Capitulo Cuarenta y Ocho
Martes 13 de Junio de 2023
Ciudad de México, México.
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Los siguientes días se me fueron en un suspiro. Ya sé que había dicho que el estrés se había esfumado, eso creía yo, hasta que tuve que compartir techo por dos días con mis mejores amigas, mis papás, un hombre que me tenía más confundida que nada y un gato naranja. Una combinación para el caos.
El domingo mis papás me habían sorprendido con su presencia más temprano de lo que originalmente habían prometido. Lo bueno es que habia alcanzado a limpiar toda la casa.
A mi mamá casi le daba el telele cuando descubrió que Max también estaba de visita, en cambio mi papá se deleitó al saber que iba a tener con quien ver los partidos dominicales de fútbol. Otra cosa que no estaba en mi bingo card de este año, supongo.
Dejando el estrés un poquito de lado, había sido más que agradable pasar un domingo con mis papás. Era algo que pasaba muy pocas veces al año y la verdad me había dado muchos ánimos. Mi mamá y yo habíamos hecho de comer, algo que me recordaba mucho a cuando aún vivía con ellos.
Además de mis papás y Max, Daniela se había integrado a nuestra comida. Jaqui también estuvo invitada, pero los domingos eran los días que pasaba con sus hermanos, así que tuvo que desistir.
Ese día me fui a dormir con el corazón calientito. Me sentía dichosa y más que agradecida. Y aunque no todo era perfecto, la mayor parte de las cosas estaban acomodándose.
El lunes, sin embargo, amanecí con un nudo en el estómago por alguna razón que no comprendía.
–Melissa...– mi piel se erizó al oír ese susurro ronco, parecía que nunca me iba a acostumbrar.
Tenía más de quince minutos despierta, más sin embargo estaba tratando de hacerme la dormida, evadiendo la alarma y lo que tenía que hacer.
Sentí una mano acariciar mi cabello, logrando tranquilizarme un poco, hasta que...
»Sé que estás despierta Meli.
Saqué mi cabeza de la curva del cuello de Max y traté de enfocar su cara. Cuando por fin lo logré pude notar su sonrisa adormilada y sus ojos algo chispeantes.
–¿Cómo te diste cuenta?– solté con la voz rasposa para después soltar un bostezo.
–No eres buena imitando tu respiración adormilada–. Solté un bufido y apreté mis labios en un puchero. Me separé de Max para acercarme a mi mesita de noche, tomar mis lentes y ponermelos. Volví mi vista al rubio, quien ahora parecía estudiar mi cara. –¿Pasa algo cariño?
Un pequeño escalofrío me recorrió la espalda al escuchar esa palabra, no me sentía del todo lista para que me llamara así. Me aclaré la garganta mientras trataba de encontrar las palabras para explicar como me sentía, pero no las encontré de inmediato.
–Me siento... rara. No termino de entender por qué...
Nos quedamos en silencio unos segundos mientras su mano acunaba tiernamente mi mejilla.
–Pareciera que estas temiendo algo...– interrumpió el momento lindo soltando esa oración.
Estuve a punto de preguntarle como había llegado a esa conclusión, luego recordé que a veces mi cara era un libro abierto.
En mi mente traté de encontrar las razones para sentirme así, y aunque en un inicio me pareció algo ridículo, pronto hallé la raíz del problema.
–Bueno, puede que si...– me quedé divagando unos segundos, tratando de encontrar la mejor manera de expresar lo que quería decir. –Soy la mejor alumna de mi clase, mis maestros, mis papás y casi todos los que conozco no se han cansado de decirme lo orgullosos que están de mi, pero también han demostrado que esperan mucho de mi futuro y eso... me mortifica como no tienes idea.
No sé porque esperaba que su expresión mostrara confusión u otra cosa, en cambio obtuve un gesto comprensivo.
–Todos tienen muchas expectativas contigo...
–¡Exacto! Y eso es horrible porque...– tragué saliva mientras asimilaba mi realidad –porque no tengo ni la más mínima idea de que quiero hacer con mi vida después de la universidad.
