01; CANCIÓN DE HIELO Y FUEGO

129 d. C, King's Landing. Después de la muerte de Viserys I Targaryen, concejo verde.

Los planes se pusieron en marcha apenas se descubrió el cuerpo sin vida de Viserys. Tendido sobre su cama, solo, con el rostro vendado para ocultar como la piel se había desprendido del mismo dejando atrás una imagen grotesca que haría a cualquiera vomitar y huir con terror de ser contagiado. El Rey había muerto mientras todos dormían, llevándose con él la paz frágil que reinaba en su hogar, dando paso a los buitres que deseaban alimentarse con todo lo que había dejado. Apenas cerró el ojo, el único que le quedaba, el concejo verde ya se estaba reuniendo en la misma sala dónde él se sentaba todos los días. La misma sala donde anunció su compromiso con Alicent Hightower y condenó a su familia.

La misma sala que en ese momento se encontraba sumida en el silencio, con el cuerpo de Lord Beesbury inclinado sobre la mesa, sin vida, como evidencia de lo que sucedería si alguien se oponía a los planes de usurpar el trono. ¿Qué más se podía decir? Todo estaba dicho. Aegon se sentaría en el trono y le ofrecería paz a Rhaenyra si juraba lealtad, era lo que Alicent buscaba, evitar la guerra aún si todos a su alrededor votaban por la muerte de Rhaenyra y sus hijos. Sabía que eran peligrosos, sobre todo con Daemon de su lado, sabía que no se iban a rendir tan fácilmente, pero tenía esperanzas de poder evitar el derramamiento de sangre.

No quería tener que someter al reino a la guerra, lo que menos quería era derramar sangre.

Si cualquiera escuchase sus pensamientos se reirían de ella. ¿Por qué pondría a su hijo en el trono si quería evitar la guerra? Había personas que preferían sacrificarse a sí mismos para evitar la guerra en lugar de perseguir sus ambiciones y ocultarlas bajo la excusa de querer evitar una guerra. Había personas como Aerea Targaryen que prefirió abandonar a su familia y vivir en un tiempo que no era el suyo, donde no conocía a nadie, para no generar una guerra por el trono.

—¿Qué hay de la Princesa Aerea?—fue Tyland Lannister quién, al fin, se dignó en preguntar lo que muchos estaban pensando. Todos posaron sus miradas sobre el hombre que le dio luz al problema más grande que presentaban. —Vive en el Norte, pero sigue siendo una Targaryen y tiene al dragón más grande que los reinos han visto. Sería una amenaza para todos si decide alzarse contra la corona.

Hubo una pausa en la que todos consideraron las palabras del hombre. Si bien era cierto que nadie había visto a Balerion en la ciudad desde el nacimiento de la segunda hija de la Princesa, seguía siendo una amenaza para todos. Para Aegon y para Rhaenyra. Pero también era una gran aliada, quién pudiera conseguir su apoyo ganaría.

—La Princesa es una amenaza, si decide venir a la ciudad solo Vhagar podría hacerle frente y el Príncipe Aemond es solo un niño jugando a ser jinete a su lado—comentó el maester, sus ojos puestos en Otto Hightower que miraba a su hija sin dejar de escuchar lo que decían los demás. —Ella tiene más experiencia siendo jinete y, aunque fue por corto tiempo, fue cercana a Maegor El Cruel.

El nombre de Maegor era suficiente para causar terror en cualquiera. Alicent se aclaró la garganta y miró a su padre.

—La Princesa Aerea fue heredera de Maegor, a ojos de muchos Jaehaerys la usurpo, cuando se entere de esto lo verá como usurpación y volará del Norte para darle su lealtad a Rhaenyra—la Reina Viuda clavó la mirada en la mesa, en sus manos unidas. —Destruirá la ciudad si le damos razones para hacerlo.

—Es muy poco probable que la Princesa decida unirse y jurar lealtad a Aegon, pero podemos forzarla a mantenerse neutra. Ella vivió la guerra de Maegor, sabe lo que significa una pelea por el trono, por eso abandonó a su familia en primer lugar—Otto pasó la mirada por todos los presentes, buscando algún gesto de duda. —Si se desata una guerra estaría poniendo a su esposo y a sus hijos en peligro, la única familia que tiene.

—Hay un dicho que se ha vuelto popular en el Norte—Tyland se enderezó en su silla—, a dónde vaya el lobo, el dragón lo sigue. y a dónde vaya el dragón, el lobo lo sigue. Los Stark son leales y juraron lealtad a Rhaenyra, aún si la Princesa decide mantenerse neutra, no dejaría que su esposo fuera a la guerra sin ella.

