[5]

Lleva media hora viendo desde lo alto del edificio como los participantes van llegando poco a poco, y aunque le duelen las piernas de agarrarse al poste desde el cual cuelga una de las banderas del torneo, cuando le ve sabe que ha merecido la pena.

Es alto, delgado pero fuerte, con los ojos más azules del mundo. Va en cabeza de su equipo y mira todo un poco menos impresionado que los demás. Ser capitán a veces te obliga a ser un poco más serio que los demás. Mia lo sabe bien.

    —Señorita Mia, el jefe les ha pedido que no se metan en problemas – dice una voz a su espalda.

La chica pone los ojos en blanco y se da la vuelta para ver a una de las azafatas contratadas expresamente para el torneo. Maxwell había decidido ponerles una a cada jugador para que pudieran ayudarles en lo que necesitaran. Mec, falso. Las azafatas están ahí para vigilarles y que no hicieran nada que él no quisiera y que pusiera en riesgo toda su tapadera.

Bueno, es entendible que tomara esa media después del susto en el zoo, pero a Mia no le hace ni pizca de gracia que una niñera la siga a todas partes con un boli en la mano y una libreta en la otra, apuntando continuamente las cosas que hace y las que no. Además, es la capitana el equipo, sabe bien lo que les conviene y lo que no. Lo del zoo solo fue una coincidencia de mal gusto. A partir de ahora ella llevaría las riendas de todo para que nada se saliera de control.

    —Te he dicho mil veces que no me digas señorita. Solo me sacas seis años, es raro.  —Le mira de reojo. La chica es rubia y bajita, con los ojos muy grandes. Parece la pureza hecha persona. Algo en ella le molesta, pero no sabe que es—. Ahora vas a dejar de escribir en esa libretita y vas a desaparecer de mi vista.

    —Pero señorita, yo...

    —¿Qué es lo que te cuesta comprender? —gruñe frunciendo el ceño—. O desapareces o te hago desaparecer, tú eliges.

La chica pega un respingo y mira nerviosa hacia los lados. ¿Se creerá que la va a tirar desde la azotea? No es una psicópata como para hacer eso, pero si creerlo va  a hacer que la deje en paz, que crea lo que quiera.

    —Fiu, fiu. Vamos, vete. —Vuelve a mirar hacia abajo, esperando que la selección italiana todavía no se haya ido—. Ya.

La rubia empieza a correr hasta las escaleras de emergencia y Mia sonríe. Se deja escurrir del poste y con pasos elegantes se dirige hasta el borde del tejado. Abre los brazos y se deja caer al vacío con una sonrisa. Le encanta jugarse la vida de esa forma. Sobre todo porque sabe que no va a morir. Descubrió que su cuerpo podía aguantar fuertes impactos un año después de llegar aquí, cuando al estar haciendo escalada como parte de la clase de resistencia, la cuerda se rompió precipitándola al vacío desde una considerable altura. Por suerte, un instinto de supervivencia avivó en su interior y cayó con suelo con una gracilidad impropia de ella, como si fuera a cámara lenta. Flexionó las rodillas para absorber el impacto y doy otro pequeño saltito por la fuerza del impacto. Se quedó en shock después de comprobar que seguía viva y con todo en su sitio. Incluso la entrenadora  le advirtió que había sido un milagro que sobreviviera.

Pero ella no lo veía como un milagro, si no como que su cuerpo sabía lo que tenía que hacer para sobrevivir. Esa misma noche, volvió a subir a la cima del pequeño acantilado que estaban escalando. Miró abajo y a sus lados, asegurándose de que nada ni nadie interfiriera con lo que iba a hacer. Cuando estuvo segura, saltó. Al llegar al suelo y sentir como sus músculos absorbían el impacto por segunda vez en un mismo día, se sintió plena, invencible. Nadie podría pararla. Nunca. Y eso la reconfortaba en demasía.

Abre los ojos al sentir que su pecho se encoge. Siempre pasa eso cuando es el momento justo del impacto. Cae con gracia y sin casi hacer ruido sobre el asfalto. Ha calculado el lugar de tal forma que nadie pueda verla realizar lo imposible. Detrás de una gran columna que sujeta parte del pórtico del edificio. Desabrocha el broche que sostiene su capa y deja caer la tela, guardándose el imperdible con cuidado dentro del bolsillo.

Coge aire y pone su mejor sonrisa. Necesita parecer amable. Todo lo que pueda. Ve como la azafata recibe al equipo y Mia se alisa la camisa. Lleva el mismo uniforme que las demás con tal de no llamar la atención en demasía.

