#1: La (No) Muerte del Capitán Marvel
En una habitación muy bien iluminada, un enorme grupo de héroes se encontraba reunidos alrededor de una cama, donde un hombre yacía al borde de la muerte. Aquel varón era rubio y alto, en antaño había portado un físico imponente y musculoso. Pero ahora se veía consumido por un feroz cáncer que se alimentaba de sus propios poderes. Él era uno de los más valientes y reconocidos héroes del universo; el Capitán Marvel.
«He enfrentado a tantos enemigos en mi vida», pensaba el superhéroe, observando a los héroes a su alrededor. «Y pensar que es mi propio cuerpo el que me esta traicionando. Hace ya siete años que me enfrente a un villano de la Tierra, un criminal llamado Nitro».
«Él había robado un contenedor de gas nervioso experimental, fabricado por el ejército de los Estados Unidos. Durante nuestra pelea, el contenedor se rompió y su contenido puso en peligro a miles de personas que vivían a los alrededores. No me quedó más opción que sellarlo con mis propias manos. Desde entonces quede condenado, y el cáncer se ha estado alimentando de mis propios poderes. Ahora ha mutado tanto, que ni siquiera las más grandes mentes de la Tierra o de todo el universo han podido encontrar alguna cura para mí. Ni la ciencia ni la magia han podido salvarme».
Mar-Vell observó con llorosos ojos a todos sus amigos allí reunidos. Aquellos héroes con los que había luchado cientos de veces lado a lado con la intención de proteger a la Tierra, o al universo entero. Sus ojos se centraron en Elysius, la hermosa mujer de cabellos negros a las que amaba con todo su corazón. Aquella con la que quiso compartir su vida, y tener hijos con ella. Pero el cruel destino le había arrebatado hasta aquellos sueños de una vida pacifica, después de tanta guerra. El dolor se apoderaba de su ser, y una verdad destrozaba su alma en antaño imbatible. «No quiero morir», pensó mientras más lagrimas caían de sus ojos. «Invasores alienígenas, monstruos, mutantes, todo tipo de supervillanos. Peleé contra todos y vencí. Sobreviví. ¿Para qué combatí tanto, si al final es mi propio cuerpo quien se vuelve contra mí y me vence? No sé para qué me sigo atormentando. No soy el primero ni el último en caer ante el cáncer. Pero... soy el Capitán Marvel. Nunca creí, ni quise, que esto me pasara a mí. En mi interior, sentía una extraña sensación que me hacía creer que viviría eternamente. Me duele pensar que moriré, y el universo seguirá girando sin mí». Y mientras los adoloridos ojos del kree se cerraban, provocando que la oscuridad lo reclamara, una verdad furiosa seguía latiendo en su débil corazón: no quería morir.
—No tiene que ser así —aseguró una voz gruesa y aterradora, pues solo escucharla provocaba un intenso dolor.
—¿Dónde estoy? —cuestionó Mar-Vell, viéndose solo y rodeado de oscuridad.
—No quieres morir, y yo puedo concederte eso.
Marvel sintió como si hubiera caído al suelo, y entonces notó como su viejo uniforme volvía a ceñirse sobre su cuerpo. Alzándose con fuerzas renovabas, la realidad misma pareció deformarse contra él mientras grotescas formas grisáceas y putrefactas se alzaban desde los suelos para rodearlo.
—Tus enemigos muertos, han vuelto para cobrar venganza. Ellos quieren arrastrarte consigo hacia la muerte y el olvido.
Aquellas blasfemas creaciones se lanzaron como animales feroces sobre el héroe, quien empezó a defenderse de forma salvaje e instintiva. Pero a pesar de su fuerza y sus poderes, sintió como aquellas putrefactas manos lograban ponerlo de rodillas, y rasgar sus músculos. Aquellas manos empezaron a arrancarle la piel, como si de esta manera buscaran arrancarle la vida y el alma. Marvel gritaba del agónico dolor mientras la sangre brotaba de su boca y sus heridas. Pronto hasta sus lágrimas se volvieron rojas, y su desesperación no dejaba de aumentar. Pero aquellas manos empezaron a derretirse, volviéndose un repulsivo liquido negro que quemaba al tacto. Mar-Vell se sintió libre, pero el dolor seguía presente. Mas ya no pudo levantarse pues su cuerpo se encontraba increíblemente flaco, mientras su cabello se caía con preocupante rapidez. Sus frágiles huesos se rompían en cada intento del varón por levantarse y arrastrarse, mientras una siniestra risa destrozaba sus oídos. La risa de la Muerte.