—Cregan Stark no rompería la palabra de su padre, sobre todo cuando su esposa y sus hijos son reclamantes al trono—añadió el maester—. Aún si logramos evadir a la Princesa Rhaenyra y sus hijos, la Princesa Aerea y sus hijos serían los siguientes en la línea de sucesión.

—Eliminar a Rhaenyra y sus hijos como ustedes sugieren significa eliminar a Aerea y sus hijos—concluyó Alicent. —Eso solo haría que el Norte se levante contra la corona.

—¿Qué tal si hacemos que las Princesas se peleen por el derecho al trono?

Una pelea entre Rhaenyra y Aerea por el trono sería de beneficio para ellos, disminuiría el apoyo de ambas y les daría tiempo de fortalecerse. Sin embargo, ¿por qué razón ellas irían a la guerra? Aerea había abandonado la ciudad, prefiriendo mudarse al Norte para no tener que estar bajo el peso de la corona, no tenía ambición de obtener el trono. Solo regresó a la ciudad en dos ocasiones desde que se casó, para presentar a sus hijos ante el Rey, e incluso en ese entonces se mantenía alejada de todos. No quería la corona, se la cedería a Rhaenyra si la tuviera en sus manos, ella tenía el Norte a sus pies, no necesitaba más nada.

129 d. C, Dragonstone. Después de la coronación de Aegon II Targaryen, concejo negro.

Los ojos de la Reina Negra no se despegaron del mapa frente a ella, observando los pocos aliados que tenía, muy pocos como para retomar el trono. No iba a negar que la idea de una guerra la ponía ansiosa, no estaba lista para eso, nunca se había preparado para pelear con su propia familia por el trono que le pertenecía. Si, estaba preparada para los que se opondrían a su coronación, pero no a su propia familia. ¿De verdad el odio que tenían por ella era tanto como para orillarlos a la guerra? ¿Era tanto como para poner a sus hijos en peligro?

Como madre no entendía cómo o por qué Alicent le haría eso a sus hijos.

¿Acaso su ambición era más grande que su amor maternal?

En la cena había dicho que la apoyaba, que esperaría su regreso, pero esas solo fueron palabras vacías al final de cuentas. No podía creer que realmente le creyera. Realmente pensó que podían arreglar sus diferencias, ser un ejemplo para sus hijos.

—Han nombrado a todos los dragones menos al más importante, Majestad—la voz del maester le hizo regresar al presente—. ¿Acaso no han pensado en Balerion?

Sus ojos fueron a Daemon que ya tenía sus ojos puestos en el Norte del mapa, en Winterfell. En el lugar que Balerion y su jinete habían tomado como hogar desde hace años. Ella misma posó su mirada en ese punto en el mapa, pensando en la última vez que vio al enorme dragón negro y a su jinete. Nadie la había visto desde el nacimiento de su segunda hija hace dos años, ni ella ni su esposo abandonaban el Norte bajo ningún pretexto.

Aún así, eran importantes si se hablaba de guerra.

—Aerea no nos negaría apoyo, su padre y ella misma fueron usurpados, no dejaría que se repita la historia—Daemon comentó, apartando la mirada del mapa para ver a los presentes que lucían curiosos al escucharlo hablar de la Princesa que muy pocos de ellos habían podido conocer. —Ellos tienen a Aemond y Vhagar, pero al lado de Aerea y Balerion no son nada. Si logramos tenerlos de nuestro lado recuperaremos la ciudad en menos tiempo del que esperas.

—Debemos enviar un mensaje cuanto antes, la Princesa debe estar informada de lo que está sucediendo.

—Los verdes ya deben haber enviado un mensaje, no dejarían pasar la oportunidad de tenerla de su lado.

Rhaenyra miró a sus hijos, los dos la miraban con atención, esperando a escuchar lo que ella tenía que decir al respecto. ¿Pero qué podía decir ella? Todos tenían razón. Desde el segundo en el que Aerea Targaryen y Balerion aparecieron en el cielo de King's Landing todos han intentado asegurar su lealtad, pero todos habían fallado.

Todos menos Cregan y Daemon. El primero al casarse con ella y el segundo por haber sido quién aseguró el matrimonio.

—La Princesa Aerea se mudó al Norte para no tener nada que ver con la corona, bien podría declararse neutral, pero...los Stark son leales—comentó ella, regresando la mirada a Winterfell en el mapa.

—No ha vivido un Stark que haya olvidado una promesa, y con la casa Stark...el Norte seguirá.

A dónde vaya el lobo, el dragón lo sigue. Y a dónde vaya el dragón, el lobo lo sigue—Daemon la miró—. Los hijos de la Princesa no solo son herederos de Winterfell, sino que también son reclamantes al trono.

