03 || Drowning shadows
Hola. Si estás leyendo esto, te agradezco que hayas llegado hasta aquí; hasta la última entrega del concurso wonderful.
Daylight fue, vaya, increíble de escribir, experimentando nuevos estilos y enfrentándome a nuevos retos. Fue toda una experiencia.
Y, de nuevo, gracias.
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Drowning shadows
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—Alguien está siguiéndonos, Hipo —susurró la morena, mientras se apretaba la chalina peluda y escuchaba las suelas de sus tacones finos chocar contra los charcos. Giraba la cabeza, escéptica, una horrible sensación estaba recorriéndola entera.
Hipo rodeó su cintura con la mano en un gesto protector e inclinó la cabeza a ambos lados, buscando algún indicio sospechoso.
—No hay nada, cielo.
Moana selló sus labios, más resignada que convencida. Quiso creer que el castaño tenía razón y que eran meras alucinaciones suyas. Hipo la miró de reojo y apretó los labios.
—¿Quieres regresar adentro? —preguntó con una mirada preocupada.
Moana negó con la cabeza como respuesta y se agarró el puente de la nariz. Cerrar los ojos fue lo peor que pudo hacer, ya que las imágenes comenzaron a repetirse una y otra vez, como una secuencia interminable.
Había comenzado a notar algo extraño desde que entraron al salón; algo en el ambiente difícil de describir. Sabía que estaba acompañada, ya que podía ver a las personas y escuchar sus risas cargadas de alegría, solo que se sentía ajena a ellas; como si estuviera atrapada dentro de una ilusión. De corazón esperaba que fuera solo eso y pronto sabría que era más real de lo que pensaba.
Lo único que la mantenía con los pies en la tierra era la mano, siempre fría, de Hipo en su cintura. Inalterable, el gesto que tenía hacia ella era siempre el mismo y ella lo agradecía, la hacía sentirse protegida.
Y ahí estaba. Aquella figura negra al fondo del salón con una mirada intensa y penetrante, la que le causó a la morena una incontrolable presión en el pecho. No pudo más que soltar un exhalo y parpadear con fuerza, esperando disipar la imagen de esa manera y se aferró al toque del castaño en su cintura, mientras que este reía alegremente con el muchacho que recibía a los invitados. Hipo parecía no verla, pero Moana no se percató de ese detalle hasta mucho después. La sombra parecía buscarla a ella, solamente a ella.
El empuje de Hipo la sacó de su ensoñación y en un parpadeo la sensación se desvaneció, dando lugar a un paulatino aumento en el volumen de la música, junto a las vibraciones y el calor del ambiente. Moana asomó una pequeña sonrisa de alivio y subió la mirada para regalársela a su castaño. El de ojos verdes siempre había adorado todas las versiones que la morena tenía de su sonrisa, pero especialmente esa; le parecía pura e inocente, que lastima que lo bello dure tan poco.
No era fácil para la morena disipar la sensación al haber sido tan intensa, pero poco a poco se pudo ir acostumbrando al ambiente simpático que este tipo de eventos siempre tenían. Hipo tenía muchos amigos, los mismos que le tenían un estima a ella, como su novia, también y no le fue difícil ir reconociendo al asiático tomado de la mano con una rubia alta, al castaño de los ojos grandes abrazando por la espalda a la rubia de ojos aún más grandes y al simpático albino, con quien se llevaba mejor, que esta vez venía acompañado de una pelirroja que no había visto. Hipo notó la momentánea confusión que tuvo la de rizos y de manera juguetona se acercó a su oído.
—Al menos ya son menos —susurró—. La vez pasada eran tres rubias, hoy solo son dos.
Moana rio levemente e Hipo le extendió un martini que sostenía en las manos. La morena se acomodó la chalina y sostuvo la copa de forma triangular con ambas manos; como si de un chocolate caliente se trataba y le dio un ligero sorbo, antes de estrecharle la mano como saludo a la nueva integrante del grupo: Anna Arendelle.