—Se te negó la muerte de un guerrero, y se te obligó a arrodillarte ante la decadencia de tu cuerpo. Se te concedió una muerte por enfermedad, como si fueras un cualquiera. ¿Te parece eso justo, Mar-Vell? ¿Crees qué aquellos creadores, ya sean los llamados dioses o el destino, te dieron un final justo? ¿Crees que La Muerte, a la que tu enemigo jurado Thanos tan fervientemente adora, es justa contigo?
—La luz y la vida siempre han sido mis dioses. Mi orgullo es no haber sido vencido nunca —aseguró el indefenso héroe, intentando arrastrarse hacia aquella horrible voz.
—¿De qué te sirvieron tus dioses? ¿De qué te sirvió tu orgullo? La Vida misma te rechazó, y te entregó a La Muerte. Perdiste.
—Me niego a aceptar eso —aseguró el hombre, con inmenso dolor y desesperación—. No hay nada en este universo que no pueda ser vencido.
—¿Desafiarías lo abstracto? ¿Lucharías contra La Muerte, y forzarías a La Vida a no abandonarte?
—¡Sí! —gritó entre llantos el varón.
—¿Me servirías a mis propósitos, si con eso alejo a La Muerte de ti?
—¿Servirte? —preguntó con cierto temor, un temor que se volvía lentamente en algo más—. ¿Eres un dios?
—No. Dicen que no soy un dios, pero existí antes que ellos. Dicen que los dioses son creadores de vida, pero yo voy a corromperla. Soy aquel que existió antes que La Vida y La Muerte. Yo existo, aunque nunca lo hice. Existo desde antes de la creación, pero fui creado después de esta. Soy una paradoja y una contradicción, pero soy simple de entender. Voy a doblegar la existencia a mi voluntad, y propagaré el caos contra Broken, Lenk y todos los creadores. Los humanos siempre se creyeron el centro del universo, creando héroes y dioses a su semejanza. Quiero que vean, como corrompo a sus héroes. Quiero que vean, como destruyó a sus dioses.
—Eres un monstruo...
—Soy lo que soy. Y en este momento, soy lo único que puede alejar a La Muerte de ti. Solo yo puedo salvarte, y darte nueva vida. Y compartirás esa nueva vida, con todos los que tus desees.
Marvel tembló y observó hacia adelante. Entonces una figura oscura pareció moverse entre la oscuridad del vacío. Un ser tan grotesco e incomprensible, que la sola visión parcial logró destrozar completamente la mente del valiente héroe. Ya no importaba nada, pues el llanto y la risa se apoderaron de él. Llorando de éxtasis y riendo de terror, muerto para vivir, y vivo para esparcir la no-vida. Pues con el pasar de los eones, hasta La Muerte puede morir.
El Capitán Marvel había sido dado por muerto hacía unas horas. A pesar del enorme duelo que los héroes estaban pasando sabían que quedarse en Titán —La Luna de Saturno, donde Mar-Vell había decidido vivir— sería peligroso. Pues la Tierra estaba desprotegida, y eso no podía permitirse. Por lo que solo sus aliados más cercanos aún permanecían en aquel idílico mundo. La bella Elysius vagaba cual triste fantasma por los pasillos, como una lánguida sombra sin voluntad de vivir. Al ingresar al cuarto donde reposaba el cuerpo de su amado Mar-Vell, se sorprendió al encontrar la cama vacía. Pero su sorpresa fue más grande al ver que parado frente a una ventana, y dándole la espalda, se encontraba el poderoso guerrero kree, nuevamente entre los vivos.
—¿Mi amado Marv? —preguntó la mujer, con una renovada ilusión brotando de su afligido corazón—. ¿Realmente eres tú? ¿Acaso La Muerte decidió, en honor a tu valentía, liberarte de su frio abrazo? ¿Acaso La Vida, en su infinita bondad, te reclamó para devolverte bajo el cálido abrigo de su luz?
—No —exclamó con cierta brusquedad y decepción el poderoso héroe—. La Muerte no perdona a nadie, y su avaricia le incita a reclamar todo y a todos. Pero incluso La Muerte, que es capaz de aterrar a todo ser con aliento de vida, le siente un primitivo y sobrecogedor terror a aquel que es capaz de apartarla. Un terror que yo mismo experimente, y abrace. La Vida me abandonó para que La Muerte me reclamara, pero Él me salvo.
—Sea quien sea aquel que te reclamó de las garras de La Muerte, le estaré eternamente agradecida.
