Día 16
Martes, 23 de mayo de 2017
Día 16.
Estoy entrando a la universidad. Voy directo al baño para hacer pis y avisarle a mi mamá que ya llegue, le confirmo que cualquier cosa extraña le avisaré como pueda. Solo para que este más tranquila. Aunque sé que no lo estará.
Seria gracioso encontrármelo al salir del baño. Pienso.
Antes de salir del baño me acomodo todo, respiro profundo y salgo.
Suerte la mía. Las cosas pasan de la forma que quieren.
-¡Hey! Hola.- saluda Aldair cuando nos encontramos justo saliendo del baño. Reprimo la carcajada que se quiere escapar de mí. Sería raro hacerlo.
-Hola.- digo emocionada y con una gran sonrisa.
-Me estaba preguntando si ya habría venido.- dice mientras lavamos nuestras manos.
-Pues ya estoy aquí.- digo bobamente.
-Sí. Solo déjeme arreglar unos asuntos y nos vamos.- me anuncia.
-Claro.- digo sacudiendo las manos y secando el resto del agua en mi pantalón. -Iré por agua.- le aviso mientras una compañera se le acerca.
-Bien.- dice sonriéndome y luego concentrándose en sus asuntos.
Lleno mi botella de agua y él me alcanza. Otro compañero interviene y yo me coloco a una distancia considerable.
Mientras lo espero sale una compañera mía, del grupo de semana y empezamos a platicar. Ella se despide y Aldair se acerca.
-Hoy si nos podemos ir.- dice.
-¿Ya te vas a tomar el bus?- pregunta un amigo a Aldair.
-No. Aún no me voy. Tengo un asunto.- dice mirándome de reojo.
No soy un asunto. Pienso.
-Entiendo. Pensé que ya te ibas. Nos vemos.-
-Adiós.- se despide y emprendemos la salida.
Mientras caminos entablamos la pequeña conversación de protocolo. El típico saludo automático.
Lleva la misma camisa amarilla con la cual lo conocí, un jeans muy azul y sus típicos tenis azules, su barba sin haber sido recortada. Siempre se verá guapo ante mis ojos. Sin importar lo que pase.
Llegamos al destino y nos sentamos lejos de un grupo de chicas.
-¿Tiene hambre?- pregunta.
-La verdad no. Pero si usted desea comer algo por mí no hay ningún problema, puede comer.-
-No tengo hambre tampoco.- dice sonriendo.
-La señora que estaba hablando con usted, ¿es su compañera?- pregunta mirándome fijamente con esos ojos color negro brillante, penetrante, incluso se sienten más intensos que lo míos.
-Eh. Si.- digo un poco dudosa. -Lo que pasa es que cuando nos cambiaron el PENSUM me toco llevar una materia con el grupo de semana. Por eso todas ellas me conocen.-
-¿Cómo es eso del cambio de PENSUM?- cuestiona interesado.
-Fue un problema al inicio de la carrera…- le cuento toda la larga historia de cómo nos cancelarían la carrera y de cómo el Ministerio de Educación nos quería hacer añicos y bla, bla, bla.
La conversación va fluida, no a la perfección, pero hablamos, que es lo bueno. Intento sacar algo de donde sea.
En un momento él me extiende su mano y yo frunzo el ceño, pero igual coloco mi mano sobre la suya.
Es sorprendente la suavidad de esta y lo helado que transmite.
-¿Por qué esta helado?- pregunto sonriendo.
El extiende su sonrisa, mostrando sus perfectos dientes y revelando esos hoyuelos a ambas mejillas. Muero cuando sonríe así.
-¿Helado? No percibo que estoy helado.- dice con inocencia. Pero en su rostro se ve que si sabe que sus nervios le están fallando y sus manos lo están revelando.
-Pues si esta helado.- digo colocando mi otra mano encima de la suya.
Está muy helado y nervioso. Pienso.
Así nuestras manos están entrelazadas. Arriba la mía, luego la de él, la mano derecha mía y su mano derecha abajo. Es reconfortante. El calor de las mías se le trasmite a las suyas.