    —Karen, ya me ocupo yo de la selección italiana. Recibe tú a los rusos, me han dicho que se te da mejor el idioma que a mí —dice con una sonrisa de disculpa mientras la chica mira con confusión hacia los lados. Probablemente no tenga ni idea de ruso, cada azafata está seleccionada específicamente para atender a un país. Han estudiado el idioma durante años, son expertos en cada país visitante, pero ella también ha estudiado algún que otro idioma y aunque no sepa mucho sobre Italia, tampoco lo necesita. No para lo que quiere hacer—. Puedes ir yendo.

La chica la mira por última vez y asiente con rapidez para desaparecer, como la han enseñado. Una sonrisa ancha se forma en su rostro y mira a Paolo Bianchi quien le sonríe de vuelta. Si no conociera a alguien tan guapo como Mark, el guapo capitán italiano estaría el primero en su lista de chicos a los que se les mira, se babea, pero no se toca. Los guapos son los más peligrosos, lo tiene comprobado.

    —Soy Helen. —El nombre le sale tan natural que nadie nota la mentira— Y voy a ser vuestra guía por este día, espero que no os importe que haya tomado el lugar de Karen.

    —Oh no tranquila, para nada —dice con una sonrisa de esas que te derriten—. No tenemos ningún problema, encantado Helen, soy Paolo Bianchi, capitán de la selección italiana, gracias por invitarnos a jugar el torneo.

Mia tiene la decencia de sonrojarse al escuchar su bonita voz. Es suave, aunque con un deje ronco que le atrae. «Esto no ha sido buena idea»

    —El placer es nuestro Paolo,  estamos encantados de que un equipo tan fuerte como el vuestro haya aceptado nuestra invitación. —Hace un gesto con la mano pidiendo que le sigan—. No sabíamos si nos habíamos pasado un poco de dramáticos.

Consejo número 2 del libro "Cómo hacer amigos en pocas semanas": ser graciosa. Lo hizo comprar cuando vio que sus habilidades sociales eran entre cero y menos infinito.  Aunque no está muy segura de a que se refiere con ser graciosa, lleva intentándolo desde que llegó al complejo. No puede decir que lo haya conseguido, pero tampoco puede decir lo contrario. Todavía no tiene ha sacado las conclusiones de sus gráficas.

Paolo deja salir una carcajada y Mia se apunta el tanto en su cabeza. Se da por aprobada.

    —La verdad es que fue interesante, nunca nos habían pedido que quemáramos una invitación —Paolo acepta los folletos que le tiende Mia. Parece que son los mapas de las instalaciones.

    —Es parte de nuestro concepto, ya sabes, piratas, bucaneros, los mares... El torneo Marea Negra no solo trata de fútbol, sino que es el espectáculo  más grande e importante de los últimos años. —Vuelve a sonreír y les indica con la mano para que pasen dentro del edificio de recepción—. Así que os invito a disfrutar de los espectáculos que van a tener lugar durante las próximas semanas. Seguro que os encantarán. 

    —No creo que tengamos tiempo para ello, hay que entrenar mucho para no quedarnos atrás —dice una voz a la espalda de Paolo.

Mia se asoma un poco por encima del hombro del capitán, y cuando ve a un chico bajito con cara de ángel decide que va a ser su nuevo muñeco personal. Tiene la piel muy blanca, como si le hubiera caído un kilo de harina encima, y el pelo rubio largo y con muchos rizos. Los ojos azules y sus mejillas sonrosadas lo único que hacen es acentuar más su encanto natural.

Tiene ganas de aplastarlo entre sus brazos para ver si puede servir como peluche, pero se abstiene y hace un ademán con la mano intentando no mostrar lo mucho que le va gustando de más Orpheo. ¿Se podría cambiar de equipo cuando terminaran el torneo? Porque tiene claro de que se quiere ir con los italianos de una.

    —Oh, futbolistas, nunca os llegaré a comprender. —Escucha la risa del equipo a sus espaldas y se para en frente de unas cámaras enganchadas a un palo de metal—. Bien, colocaros en frente de los pilares uno a uno, donde están las huellas por favor. Estas cámaras escanearán vuestro cuerpo. Esto nos permitirá a la organización poder identificaros sin necesidad de que nos enseñéis un carnet. —Mia se acerca a la mesa y coge uno cualquiera, sin mirar realmente de quien se trata— ¿Veis? Este carnet es el que deberán de presentar cualquier espectador que quiera entrar en las distintas áreas, incluso en algunos restaurantes. Vosotros no tendréis que presentar nada, con este escáner el ordenador ya os tiene fichados, y en cuanto queráis ir de algún lugar a otro se os dará el paso de inmediato. También pasaremos una ficha técnica vuestra a todos los trabajadores, queremos que estéis lo más a gusto posible.