—Eso es lo que quiero —aseguró Mar-Vell, volteando su mirada perturbada hacía la mujer que amaba, logrando por el impactó que esta retrocediera—. Mi amada Elysium, he vuelto para ofrecerte unirte a mí en una misión que me fue encomendada por aquel que me salvó. Él quiere un futuro oscuramente brillante para nuestro universo: un futuro sin muerte. Me ha elegido a mí, como su heraldo y campeón. Me ha escogido para liderar su cruzada para que todos alcancemos la vida eterna bajo su reinado. ¿Lo puedes imaginar? Una vida eterna, sin la amenaza de morir. Una vida eterna, donde nuestro amor genuinamente será eterno.
Elysium se sentía horrorizada, aunque no entendía el motivo de forma clara. La visión de su amado habiendo vuelto de entre los muertos le era sobrecogedora. Y aunque su amor fiel le pedía saltar a los brazos de aquel hombre, un terror irracional e instintivo le gritaba que saliese corriendo en ese momento. Pero para su infortunio, el ciego amor que le tenía al héroe era tan grande que nublaba su juicio y le hacía ignorar sus instintos. Y a pesar del temor, empezó a acercarse a él.
—No comprendo cómo podríamos liberar al universo de La Muerte, pues esta es incluso más poderosa y grande que La Vida misma. Pero por mi amor, te ayudaré. Para seguir unidos, por toda la eternidad.
—Ven a mí —exclamó Mar-Vell, estirando su mano—. Toma mi mano, y únete a mi bajo la nueva vida.
Elysius tomó con temor la mano de Mar-Vell, y con la timidez de una joven que se enamora por primera vez, se aproximó al cuerpo de su amado. Apoyando su mano libre sobre el pecho del varón, sintió como el corazón del valiente latía de forma extraña e incomprensible, pues no sabía que era exactamente lo peculiar de aquel latido. Pero era diferente, muy diferente al de cualquier mortal o dios. La Vida era un milagro, pero aquel latido era blasfemo y aberrante. Una herejía contra La Vida, y un insulto a La Muerte. Era como un tambor de guerra, anunciando la oscuridad que se cernía sobre el universo. Y en un acto que ultrajaba al amor, la pareja se besó con impura pasión. Pero los ojos de Elysius lloraron sangre mientras sus venas se volvían negras.
—¿Cuánto más creen qué tarde? —preguntó Iron Man, junto a otros héroes.
—Tenle paciencia, Iron Man —exclamó el poderoso Doctor Strange, uno de los dos hechiceros más poderosos de la Tierra—. No debemos olvidar que acaba de perder al amor de su vida, un dolor que todos aquellos que sientan cabeza deberán pasar. Si para un mortal es un dolor inconmensurable que solo puede ser soportado al ocurrir en la vejez, cuando sabemos que falta poco para reunirnos con nuestro ser amado, imagina como debe sentirse para alguien que es virtualmente inmortal.
—Es una carga muy grande —aseguró el científico y aventurero Reed Richards —. Una carga que a pesar de todos los avances y conocimientos que los humanos hemos logrado alcanzar en estos años, no hemos encontrado forma de evitarla.
—Es un destino que a todos nos aguarda: la muerte —aseguró otro hechicero, tal vez el único capaz de superar a Strange: Doctor Fate—. Pero que no debemos aguardar con temor en nuestros corazones. La muerte, aunque dolorosa, es parte de la vida. Ambas se complementan para que el universo permanezca en orden.
—Yo no lo veo de esa manera —aseguró Elysius, entrando en la habitación con un atuendo completamente nuevo y llamativo.
—Lady Elysius —habló el poderoso Thor—. Hemos aguardado pacientemente tu llegada a pesar del misterio tras tu llamado.
—Agradezco su paciencia —afirmó la mujer, observando con sus ojos completamente negros y sin pupila alguna, logrando impactar a los presentes—. Los reuní aquí, para que cumplan con la voluntad de mi amado Mar-Vell.
—¿Quieres decir que él dejo algún tipo de testamento? —cuestionó el Eterno A'Lars, también conocido como Mentor, el padre de Eros y Thanos.
—Es mucho más que eso.
Los héroes se estremecieron al escuchar nuevamente la voz de Mar-Vell, aunque esta sonada diferente. Y esa diferencia también se manifestó en su nuevo uniforme, cuyos colores parecían más brillantes y a la vez más oscuros que el original. El azul se había vuelto negro y el rojo parecía más cercano a la sangre, además de que la estrella dorada había cambiado a una estrella arcana de cinco puntas, de un brillante naranja cuyas líneas se extendían para salir de la estrella y separar el negro del rojo. Pero uno de los cambios que más perturbo a los héroes fue que los ojos hundidos del kree eran ahora totalmente negros como un profundo abismo, de los cuales emergían dos feroces pupilas rojas como si fueran fuegos infernales. Pero ciertamente no se podía saber, por más que se lo mirase, si aquello realmente eran sus ojos o si estos habían sido arrancados y reemplazados por dos profundos fosos negros cuya entrada era custodiada por dos llamas flotantes.