Nunca había admitido aquello en voz alta, sentí como si me hubiera quitado un peso de encima.
Ambos nos quedamos en silencio. De nueva cuenta esperaba encontrar una emoción en específico en la cara de Max, el parecía ser lo opuesto.
–Entiendo a que te refieres...– en mi mente pensé algo como “¿en serio lo hace?”, pero de inmediato recordé con quien estaba hablando, claro que sabía de lo que estaba hablando.
Me tapé la cara con ambas manos y solté un suspiro. Dios mío, esto lleva pasando como dos meses y hasta ahora le vengo a poner nombre.
–No quiero decepcionar a nadie–. Solté casi en un susurró. Retiré mis manos y fijé mi vista a la nada.
–Y no lo vas a hacer Melissa–. De pronto sentí sus dedos jalando mi barbilla, demandando que lo viera directamente. –Empezando con que es tu vida para hacer y deshacer con ella lo que quieras, es momento de que dejes las aspiraciones de los demás a un lado y te centres en encontrar lo que tú quieres.
Sus palabras las recibí como si fueran un cubetazo de agua helada directo en mi cara, pero sabía que tenía razón. Me gustaba tener a los demás contentos, aunque a veces eso significara dejar lo que yo quiero a un lado.
Daños colaterales de ser hija única, supongo.
Sus manos jalaron de mis hombros para poder abrazarme, gesto que regresé sin poner mucha atención. Mi cabeza estaba dándole demasiado vueltas a una conclusión que era más que clara.
Pronto varias preguntas empezaron a aparecer en mi mente. ¿Él estaría orgulloso de mi? Quería mentirme a mi misma y decirme que lo que opinaba Max de mi no me importaba demasiado, pero la realidad es que si lo hacía, y mucho.
El momento se vio interrumpido cuando escuchamos un par de toques suaves en la puerta. Nos separamos de golpe, como si estuviéramos haciendo otra cosa, luego me relajé cuando oí a mi mamá mencionar que el desayuno estaba hecho.
Tres horas después estaba sentada en el asiento trasero del auto de mis papás de camino a la universidad. A mi lado estaba Max poniendo toda su atención en lo que pasaba a través de la ventana, casi me temía que se asomara tal cual lo hace un golden retriever.
Yo por mi parte trataba de centrar mi atención en cualquier cosa que pudiera distraer mis impulsos de morderme las uñas, me las había pintado anoche, tenían que durar un poco más.
Esta vez estaba usando un vestido azul claro que llegaba hasta mis tobillos, acompañado de unas sandalias con un poco de tacón. No me había puesto casi nada de maquillaje, a excepción de un poco de sombra, rimel y un labial nude. Quería lucir lo más profesional posible pero sin dejar de lado mi estilo.
Llegar hasta el auditorio en donde se llevaría a cabo el evento fue una tortura para mí. En el camino nos habíamos topado más tráfico del que me esperaba, así como estaba empezando a hacer un calor que rayaba lo insoportable. Ya en la escuela, nada más pusimos un pie fuera del auto sentí la atención de todo el mundo puesta en nosotros, o más específicamente en el chico que tomaba mi mano como si nada.
Max estaba usando una camisa de un tono de azul muy parecido al de mi vestido, además de pantalones de mezclilla (¡no skinny!) y los tenis blancos que siempre usaba. Ya me imaginaba como lo iban a criticar en Twitter por su outfit, pero a mí me daba igual, para mí lucía demasiado guapo.
Caminamos juntos hasta que tuvimos que separarnos. Podía sentir las miradas de varios de los asistentes en nosotros, esperando a captar que haríamos a continuación. Me despedí de mis papás dejando un beso en sus mejillas, luego me encontré frente a frente con Max sin saber exactamente qué hacer.
Pero si los demás querían tener algo de que hablar, ¿quién soy yo para negarselos?
Tomé la mejilla de Max y jalé su cara hasta que sus labios chocaron con los míos de manera fugaz. Al separarnos ví como sus cejas se levantaban y en sus ojos aparecía una pregunta silenciosa. Yo solo sonreí inocentemente. Me despedí de los tres y empecé a avanzar hasta el asiento que me habían designado.