Rhaenyra recordaba cuando conoció a Aerea, recuerda como intentó hacer una amistad con ella y terminó fallando. ¿Qué le aseguraba que ahora quisiera apoyarla? Si bien sus hijos y ella misma estaban en peligro bajo la amenaza de Aegon en el trono, los verdes no se irían contra el Norte. Era una guerra que perderían aún si tienen tres dragones, incluyendo a Vhagar. ¿Pero qué otras opciones tenía? Solo podía rogarle a Aerea estar de su lado, debía hacerlo si quería proteger a sus hijos.

—Escribiré la carta yo misma—concluyó.

Era mejor si ella misma lo hacía. De Princesa a Princesa. De Heredera a Heredera. Si antes no había logrado ser cercana a ella, ahora era el momento. Necesitaba más aliados y aquel que lograse conseguir el apoyo del Norte ganaría.

Rhaenys estaba de acuerdo con aquello, lo sabía por la mirada de aprobación que le dio cuando se giró para mirarla. La Princesa mayor asintió levemente, sabiendo mejor que nadie que la calidad de los aliados era más importante que la cantidad. El Norte era grande y eran los más leales de todo el reino, con ellos tendrían lo que necesitaban, la cantidad de aliados necesaria y la lealtad incondicional de un ejército.

—Debo decir que nunca pensé vivir para ver el día en el que Balerion y Vhagar fueran a enfrentarse.

Las palabras de Daemon cayeron como agua sobre todos. El tan solo pensar en cualquiera de los dos dragones causaba terror, pero pensar en ambos dragones era algo sacado de lo más profundo de los siete infiernos. Uno podía leer y escuchar historias de la conquista, de la guerra de Maegor el Cruel, pero era muy diferente estar a punto de vivirlo. Los relatos eran sangrientos, desgarradores, pensar en ver a ambas bestias enfrentarse significaba vivir todo eso.

Si Balerion y Vhagar se enfrentaban los siete reinos podían ser destruidos.

129 d. C, Winterfell. Después de la muerte de Viserys I Targaryen.

El cielo sobre Winterfell estaba despejado, dejando que la luz del sol bañase los campos y permitiera a los habitantes seguir con sus actividades diarias. Las personas se movían de un lado a otro, hablando entre ellos como hacían todos los días, era una vista que sin duda el joven Rickon Stark admiraba cada vez que salía con su padre.

El niño de cabellos oscuros iba agarrado de la mano de su padre, caminando con un pequeño salto entre cada paso, una sonrisa enorme en su rostro mientras sus ojos recorrían cada puesto de venta. La gente que los veía no dudaban en saludarlos y ellos regresaban el saludo con cortesía, Rickon con más energía que su padre. Los pasos del niño se detuvieron frente a su puesto favorito de dulces, dispuesto a pedir un dulce, cuando una gran sombra oscureció el mercado. Todos levantaron la mirada, Rickon emocionado, para ver a Balerion pasar sobre ellos. La enorme bestia negra era tan grande como para tapar el sol en todo el mercado a su paso en dirección a las montañas al norte de Winterfell.

Cregan sonrió cuando el sol volvió a brillar sobre su cabeza, sus ojos nunca apartándose de la figura del dragón que se alejaba, y soltó la mano de su hijo para cargarlo. El niño se dejó cargar sin problema, si el plan era ir a ver a su madre y su hermana él no se opondría. A las afueras del mercado volvieron a trepar en el lomo del caballo del Lord de Winterfell y partieron hacía las montañas con velocidad. El camino no fue muy largo a la velocidad que iban y lograron alcanzar su destino justo cuando Balerion se agachaba para dejar que su jinete descendiera.

—¡Muña!—Rickon exclamó apenas vio a la mujer sobre el dragón.

Balerion dejó salir un gruñido, pero se mantuvo quieto hasta que su jinete pudo descender sin problema. Para cuando los pies de la mujer estaban tocando el suelo, Rickon ya estaba corriendo hacía ella entre risas, dejando a su padre atrás.

Ah, mi pequeño lobo—la mujer acomodó a la niña que tenía en brazos para poder agacharse y recibir el abrazo de su hijo. —¿Dónde dejaste a tu padre?

Rickon arrugó la nariz y señaló a su padre que se acercaba a ellos con calma.

Mi luna de invierno—la mujer se enderezó para saludar a su esposo.

—Mi sol de verano—Cregan levantó una mano y la llevó a la mejilla de su esposa, acariciando con cariño. —¿Se divirtieron?—pregunto extendiendo sus brazos para tomar a la niña que se tiró hacía él.

—¡Papá!—Rhaegan exclamó con felicidad al estar en brazos de su padre.