—¿Capitán Marvel? —preguntó Black Panther, estirando su palma abierta hacía su compañero resucitado—. ¿En verdad eres tú?
—Por supuesto que soy yo —aseguró aquel ser, cuya presencia infundía un primitivo terror en los corazones de los valientes héroes—. La Muerte misma fue obligada a soltarme, pues yo triunfe sobre ella con ayuda de aquel cuyo poder supera a los dioses.
—¿Qué es lo que estas insinuando? —preguntó con cierta ofensa el hijo de Odín.
—Desde que existió La Vida, también lo hizo La Muerte. Aquella a la que mi enemigo Thanos tanto adora, no es más que el enemigo definitivo a vencer. Y ahora, finalmente encontré al verdadero Dios, quien luchara y matara a la misma Muerte —afirmó con orgullo el guerrero, horrorizando a sus compañeros—. Los reuní aquí, amigos míos, para compartir con ustedes el regalo que me dieron a mí: la vida eterna. Quiero que me ayuden a esparcir la palabra de aquel que me eligió, y juntos hagamos que la vida se expanda sin los límites de la muerte. ¡Ayúdenme a crear un universo sin muerte!
—No puedes estar hablando en serio —exclamó Doctor Strange—. No hay bien sin mal. No hay vida sin muerte. ¡Lo que ustedes están intentando es un sacrilegio contra el universo mismo!
—Lo que planeas causara una alteración irreversible al equilibrio cósmico —exclamó Doctor Fate—. Pero hacerte entender eso será imposible, pues siento la oscura y corrupta energía que te ha contaminado.
—Fate habla con la verdad —aseguró Thor, sujetando el mango de su poderoso martillo—. Puedo sentir el poder de aquellas aberrantes e innombrables entidades que existieron desde antes del universo, y de las cuales los dioses son enemigos.
—Los dioses —exclamó Mar-Vell, con una pequeña risa que erizó los cabellos de los presentes—. Los débiles dioses de la Tierra, cuya lista es tan larga como insignificante. Yo no sirvo a los débiles dioses de la Tierra, ni a los débiles dioses que bailan por el universo, creyéndose superiores a todos. No. Yo sirvo a los otros dioses, aquellos cuyos ángulos son múltiples. Sirvo a aquel cuyo poder sobrepasa a cualquier dios, y a La Muerte misma. Pues cuando él y sus huestes crucen completamente a este universo, asesinaran a La Muerte y a los falsos dioses de este universo.
—¡Silencia tu boca, Mar-Vell! —exclamó Thor—. Aquellos seres de los que hablas solo buscan destruir la vida y sembrar la locura del caos a través de toda la existencia. Ellos han enloquecido tu mente y contaminado tu alma. Con todo mi pesar, tendré que detener la pestilencia que intentas liberar.
—Oh, Thor. Los seres a los que sirvo, han matado a billones de los tuyos. ¿Por qué crees que ahora será diferente?
El campeón de Asgard no soportó más aquellas insolentes palabras y arrojó su poderoso martillo cargado de energía eléctrica. Con todo el dolor de su corazón, su poderosa arma surcó el aire en busca de acabar con aquel al que consideraba un amigo, como a aquellos enemigos de antaño. Pero su sorpresa fue inmensa cuando Mar-Vell detuvo el Mjolnir con una sola mano, provocando una pequeña ola al impactar contra esta.
—La magia de Odín —exclamó Mar-Vell, mientras acercaba el martillo hacia sí, para posteriormente tomarlo del mango—, no es nada para mí.
Marvel arrojó con inmensa fuerza el martillo, impactando en el abdomen de Thor y provocando que este saliese volando cientos de metros. Ignorando el shock inicial, el resto de los héroes se arrojaron encima de su camarada resucitado, mientras Elysius se mantenía observando. Doctor Strange convocó poderosas cadenas que se aferraron a las extremidades de Marvel, mientras Doctor Fate creaba una enorme cruz egipcia cuya luz dorada impactaba totalmente sobre el héroe.
—Por el poder de Nabu y los Señores del Orden —exclamó Fate, provocando que aquella luz se intensificara—, ordeno a aquellos Primigenios y Exteriores...
—Los Señores del Orden no tienen poder sobre mí.
Mar-Vell rompió las cadenas y juntó sus brazos para disparar energía fotónica negra con bordes blancos contra Strange, sacándolo temporalmente del tablero. Doctor Fate disparó su magia dorada pero Marvel lo esquivó para poder volar directamente contra él. Con sus dedos humeando por la energía, logró tomar del casco a su enemigo.
