#3: Crisis Oscura

En el inmenso vacío del oscuro cosmos, una figura emanaba una fuerte y brillante luz dorada mientras, tal cual un cohete humano, surcaba por aquella bastedad. Él era miembro de los Nova Corps, una agrupación intergaláctica de poderosos héroes liderados por la mente colectiva de Xandar. Su nombre humano era Richard Rider, y era conocidos por los otros héroes de la Tierra como:

Y por esa misma agrupación es que él había sido enviado a investigar un extraño pedido de auxilio proveniente ni más ni menos que del planeta Kree.

—¡Hey, Nova! —se escuchó una voz mediante el comunicador de su casco.

El poderoso héroe cósmico se detuvo al escuchar aquel llamado de una voz sumamente familiar, y junto a él se alzó otro héroe proveniente de su mundo natal: La Tierra. Este nuevo protagonista pertenecía al grupo de los Green Lantern Corps, quienes era una organización muy similar a los ya mencionados Nova Corps. Este guardián esmeralda portaba su anillo, con el cual podía manifestar cualquier deseo de su férrea voluntad, con orgullo en su mano derecha. Su nombre humano era Hal Jordan, pero también respondía al nombre de:

—Hal, que sorpresa verte por aquí —dijo Nova, estrechando la mano de su compañero—. ¿También te enviaron al planeta Kree?

—Así es —dijo el gladiador esmeralda—. A los guardianes les llegó la llamada de auxilio, pero el Lantern de este sector no responde. Me enviaron a observar la situación y encontrar al Lantern extraviado.

—Que extraño —exclamó Nova, retomando el viaje junto a su compañero intergaláctico—. ¿Qué amenaza puede ser tan grande, con la capacidad de llenar de terror el corazón de los kree, para pedir ayuda a los Nova y a los Green Lanterns al mismo tiempo?

—Creo que es peor —aseguró Hal—. Escuche de primera mano su señal de auxilio y no fue una específica para el Corps. No sé cómo haya sido la que oyeron en Xandar, pero la que llegó a Oa...

—Parecía una señal desesperada —le interrumpió Nova, con los pensamientos inquietos de su mente luchando por salir—. Como si la hubieran lanzado con la esperanza de ser oídos por cualquiera. Así que, mi pregunta consiste: ¿qué es aquello que provoco un horror tan intenso en los kree para lanzar una llamada de auxilio tan desesperada?

Y con una creciente inquietud recorriendo a ambos héroes, estos solo aceleraron el ritmo para llegar lo más pronto posible al planeta en cuestión, sin saber que aquello sería algo de lo que se arrepentirían. Pues al llegar a su destino, todo parecía normal en el espacio exterior. Pero cuando se adentraron al planeta tuvieron que ver algo sumamente grotesco, al punto que casi los hizo vomitar. Primero, el oxígeno mismo parecía contaminado por el hedor de millones de cuerpos pudriéndose al aire libre. El olor era tan fuerte, que nuestros sus héroes sentían como si estuvieran encerrados ellos mismos dentro de un cadáver putrefacto. Lo que ellos no sabían era que, si no fuera porque tenían energía cósmica cubriendo sus cuerpos, aquel olor les provocaría una hemorragia. Y pronto vieron la fuente de aquel mal. Aquella criatura era horrenda y vomitiva, su sola presencia parecía desdibujar la estética y la realidad del universo, alterándola de forma constante y aleatoria. Era una masa negruzca y viscosa, con cientos de protuberancias que no terminaban de convertirse en tentáculos o extremidades vagamente humanas. Cientos, miles, millones de ojos de todos los tamaños se formaban y explotaban constantemente, liberando una sustancia más negra que el basto infinito del cosmos. Aquel ser era de proporciones colosales, pues sus grotescos y retorcidos movimientos estaban destruyendo los edificios a su alrededor. Su tamaño era casi imposible de calcular. ¿Se había vuelto tan grande como una ciudad? ¿Cómo un país? ¿Un continente? ¿Aquella masa burbujeante y blasfema podría, de seguir su crecimiento, expandirse más allá del tamaño de un planeta? ¿De un sistema solar? ¿Acaso esa aberración, aquel insulto a La Vida misma, estaba destinada a cubrir todo el universo?

