~Extra II: Nightmare & Farewell~
Abarcando los capítulos 1, 2, 4, 5, 6, 7 y ?
Pesadillas del pasado y despedidas dolorosas, los padres de Peter y Wendy (Choi Namjoon y Choi Chanyeol). El origen de todo.
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Fragmentos perdidos, Takayama.
Antes de todo...
Namjoon provenía de una familia humilde, trabajadora y excesivamente... Prejuiciosa y anticuada, al extremo de ser bastante crueles con los demás. Era una familia pequeña, sus padres y su abuela, hasta que la ancianita falleció de vejez cuando Nam empezaba su adolescencia. No era apegado a sus padres, ellos eran ajenos a él, sólo tocaban temas muy superficiales entre ellos. Cada quien era sumamente independiente, sin embargo, a su padre sí le gustaba criticar cualquier cosa que haga, tanto como su madre ama el chisme y el ser hipócrita con las demás personas.
El de cabello rubio cenizo estaba acostumbrado a su estilo de vida, su padre pescaba y era herrero, su madre cose y es ama de casa, apoyaba el machismo en la vivienda, así que no es como si quisiera salir de ahí a buscar otros quehaceres. Él por su parte trabajaba desde niño ayudando a su padre en cada labor, también le gustaba socorrer en casa, aunque esto no le gustaba mucho a su madre.
Tenía un hermano mayor, pero hace muchos años se fue del hogar y no tenían noticias de él durante largas temporadas; llamaba una vez al año y muy rara era la vez que enviaba cartas, era de ese modo, funcionaban de esa forma.
Joon se considera un chico muy curioso, desde muy pequeño amó la literatura y la música, tuvo suerte de aprender piano por su amigo más cercano, un muchacho cuyos padres eran dueños de una frutería, cerca de la panadería del centro de Takayama. Se llevaban muy bien desde los siete años, el chiquillo era japonés con raíces coreanas, cosa que comparten. Jimin era muy amistoso y le invitaba bastante a su casa para compartir, fue ahí donde pudo experimentar el tocar las teclas blancas y negras que portaba un humilde piano de madera marrón que, de buena voluntad y muy desinteresadamente, le prestaban en la propiedad. Jiminie era la persona más genial que conocía, era más cercano a él que con sus propios padres y hermano...
El problema es que su padre no toleraba nada a Jimin.
En realidad, prácticamente nadie lo toleraba, porque el rubiecito era un muchacho delicado, distinto, aquello que llaman despectivamente "afeminado", y eso molestaba a los demás. Según su visión, no era el prototipo típico y bien visto de hombre.
–Maricones sin moral– gruñe en desdén.
Namjoon corre a pesar de que su padre le desaprueba con la mirada.
–¡¿Estás bien, Jimin?!
–L-lo estoy, no te preocupes, hyung – sonríe titubeante, levantándose del suelo para limpiarse la ropa rápidamente, no le gusta preocupar a su único amigo; teme a perderlo si se mostraba afectado y frágil. Aunque Joonie no fuese igual que el resto, era un miedo persistente.
Era obvio que no estaba bien, el más bajito solía mentir de aquel modo con frecuencia cada que algo así acontece: Cuando lo empujan, insultan o humillan, cada vez que le rompen las libretas o tareas, al tener notas insultantes en su pupitre o libros, en las ocasiones que le miran mal y murmuran a su costa... Cuando lo golpean.
Todo lo tapaba alegando estar bien.
Aquel día acompañó al chico a su casa, recibiendo unos golpes en su nuca al regresar a la suya, su padre nada contento por haber ayudado a su amigo cuando lo empujaron en plena calle. Estaba acostumbrado, no le pesaba, pero sí le inquieta es el otro muchacho.
Jimin no le contaba a sus padres, inventaba excusas para su estado físico y para sus repentinos días de llanto depresivo, esos donde desahogaba su verdad. Exclusivamente Nam era participe de lo que sucedía, lo defendía como le era posible, nunca vio nada mal en el rubio, mas no podía hacer mucho cuando su propia familia le imponía no acercarse a los Park.
Nadie hace nada, todo son chistes y juegos, hasta que llegó un extremo en el que casi matan a Jimin por una muy pesada broma de mal gusto, esto debido a que lo lanzaron de un sitio alto y los daños fueron severos. Quedó en coma por tres días, con diversos moretones y rasguños, una pierna fracturada como un dedo de su mano. Fue suficiente para que los Park se llevaran a su hijo del pueblo, pues nadie se hizo responsable, ni los directores de la escuelita, ni los padres de los maleantes, ni los menores de edad, nadie. Inclusive lucen gustosos del suceso, menos el pobre y acongojado Namjoon, que tuvo que ver a su amigo en tan pésimo estado, sintiendo impotencia por no lograrle proteger, y de quien tuvo que despedirse forzadamente en esa oportunidad.
Lo peor, lo que más le pesaba, es que Jimin se fue con una sonrisa en aquel deplorable estado, dándole las gracias por haber sido su único amigo en tan infernal lugar.
Namjoon detestaba Takayama, quería irse algún día sin mirar atrás, como desea salir de su casa llena de malas energías y personas. Su progenitor gozó de la ida de Jimin, y no dudó en usar mano dura -como muchas veces hizo, sólo porque era amigo del rubio- en el momento que él defendió al mismo. A Joon no le importaban los golpes, lo que sí le calaba, era la crueldad con la que comentaba sobre las persecuciones de los hombres que en aquellos días asesinaron de una manera bestial, un caso que le dio la vuelta a todo Japón; fue una noticia que corrió como pólvora en el sitio -pueblo pequeño significa infierno grande-, y lo que más le enfada es que lo asociase con Jimin.
