Capítulo Único

Eran las 5:30 am y el maldito despertador comenzó con su molesto sonido *Riiiiiiing* oh! Maldito el que invento los despertadores, pero esa era su vida, así comenzaba su laborioso día de trabajo.

Llevaba así un año y medio, levantándose de lunes a sábado a las 5:30 am, se levantaba como zombie haciendo un ruido extraño que le pondría los pelos de punta a cualquiera (mientras éste se viera amenazado por zombies, claro) se dirigía al cuarto de baño a tomar una ducha que lograra traerlo al mundo de los vivos, después partiría a su trabajo, no sin antes darle un beso de despedida en la frente a su gran amor, aunque este estuviera prácticamente noqueado durmiendo.

Después se dirigiría a su trabajo, el cual quedaba a una hora de su hogar, ¡UNA HORA!, oh! Como maldecía a su trabajo, él era asistente del administrador y vicepresidente de una empresa transnacional, que no sabía exactamente a que se dedicaba dicha empresa, pero al menos ganaba bien, o lo necesario para terminar de pagar el departamento en el cual vivía, que si bien, no era enorme, al menos no era tan pequeño y era muy acogedor.

Su trabajo apestaba, lo odiaba, y también al idiota de su jefe, aunque si lo pensaba bien, el motivo del odio a su trabajo era él precisamente, su jefe.

OH! Odiaba al maldito! Quería torcerle el cuello, era la persona más idiota que jamás haya conocido en su vida. Aunque no es que fuera tan viejo, acababa de cumplir los 25 años, y hacia 2 años que se había casado y se había graduado como licenciado en bellas artes, otro motivo de burla para su jefe.

Sí, odiaba al maldito, cómo se había burlado de él cuando se enteró pero a él no le importaba, ya que gracias a eso había unido su vida a la de su gran amor, al que llevaba más tiempo conociéndolo.

La historia de su amor era muy típica desde el punto de vista de muchos, pero para él era especial, lo había conocido el primer año de secundaria, él había caído por las escaleras por ir corriendo, pero en su caída se había llevado a otra persona consigo. Durante su caída y por alguna extraña razón, había abrazado a la persona con la que chocó, protegiéndola de ese modo, y para cuando "llegaron" al final de las escaleras, esa persona había caído encima de él y gracias a esto se había roto el brazo izquierdo.

Cuando abrió los ojos, dispuesto a quitarse de encima a quien fuese el idiota que se atravesó en su camino y mandarlo al diablo de la manera más fina que conocía, se encontró con unos hermosos ojos verdes que lo veían con preocupación, el muchacho que estaba encima de él se levantó rápidamente y se puso a gritar como loco, pidiendo ayuda.

Así lo había conocido, (claro, era típico que las personas encontraran a su otra mitad mientras ruedan escaleras abajo) ese día aquel muchacho de ojos verdes se había quedado con él en el hospital, hablando demasiado rápido debido a su alterado estado y pidiendo perdón, y desde ese momento en el que miro detenidamente, viendo su pequeña y perfilada nariz y sus redondas mejillas que, de vez en cuando, se teñían de un leve tono rojizo, y por supuesto sus lindos ojos verdes protegidos por unas largas pestañas, desde ese momento supo que había encontrado a su otra mitad, aunque suene tan cursi.

Se hizo su mejor amigo y después su novio, pasó los mejores momentos a lado de su pelinegro, Gerard, o Gee como le decía de cariño; siempre había algo nuevo, divertido y genial si estaban juntos, y después de varios años siendo novios, le pidió matrimonio.

Según sus padres fue algo apresurado ya que ni siquiera habían terminado, aún, su carrera, pero a él no le importaba nada, solo unir para siempre su vida a su Gerard.

Ese también era uno de los motivos por los cuales tenía ese estúpido trabajo al cual odiaba, al terminar su carrera se había casado con Gerard y se habían ido a vivir a un lindo departamento, a más de 4 horas de distancia de sus padres, y tuvo que emplearse lo antes posible para así mantener su hogar, aunque claro, Gee lo ayudaba, él también se había graduado como licenciado en bellas artes, y había conseguido un trabajo como ayudante de dibujante de comics, a diferencia de él, gee amaba su trabajo, claro! Su jefe no era un idiota. Aunque su paga no era tan buena como la de él y con lo que ganaba a penas y podía comprar los comestibles para ambos.