El evento fue demasiado aburrido, como usualmente lo era. Que mi carrera fuera de las primeras en recibir los reconocimientos ayudaba a que todo el rato que pasé sentada pareciera eterno.
Cuando me llamaron para subir la escenario a recoger mi reconocimiento pude notar más aplausos de los que estaba acostumbrada. Vi brevemente a algunas personas con el celular en alto grabando y tomando fotos del momento, pero también veía a mis papás aplaudir frenéticamente, así como a Max sonreír de manera hermosa.
Me contagió la sonrisa, logrando que saliera en todas las fotos sonriendo como niña pequeña que acababa de comer dulces.
En cuanto terminó el evento huí, me había engentado de ver y convivir con tanta gente que honestamente no me importaba. De inmediato capté a mis papás sonriendo con mi cámara en las manos, así como a Max con un ramo de tulipanes que no había visto antes.
Empecé a sonreír de golpe, tratando de ocultar lo mucho que me estaba afectando el ver las flores. Nunca me había dado flores un hombre que no fuera mi papá, y aunque quería creer que no era para tanto, mi corazón empezó a latir como loco.
Me acerqué a abrazarlo y a agradecerle el gesto, tratando de no lucir demasiado emocionada. Pude sentir como me robaba un beso que me dejó sin aliento. Días después una página de chismes subió la foto del momento, captada por alguien que lo había atestiguado a unos metros de donde estábamos nosotros.
Después del evento fuimos a comer pizza a un Little Caesars que estaba cercas de la universidad. Comer ahí ya era una tradición con mis papás.
Mis papás regresaron a Morelia después de la comida, dejándonos a Max y a mí de vuelta en el apartamento. La despedida fue algo melancólica de mi parte, pues este iba a ser el primer verano que no pasaría con ellos. Mi mamá parecía a punto de ponerse a llorar, mi papá parecía que estaba bloqueando sus emociones. Para cuando ya estaban ambos de vuelta en el auto mi papá se acercó a Max para pedirle que cuidara de mí, casi empiezo a llorar, Max le juro que iba a hacerlo.
El resto de la tarde me la pasé viendo películas de Adam Sandler con Max, estaba exhausta y terminé quedándome dormida en el sillón mientras veíamos Blended.
Hoy había despertado en mi cama sin saber exactamente como había llegado ahí, Max después me contó que el mismo me había llevado del sillón a mi habitación. Cómo me habría encantado estar consiente en ese momento.
Max se iba hoy en la tarde a Canadá, donde iba a ser la carrera de este fin de semana. Había tratado de convencerme para que fuera con él, pero aún tenía varios asuntos que resolver antes de seguirlo por Europa.
Mi plan para que pasáramos su último día aquí era algo peculiar, pero que sabía que le iba a gustar. Hace unas semanas Max me había preguntado si había pirámides cerca de la ciudad, pues algunos mecánicos del equipo habían ido y el también quería conocerlas.
Así que el plan para hoy era ir a Teotihuacán, una zona arqueológica en donde estaban algunas de las pirámides más importantes del país. Yo ya había ido unas tres veces, pero me emocionaba mucho el ir con alguien que no tenía sabía el contexto histórico del lugar, tenía que sacar mi lado nerd aficionado a la historia de mi país.
Me desperté con el amanecer y me dediqué a preparar todo lo que podíamos necesitar, incluído un par de sandwiches para comer en el camino. Levanté a Max a eso de las seis de la mañana, y digamos que no le agradó mucho la acción, pero lo ideal era irnos a esa hora.
No le había dicho al rubio a donde íbamos, así que todo el camino se la pasó preguntando sin cesar a donde nos dirigíamos, lidiar con un niño chiquito a esas horas de la mañana no era lo mejor del mundo.
Conforme nos acercabamos al lugar empezaban a aparecer señalizaciones con rótulos de pirámides y el nombre de la zona. A Max parecía no llamarle la atención, pero poco a poco pareció comprender que para ahí nos dirigíamos.
