~Oh Baby~
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Japón, 1971.
A sus 10 años de edad, Yeonjun ya era un niño bastante maduro y dotado, rasgos que no contrastan mucho con su rebeldía aventurera, pues era sumamente inteligente y audaz para estar en quinto grado de primaria. Lo que más le apasionaba, sin embargo, eran la música y el baile, sólo que sus padres no estaban muy de acuerdos con él; creyeron que con el tiempo la idea se esfumaría, como los sueños ilusos de un pobre niño que anhela ser astronauta y bombero a su vez. La cuestión es que tal cosa no sucedía con el paso de las estaciones, y no pudieron rechazarlo más cuando Junnie les suplicó inscribirlo en clases de piano durante sus vacaciones de verano, porque la otra opción que les daba el astuto chiquillo fueron las lecciones de danza, y aquello no lo aceptaba el señor Choi, puesto que en dadas épocas el machismo y la supuesta "hombría" eran temas muy controversiales.
Yeon era alguien de ciudad, proviene de Gyeonggi-do en Corea del Sur, pero desde su primer año de vida sus padres se mudaron con él a la capital de Japón, por lo que estaba acostumbrado a una vida urbana y para nada campestre. Sus progenitores le advirtieron de ello, que no se adaptaría al cambio en casa de sus tías, allá en el pueblo de Takayama, pero apenas divisó el paisaje de inmensos arboles florales, animales en las vías y plantas con diversos frutos a través de la ventana del auto de su padre, su sonrisa no desapareció de su lindo e infantil rostro, la fresca brisa alborotando sus cabellos.
–¡Papi, esto es genial!
–No te inclines demasiado y mantente en tu asiento, no eres un perro, Yeonjun.
A pesar de los regaños, sus padres lucen relajados y hasta le sonríen por el retrovisor o cada que giran a chequear que no esté haciendo travesuras. Transitan las calles del pueblo, apreciando las decoraciones de madera y piedra tradicional, hay diversos puestos de comercio, hombres que seguramente iban a pescar con sus cañas desde muy temprano, jovencitos corriendo de lado a lado, tal como los niños jugando en las aceras, hay pueblerinos amables que les saludan con una amena sonrisa o un agitar de manos.
Yeonjunnie se maravilla con sus ojitos ante cada cosa que se topa en el camino.
Todo mejora para el niño cuando estacionan en la posada veraniega de sus tías, era una residencia bastante grande con un precioso jardín y alberca, ubicada en la zona cercana a los ríos y puentes, una de las partes más tranquilas y visitadas por los turistas. Se baja corriendo del auto sin siquiera oír las advertencias de sus padres para ir a darle un abrazo entusiasmado a sus tías, quienes le llenan de besos y charlas, además de darle los dulces frutos que tanto ama, consintiéndole en recibimiento.
No había visitado aquel sitio desde que tenía seis añitos, una sola vez durante tres días, y desde entonces había fantaseado y soñado con volver ahí.
Se instala con ayuda de su madre mientras su padre se encarga de conversar con las mujeres abajo, deja sus dos maletas en la cama y presta atención a las indicaciones dadas, la habitación era espaciosa y muy cómoda para él.
–Nosotros nos iremos ahora, tu padre tiene una reunión esta noche. Sé obediente y no le des muchos problemas a tus tías, cariño – Rose llena a su hijo de abrazos, peinando los enmarañados cabellos negros de éste a pesar de sus quejas –. Por si surge algo o quieres hablarnos, te anotamos el número de casa, dile a las tías que te instruyan si no sabes usar el teléfono, ¿De acuerdo?
–Sé usar el teléfono, mami – defiende limpiando sus mejillas con su hombro, sonriéndole contento –. No te preocupes, soy un niño grande y me sé cuidar yo solito.
–Lo sé, es que... Será un mes entero.
Yeonjun es consciente de que será el mayor tiempo que ha pasado lejos de casa y sus padres, pero estaba dispuesto a hacerlo por sus clases de piano, él no era un niño miedoso. Le habían comentado que en la misma residencia se hospeda quien será su profesor de piano, recomendado por sus tías especialmente, y no cabe duda en su cabecita de que será feliz aprendiendo del mejor. Es de este modo, que convence a su madre de que todo irá bien, calmándola con un beso en su mejilla.
Se despide de sus padres con un abrazo y se asea para tomar una pequeña siesta antes de la cena, donde se reúnen todos en el comedor central. Ayuda a servir la mesa y ya estaba más que ansioso por degustar las exquisiteces que le han preparado, además de que conocería al dichoso mentor que tanta curiosidad le daba.
–Healing cariño, ¿Podrías traer la jarra con jugo de fresa que está en la encimera junto a la canasta roja?
El niño asiente y va corriendo hacia la cocina para realizar la tarea, pero se frena con un ceño fruncido al toparse a un pequeño y silencioso ladrón de tarta con cabellos rubios, dándole la espalda mientras tímida y rápidamente come de lo que sería SU postre de bienvenida.
–Hey, ¿Quién eres tú?
El pequeño se paraliza con un saltito, y por medio de la misma torpeza, ha lanzado la bandeja al suelo, estrellando lo que era el exquisito manjar contra la baldosa bajo la expresión horrorizada del más alto. De inmediato tartamudea con ojos abiertos en temor, negando con el rubor hasta sus orejas.
–¡L-lo lamento mucho! N-no quise hacerlo, ¡Estaba ahí tentándome y yo...!
–Mi tarta...
–Por dios, lo siento mucho... D-déjame – retrocede y cierra su boca cuando el otro le observa con sus cejas fruncidas y un mohín enfadoso en su boquita; le parecía la de un patito tierno, pero ante la situación sólo pudo intimidarse, los nervios tensando su estómago–. No m-me golpees, p-por favor...
Yeonjun ladeó su cabeza y destensó sus puños, los cuales el rubiecito observaba tembloroso en su sitio. Nunca tuvo intenciones de aterrarlo ni amenazarlo con fuerza bruta, él no era como esos niños busca pleitos de la escuela, sencillamente fue una reacción por el enojo; ahora se sentía mal.
–No voy a golpearte, tonto, ¿Acaso no sabes que es descortés devorarte como un perrito las tartas de otros? – enfatiza con un gruñido enfadoso al final, golpeando su pie derecho contra el piso, no agresivamente sino como berrinche –. ¡Tía Eunhi la hizo para mí y está ahora arruinada!
–Y-yo... Perdona, en serio – baja su carita abochornada, su boca forma un puchero involuntario y juega con sus manchadas manitos –. No pude comer nada en todo el día y estaba hambriento, e-estaban tardando en servir la cena y...
–¿No comiste en todo el día? – inquiere sorprendido, él no podía concebir estar hambriento de tal forma por varias horas. Parte de su enfado se disipa y, en su lugar, da un pasito hacia el encogido chiquillo – Oye, no...
–¡Jesús! ¿Qué sucedió aquí?