—¿¡Qué demonios es eso!? —preguntó Hal Jordan, en medio de gritos.

—Yo, no lo... —Nova no pudo aguantar y termino vomitando allí mismo. La presencia de aquella criatura, junto con el inmenso hedor que ahora invadía el planeta, era demasiado para él. —No te atrevas a burlarte de esto, Hal —pidió Richard, pero al voltear notó que su compañero se encontraba en sus mismas condiciones.

—Créeme, amigo, no tengo la intención de hacerlo —aseguró Jordan, terminando de hacer lo propio—. Ahora, yo digo que ataquemos a ese monstruo con todo lo que tengamos.

—Totalmente de acuerdo.

Los dos héroes se lanzaron al ataque contra la colosal y abominable bestia, empezando a arrojar toda la artillería que tenían. Sus poderosos ataques de energía, capaces de diezmar a villanos a través de la galaxia, hacían que la criatura soltase guturales gritos que se podían escuchar por todo el planeta. Tanto Hal como Richard sintieron que sus oídos amenazaban con sangrar en cualquier momento, pero no se detuvieron. Ambos héroes se alzaron por los aires sin dejar de disparar, pero pronto notaron que, a pesar de los gritos, la criatura no presentaba daños visibles. Una de las mal llamadas extremidades de aquel ser se alzó más alto que cualquier rascacielos y se precipitó contra el Green Lantern, el cual inmediatamente creo una enorme motosierra de energía. Esta termino impactando contra aquel apéndice con gran fuerza, pero hubo algo que sorprendió de gran manera a Hal.

—¿Q-Qué es lo que está pasando? —preguntó entre dientes el Linterna, haciendo un gran esfuerzo—. No puedo cortarlo...

La sorpresa del miembro fundador de la Justice League fue mayor cuando la fuerza de aquel miembro logró romper su motosierra, obligándole a moverse rápidamente a un costado.

—Ninguno de mis ataques está siendo efectivo —exclamó Nova mientras se mantenía en movimiento, pues más de aquellos apéndices fueron en su búsqueda—. Maldita sea, ¡voy a activar la fuerza letal!

Nova continúo efectuando sus devastadores disparos, pero estos solo lograban dañar superficialmente aquellos apéndices, o de plano simplemente apartarlos. Era como si aquella criatura, simplemente se negara a morir. Como si no tuviera la capacidad.

—¡Richard! —gritó Hal, aproximándose a su compañero—. Ataquemos juntos a la máxima potencia.

Nova y Green Lantern esquivaron los diferentes miembros de aquella monstruosa criatura para poder aproximarse más, para poder hacer de su ataque más devastador. Juntando toda la energía necesaria, los dos guardianes espaciales lanzaron una poderosa ráfaga que se mezcló y unió como una. Aquel impacto contra la blasfema criatura hizo temblar todo el lugar, haciendo una demostración de dos de los más i̶n̶ú̶t̶i̶l̶e̶s̶ ̶y̶ ̶p̶a̶t̶é̶t̶i̶c̶o̶s̶ valientes y poderosos héroes que el universo tenía. Y aquel poder combinado logró atravesar de par en par a la temible bestia, dejando a través de esta un enorme orificio que solo podría compararse con el cráter provocado por un meteorito. La repulsiva criatura se tambaleo, pero ni siquiera con aquel enorme agujero fue capaz de caer. Ante la atónita mirada de los héroes espaciales, extraños y viscosos apéndices empezaron a entrelazarse en el interior de la herida. Los c̶o̶b̶a̶r̶d̶e̶s̶ valerosos héroes observaron como la criatura empezó a regenerarse. Con una violencia inaudita, la criatura empezó a sacudirse cual salvaje animal. Todo el planeta pareció temblar mientras el suelo era destrozado, y los edificios caían en pedazos. Los gritos de desesperación y terror eran solo superados por los ruidos de la catástrofe, pero una voz logró llegar a los oídos de los héroes.

