02; LA VIEJA VALYRIA
La suave brisa marina de Dragonstone era más fría esa noche, las nubes ocultaban la luz de la luna, y el mar parecía inquieto. Eran señales de que se acercaba una tormenta, quizás no tan grande como en otras ocasiones, pero aún así era algo que no podía ser ignorado. Los sirvientes corrieron a preparar todo para la tormenta que se avecinaba, los guardias buscaron refugio en lugares estratégicos, y la señora del castillo mandó a encender el fuego en cada habitación para que el frío no los congelase. Esa noche se sentía extraña, nadie sabía el por qué, pero todos estaban alerta en espera de que algo fuese a suceder en cualquier momento. Quizás era paranoia, quizás era otra cosa, pero no quitaba que todos estuvieran al borde de perder la cabeza.
Afuera comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia cuando se escuchó el aleteo de un dragón. ¿Quién podría alzar el vuelo a esas horas y en esas condiciones? Era bien conocido que volar en medio de una tormenta no era recomendado, era algo similar a lanzarse desde una torre a su muerte. Nadie había alertado de la llegada de un dragón por lo que se trataba de un dragón de la isla abandonando la tierra. Pero la señora del castillo estaba resguardada en su habitación y su hija estaba descansando desde hacía horas atrás. ¿Podría ser un dragón salvaje?
Los sirvientes más cercanos a los ventanales del castillo pudieron mirar hacía afuera para tratar de identificar al dragón. Esperando ver a uno de los tres dragones salvajes de Dragonmont, se sorprendieron al ver la enorme figura de Balerion volar libremente. Ver al dragón volando había sido una sorpresa porque desde la muerte de Maegor el Cruel no se le veía volar. Era realmente extraño el verlo volar solo, alejándose del lugar que había hecho su hogar desde la muerte de su jinete, pero nadie le dio mucha importancia.
A la mañana siguiente, cuando hicieron el llamado a desayunar, la señora del castillo puso en alerta a todos cuando anunció que su hija no se encontraba en sus aposentos. Después de una búsqueda intensa por todo el castillo se dieron cuenta que la joven Princesa había huido a lomos de Balerion la noche anterior.
Aerea Targaryen, Heredera de Maegor y Jaehaerys, la Princesa a la que nadie apoyaba en su reclamo al trono, se escapó de su habitación por la noche cuando todos se encontraban preocupados por la tormenta que se avecinaba. Encontrar a Balerion fue fácil, ella lo observaba desde que Maegor había muerto, desde que su derecho al trono se le fue arrebatado por Jaehaerys. Con decisión había marchado hasta el dragón y lo había reclamado. Muchos pensarían que había perdido la cabeza al reclamar el dragón que había asesinado a su padre, pero ella no se tomaría el tiempo de escuchar sus palabras, estaría lejos de ahí para cuando se dieran cuenta que no estaba.
Balerion alzó el vuelo cuando las primeras gotas de lluvia cayeron y para cuando la tormenta tomó fuerza ellos ya se encontraban cruzando el mar estrecho. Aerea no sabía a dónde iban, simplemente dejó que Balerion la llevará más allá de Poniente, lejos de sus problemas. Volaron por horas sin descanso, el dragón no se detuvo y la Princesa no durmió ni un poco durante el viaje. Todo lo que Aerea veía era el mar, de vez en cuando veía tierra firme en la lejanía, pero algo en su interior la impulsaba a seguir volando. A pesar de no saber dónde estaban exactamente parecía que el dragón si conocía el camino porque volaba sin necesidad de indicaciones de su jinete.
El panorama frente a la Princesa cambió de repente, aún podía ver el mar, pero ahora veía estructuras de piedras, estatuas de dragones, y la naturaleza que crecía a su alrededor. Sus ojos se abrieron con sorpresa al darse cuenta dónde estaba. Balerion rugió asustando a las aves que se encontraban ocultas entre los árboles y voló hacía la ciudad que se veía en ruinas. Aerea giró su cuerpo para ver la ciudad, sus ojos maravillándose con las estructuras a pesar de que estas estuvieran destruidas casi por completo. Valyria se alzaba a su alrededor, volviéndose cada vez más imponente, dando la sensación de que estaba encerrándolos en su interior. El aterrizaje sacudió las estructuras que apenas se mantenían en pie y la Princesa temió que algo fuese a derrumbarse sobre ellos.
