Capítulo 10-Confesiones

Perseo estaba confundido, no sabía a qué se refería Hermes o qué intenciones tenía (en realidad nunca pero ahora le inquietaba un poco más), de hecho tenía un momento de pánico, no intenso pero real era. Pensó en comunicárselo pero apostaba a que el dios se reiría y su orgullo era más poderoso que él mismo, no quería que le llamase "Copito de nieve" otra vez o "princesita" y el en realidad lo deseaba, sólo que no tenía ni idea de cómo funcionaban las relaciones entre hombres.

Por otro lado, la reacción del dios le parecía normal, probablemente él hubiera reaccionado parecido si es que una mujer de su agrado se le lanzara encima de esa manera, no había contado con el hecho de que Hermes era un HOMBRE y reaccionaban de forma más violenta y agresiva, además era un DIOS y eso le daba un bonus en todo lo relacionado con la violencia y la visceralidad.

A ver, Perseo, cariño, escúchame. Somos dos hombres, no hay forma. Seguramente nos toquetearemos un poco y ahí acabará la cosa Se dijo a sí mismo y eso le dio algo de paz y de seguridad así que llevó las manos a la espalda del dios y le acarició sobre la ropa. No estaba acostumbrado a los cuerpos musculosos, pero de alguna forma era agradable porque era el cuerpo de Hermes. Sólo por eso, no se imaginaba yaciendo con ningún otro hombre.

Así que pretendía atacar primero pero cuando quiso darse cuenta la boca del dios ya estaba sobre su mentón. Demasiado agresivo pensó, no estaba acostumbrado a eso, era raro, pero dejó de importarle cuando comenzó a dejarle una ristra de besos que siguieron el curso hasta su oreja, se sentía bien. Se sintió incluso mejor cuando trazó el contorno de su oreja con los labios y luego lamió y mordió el lóbulo. Perseo se estremeció.

—¿Tienes miedo, Perseo? —Le susurró al oído justo para notar complacido que el semidiós volvió a estremecerse.

Un poco pensó él pero no iba a decir eso, aun en situaciones de vida o muerte nunca reconocía estar asustado, esa no sería la primera vez.

—¿Quién tiene miedo? Soy Perseo. —Insistió él, el "y puedo con esto" iba implícito.

Hermes se rio, de alguna forma fue una risa maliciosa, pero no cómo las que le había dedicado aquellos últimos días para hacerle daño. Era muy complejo, tenía sonrisas y risas para todas las circunstancias, seguro que hasta tenía una risa para cuando estaba triste.

Buen chico.

Era estúpido cómo realmente comenzaba a sentirse premiado cuando Hermes decía esas dos palabras, como si en realidad fuera un perro y recibir la aprobación de su amo le hiciera feliz. solía decir esas palabras justo antes o después de haberle premiado de algún modo ya fuera con contacto físico o con regalos, así que, de algún modo que no comprendía, comenzó a asociarlo con algo positivo. Se acabó. Ese idiota me ha roto la cabeza pensó, pero estaba contento de todos modos.

Comenzó a repartir besos por su cuello, de forma tan posesiva que más que besarle le mordía y le chupaba y succionaba, por algún motivo se sentía bien y mal a la vez porque no le entusiasmaba el hecho de que le llenaran de marcas, pero bien porque cada mordisco enviaba oleadas de placer a su cuerpo hasta el punto de haberse olvidado que pretendía ser él el que atacase a Hermes.

—Oye, no me dejéis marcas, que no soy un perro —Se quejó, Perseo era muy honesto pero de algún modo no podía serlo del todo con Hermes porque le irritaba mucho su personalidad y no podía evitar negarlo todo.

—A veer, ladra para mí. —Bromeó.

Este tipo de verdad piensa que soy su jodido chucho. Maldito zoofílico pensó, no tuvo tiempo de maldecirlo más porque el dios le mordió con alevosía el hombro. Él era así, cuando le decía que le molestaba algo, lo hacía otra vez y peor. Perseo suspiró y se odió por eso pero es que se sentía bien y comenzaba a estar muy excitado. Demasiado.

—Idos al inframundo. —Bufó y le escuchó reírse, siempre se reía.