Pero hay algo que percibí en ese suave tacto. Un compañero del instituto me lo enseñó. ‘Él decía: Si un chico hace esto en tu mano es porque quiere sexo contigo.’ mientras nos mostraba la forma:
Consiste en que el chico coloca el dedo medio en el centro de tu mano, (en la palma) y este lo mueve levemente, ocasionando unas cosquillas.
Lo sentí o solo fue mi imaginación. Analizo ese dato. Espero que sea lo segundo y desecho la idea.
Así pasamos mucho tiempo. Mirándonos frente a frente, contemplando su belleza y esos ojos hermosos. Conversamos tranquilamente.
Él quita una mano para acariciarme la mejilla y yo sonrió tímidamente.
Él es tan tierno, dulce, inteligente, guapo, de mi religión, persigue sus sueños, y un montón de cosas más. Él es perfecto para mí. Perfecto emocionalmente y físicamente.
El tacto suave en mi mejilla es una sensación indefinible. Solo sé que se siente de maravilla.
Tomamos un licuado de fresa, mientras nos conocemos. Tal licuado accedí a pagar, pero él se negó a aceptar el dinero.
En un momento me pide que me cambie de lugar, o sea, al lado de él. Yo encantada le obedezco.
Así teniéndolo cerca, se apodera de mi mano y entrelaza nuestros dedos, la coloca en su muslo y ahí permanece toda una hora.
Hay momentos de silencio, pero no son incómodos. Creo que la conexión de nuestras manos nos ayuda, y cada minuto su helades va desapareciendo por completo. Él vuelve a acariciar mi mejilla por más tiempo y presiento que me besará.
Pero no lo hace, solo sonríe tiernamente.
Hemos dialogado de muchas cosas. Pero es hora de irse, él tiene un largo recorrido en bus, dos horas precisamente.
Preferí que camináramos como a él le gusta y a mí también, en vez de abordar bus a la terminal.
Caminamos y percibo su brazo alrededor de mis hombros, pero hay lugares por los cuales hay que pasar y no puede mantener su brazo ahí. Me rio por dentro. Pero cuando él puede lo coloca.
-¿Cuándo podemos salir otra vez?- pregunta con lo que creo es emoción en su voz.
¡Quiere salir de nuevo! Expresa emocionado mi lado romántico, quien estaba atentamente presenciando la cita.
-Usted dígame cuando. Ya que a usted se le dificulta más salir.-
-Entonces yo le aviso.- dice y nos detenemos en un semáforo.
Está en verde pero no hay carros para que pasen.
-Quebrantemos la ley por un momento.- indica como todo un abogado que será, para que crucemos la calle. Me rio de su comentario.
Llegamos al lugar de despedirnos. Yo tengo que cruzar la calle y él seguirá el mismo rumbo. Ha sido una linda salida.
-Aquí aborda el bus ¿verdad?-
-Sí. Y gracias por todo.- digo sonriéndole mientras nos detenemos.
Él sonríe y me extiende su mano, se la estrecho, sabiendo que es el último contacto que tendremos por hoy. Miro sus ojos negros y en un pestañeo pasa algo mágico.
Un casto beso.
En un movimiento rápido se acercó y depositó un pequeño beso. No sé si llamarlo de esa forma, porque fue algo fugaz, un leve roce de sus labios con los míos, algo que pareció tan imperceptible. Pero solo eso basto para que una linda vibración recorriera todo mi cuerpo.
Fijo mis ojos en el suelo, siento mi cara arder, levanto la vista a sus ojos hermosamente negros. Le sonrío modestamente y me devuelve el gesto.
Nos despedimos y cruzamos las calles. Miro atrás y él me está viendo, me despido con la mano y él responde. Sonrió y empezó a caminar.
***
Un roce, solo un roce fue suficiente para hacerme sonreír todo el día. Siento la pequeña sensación que me dieron sus labios. Se siente como, como… algo indescriptible, pero lindo.
Cierro los ojos y el recuerdo viene llenándome de felicidad.
¿Cómo es posible tanta emoción por algo que parece ni siquiera haber existido?
No lo sé. Solo sé que me hace sonreír y que mi corazón baile emocionado. Llenándome de profundas ganas de verle, y tal vez, solo tal vez, volver a sentir ese roce magnifico.
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