—Por los dioses—susurró sin poder dejar de admirar todo a su alrededor.
Sus manos fueron a los seguros de su montura para soltarse y poder explorar la superficie, pero entonces Balerion rugió en advertencia y el aire se sintió pesado. Los ojos de la Princesa fueron hacía el lugar que el dragón miraba y no pudo ver nada. Sin embargo, tenía la sensación de que alguien la estaba observando, sentía que no estaban solos y al parecer no solo era ella.
—¡Vuela!—le ordenó a Balerion con desesperación.
El dragón alzó el vuelo, pero no llegó muy lejos, las nubes sobre su cabeza se oscurecieron y un rayo cayó cerca de donde ellos habían estado. Balerion rugió escupiendo fuego a un punto ciego en el suelo, tratando desesperadamente de seguir volando, pero cada intento era imposible. Aerea tosió, sus manos aferrándose a la silla cuando el dragón perdió fuerza y fue arrastrado hacía el suelo una vez más.
—¡Balerion!—exclamó preocupada ante el impacto del dragón con el suelo.
Era como si el dragón estuviera encadenado al suelo, como si la ciudad no quisiera que se fueran, y la sensación de ser observada sólo empeoró con la lluvia. Aerea tomó las riendas de la silla y tiró con fuerza haciendo que Balerion se levantase con un gruñido. No podían quedarse ahí, debían regresar a casa. Otro rayo cayó en el suelo, no muy lejos de ellos y esta vez ella sintió como si le hubiese caído a ella misma.
—¡Vuela!
Volvieron a elevarse en el aire, esta vez llegando más lejos que antes, pero otra vez era como si los estuvieran regresando al suelo. Aerea se giró para mirar al suelo, tratando de encontrar a lo que sea que los estuviera deteniendo, pero en su lugar solo vio la silueta de alguien que se le hizo conocido. Todo el cuerpo se le congeló y por un segundo se olvidó de dónde estaba.
—¿Maegor?—Fue apenas un susurro, pero fue suficiente para que la figura levantase la cabeza en su dirección.
Otro rayo cayó, iluminando la figura de Maegor, y Balerion volvió a rugir. Se escuchó a sí misma gritar, no sabe si fue de dolor o de desesperación, pero gritó tan fuerte que su garganta se sintió como si la hubiera desgarrado.
Hubo una luz fuerte, como el sol saliendo después de una tormenta, que la forzó a cerrar los ojos. Cuando pudo abrirlos otra vez vio nubes rodeándola y sintió su cuerpo pesado, apenas y pudo levantar la cabeza para ver dónde estaba. Había nubes en todos lados, ¿estaban sobre la tormenta? ¿Lograron salir con vida?
—Lleva...—una tos interrumpió lo que iba a decir. Su garganta dolía como si hubiera estado gritando todo el día sin parar. —¡Llévanos a casa!
Apenas las palabras salieron de su boca Balerion descendió dejándole ver el mar por el que estaban volando. Sus ojos buscaron con urgencia algo familiar en el panorama y, por suerte, logró ver su hogar no muy lejos de ellos. El castillo de Dragonstone se alzaba sobre la colina dándoles la bienvenida, pero a pesar de estar cerca de casa Aerea se sentía lejos, como si aún estuviese atrapada en Valyria. Los párpados se le cerraron, estaba realmente cansada, quería tirarse en su cama y dormir hasta que todo el dolor desapareciera.
El rugido de varios dragones le hizo abrir los ojos una vez más. Lo primero que vio fue un dragón negro con ojos verdes, después vio un dragón plateado que conocía muy bien. Ignorando las protestas de su cuerpo adolorido se enderezó para ver mejor, a su alrededor había alrededor de diez dragones, todos rodeando a Balerion como si estuvieran guiando su aterrizaje a la isla. La vista de Vermithor y Silverwing le volcó el estómago, ¿Jaehaerys y Alysanne estaban ahí? Además, ¿de dónde habían salido los otros dragones? ¿Dónde estaba Dreamfyre?