—Ya voy todos los días.

Hermes sonriente, justo como antes de que pasara lo de Apolo (eso era un alivio), se separó de él y pudo leer en su mirada "me estorba la ropa" porque no era la primera vez que le daba esa clase de mirada, se conocieron así de hecho. Ni corto, ni perezoso se deshizo de su túnica, tendría que preguntarle cómo lo hacía tan rápido y fácil, estaba sorprendido. La sorpresa fue sustituida por una mezcla de excitación y temor cuando el dios le dedicó una mirada embriagada de lascivia, lo recorrió con los ojos con hambre. Las chicas no le miraban así, no con tanto descaro al menos, disimulaban.

Pero él no iba a ser el único desvestido así que se puso manos a la obra, quizá no con tanta destreza, pero la ropa fue fuera y de paso se recreó al acariciar con las manos todo pedazo de piel que alcanzara en su tarea. Posó la mirada sobre la de Hermes sólo para demostrarle que no le temía y que tampoco era sumiso, el dios le miró complacido. Aprovechando en que se había incorporado aunque todavía lo tuviera sentado sobre él, atacó sus labios. Le besó desbordante de pasión, deseando devorar sus labios y el mensajero, mediante, le dejó hacer y correspondió (eso era importante ya que nunca le correspondía cuando era él el que le besaba).

Perseo trazó con las manos los trabajados músculos de su espalda deleitándose con cada centímetro de piel pues era tan suave y cálida que no le importó que fuera un cuerpo de hombre y además Hermes olía tan bien... Siempre que estaban cerca eso le noqueaba un poco, eso y su sonrisa hacían que cada vez que él estaba furioso con él al final no pudiera enfadarse del todo.

Fue un poco violento y mordió su labio inferior en venganza por todos los mordiscos que le había propinado. Tiró de él con los dientes y miró al dios en actitud desafiante, los ojos de él se estrecharon y Perseo supo que jugaba con fuego en ese mismo momento, siempre lo hacía en realidad. En cuanto liberó su labio, Hermes puso una mano sobre su torso.

—Abajo —Le ordenó.

Ahora también me da órdenes como a un perro pensó Perseo y le desafió no cumpliendo con su orden, dio igual porque al ver esto, Hermes de todos modos le hizo tumbarse de nuevo y fue sobre él. Por momentos era muy dominante y algo violento, era bastante extraño y nuevo para el semidiós. Se quedó expectante sin saber qué es lo que haría él ahora, tenía esa clase de mirada que uno pensaría que un dios tendría antes de castigar a sus súbditos por su osadía.

Hermes no le dejó con la duda demasiado tiempo, comenzó a besar su torso alabando cada centímetro de su piel, él enredó las manos en su cabello caramelo y cerró los ojos, pequeños escalofríos recorrían su cuerpo eran como descargas eléctricas mandando oleadas de excitación a su cuerpo y él estaba duro no, durísimo.

—¿Te gusta, Perseo? —Ronroneó Hermes.

—En absoluto —Contestó él porque no le quería dar el gusto a ese. Hermes se rio de nuevo.

—Pues este de aquí no dice lo mismo —Dijo, lo sintió envolverlo y contuvo la respiración, presionó su pulgar contra la punta justo en el glande y Perseo gimió. Mierda, estoy demasiado sensible pensó Perseo. Hermes se rio de nuevo. —¿Qué fue eso, Perseo?

—No sé de qué me habláis —Bufó molesto.

—¿Te gusta que te toque un hombre, Perseo? ¿Se siente bien la mano de un hombre? —Insistió él, sabía que sólo le estaba molestando y no debía dejarse, pero es que LE MOLESTABA.

—He dicho que no. —Insistió de vuelta. —Wow, ¿Qué hacéis?

Perseo vio como Hermes se inclinaba sobre él y entonces sintió su lengua cálida y húmeda jugar con su punta y recorrerla con todo detenimiento sin dejarse recoveco sin explorar como si tratara de descubrir sus puntos débiles.