–Porque eran anormales y lo merecían, un demonio así sólo pertenece a Sodoma. Por eso mismo si tu amigo es uno de ellos, ya sabes que le depara un mismo destino.
Él no juzgaba a nadie, no le interesaba la vida del resto, pero la sociedad calaba muy duro cuando te crías bajo tanta toxicidad, y los prejuicios son inculcados desde la raíz. No supo si Jimin fue o no homosexual, nunca se atrevió a preguntarle, sin embargo, una parte suya tenía aquel ideal machista en mente, y tal vez en el fondo sí le daba cierto miedo el que su amigo lo fuese, sólo no lo exteriorizó para no herirlo.
Durante mucho tiempo no pudo sostener más contacto con él, hasta que se escabulló a los catorce años y le escribió, recibiendo la respuesta al poco tiempo, aunque desde luego que no trataron aquel tema ni la amarga causa de su ida forzada de Takayama. Al menos le agrada saber que el rubio estaba bien, y aunque no volvió a tener más contacto tras esa vez, le bastó para tener más calma a sabiendas de que todo marchaba mejor para Park.
Sus padres no pensaban nada malo de él, no creían que se le "contagiaría" la enfermedad de Jimin -como ellos le denominaban-, ya que era muy varonil, solía tener a muchas chicas detrás suyo, se ejercitaba y tenía todo el porte de un muchacho común y corriente, según a sus ojos y dogmas. Además, el Choi se enamoró a los quince perdidamente de una jovencita, Misaki Kimishima, y fue imposible de ocultarlo.
Estudiaban en la preparatoria juntos, lo que tuvieron en todo momento fue mutuo y correspondido, era un romance idóneo para cualquiera, la parejita que todos envidiaban y conocían en su entorno. Namjoon era devoto totalmente a Misaki, todo lo que hacía giraba en torno a ella, pues hacían metas y planeaban su futuro, quería casarse con la chica y mudarse a Tokio, tener una casa con perrito e hijos...
Justamente, fue lo último lo que llegó primero, muy antes de tiempo.
–Estoy embarazada, Namjoon.
–¿Q-qué?
Nunca olvidaría el malestar que le invadió junto a la desesperación cuando su novia le informó entre sollozos la noticia, la consoló totalmente pasmado, su propio corazón acelerado y los nervios junto al terror a lo desconocido e impactante carcomiéndole. Sin embargo, la chica en un pestañeo se limpió las lágrimas, se recompuso y miró a la nada durante varios minutos, muda en su totalidad, hasta que soltó aquella bomba como si no fuese nada, dejándolo perplejo:
–P-pero no por mucho tiempo, así que d-descuida.
Era más que obvia su insinuación.
–¿Cómo que no por mucho tiempo? N-no tienes que hacer eso, yo me haré responsable – si bien no está nada preparado y le aterra la idea de ser un padre a los dieciocho años, estaba dispuesto a dar la cara por su hijo y tener responsabilidad de sus actos, hasta le hizo un poco de alusión que viniese de la mujer que amaba con locura; así de enamorado estaba –. No estás sola, ángel.
–¿Crees que mis padres me aceptarán? – se zafó del agarre con una expresión sumamente irritada, asqueada incluso, como si el tacto del chico le quemase de pronto. Se mofó con un resoplido hiriente – Somos un par de bobos adolescentes, no tenemos dinero, nadie nos va a querer dar trabajo ni abrigo, Namjoon.
–Lo haré funcionar, t-te lo prometo – se adelanta a pesar de estar herido por el tosco trato, quiere ser comprensivo por ella –. Dame una oportunidad, el bebé no tiene la culpa.
Kimishima escapó una risotada seca y escandalosa, casi histérica.
–Es un feto, no un bebé.
Lo más doloroso para Namjoon fue el presenciar el marchitar de su amor, el ser testigo principal de cómo la mujer que más amaba fue cambiando; de ser dulce y un encanto, a ser alguien fría y amarga, con un vientre creciente al que odiaba, siendo obligada a no arrebatarle la vida al pequeño que crece ahí dentro. La chica tenía crisis donde decía amar a su futuro hijo, otros días lo repudiaba y se descontrolaba entre rabietas, la estaba manejando a duras penas mientras ambos se quebraban; muchas veces golpeó o arañó a Nam, tanto como lo escupió y culpó de todo, aún cuando fue responsabilidad de ambos.
Nam también se mortificaba porque Misaki se empeñaba en beber sin importar su estado de embarazo. La frenaba en cada recaída, sacando botellas de alcohol y botando las mismas con rabia, estaba seguro de que luego del nacimiento del niño, sería capaz de volverse una alcohólica. Porque para colmo se entera en esa etapa que ella le escondió desde que eran novios su gusto por la bebida, pues tuvo un hogar donde aquello era lo más normal, y él ni estuvo mínimamente enterado de ello. Ya le había dado la misma amenaza muchas veces, añadiendo el que le haría miserable a él y al niño, porque no estaba dispuesta a trabajar en mejorar para salir del alcoholismo que la tentaba.
El doctor del pueblo era bondadoso, un anciano que al menos no los juzgo por todo su error, y al único que Misa escuchaba, de vez en tanto. Les dio la opción de la adopción, pero Namjoon no deseaba hacerlo, no es alguien que evade sus culpas ni esquiva sus responsabilidades, al contrario de su novia, que estaba encantada con la idea para zafarse de todo.