Sonríe y señala a las huellas que hay en el suelo para que se vallan colocando. Paolo es el primero en pasar. Se pone encima de la pegatina y se queda quieto mientras la cámara le recorre de arriba abajo. No pasan más de cinco segundos hasta que la máquina le da las gracias y guarda su ficha dentro de la base de datos del torneo. Mia no quita su sonrisa en la cara incluso cuando solo tiene ganas de salir de allí, ir a la central de la base de datos del complejo y mirar todas las fichas que se han registrado por ahora para conocer bien a sus rivales.

Lo de escanearles para saber quienes son lo que entran y salen, es una verdad a medias. No solo recoge datos simples como su cara y su identidad, si no que también recoge todos los datos sobre su cuerpo, complexión,... incluso es capaz de hacer una estimación sobre cuáles serían sus habilidades en distintas situaciones, como las de un partido de fútbol. Con esos datos, son capaces de conocer el resultado incluso antes del partido, lo que supone una gran ventaja para cualquier equipo. Menos para ellos, que no tiene ningún valor. Saben que van a ganar todos los partidos, han sido entrenados para ello, y no necesitan ningún programa para corroborarlo. Pero ellos  no son el único equipo que monitorea el señor Maxwell y esos si lo necesitan.

    —Entonces, ¿eres la persona que se va a encargar de nuestro equipo? —pregunta Paolo a su lado. Tiene que mirar hacia arriba para poder verle la cara. El chico es muy alto, medirá uno ochenta, incluso más. Y aunque ella no es baja, su metro sesenta y siete se queda corto— Lo pone en el folleto que nos has dado.

Mia frunce ceño y agarra el panfleto para examinarlo. "Todos los equipos contarán con una azafata la cual les ayudarán en todo lo que necesiten durante su estancia en el torneo" Oh genial, eso le pasa por no leer.

    —No, será Karen quien se encargue de vosotros. Debido a un problema de organización he sido yo quien he tenido que atenderos, pero yo tengo asignado a otro equipo.

    —Pues es una pena, me hubiera gustado que fueras tu quien estuviera con nosotros. Nunca hemos tenido una gerente antes y tu eres muy maja, así que... —Mia puede notar como se sonroja y le parece adorable. Puede ver que no lo dice por decir, sino que de verdad lo piensa. A lo mejor el libro de como hacer amigos le ha servido para algo y no solo para perder el tiempo.

    —Esto... yo... —una llamada entrante en su móvil la interrumpe y le salva de una situación un tanto incómoda.

Mira la pantalla y sube una ceja al ver el nombre de la persona que le llama. Con un tembleque sutil, desliza el dedo por la pantalla y coge la llamada.

    —¿Se puede saber qué haces? —La voz al otro lado es baja y calmada, aunque ella sabe que no es así—. Deberías de estar dirigiendo el entrenamiento de hoy, no jugando a ser azafata.

    —Nada que te incumba. ¿Qué quieres Mark?

Se oye un suspiro al otro lado, como si desistiera a empezar otra discusión más.

    —Acaban de coger el autobús. Han aceptado Mia. Tu plan ha funcionado.

Aunque sabe que debería estar contenta, lo único que siente es una presión en el pecho de angustia. Empezar el torneo supone más estrés de lo que había pensado. Y aunque no tiene que hacer nada porque tiene un gran equipo detrás que se encarga de todo, siente que si no lo hace todo ella, algo va a salir mal.

    —Tranquila Mia, todo va a salir bien, te lo prometo. Voy a estar vigilándoles durante todo el camino. Déjame todo a mí. —Mark siente como las oleadas del miedo traspasan su móvil—. Cuando llegue hablamos.

«¿Hablamos? ¿De qué hablamos? ¿De la pelea del otro día? ¿Del torneo? ¿De los subnormales que vienen camino a las instalaciones?» Un suspiro al otro lado de la línea hace que el flujo de sus pensamientos se corte.

    —Mente fría Mía, puedo sentirte desde aquí —suplica Mark—. Adios.