La exclamación de la mujer petrifica a los menores en lo que ella se acerca compungida por la tarta que yacía destrozada y ensuciando la cocina, viendo con gesto severo a los niños. Se ablanda notoriamente cuando nota los ojitos llorosos del rubiecito y los deditos llenos del dulce de moras. Su sobrino la detalla consolando al pequeño una vez va junto a éste, le ordena salir con cariño para dejarlos a solas, no verdaderamente molesta en lo que limpia junto a él aquel desastre.
–Está bien, fue un accidente. Prometo hacerte otra tarta después, querido.
Ya en la mesa, Jun ve que el mismo niño come en silencio y cabizbajo en su asiento, pero no le presta tanta atención porque está más ocupado en sonreírle a su profesor de piano, a quien por fin ha conocido y se presentó educado y ameno con una sonrisa de hoyuelos que le pareció encantadora. Queda totalmente perplejo cuando se entera que es el padre del de ojos claros que devoró su postre una hora atrás.
–Hijo, ve a descansar si acabaste tus actividades.
El aludido se marcha tras dar una cortés reverencia y llevar su plato vacío a la cocina, Yeon supuso que se perdió entre las escaleras por el ruido de sus pasos, inevitablemente le intriga su conducta tan pacífica. Al rato, le pregunta a su tía el motivo por el cuál no ha castigado o acusado con su padre al rubiecito, ella negando con una mueca que le confundió.
–Healing, será mejor que esto no salga de aquí. No ha sido nada grave realmente, Binnie solamente tuvo un día agitado y quería comer un poquito, ¿Sí?
Quiso preguntarle si se llamaba "Binnie", mas se limita a asentir y cooperar antes de marcharse a charlar un rato con el tutor, cosa que a los adultos le dio cierta gracia, pues el niño quería lucir maduro involucrándose con ellos, hasta que le enviaron a la cama por sus bostezos delatadores.
*🌼*
Yeonjun descansó muy bien, pero en la mañana, cuando estuvo por ir al baño en frente a su habitación, se cruza con un chiquillo de cachetes esponjosos y cabello alborotado, ya listo y más que despierto; es extraño para él, porque los niños durante vacaciones duermen hasta tarde, ¿Por qué el tal Binnie estaba ya desperezado y viéndole cohibido?
–H-hola, ya usé el baño, está disponible si quieres – da una rápida reverencia, tímido–. Con permiso, hyung.
Yeonjun le detiene al llamarlo:
–Espera, ¿Cómo sabes que soy tu hyung?
–Tengo nueve años, a-anoche dijiste en la mesa que tenías diez, y hace un tiempo tus tías me contaron sobre ti.
–Oh– hubo un breve silencio, pero busca prolongar la charla: – ¿Y cómo te llamas? Mi tía se refirió a ti como "Binnie".
El menor le encara mejor y se encoge con una sonrisita apenas visible.
–Me llamo Soobin, pero tus tías suelen llamarme Binnie por cariño.
Jun afirma y se presenta de igual forma ante el otro, por más que ya conocía su nombre, fue más por modales. Ninguno sabe qué decir, hasta que sorpresivamente es el dongsaeng quien toma iniciativa y extrae de su bolsillo un papel doblado que le entrega con ligero titubeo. Lo examina y su boca se abre por inercia ante el dibujo.
–¿Es una...?
–Una tarta, tu tía me dijo que la de anoche era tu favorita, y como me siento sumamente apenado por mi insensatez, quise darte un dibujo como disculpa –se balancea con las manos atrás, entrelazadas, como acto de nerviosismo –. H-hubiese horneado una, pero aún no sé cocinar muy bien y n-no quise usar ingredientes que yo no había comprado...
–Está muy bonita – concede tras unos segundos, sonriendo un poco para el opuesto. Queriendo relajar la situación, da un chiste indefenso: –. No estoy molesto, no pongas esa cara de niño llorón.
–¡No soy llorón!
Yeonjun no logra contener una carcajada cuando Soobin refunfuñó con bracitos cruzados, rojo como un tomate y con los mofletes inflados en enojo. Le pareció algo tierno de su menor, una acción que logró que de inmediato que una parte de él se apegara irrevocablemente al niñito, queriendo volverse cercano para protegerlo y ganarse el puesto de "hyung", como el mismo le llamó.
–De acuerdo, si no eres un llorón entonces te reto a que hagas una tarta conmigo y con tía Eunhi esta tarde. Me prometió que lo haríamos para reponer la que te comiste.
–¿Esta tarde? – duda un poco, al poco instante suspira rendido ante su impulso de no querer rechazar a su mayor – Bien, pero antes debemos consultarle si quiere que sea parte del plan.
–Claro que querrá, tonto, le caes bien.
Tal como lo ha asegurado, su tía está más que feliz de recibir a su nuevo ayudante, inclusive hasta le explica que Soo era amante de la cocina y que siempre la observa, mas nunca se unía porque le apenaba hacerlo, así que, el hecho de que su sobrino lo convenciera, la llena de goce.
El rubio llega agitado a la hora acordada, emocionado y colocándose su delantal cuando la mujer le indica, comenzando la preparación entre risas, conociendo mejor al hyung azabache.
La tarta quedó exquisita, era del mismo sabor que la de la noche anterior, a diferencia que es un poquito más pequeña, y los niños están orgullosos de su resultado, creyéndose todos unos chefs con el pelo cubierto de harina, mejillas manchadas de mermelada seca y delantales irremediablemente sucios; Eunhi no tuvo el corazón para quitarles la ilusión, porque casi todo lo hizo ella, así que se abstiene a sólo sonreírles.
*🌼*
Las lecciones empezaron posteriores a aquello, pues en la mañana el señor Choi estuvo ocupado, y ahora en su primera clase, Yeon estaba más que ensimismado en cómo su profesor tocaba para enseñarle. Aprende pequeñas cositas, irían poco a poco, ya que el hombre le explica que aprender a tocar un instrumento, en este caso el piano, es cuestión de paciencia, dedicación y constancia, además de la disciplina.
Con el transcurso de los días, Yeonjun y Soobin se conocieron más, ambos se llevaban de maravilla a pesar de ser bastante opuestos, y este hecho era muy visible en sus repentinas peleas presenciadas por cualquiera; claro, muchas de ellas terminaban a los pocos minutos cuando ambos se disculpaban con mejillas sonrosadas, luego yendo a jugar entre nuevas risas que enternecen a los huéspedes de la residencia.
A dadas alturas, el mayor ya era consciente de que el motivo por el cual no siempre podía disfrutar junto al rubiecito, ya que éste tiene trabajos y labores que hacer, a pesar de sus cortos nueve añitos.