Cabe resaltar que ella se quedaba en su casa, pues los padres de la joven la abandonaron a su suerte y hasta se fueron del pueblo por el bochorno de su hija. Los dos tuvieron que abandonar la escuela, él tuvo que buscar un trabajo, tolerar a la chica con sus arranques, suplicarle que no abortase y, de paso, tuvo que lidiar con sus padres sumamente molestos y hartos de toda la situación. Joon lloraba escondido cada noche, con el cuerpo adolorido por tantos trabajos duros y por cargar el peso de todo lo que desató con sus impulsos de ingenuo y soñador.
Fue una pesadilla cuando sus padres no lo soportaron y se fueron al pueblo vecino para no tolerarlos a ellos ni a la vergüenza, no tuvieron remordimientos por dejarlo, ni a su nieto. Su madre le dijo que los busque luego, pero su orgullo y dignidad eran mayores, si se quedó en la propiedad que le dejaron, fue porque no tuvo más opción.
Aunque la situación terminó por causarles más daño como pareja.
–Misaki, por favor, no tientes mi paciencia otra vez.
–¡Pégame entonces! ¡Anda, vamos! A lo mejor así pierdo al bebé – le reta entre empujones rabiosos, una risa rota entre su llanto –, ¿O prefieres que lo venda por alcohol?
Namjoon la aparta con furia, mas no usando fuerza, sujetando sus brazos delgados y soltándolos tras distanciarlos. Que ella considere siquiera que él la golpearía, que dijera cosas hirientes de su hijo, le parte el alma cada vez más.
–¡¿Cómo mierda vas a decir eso de nuestro hijo?!
–¡Es tuyo, no mío! ¡No quiero esta cosa que me obligas a cargar! – grita con cólera, llorando en un nuevo ataque de histeria. Hay días donde piensa que puede, que es capaz de amar al niño y quedarse a intentarlo, pero otros, otros días como el actual, le hierve la sangre y cada patadita en su abultado abdomen era una molestia inmensa que le carcome en rabia e impotencia; perdió su perfecta figura, su juventud, a sus amigos y su familia, todo por un hombre que no la sacará de la miseria de pueblo donde estaban estancados por un maldito error. Su madre se lo advirtió, debió escucharla, porque ahora sólo añora hundirse en todas esas botellas que el chico frente a ella ocultó por su supuesta salud – ¡Sí, lo vendería por alcohol sin ningún remordimiento!
–¡Ni se te ocurra, no me amenaces con eso! – no es la primera vez que sucede, ya la ha amenazado en denunciarla y buscarla debajo de las piedras si cometía tal barbaridad. Luego la de piel blanca como la leche se largaba en llanto desconsolado, maldiciéndole, y él se derribaba, débil por ella; tal como ahora – No estás hablando en serio, Misa, basta... – Nam intentaba con todas sus fuerzas y autocontrol no gritar, serenarse, porque de lo contrario, podría alterar a la rubia y poner en riesgo su vida y la del inocente bebé que ambos crearon. Eran en discusiones de esa magnitud cuando se le querían escapar las lágrimas, pero no lo hace porque ella se terminaba por burlar y no hacía más que empeorar todo. Se traga la pesadez en su bilis y la mira suplicante, no reconoce a la preciosa jovencita de la que se enamoró, no divisa ni atisbo de su brillo en sus ojos miel, ya no – Por favor, vuelve.
Y no sólo lo dijo para que no se marchase por la puerta con un duro estruendo, sino porque la chica a la que amaba con locura, ya no estaba por ningún lado, ni cuando duermen juntos en los fríos días de soledad. Comparte cama y recuerdos con una extraña.
Pero no hay vacilación al afirmar que aquella no fue la peor parte de todo, no fueron los altercados, ni el ver que ella cambiaba con el paso de los días, como una flor marchita, sino cuando se atrevió a escapar un día que salió a trabajar, llevándose una maleta con sus pocas pertenencias. La buscó como loco, angustiado, preguntando por razones a todos los del pueblo que le miraban con lastima o desdén, con desaprobación, porque Choi Namjoon fue una desgracia, todos creyeron que sería grande, un ejemplo de Takayama, pero los defraudó.
Nunca olvidará la noche donde casi muere al enterarse por una anciana que Misaki dio a luz en aquel humilde granero, sola, antes de escapar con la criatura y perderse.
Y como si no fuese suficiente, entre varios testigos que se apiadaron de él, fue encaminado hasta un porche de una casa de ancianitos. Estaba lloviznando, el llanto se escuchaba tenue entre la bulla de la calle y la brisa que avisa la tormenta que se desataría pronto esa noche. Al parecer nadie había escuchado el ruido y no abrieron la puerta para ver de qué o quién se trata. Fue entonces que corrió sin dudar hasta la cajita de cartón donde yacía una bolita en una manta, removiéndose entre llantos.
A Namjoon se le cayó el alma al piso por su recién nacido bebé, con pocos cabellitos claros y puñitos apretados, estaba vestido y limpio, fue el mismo conjunto que compró cuando tuvo su primera paga, uno sencillo y blanco, con un dibujito de conejito en el centro. Había una carta de Misa a un lado, que estaba siendo mojada por el rocío que el viento sopla hasta el pequeño porche. Era un cuerpecito tan pequeño y frágil, uno a la que él dio vida junto a la mujer que lo abandonó, que los abandonó.
Tomó entre sus brazos al niño, como si se fuera a romper, porque él mismo cree que también está roto.