Balerion aterrizó en la playa con un gruñido de molestia, Aerea se aferró a la silla y se inclinó hacía adelante cuando sintió que iba a vomitar. Con manos temblorosas se soltó de la silla, cada movimiento que hacía era lento, apenas podía moverse. Su visión se oscureció cuando intentó descender de la silla y acabó resbalando por el costado de Balerion hasta la arena. Un gruñido de dolor se le salió ante el impacto. Tirada en la arena junto a su dragón pudo ver como los dragones daban vueltas en el cielo sobre ellos, pero quizás eso había sido un error porque la vista se le nublo y se sintió mareada. Apenas pudo darse la vuelta para descansar sobre su costado derecho cuando una arcada le hizo retorcerse de dolor. No recuerda qué era lo último que había comido, pero lo regresó todo en ese momento.
Sintió a Balerion moverla con un suave gruñido, ella solo pudo estirar una mano para tocarlo y asegurarle que estaba viva. En la distancia escuchó pasos sobre la arena, seguramente soldados yendo a su rescate, seguramente su madre, no lo sabía y no lo descubriría pronto porque su visión se oscureció. Lo último que sintió antes de perder la consciencia fue Balerion alejándose de su toque.
Dentro del castillo de Dragonstone, en una habitación fuertemente custodiada, se encontraban tres jinetes de dragón, dos de ellos conscientes y confundidos mientras el otro se encontraba inconsciente en la cama. El maester que había atendido el llamado de emergencia estaba inclinado sobre la figura en la cama, tratando de descubrir alguna herida. La llegada repentina de un jinete de dragón había puesto alerta a todos en el castillo, sobre todo cuando se identificó a la enorme bestia que descansaba en la playa. Apenas se había identificado el dragón se envió una carta a Driftmark solicitando la presencia de la Princesa Rhaenys con urgencia. No se envió una a King's Landing por miedo a que el mensaje cayera en las manos equivocadas.
—Solo necesita descanso, Princesa, no tiene ninguna herida superficial—el maester se enderezó para hablar con su señora. —No puedo asegurar el estado en el que despertará, pero...
—Sea honesto—la joven Princesa lo interrumpió—, ¿cómo es esto posible?
—No lo sé, Princesa, es la primera vez que algo así sucede—los ojos del hombre fueron a la figura descansando en la cama—. En los libros se dice que Balerion y la Princesa Aerea fallecieron, pero nunca se menciona el cómo.
—Entonces no murieron, si no que por alguna razón acabaron aquí—el otro hombre en la habitación levantó una ceja—. Eso no tiene sentido, no es posible.
—Madre...—el susurro apenas perceptible hizo que todos contuvieran la respiración.
Hubo una pausa en la que ninguno se atrevió a moverse. Afuera un dragón rugió y entonces todos se movieron. La mujer en la cama se sentó abruptamente tosiendo, una mano en su pecho y sus ojos llenos de lágrimas, y el maester se apresuró a atenderla mientras los otros dos daban pasos indecisos hacía la cama.
—¿Princesa...Aerea?—el llamado del maester confirmó sus suposiciones cuando la joven de cabellos blancos giró la cabeza para verlo. —Soy el maester Gerardys, encargado de atenderla, ¿recuerda dónde está?
—Dra...Dragonstone—la respuesta fue apenas un susurro ronco. —¿Dónde...mi madre...dónde?
—No debería esforzarse, Princesa, debe descansar para recuperar sus fuerzas—el hombre miró hacia las dos figuras que miraban la interacción con duda.
Aerea se sentía confundida, no conocía a ese maester, pero si estaba ahí debía conocer a su madre, ¿no? Su confusión creció aún más al seguir la mirada del hombre y encontrarse con dos desconocidos mirándola. Sabía que eran Targaryen por el color de sus cabellos y sus ojos, pero nunca antes los había visto y ella estaba segura de que conocía a todos los Targaryen que existían.
—¿Quiénes son ustedes?—su garganta protestó ante el esfuerzo, pero no le importó, tenía que saber quiénes eran y encontrar a su madre. —¿Qué hacen aquí? ¿Dónde está mi madre?