El pitido empieza a sonar cuando se corta la comunicación. ¿Mente fría? Con él eso es algo imposible. Se da la vuelta hacia el equipo, que esperan en el mismo lugar donde les ha dejado mirándola con curiosidad. No cree que hayan escuchado la conversación pero se les ve muy interesados en esa llamada.

—¿Estáis listos? Pues sigamos por favor, tengo mucho que enseñaros.

Mia se acerca a las puertas dobles que se encuentran al final de la sala. Son las únicas que les separan del resto del complejo. Coge los manillares y con fuerza abre las pesadas puertas de par en par.

    —Bienvenidos al torneo Marea Negra, cuidado con las aguas, te traicionan cuando menos te los esperas.

***

Axel recoge las maletas del autobús y mira con recelo la puerta de entrada donde una chica un poco mayor que ellos les espera con una sonrisa. Lleva puesto un uniforme muy similar al de una azafata. Unos pantalones piratas, de color azul oscuro en conjunto con un chaleco del mismo color. Debajo de este, una camisa de manga corta blanca. En el lado derecho, sobre el chaleco, un pin con forma de timón y las iniciales MN le deja ciego de un ojo por un momento. Farfulla por lo bajo. Genial, los juegos sucios empiezan desde el primer momento.

—La verdad es que el lugar es impresionante —dice Jude a su lado— No conocía este pueblo, entiendo por qué lo han escogido.

Sí, Jude tiene razón, el lugar es precioso. La entrada al complejo está ubicada justo al lado el mar. Son las seis de la tarde y les ha llevado unos 40 minutos llegar al lugar. O eso creen. En cuando han subido al vehículo, lo primero que han notado han sido las ventanas tintadas que no les han dejado ver nada durante todo el camino. Aparte de eso, el propio conductor no ha abierto el pico con ninguna de las preguntas que le han hecho. 

    —Me huele tan mal todo esto... Willy, ¿sabrías decirnos donde estamos? —pregunta Jude al chico que mira su inseparable ordenador pequeño.

    —Lo siento, no hay forma de saberlo. Cada vez que intento localizar nuestra posición el mapa me muestra distintas localizaciones fuera de Japón. Es como si estuvieran interfiriendo en la señal, aunque el internet va bien. 

    —¿Y si nos han secuestrado y nos han llevado a otra dimensión? Eso explicaría el por qué no conseguimos utilizar el mapa. Porque ya no estamos en la Tierra, o a lo mejor sí, pero no en nuestra Tierra.

Todos paran lo que están haciendo para mirar a Todd. El chico se encoge de hombros y les señala acusatoriamente con el dedo para luego decir:

    —Vosotros sois los paranoicos con que este torneo es peligroso. No me miréis así ahora —se cruza de brazos y da la espalda a sus compañeros para seguir recogiendo su maleta.

Jude suspira. Los nervios está a flor de piel y, sobre todo, Todd tiene razón. Están más que paranoicos. En el autobús ha escuchado a Shawn murmurar en sueños: "Deberíamos de habernos quedado en casa". Axel se ha aprendido de memoria la información que Willy y Celia han conseguido recabar. Ahora parece un loro que no deja de repetir lo mismo. Y Mark... Mark se ha pasado todo el camino pegado a la ventana para ver si conseguía ver algo mientras daba saltitos y daba el coñazo a Caleb, sobre el torneo, que no le ha escuchado porque se ha puesto unos tapones en los oídos y se ha dormido. Ahora... localiza al chico de la bandana mirando el edificio que se alza ante ellos como si fuera su nuevo juguete por Navidad. Mueve una de sus piernas con nerviosismo, eso lo hace cuando algo le entusiasma mucho. Y sabe que está apunto de ponerse a gritarles para que se den prisa.

    —Te prometo que como Mark no se calme voy a mandarle a volar de un balonazo —Jude intenta aguantar la risa pero se le escapa una carcajada.

    —Tranquilo Axel, déjale que disfrute, todo va a salir bien. —Por el rabillo del ojo, puede ver como una figura se mueve en el tejado, pero es tan rápida que no sabe si quiera si se lo ha imaginado. Aunque ese pelo...—. O eso espero.

    —¡Vamos chicos! ¡Nos están esperando! —grita Mark junto con la azafata que sonríe amablemente— Sois muy lentos y nos vamos a perder todo...

    —Se acabó, me lo cargo. —Jude detiene a Axel antes de que le lance algo a Mark a la cabeza—. ¡Por lo menos coge tu maleta, melón!

