Capítulo 33: ¡Loreta, despierta!

Loreta

El transporte público en Cali se volvió caótico desde que centralizaron todo con el berraco "Mío". El calor, el sudor, y hasta el olor en este momento es insoportable; y ya ni el aire acondicionado resiste estas condiciones. En serio, ¿quien fue el brillante publicista que dijo que los desodorantes duraban doce horas? Uf, en Cali no duran ni media. O es que estamos rodeadas de abandonados por Rexona, que se supone que no abandona pero de estas pobres almas salió huyendo despavorido.

Lu y yo vamos apretujadas en el Mío que nos está llevando hacia el estadio. Toda esta incomodidad solo es soportada teniendo en mente que en pocas horas veré de nuevo al amor de mi vida: Marc Anthony.

Hace mucho necesitábamos relajarnos y olvidarnos de tanto drama. Luisa con lo de su mamá, y yo con lo de Vladimir, Alberto y Marcela.

Gracias al cielo lo de Marcela no pasó a mayores, misteriosamente. Cuando fui a reunirme con Juan, ya incluso había enviado curriculum a otras compañías de baile, pues estaba segura de que era una desempleada más. Sin embargo, cuando me reuní con él me dio toda una cháchara sobre lo que hice y que había sido muy bajo, que esas cosas no se hacían y bla, bla, bla; pero al final me dijo que solo me sancionaría reduciendo medio mes de paga pero mi viaje al mundial no se comprometió.

¡Por fin sentí lo que es tener buena suerte!

Hablando de buena suerte, con Vladimir no he vuelto a hablar. Después de la golpiza que le dio a Alberto, le dejé muy claro que no quería que se volviera a meter en mis asuntos. Él trató de defenderse, claro, pero la verdad es que estaba tan molesta que no le di la oportunidad.

Aunque ahora me estoy arrepintiendo un poco; en realidad me hace falta discutir con él, o que esté detrás mío, y en parte Luisa tuvo la culpa de todo lo que pasó, pues no le contó que Alberto me había buscado en son de paz y que solo quería saber sobre mí. Eso lo hablamos el día anterior al mal entendido. Al inicio no le creí nada, obvio, pero poco a poco fue demostrando que lo que dijo era verdad. Entiendo que Vladimir haya sentido la necesidad de protegerme y defenderme, pero nada se debe arreglar a los golpes. Después de todo, esa era la forma en que Alberto arreglaba todo, y yo no quiero que Vladimir se parezca en nada a él.

Saber que mi Marc iba a dar un concierto en Cali, para mí fue como una señal de que era hora de que empezáramos a divertirnos otra vez. Sin pensarlo ni un segundo, usé parte de los ahorros que guardo en mi cuenta para comprar las boletas. No tenía tanto dinero como para comprarlas en VIP, pero no importa, tampoco quedaremos tan lejos de la tarima.

Aunque yo quería estar tan cerca como para que el sudor de Marc me cayera encima, tendré que conformarme con el sudor de otras personas. Bueno, no conformarme, más bien "aguantarme".

Son las tres de la tarde y el sol está muy fuerte. Llegamos al estadio y nos paramos en el último lugar de una fila que parece la entrada al infierno por lo llena que está. Lo bueno es que las puertas las abren a las siete y el concierto empieza a las ocho, por lo que conseguiremos buenos puestos, a pesar de toda la gente que ya se encuentra haciendo fila.

—Y entonces, amiga ¿Tu mamá no se puso toda melodramática porque la dejaste sola para venir al concierto? —le pregunto a Lu.

—Pues sola, sola, no se quedó, recuerda que Valeria está con ella.

—Ah, la enfermera... ¿Es buena, no? —Siempre olvido que mi amiga no hizo caso a mis peticiones, al recibir la ayuda que le brindó Vladimir con lo de la enfermera.

Aunque al principio me molesté, luego la entendí. Primero puse el grito en el cielo porque no quería saber nada de Vladimir en ese momento, pero luego me calmé al recordar lo mucho que ese favor beneficiaría a mi amiga. Menos mal es como mi hermana, porque de lo contrario no le habría vuelto a hablar por traidora.