—¡Green Lantern! ¡Nova! —gritó un soldado kree, aproximándose a los héroes gracias a sus propulsores.

—¿Qué demonios es eso? —preguntó Nova, notablemente alterado.

—No lo sabemos —dijo con terror el kree—. Esa cosa arrasó con todo lo que le arrojamos. Incluso Ronan El Acusador cayó ante eso, y fue consumido. Se ha hecho cada vez más grande, y a destrozado todo a su paso. Nosotros... tenemos que evacuar el planeta. No hay manera de destruirlo. Es nuestro castigo divino, por haber dejado a su suerte a Mar-Vell. Él nos trajo este castigo.

—Aunque merecen un castigo —habló Hal—, Mar-Vell no querría ver como su mundo natal caía ante esta criatura.

—Pero, Green Lantern, fue el propio Mar-Vell quien trajo esta cosa a nosotros —afirmó el soldado Kree, confundiendo a los héroes—. Él mismo se apareció en los cielos y destruyó a la Inteligencia Suprema antes de soltar a este monstruo. Es nuestro castigo, y no podemos escapar de él.

—¿De qué locura hablas? —preguntó con enojo Nova—. ¡El Capitán Marvel está muerto!

Pero interrumpiendo cualquier banal discusión, otra de aquellas retorcidas criaturas de colosales dimensiones empezó a aproximarse en el horizonte. Y otra, y otra, y otra. Docenas de aquellos monstruosos titanes empezaron a hacerse presentes, horrorizando a los que, en su bendita ignorancia, no sabían que eran los últimos kree con vida. Condenados a la extinción por el profano mesías al que, en su ciego desprecio por profesar una incómoda verdad, habían condenado cual cordero en un matadero. Demasiados cobardes para matarlos ellos mismos, lo dejaron yacer en manos de una muerte indigna para no mancharse ellos mismos. Y aunque tuvieron la oportunidad de salvarlo, lo ignoraron y dejaron morir. Aquel era el holocausto del pueblo que había condenado a su mesías a morir a manos de otros. Y lo merecían.

En la Tierra, el grupo de héroes conocidos como Los X-Men se preparaba para ir a Nueva York. En su oficina, Charles Xavier permanecía en soledad, frotándose constantemente la cabeza. El telepata más d̶e̶f̶i̶c̶i̶e̶n̶t̶e̶ poderoso de la Tierra sentía una enorme presión en su cerebro, como el sonido de un enjambre de furiosas abejas retumbando en sus oídos. Y una puntada se hizo más fuerte poco antes de que, por mero y primitivo instinto, volteara la mirada hacia una de las esquinas de su habitación. Observando el punto exacto donde ambas paredes se encontraban, contempló con inquieto temor como este parecía latir cual maligno corazón, delatando una oscura presencia. Extraña sustancia de color azul, y de apariencia sumamente viscosa, brotaba de aquella pared, precediendo la llegada de una bella pero letal mujer. De entre aquella sustancia, pero sin que en ella quedase rastro de esta, emergió Elysius; la apóstol de los apóstoles de Mar-Vell.

—¿Elysius? —preguntó Xavier, mirando con cierta confusión a la fémina.

—Charles Xavier —exclamó la mujer, aproximándose al varón—. Mi amado Mar-Vell me ha dicho que tu serías un recurso invaluable, o un temible enemigo. Él me envió a ti, para que te nos unieras.

—Detente ahí —exclamó con firmeza—. Escuche la advertencia del Capitán América, y puedo sentir con mi mente como aquellos horrendos y retorcidos seres a los que sirves están haciendo presión para ingresar.

—No puedo detenerme, y tú tampoco podrás hacerlo. Nadie, ya sea dios, hombre o mutante, podrá detener a Los Multi-Angulados y a aquel que está por encima de todos.

Elysius alzó su mano, y un extraño humo negro se materializó en esta. Aquel humo tomó la forma de una daga ceremonial, la misma que había usado para convertir a A'Laars en una criatura grotesca y abominable. Charles, sintiendo la inminente amenaza, alzó su mano izquierda hacia la mujer para ejercer sus poderes mentales.