—Princesa, ¿podría decirnos lo último que recuerda?—el maester llamó su atención una vez más.
—Pregunte algo—la joven frunció el entrecejo, visiblemente molesta por la falta de respuesta.
—Rhaenyra Targaryen—se presentó la mujer—, es un placer conocerla, Princesa. Este es Laenor Velaryon, mi esposo.
El hombre hizo una pequeña reverencia. Aerea nunca había escuchado sobre esas personas así que ¿de dónde habían salido?
—Princesa...—llamó el maester.
—Lo último que recuerdo es...—Valyria—salir de casa a volar con Balerion, estaba lloviendo y—Maegor—no recuerdo.
El maester asintió y se alejó de la cama para susurrarle algo a la pareja que no parecían ser capaces de dejar de verla. Aerea se movió para darles la espalda y tratar de levantarse, tenía cosas más importantes que hacer que escuchar a desconocidos.
—Princesa, debemos hablar—la mujer, Rhaenyra, se acercó a la cama mientras los hombres se alejaban hacía la puerta—, es de suma importancia que me escuche.
—¿Por qué debería hacerlo?
—Porque es sobre su madre.
Un vacío se formó en el estómago de Aerea, pero asintió de todos modos, sólo quería terminar con eso lo más rápido posible. La otra mujer tomó asiento a su lado y comenzó a hablar sobre cosas que ella no entendía. Habló de la noche que reclamó a Balerion y su viaje, pero añadió algo que no había sucedido, ambos habían desaparecido por años y nadie pudo encontrarlos. Le contó sobre Jaehaerys y su reinado, también sobre su madre y su hermana, el cómo murieron. Su corazón dolió cuando escuchó lo último. Todo parecía parte de un mal sueño, pero ¿acaso eso no explicaba el por qué había visto a Maegor en Valyria?
Las lágrimas no tardaron en salir cuando se dio cuenta que para el mundo llevaba muerta más tiempo del que había vivido. Su madre y su hermana habían muerto pensando que ella lo estaba, y ese conocimiento dolía más que nada porque era su culpa. Si no hubiera huido con Balerion esa noche quizás estaría con su madre en esos momentos, podría ver a su hermana cuando quisiera, pero ¿valía la pena arrepentirse? ¿Qué sentido tenía?
—Quiero estar sola.
Rhaenyra la dejó sola, no sin antes asegurarle que estaría ahí si la necesitaba. Los ojos de Aerea recorrieron la habitación hasta que dio con ropa limpia sobre una silla, estaba bien doblaba y seca, contrario de la ropa con la que había llegado. Con el cuerpo adolorido y las piernas temblando se levantó de la cama para cambiar su ropa. Una vez terminó de ponerse el vestido, que le quedaba un poco ancho, se puso sus botas de montar y volvió a caminar ignorando las protestas de su cuerpo. Abrió la puerta de la habitación con suavidad para encontrarse con los guardias que la estaban custodiando.
—Tengo hambre—avisó cuando los hombres la miraron—, y quiero hablar con el maester.
Se apoyó de la puerta como si le costase estar de pie, era cierto, uno de los hombres asintió y se alejó por el pasillo para cumplir con sus peticiones. Con cuidado de no golpearse realmente Aerea fingió tropezar llamando la atención del otro guardia.
—¿Necesita ayuda?
Tras el asentimiento que recibió como respuesta el hombre se acercó para ayudarla. Apenas habían dado dos pasos dentro de la habitación cuando la mano de Aerea se estiró hacía una mesa y agarró un jarrón que usó para golpear al guardia en la cabeza. No le causó daño gracias al casco, pero fue distracción suficiente para que ella pudiera correr fuera de la habitación. Todo su cuerpo dolía como los siete infiernos, pero no se detuvo, siguió corriendo por el pasillo en busca de la salida.
Tropezó un par de veces, pero logró evitar su caída sosteniéndose de las paredes, escuchaba guardias y sirvientes en cada esquina que tomaba, pero nunca se detuvo. Sus pies la llevaron hasta la sala principal del castillo donde descansaba la mesa de piedra con el mapa de Westeros. En la sala había un niño de cabello castaño que la miró con curiosidad apenas sus ojos se encontraron. La presencia del niño fue lo que, por fin, la hizo dejar de correr.
