Llevo a cuestas el odio y la indignación que me provocaste,

tengo listo el equipaje con un y mil cartas de despedida,

he empaquetado mi dolor junto a los objetos más frágiles de mi desdicha,

y dejé en el olvido aquello que nos robaba la vida.

Iré a tomar el vuelo sin retorno,

el tren sin destino,

el camino solitario,

y el autobús perdido.

Tu rostro vivirá impreso en mi alma,

tu belleza se volverá la causa de mi insomnio,

tus manos en mi cuerpo dejarán de provocar escalofríos,

y tus besos se convertirán en el fantasma del olvido.

Y volveré allí,

 al lugar donde me robaste los primeros suspiros,

al momento en que empezó la magia,

y me convertiste en el pedestal de tus caprichos.