–Ayudo a papá aquí en la posada de tus tías, también trabajo en las mañanas repartiendo algunas cartas en viviendas cercanas – Bin le había comentado en los primeros días, jugando con sus piecitos sumergidos en el agua del estanque en el amplio jardín –. Nos es útil con los gastos, y también me gusta ayudarlo. Dice que los hombres de verdad saben ensuciarse las manos desde pequeños, aunque no lo entiendo mucho porque yo no me ensucio con las cartas.
No, las cartas no le hacen nada a sus manitos, pero muchas veces los trabajos de la residencia, sí lo hacen.
–Te he dicho que puedo pagarle más a tu padre por las lecciones, o darte a ti el dinero de mi alcancía, incluso decirle a mis tías que no trabajes mucho – reprocha el impaciente ojos verdes, una tarde que limpia las palmas llenas de barro de su amigo.
–Ha sido un simple accidente, no es nada, hyung – repite con cansancio, no siendo capaz de ver aquellos orbes verdosos tan intimidantes y enfadados –. E-estoy bien, no volveré a caerme.
Yeonjun le creyó, pero desde aquel viernes comenzó a ayudarlo de vez en cuando en sus actividades, por más resistencia que puso su menor. Los adultos no intervinieron, eran un par de niños siendo tiernamente amistosos, jugando a ser grandes, daban por hecho que el mayor se cansaría en algún punto de hacer cosas que no le correspondían, ninguno de ellos sin entender que todo estaba uniendo más al par de Chois, como granitos de arena que se amontonan.
*🌼*
El verano culminó, y por primera vez, Yeon no quería regresar a la ciudad; no estaba tan decaído, pero sí estaba algo decepcionado de que todo fuera tan deprisa. Se despide de todos, y se encarga de prometerle al niño de ojitos llorosos que regresaría de nuevo.
–Estaré aquí el siguiente verano, te escribiré cartas y te llamaré, tonto – sonríe enternecido, agitando los rubios cabellos del más bajito –. Lo prometo.
Para sorpresa de todos, Soobin se lanzó a abrazar a Yeonjun tras agarrar su manga y detenerlo un instante antes de ir al auto de sus padres, el más alto se quedó unos pocos segundos paralizado por la inusual acción del reservado chiquillo, hasta que lo envuelve en sus brazos para aliviar sus bajitos sollozos. Se apartan por los llamados cariñosos de sus tías y el señor Namjoon, su profesor de piano, quien abochornado por la actitud de su hijo se disculpa con los otros señores Choi, estos restándole importancia al asunto.
Porque cuando el azabache se fue agitando su mano en la ventana, y el rubio talló sus ojitos mientras que, con la otra palma, imita a su hyung. Todos consideraron que era una de esas amistades de infancia comunes.
Y lo era, sólo en ese entonces.
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Japón, 1972.
Yeonjun había cumplido su promesa, se contactó unas cuantas veces con su amigo Binnie durante el año, unas tres cartas y una única llamada de cinco minutos porque sus padres no le permitieron repetirlo por el elevado coste implicado. Su año fue grandioso, conoció otros amigos en la escuela y estaba por ir a su último año de primaria antes de subir al escalón de secundaria con los niños grandes. Tenía once años todavía, pero es cuestión de tiempo para ser un chico a inicio de la pubertad, según él.
El verano arribó, y con ello, ya estaba yendo en el auto para el pueblito que tanto le gustaba, contento de poder despejarse, seguir las lecciones y ver a su dongsaeng, como también a sus consentidoras tías.
Llegando a la propiedad, saluda a todos y va entusiasta hacia el cobertizo cuando le informan que ahí estaría Soobin, sus padres estarían un poco antes de irse, como la vez anterior.
–¿Mocoso llorón, estás aquí?
–Te dije que no soy un mocoso llorón, hyung malvado.
Yeonjun se acerca al quejumbroso Soobin que se asoma, quitándole a éste un poco de paja de sus cabellos, sonriendo en saludo.
–¿Así es que me recibes? Creí que me darías un abrazo como cuando me fui.
Soobin de inmediato se ruboriza por el recuerdo de la despedida pasada, tose falsamente y le da la espalda, sin importar verse malcriado.
–No.
–Vamos, sé que estás feliz de verme~
–No seas creído.
Yeon toma desprevenido al bajito cuando le abraza por la espalda, frotando su nariz juguetonamente en su nuca y erizando la misma.
–Hyung sí te extrañó, mocoso tonto. Además, te traje unos crayones de la ciudad, ¿Así es como me lo pagas?
Soo abre sus cuencas al tope y se gira, corroborando que el alto extrae de sus bolsillos una cajita colorida estampada con un lindo diseño arcoíris que le hace pronunciar sus hoyuelos. Estuvo a punto de tomarla, hasta que retrocede y borra su expresión en desilusión.
–N-no debiste molestarte, yo no te tengo nada...
–Te equivocas – ante la confusión del pequeño, abre sus brazos con una sonrisa –Sigo esperando mi abrazo.
No se resiste ahora, estrechando a su hyung entre risitas y agradeciendo infinitamente sobre su obsequio, el cual no dudaría en estrenar cuando terminase sus quehaceres. Olvidó en un segundo su falso recelo con Junnie, pues no eran más que cosas de niños.
Los niños que precisamente se la pasaron parloteando de su año, al rubio por suerte no le dieron muchas actividades para ocuparlo esa mañana. Ambos se despiden de los señores Choi y permanecen el resto de la tarde usando los crayones nuevos.
A Soobin le encanta el dibujo, es algo de lo que Yeonjun fue conocedor el verano anterior, aún guarda el dibujo de la deforme tarta coloreada, pegada en su habitación de la ciudad. Jun se asombra cuando Bin le jura que algún día sería un gran pintor, confesando su más grande sueño ante él.
–Ujum, así como tú que quieres ser un gran músico y bailarín.
–Shh, eso es un secreto entre ambos.
–No tiene nada de malo, hyung.
–No, pero nadie más debe saberlo todavía.
Bin no cuestiona a su amigo y no le toma relevancia en aquel entonces, ninguno de los dos lo hace seriamente. Se esmeran en disfrutar su cena y el postre que, en esta oportunidad, no fue devorado por ningún travieso, para posteriormente socorrer con los platos y luego separarse a descansar. El pelinegro estaba agotado porque no tomó su siesta al llegar, todo por entretenerse con las charlas con el rubiecito.
*🌼*
Las clases fueron mejor que las del verano pasado, ya que Yeonjun no se "oxidó" incluso después de tantos meses, esto debido a su empeño en aprender, comentando que solía practicar lo que le enseñó Namjoon en casa de un amigo que poseía un bonito piano de cola, el hombre orgullosamente le felicita por su constancia.
Las tareas domésticas siguen siendo recurrentes en la vida de Soobin, por lo que igualmente le auxilia cuando puede, y luego juegan juntos al desocuparse.
–A papá le gusta mucho la pesca, también la historia y la literatura.
–Tu padre es el sujeto más sensacional del universo – suspira con su boquita de pato fruncida –. Al mío solamente le gustan la ingeniaría y los números con sumas complicadas.