—Déjame mostrarte, la verdad que me han revelado.
Doctor Fate, aunque fuese de forma inconsciente, siempre había provocado respeto y temor entre los demás héroes. A diferencia de Strange, cuyos rasgos humanos aún eran visibles, el casco y la voz de Fate hacia fácil olvidar que bajo todo eso aún había un hombre. A Fate se lo veía más como un dios.
—¡No! —gritó Fate—. ¡Por favor! ¡Mis ojos!
Los héroes no podían ver con claridad lo acontecido. Podían presumir, por la postura, que Mar-Vell había logrado atravesar el casco de Nabu y meter sus pulgares en los ojos del poderoso hechicero, privándolo de la vista. O tal vez, este le había mostrado algo tan horrendo que destruyó completamente la visión del héroe. Pero lo que sí era seguro, era que cuando los poderosos protectores de la Tierra escucharon gritar a Fate, no escucharon a un dios. Ellos escucharon a un hombre, gritando y rogando al haber chocado de frente con algo que no podía comprender. Con algo que, a pesar de todo su poder y conocimientos, lo hizo sentir insignificante.
Marvel aterrizó poco antes de que Fate cayera a sus espaldas. Y en un movimiento increíblemente veloz se lanzó hacia los demás héroes en pie. Con un movimiento de brazos apartó a Black Panther y a Iron Man, yendo directamente por el hombre más inteligente del mundo: Reed Richards. El científico sabía perfectamente bien que no era un rival físico para su amigo, y tampoco era tan veloz para esquivar sus golpes. Sin embargo, aprovechó su elasticidad para estirar los puntos de su cuerpo donde los golpes iban dirigidos, rodeando de esta manera los puñetazos sin recibir algún daño severo.
—¡Mar-Vell, queremos ayudarte! —aseguró Richards, tratando de mantenerse en movimiento.
—Soy yo quien los ayudará, a liberarse.
Mar-Vell vómito una extraña sustancia negra sobre el rostro de Reed, provocando que humo saliese de esta y gritara por un dolor imposible de ser medido. Richards cayó al suelo entre convulsiones, largando una extraña espuma rojiza de la boca mientras su cuerpo parecía mutar de maneras aberrantes.
—¡Se acabó, Marvel! —exclamó Iron Man, disparando sus repulsores directamente al rostro de su antiguo aliado—. No voy a contenerme cuando claramente tu no lo estas haciendo.
Iron Man subió la potencia de su ataque mientras Yellow Jacket le disparaba al pecho con su pistola. El kree quiso seguir su ataque pero cuerdas mágicas se ataron a sus extremidades. Doctor Strange lo señalaba con su mano izquierda, mientras la derecha hacia círculos en el aire al mismo tiempo que aquellas cuerdas jalaban a Mar-Vell hacia el suelo. Pero interrumpiendo las acciones del héroe, una energía de color verde oscuro le impactó de lleno y obligó a dejar atrás su hechizo. Cuando alzó la mirada para ver a su atacante no pudo sentir más que temor ante la dantesca imagen que ante él se materializaba.
—¿Fate? —preguntó con temor, observando el retorcido intento de rostro que había aparecido en el casco de su compañero.
—Mar-Vell tiene razón —aseguró Fate, con una voz tan grotesca que solo escucharla provocaba todo tipo de malestares—. He visto lo que él vio. He visto la locura, y me inclino en adoración hacia ella.
—Es la verdad —aseguró Reed Richards, mientras su grotesco cuerpo se alzaba nuevamente. Pero ahora, sus ojos carecían de pupilas y el color rojo se había apoderado de ellos—. He visto la voluntad de los Grandes Antiguos. Debemos abrazar este nuevo orden caótico que nos están ofreciendo.
—¡Escuchen lo que están diciendo! —exclamó Hank Pym.
—Son ustedes quienes no escuchan —aseguró Mar-Vell, extendiendo los brazos a los costados—. Les estoy ofreciendo un mundo donde ya no habrá muerte. Donde ya no deberemos preocuparnos por que los civiles mueran a manos de los villanos, o que estos vuelquen su ira contra nuestros seres queridos. Les estoy ofreciendo, el Paraíso.
Un trueno rompió el aire, y el poderoso Mjolnir impactó entre relámpagos contra el cráneo del guerrero kree, expulsando una gran cantidad de líquido negro. El cuerpo inmóvil del héroe cayó al suelo al ser arrastrado por el martillo, el cual pronto volvería a la mano de su portador: el poderoso Thor.
—Lo lamento, amigo Marvel. Pero no puedo permitir que el caos de los antiguos se mueva libremente por mi universo. Yo, Thor, así lo he dictado.