Pero Mark no le escucha porque está muy entretenido bombardeando con preguntas a la pobre chica que intenta que no le tiemble la sonrisa a medida que pasa el tiempo. Jude suspira. «Mierda, este torneo se me va a hacer muy largo».

***

    —Bueno, ya hemos llegado a vuestra residencia —dice Mia señalando la grande mansión que se encuentra delante de ellos—. Espero que todo esté a vuestro gusto.

Los chicos empiezan a escandalizar al ver el edificio. Es una mansión enorme, inspirada en la Villa Centinele. Tiene sus tres arcos característicos de entrada e innumerables ventanas que la rodean. Mia sonríe cuando escucha alguna de sus reacciones.

    —¿En serio esta va a ser nuestra casa? —pregunta Marco al lado de ella.

El chico no se ha separado de Mia desde que han salido de la recepción. Le ha ido preguntando un montón de cosas sobre las distintas áreas y eso a Mia le ha vuelto loca. Se sabe todo la información al dedillo y poder contárselo a alguien le ha supuesto tal satisfacción que casi no se ha callado en toda la visita y ahora tiene la garganta seca.

    —Sí claro. Esté será el lugar en el que os hospedaréis hasta que se termine vuestra participación en el torneo. Tenéis de todo, cocina, salón, sala de recreativos, un bonito jardín, un pequeño campo de entrenamiento, ocho habitaciones y cinco baños. Incluso tenéis una sala donde se os irá dejando obsequios ha medida paséis las pruebas. —Casi está más ilusionada ella que ellos—. Y si necesitáis ayuda, solo tenéis que llamar al interfono que hay en la planta baja y en la planta alta y vuestra azafata vendrá en seguida. Para entrar en la mansión contamos con diferentes cámaras que os identificaran para dejaros pasar. Así no tenéis que ocuparos de ninguna llave con riesgo a que...

No la están escuchando, y ella siente que habla para una pared. Para una pared y Paolo que sigue sus explicaciones sin perderse detalle. Todos se callan y la miran como si esperaran algo. Mia carraspea en su lugar y señala a la verja que se abre sola.

    —Sí, sí, podéis entrar.

Una marabunta de italianos se adentran en la casa como alma que lleva el diablo. Mia deja escapar una suave risa y sus ojos se posan en Paolo, que se acerca a ella con las manos en los bolsillos. Parece uno de los chicos malos que ha leído en las miles de novelas de Wattpad que le han acompañado durante las noches de insomnio. Esos que se enamoran de la chica buena. El caso es que ella no es buena y su historia es real, no ficticia.

    —Muchas gracias por habernos enseñado el complejo, has sido de gran ayuda y el sitio es maravilloso. —Sonríe mostrando los dientes blancos y perfectos—. Realmente estaba nervioso por venir a Japón.

    —¿Sí? ¿Y eso? ¿Te da miedo volar? —«Porque si es eso te comprendo estupendamente», piensa Mia.

Paolo niega con la cabeza y mira a la chica con mayor interés. Su tono cobrizo brilla a la luz del sol llamando la atención de todos. Su piel pálida la hace parecer una muñeca de porcelana. Es muy guapa, por lo menos a sus ojos, y no ha podido apartarlos de ella en toda la visita. Le avergüenza admitir que no se ha enterado de nada de lo que ha contado porque se ha quedado embobado mirándola.

   —No, no es eso, estoy acostumbrado a coger vuelos. Solo estoy ansioso por empezar a jugar. Además, tengo muchas ganas de ver a Mark Evans, no sé si lo conocerás, es el capitán de la selección de Japón. O bueno, lo era, por lo que sé se disolvieron después del TFI.

Mark Evans, ¿como no va a conocerlo? Le tiene hasta en la sopa. Que si Mark esto que si Mark lo otro, solo tiene ganas de tirarse del pelo al oír el nombre de alguno de los jugadores de la selcción japonesa. Aunque el dato de que el equipo se disolvió después del TFI no le conocía. En la base de datos de la federación de fútbol japonesa, aparecen como equipo actualmente activo. ¿Sería algún fallo del sistema?

    —Oh sí, se quién es, fueron los ganadores del torneo ¿no?

    —Efectivamente —Paolo desvía su mirada hacia su izquierda donde unos niños pequeños juegan con el balón— Fueron la sorpresa del mundial, ninguno esperaba que fueran tan fuertes. Llegaron siendo un equipo de bajo nivel y acabaron batiendo a los mejores jugadores del mundo. Por eso les admiro tanto, sobre todo a Mark.