Mierda pensó Perseo y se mordió el labio, echó la cabeza hacia atrás y tironeó del cabello de Hermes. Pareció descubrir enseguida dónde se sentía mejor y fue directo a ese punto donde dirigió todas sus atenciones, el semidiós gimió de nuevo sintiéndose indefenso frente a la pericia del mensajero. Se deshacía creyendo que perdería la cabeza, era difícil pensar con claridad, todo lo que podía era pensar en lo bien que se sentía y maldecir porque por más bueno que fuera, no terminaría solo con eso.

—¿Te gusta ahora, Perseo?

Perseo le gruñó, si se sentía bien pero era estúpidamente orgulloso y no le quería reconocer nada a ese dios.

—No.

Se detuvo un instante, pero lo que hizo a continuación fue introducirse la punta en la boca y Perseo ahogó un gemido, sentía su cuerpo en llamas como preso de una fiebre y su respiración era trabajosa. Hermes comenzó a moverse de arriba a abajo sobre su extensión, ejercía más presión con los labios en la zona del glande y empleaba su lengua como si supiera dónde se sentiría mejor.

Perseo olvidó que no debía gemir y su voz salió libremente sintiendo cómo su cabeza se iba nublando. Era demasiado. Nunca había disfrutado tanto una felación, de hecho no había conseguido terminar con ninguna sin necesidad de usar la mano después o con penetración, pero ahora mismo sentía que iba a hacerlo de un momento a otro y pensó en avisar, era difícil porque cada vez que abría la boca era para suspirar. Sin embargo, el dios pareció darse cuenta y se detuvo de inmediato, el semidiós le gruñó frustrado, estaba tan cerca del clímax que podía rozarlo, pero el dios se detuvo.

—¿Qué hacéis? —Espetó frustrado.

—Bueno, es que es evidente que no te gusta —Se encogió de hombros Hermes con simpleza. —Voy a parar.

—¿CÓMO? —Abrió los ojos con sorpresa, casi le dieron ganas de llorar de frustración.

—Es que no me gustaría pensar que te estoy forzando —Insistió, le miraba con una inocencia que claramente no poseía. —. Así que pídelo o no sigo.

Ese maldito hijo de mil meretrices, me cago en toda su vida, ojalá le aplaste un gorila y le meta bananas en los ojos. Maldijo Perseo y apretó los dientes, pero a esas alturas estaba tan desesperado y tan excitado que tiró su orgullo a la basura.

—Hermes, sigue, me gusta lo que hacéis, se siente... Bien. —Dijo a regañadientes, Hermes sonrió como un niño con zapatos nuevos, habría pensado que era lindo de no ser por la situación.

—Eso está mejor, buen chico —Susurró y depositó un casto y tierno beso en sus labios.

Perseo se emocionó otra vez, estúpidamente, y su corazón se aceleró, esas palabras hacían clic en su mente de una forma que a él mismo le desagradaba pero que tampoco podía evitar.

—Haré que termines, pero no así. —Anunció Hermes.

¿Pues cómo entonces? Pensó Perseo, no sabía qué más esperar. El dios se apartó para buscar algo de su zurrón, lo vio sacar un frasco y untarse las manos con algún tipo de loción, no sabía por qué o para qué, ¿Le daría un masaje? A estas alturas sólo quería terminar, como fuera. Notó de repente algo frío y más viscoso presionar sobre su entrada entre sus piernas. Se dio cuenta de que era el dedo de Hermes, de momento sólo acarició la zona.

—¿Qué hacéis? —Preguntó sorprendido sin comprender nada en absoluto.

—Bueno, es que ahora empieza la lección de hoy, lo de antes era solo introducción. —Pareció reírse de su propio chiste, la última palabra tal vez era una pequeña pista de lo que sucedería a continuación, pero el semidiós no lo captó. —Tú relájate y déjame hacer.

No las tenía todas consigo pero de momento lo dejó estar o por lo menos hasta que el dedo del dios presionó hasta el punto de hacer el camino hacia su interior. Fue una sensación muy extraña que le hizo abrir los ojos como platos, nunca había tenido nada dentro, era un agujero de salida solo.

—¿Qué hacéiiiiss? —Repuso de nuevo alarmado —Sácadlo, es extraño y viscoso y desagradable. No me gusta. —Se quejó de inmediato. Había cambiado de parecer, no le gustaba experimentar cosas nuevas.