–Creo que tu padre también hace un trabajo importante – concede con una sonrisa ladina que muestra sus hoyuelitos –. Mi maestra dice que las matemáticas son más fáciles de lo que creemos y que son bastante útiles, que nada de lo que conocemos sería posible sin ellas.
–¿Y a ti te gusta la matemática?
–Ugh, claro que no – rueda sus ojos con sorna–. ¿Para qué sirven si existen las calculadoras?
–¿Entonces para qué las defiendes, bobo? – ríe con los ojos cerrados aún, relajado en el fresco césped, la piel le picaba un poquito, pero era refrescante estar así por el rocío y la temperatura de la grama.
–Porque tu padre no es menos genial por trabajar con ellas.
–Sigo creyendo que el tuyo es más interesante.
Soobin se calla un rato, mordiendo sus labios y soltando posteriormente una pesada boconada, sin ser visto por el otro.
–Lo es...
No fue el único tema paternal que trataron durante ese año, a los pocos días mientras comen los melocotones que la tía Minji les ha traído amablemente, surge nuevamente, con la diferencia de que ahora se trata del lado maternal:
–¿Cómo era tu mamá?
–Como cualquier mamá, supongo.
–Me refiero a físicamente, mocoso. No me has mostrado ninguna fotografía de ella jamás.
Binnie exhala en lo que relame sus labios manchados por el dulce jugo, al igual que sus deditos.
–No es que pueda decirte mucho, murió cuando yo nací, te lo conté.
Yeon estaba inconforme, insistiéndole en ver alguna foto que, según él, era obvio debía poseer su menor, y fue así hasta que éste repentinamente le levanta la voz para que dejara de atosigarle, marchándose a algún sitio lejos de él. Inmediatamente se preocupa, pero no estaba seguro de buscarlo para no incomodarlo. Su día transcurre con él desanimado ante la desaparición del rubio, pero como todo niño a esa edad, no piensa en sucesos malos o trágicos, productos de la ansiedad...
Hasta que su tía Eunhi entra alarmada junto a Namjoon a la sala, preguntándole si no era participe de dónde estaba el menor; al principio no lo comprende, pensaba que ya había regresado o que ni siquiera había salido de la propiedad. Su primera reacción fue angustiarse cuando le informan que Bin no está en ningún lugar cercano, les cuenta titubeante lo que ocurrió, con ojos llorosos y la culpa carcomiéndole al disculparse con el señor Choi, pero el hombre fue comprensivo y parece más bien algo molesto, sólo que no con él, a lo que supone que es por la preocupación de tener a su hijo perdido.
Comienzan a buscarlo y le ordenan quedarse en casa, ya marcadas las ocho en el reloj de la estancia y todavía sin resultados, con la incertidumbre e inquietud comiéndole, se decide levantarse para escapar. No consigue llegar a más de unos pasos fuera de la residencia cuando el rubio regresa por la acera de la mano de una mujer bastante bonita, cabellos castaños, piel suave y pálida, un vestido floral y zapatillas blancas combinadas. Sin dudarlo se aproxima corriendo hasta ellos y capta la atención del niño con un llamado.
–¿Dónde estabas metido? ¡Nos preocupaste a todos! ¡Tu padre y tía Eunhi te están buscando, Soobin!
Ante la falta de respuesta del cabizgacho aludido, la señorita se adelanta con una sonrisa amigable para el azabache, inclinándose un poco y tendiendo su mano libre en saludo.
–Hey, mucho gusto, tú debes de ser Yeonjun, el amigo de Soobinnie. Soy la señorita Yewon, pero puedes decirme Arin. Soy la maestra de Soobin-ah.
A pesar de su estado, da una reverencia respetuosa tras soltar la suave mano, oye los llamados de los adultos a unos pasos en lo que se aproximan de inmediato hasta ellos, aliviados de ya hallar al perdido infante. Se percata de que Soobin estaba sumamente avergonzado y al borde del llanto, oculto detrás de su maestra, pues Namjoon le estaba regañando severamente, mas parecía contenerse por la simpática Arin que excusó al menor.
–Lo encontré solo en la plaza, me ha jurado que tuvo pocos minutos ahí porque la mayoría del día se escondió en el cobertizo, pero luego lo traje de regreso aquí.
–Estoy muy apenado, Yewon, te prometo que no volverá a suceder un hecho así. Mi hijo nunca había sido tan irresponsable y rebelde, lo conoces.
–Nam, no te preocupes, lo bueno es que Soobin está bien – Eunhi intercede con más serenidad, interrumpiendo a la profesora antes de que conteste –. Deberíamos ir adentro y ofrecerle la cena a la señorita Arin por ser tan amable.
Durante la degustación ninguno de los niños se dirigió palabra alguna, Yeonjun daba por hecho que su amigo estaba aún molesto con él, se arrepentía por todo, no quiso causarle mal alguno. Sin embargo, más tarde es el rubio quien le indica con un gesto que se acercara al salón donde yacía el piano de sus lecciones, y sorpresivamente le abraza entre lágrimas.
–L-la señorita Arin me defendió, ella mintió p-por mi culpa. Estuve todo el día en su casa y n-no quise venir aquí... Perdón, no quise preocuparte, hyung.
–Soobin... Soy yo quien te pide una disculpa, no quise presionarte – se aparta para limpiar sus lágrimas con cuidado, con expresión sincera –. Entiendo si no quieres hablar de tu madre, creo que te lastimé por insistirte tanto, y créeme que lo lamento en serio.
–No es que no me gusta hablar de mamá – niega entre hipidos, susurrando tras vigilar que nadie anduviese cerca: –. Es que a papá n-no le agrada que comente acerca de ella.
Yeonjun frunce su entrecejo en confusión, pero prefiere no causar más conflictos y dejar el asunto ahí, simplemente consolando a su amiguito. El señor Choi estuvo muy serio con Soobin, supo que le regañó antes de su charla con él, pero se fue calmando en el transcurso del día siguiente. Todo quedó en el olvido y retomaron su curso como dos niños en verano, con algunas labores por acá y por allá.
Al final, la despedida fue igual que la primera vez, la misma promesa siendo realizada por los pequeños amigos.
Eran hyung y dongsaeng favorito, por siempre.
Japón, 1973.
Durante el transcurso de las estaciones, Soobin se hizo más cercano a su maestra Arin, aquella vez que se escapó a su casa no siendo la última en acontecer, porque encontró un lugar tan reconfortante como encantador; le gustaban en demasía los tonos pasteles, las flores, el sonido del tocadiscos con melodías instrumentales y el olor que emanaban el té de manzanilla y los cupcakes que ella horneaba especialmente para él.
La casa de Yewon era como un santuario para Binnie.
Tenían un trato, ella habló con su padre, y éste, a pesar de su recelo inicial, terminó cediendo para que su hijo tuviese clases extras por las tardes, así pasándolas en la casita de pequeño jardín de margaritas y flores nubes que tanto adoraba.