El ambiente era tan alegre y acogedor que Moana incluso pudo olvidar el suceso previo, platicaron un rato sobre cosas triviales y anécdotas divertidas. Hipo se pudo poner al día con sus amigos y Moana se sentía feliz por él, ella no tenía muchos ánimos de hablar, sin embargo una extrovertida de ojos verdes se la estaba poniendo muy difícil.
Moana no era buena con los nombres y ese en específico nunca lo había podido pronunciar. Por lo mismo, su cerebro prefería no registrarlo y la situación le causaba un poco de estrés.
Cansados y hambrientos, se sentaron a comer. Elsa, incluso comiendo, se veía muy elegante y la energía tranquila del pelinegro junto a ella la complementaba muy bien. Tadashi y Elsa hacían una pareja preciosa, en opinión de Moana.
Jack Frost, por su parte, hacia muecas demostrativas de su impaciencia y Anna lo reprendía por su comportamiento tan infantil. Moana bufó divertida, no debían llevar mucho tiempo saliendo o la pelirroja ya se hubiera resignado a que no puedes cambiar a Jack, solo amar a Jack.
Su calma fue interrumpida por esa sensación que le causaba un vacío en el estómago y entonces la vio, emergiendo de su lado, la sombra de una mano. Estaba cada vez más cerca de ella, tanto que casi pudo sentir el frío de su toque en su piel y, en lugar de paralizarse, gritó.
Moana alertó a todos los presentes en la mesa, e incluso interrumpió la amena plática que Hipo compartía con Andy Davis; el de los ojos grandes que abrazaba a la rubia de los ojos más grandes. El protector castaño inmediatamente se giró hacia su novia y en cuanto lo hizo todo volvió a la normalidad.
—¿Qué sucede? —preguntó serenamente Elsa y Moana titubeó, no sabía si decirle la verdad sería lo más sensato, ya que no quería perturbarla ni crear una mala impresión de si misma; no sabía qué prejuicios podrían tener ellos acerca de las alucinaciones.
—Estás muy pálida —comentó Anna sin mala intención, dejando abruptamente de ponerle atención a Jack. Sus acciones previas del albino se vieron interrumpidas con la reacción espontánea de la morena.
Rapunzel cerró su espejo y guardó su labial en la bolsa, se acercó con decisión a Moana y se inclinó hacia ella.
—¿Me acompañas a tomar aire fresco?
—Estoy bien... —musitó Moana.
—Lo sé —respondió amigablemente Rapunzel—. El aire es para mi, estoy desesperándome de que la comida no más no llega. Caminar un poco no me vendría mal.
Moana entonces vaciló, dirigió su vista a Hipo y este sonrió, animándola a aceptar el ofrecimiento de la rubia y finalmente tomó su mano al asentir.
—Me encantaría.
—Rapunzel —susurró Hipo al oído de su novia, al tiempo que se levantaba junto a la de ojos verdes.
—Gracias.
El suave toque de la mano de Rapunzel envolvió a la aun temblorosa mano morena y la guió a las afueras del salón. Empujó levemente la puerta traslúcida, abriéndose paso ante la fresca brisa nocturna, soltó a Moana para dirigirse al balcón y cerró los ojos para poder envolverse de todo el ambiente nocturno.
Apenas hubieron salido, Elsa alcanzó a ver un pequeño destello, producto del reflejo de la luz en una tarjeta brillante que se hallaba en el lugar de Moana y tuvo un presentimiento sobre ella. Discretamente le pidió a Tadashi que se la alcanzara y aunque tenía un poco de remordimiento ya que sentía que no debía meterse en los asuntos personales de la morena, la sensación la cuestionaba; si era una simple tarjeta, ¿por qué la curiosidad por verla?
Sus dedos delgados la tomaron de entre los de Tadashi y este la miró con extrañeza. Elsa tomó un suspiro y se asomó eventualmente a la tarjeta. Lo que vio la dejó helada y es que la tarjeta decía:
« ¡Moana! Por favor, termina con esto. »
Elsa se la mostró a Tadashi y ambos intercambiaron una mirada preocupada.
~•~
Moana se frotó las manos nerviosamente, bajó la mirada por un momento para luego subirla a la rubia que le sonreía feliz a la noche. No le parecía justo perturbar su apacibilidad.