–Hola, pequeño... – lo acunó con voz temblorosa, ya las lágrimas le corren por el rostro cuando el pequeño se acurruca en su pecho y lentamente va apaciguando su llanto – Ya, no llores, bebé – se le escapa una risita entrecortada, llorando al tranquilizar al infante. Lo abraza contra sí para que no se moje siquiera con una gota, jurando que iba a protegerlo de todo y todos, y fue como si los pedacitos de su alma se unieran con un nuevo propósito –. Papá está aquí, Soobinnie.
Soobin era el nombre del padre de Jimin, ese chico que fue su mejor amigo. Acordó nombrarlo así, aunque Misaki nunca le dio una aprobación... Pensar en ella fue un puñal amargo, en la carta dejó claro que huyó del pueblo con sus ahorros, que no era capaz de cuidar del niño ni quedarse con Nam, que ella estaba destinada a un sitio mejor que aquel. Escribió de él en la carta como si fuese un monstruo que la violó, su intención claramente era dar lastima a la pareja de ancianos que nunca abrieron la puerta. No dio datos para ubicarla, y tampoco quiso hacerlo en ese momento, estaba tan defraudado, tan herido y enfadado, que todo el amor se transformó en odio en un parpadeo, al menos esa noche.
Ella no era quien él creía, pero Soobin no tuvo la culpa de nada. Desde ahora, serían el apoyo y la familia del otro, no importaba nadie más.
–Prometo que nunca dejaré que nada te pase, hijo mío.
Son ellos dos contra todos.
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Fragmentos perdidos, Tokio.
El mutismo durante la cena no era nuevo, sino una tradición en la rutina diaria de la familia, incluso en celebraciones o con visitas. Los intercambios verbales se limitaban a lo menor posible, era se mala educación, y son un hogar bastante... Estricto, por decirlo de alguna manera.
Sin embargo, una de las pocas charlas favoritas del padre de familia, aquel hombre con bigote que se sienta en la silla principal del último extremo, es acerca de alguna noticia local jocosa que capte su interés. La que cubre esa noche no es nada más ni nada menos que una reciente cacería de Sodomitas en su ciudad. Fue un tema que sacó su hijo mayor con total desprecio, luego sus dos hijas las comentaron y su esposa prosiguió.
Una pareja consiguió escapar de la matanza, otros cayeron presos o fueron torturados, y unos tantos acribillados. Eran épocas salvajes, un asunto prohibido, polémico y, sin duda, al hombre con medallas en su traje le puso de malgenio.
–Deberían exterminar a todas esas plagas de una buena vez. Estarían haciendo un favor a la humanidad de ser en ese modo – comentó con desdén y hostilidad entonada, logrando que se cerrara el tema con su santa palabra. Estira sus grandes y rústicas manos, producto de años de oficio, para que su esposa y una de sus hijas las tomen –. Vamos a rezar, no mencionen más a esos pecadores en nuestra mesa.
Nadie refutaba, en automático todos se daban las manos en un círculo de oración y repetían las plegarias del militar.
La excepción a la regla era Chanyeol, el más silencioso y rebelde de la familia, todo porque constantemente les lleva la contraria y nunca se une a sus opiniones casi unánime. En esa cena se limitó a bufar con ironía y desdén antes de sujetar la mano de su hermana menor y la de su hermano mayor, rezando, y en su cabeza, rezaba para tener paciencia y para que esas pobres personas perseguidas pudiesen huir de los ignorantes que les quieren cazar. No le prestaba mucho interés al asunto, pero no considera que la homosexualidad sea causa de tanto alboroto, le era indiferente.
Por suerte nadie miró su semblante en desacuerdo, estaban muy ocupados en seguir a su padre, tendría un buen regaño si no lo hacían, y ya en sus cabezas aquello era una ley irrefutable.
No es que Chan les tema, está acostumbrado a toda la rutina, pero zafarse de un regaño menos no era mal recibido.
Choi Chanyeol era muy... Complicado de entender y manejar, al menos para su familia. No es que era un típico chico buscapleitos que tenga adicciones, problemas con chicas o bajas notas, sino que era muy viperino; no sabía callarse muchas veces y era tan osado como extrovertido. Tenía mucho carácter, y más de una vez le ha metido en problemas.
No le faltaba nada en su hogar, tienen una muy estable posición económica y su apellido tenía influencia en la sociedad, más porque su padre era un militar que escaló hasta ser de alto rango en la capital y el país, múltiples reconocimientos, contacto, fama y dinero. Chanyeol era el hijo del medio, no le presionaban tanto como a su hermano mayor ni le prestaban especial interés como a su hermanita menor, sólo estaba ahí junto a su otra hermana del medio, es todo.
Pero en casa y en la escuela, se siente incomprendido, muchísimas veces. Ha tenido amigos, tiene un grupo y todo, hasta tuvo dos noviazgos con chicas agradables con las que quedó en amistad. Era algo popular en la preparatoria, el detalle es que no sentía que encajaba del todo, porque no todos estaban para llorar, sino para reír, eran superficiales, empezando porque entre chicos también es más complicado; la vulnerabilidad está casi que prohibida y es un tabú tonto, y si tratas de salirte del molde... Te comen.
Por supuesto, a Yeol no le importaba, él creía ser capaz de devorarse al mundo y descartar a cualquiera que intente despreciarlo o minimizarlo, pero como la gran mayoría de seres humanos, muchas veces prefiere callar para no perder a unos cuantos amigos y la poca estabilidad cuestionable que posee. No es como si dejase de ser él, sino que se mantenía callado, una cuestión bastante difícil para alguien suelto como él, sí.