Y aunque ingresó en la mente de Elysius, algo lo hizo ir más lejos. Una mente mucho más compleja y caótica, algo incapaz de comprender para cualquier humano. Charles Xavier era el telepata mutante más poderoso del planeta, tanto que podía codearse con alienígenas de diversas galaxias en lo que a poderes mentales se trataba. Pero a pesar de su poder y su sabiduría, él no era nada. Y su mente conoció el verdadero terror cuando sangre escapó de su nariz, de sus ojos y sus oídos. Xavier gritó del inmenso dolor, tanto con sus cuerdas bucales como con su mente destrozada. El hombre se tomó con desesperación de su cabeza mientras se sacudía violentamente, llorando con gran desesperación mientras rogaba por detener aquello que había invadido su mente.

—¡Basta! ¡Basta! ¡Por favor! ¡Deténganse! ¡No más! ¡No más!

En su desesperación, Charles empezó a arrancarse él mismo la piel de su cabeza, como si el dolor físico pudiese sacarlo de aquel dolor psíquico, o tal vez en un deseo de arrancarse por sí mismo la fuente de su poder. Y todo lo hizo sin darse cuenta de que Elysius se aproximaba a él, con la daga en su mano.

—¡¿Qué demonios fue eso!? —gritaba Wolverine, corriendo por los pasillos junto al resto de los X-Men.

Si tan solo se hubieran marchado en su avión tan solo unos minutos antes, tal vez hubieran alargado un poco su vida. O tal vez, su caída hubiese sido más digna y gloriosa, a la altura de un equipo tan icónico como valeroso. Tal vez, incluso, hubieran tenido la oportunidad de detener a aquel profano mesías. Pero todo eso no eran más que esperanzas que, para irónica diversión de Los Multi-Angulados, yacía muerta. Pues antes de que pudieran llegar a Charles, un gran dolor invadió la mente de cada uno de los que habitaban en la enorme mansión Xavier. Un dolor tan grande que terminaron tomándose de la cabeza y cayendo al suelo. Los más débiles y afortunados murieron ante algo que solo podía considerarse un ataque mental, provocado por una mente perturbada. Pero los demás, aquellos con el infortunio de soportar por su poder o su voluntad, estaban condenados. Pues de la oficina de Xavier salió un ser grotesco, destrozando la pared con su gran tamaño. Un ser que recordaba a un enorme cerebro burbujeante, que se arrastraba de manera torpe y destructiva, con apenas algunos rasgos vagamente humanos dispersos por su repulsivo ser, pues aquello no era digno de llamarse cuerpo. Aquello no era digno, de llamarse vida. Y aquella monstruosidad se fue aproximando a los aterrados supervivientes, que pedían a gritos una salvación que jamás llegaría. Wolverine, al observar aquella amorfa aberración, apretó los dientes y sacó sus garras, con la intención de defender a sus compañeros y a los estudiantes. Haciendo uso de su férrea voluntad, logró ponerse de pie a pesar de sentir que su cerebro era comprimido y expandido al mismo tiempo. Pero lo que escuchó —lo que todos escucharon— decir a aquella criatura, lo llenó de horror.

—A mí, mis X-Men.

Humo tan negro como la noche se alzaba de los restos en llamas de la mansión de Los Vengadores, como una hoguera profana que quemaba lo poco bueno, noble, ̶p̶a̶t̶é̶t̶i̶c̶o̶ y justo que quedaba en aquel mundo. Y frente a aquella hoguera, se encontraban los corrompidos héroes, cuyas almas se habían sumergido en la absoluta oscuridad. Y en clara contraparte con su oscuridad, la luz de la esperanza aterrizó con fuerza frente a aquellas grotescas formas de vida. La esperanza encarnada se alzaba desafiante ante la locura, en una batalla que definiría el destino del universo.

—Marvel —exclamó con fuerza el kryptoniano, mientras su prima aterrizaba a su lado para respaldarle—. ¿Qué has hecho?