—Escucha, Rapunzel —titubeó acercándose a ella—, sobre lo qué pasó...
—Tranquila. —Rapunzel se giró y acarició suavemente las manos de Moana—. No necesitas hablar de ello si no quieres, no tienes que explicar nada. Solo... deja que la noche te envuelva. ¿Si?
Moana sonrió entonces y le agradeció a la simpática Rapunzel el gesto. La rubia entonces comenzó a caminar por los pasillos tranquilos y desolados tomándola juguetona de la mano y balanceándolas rítmicamente.
—Tú e Hipo hacen una preciosa pareja —soltó de repente—. Creo que no te lo había dicho nunca.
—Gracias —replicó Moana—. Que bueno que lo veas así.
—Ustedes tienen una relación muy sana —continuó y le dirigió la mirada—. Desde que sale contigo, Hipo se mira más feliz.
—Él me hace feliz a mi. —Rapunzel sonrió y suspiró después.
—Eugene también lo pensaba. —Moana notó un atisbo de melancolía en el comentario de la rubia y sintió pena por la manera en que se refirió a él en tiempo pasado.
—¿Eugene?
—Era mi novio —respondió, mientras miraba al piso—. A lo que entiendo, no tuviste la oportunidad de conocerlo, pero era uno de los mejores amigos de Hipo.
—Me suena ese nombre. —Moana se relamió los labios mientras subía la mirada—. Recuerdo a Hipo mencionarlo. —Rapunzel le mostró una sonrisa triste y Moana no se atrevió a preguntar el resto de la historia.
—Aún lo extraño —se lamentó, bajando la mirada—. No que no aprecie a Andy, él es increíblemente dulce. Es solo que Eugene fue una parte muy importante de mi vida.
Moana abrazó a Rapunzel, la rubia acomodo su cabeza en su hombro y sintió como le acariciaba los cabellos, cariñosamente.
—Su madre me llamó en la noche —lloriqueó, finalmente dejándolo salir—. Dijo que había muerto de un trauma en un accidente automovilístico.
—Lo siento mucho, Rapunzel. —Moana subió la mirada y sintió una opresión en el corazón al pensar siquiera en perder a Hipo, imaginaba que era una sensación horrible.
No sé equivocaba.
Se separaron y la rubia rebuscó un pañuelo desechable para limpiarse una lagrima salada de la comisura del ojo y sorbió la nariz.
—Gracias por la confianza de abrirte así conmigo.
—Bueno, me di cuenta de que no hablábamos mucho y eso no podía seguir porque se mira que eres una gran persona. —Caminó a tirar el papel al bote—. Gracias a ti, por comprender.
Las horas caminaban constantes y la madrugada se hacia presente cada vez más, Moana logró cambiar el tema y ahora charlaban animadamente sobre situaciones diversas, algunas más relevantes que otras.
—¿Cómo conociste a Hipo? —preguntó Rapunzel, se inclinó divertida hacia ella y Moana rio.
—Fue en un viaje de negocios. —Sonrió ante el recuerdo y subió la mirada—. El destino había decidido que su asiento estaría junto al mío.
Rapunzel formó una sonrisa de emoción y se acomodó en la banca en la que estaban sentadas.
—Era un viaje largo, trece horas, para ser exactos, y después de las primeras seis yo ya estaba entumecida.
» Presa del aburrimiento y cansada de leer, me asomé a ver qué hacía mi vecino. Ya nos habíamos saludado, pero no había sido más que mera cortesía y no habíamos tenido más oportunidades de hablar ya que, apenas despegó el avión, Hipo se había sumergido en una lectura, luego comenzó a garabatear en una hoja y finalmente había sacado su laptop y se había colocado los audífonos. Mi nuevo vecino era un introvertido —agregó con diversión y Rapunzel rio.
—Es cierto, Hipo siempre ha sido introvertido.
—Me asomé a su pantalla e inmediatamente se dio cuenta. Lo dejó pasar por un par de segundos y después se quitó el auricular de la oreja y me miró. Yo reí nerviosa, pensando que se había enfadado.