No necesita de nadie, honestamente quería independizarse, no tenía planes a futuro, sólo es consciente de querer hacer un cambio drástico, buscar la razón por la que siente que no pertenece en ningún sitio...
No era un desconsiderado, agradece lo que tiene, sencillamente que necesita hacer un "click" en su vida, como sucede en el cine, o en esos anuncios llamativos en puestos locales, un algo que lo sacara de la monotonía a sus dieciséis años.
–Te he contratado a un tutor para que refuerces las clases en las que fallas – explicó la madre del hogar un día lluvioso de abril, cuando se alistaba para salir a su reunión de té, pues la chaperona encargada de la casa -esa que tanto Chanyeol se quejaba de tener a tal edad- le había confesado del más reciente boletín escolar de su segundo hijo varón, el anterior ya mencionado –. Llegará esta tarde, aséate y vístete adecuadamente, es el primogénito de un amigo de tu padre, lo recomendaron.
–No quiero un tutor, mamá – refutó de mala gana, la chaperona era una chismosa exagerada, sólo bajó un poquito su promedio porque su profesor de ciencias no hacía más que jalarle las orejas y no ayudarle a que se interesara en sus clases, quería todo el tiempo gritarle o pegarle por llevarle la contraria cuando era él quien se equivocaba de método –. Sólo te quitan el dinero y es trabajo extra, puedo aprender por mi cuenta.
–Si tu padre te escuchara, Chanyeol... – reniega con desaprobación, poniendo su zarcillo izquierdo y tomando su bolso de piel, abrigo y sombrero a juego –. Haz caso y ahórrate tus actos de rebeldía. Si tus padres te dicen que es lo correcto, es la única realidad. Te guste o no.
No es que estuviese en sus manos escoger, como ya dijo su progenitora, ellos mandaban al ser los adultos y pilares del hogar. Su hermano mayor ya estaba en la universidad desde hace dos años, su otra hermana está en el último año a punto de graduarse, él está en penúltimo año y su hermanita menor en primero de secundaria, no se podía apoyar en ninguno porque cada quien estaba en lo suyo, y él siempre era la oveja negra de la familia, nadie le toma mucha importancia. No se llevan mal entre los cuatro, pero no era una unión profunda, no como lo hubiese querido.
Su padre era peor, con él es más estricto, no tienen tan buena relación por sus constantes actitudes revoltosas, y al ser un militar, pues... No hay mucho que decir, Chanyeol fue criado a mano dura, en todo sentido. Nadie se atreve a llevarle la contraria en casa, y le guste o no, debe seguir la corriente mientras vive bajo su techo.
Precisamente fue bajo aquel techo que conoció a un chico joven que tocó a su puerta en medio de la lluvia, el mismo tenía un abrigo enorme y un paraguas, a pesar de ello se mojó las botas y parte del cabello, tenía gotitas salpicadas en las manos y rostro, pero aquello no borraba su sonrisa, el color predominante en su look era el marrón. Fue primera vez que lo vio, examinándole de pies a cabeza de una forma un tanto grosera, ha de admitir, y no pudo más que ladear la cabeza en desdén, no está de mucho humor para visitas.
Todo aquello lo vio desde la escalera principal, el chico entró guiado por la empleada, pero él no escuchó mucho del intercambio verbal. Prefirió bajar cuando la mujer se excusó por el llamado del teléfono en la sala, yendo hasta el misterioso muchacho que revisa la decoración desde su puesto.
–¿Quién eres tú? – no fue borde, sólo usó un tono genuinamente curioso que hizo voltear al chico al segundo. Éste sonrió con una cortés reverencia, incluso cuando era claro que era el mayor entre ellos; no por altura, cabe resaltar.
–Byun Baekhyun, un gusto – esperó alguna contestación que no llegaba con los segundos transcurriendo, flaqueó un poco porque el adolescente seguía en su sitio, lucía muy estoico y serio para su edad. Carraspea y decide añadir con misma jovialidad: –. Supongo que eres el hijo del señor Choi.
–Sí – responde finalmente con ojos entrecerrados, yendo más cerca del contrario por pura obligación –. No tenía idea de que vendría algún nuevo cabo o soldado de su escuadrón.
Baek pestañeó y abrió su boca para volverla a cerrar, escapando una risita baja en lo que negaba divertido.
–No soy un soldado.
Chan da una mueca en confusión.
–¿Entonces...?
–Soy tu tutor.
–¿Qué?
La perplejidad en el rostro de Chanyeol era imposible de esconder, fue tal el caso, que Baek tuvo ganas de reírse, las supo contener con una disimulada sonrisa de labios cerrados, apenas perceptible; ese chico le parece un tanto tierno.
–Tu tutor, supongo que tus padres te han comentado acerca de las clases particulares. Me informaron sobre tus notas y me ofrecí para ayudarte porque estudio literatura, y antes de que digas que no tiene que ver con la ciencia, esa materia era mi fuerte en preparatoria.
–Es que eres muy... – muerde su lengua, hasta él mismo se cuestiona por ser tan irritante por escanear al mayor y decir tantas tonterías, pero en verdad le costaba concentrarse.
–¿Joven? – completa serenamente tras la pausa del otro. El menor no se atreve a decirle nada, por lo que se encoge de hombros – No deberías de juzgar a las personas por su edad.