La mujer fue tan amable que guardó su "secreto" de amor por la cocina y la pintura, fue muy dulce al decirle que no era algo malo que a un niño le atrajeran tales hobbies, hasta le enseñó cómo hornear adecuadamente sin lastimarse o quemar algo; no era un experto, tampoco se considera uno en las pequeñas clases de pintura en acuarela que ella le dictaba, pero era feliz con los momentos que le otorgaba la castaña. Iba a pasitos de pingüino, como Arin les llama.
Él nunca tuvo figura materna, a los siete años conoció a las tías de Yeonjun al haberse mudado a su residencia, y eso sirvió a que se sintiera querido por un suave arrullo femenino, sin embargo, era tímido con ellas y usualmente no les pedía tantas muestras afectivas, pero con su maestra era todo lo contrario. La señorita Arin era un amor con él.
–Entonces Yeonjunnie te envió una carta esta mañana – retoma el tema, trayendo consigo la bandeja de galletitas para depositarla en la mesa de blanco mantel bordado, sonriendo ante el ansioso ojos miel que asiente entusiasmado –. ¿Qué te ha escrito?
–Me dijo que aprobó todos los exámenes de la temporada, acampó con unos amigos y que promete traerme un regalo nuevo y genial este verano – cuenta con el valioso papel en sus manos, leyendo tras una aclaración después de masticar sus galletas: – "Hoy me acordé de ti caminando por el centro comercial, vi algo en una vitrina y tuve que comprarlo con los ahorros que tenía. Ya deseo que sea Julio para ver tu cara de mocoso llorón emocionado, ¡Me amarás, Binnie! Con cariño, tu hyung cool."
–Vaya que es un niño seguro de sí mismo – ríe encantada, contagiando al pequeño –. Supongo que también tienes algo para él, ¿No?
Lo había pensado, más desde la ocasión anterior cuando su amigo le trajo los crayones -que estaban ya por acabarse de tanto utilizarlos- y no recibió nada a cambio de su parte, pero está mortificado porque no tiene mínima pista de qué regalarle.
–No tengo muchos ahorros, y dudo que haya algo tan grandioso en el pueblo como todo lo que hay en Tokio... – agacha su cabecita con un gesto triste – Quiero darle algo que se merezca por ser buen hyung.
–No tiene que ser algo ostentoso para ser un gran obsequio, Binnie. Estoy convencida de que así le des una piedrita con ojitos, a Yeonjun él la apreciará por ser tuya – explica conmovida, levantando su carita con las manos, sus mofletes abultados por la acción –. Un regalo se da con el corazón, y si me preguntas, creo que los más valiosos son aquellos que hacemos nosotros mismos con nuestras propias manos.
Aquello fue una idea brillante, Soobin le preparó junto a Arin unas galletas de animalitos como las que degustaron esa misma tarde, sólo que más decoradas y con varios sabores. Apenas se hizo verano y Yeonjunnie pisó la propiedad de su familia, corrió hasta él para abrazarle y entregarle la bolsita con un lazo morado, uno de los colores favoritos del mayor; claro, acto que hizo cuando nadie los observaba, por la pena que le daba el ser descubierto.
Yeonjun estuvo tan conmovido con aquel acto, que no dudó en darle una sacudida cariñosa a sus cabellos al rodearlo por los hombros, sonriéndole radiante mientras iban caminando de regreso a la gran casa, pues estaban a solas en la entrada una vez todos ingresaron.
–Así que Soobinssi ha aprendido muchas cosas este año – tararea con melosería para molestarlo –. Las galletas lucen deliciosas y bonitas, espero no me envenenen.
–¡Yah! No seas fastidioso.
Los dos se ríen, el pelinegro brilla cuando descubre que el postre, aparte de ser delicioso, tenía formitas de zorritos, conejitos, ositos, ardillas y pingüinitos, añadiendo que habían estrellitas dulces y miniaturas de colores azules y amarillas esparcidas en estas. Sin dejar de halagar al sonrojado dongsaeng, le hace entrega del obsequio que ha comprado, la forma plana y cuadrada forrada con un papel de color celeste.
Soobin jadea y cubre su boca cuando quita la envoltura y aprecia un block de dibujos con una cobertura de su serie de televisión favorita, salta nuevamente a los brazos de su amigo y le agradece entre exclamaciones alegres que hacen sonreír al más alto. Tuvo que separarse para sus actividades tras despedir a los señores Choi, posteriormente esa noche volvió a reunirse con Yeon un ratito tras la cena, le prometió que lo llevaría con su maestra uno de esos días y ambos se contaron un poco más a detalle acerca de su año escolar, el más ensimismado era el de ojos verdosos, esto debido a que estaba finalmente en secundaria.
–No suena divertido, yo entraré cuando acaben las vacaciones, y te aseguro que echaré de menos mi horario de primaria.
–Te acostumbras con el tiempo – adula con suficiencia–, y lo genial es que tienes un hyung experimentado que te puede orientar.
El par es regañado por pasarse de la hora de dormir, despidiéndose para continuar al día siguiente su charla.
Las primeras dos semanas acontecen sin novedades, van en el inicio de la tercera a visitar finalmente a la señorita Yewon y comen un delicioso estofado de carne con arroz y verduras al vapor, conversan con la interesante mujer sobre diversos temas y luego regresan a casa para la cena.
*🌼*
Esos días veraniegos, Soobin le pide a Yeonjun que le enseñe a usar la bici de dos ruedas, quien gustoso le ofrece lecciones tres días a la semana. No creyeron que fuese mayor conflicto, pero cuando el ojos miel se cae y raspa la rodilla de su sensible y pálida piel, es que aquello se transforma en un hecho que recordarían a futuro en su historia:
–D-duele mucho, hyung – quiere ser valiente y no un llorón, pero había mucha sangre y la herida le ardía, escociéndole en demasía, provocando que de sus ojitos brotaran lagrimitas –. N-no toques m-mucho.
–Ven aquí, te voy a curar – niega rápidamente y le asiste para levantarse, rodeándolo con sus brazos para ayudarle a caminar hasta la residencia, no hay nadie en la sala y aprovecha de ir al baño por el botiquín que guardan ahí, pidiéndole a su menor que aguarde en lo que regresa con todo lo necesario. Se siente un pésimo hyung por verle llorar, lo cura con cuidado entre sus quejas, el rubiecito no deja de disculparse por ser torpe, y aquello sólo le aprieta el corazón. Sujeta su carita con suavidad y aparta las lágrimas de sus acolchadas mejillas –. Binnie, está bien ¿Sí? Ha sido un accidente, te prometo que no dolerá mucho... No, no llores más, m-mira, te voy a curar con un truco que me enseñó mi nana.