—Traje la nueva vida, y la compartí con mis amigos más cercanos —aseguró Lord Mar-Vell, de pie sobre la mano abierta de Giant-Man, junto al resto de sus Revengers—. Una vida, que estoy dispuesto a compartir contigo y todos los demás héroes de este mundo.

—¡Esta demente! —vociferó Supergirl—. En Krypton teníamos conocimientos sobre los Grandes Antiguos, ¡y son seres aberrantes! ¿Cómo pueden desear que esos demonios crucen a nuestro plano?

—Niña —habló el Capitán América, dando un paso al frente—. No tienes ni idea del bello paraíso que ellos nos traerán. Tan solo imagina un mundo donde ninguna raza tenga que volver a extinguirse por los caprichos del núcleo inestable de un planeta. Ustedes, quienes perdieron un mundo por culpa de La Muerte, deberían entenderlo.

Supergirl dudó ante aquellas palabras que lograron hacerla pensar, pero ahora fue Superman quien dio un paso adelante para encarar aquellas abominaciones.

—Ya perdimos un mundo, en eso tienen razón. Y por eso, no perderemos este ante su oscuridad y locura. Defenderemos la Tierra a toda costa, tanto de ustedes como de aquellos abominables amos a los que sirven.

—No hay forma de que puedan ganar, Superman —exclamó el kree—. Los Multi-Angulados, liderados por aquel por debajo de todos, destrozaran a los débiles dioses de este mundo. Mataran a La Muerte, y el universo enteró les pertenecerá. Es inútil pelear, simplemente deberían unirse a nosotros. Ríndete.

Y los oscuros héroes corrompidos observaron como faros de luces descendían de los cielos. Envuelto en rayos, el mortal con los poderes de los dioses se hizo presente. Junto a él, el ultimo hijo del planeta rojo. Con un poder que podía rivalizar, o incluso superar, al propio Superman. Envuelto en una energía similar a la de Hal Jordan, otro guerrero esmeralda hacía acto de presencia, al mismo tiempo que la heredera de los dioses helenos descendía de su avión invisible. Y así mismo, un enorme murciélago, junto a su oscura valkiria, hacía lo propio. Imitando su acción, un hombre de brillante traje azul salió de un enorme escarabajo metálico que se mantenía suspendido en el aire. Para finalizar, rayos dorados daban paso al hombre más rápido con vida. Ante aquellas llegadas, Superman esbozó una pequeña sonrisa.

—Yo nunca me rindo —dijo Superman—. La Liga de la Justicia nunca se rinde.

El héroe conocido como Spider-Man se balanceaba por las calles de Nueva York con ayuda de sus redes, acompañado por el demonio vigilante de Hell's Kitchen; Daredevil.

—¿Alguno tiene un plan? —preguntó Moon Knight a un costado, corriendo por los tejados.

—¿No tenías un Mooncoptero o algo así? —preguntó Spider-Man.

—Esta en el mecánico —dijo con cierta indiferencia el avatar de un dios—. Lo que sea que este pasando es muy grave. Konshu no me ha hablado, pero... siento su temor.

—He intentado rezar —habló Daredevil, con cierto pesar en su voz—. Pero me cuesta. Algo se siente diferente, como... vació. Por primera vez, tengo dudas de si Dios puede escucharnos.

E interrumpiendo su conversación, una fuerte explosión dio lugar en una calle cercana, llamando la atención del trio de héroes. Más pronto que tarde se vieron a las diferentes personas corriendo con terror, huyendo de algo que profanaba cualquier sueño y esperanza. Entre los escombros de una pared, la heroína conocida como She-Hulk se encontraba semi inconsciente.

—¡She-Hulk! —exclamó Spider-Man, siendo el primero de los tres en aterrizar cerca de la heroína.

—Puedo escuchar sus latidos, aunque son algo débiles —afirmó Daredevil, siendo seguido por Moon Knight.

—¿Qué le pudo provocar esto? —cuestionó Moon Knight, antes de que grandes sombras se alzaran sobre los héroes—. Oh, por Konshu.

—Sera mejor que abandones a Konshu, Marc —habló Reed Richards, descendiendo junto a su equipo—. ¿O eres Steven? ¿O Jake? Da igual quien seas, o a los dioses a quienes adoren. ¡Todos se inclinarán ante los Grandes Antiguos!