Chan estaba apenado, no iba a mentirse, la manera en la que el tutor le observaba y esa sonrisa socarrona le hicieron agachar la cabeza. Por primera vez, no se siente tan confiado.
–Perdón...
Un suspiro se cuela de manera juguetona en el más bajo, quien se aproxima más al pelinegro, causando que éste vuelva a alzar su vista hacia él. Le sonríe ahora más abiertamente y da un guiño divertido.
–Mi trabajo es enseñarte, descuida.
Chanyeol quedó hipnotizado por esa actitud y aura que rodeaban a Baekhyun, y sin darse cuenta, sus comisuras se levantan en medio de un tenue sonrojo mientras su vista se enfoca en los lunares tan lindos del mayor. Hubo una complicidad y comodidad inmediata entre ellos desde aquel día, aunque el más complicado era Chan, pues ambos eran opuestos. Sin embargo, Baek supo manejarlo.
De aquel modo, hasta la familia de Chanyeol estaba sorprendida, el chico no puso oposición hacia las clases con el de cabello cobrizo, sino que, con el tiempo, hasta parece más renovado e ilusionado porque la hora de sus clases particulares llegase. Subió su promedio y se comportaba más tranquilo, alegre, hasta los empleados y profesores lo notaron.
Chan incluso salía con Baek en horas fuera de sus clases, los dos escalaron rápido a una gran amistad, la diferencia de edad no era un impedimento para lo que formaron, 4 años no parece tanto para ellos al estar tan sincronizados. Concuerdan en que están más cómodos con el otro, que con cualquier otra persona de su entorno. Un año transcurrió de aquel modo.
No era un problema mayor para el padre de Chanyeol o su madre, no le prestaban particular atención a esto, se sentían satisfechos de que su hijo atendiera a sus responsabilidades y se relajara de su rebeldía.
Pero en dado pico de su amistad, existieron muchos momentos peculiares que rozaban los bordes de algo peligroso, de una tentación para ambos. Empezó con pequeñas señales, juegos compartidos, pero se transformó en mucho más.
A Chanyeol no le costó tanto aceptarlo, en un principio le asombró, confundió y asustó medianamente, sólo que aquello no hizo más que encender sus ganas de intentarlo; probar lo prohibido, tantear si era correspondido por quien se volvió el chico que le gusta. Porque ni las chicas le hicieron experimentar aquello, o tener esa clase de sueños y anhelos, nadie le hizo estar tan cómodo y tener tantas ganas de...
Ok, quiere y necesita probar los labios de su tutor, hace un buen tiempo lo admitió.
Baekhyun no era indiferente, incluso empezó a tener sentimientos por su alumno primero que éste. De hecho, ya tenía claro desde hace más tiempo de su atracción "insana" hacia otros chicos. Fue una cruz que cargaba desde inicios de su adolescencia, la supo controlar, ignorar, ocultar bajo llave en un secreto tortuoso, pero hasta que conoció a Chanyeol, todo se volvió tedioso y una real agonía.
Estaba prohibido, pero los dos se gustaban muchísimo, y ambos son conscientes de los sentimientos del otro, era más que obvio por sus comentarios y coqueteos mutuos.
El único impedimento es que Baek era el que lo frenaba de ser.
–Sé lo que estás tratando de hacer.
–No he hecho nada.
Byun libera el aire y reprime un escalofrío por esa mano en su cintura, el pecho en su espalda y el aliento que roza seductoramente su oreja. Se gira y encara al travieso azabache que les ha metido en ese callejón para resguardarse de la lluvia nocturna que cayó en medio de su caminata. Era un milagro que estén solos en la calle a tales horas de la medianoche, o ya tendrían un severo problema.
Los dos estaban muy cerca de la cara contraria, viéndose con misma añoranza, pero el más bajito estaba serio, mientras que el contrario mantiene la sombra de una sonrisa en sus labios.
–Estamos andando en una cuerda peligrosa, Chan.
–¿No sientes lo mismo? – se atreve a aventurar sin más tapujos, era un riesgo estar ahí, pero la adrenalina sólo lo despierta más, junto a sus ganas de acabar con aquel juego –. Lo que yo siento por ti.
Baek pasea su escrutinio por todo el rostro contrario, se atreve a recorrer con sus dedos titubeantes el mismo, limpiando las gotas de lluvia que se colaron entre los espacios descubiertos de los techos en la calle. Chanyeol le era el ser humano más bonito que había conocido, en cada sentido de la palabra, por algo su corazón saltaba tanto cuando estaban juntos, su estómago cosquilleaba y sus sonrisas se creaban sin remedio.
–Siento ganas de besarte ahora mismo en plena calle, lo haría si pudiera – susurra con convicción, su voz bajó unos niveles. Su lengua traza sus resecos labios mientras ve los opuestos, que hacen lo mismo, tentando a su cordura –. Siento muchas cosas que no puedo decir en alto.
–¿Por qué no? Nadie te detiene – insiste, tocando también la cara del opuesto, concentrado en aquel lunar que tanto adoraba, el que está debajo de su ojo. Extrañamente era su favorito desde que lo conoció.
–Me detiene el que no es correcto – dice con obviedad, con frustración. A veces le enoja que para su dongsaeng se mire todo tan fácil cuando, claramente, no lo es –. No porque sientas algo significa que está bien, Chanyeol. Conoces este mundo y sus normas.
–Que se pudra el resto.
