

No diré que lo pienso mucho, porque la verdad es que me levanto como impulsada por un resorte y me cambio la pijama —pues no creo que el Uber pueda concentrarse en la carretera con este cortísimo camisón que llevo— por un conjunto deportivo, me cepillo los dientes, me echo algo de agua en la cara, me peino, busco algo de ropa que meto a mi bolso, guardo mi celular y mis llaves, y salgo disparada al vehículo que me está esperando en la entrada.

Vladimir me abre la puerta con una enorme sonrisa, y antes de dejarme pasar, me abraza con fuerza y me da un beso caliente y apasionado que hace que en el interior todo se me revuelque.

—Estás hermosa... —dice cuando nuestros labios se separan.

—¿Qué? —Me miro de arriba a abajo, pues la verdad es que una lycra hasta las rodillas, una camiseta vieja de los Looney Tunes y unas chanclas de la Mujer Maravilla a lo mejor no son lo que uno acostumbra a ver en las pasarelas de Milán.

—Es verdad, nunca te había visto tan bella.

Aunque nunca me pasa, siento que me pongo roja, pero más que ser de vergüenza, es de ganas de tirarlo al suelo y viol... hacerle el amor delicadamente.

¿Y por qué no? ¿Qué me impide ahora tener sexo con él cada vez que quiero? Siguiendo la línea de este pensamiento, mis labios regresan a los suyos y lo empujo con cuidado unos cuantos pasos hasta que llegamos al sofá. Sin soltarlo, lo presiono con mis manos en su pecho hasta que cae sentado en el mueble y escuchamos un ladrido.

Romano es aplastado por Vladimir, quien se levanta un poco para que el animal se quite, pero no pasa nada. El perro no se mueve y Vladimir grita su nombre para que se baje, pero él da una vuelta y se acomoda aún más.

—No importa, déjalo. —Río por lo bajo y halo de su camiseta hasta llevarlo a un sillón que, aunque no es tan grande y cómodo como el sofá, también nos va a funcionar.

Vladimir se sienta y hala de mis Looney Tunes hasta que me acomodo sobre él. Besa delicioso. Suavemente sube sus manos por entre mi camiseta, primero por la espalda y luego hasta llegar a mis senos, que acaricia con un masaje delicado que se convierte en pequeños pellizcos a mis pezones.

Dejo salir un gemido y llevo mis manos a su pecho, tratando de acariciarlo como él lo hace conmigo. Bajo mis manos por sus abdominales marcados y una de ellas entra en su sudadera y luego en sus bóxers.

Con mis manos lo acaricio y lo muevo mientras veo cómo le encanta lo que le hago. Vladimir me quita la camiseta y lleva sus labios a mis pechos, lo que me hace perder totalmente la concentración en lo que estaba haciendo y lo suelto, llevando mis hombros hacia atrás y arqueando la espalda para que su boca tenga más acceso a mis senos. ¡Este hombre sabe lo que hace!

Ya sin poder más con las ansias de llegar mucho más allá, me levanto de su regazo y procedo a quitarle toda la ropa. Él hace lo mismo con la mía, en un solo movimiento. Voy a volver a mi anterior posición pero él me detiene un momento y toma su sudadera. Saca un condón del bolsillo y me mira con mucho deseo.

—¿Me lo pondrías como el otro día? —dice con una mirada pícara, y me encanta.

Abro el envoltorio del condón con cuidado, lo pongo entre mis labios y me agacho para quedar frente a él. Se lo pongo utilizando solo mis boca y noto que eso lo excita mucho, pues gime y palpita dentro de mí.

Me subo de nuevo sobre él quien se mueve de arriba hacia abajo para masajearme y es lo más delicioso que puedo imaginar en la vida.

Mientras estamos así, compartiendo y dándonos mutuamente un placer que es casi indescriptible, veo su cara por momento y eso aumenta mucho más mi excitación.

Me encanta ver a los hombres a la cara durante el sexo, su placer es el mejor piropo de la vida. Pero ver a Vladimir, gimiendo y arrugando su frente por mí, es mucho más de lo que pude imaginar esa primera noche en que le ofrecí subir a mi apartamento y me rechazó.

Por fortuna tanta espera valió la pena.

Vladimir me toma por la cadera y me empuja con un poco de fuerza para que me retire. Me pongo de pie y me empuja hasta dejarme sentada en el sillón. Se arrodilla frente a mí y comienza a besar mis pantorrillas. Sus besos van subiendo hasta mis muslos y luego separa un poco mis piernas y lleva sus labios mucho más arriba, donde me alcanza un placer al que creo que no podría acostumbrarme nunca.

De repente, oímos un maullido del gato y esto hace que pierda mi concentración por un momento, aunque Vladimir sigue muy aplicado en su tarea.

—Oye... ¿No te importa que el gato nos vea? —pregunto, pues al abrir los ojos veo la mirada de Romano muy concentrada en lo que estamos haciendo.

Vladimir no dice nada pero mueve la cabeza de un lado a otro y sigue dándome placer, aunque con la mirada atenta del animal no me puedo concentrar y ya no es lo mismo de antes.

Vladimir lo nota y se levanta, sube hasta mi cuello y siento mi aroma en sus labios.

—A mí no me importa, es solo un animal, pero si te incomoda podemos ir a mi habita...

Lo interrumpo atrapando sus labios con mi boca. La verdad es que tiene razón, es solo un animal, no creo que entienda mucho lo que está pasando, y no soy capaz de separarme de este hombre en este momento ni para cambiar de locación.

Lo beso con pasión y me encanta sentir mi sabor.

Vladimir mete su mano detrás de mí y me hala para que me ponga de pie. Me voltea y me subo al sillón dándole la espalda. Él se acomoda y entra en mí desde atrás, haciéndome jadear. Con movimientos precisos y fuertes, me embiste y siento que en cualquier momento todo terminará en una maravillosa explosión.

—Ah... sí...

—¡Ebisu, ay!

Es todo lo que puedo escuchar hasta que noto que se separa de mí y por su grito me doy cuenta de que algo no muy divertido acaba de pasar.


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