A las afueras del Sanctum Sanctorum, un grupo de héroes se encontraba reunidos, sintiendo el creciente peligro en el aire. John Constantine fumaba un cigarrillo, en un intento por mantener su calma y su estrés bajo control.

—John —exclamó la bella y talentosa maga conocida como Zatanna, aproximándose al embustero—. ¿A quién estas esperando?

—A cualquiera, a decir verdad —afirmó Constantine, antes de dar una larga calada a su cigarro—. Algo me da mala espina, amor.

—¿Cuántas veces debo decirte que no me digas así? Me incomodas.

—Lo que digas, dulzura —exclamó con indiferencia.

—Veo que no fui el unico en recibir el mensaje de Strange.

Una figura misteriosa se hizo presente, con un largo abrigo y un sombrero oscuro. Aquel espectro, cuyo origen desconocido solo era teorizado por los expertos en la magia, estaba condenado a vagar eternamente por la Tierra. Su nombre:

—Phantom Stranger —habló Constantine, aproximándose al extraño ser para continuar hablando con su tono burlón—. Tú que tienes el conocimiento de todo, ¿qué tan mal parados vamos a salir de esto?

—Yo... no lo sé —respondió Phantom Stranger, con cierto grado de temor en su voz—. No puedo ver lo que está por ocurrir, solo siento una enorme perturbación en todo el ámbito místico.

—Creo que todos lo sentimos —respondió otro hombre, de oscuras vestimentas negras y aspecto siniestro. Él respondía al nombre de Barón Mordo.

—Sera mejor que entremos —dijo Zatanna—. Si Strange nos llamó, de seguro encontró alguna forma de detener lo que sea que este pasando.

—Claro —dijo Constantine, tirando el cigarro ya consumido—. Fate poseído y Strange escondiéndose en su mansión embrujada. Estúpidos magos pretenciosos, siempre supe que ellos nos condenarían.

El grupo de héroes se encamino hacia la entrada del lugar, sintiendo a cada paso un temor creciente desde la boca de sus estómagos. Las puertas del Santuario se abrieron con suma facilidad, como si algo ya los estuviera esperando. Ingresando en las sombras insondables, apenas iluminadas por tenues velas acomodadas en diferentes puntos específicos.

—¡Strange! —gritó Constantine—. ¡Wong! ¿Hay alguien aquí?

Los héroes subieron las escaleras y llegaron hasta la biblioteca de Strange, donde cientos de libros reposaban.

—¿Dónde está Stephen? —preguntó Zatanna, mientras Constantine se encaminaba hacia los libros.

—De seguro se escondió, amor —afirmó Constantine, empezando a mirar los libros—. Tanto él como Strange no son más que magos fanfarrones, muy blando por codearse constantemente con los otros payasos en mayas.

—¿En serio debó tolerar las palabras de un pobre estafador como tú? —cuestionó con molestia Mordo.

—Haber, el Necronomicon, el Darkhold... ¿Y esto? —preguntó John mientras tomaba un libro negro, con una cruz cristiana invertida en su tapa.

—El libro de la Sombra —dijo Phantom Stranger—. Suelta eso, Constantine. Es un libro muy peligroso.

—Nch. De todas formas, no puedo abrirlo —dijo Constantine mientras lo dejaba de lado.

—Por tu propio bien —exclamó una voz grotesca, resonando en toda la habitación—. Este universo le pertenecerá a los Multi-Angulados, y no queremos lidiar con La Sombra, Kronos ni ningún ser del Lenkverso en estos momentos.

Los héroes se voltearon hacia el rincón más oscuro de la habitación, pues la luz misma parecía estar huyendo de la siniestra presencia que allí moraba. Doctor Fate, con la siniestra sonrisa que deformaba su casco, dejaba ver su putrefacta figura ante los aterrados hechiceros.

—¿Qué hiciste con Strange? —preguntó Mordo, intentando mantener la compostura.