Baekhyun quiso apartarse, pero el anhelo de Chanyeol esa noche fue más grande y voraz, al punto de que estrelló sus labios en un beso apasionado que encendió aún más las ganas de ambos. Crearon una corriente de aire frío en descenso, y una corriente de aire caliente en ascenso, anunciando la alerta de un tornado, uno que ignoraron ante sus besos adictivos.
Desde ahí formaron una relación secreta sin etiquetas, un juego de tira y afloja. Baekhyun cedía cuando las ganas eran mayores que su cordura, porque Chanyeol se lo pone difícil, y muchas veces cayó en sus manos, en sus labios y en sus palabras honestas de enamorado. Conoce a Yeol, sabe que le es sincero, sin embargo, una parte suya está aterrada de que el menor se canse, de que esté confundido al buscar sentir algo fuera de su monótona vida de incomprensión.
Además, Baekhyun era el mayor de ellos, es amigo de los Choi, pues sus familias se llevan años conociendo, y tenía miedo de arruinarlo todo para todos en medio de su arrebato amoroso y pecaminoso. Una tarde de remordimientos y ansiedad, envió una solicitud a su ciudad natal, y no fue hasta tres meses después que recibió una contestación. No lo contó a nadie, porque ni él mismo sabía qué decisión tomar.
Tristemente, fue inevitable que alguien curioso se enterase, y ese alguien le comentó a otro, y a otro, y fue un efecto dominó que llegó a oídos de Chanyeol un día. Aquello no desató más que una pelea, un reclamo de parte del dolido y asustado ojos negros en casa de su tutor.
–Vete a la mierda, en serio. No te necesito aquí, ¿Sí? – escupió con la voz inestable, luchando contra las lágrimas y respiraciones erráticas, gesticulando con exasperación. Le apretaba el pecho – Vete, es lo que mueres por hacer, no valgo la pena.
–Deja de decir eso, no es cierto – Baekhyun detestaba verlo así por su culpa, su instinto le grita para que lo calme y consuele, él mismo estaba al borde del llanto y buscaba acercarse al menor.
–No valgo la pena el riesgo, tú mismo lo insinuaste – indica con una exclamación, dándole la espalda para que no le mire llorando, vulnerable, y para él tampoco romperse al ver al otro en mismo estado –. Sólo soy un problema para tu perfecta vida, Baek, y por primera vez n-no quiero...
Baekhyun no lo soportaba, tampoco quería irse lejos, aquella decisión fue un arrebato. Necesita hacerle saber aquello, por lo que le abraza desde atrás y besa su nuca con un sollozo angustiado.
–B-basta, nada es verdad...
–Estoy enamorado de ti – masculla en un hilo de voz, apretando el agarre en su cintura. Siente el cuerpo del contrario tensarse, pero no se aparta, lo continúa abrazando, ambos llorando en el silencio del lugar. No resiste mucho para girar y tomar el rostro del mayor para besarlo con urgencia.
El beso fue más intenso que cualquiera compartido en el pasado, fue el más caótico, sin duda alguna, porque ya iba creando el remolino que arrasaría con todo a su alrededor.
–Yeol... – Baek estaba intentando mantener la cordura y sensatez cuando ya su cuello estaba siendo marcado, tal como él marcó el contrario. Sus camisas iban a ser retiradas y sus cuerpos estaban en su cama – P-para...
El más alto se alejó medianamente para verificar la petición.
–¿En serio quieres que pare? Porque yo te amo, y no quiero detenerme, a menos que lo desees de esa manera, hyung.
Baekhyun vacila, porque su perdición siempre fueron aquellos orbes oscuros, labios carnosos y la persona dueña de todos esos rasgos creados para ser su mayor debilidad. Por un minuto, borró toda su mente, cada enseñanza, cada riesgo, cualquier distracción que le hiciera querer frenar aquello que tanto quiere.
–Bésame hasta que te quemen los labios y te quedes sin aliento, demuéstrame que me amas como yo a ti.
Chan lo besa en medio de una risa alegre y plena.
–Mi trabajo es enseñarte, hyung.
Y realmente se demostraron mutuamente su amor, ambos se volvieron uno solo, se consumaron en esa noche despejada, en aquel espacio alquilado y entre los brazos del otro. Lo más bonito, fue que lo hicieron dos veces, en la primera, Chanyeol fue quien estuvo abajo, siendo guiado por su tutor, y en la otra, el menor tomó el mando y Baekhyun se dejó; se enseñaron entre ellos, ciertamente.
Así de mucho acumularon sus ganas, se amaron doble, entrando mutuamente en el otro, más allá de lo físico, más allá del prejuicio, de los roles, de todos.
Fue definitivo, se repitieron más encuentros, Chan ya no tenía clases de Baek porque hace unos meses entró a la universidad y sus padres desistieron de los servicios del cabellos cobrizos. Sin embargo, era un tanto peculiar que Chanyeol todavía persistía en tenerlo cerca, en pedirle ayuda con tareas, yendo a casa de éste.
Y dado un tiempo, ya nada les era suficiente, una relación secreta, el tener que ocultarlo y sufrir lejos, no les agradaba. Chanyeol estaba estresado, su padre insistía en mantenerlo ocupado, en vigilarlo, en presentarle a las hijas de sus camaradas. Cada vez se limitan más los encuentros con Baekhyun, y en un punto, fue demasiado.
–Vamos a escapar.
–¿Estás demente? – no daba pie a lo que su novio le propuso, no niega que le removió el alma, que le provocó ilusión, y es que era muy tentadora la idea; un sueño que hace tiempo quería. Lo había extrañado, últimamente la distancia y el miedo eran mayores, era participe de que el señor Choi quería que su hijo tuviese una novia, más porque su hijo mayor ya estaba comprometido, y no evita preocuparse en demasía de perder al chico que ama. Confía en lo que siente él, pero la situación no era fácil, le angustia el futuro de Chan – Arruinarías tu vida.
