Día 18
Jueves, 01 de junio de 2017
Día 18.
Voy entrando a la universidad con la esperanza de encontrarlo ahí. Pero encuentro a una de mis compañeras, Yaneth. Me acerco y la saludo.
Estoy vigilando la universidad y lo veo. Anda con su traje formal, todo un licenciado guapo. Ahí está casi a punto de irse.
Le digo a Yaneth que nos coloquemos en una mesa para usar la computadora.
Me mira y sigue hablando con tus compañeros.
Nos colocamos en una mesa y él me mira de lejos, bebo la poca agua que tiene mi botella y voy por agua.
En lo que estoy llenando la botella, Aldair llega, sé que es para hablarme, lo malo es que somos malos hablando (bueno yo soy mala hablando).
-Hola- me saluda con el típico saludo de mano, cuando quisiera que fuera algo diferente, pero por el momento me conformo.
-Hola. ¿Cómo le va?-
-Bien.-
-¿Tuvo clases?- pregunto.
-No. La licenciada no vino y no nos avisó.- dice sentándose y yo quedándome de pie.
-¿Ya vinieron sus compañeras?- me pregunta.
-Solo una. Ella.- digo señalando a Yaneth.
-¿Qué harán?-
-Tabular y graficar datos.- digo.
-Lo mismo haré yo.- expresa mostrándome unas encuetas del lugar de donde él vive.
Curioseó entre las hojas y el tema es de como las leyes influyen en el trabajo de un ordenanza en la alcaldía de su ciudad.
Parece interesante, pero no puedo leer mucho por el nerviosismo, siento como mis manos tiemblan y el folder reproduce mi temblor.
Se lo entrego antes de que él perciba mi temblor.
-Ya es lo último que hay que hacer.- digo sonriendo y él asiente.
Veo que saca un libro de su mochila y considero que es hora de irme.
-¿Va a trabajar?- pregunto.
-Si.- expresa un poco dudoso.
-Bien, entonces me voy.-
-Bien.- expresa él y me voy donde Yaneth. Me coloco justo enfrente de él.
-¿Qué vamos hacer Gabriela María?- pregunta ella. Aunque no me llamo María, así me dice ella.
-Necesito que me ayuden a hacer los análisis de la guía de observación.- digo.
Así pasamos un buen momento, pero yo me enfoco en Aldair y la forma en que de vez en cuando da un bostezo de cansancio.
-No se duerma.- le digo sonriéndole y él sonríe perezosamente, de esa forma dulce mostrando sus hoyuelos. Solo se recuesta en la pared y niega con la cabeza. Nos enfocamos en lo de cada quien. Bueno, eso trato.
Lo observo como lee alguna ley y hace apuntes en el libro. De vez en cuando me mira y me sorprende mirándolo, sonrió y él regresa la vista a su libro.
-¡Gabriela deje de ver ahí!- expresa Yaneth. Yo sonrió y me cubro el rostro con las manos.
-Es que mire que guapo esta.- le digo sonriendo ampliamente.
-Pues sí, pero ahorita estamos trabajando. Después le habla.-
-Hola.- dice Bertha anexándose a nosotras.
-Hola.- respondemos las dos.
-¿Qué hacen?- pregunta Bertha.
Yaneth le responde y yo veo que Aldair saluda a alguien (una chica), en un segundo una chica bajita está a su lado, hablando con él.
Él la saluda de la misma forma que a mí. Mi frente marca el disgusto. Veo como se sonríen y ella habla más que yo. Me muerdo el labio con molestia.
Él me mira y yo evito su mirada, hago como si no lo veo. Miro la computadora y regreso la ojeada. Esta vez decido mantenerle la mirada.
-Gabriela.- me llama Yaneth.
-¿Qué?-
-Deje de ver el muchacho.- me dice.
-Es que esta con otra.- digo con voz molesta.
-¿Ese es?- pregunta Bertha.
-Si.- respondo.
-No deja que se concentre.- repone Yaneth.
-Está bien guapo. Tienes buenos gustos Gaby.- indica Bertha mirando a Aldair.
La chica se despide de él y me mira, pero rápidamente baja la vista a su libro.
Así que tienes un montón detrás de ti. Espero que no las invites a todas y tú como despedida les des un beso. Pienso en lo más profundo de mí ser.
-Hola.- saluda Angel.
-Hola.- respondemos las tres.
-Son las 11:30, viene tarde, yo desde las 10:00 estoy aquí.- miento y ella me mira mal. Yo me rio y veo a Aldair sonriendo.
Parece que me dio un enojo instantáneo. Pero creo tener mi razón, a quien le va gustar que le quiten el chico que le gusta, más estando guapo y que te invitará a salir y te besará. ¿A quién? A nadie.
-¡Gabriela!- dice Yaneth. Que señora para reprimirme. Pienso.
-Si quiere hablar con él vaya.- me dice Bertha.
-¿Qué?- digo sorprendida.
-Si quiere vaya. Yo sigo con esto.- dice Yaneth agarrando la computadora.
-¿De verdad?- pregunto.
-Si.- expresan Yaneth y Bertha, ahora que les pasa a estas señoras, ellas no son así, o al menos no las conocía así.
-Ok.- pronuncio despacio y extrañada.
Me levanto y me dirijo a la mesa de él.
-No hay agua.- me dice al ver que llenaré la botella.
-Veré si hay un poco.- menciono sonriéndole y la botella se llena. -Si había.- le digo sentándome.
-Tuvo suerte.- menciona.
-Sí. Me mandaron para aquí.- menciono aireadamente.
-¿Quiénes?- pregunta sorprendido.
-Ellas.- digo señalando a mis amigas. Aldair sonríe.
Empezamos a conversar, no mucho porque hay un par de moscas cerca y nos miran raro.
Veo como suelta un bostezo y en sus ojos se ve el cansancio.
-¿Con sueño?- pregunto.
-Cansancio. No he dormido muy bien.
-Aguante un poco más. Ya casi terminamos y salimos de vacaciones, para qué duerma plenamente.- digo sonriendo.
-Si es vedad. Necesito recargar baterías.- indica cerrando un poco los ojos.
-Sí, durmiendo mucho.- expreso.
-Si.- dice cavilando. -Es buena forma. Pero tengo otras formas de recargar mis energías.- señala con una amplia sonrisa haciendo que sus hoyuelos aparezcan.
-¿Cuáles formas?- me acaba de dar muchísima curiosidad.
-Adivine.- dice divertido.
-Dígame.- le ruego y él niega con la cabeza. -¿No me lo dirá?- cuestiono.
Tengo algo en mente para recargar las baterías: besos, muchos besos. Pero no me atrevo a decirlo. Si esa es la solución, yo podría ayudarle.
-No. Se lo dejo de tarea.- indica entretenido con mi expresión seria.
-Que malo.- le digo.
-Yo no soy malo. Soy muy bueno.-
-No es cierto.- apunto mirando fijamente esos ojos negros tan hermosos y brillantes.
-Si soy bueno. Le queda de tarea. Ya me tengo que ir.- me indica extendiendo su mano, con una sonrisa aguada la acepto.
-Que le vaya bien.- digo con una sonrisa que él me responde.
-Gracias.- dice tomando sus cosas y dejándome sola en la mesa.
Suspiro y me levanto. Ha seguir con la tarea.
Oscar Aldair, no sé qué me pasa con usted. Sea lo que sea, es muy fuerte, demasiado fuerte.
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