—Ya, ya, tranquilo. —Le insistió Hermes pero no sacó el dedo, tampoco lo movió. —Sé bueno.

Hermes llevó su otra mano a la virilidad de Perseo y comenzó a darle alivio, no sólo tenía habilidad con la boca, la mano también se sentía como el mismísimo cielo. El dios le desarmaba con pasmosa facilidad como si en todo momento supiera qué hacer para que se rindiera a él. No se dio cuenta cuándo, pero comenzó a mover el dedo en su interior, quizá fue porque seguía el mismo ritmo que su otra mano.

Sin embargo, sí se percató cuando de repente tocó su zona dulce y profirió un buen gemido, ni él mismo se reconoció la voz. Fue sacudido por una poderosa descarga e incluso se estremeció. ¿Qué demonios fue eso? se dijo sin entender.

—Qué lindo eres cuando eres sincero. —Sonrió de medio lado Hermes.

Detuvo la mano que le daba estímulo a su erección y se dedicó sólo a estimular su parte trasera, cada vez que el dedo tocaba en en ese punto Perseo creía que iba a morir y no lo entendía en absoluto. Al principio se movía lento, pero fue aumentando la velocidad paulatinamente y pronto comenzó a sentir que no era suficiente, necesitaba más, pero, ¿Más qué?

—Va otro, ¿Bien? —Le advirtió.

Perseo quiso decir "no" porque sería reconocer que le gustaba, pero entonces Hermes pararía y no quería eso, así que sólo asintió con la cabeza que era como decir "sí" pero no tan explícitamente. Lo vio sonreír y presionó el segundo dedo que entró con más facilidad. Se sintió un poco más lleno y apretado, pero de alguna forma fue bueno, fue incluso mejor cuando dos dedos golpeaban en ese punto. Era muy extraño, no se parecía a otras sensaciones que conociera. De algún modo empezó a sentir de nuevo que no era suficiente, quería más, pero, ¿Qué? Sentía aquello como una tortura placentera, pero una tortura. Ya que tenía la sensación de que por más bien que se sintiera, no terminaría solo con eso.

—Quiero terminar... —Le rogó entre jadeos, no tenía ni fuerzas para ordenarle o exigirle nada. Además sospechaba que Hermes lo tomaría como un desafío y lo prolongaría aún más, tanto placer sin alivio era agonizante.

—A sus órdenes, princesita mía. —Bromeó el dios, a Perseo le dio igual aunque normalmente le daba rabia.

Sacó los dedos y observó con cierto miedo cómo el propio dios se preparaba entre sus piernas, ¿No iba a...? O sea... ¿Iba a...?

—Paraa, eso no va a caber dentro. —Le aseguró, estaba casi seguro de que no. Hermes se rio.

—Calla, no es tan grande, muchacho.

No le hizo mucho caso (como llevaba haciendo todo el tiempo en realidad), presionó de todos modos contra él pero se detuvo de repente y llevó de nuevo la mano a su erección. Comenzó de nuevo a darle estímulo y Perseo gruñó frustrado porque sabía que de todos modos no le iba a dejar terminar todavía (como la otra vez). Sin embargo se sentía tan malditamente bien que de nuevo su mente voló, perdió la noción de todo lo que le rodeaba. Esta vez si notó cómo entraba porque no era lo mismo un dedo que la extensión de un hombre, pero no le prestó atención.

—¿Ves? Dentro —Le explicó Hermes con su habitual alegría. —No fue tan difícil, ¿O sí?

—Callaos —Rugió molesto.

Sí, estaba dentro, pero, ¿Le gustaba eso? No estaba seguro, el dios tampoco le dejó pensar demasiado en ello, se inclinó sobre él y le besó poseyendo su boca como hacía rato. Su lengua era muy hábil, lo había comprobado con creces ,y él sólo se dejó llevar. Estaba seguro de que con otro hombre no funcionaría, pero Hermes encontraba el modo de hacerle aceptar todo y ni siquiera parecía que estuviera usando algún método divino.

