Capítulo 34: Creí que con la canción lo tendrías todo claro
Loreta
—¿Qué vas a hacer amiga? —pregunta Luisa sin que yo sea aún capaz de contestar.
—No sé... —respondo insegura.
—Ay, Loreta, a ver —interrumpe mi hermana—, deja la bobada. El tipo que hizo que Marc Anthony te dedicara una canción te está llamando a la zona VIP. ¿Cómo así que no sabes qué hacer? ¡Pues lo único que se hace en estos casos! ¡Ir!
—Creo que es peligroso que vaya así como con ese mensaje tan misterioso —Andrés mete la cucharada.
—Shhhh —Lo callan Luisa y Arabella.
—Creo que es mejor que no nos metamos en esto Andrés —asegura Alfredo.
—Muy sabio, mi amor —comenta Arabella empujando a su novio para que se retire y se lleve al metido de Andrés para otro lado—. ¿Vamos, Luisa?
—Vamos —responde mi amiga y yo me quedo mirándolas sin poder entender a qué se refieren.
Arabella me da la mano y empieza a abrirse campo entre la multitud, molesta ante las quejas de la gente. Luisa va detrás de nosotras, tomando mi otra mano.
La gente protesta, nos empuja, nos aprieta, hasta nos dicen guarradas pero yo ignoro todo lo que pasa a mi alrededor y presto atención solo a esta sensación tan extraña que tengo en el estómago.
¿Algo me habrá caído mal?
Trato de ignorar a mis entrañas y también a mi cabeza, porque sé que no seré capaz de encontrar explicaciones para lo que ha pasado esta noche. ¿En qué momento Vladimir habló con Marc para que hiciera lo de la canción? ¿Esto significa que me ama, a pesar de todas las veces que ha dicho que no puede enamorarse? ¿Estará él en la zona VIP?
Llegamos a la barrera que separa a las dos taquillas y veo muchos guardias de seguridad. Arabella se acerca y le pregunta algo que no alcanzo a escuchar. El hombre la mira y le hace señas de que espere.
—Ya traen a Rafael. Que esperemos aquí —dice mi hermana.
Luisa se acerca a ella y le dice algo que no llega a mis oídos y tanta secreteadera ya me está empezando a cansar.
Un guardia grande y robusto se acerca desde el otro lado de la barrera de seguridad, haciéndonos señas para que nos acerquemos.
—¿Quién de ustedes es Loreta Lara? —La voz grave y profunda del hombre no nos cuesta ningún trabajo escucharla entre tanta algarabía.
—Soy yo —respondo.
—Sígame, señorita.
El hombre corre una de las barreras para que yo pueda pasar. Volteo a ver a mis acompañantes para comprobar que me sigan, pero se quedan quietas en su sitio.
—Tienes que ir tú sola, Lore —dice Luisa—. ¡Luego nos cuentas cómo salió todo!
—¡Tiratele encima, hermana! —me grita Arabella y varias personas voltean a vernos.
Rafael me conduce por toda el área VIP hasta que llegamos a una nueva barrera. La gente en esta zona está un poco más cómoda que nosotros, no se apretujan tanto. Hay varias parejas que incluso están bailando, algunos están besándose; en definitiva las canciones de este hombre hacen que el amor revolotee en el aire.
Atravesamos una zona nueva donde no hay público, pero hay muchos guardias de seguridad, gente de la Cruz Roja, fotógrafos y otras personas que supongo hacen parte de la logística del show. Nadie se percata de nuestra presencia.
Llegamos a un lugar detrás del escenario que tiene una puerta negra con un gran letrero con las palabras: solo PERSONAL AUTORIZADO.
—Aquí es —dice Rafael.
—¿Aquí es qué? —pregunto aún confundida por todo lo que está pasando.
—Aquí la están esperando.
No le pregunto nada más porque sé que si quiero respuestas, tengo que atravesar esa puerta. Rafael saca unas llaves de su bolsillo y abre la puerta para mí. Con una mano me indica que siga, y yo le hago caso.
Todo es muy bonito dentro de este recinto. Veo más personas que revolotean por todos lados mientras yo avanzo lentamente, sin saber muy bien qué hacer o por quién preguntar.
—Hola —dice una voz conocida detrás mío.
Volteo y ahí está él. El apostador con el que hace tanto tiempo no hablaba y que acaba de dedicarme una canción de Marc Anthony delante de miles de espectadores. Una canción que habla de amor.
—Hola —sonrío con timidez.
—¿Te gustó la sorpresa?
¿Cuál de todas? ¿El detalle de la canción, o que haya vuelto a hablarme, o que indirectamente haya acabado de declararse?
—Sí. —Cualquiera de esas sorpresas me gustó. Incluso puedo decir que me gustaron todas.
Sin decir una palabra más, se acerca a mí y me abraza, en un gesto que primero parece fraternal, pero luego acerca sus labios a los míos y me da un beso tan apasionado que es difícil seguirle el ritmo, pero a mí no me va a amedrentar.