Un inocente y delicado besito sobre la curita que ha sido colocada en la herida, hace que el llanto del más bajito cese, el mismo siente su rostro calentarse y sus ojitos y boquita estaban igual de abiertos, haciendo reír avergonzado al pelinegro por su impulsivo acto; al menos funcionó.
–¿Q-qué ha sido...? ¿P-por qué me b-besaste ahí?
–Porque en los cuentos los príncipes rescatan a la princesa con un beso, mi nana solía besar mis heridas y me sentía mejor, así que...
–P-pero yo no soy una princesa, ni tú eres mi abuela.
Yeon siente su propio rostro ruborizarse en lo que frota su nuca abochornado, intenta levantarse para huir con una excusa, pero el ceñudo rubio le agarra de la manga, y él sólo puede suspirar cabizbajo:
–Perdón, no quise que creyeras que eres una niña o algo como eso, no quiero incomodarte...
Soo no contiene una sonrisa enternecida.
–No me molesta, hyung. C-creo que ya me hiciste sentir mejor con tu beso...
–¿En serio? – su expresión se ilumina mientras el otro asiente, le alivia notar que nada malo ocurrió por su vergonzoso impulso –. A partir de ahora no dejaré que te caigas y curaré tus heridas, ¿Está bien?
Fue un pacto muy lindo e inocente entre dos amigos de infancia, lo irónico, es que en la vida muchas cosas que se dicen ocultan metáforas y situaciones que, a futuro, no predecimos. No fue la gran cosa para un par de niños sin malicia, y es que eran felices en la ignorancia del mañana, estaban bien, porque tan sólo tenían once y doce años de edad.
El pequeño Binnie no se enteró de que su Junnie hyung lloró un poquito antes de dormir a consecuencia de la culpa de haberle dejado caer de la bici, no imagina que, mientras duerme calentito en cama, el mayor se jura protegerlo de todo mientras seca sus lágrimas y sorbe su nariz.
Compartieron un gran verano, el tercero desde que se conocen, se hacían muy cercanos con las semanas juntos, el menor aprendió a montar la bici sin caer finalmente.
A la hora de despedirse hicieron su típica promesa, ansiando que el año aconteciera con prisa para reencontrarse.
La diferencia, es que algunas cosas cambian inevitablemente con el tiempo.
****🌼****
Japón, 1974.
No debió de sentirse tan decepcionado como lo hizo, no quería sentirse de tal forma y sonar caprichoso o egoísta, como un mocoso llorón, pero le era muy complicado cuando en todo el año sólo recibió una única carta de su hyung y ninguna llamada telefónica. En su escuela uno de sus compañeros le dijo que tal vez aburrió al mayor -todos conocen lo cercano que es con el azabache, era un pueblo muy chismoso y no tan grande-, le dijeron que ya éste era un chico de segundo de secundaria, ¡Y le asustó alegando que Yeonjun hasta tendría barba y vello en las axilas!
La imagen le era tan rara, él se negaba a creer tal barbaridad, y menos al hecho de que su amigo le había olvidado.
–Pudo reemplazarte con algún amigo de su edad allá.
–Cállate, Sunghoon.
–Tal vez hasta salga con alguna chica de ciudad.
–¡Ugh, ya deja de hablar idioteces sobre Yeonjun hyung!
Nunca se metía en peleas, era pacífico e inofensivo, la representación de un niño bueno, pero se sintió tan mal ante las palabras maliciosas de su compañero, le enojó tanto que hablara a costa de su amigo, que no dudó en tomar su jugo y lanzarlo al suelo bruscamente, un ruido seco y el líquido esparciéndose con salpicaduras. Todos quedaron callados ante el shock, atrayendo los regaños de la directora apenas esta los atrapó, terminó por ello con un castigo que le hizo llorar por el dolor en su brazo marcado por la regla de madera. En casa no es que le fue mejor, su padre se ha enterado de su osadía y le castigó sin salir de la habitación en todo el fin de semana, además de que no podía cenar por las noches porque el hombre siempre era severo con él si cometía un error tan grande. Tampoco quiso decirle a su padre el motivo de su mal genio, no le contó porqué explotó contra su compañero de ese modo, y aquello irritaba al hombre.
–De acuerdo, ya que te gusta guardar secretos y no contarle a tu padre, supongo que eres lo suficientemente capaz de tolerar lo que tus actos causaron, Soobin. Te quedarás aquí hasta mañana, reflexiona tus acciones.
Le dolía, pero sentía que el hombre se enfadaría más y no lo comprendería si le confesaba que todo era por Yeonjun.
Claro, cada día fue más fácil creerle a Sunghoon, quien por cierto se alejó de él por su actitud aquella vez -ignorándolo por más que se disculpó con franqueza-, y es que suponía que su Yeyo hyung sí se obstinó de él después de todo...
–No les hagas caso, son unos bobos – le había explicado uno de los niños de su salón, le conocía de vista pero nunca de trato, minúsculo detalle que cambió cuando el castañito le sonrió con una bolsita de gomitas en forma de osito que le ofreció durante su recreo –. Si te excluyen de su grupo, no te preocupes, yo siempre estoy solo pero podemos crear nuestro propio club de chicos.
–¿Con sólo dos personas? – inquiere con timidez, encogido en su banca alejada del resto y agarrando titubeante un osito rojo.
–¡Claro! A menos de que exista alguien más aquí que esté en nuestra charla, ¿O tienes amigos imaginarios?
–N-no, es que... Los grupos son de varias personas, no de dos.
–No es cantidad, es calidad, hyung.
Desde esa inusual conversación, al menos no estaba tan solo. Beomgyu se volvió rápidamente su único amigo en la secundaria, y corroboró que era cierto lo que el mismo expresó; no sentía necesitar a más nadie, era perfecto entre ellos. Igual no era sociable y el menor tampoco, por lo que se complementan excelentemente.
¡Beomie le hace reír mucho!
A pesar de ello, claro que seguía con una espinita en su pecho, una por cierto chico con linda boquita de pato...
*🌼*
El primer día de verano, cuando se enteró de que el pelinegro vendría, prefirió marcharse a la tienda del vecindario para el pedido de las tías del muchacho, ofreciéndose como un rayo veloz que sin duda ha extrañado a las mujeres.
¿Desde cuándo Soobin no quiere recibir a su amigo Yeonjun? Desechan el pensar y se convencen de que no ha sido nada grave, yendo afuera cuando el claxon del auto de su hermana se hace presente.
–¡Mira que grande y apuesto estás! Los trece años te sientan de maravilla, Healing.
–Gracias, tía Eunhi – sonríe ladino, examinando con disimulo los alrededores –. ¿Soobin está haciendo sus labores?
–Sí, pero... Espera, espera, él no está aquí, querido. Salió a la tienda a comprar, seguro no tardará demasiado.