Como con los dedos, fue raro al principio cuando empezó a moverse en su interior y hasta un poco molesto aunque nunca doloroso, pero lo mantuvo entretenido para que no fuera demasiado consciente. Que alcanzara de nuevo ese punto dulce fue incluso más intenso que solo con los dedos. Ya está, su mente se apagó de golpe y no pensó más en si estaba bien o mal que un hombre estuviera dentro suyo, o en si era raro o poco adecuado.

Todo lo que pudo hacer fue gemir y retorcerse bajo el dios que castigaba constantemente ese punto en concreto. Pronto, incluso Perseo se movía para acompañar las estocadas en busca de ese placer delirante. También se besaban, cada vez más hambrientos, cada vez más frenético. Incluso escuchó a Hermes jadear aunque era bastante silencioso, tenía una voz muy erótica, se preguntó brevemente cómo sería estar encima suyo eso no va a pasar le dijo la voz de su razón.

—¿Te gusta, Perseo? —Preguntó con la voz anegada en placer.

—¡Sí! —Respondió él, no estaba pensando, no podía pensar.

Hermes no dijo "buen chico" esta vez pero sonrió como solía hacerlo en esos casos y de todos modos el premio llegó. Llevó una mano de nuevo a su erección y comenzó de nuevo el movimiento. Las estocadas se volvieron más intensas también. Era tan extasiante como si su parte trasera y su virilidad estuvieran conectadas de algún modo y no sabía dónde sentía pero le tenía delirando.

Terminó poco después con un espasmo, fue tan intenso que creyó que se desmayaría, eso no sucedió. Todo su cuerpo temblaba y Hermes terminó poco después, quiso decirle que dentro no pero se quedó pasmado con la belleza de su rostro en aquella expresión de júbilo y placer. Apretando los dientes, el gris de sus ojos embargado de deseo y desesperación y las mejillas algo ruborizadas. De no ser porque necesitaba unos minutos, probablemente se habría puesto duro de nuevo.

Él le abrazó y fue bastante desagradable sentir como algo viscoso se vaciaba dentro.

—¡Os habéis corrido dentro! —Replicó molesto.

Hermes se quedó abrazado a él como un koala, era peso muerto. Suerte que Perseo no era blando y resistía, pero era como si pesara una tonelada.

—¿Y? —Susurró, su voz no sonaba autoritaria o burlona ahora sino más cálida. Se preguntaba si era de los que se ponían tiernos después. —No es como si fueras a quedar embarazada, princesita.

Lo retiro, es un capullo integral siempre pensó.

—Es asqueroso, salte ya. —Le instó molesto.

Hermes se dedicó a darle besos tras la oreja y luego por el mentón. Eran tan cariñosos que se derritió un poco, solo un poco, mientras le abrazaba de esa forma como si fuera algo muy valioso para él.

Finalmente salió de él pero le siguió abrazando y llenando su rostro de besos. Perseo se ruborizó, ¿A qué venía tanto amor de repente? Los hombres no eran así. Él no era tan cariñoso y cuando sus queridas insistían en mimarle tanto, se agobiaba y hasta le resultaba molesto. Con Hermes no sintió molestia, solo timidez.

—Ya paraaad, pesado.

—No quiero. —Dijo con un dejo infantil en la voz y siguió a lo suyo. Los murciélagos en el estomago de Perseo aleteaban como enloquecidos.

Cuando se hubo cansado de eso, y fue después de que no le quedase ningún espacio que besar a la tercera o la cuarta vez de recorrerle, Hermes dijo:

—Vamos al hostal. —Concluyó.

—No sé si será de vuestro agrado... —Dijo Perseo, no acababa de imaginarse a Hermes rodeado de tanta mugre y pobreza.

—A ese no —Hizo una mueca de aversión—. Ningún amante mío duerme en un lugar putrefacto.

—Qué considerado para alguien que se corre dentro sin avisar. —Enarcó una ceja, Hermes le miró con aire severo pero luego se rio de nuevo.

—Venga, venga, no seas copito de nieve que tampoco es para taanto. —Dijo y se puso manos a la obra en vestir a Perseo de nuevo.

Lo vestía como si fuera una especie de muñequita, se preguntaba si es que nunca tuvo tiempo de jugar con esas cosas. Le habría dicho que parase, pero probablemente no habría servido de mucho, Hermes hacía lo que le daba la gana y le importaba poco si él quería o no.