—Thor —exclamó Mar-Vell, mientras empezaba a levantarse—. Hijo de Odín —dijo al mismo tiempo que humo salía de su cráneo destruido, mientras un sonido viscoso y repugnante le acompañaba, como si miles de tentáculos se frotasen entre si—. Es hora de tu Ragnarök.
Marvel voló al ataque y le conectó un gancho al hígado al poderoso dios, provocando que vomitase grandes cantidades de sangre. Sin dejarlo reaccionar le siguió atacando con golpes al rostro, haciendo temblar toda la construcción.
—¡Déjalo en paz! —gritó Iron Man, mientras se lanzaba a socorrer a su compañero.
—¡Elysius! —gritó A'Laars, mientras a sus espaldas Reed Richards se arrojaba contra Hank Pym y Black Panther—. ¡Debes detener esta locura! ¡Ese ya no es el hombre que amabas!
—Mentor —exclamó la fémina, mientras en su mano se materializaba una daga ceremonial—. El amor que tenemos Mar-Vell y yo ahora será eterno, ¡gracias a los antiguos! —afirmó la mujer, mientras en un veloz movimiento apuñalaba al Eterno en el corazón—. Ahora ayúdenos, a esparcir su palabra.
A'Laars cayó al suelo mientras se retorcía. Tomándose con desesperación del pecho, su cuerpo comenzó a inflamarse en enormes pústulas fosforescentes. Thor y Iron Man mantenían en el suelo a Marvel con la energía de sus rayos, pero esto no permanecería así mucho tiempo. Un rayo fotónico impactó de lleno sobre el vengador acorazado, destrozando gran parte de su armadura y quemando su piel. Thor, más furioso que nunca, reunió una cantidad inmensa de fuerza y energía antes de golpear el pecho de su enemigo con su fiel martillo, logrando destruir gran parte de la caja torácica del guerrero. Pero para horror del asgardiano, vio como una serie de tentáculos se movían en el interior de la herida antes de que un gran humo saliese de esta, empezando la regeneración.
—Eres un hombre de ciencia al igual que yo —exclamó Reed, mientras sus finas extremidades se movían cual rabiosas serpientes en busca de atrapar a sus compañeros—. Deberías entender que esto es simplemente evolución.
—Estas demente si crees que esto es evolución —aseguró Black Panther, logrando cortar con sus garras una de las extremidades de Reed.
—Solo tú podrías considerar esta deformación algo bueno —exclamó Hank Pym, disparando su pistola mientras esquivaba los ataques—. De todos aquí, tú eres el único que podría ver a un montón de caníbales putrefactos y decir que es evolución.
Una de las largas manos del fantástico se aferró con gran fiereza a la pierna de Hank Pym, clavándole unas extrañas espinas que brotaban de esta. El héroe gritó por un dolor que no creía que pudiese existir, al punto que sus cuerdas vocales amenazaban con desgarrarse.
—¡Hank! —gritó T'Challa mientras se lanzaba para salvar a su amigo, pero una de esas extremidades se enredó en su cuello—. ¡Gahk! —exclamó mientras su garganta era perforada por las espinas, a los que le siguieron sus brazos para inmovilizarlo.
—Soy un hombre de ciencia —aseguró Reed, observando a los héroes con una sonrisa desquiciada—. Y ahora, hay un experimento que quiero hacer.
Hank observó hacia donde la mirada de Reed se centraba, y quedó horrorizado por aquella visión. Una masa deforme, llena de burbujeantes protuberancias negras con una extraña bioluminiscencia. Miles de ojos se formaban y desaparecían, mientras miembros humanos y tentaculares se alborotaban con aspecto putrefacto. Y el olor, era simplemente abominable. Ni siquiera la quema de pútridos cadáveres podía emanar aquel olor demencial, que solo respirarlo provocaba ardor en los pulmones y un intenso sangrado. Preso del terror, el héroe entendió muy tarde el plan de Richards. Pantera Negra, para su suerte o infortunio, no podía ver aquella masa grotesca que se retorcia a sus espaldas. No podía ser testigo de aquello que una vez fue L'aars, convertido ahora en una nueva y monstruosa forma de vida.
—Evolución —dijo Richards antes de arrojar al soberano de Wakanda.
—¡No! —gritó Hank Pym, estirando inútilmente su mano hacia su compañero—. ¡T'Challa!