Yeonjun está algo decepcionado y desconcertado, imaginó que el rubiecito sería el primero en recibirle apenas bajara del auto como solía hacerlo, sin embargo, decide quedarse a esperarlo en lo que charla con sus padres y el resto. Tuvo un periodo escolar bastante interesante, estaba creciendo y aprendiendo cosas, está iniciando la pubertad, se juntaba con muchos chicos nuevos en la secundaria y hasta era considerado del grupo de los "populares" entre su círculo.
Está ansioso por contarle a Soobin, pero por más que pasa el rato, el chiquillo no llega y comienza a preocuparse tanto como a impacientarse.
–Tal vez está en casa de Beomgyu, a veces demora más de la cuenta por eso, querido.
–¿En casa de quién?
Era primera vez que Yeon escuchaba el nombre de Choi Beomgyu, su tía distraídamente le cuenta que es un nuevo amigo de Soobin con quien éste vivía juntándose desde los últimos meses de escuela. Su ceño se contrae y siente una incómoda sensación en su estómago ante el dato, no está muy participe desde ahí en las conversaciones, sus ánimos decaen sin quererlo.
Cuando está harto de esperar, se decide levantar e ir rumbo a la tienda a verificar que el otro Choi estuviese ahí con su amigo o algo, pero ya casi estando a su destino, los divisa riendo con una bolsita de dulces y caminando hacia su dirección. El rubio se detiene cuando cruzan miradas y su expresión se torna inusualmente seria, haciendo que su compañero castaño siga su mirada.
Jun se acerca a ellos con una extraña punzada en el pecho ante la imagen, no comprende porqué está algo molesto, pero se esfuerza por sonreírle a Bin en saludo, aunque el gesto es más una mueca tensa.
–Hola, ¿Por qué no estás aún en casa? Vine a buscarte para asegurarme de que estuvieses bien.
–Lo siento, yo lo distraje un poco cuando nos encontramos en la tienda – se adelanta el sonriente ojos café, dando una reverencia corta –. Soy Choi Beomgyu, un gusto conocerlo al fin, hyung.
–Choi Yeonjun, sí, soy el mejor amigo de Soobin – se presenta sin muchas ganas, pero enfatizando, al menos tranquilo de que el otro parecía haber oído de él, pero insatisfecho porque su amigo todavía rehúye su mirada –. Creí que serías el primero en recibirme cuando llegara, Soo.
–Los mejores amigos se escriben, Yeonjun – toma valentía para encararlo con toda la decepción en su semblante, dejando desubicado al azabache –. Yo creí que al menos me llamarías, pero supongo que ya tienes muchos amigos en la ciudad. Pues bien, yo también tengo a Beomie conmigo.
Soo sujeta la mano de Gyu y lo arrastra prácticamente a la residencia, puesto que no quiere verse como un niño llorón del cual Yeon podría burlarse; quien sabe, temía que si quien fue su "amigo" se atrevió a no hablarle en todos esos meses, posiblemente hubiese cambiado y ahora fuese también otro bully de la secundaria con noviecita y piercings en lugares insanos. Resulta que se encerró en su habitación con Beom y le invitó a comer unas botanas que tenía guardadas luego de echarse a llorar, siendo consolado por el contrario. No quería bajar a cenar.
Tampoco se atrevió a responder a los llamados de Yeonjun a la puerta ni a las notas que el mismo deslizó por debajo de esta. Sale cuando el ojos cafés se debe ir junto a uno de sus tantos primos, quien vino por él ante la hora, e inevitablemente se cruza con el ojos verdes cuando esto acontece.
Por supuesto que no esperaba que Yeonjun le abrazara repentina y afligidamente, disculpándose a su oído.
–Perdón, soy un idiota, Binnie. No debí haberte importunado así ni reclamarte nada, sé que estás muy molesto conmigo por todo, pero necesito que me permitas explicarte.
–No estoy molesto, estoy triste... – musita bajito, no podía elevar su tono por miedo a que se note lo inestable que está con el tema. Se aparta del abrazo y mira al más alto con carita tan triste como la de un cachorro abandonado con orejitas caídas –. Solamente recibí una carta de tu parte en todo el año, no me llamaste ni una sola vez... Rompiste tu promesa, hyung.
–No, no, mírame, ¿Sí? – sujeta sus mejillas con pesar, le remuerde por dentro el estado dolido del menor, no soporta verlo así a causa de sus descuidos –. Sé que es lo que parece, pero te juro que no fue porque me olvidé de ti, Binnie. Yo... Me distraje – admite en demasía apenado –, cada que iba a escribirte me ponía a hacer algo más y se me iba el tiempo, luego se acumulaban las cosas que quería contarte y lo dejaba para después, las tareas, las salidas y...
–¿T-te aburriste de contarme tus cosas porque te daba flojera? – sus ojitos se humedecen.
–¡No, claro que no! Dios, eso sonó mal – se apresura a arreglar, soltando un quejidito y apartando sus manos sudorosas del rostro redondito – Lo lamento, te juro que siempre te pensé, y n-no te llamé porque mis padres siempre me regañaban por lo caro que salían las llamadas fuera de la capital, por eso vigilaban que no lo hiciera. Contrataron a una señora de limpieza muy chismosa y no... Perdón, no quiero sonar a qué son excusas. Lo primero que hice fue correr a buscarte cuando llegué y me sentí mal, luego supe que te fuiste con tu amigo, y cuando los miré fue un sentimiento peor – confiesa en derrota, alzando sus hombros – Me sentí reemplazado, y sé ahora que de esa forma te sentiste tú. Te juro que no fue mi intención.
Soobin analiza todo lo que le comentó y la expresión de honesto abatimiento que carga su hyung, por lo que sólo necesita una única cosa para estar seguro de que sus temores no son nada:
–¿Hiciste muchos amigos en la ciudad este año?
Yeonjun suspira con una sonrisita enternecida, pellizcando con suma suavidad los mofletes pálidos y tersos del bajito que se tiñen debido a su acción.
–De entre todos los amigos que tengo en la ciudad, ninguno se compara contigo, mocoso adorable.
–¿Ya no soy un mocoso llorón? – farfulla aún resentido, pero experimentando un inusual cosquilleo en su barriguita por el apodo y su tacto.
–Nop, eres adorable como un conejito, aunque ya mudaste todos tus dientes y ya no son tan grandes – exagera alargando la penúltima palabra.
–¡Oye! Tú eres un zorro entonces porque te crees muy astuto.
–Bien, este astuto zorrito te tiene un regalito de la ciudad – tararea para captar la atención del curiosito niño –. No creas que me olvidé de ti, es cierto lo que digo.
Soobin le creyó, lo hizo, y le agradeció nuevamente con todo el corazón por el álbum de cartas que le trajo para coleccionar.
A pesar de su discusión, ambos quedaron en buenos términos y concluyeron todo el malentendido con un abrazo. Los padres de Yeon se quedaron en aquella visita durante dos días, por lo que Soobin pudo conocerlos un poco mejor y encantarles con su devota servicialidad, también estos se dieron cuenta de primera mano que su hijo era muy cercano con el rubiecito, tal como las mujeres de la casa decían, comprenden porqué su Junnie les relata tanto sobre el niño cada que regresa a Tokio.