Ahora que pensaba en todo aquello era cuando recordaba aquella frase que dice "De amor no se vive"

Cuantas veces no había escuchado esa maldita frase
-¿¡A quién diablos se le ocurrió!?- decía mientras conducía a su estúpido trabajo -Deberían darle un premio por ser "tan" inteligente, es más que obvio que de amor no se vive, eso nos lo dijeron antes de casarnos, de hecho, nos dijeron de todo, desde 'suerte', 'se nota que esta enamorados' hasta '¡idiotas! ¿Están mal del cerebro o qué?' pero a nosotros no nos importó en absoluto, seríamos al fin una pareja "común" y viviríamos por nuestra cuenta, aunque claro, de amor no se vive-

Finalmente, después de una hora de camino, llego a su trabajo, y vio en la entrada a su estúpido jefe, genial

-Buenos días Iero, que bien que llega temprano- le dijo aquel hombre más alto que él, con cabello negro y largo, y con una estúpida sonrisa de autosuficiencia agregó -¿Cómo se encuentra su esposo hoy? Me imagino que igual de lindo que siempre- completo torciendo su sonrisa al apreciar el ceño fruncido de su empleado
-Eh... si, buenos días Sr. McCracken, MI Gee está bien, lo deje en casa descansando después de todo lo de anoche- le contesto con una sonrisa burlona cuando vio al otro hombre cambiar su gesto alegre y burlón a uno frustrado
-No está aquí para que me cuente sus intimidades Iero, vamos, que tenemos mucho trabajo el día de hoy

Si, odiaba a su estúpido jefe, el muy maldito tenía un interés nada lindo por SU Gee, y para él eso era un gran problema, NADIE, absolutamente N-A-D-I-E podía fijarse en Gee, era suyo, y solamente suyo.

Mientras caminaba rumbo a su oficina para comenzar con sus labores del día, recordó con rencor aquel fatídico día en que su jefe conoció a Gee. Llevaba un mes en su trabajo y para entonces no odiaba nada en cuanto a este.

Esa noche cumplía también seis meses de casado y como apenas y les alcanzaba para vivir, y en su trabajo había una fiesta, decidieron ir.

Frank iba de traje gris, nada nuevo ya que para ir a trabajar siempre iba de traje, y Gerard llevaba uno negro, haciendo que se viera más pálido de lo normal, y llevaba los ojos delineados de negro, haciéndolo ver más hermoso, por eso (y muchas cosas más) lo amaba tanto.

En cuanto llegaron a la fiesta todos lo voltearon a ver, no pensaban que fuera gay ya que se veía"muy malo" con tantos tatuajes, aunque eso era lo de menos, lo que más le molesto era que inmediatamente de verlo a él, todas las miradas se dirigían a su Gerard, esa noche más de uno se le insinuó y entre ellos su jefe.

El muy maldito había aprovechado que él había ido por algo para que tomaran para acercarse a Gerard, cuando llego con las bebidas vio a Gee con una cara de incomodidad ante la presencia del otro hombre; trató de alejar al idiota de Bert de Gerard toda la noche, pero siempre se acercaba a ellos para hablar de cualquier estupidez, lo peor es que no respetaba que él estuviera ahí y descaradamente se le insinuaba a Gee aunque este fingía no entender.

Cuando estaban a punto de marcharse, Bert abrazó muy entusiastamente a Gerard y ante la mirada atónita de Frank y la sorpresa de Gerard, bajo su mano por la cintura del pelinegro y le apretó el trasero.

Frank estaba a punto de tirársele cual perro rabioso al estúpido que se había atrevido a tocar a su esposo, pero Gerard había reaccionado primero y se lo había sacado de encima para después propinarle un buen puñetazo justo en la mejilla.

Después de eso jamás volvió a llevar a gee a su trabajo y bajo ninguna circunstancia dejaba que Bert fuera a su casa o se topara con gee.

Por "suerte" tampoco lo habían despedido, aunque Bert jamás le pidió ninguna disculpa, y por eso lo odiaba. Si por el fuera mandaba al diablo, pero debía pensar en gee, en él y su futuro, por que como dicen "De amor no se vive"

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Ya eran las 5:00 pm, ya había terminado su turno de trabajo y ahora se dirigía a su hogar, iba bastante cansado, el estúpido de McCracken lo había traído todo el día con mucho trabajo, de seguro en venganza por lo ocurrido en la mañana. Idiota.