—¡Princesa!—La voz de Laenor resonó en la sala.
Aerea se sobresaltó y sin pensarlo mucho se movió hacia el niño que dejó salir un jadeo de sorpresa al sentir como era agarrado por los hombros.
—¡Detente!—la peliblanca miró a Laenor con advertencia. —Quiero irme, quiero visitar a mi hermana.
—Princesa, su hermana...
—No importa, quiero visitarla—el niño se quejó cuando el agarre incrementó en fuerza.
—¿Papá?—preguntó con algo de duda.
—Está bien, Jace—Laenor suspiró y asintió—. Bien, te llevaremos a Antigua, pero antes debemos presentarte ante el Rey.
La idea no le gustaba, pero estaba exhausta y realmente no tenía otra alternativa. Rhaenyra le advirtió que había gente que no dudaría en tratar de manipularla si sabían de su presencia antes que el Rey así que no podía exigir mucho, ¿no? Su agarre en los hombros del niño cedió y su cuerpo también lo hizo. El golpe de sus rodillas contra el suelo fue doloroso, pero no era peor que el dolor de su alma.
No se molestó en descubrir quién se acercó y la levantó del suelo, simplemente cerró los ojos y dejó que la oscuridad la consumiera una vez más.
Rhaenys llegó por la noche mientras Aerea seguía inconsciente, en un principio no había creído lo que su hijo le decía y pensó que la muchacha era una bastarda de Daemon o Viserys, pero entonces fue llevada y Balerion. ¿Acaso había explicación lógica para la aparición del dragón con una jinete que casualmente se parece a la Princesa desaparecida hace años? No realmente así que aceptó lo que sucedía y se adelantó a King's Landing por la mañana para hablar con su primo antes de que llevasen a la Princesa ante él.
Aerea despertó la mañana siguiente sintiéndose mejor que antes, su cuerpo ya no dolía tanto así que esa era una buena señal, al menos hasta que recordó su situación. Tomó el desayuno sola en su nueva habitación, con la vista pegada en la ventana y apenas terminó una sirvienta le llevó su ropa de montar ya limpia. Tras darse un baño rápido se vistió con su ropa y salió al balcón de la habitación para ver el panorama. Su habitación tenía vista al mar y a Dragonmont, una vista impresionante a la que quizás se acostumbraría si no tuviera que vivir con esas personas.
—Princesa, estamos por partir—la voz de la sirvienta llegó a sus oídos de repente haciendo que se sobresaltara. —Disculpe, no quería...
—Gracias.
Sin decir más regresó al interior de la habitación dejando a la mujer afuera. Con pasos largos cruzó la distancia del balcón a la puerta, quería salir de ese lugar cuanto antes, quería visitar a su hermana. El guardia fuera de su puerta la escoltó hacía la playa dónde Balerion descansaba, el dragón se levantó al sentir su presencia y se sacudió para deshacerse de la arma que se pegó a sus escamas durante su descanso. Aerea fue hasta él y sonrió acariciando el costado de su cabeza.
—¡Es tan magnífico como esperaba!—Rhaenyra anunció su llegada, la mujer tenía una sonrisa en el rostro y un dragón dorado siguiéndola.
Aerea asintió y sin más se trepó en la silla de Balerion, agradecía la hospitalidad de Rhaenyra, pero no quería involucrarse con ellos. No lo haría.
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NOTA:
De verdad que me da pesar la historia de Rhaena y sus hijas, me va a doler escribir a Aerea en Antigua visitando los restos de Rhaella.
En el siguiente capitulo tendremos la reacción de Viserys y los verdes ante la aparición de Aerea y Balerion, ¿qué creen que pase?
Hagan sus predicciones sobre el futuro de Aerea, ¿se quedará en King's Landing, regresará a Dragonstone con Rhaenyra, se quedará en Antigua, o se irá con Rhaenys a Driftmark?
Espero que les haya gustado, gracias por leer, lucienne.
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