» "Se llama Hush" me dijo "Es una película sobre una sorda que es perseguida por un asesino en su propia casa."
Rapunzel escuchaba el relato con atención. Ahora que tenían la oportunidad de conocerse mejor, escuchar la historia del inicio de su romance contada por ella le parecía algo lindo.
— "Oh" respondí "Te gustan las películas de miedo. A mi me encantan." Hipo sonrió y me extendió el auricular que tenía del otro lado. "¿Quieres verla conmigo?" A lo que yo respondí: "¡Me encantaría! Por cierto, soy Moana." Le extendí la mano y me la estrechó. "Hipo."
Rapunzel soltó una risilla por la manera divertida en la que Moana contaba la historia. No tuvo que adivinar qué había pasado después: Cuando la película acabó, aun faltaban varias horas para que el vuelo aterrizara y todavía tendrían que esperar todo el proceso de descenso. Se quedaron comentando sobre la película al principio, después comenzaron a platicar sobre ellos mismos, su vida, anécdotas e intercambiaron números para poderse seguir viendo y conociendo. Era una historia tierna.
Moana recordó todo como si lo hubiera vivido apenas el día anterior, había sido uno de los mejores días de su vida. La mente de la morena se transportó a la escena y pudo sentir de nuevo el fresco del ambiente dentro del avión, el olor a piel de los asientos y la presencia de Hipo junto a ella, solo que cuando quiso voltear, no vio más que a la silueta negra que la había perseguido desde el inicio. Esta vez pudo prestar atención a los detalles, gracias a ello pudo escuchar su respiración fuerte y ruidosa, pudo notar también de que no se trataba tal cual de una sombra; sino de una figura cubierta de escamas negras y ojos brillantes.
Se paralizó, tener a la figura tan cerca la aterraba al nivel de que su cuerpo no respondía. Escuchaba sus latidos hacer eco en su cuerpo; su corazón parecía querer salir huyendo de su pecho y sin embargo ella no podía moverse, solo sudaba frío en su lugar y sentía ganas de llorar.
—Moana.
—¡No! —vociferó ella, presa del miedo—. No me hagas daño, por favor —pidió ella con hilo de voz y su única respuesta fue comenzar a llorar. Liberando así el sentimiento de susto que se había apoderado de ella y de esa manera pudo reaccionar y levantarse del asiento para comenzar a caminar entre el desolado pasillo, nunca quitándole la mirada de encima. Cuando chocó de espaldas con la puerta, buscó ciegamente la manija y la abrió, escuchando el sonido de la puerta y saliendo al estacionamiento en el que estaba su auto fuera de la fiesta. Regresó de nuevo a su presente y su realidad.
—Solo quiero ir a casa.
~•~
Hipo abrió la puerta y Moana prendió la luz. Había estado muy callada todo el camino, girando bruscamente la cabeza a las ventanas y teniendo sustos pequeños creados por su propia imaginación asustada. Aún en aquel momento, su respiración era agitada y temblorosa.
Hipo cerró la puerta tras él, rodeó tiernamente a la morena con los brazos y enterró la barbilla en su hombro. Comenzó a tararear una canción que sabía que era especial para Moana, era una tonada en maori, y comenzó a balancear su cuerpo suavemente.
Moana sonrió ante el gesto, su corazón comenzaba a bajar la velocidad, apaciguado por el tono tranquilo de la tonada y la voz dulce de Hipo.
El castaño tomó entre sus dedos la chalina de peluche y la deslizó entre sus brazos, luego la empezó a llenar de besos en el cuello y las mejillas, quitando de su paso el cabello y acomodándoselo del otro lado para no sentir que le estorbaba. Moana sonrió y se dejó llevar por el momento, sabiendo hacia donde se encaminaba, y se giró a estampar los labios en los de él. Decidió dejarse consentir un poco, había sido un día agitado y lleno de cambios tan bruscos de emociones, que consideró correcto dejarse envolver en todo ese amor y ese cariño que ambos se tenían.
Mientras alguien miraba con dolor lo que pasaba en aquella sala y no fue tan fuerte como para mirar lo que pasaba en a la habitación en la que continuó.