Al entrar a casa el delicioso aroma a pasta lo recibió y poco después un alto pelinegro que se aferraba a su cuello con algo de fuerza, seguido después de un tierno beso en los labios.

-Hola frankie, que bueno que llegaste, te estaba esperando, ¿Cómo te fue en tu día? Traes una cara horrible amor!- dijo un divertido pelinegro
-Oh vaya! Es lindo escuchar eso, pero ¿qué otra cara quieres que traiga si todo el maldito día la pase con Bert?, ese idiota- dijo un frustrado -Sabes lo que me dijo esta mañana? El muy idiota me pregunto por ti, pero ¿cómo se atreve!?
-Cálmate frankie, porque no simplemente dejas tu trabajo?
-Si claro ¿y con tu sueldo nos mantendrás?- dijo sarcásticamente, sin pensar, pero al ver la cara de Gerard se sintió mal, todo era culpa de su estúpido trabajo y de Bert, gee no tenía la culpa -Lo siento cariño, no quise, es solo que no fue mi día
-Claro frankie, lo entiendo, pero te hablaba enserio, ¿Por qué no dejas tu trabajo? No estudiaste para eso, dedícate a la música, porque no enseñas a niños a tocar la guitarra, no sé, algo diferente, solo deja tu trabajo
-Pero ¿con que pagaremos el departamento gee? ¿Lo has pensado? Tu sueldo no nos alcanzará
-Pues ya veremos que hacer, no te preocupes frankie, saldremos adelante
-Si claro, y mientras viviremos de nuestro amor? Vamos gee!De amor no se vive - dijo secamente, al fin sacando toda su frustración en esa última frase
-Pero podríamos intentarlo, también el amor todo lo puede- Frank, que había bajado la cabeza para no mirar a los ojos a Gerard, alzo rápidamente su mirada, viendo los ojos de su esposo brillar con esperanza, creyendo fervientemente sus palabras, y dedicándole una sincera sonrisa, la cual no dudo en corresponder
-Si gee, tienes razón, pero sabes... no falta mucho para que acabemos de pagar el departamento y una vez que sea nuestro te juro que dejaré mi estúpido trabajo, no sin antes darle un buen puñetazo al idiota de Bert , así al menos tendremos un lugar donde dormir-
-De acuerdo frankie, como quieras, pero sabes... sé cómo quitarte el estrés que te cargas- dijo con un pequeña sonrisa y sus mejillas rojas como tomatitos; por eso también lo amaba, porque a pesar de llevar dos años casados, su gee seguía sonrojándose como la primera vez, ¿cómo no amarlo? Tenía tanta suerte de tenerlo para él solo.

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Eran las 5:30 am y el maldito despertador comenzó con su molesto sonido *Riiiiiiing*, de nuevo ese maldito sonido, ¿ya había mencionado cuanto odiaba el despertador?, pero esta vez no se sentía frustrado ni odiando o maldiciendo a todo el mundo, a pesar de que apenas había dormido cuatro horas, bien había servido, volteo su cabeza para observar detenidamente al motivo de su desvelo.

Gerard se encontraba acurrucado muy cerca de él, con el cabello muy revuelto y las mantas, que solo le tapaban de la cadera para abajo, dejaban ver su fuerte espalda completamente desnuda. Suspirando, dejo un casto beso en la frente de su esposo, cobijándolo bien y tomando su ropa, se dirigió al baño para comenzar con su día, ¡vaya! Gee sí que lo había ayudado a"liberarse" de todo el estrés que traía.

Ese día se sentía tan feliz, jodidamente feliz, no le importaba ver el feo rostro de Bert, no, nada le molestaba ese día, al final aquella frase que dijo gee tenía razón, el amor todo lo puede, tal vez, solo tal vez, si se podría vivir de amor... ¿Por qué no intentarlo?

-Bert!-llamó a su jefe que pasaba fuera de su oficina
-¿Qué quiere Iero?- dijo el otro hombre con un tono de molestia un su voz
-Tengo algo que decirte....

Si, ¿Por qué no intentarlo?

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