–¿Pirámides?– asentí mientras lo veía brevemente, estaba genuinamente sorprendido, pero también lucía feliz. –¡Esto va a ser demasiado genial!
A lo lejos se empezaba a notar la afluencia de turistas, así como vendedores ambulantes y en el cielo un par de globos aerostáticos –los cuales supuestamente estaban prohibidos–.
Aún no terminaba de salir el sol, por lo que el frío era más que claro, pero era claro que en un par de horas el sol nos iba a atacar directamente. En una pequeña bolsa había cargado dos diferentes protectores solares, lentes de sol, un desodorante, agua, sueros y mi gorra. El plan era subir la Pirámide del Sol, lo cual suponía demasiado esfuerzo físico. Confiaba en los sandwiches que me acababa de comer y en la poca condición física que tenía.
Max, como el nerd que también era, había leído toda la información que tenía a la vista, así como había centrado su atención completamente en mi cuando le contaba algo sobre el lugar. Yo llevaba la cámara y estaba tomándole foto a casi todo, a pesar de conocer el lugar.
La caminata había sido algo exhausta, pues no solo caminamos por la zona de las pirámides sino que también hasta uno de los museos que había dentro del complejo. Cuando regresamos al camino el sol ya estaba empezando a brillar y nuestro momento de subir a la Pirámide del Sol había llegado.
–¿En serio vamos a subir a esto? Cariño, se que soy atleta pero yo a esto no sobrevivo...
–Es para que repongas los entrenamientos que le quedaste a deber a Brad cuando decidiste venir. Además, ninguna de las otras tres veces que vine me dejaron subir por ser menor de edad y de verdad quiero subir...– puse mis mejores ojos de cachorro y al ver la reacción de Max supe que había ganado.
–Muy bien muy bien, si insistes...– dí un par de saltos emocionada y dejé un beso en su mejilla. –Espero que me grabes mientras subo y le envíes los vídeos a Brad.
Mostramos nuestras identificaciones y escuchamos atentamente algunas reglas de seguridad para subir, después nos dedicamos a lograr la hazaña.
Me empecé a arrepentir de subir cuando ya habíamos subido unos cinco metros más o menos. Las escaleras eran más empinadas de lo que imaginaba y mis piernas empezaban a sentirse algo pesadas. El atleta de la relación parecía estar mejor que yo, hasta que unos escalones después oí como empezaba a respirar por la boca.
–Esto me gano por no hacer ejercicio...
A pesar de estar igual o peor de agotada que él, no pude evitar burlarme.
–Pues que yo recuerde, hace unos días dejaste muy en claro que estábamos haciendo ejercicio...
Sus ojos se posan en los míos brevemente, pareciendo algo ofendido pero a la vez divertido. Saco la lengua mientras le insto a que siga subiendo.
–Ya veo, tendré que esforzarme más–. Se me alocaron las hormonas por un segundo.
Continuamos con el ascenso hasta que finalmente llegamos a la cima, aprovechando la zona plana nos sentamos a tratar de buscar el aire que había abandonado nuestros pulmones. Podía sentir el sudor escurriendo por mi cara e incluso por otras partes de mi cuerpo, Max lucía prácticamente igual.
Saqué de nueva cuenta mi cámara, documentando la vista que se veía desde la cima. Debía admitir que me daba un poco de vértigo estar arriba, pero también sentía satisfacción. Cambié la cámara por el celular y grabé un par de videos, en el último grabando a un Max pintado completamente de rojo que se dedicaba a admirar todo.
–¿Cómo te sientes?– me acerqué un poco más a él.
–Estoy acabado–. Me rio y el sigue mi ejemplo. –Pero la vista vale la pena.
Recargo mi cabeza en su hombro y el pasa su brazo por mi espalda. Me centro en pasar el momento y aprovechar el rato que nos queda juntos, hasta que...
–Ok, es momento de bajar–. Me levanté de un salto mientras que Max se quejaba en voz alta.