Pantera Negra cayó directamente contra aquella masa insondable, provocando que su traje de tela empezará a descomponerse. Pero su traje era lo de menos, pues su propia piel se empezó a derretir al contacto, haciéndole soltar gritos feroces y desgarradores. T'Challa lloraba del dolor, mientras su mandíbula se caía para ser consumida por aquel grotesco ente que lo estaba asimilando. Incluso cuando solo quedaron sus huesos, Hank podría jurar que aún lo escuchaba gritar. Y lo que él no notó, pero Reed sí, es que la masa de aquella criatura se duplicó.
Thor hacia retroceder a Mar-Vell a punta de poderosos puñetazos intercalados con golpes de su martillo, siendo este último lo que más daño le provocaba al sirviente de los antiguos. Un golpe ascendente de Mjolnir logró elevar por los aires al kree, pero este se mantuvo suspendido mientras cargaba una gran cantidad de energía en sus manos. El hijo de Odín invocó la fuerza de las tormentas, y de su arma lanzó uno de los rayos más poderosos que jamás había conjurado. Marvel respondió inmediatamente con sus rayos fotónicos, provocando la colisión de ambas energías.
—Es inútil, Thor —aseguró Marvel mientras su energía empezaba a rebasar la de su enemigo—. Eres poderoso, pero solo eres el eco distante de los Viejos Dioses que alguna vez se enfrentaron a los Multi-Angulados. Te estoy ofreciendo la salvación, aunque aquel al que sirvo te tiene especial odio.
—Jamás me uniré a ti ni a los antiguos —aseguró el dios, mientras su cuerpo retrocedía por el poder que estaba soportando—. Soy Thor, orgulloso hijo de Odín, y mientras haya aliento de vida en mi pecho, ¡voy a proteger este universo de su oscura influencia!
Pero a pesar de todo el poder y la valentía del campeón de Asgard, la energía de su enemigo finalmente superó a la suya y le impactó de lleno, destrozando su armadura y dañando severamente su cuerpo. Una gran explosión dio lugar, barriendo gran parte del edificio donde la batalla ocurría. El dios del trueno no tardó en encontrarse en el suelo, con un gran dolor expandiéndose por todo su ser. Pero aún seguía vivo, y eso lo impulso a empezar a levantarse. Su corazón de guerrero aún latía, pero incluso este amenazó con detenerse al notar algo que lo lleno de terror: su fiel martillo había sido destruido.
—En nombre del ojo oculto de Odín —exclamó el héroe mientras tomaba entre sus manos los restos de su poderoso martillo.
—Te dije que la magia de Odín no era nada —afirmó Mar-Vell, aterrizando unos metros frente a su enemigo—. Pero no te sientas mal, Thor. Ningún dios es nada ante aquellos a los que sirvo ahora, y a quienes tú también servirás. Zeus, Odín, Yahvé, Ra, incluso Darkseid y Highfather se arrodillarán ante Dios. Incluso ellos, se arrancarán los ojos al contemplarlo y se dejarán consumir por la locura.
—Jamás —exclamó con dificultad el dios del trueno, logrando ponerse nuevamente de pie—. Aunque los que estamos aquí caigamos, los héroes y dioses de Midgard no se detendrán hasta detenerte a ti, y a los horrendos seres a los que sirves.
En un último acto de valentía, Thor corrió al ataque para luchar mano a mano. Pero al hallarse a pocos metros de su enemigo, no pudo hacer nada cuando este escupió un enorme y grotesco gusano negro al rostro del dios. Aquel horrido gusano logró meterse a la fuerza en la boca del hijo de Odín, quien se llevó las manos al cuello cuando sintió como aquella criatura empezó a reptar por el interior de su garganta. Incapaz de controlarse, el vengador dio nueve pasos hacia atrás antes de que una feroz tos se desatará, obligándole a caer de rodillas. La tos solo empeoraba, y la sangre empezó a escapar de la boca del poderoso dios, quien ahora se encontraba postrado como un simple mortal. Con sus ojos inyectados en sangre, y sus venas volviéndose negras, notó como su sangre era cada vez más espesa y oscura, como si fuera la tinta de algún pulpo.
—Padre —rogó Thor, con lágrimas de sangre saliendo de sus ojos—. Odín, Padre de Todo. Por favor, ayúdame. Te lo ruego, no me dejes caer de esta manera.
De debajo de unas rocas, Iron Man salió arrastrándose. Pero lejos de ponerse de pie, esto le era totalmente imposible al héroe. Su brazo izquierdo se encontraba casi colgándole del cuerpo, y sus piernas habían sido severamente destrozadas, al punto que el metal parecía haberse fundido en algunas partes. La mitad de su casco estaba destruido, y esa mitad de la cara tenía la piel básicamente colgándole de los huesos. Ciego de un ojo, pues este había desaparecido de su cuenca. Pero, aun así, el héroe se encontraba consciente e intentaba huir del lugar. Sabía que debía comunicarle la situación a los héroes que se habían ido a la Tierra, y que estos buscaran la forma de vencer a Mar-Vell. Mas su trayecto se vio interrumpido cuando Doctor Strange cayó estrepitosamente frente a él. Stark quedó horrorizado al ver como su compañero ya no tenía brazos ni piernas, además de que una enorme cantidad de sangre salía de su boca, pues le habían arrancado la lengua.