Cuando los Chois se van de regreso a la capital, le ofrecen al ojitos claros traerle algo al acabar el verano.
Claro que Binnie sonrió radiante y aseguró que los padres de su amigo eran fenomenales, por más de que éste se quejara un poco de ellos.
*🌼*
Es de esperarse que no todo fuese color de rosas, aún hay ciertas discusiones por el cambio de etapas en las que estaban; un año de diferencia no es un número nada grande, pero en ciertos periodos de la vida, pueden crear una gran diferencia.
–No seas grosero, Arin noona era mi maestra de primaria y es mucho mayor que yo.
–Es una broma, Soobinnie. No te enojes, ¿Sí?
–No me agradan tus bromas de chico grande de secundaria. No aprendas boberías de tus compañeros.
–Oye, no te lo tomes en serio – chasquea depositando la paleta de su ya devorado helado en un contenedor de la plaza, viendo como su dongsaeng se ofuscaba adorablemente –. En todo caso no tendría nada de malo, a algunos de mis compañeros les gusta la profesora de historia, aunque ella sea mucho mayor, pero no significa que hagan algo irrespetuoso o inapropiado con eso.
–Siguen siendo niños, eso es absurdo – no desea ser tan odioso por una tontería así, quiere morderse la lengua, pero la verdadera molestia está en que aquello corrobora lo que Sunghoon le comentó acerca de su hyung con alguna chica o posible novia, pues parece que le interesa charlar sobre jovencitas bonitas. No le gusta la idea por más que no entiende el motivo, sólo siente un revoltijo en su interior que le hace ser como un niño gruñón.
–De acuerdo, ya no hablemos de eso. A mí ni siquiera me interesa ese tema – señala con verdadero desdén, más divertido con la lengüita y boquita tintada del colorante azul que tiene ahora el más bajito a su lado –. Estoy más interesado en conocer lo que mi Soobinnie ha aprendido en clases de pintura y acerca de ese tal Beomgyu.
La calma logra apaciguar a Soobin, mas algo nuevo altera su organismo cuando Yeonjun le abraza por un costado y le habla con un tono juguetonamente dulce.
Le cuenta de lo que sucedió en su año, evadiendo obviamente la discusión con Sunghoon, y le informa que Beomgyu había sido su único amigo todo ese tiempo por lo bien que congenian, le comenta que ahora el castañito se había ido el día anterior al pueblo vecino por las vacaciones, y le relata el hecho de que había estado progresando en sus clases con la señorita Arin, a pesar de que ya no le dicta clases al estar primaria con ella.
Junnie lo escucha atento, no siente esa molestia por Beomgyu cuando se entera que ha ayudado a su solitario Binnie, pero todavía siente aquella rara espinita, todo porque ya quisiera estar igual de cerca con su mocoso todo el año, y no exclusivamente durante los veranos. Igualmente narra sus meses anteriores y se ríe cuando nota que su dongsaeng está algo celoso, entonces le asegura de nuevo que, por elección propia, es su mejor amigo entre todos los demás, y continúan su trayecto antes devolver.
*🌼*
Respecto a las clases de piano, todo iba de maravilla como las ocasiones anteriores, sumando que cada vez aumenta su habilidad, haciendo feliz y orgulloso a Namjoon. Sus tías amablemente no les ponen tantas tareas a Soo y a él, a sabiendas que, si el primero tenía quehaceres, él igualmente lo auxiliaría. También se pasean por casa de la ex maestra del orbes miel y van a nadar al lago del puente o en la piscina de la alberca, comen más dulces y se cuentan shows televisivos o programas de radio, sobre todo él es quien encanta a su menor con las maravillas de la ciudad.
Claramente eran vacaciones increíbles por estar los dos juntos, era lo usual, con todo y los altibajos, y en la agría despedida no hubo más que las mismas promesas que, ahora Yeonjun perjuró no romper.
–Ya sabes, por más que conozcas chicos en secundaria, promete no dejar de escribirme y que yo seré tu mejor amigo sin importar qué.
–Lo prometo. Ahora tú prométeme que no importa si Beomgyu es gracioso, yo siempre seré tu mejor amigo y hyung favorito.
Sonríen en el abrazo y asienten, el lindo Soobinnie recibe el prometido regalo de los señores Choi y ve cómo el auto que tanto conoce parte de regreso a la ciudad.
Reza que realmente este año no sea como el anterior, pero algo le dice que no sería tan malo.
9196 palabras👀
Editado el 21-12-23.
¡Holis! Tuve que venir a realizar este proyecto apenas salieron las fotos de Daydream, los conceptos están todos preciosos, pero este me tiene el corazón robado ;u; No quise hacer temática de hadas porque pensé que la idea abundaba en twt y redes, así que se me ocurrió dejar el género de fantasía libre e ir por algo dramático (soft y sad), pero prometo que es un fanfic muy bonito asjamalk
Sip, esto es de hace meses y ahora es que lo corrijo para subirlo, se hizo más extenso ;;
¿Qué tal les está pareciendo?
Como todos mis fics, este tiene una playlist, separadores, portada e imágenes uwu
https://youtu.be/6BQf0yDnKOo
Como verán, los chicos irán creciendo a medida que se desarrolla la trama, el narrador es omnisciente para mostrar todos los POV, y por año suceden varios o pocos sucesos, dependiendo; a medida que crezcan, serán más y más.
Los episodios son de larga extensión. Durante estas edades de la niñez no todo es flores y calma, aunque sí es más suave, porque a partir de la subida, aguántense :D
🌻Dato 1: Healing es el apodo familiar que le tienen a nuestro Yeonjun en la vida real, es como "Sanación", amo mucho porque le sienta de maravilla :'3
🌼Dato 2: Takayama es una ciudad en la prefectura montañosa de Gifu en Japón. Sus calles estrechas del distrito histórico Sanmachi Suji están bordeadas de casas de madera de comerciantes que datan del período Edo, junto con varios museos pequeños. La ciudad es famosa por el Festival de Takayama bianual, que data, al menos, de mediados del siglo XVII y celebra la primavera y el otoño con desfiles que incluyen carros decorados con oro y espectáculos de marionetas. La cultura es la tradicional del Japón, se realizan festividades igualmente, tiene los tradicionales arboles de cerezo, mucha vegetación, lagos y zonas turísticas.
Estas son unas fotos, y aquí pueden ver más a detalle:
https://dosaladeriva.com/que-ver-en-takayama-gifu/
En fin, quiero dedicarle este fic a mi linda @TumishaSioSi porque la amo y porque es una de mis escritoras favs, con todo y que me hace llorar ajakso IGUAL te adoro, y a tu amistad con charlas random de madrugada 🥺
Si ven cualquier error, me avisan ^^
Ahora sí, ¡Voten y comenten! 💚🌻
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