~•~
Era ya de madrugada, la noche estaba en su máximo esplendor. La hora perfecta para disfrutar de un sueño profundo y reparador como lo hacía Hipo Abadejo, quien ni siquiera roncaba del estado tan tranquilo en el que se encontraba, la sensación perfecta ante el cansancio que había sido el día para la morena. Ella, por el contrario, no podía estar en paz ni siquiera en sus sueños; se repetía una y otra vez la escena del avión, pero esta vez, la puerta estaba atrancada y no podía escapar. La figura se acercaba lentamente y Moana lloraba cada vez más asustada, mientras forzaba bruscamente la manija del avión.
Finalmente despertó, se sentó de un movimiento y berreó sintiendo las mejillas empapadas y su pecho subir y bajar con violencia. Se agarró los cabellos con brusquedad y volteó a la puerta, solo para ver a la sombra parada en el umbral, acercándose cada vez más a ella. El grito que dio fue desgarrador y esta vez se mentalizó a si misma que tendría que actuar, no se petrificaría más. Ya no más.
—¡Hipo! —vociferó, tratando de despertarlo y nada ocurrió. Lo movió con la fuerza aplicada por su propia adrenalina, pero aún no pasaba nada—. ¡Hipo! ¡Despierta!
Nada sucedía y Moana sentía a la presencia acercarse hacia ella aún más. No lo dudó más y actuó por instinto: brincó el delgado cuerpo de Hipo, corrió al armario, donde guardaban las polvorientas armas que la familia de cazadores Haddock le había heredado a su hijo, abrió bruscamente la puerta, tomó una de ellas, la cargó y cuando estuvo a punto de apretar el gatillo escuchó:
—¡Moana, espera!
Fue muy tarde. Vaialiki había tomado un respiro y tratando de calmar su tembloroso cuerpo había disparado la bala. Sin embargo, se dio cuenta de que había cometido el peor error de toda su vida cuando escuchó en un murmullo:
—Rangi.
Dejó de temblar y se petrificó de los pies a la cabeza, su cerebro no podía procesar lo que había pasado, ya que había escuchado salir de aquel ser, que tanto la había atormentado, la palabra "cielo" pero solo había dos personas que la llamaban así: su abuela y...
—Hipo.
Tiró el arma y corrió al otro lado de la cama, solo para encontrar que la máscara en aquel disfraz que ella había llamado previamente sombra estaba zafada y pudo ver esos zafiros que tanto le gustaban del otro lado de ella.
—Yo... no lo entiendo... —sollozó aún confundida. Cuando quiso seguir hablando, algo la interrumpió.
—Por supuesto que no lo entiendes. Nunca lo hacen. —Una voz se escuchó detrás de ella, era gélida y macabra. Moana se giró lentamente solo para encontrarse en carne y hueso a Hipo, parado junto a la ventana y jugueteando entre sus dedos el arma que ella había sacado de su lugar, sangrando del mismo punto en que la bala había pegado en la figura color azabache—. Déjame explicarte. Tú mataste a Hipo Abdejo y ahora tomarás su lugar.
—¿¡Qué!? —preguntó aterrorizada e "Hipo" rodó los ojos con fastidio.
—Verás, preciosa. Entre ustedes los humanos siempre hay un impostor; alguien que no es quien dice ser y que pasa desapercibido. Lo fue Eugene Fitzerbert antes de ser él. —Señaló con la mirada a la figura de escamas negras junto a la morena—. Y ahora que él está desangrándose y su cuerpo ya no me sirve como huésped, el impostor serás tú.
—¡No! —la chica rompió a llorar con dolor, se arrodillo frente a la figura que, ahora sabía, contenía dentro de si, el alma de su amado y se lamentó desconsoladamente encima de él por unos segundos, luego una esperanza nació dentro de ella y subió la cabeza. De un salto se levantó y corrió a su buró a alcanzar su teléfono. Casi lo tenía cuando tuvo que quitar la mano al ver la fiera bala en camino a atravesar su pantalla. Jadeó y se giró a "Hipo" solo para verlo dispararle al otro teléfono también.