Hermes lo tomó entonces entre sus brazos y lo llevó directo a Atenas, pararon en un callejón porque tampoco era conveniente que la gente los viera aparecer de la nada, luego sí lo llevó al hostal prometido. Tampoco iba a colmarlo de lujos todavía (o no lo que el dios entendía por lujo) pero desde luego el lugar era mucho más adecuado, con la fachada en perfectas condiciones, habitaciones cómodas con todo lo que necesitase aunque la de Perseo sería la mejor, porque él era Hermes y conseguiría eso, baños públicos, un amplio menú y servicio.

Por el camino Perseo se quejó un poco algo como "no soy vuestra furcia para que me andéis pagando después de tener sexo", lo ignoró como hacía siempre. Hermes tenía una habilidad especial y era que cuando algo no le interesaba le entraba por un oído y le salía por el otro. Funcionaba bien y le servía para no meterse en demasiados problemas con otros dioses por esa cosa llamada "orgullo" y "honor", seguía teniendo de eso y podía ofenderse, pero no era tan susceptible como otras deidades.

Muchos eran los que intentaban ofenderle, le llamaban "lamebotas", "perro faldero", "farsante", "embaucador", "rata traicionera", entre otros muchos pero cada vez que escuchaba esa clase de afrentas (sobre todo cuando estas venían de otros dioses), Hermes se reía en la cara de quien las pronunciaba y decía «Lo sé, soy muy bueno en lo que hago, gracias» o su otra frase estrella «Ahora decidlo sin llorar». Y eso les daba mucha más rabia que él fuera y empezara a cortar cabezas, además la mayoría de las veces todos volvían arrastrando el morro cuando tenían que pedirle algo, porque claro, era mucho más fácil negociar con él que con Zeus.

En cualquier caso, pagó todo en el hostal, Perseo dejó de quejarse cuando se dio cuenta de que aquel lugar era mucho mejor que la pocilga en la que había dormido la pasada noche, sintió hasta pena de él mientras le veía y fue a arroparle mientras descansaba. El semidiós también casi saltó de alegría cuando le comunicó que había baños, baños de verdad. No le dijo que también había pagado para que estos fueran privados porque no se iba él, dios olímpico, a bañar rodeado de un montón de puñeteros humanitos.

Frotaba la espalda del semidiós, le gustaba mimarle pero intentaba no excederse porque no le gustaba la gente consentida. Era extraño, le gustaba cuidar mas no crear personas dependientes, era diferente. Perseo parecía muy feliz ahora, aunque siempre se comportaba un poco gruñón con él, cuando hablaba con Farid y con Aadan era mucho más cálido y hasta les sonreía, se preguntaba por qué a él no tanto aunque le gustaba el Perseo gruñón.

—Oye Perseo, tengo algo que decirte —Dijo de repente con cierta severidad mientras enjabonaba su espalda. —. No quiero que vuelvas a defenderme y menos contra Atenea.

Notó al semidiós tensarse ligeramente. Sí, había escuchado toda o casi toda la conversación ya que la propia Atenea, a propósito, mencionó su nombre en medio para asegurarse de que él escuchara. Era evidente que si otro dios pronunciaba su nombre él pondría la oreja al menos para saber de qué se trataba y lo que escuchó no le entusiasmó, podía parecer que Atenea le estaba amenazando a él, pero no era así. Esto era difícil de explicar, pero ningún dios podía tocarle. Hermes estaba atado a Zeus del mismo modo que Hera, lo único de diferente es que él no mantenía relaciones sexuales con el soberano (menos mal).

Zeus lo consideraba "suyo" a su modo de verlo, pues era su mensajero y uno de sus principales consejeros, y todo el mundo sabía que a él no le gustaba que los demás pusieran sus manos sobre lo que consideraba de su propiedad. Por lo que mientras tuviera el aprecio del supremo, nadie sería lo suficientemente osado (ni siquiera Ares que se caracterizaba por estar poco conectado con su racionalidad) como para tratar de hacerle daño directo a él pero esa protección no se extendía hacia las cosas que él poseía o amaba.