Más gente sigue llegando a hacer la fila detrás de nosotras. Todos tratan de abanicarse con lo que tengan en la mano pues el calor es insoportable. Unas adolescentes hacen la pantomima de que se encuentran a unas amigas unos puestos más adelante de nosotras y todo el mundo comienza a abuchearlas de inmediato.

—Hey ¡a colarse en el matrimonio de su ex! —les grito con todas mis fuerzas.

—Ay, amiga... —Se ríe Lu.

—¿Qué? Si dejamos meter a todas estas pubertas no vamos a ver a Marc ni con telescopio.

—¡Sí, sí! —corean unas chicas que se encuentran al rededor de nosotras.

La algarabía se calma por un tiempo y me empiezo a morir de la sed.

—¡Agua, chicles, papitas, cigarrillos! Aprovechen ahora que adentro todo es más caro... —vocifera una vendedora ambulante que parece que leyera los pensamientos.

—¿A cómo el agua? —le pregunto, temiendo seriamente su respuesta.

—A tres mil.

—Uich... ¿Usted cómo duerme con la conciencia tranquila, señora? —le digo a la mujer pues es el agua más cara que he visto en la vida.

—Ja, mamita, si no me la compra a mí, adentro le va a valer cinco mil.

—¿Amiga, quieres agua? —me pregunta Lu.

—Pues sí, yo quiero agua, no lágrimas de unicornio, como vende esta señora.

—Ay, a ver, pues si no van a comprar nada entonces no estorben... —dice molesta la señora, quien empieza a caminar, alejándose de nosotras.

—No, no, no, deme dos aguas —le dice Lu, reteniéndola de un hombro—. Ay amiga, acá no nos podemos poner de tacañas, ya sabes cómo son los conciertos.

Es verdad, veníamos preparadas para esto, pero es que el abuso me indigna.

Luisa compra agua y papitas y empezamos a comer. Una pareja como de nuestra edad se adelanta y trata de colarse también en la fila. De nuevo, todo el mundo empieza a abuchearlos y yo soy quien más insultos les grita —aunque nada de vulgaridades, mis insultos son clasificación PG-13—.

—Bueno, ¿y Vladimir abandonó sus intentos por que lo perdonaras?

Me coge con la boca llena de papitas así que tardo unos momentos en responder.

—Pues... qué te diré... No ha vuelto a escribirme, ni llamarme, y paso de largo por el casino para no encontrarme con él...

—¿Por qué, Lore? —Mi amiga pregunta como si no supiera la respuesta.

—Pues porque lo nuestro nunca podría funcionar.

—¿Por qué no? Creo que ustedes dos harían una pareja hermosa.

—¿Una bailarina obsesiva y un apostador irónicamente miedoso? No lo creo...

Luisa se ríe ante mi comentario pero somos interrumpidas por un grupo de muchachos que se quieren colar en la fila.

Todos empezamos a chiflar y abuchear, y creo que a este ritmo, cuando empiece el concierto ya vamos a estar afónicos.

Son las siete en punto y la fila empieza a avanzar un poco. Se nota que han abierto las puertas del estadio y la gente ha comenzado a ingresar.

De repente, recibo un mensaje por Whatsapp y sin pensarlo mucho, tomo a Luisa de la mano.

—Adivina quién está aquí —le digo.

Se queda mirándome con cara de ¿qué pasó?, cuando la halo para empezar a correr hacia adelante de la fila. Ahora somos nosotras las abucheadas, pero no me importa.

—¡Lore, Luisa! —Nos gritan desde la fila y al voltear a ver, me encuentro con mi hermana.

Entre gritos, silbidos y hasta una botella de plástico que pasa sobre nuestras cabezas, Arabella logra meternos con ella en la fila. Hemos avanzado varios puestos y falta muy poco para que entremos al estadio.

—¡Parcera! —Me saluda Alfredo, mi cuñado, con un fuerte abrazo.

—Hola, Loreta —saluda Andrés, aquella cita a ciegas que abandoné en un restaurante.

Incomodarme no es lo mío así que lo saludo como si nada y le presento a Luisa. Él responde de la mejor manera; me da a entender que a pesar de lo que pasó en nuestra cita no hay rencores.