Una sonrisa crece en el interior de Mia. «Eso es Paolo cuéntame todo, dame la información que necesito». Es lo que lleva esperando durante toda la visita, información de primera mano de parte de uno de los jugadores más completos del mundo.

    —¿Qué tiene de especial ese tal Mark? Cuando hablas de él te brillan los ojos —dice soltando una suave risa.

Paolo le sonríe de vuelta y se pasa la mano por el pelo, pensativo.

    —Mark Evans es el pilar del equipo. Es como esa columna que sujeta toda la estructura y que si la rompes la casa se cae abajo. Eso les pasó contra la selección de Argentina, cuando Mark faltó en el partido, ninguno supo reaccionar a tiempo. En cambio, cuando Mark está en el campo, es como si los demás jugadores dieran el 110% de sí mismos. —Sonríe con cariño, como si fuera un amigo muy querido—. Creo que fue gracias a él por lo que llegaron tan alto.

Mia almacena la información en el disco duro que tiene por cerebro. Bien, solo necesita un poco más, sabe que Paolo puede darle mucha más información de la que ha dicho. Mia no se fía de los datos de ordenador, prefiere las experiencias reales, y Paolo ha jugado contra el Inzuma Japón, es alguien muy valioso ahora mismo. Mia. Una voz se cuela en su cabeza. Mia tienes que salir de allí ahora mismo. Ya han llegado y están empezando a entrar en el área del mar Mediterraneo. La voz le hace cosquillas, como siempre. Mia suelta una maldición en voz baja. Necesita más tiempo. Tienes veinte segundos.

    —Pues estaré atenta a ellos, seguro que son unos grandes rivales. —Mia sonríe y da un paso hacia atrás, dispuesta a irse—. Me tengo que ir, hay más equipos a los que atender.

Paolo da un paso hacia ella, como si quisiera que se quedara, pero parece que se lo piensa porque vuelve a su lugar y mete las manos en los bolsillos. Quince segundos.

    —Volveremos a vernos, ¿verdad? Digo, los chicos se han quedado encantados contigo y ya te conocemos. ¿No hay opción de que seas nuestra ayudante en el torneo? Ya sé lo que nos has dicho pero...

Diez segundos.

    —Tranquilo Paolo, estaréis genial con Karen, es una persona estupenda, os encantará. —Cinco—. Una última cosa antes de irme. Os hemos dejado unos relojes en el salón, ponéroslos, seguro que os son de mucha ayuda. —Mia, mierda, tres segundos—. Volveremos a vernos Paolo —Una sonrisa se forma en sus labios. ¡Dos!—. Aunque no creo que te acuerdes de mí cuando llegue el momento —Uno.

Un grito hace que Paolo desvíe la mirada y Mia aprovecha para desaparecer de allí sin ser vista por nadie más. Cuando Paolo se vuelve a verla, ella ya no está, como si se hubiera esfumado.

    —Ha faltado poco —dice Endels apoyado en una de las paredes del subterráneo por donde ha escapado.

    —Sí, pensé que tendría más tiempo. El autobús se ha adelantado.

    —No, ha sido Mark Evans el que ha adelantado la visita y ha cambiado el recorrido. —El chico mira a Mia que se aparta el pelo de los ojos y se recoloca la ropa después de haberse levantado.

    —Ese chico nos va a dar más de un problema. —Le mira de reojo para luego añadir—. ¿Puedes dejar de mirarme de esa manera?

Mark pega un bote. Le ha pillado. Sí, la estaba mirando de arriba abajo. Le encanta ese uniforme de azafata que se ha puesto. Le queda como un guante, y a él los guantes le gustan mucho.

    —Estas...graciosa —dice sin disimular para nada. Le ha pillado ¿no? Pues ya no hay por qué esconderse.

    —Ya, Endels, haré como que me lo creo. Pero que sepas que tengo los ojos aquí —Se señala la cara—. No en el culo. Vamos, ¿querías hablar, pues hablemos?

Mark la mira desaparecer entre la oscuridad del túnel. Suspira sonoramente y piensa: «Ya podrías tratarme como lo has hecho con Paolo, marimandona».

—————————————————————————————————
He vuelto. Se que llevaréis mucho tiempo esperando una actualización, pero no he podido actualizar antes. Estoy formándome para ser escritora profesional y quería terminar unas lecciones antes de seguir escribiendo para ir practicando con mis propias novelas. Espero que podías entenderlo. Os dejo este capítulo que espero que os guste mucho y os deseo un feliz verano!!! Dentro de nada vuelvo con DDUUT!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top