El descenso fue aún peor que el ascenso. Una gran parte de la escalinata la bajé prácticamente sentada, el vértigo había aumentado y mi cerebro estaba imaginando escenarios de yo callendo sin control. Cuando mis pies volvieron a tocar el suelo casi me pongo a aplaudir.
Después de caminar otro rato finalmente llegamos al final del recorrido. Nos detuvimos a revisar algunas tiendas llenas de los típicos recuerditos. Dejé solo a Max unos segundos mientras me encargaba de comprar otra botella de agua, cuando volví estaba pagando un par de cosas.
–¿Qué compraste?– pregunté mientras salíamos del lugar. Me mostró un par de imanes y un par de pulseras tejidas, parecidas a la que le había regalado después de mi cumpleaños.
–Esta es para tí–. Estiró mi muñeca mientras ajustaba la pulsera por mi piel. Poco después me pidió que pusiera la otra pulsera sobre su muñeca. –Ahora sí estamos combinados.
Una sonrisa orgullosa se posó en sus labios y yo sin poder evitarlo me lancé en busca de sus labios.
Todos los días me levantaba creyendo que no podía enamorarme más de él, y todos los días él hacía o decía algo que me hacía caer más y más.
Con ese sentimiento en mente regresamos a casa. Duramos una hora gracias al tráfico, logrando que quedáramos muy cortos de tiempo. Apenas y hubo tiempo para que Max se duchara y comiera algo rápido.
Lo llevé al aeropuerto. Mientras esperaba a que un semáforo cambiara de rojo a verde Max tomó la palabra.
–Por cierto, ya resolví lo que me pediste. Te mandaré los detalles del vuelo al rato.
Asiento emocionada en mi lugar. Estaba planeando una sorpresa y Max estaba siendo mi cómplice.
–Gracias–, alargué las últimas letras de la oración –que Dios te lo pague con muchos hijos...
Max suelta una carcajada que dura más de lo común.
–¿Se supone que eso es un buen deseo?– asiento algo insegura. –Con tres hijos estoy bien, gracias.
Volteó a verlo brevemente, aún tenía el gesto risueño en su cara pero al mismo tiempo parecía algo reflexivo.
El auto se mantuvo en silencio, afortunadamente de manera cómoda. Después de un rato llegamos al aeropuerto sin ningún contratiempo, el lugar estaba básicamente desierto además.
Por lo general este sería el momento en el que algunas lágrimas amenazaban con salir de mis ojos, pero el sentimiento era diferente esta vez. En unas semanas nos volveríamos a ver y pasaríamos casi un mes juntos.
Caminamos juntos hasta la zona de migración, donde finalmente nos íbamos a separar. Me acerqué a abrazarlo, así como él pasaba sus brazos por mi espalda.
–No me vayas a extrañar mucho estos días...– le dije mientras volteaba a verlo. Sus manos acunaron mis mejillas y poco después dejó varios besos por mi cara.
–Imposible. Te veré en unas semanas linda–. Nos separamos poco a poco, y antes de finalmente alejarme volvió a hablar. –Prepárate para las mejores vacaciones de tu vida.
Con una sonrisa en la cara lo ví alejarse, con su voz sonando en mi cabeza y con mi mente soñadora imaginando todo lo que podía pasar este verano.
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hola hola gente bellaaaa! 💗
WE ARE BACK ‼️ después de unas semanas en las que perdí la cabeza he vuelto! 😁
extrañaba demasiado escribir y subirles capítulos, pero tenía un bloqueo escritor tan hdp que no me daba la cabeza para escribir a estos dos seres humanos (ellos bien felices y enamorados y yo toda deprimida y bajoneada, no quería atraer la desgracia, aún)
no les prometo que a partir de ahora vaya a actualizar cada semana sin falta, pero al menos haré el intento, no quiero dejarlos tan abandonados por acá 🤞🏽
y buenooo, les dejó gente bonita, gracias por leer, comentar y votar y por quedarse. les mando un abrazote y les quiero un montónnnn 💗
besos, bais<33
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