—¡Marc! ¡Marc! ¡Marc! —gritamos al unísono los casi treinta mil espectadores que debemos estar en el concierto.

Ya pasan cinco minutos de las ocho y todos estamos entre emocionados y desesperados por que el concierto empiece. De pronto, todas las luces se apagan. Los gritos de emoción se intensifican.

Se escuchan silbidos, chiflidos, histerias; por momentos el público grita con más emoción cuando creen que Marc ha salido al escenario y empezará a cantar. De repente, una guitarra eléctrica empieza a sonar, para ser seguida por una trompeta.

"Aaaaaaguaaaaaanileeeeeee"

La voz de Marc llena el estadio y el público enloquece. Creo que yo soy la más loca de todas.

Seguimos coreando cada canción que canta, con la emoción a flor de piel, y para mí es como si nunca lo hubiera visto. Llevamos más o menos una hora de concierto cuando todo queda en silencio por unos instantes.

"De repente te da
Por volverme a buscar
Por hablar de los dos..."

—Ahhhh ¡esa canción me encanta! —grita Arabella aún más enloquecida que yo.

—¡Sí! —le respondemos quienes la acompañamos.

Marc sigue cantando así igual de lindo y papasito que siempre.

—¡Vamos, Cali, quiero escucharlos! —grita mi amor platónico.

El público enloquece y empieza a corear la canción, y por un momento en mi mente aparece Vladimir. La canción me hace pensar en él y en su ausencia en mi vida.

¿Será que ya encontró a alguien más a quien esquivar?

Por ahora trataré de no pensar en eso y disfrutar el show, que, como siempre, es increíble. Definitivamente el talento que tiene ese hombre no lo tiene nadie más.

—¡¿Cómo la están pasando, Cali?!

Se escucha una histeria general.

—Bueno, quiero contarles una historia... —dice Marc mientras sus músicos descansan y toman agua por un momento— sobre un buen amigo que está enamorado...

Todo el mundo grita como loco, yo incluida, por supuesto.

—Él sabe que ha cometido muchos errores con su amada, pero quiere compensarlos... —dice Marc y todos gritamos emocionados—, por eso me ha pedido que le dedique una canción. Vladimir, esta es la canción para ella.

"Te quiero así, deliciosa e insospechada, 
porque creo en tu palabra, 
porque yo siento que aún te necesito,
porque me alteras las ganas..."

Luisa y Arabella se quedan mirándome como ¿what? Yo debo tener la misma cara.

—No puede ser el mismo Vladimir... —digo en voz alta, más para mí que para ellas, pero eso no evita que me escuchen.

—¿Vladimir no es con el que cantaste en el karaoke? —pregunta mi hermana.

"...porque me gusta tenerte vida mía 
y no quiero que te vayas..."

Por un momento me abstraigo de mis acompañantes y me concentro en la letra de la canción.

"...porque el amor cuando es verdad sale del alma, 
nos aturde los sentidos 
y de pronto descubrimos que la piel
se enciende en llamas..."

Todo el público comienza a corear fuerte y yo solo puedo seguir pensando en que hay un Vladimir que es amigo de Marc y le dedica esta canción a su novia, pero no es mi Vladimir.

Cada frase de la canción es tan hermosa que es la forma en la que yo describiría el amor si fuera buena con las palabras.

El público canta toda la canción emocionado, hasta que llega a la parte final.

"...Ay, cómo te quiero, ay, cómo te adoro 
ay, Loreta linda, tú eres mi tesoro..."

Luisa, Arabella, Alfredo y Andrés voltean a mirarme para comprobar que he escuchado lo mismo que ellos. Creo que sí, pero no estoy muy segura.

—Amiga, ¿Marc Anthony acaba de decir "Loreta linda"? —pregunta Luisa muy cerca de mi oído.

Estoy muda mirando a Marc.

—¡Loreta, despierta!

Arabella me sacude, pero lo que me hace volver en mí es la vibración de mi celular.

Mensaje de El rogado:

Ven a la zona VIP. Pregunta por un hombre de seguridad llamado Rafael.


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