—Este universo no necesitará dos hechiceros supremos —aseguró Doctor Fate, mientras aterrizaba a unos metros de los dos últimos héroes.
Doctor Fate alzó su mano derecha en dirección a Strange, y un pentagrama empezó a brillar en esta. El cuerpo destrozado de Stephen flotó por los aires y empezó a descomponerse. El hechicero gritó del horror, mientras su carne y huesos empezaban a volverse un oscuro liquido carmesí que era absorbido por la oscura boca del casco de Nabu. Poco a poco el cuerpo de Strange se iba transmutando, quedando su cabeza como lo último. Y hasta el final, el héroe gritó.
—¡Monstruos! —gritó Iron Man, notando como empezaba a ser rodeado. Obverso con horror como Hank Pym había mutado, adquiriendo un enorme tamaño como cuando era Giant-Man. Aunque su traje, se había oscurecido.
—Anthony Stark —exclamó Mar-Vell, caminando hacia el hombre destrozado—. Un hombre que, con su intelecto y tecnología, pudo caminar entre dioses. Un futurista, según tú mismo. Pero sé que le temes al futuro. Le temes a morir, y que tu legado sean las armas que mataron a millones en vez de la armadura que creaste para salvarlos. Y en tu arrogancia, tan propia de los humanos, piensas que con esa armadura puedes hacerle frente a todo. Piensas que, eres un dios. Pero ahora, yo te mostraré la verdad.
Tony gritó mientras sentía como su cerebro era triturado por una fuerza que no podía comprender. Y eso le permitió viajar a rincones más oscuros que el universo, o el más profundo de los abismos. Su cosciencia viajo y vio el distante pasado. Observó con sus ojos de mortal, cosas que nadie deberia ver. Presenció la verdadera forma de seres tan inenarrables que lo llevaron más allá de la locura. Contempló con sus ojos sangrantes la destrucción de millones de multiversos, tras caer en el completo caos y locura. Observó a los de muchos angulos, y a aquel que estaba incluso por encima de ellos. Y allí entendió una verdad oscura, retorcida y dolorosa. No importaba sus avances ni su tecnología. No importaba que en otras vidas hubiera hecho armaduras para enfrentar a Nuevos Dioses, a Cicatrices Verdes, Héroes Dorados, u Oscuras Sombras. Nada importaba, porque en la basta infinidad del cosmos, él no era nada. Ante el caos y el horror que se alzaba sobre su universo, él no era nada. ¿Qué es una hormiga, para un gigante? Nada. ¿Qué era él, Iron Man, el vengador acorazado, el héroe de hierro, ante Los Antiguos? Nada.
—¡Arghhhhhh!
Tony gritó mientras sus venas explotaban y eran reemplazados por diferentes cables que se introducían a la fuerza por su dañada piel. Sus huesos rotos eran forrados por diferentes metales líquidos cuya temperatura hacia evaporar su sangre. Sus ojos eran reemplazados por extrañas luces, y su piel terminaba de caerse para que sus músculos fueran cubiertos por metal fundido, que se soldaba por si mismo. Ante aquel agónico sentimiento, Tony no dejaba de reír y llorar en total locura. Una de las mentes más brillantes de la Tierra, llevada a la completa locura. Un hombre de hierro, ahora era más literal que nunca.
—¿Cómo te sientes, Anthony? —preguntó Mar-Vell, observando como su nuevo compañero se alzaba.
—Me siento vivo —aseguró Iron Man.
—¿Cuál es el siguiente paso, Capitán? —preguntó Thor, con oscuros ropajes ahora cubriendo su piel y sus ojos rojos buscando con locura un enemigo.
—Ya no soy el Capitán Marvel, Thor —aseguró el kree mientras el mango de Mjolnir volaba hacia su mano—. A partir de ahora, llámenme Lord Mar-Vell —exclamó mientras una oscura energía salia del mango, generando un nuevo martillo.
—Quien porte este martillo, somete su alma a los Grandes Antiguos —leyó Thor, tomando su nuevo Mjolrnir.
—Iremos a la Tierra, para asegurarnos que ninguno de ellos intervenga. La vida ya gano. Ahora, La Muerte morirá.
Continuara el 31 de octubre...
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