—Llamar a emergencias no te servirá.—cínicamente se burló—. Acéptalo. Él morirá y tú estás condenada a tomar su lugar, aterrorizar a una persona hasta orillarla a matarte y solo así te liberarás. Por más que lo intentes, no lograrás romper esta cadena; solo se rompe cuando la víctima se da cuenta y mata al impostor y no a la sombra, como tú la llamas, morena —explicó—. Él trató de que tú lo notaras y fracasó, como todos lo hacen. Nadie nunca descubre quien es el impostor.
El mencionado entonces comenzó a toser y a jadear por la fuga de sangre que ahora había en su cuerpo. Sabía que no le quedaba mucho tiempo en el cuerpo de él y que sería cuestión de segundos para tomar el de ella. Sonrió cínicamente y la miró.
—¿Ultimas palabras? —inquirió cínico y Moana bajó la cabeza.
—Te amo, Hipo. Lo siento.
El cuerpo de Moana entonces comenzó a llenarse paulatinamente de escamas que ardían como mil soles y su cara se cubrió con una máscara que le cortaba la respiración. Si ella quería hablar, sentía que su pecho se apretaba, causándole un dolor descomunal. Lo único que quedaba visible de ella, eran sus ojos tan intensos como misteriosos y ahora sin vida ni esperanza. Cuando fue capaz de subir la mirada, se encontró el cuerpo de aquel castaño que tanto amaba desangrado en la alfombra gris y a si misma parada junto a él.
~•~
El funeral de Hipo Abdejo se dio tres días después, todos sus familiares y amigos habían asistido en ropas negras a llorar su muerte e incluso la familia de Moana que realizaba el luto de diferentes maneras estaba ahí; por respeto a Hipo y a su familia, a quienes habían tomado un gran cariño.
La puerta de cristal se abrió y se dejó ver a una morena rizada en el umbral de la puerta, luciendo un vestido negro y esa chalina de peluche negra que tanto le gustaba. Los murmullos, en su mayoría de lástima, exceptuando unos comentarios fuera de lugar, no tardaron en inundar el ambiente y la morena vaciló antes de avanzar.
La chica caminó, con la cabeza agachada y las lágrimas inundando sus mejillas, hasta el féretro de caoba en el que descansaba el chico castaño. Pasó suavemente la mano por la cubierta y rompió a llorar ahí, conmocionado a todos los presentes.
Sin embargo fue la empática Rapunzel la que se acercó, ella podía sentir el dolor en el alma de la morena y pensó que podía comprenderla mejor que nadie.
Suavemente acarició su hombro, haciéndola levantar para mostrarle su lado más vulnerable y roto. "Moana" se abalanzó ante la muchacha rubia y se dejó consolar con los cariños que ella hacía en su cabello.
La verdadera Moana lanzó un grito de dolor desde las sombras en las que se encontraba envuelta y aún no se sabe si fue ese grito, aunque débil y casi inaudible, lo que llamó la atención de Rapunzel o se trataría de la conexión que ahora ambas sentían dadas las circunstancias en las que se encontraban, pero volteó. La rubia logró ver una figura entre las sombras y rápidamente escondió la mirada en el hombro de la morena, aferrándose al abrazo, mientras trataba de disipar el temblor que se presentaba en su cuerpo. Rapunzel, sin saberlo, se había convertido en la siguiente; la siguiente sombra en ahogarse en su propio dolor.
¿Y tú? ¿Lograrás ser lo suficientemente valiente y astuto como para atrapar al impostor? ¿O dejarás que la cadena continúe hasta acabar con toda la humanidad?
La idea inicial era que fuera suspenso o terror psicológico, porque ya exploté tanto el género romántico que ya no me da para escribir más sobre ese estilo. (O no por ahora).
Andar experimentando en la final de un concurso no sé si sea la mejor idea, pero así pasa cuando sucede. Además, mi género predilecto: el drama, hizo uso de presencia también, nunca me falla.
En fin, te agradezco tu apoyo, comentarios y votos como no tienes una idea. Te love you, bye bye.
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