—Strange vive en mi —aseguró Fate, utilizando la voz del mencionado—. Y ahora, todos ustedes lo harán.

El blasfemo hechicero se movió a una velocidad inaudita, sin que ninguno de los presentes pudiese verlo. Y ante la atónita mirada de todos los hechiceros, el puño izquierdo de Fate atravesó desde el pecho hasta la espalda de aquel espíritu castigado a vagar eternamente por Yahvé.

—Esto... no es posible —dijo Phantom Stranger, con gran dolor.

—Un espectro condenando por un débil dios de la Tierra —exclamó Doctor Fate, clavando sus garras en el rostro de Stranger—, no es nada contra el poder de Los Antiguos —sentenció, antes de destrozar de un movimiento el cuerpo de aquel que debería ser un espíritu.

Aquella masa sanguinolenta, con restos de ropas y huesos, empezó a ser absorbida por las grotescas fauces del hechicero maldito, aumentando inmensamente los alcances de sus habilidades. Los poderosos hechiceros, que ya habían enfrentado un gran número de amenazas místicas en el pasado, ahora observaban con paralizante terror a aquella grotesca criatura que se alzaba ante ellos. E interrumpiendo cualquier intento de palabra que ellos intentaran, un sonido estremecedor retumbo a través de todo el cosmos.

—¿Esas son...? —intentó preguntar Zatanna.

—Flautas —dijo Fate con una gran sonrisa.

Y aquello fue el comienzo de algo sumamente grotesco. Un espectáculo tan dantesco, que muchos enloquecieron de solo contemplarlo. Cual si fuera una pintura sobre una pared, los cielos empezaron a romperse. Colosales grietas aparecieron sobre el firmamento, y se fueron extendiendo conforme el sonido de las flautas infernales solo se hacía más fuerte. Violentos rayos de múltiples colores empezaron a golpear los edificios más grandes, mientras pedazos del cielo literalmente caían a la tierra. Pero esto no fue lo único en caer, pues cadáveres ensangrentados empezaron a descender como una grotesca lluvia. Cadáveres de ángeles y demonios, muertos por una batalla que les era imposible de ganar. Los eternos enemigos lucharon juntos, y murieron juntos. Fueron afortunados, pues la muerte los libraría de algo mucho peor. Y de estos cielos cubiertos de muerte, millones de ojos empezaron a emerger. Grotescas extremidades similares a tentáculos desgarraron el tejido de la realidad, mientras millares de bocas vociferaban oscuras blasfemias inentendibles para el oído humano. Ellos estaban cruzando.

El T-Jet, la nave insignia de los Jovenes Titanes, zurcaba los cielos infestados, pasando muy cerca de la estatua de la libertad.

—¿¡Qué demonios es eso!? —preguntó Chico Bestia, apartandose con temor de las ventanas.

Pero cualquier tipo de respuesta tendría que esperar, pues el gritó desgarrador de Raven los obligó a voltear a todos. La poderosa hechicera empatica gritaba del inmenso dolor, mientras con desesperación se desgarraba la piel de sus brazos al aferrarse con tanta fuerza a ellos.

—¡Ya basta! ¡Detenganlos!

—¡Raven! —gritó Starfire, aproximándose a su amiga—. ¿Qué tienes?

—¡Siento como lo estan destrozando! —gritó entre lágrimas, con genuino dolor en su voz—. ¡Lo estan matando!

—¿A quién? —preguntó Cyborg, con gran consternación.

—¡A mi padre! —respondió Raven—. ¡Ellos están desmembrando a Trigon!

Nightwing estuvo a punto de intervenir, pero notó como algo en los cielos se aproximaba rápidamente hacia ellos. Al principio no pudo distinguirlos bien, pero conforme aquellas masas burbujeantes y putrefactas se fueron acercando, entendió el peligro que se cernía sobre él y su grupo. Una imagen que antes le podría haber brindado alivió, ahora le provocaba todo lo contrario. Y aquella blasfema visión, aquel insulto a todo lo que los héroes significaban, fue suficiente para que un creciente horror fuera apoderándose de su pecho.

—Titanes, prepárense para una confrontación. 

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