Solo nos hemos besado una vez, pero parecemos expertos en el tema. Nuestros labios se acompasan perfectamente, como si hubieran sido fabricados para besarse solo entre ellos.
Cuando nos separamos, hay varias personas mirándonos con sonrisas en sus caras. Vladimir me toma de la mano y me lleva a una pequeña sala que tiene un sofá blanco en donde parece que nadie tiene tiempo para descansar. Se sienta y me invita a que lo haga yo también.
Mi cerebro me agobia con miles de preguntas que no sé por dónde empezar a formular. Nunca me había pasado algo así. O sea, sí se habían enamorado de mí y eso... ni que fuera la más fea; pero nunca nadie había tenido este tipo de detalles conmigo.
—¿En qué piensas? —pregunta mientras pasa su brazo sobre mi cuello, acercándome más a él.
—En todo y en nada... —Hago una pausa tratando de acomodar mis ideas—. No sé qué esperar de ti, Vladimir.
—Creí que con la canción lo tendrías todo claro —susurra, como pensando en voz alta—, pero tienes razón. Estoy muy consciente de lo complicado que soy y lo difícil que debe ser quererme. Yo no sé si tú lo haces, pero solo quería que supieras que aunque traté de negármelo muchas veces...
—No quiero interrumpirlos, pero si me siguen los llevaré al camerino. —Una mujer joven, con unas gafas gigantes pero que se le ven muy bonitas se acerca a nosotros y se para junto al sofá en el que estamos sentados.
—¿Al camerino de quién? —pregunto incrédula.
La mujer se ríe y Vladimir en seguida trata de hacerme entender qué demonios está pasando.
—Marc nos ha invitado a conocerlo. Quiere que lo esperemos en su camerino para saludarnos cuando termine el show.
De repente siento como un calor que me sube hasta la cabeza, el corazón se me acelera y ya ni me acuerdo de qué me estaba hablando Vladimir antes de que nos interrumpieran.
—¿Marc? ¿Marc Anthony? ¿El mejor cantante de salsa? ¿El ex de Jennifer López?
Ambos asienten con la cabeza sin poder evitar la risa.
Mi grito retumba por el backstage y todo el mundo deja de hacer lo que estaba haciendo para voltear a mirarme. Vladimir se tapa la cara incómodo, pero eso no afecta el sonido potente que sale de mis pulmones. La mujer de las gafas se retira tapándose la cara y disimulando, como si quisiera volverse invisible.
—¡Júrame que voy a conocer a Marc Anthony! —le digo a Vladimir brincando en el asiento como una niña pequeña. Me entran unas ganas locas de pararme sobre el sofá y saltar a lo Tom Cruise, pero algo muy dentro de mí me controla, y lo agradezco, pues no quisiera salir expulsada del backstage.
Vladimir no sabe si reírse o retirarse, pero prefiere tratar de calmarme.
—Sí, lo vas a conocer.
—¡No me jodás! ¿Por qué no me habías dicho que lo conocías? ¿Cómo lo conociste?
—En realidad fue hace poco, por casualidad conocí al organizador del concierto en el casino y le pedí que me pusiera en contacto con él para darte esta sorpresa. Y aquí estamos —dice él como si fuera la cosa más natural del mundo.
—¡Ay, Dios mío! ¡Te amo!
De repente todas las personas que antes hacían sus cosas sin mucha preocupación, empiezan a revolotear con ansiedad por el lugar. Vuelan libretas, prendas, y otras cuantas cosas que no alcanzo ni a ver. La gente se grita desesperada; parece el fin del mundo.
—Bueno, señores ¡El concierto acabó! Ya saben cómo es el protocolo —grita un hombre bajito que con ese vozarrón podría reemplazar a un carrito de perifoneo—. ¡Cristian! ¿Trajeron la tabla de quesos? ¿Dónde está el vino?
No sé quién será Cristian, pero por la cara de angustia de todos, parece que fuera el nombre más popular en el sitio. La chica de las gafas se retira de nuestro lado y también entra como en una clase de crisis que la hace salir corriendo.
—¿Por qué estarán todos tan alborotados? —le pregunto a Vladimir en un susurro.
—¿En serio no te imaginas por qué?
Me quedo mirándolo lista para responderle pero justo en ese momento llega un grupo grande de personas y cuando empiezan todos a acomodarse por el espacio, lo veo a él.
—Ya llegó, ¿lista para conocer a tu amor platónico? —pregunta Vladimir tomándome la mano para que nos pongamos de pie y nos acerquemos a Marc.
Nos hacemos espacio por entre la gente, cuando quedamos frente a frente. Un hombre vestido muy elegante se acerca a su oído para hablarle en secreto. Marc cambia su expresión como si acabara de comprender algo y se dirige a nosotros. Bueno, para ser más específica, a mí.
—Hola, Loreta ¿Te gustó la canción que te dedicó Vladimir?
Y hasta aquí llega todo. No sé si primero se puso todo negro o si lo primero que sentí fue el golpe de la cabeza contra lo que creo que es el suelo.
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