Sí, en pocas palabras Atenea declaró tanto a Perseo como a Hermes, su intención de destruir al semidiós si los dos no colaboraban con ella, sólo que Perseo ingenuo (y muy lindo) no se percató de ello y siguió insistiendo en tratar de protegerle a él. Aunque su lealtad le conmovió, sintió terror de que la diosa enfureciera, estaba allí esperando por si acaso tenía que intervenir para salvarle, eso no fue necesario pues ella usó la situación a su favor. Era muy astuta. Podría sacar a Perseo de su error, pero si supiera que una diosa le estaba amenazando de muerte, sospechaba que se paralizaría de puro terror (aunque motivos tenía). Así que no, Hermes ya se estaba encargando de todo.

De hecho, después de que se enfrentara a Atenea por él, iba a perdonarle todo pero entonces fue a ver a Apolo pues estaba preocupado. Le pidió que viese el futuro de Perseo por si acaso la diosa de la sabiduría desataba su ira contra él, así sabría cómo evitarlo. ¿Qué vio Apolo? Una vida muy feliz y cálida y agradable. ¿El problema? Hermes no estaba en esa vida feliz. Así que claro que se enfadó y trató de poner distancia, simplemente no pudo. Al parecer Perseo prefería a las fulanas albinas.

—¿Escuchaste eso...? —Tragó saliva el semidiós.

—Sí. Todo —Hermes le abrazó desde detrás, estaba agradecido, Perseo temía a Atenea pero se arriesgó a ofenderla por él incluso aunque le hubiera despreciado. —. Eres muy lindo... Pero no necesito que me protejas, ningún dios puede tocarme ahora, sólo Zeus y no me gustaría que también te enfrentes a él —Le explicó sin darle muchos detalles. —. Así que, si cualquier criatura; titán, dios, cíclope o lo que sea, te amenaza con hacerme daño y no defenderme te salva la vida, pues arrodíllate y sálvate tú.

—Pero-

—Pero nada, no seas necio. Yo soy un dios —Le recordó y le dejó un beso tras la oreja antes de seguir enjabonando. —. Luego me haces una ofrenda y arreglado. Eso sí, sigo queriendo mi corona. —Insistió.

Prefería sentirse un poco ofendido a perder a Perseo de forma prematura, deseaba que él volviera a casa con su madre y que triunfara, lo deseaba tanto que hasta había soñado con ello aunque a él le importase poco si moría Medusa o no. En realidad sentía lástima por esa criatura, pero no se inmiscuía en los asuntos de otros dioses a menos que Zeus se lo pidiera.

—Sí, sí. Tendréis vuestra corona. —Carraspeó y Hermes rio leve por ello, en realidad de verdad borraría Serifos del mapa como no le hiciera la corona.

—Bien, eres mío ahora Perseo, como me entere de que veneras a otros dioses más que a mí hmm... —Le amenazó, no podía impedirle que venerase a los demás. DEBÍA hacerlo, pero no más que a él. Le mordió la oreja en actitud juguetona y Perseo se puso tensísimo y apostaría un brazo a que se ruborizó.

—Paraaaaad.

Hermes se rio, era divertido molestar a Perseo, también era delicioso. Verle desnudo con su piel pálida expuesta le daba hambre de nuevo. Fue muy lindo desde el principio como se resistía a él cuando era evidente que disfrutaba y su carita de frustración cada vez que se quedaba a medias soy un poco canalla reconoció, pero no iba a parar con eso tampoco. Probablemente iría a peor, de hecho, pero sobre todo su expresión al terminar le tenía extasiado.

—Me gustas, Perseo... —Susurró en su oído. Era más que eso, pero no lo diría, no le diría que le quería hasta que no comprobase que no le iba a dejar por una fulana cualquiera. 

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¡Holaaaa! ¡Holaaaa! Siento que este capítulo casi sea nopooooooooor solo ajajja, tenía muchas cosas más planeadas para este cap!!! pero aaaah la extensión siempre me juega malas pasadaaaaaas! y creo que este es el cap más largo que escribí de la historia de Perseo jajaja, no sé, lo siento si aquí hay algún lector al que no le guste el nopor, perdoooooon jajaja.

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