—Nos divertimos mucho, te lo aseguro—la mujer miró a su hijo que ahora estaba acariciando a Balerion. —¿Dónde está Sonaxes?

—¡En casa!—exclamó Rickon emocionado—¿Ya regresaremos?

—Tu hermana y tu madre deben descansar.

Con un asentimiento Rickon tomó la mano de su madre y la guío hacia donde los caballos los esperaban. Uno que su madre ya había dejado ahí antes de irse, y el de su padre. Él se trepó en el caballo de su madre con ayuda y después de exclamar una despedida para Balerion comenzaron su regreso a casa.

En casa los recibieron los guardias y los sirvientes que no dudaron en ayudar a su señora a ponerse cómoda. Después de un baño con agua caliente y cambiar su ropa de montar por algo más ligero, un vestido oscuro y un abrigo de piel de oso, la Señora de Winterfell se reunió con su esposo en la sala principal de su hogar. Cregan le sonrió desde su asiento y no dudó en rodearle la cintura con sus brazos cuando se sentó en sus piernas.

—¿Dónde están los niños?—preguntó ella dejando que su cabeza descansara en el hombro de su esposo.

—Rhaegan se quedó dormida después del baño y Rickon esta con Sonaxes—el Señor de Winterfell dejó un beso en la cabeza de su esposa. —Ya ordené que le llevasen comida a Balerion.

—Gracias, querido, siempre cuidas bien de mi Balerion—los ojos de la peliblanca se cerraron.

—Balerion es importante para ti así que también lo es para mí—apretó con cariño la cintura de su esposa—, todo lo que es importante para ti es mi prioridad.

Mi madre te amaría—murmuró ella abriendo los ojos mientras se alejaba para verlo.

—Princesa Aerea, creo que es consciente de que no sé hablar alto valyrio.

—Lo siento, mi Lord, un descuido de mi parte.

Los dos sonrieron antes de fundirse en un beso lleno de cariño. Habían pasado años desde su boda, pero Cregan se sentía igual de enamorado que la primera vez que la vio. Todavía recuerda cuando sus ojos cayeron sobre la mujer más hermosa de todo el mundo conocido, y desconocido, de su parte había sido amor a primera vista. Le había costado llamar la atención de la joven Princesa, pero cuando lo logró se aseguró de no perderla nunca, ni siquiera cuando estaba en el Norte y ella en el Sur.

Te amo—susurró ella contra sus labios. Dos palabras que él conocía a la perfección e incluso podía repetir sin problema.

Te amo.

Para ella quizás no fue amor a primera vista, pero enamorarse de Cregan sin duda era lo mejor que le había pasado en la vida. Después de perderlo todo solo tenía a Balerion y aunque amaba a su dragón, no era lo mismo. Había necesitado a alguien en su vida y sin querer dejó que Cregan se convirtiera en esa persona. Recordaba con claridad las veces que se negó a aceptar que pensaba en el heredero de Winterfell como más que un simple amigo que utilizaba como excusa para alejarse de la corona. ¿Cómo iba a olvidar cuando rechazó la propuesta de matrimonio y Cregan se escapó de Winterfell para verla y gritarle frente a toda la corte que estaba enamorado de ella?

—Lo más seguro es que mañana tengamos noticias de King's Landing—comentó ella poniendo los ojos en blanco—, la audiencia por la sucesión de Driftmark fue hoy.

—¿No te habían invitado?—él mismo había recibido la invitación.

También había visto como ella la lanzó en la chimenea.

—¿A una audiencia que solo era para entretener a la gente? Prefiero quedarme en casa con mi familia.

—Y tu familia prefiere que te quedes en casa—con cuidado agarró un mechón blanco y lo enredó en su dedo—, no me gusta que vayas a la ciudad.

—Solo no te gusta viajar en Balerion.

Si había algo que Cregan aún no tomaba bien era volar en Balerion. No importaba que lo hubieran hecho miles de veces, el hombre aún vomitaba cuando aterrizaban o se rehusaba a subirse en el dragón como un niño que se niega a comer vegetales.

—Si me gusta, es mi actividad favorita—ella dejó salir una carcajada y se levantó. —Hey, ¿a dónde vas? ¡Regresa!

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NOTA:

Si ya habías leído otra de mis historias, ¡hola de nuevo! Si eres nuevx, ¡hola por primera vez!

Esta historia me emociona mucho, desde que comencé a escribirla no puedo dejar de pensar en futuras escenas así que estoy cien por ciento segura que será mi historia favorita.

En el siguiente capitulo se comenzara a contar la historia desde el inicio.

Espero les haya gustado, gracias por leer, lucienne.

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