–¿Cuál vida? Baek, es una vida de mierda si no estás, si no soy yo mismo – rebate con certeza, con asco de siquiera imaginarlo–. No pienso seguir sus ideales, el casarme y tener hijos mientras tengo un trabajo que detesto y un montón de dinero que no llenará mi vacío, ¿Quieres que viva eso?
El más bajo sacude su cabeza de inmediato, le generaba una punzada aguada el simple hecho de pensarlo.
–Me muero de sólo imaginarte con alguien más y siendo infeliz.
Chanyeol sonríe con esperanza, besando cada parte en el rostro contrario y viéndolo con seguridad, deteniendo sus labios en aquel lunar adorado.
–Entonces, huye conmigo, amor... ¿No me amas?
–Sabes que te amo en cada latido.
Baekhyun se cegó por el plan, se enamoró tanto de ello, entre promesas de amor, declaraciones y actos bonitos, estaba fascinado por los besos en su rostro, manos y labios. No era malo lo que hacían, el quererse no era un error... Solamente que no fue su momento indicado.
Chanyeol estaba más que dispuesto y entregado, planeó todo perfectamente, ansioso por iniciar una vida nueva junto a quien más amaba. Reunió el dinero, estaba listo para dejar la universidad, la ciudad, a su familia y amigos, valiente por vivir según sus metas y lo que él estaba eligiendo libremente ser. Todo iba de maravilla...
Hasta la reunión de su padre una noche antes de escaparse, estaban varios amigos de su comando, incluyendo el padre de Baekhyun. Todos charlaban y reían mientras las mujeres les servían, era una reunión familiar, estuvo sólo lo mínimo indispensable, poco le importaba ser parte de la charla. Estaba por irse a su habitación para terminar de chequear que tenía todo para su huida, de no ser porque alguien sacó algo que le heló la sangre y le detuvo en su caminata.
–Yo mismo delaté a un Sodomita con nuestro superior, de lo contrario, hubiese sido un escándalo para la empresa – el padre de Baekhyun comentó de pronto, llamando el interés de los demás sujetos –. Fue muy desagradable ver a dos hombres haciendo semejante atrocidad.
–Yo los hubiese golpeado, te contuviste – opinó asqueado uno de los que fumaba un abano.
–También entregué a unos en el comando cuando era un cadete – se sumó el padre de Chanyeol, con su boca torcida en desaprobación, incómodo –. Fue duro, sabía que los iban a sentenciar, pero era mi deber.
–No imagino lo que sienten las pobres familias de esos jóvenes.
–Ni que lo digas, ser padre de personas así...
–Para mí sería mejor que un hijo esté muerto antes que aceptar el que sea un torcido, un engendro de satanás.
Chanyeol no se considera muy cercano a su padre, de todos en su familia fue con quien más ha tenido una relación inestable y tensa, pero era su padre, al fin y al cabo, por ende, le lastimaron sus palabras, profundamente. Se quedó paralizado con la respiración atascada y con un pánico inmenso que nunca antes experimentó, se le revolvió el estómago tras un nudo que le carcomía la razón.
–Escuché que hace dos años uno de los generales en Inchon Corea mató a su hijo y a su amante al encontrarlos en pleno acto de mariconería.
–No lo juzgo – comenta Byun –, quizás prefirió acabar su agonía.
–Fue culpa de ellos, no del general – volvió a aportar el señor Choi –. Se asesinó luego metiéndose un tiro en la cabeza, imagínense su sufrimiento para volarse los sesos. El caso llegó a oídos de todos en Japón, una vergüenza.
Chanyeol no soportó más aquello, ni las burlas, ni risas o despotricaciones, lo sintió como un ataque personal; estaba entre salir a gritarles por ser tan insensibles o correr a maldecir a la humanidad por pervertir el amor de aquel modo.
A la final manejó hasta una zona alejada de la carretera, deteniendo el auto para gritar en medio de la nada, maldecir, llorar, sacar su frustración y agonía. Quedó sin habla y con la garganta ardiendo en cierto punto, se encerró en el auto con canciones locales de la radio, hundiéndose por primera vez en la miseria y en el dolor de su condición, hasta que recordó a Baek. De hecho, manejó hasta su casa, iba a decirle que huyeran mejor ahora, porque estaba dudando y estaba aterrado de hacerlo, pero...
Se detuvo al asimilar todo y apreciar a Baekhyun riendo con sus vecinos antes de entrar a casa, él era muy cordial y amado, pero si los demás supieran... El terror de lo que podría pasar si les hallaban, si su padre usaba su poder en la armada, si no lograban asentarse, o el padre de Baek utilizaba sus influencias para ubicarlos. La noticia correría en algún momento, ¿Hasta cuánto resistirían sin ser descubiertos? ¿Quién los ayudaría al enterarse de lo que eran? ¿Qué le ofrecería a Baekhyun?
Lo peor: No se perdonaría si fuese el causante de que la vida se escapase de aquellos ojos brillosos y especiales que tantos suspiros le arrancaban. Ignoraron aquellas alertas que anunciaron un tornado, el tornado que crearon con su amor prohibido, y ahora debe hacerse responsable de la devastación.
Chanyeol tomó la decisión más difícil de su vida aquella noche, por ello, al día siguiente Baekhyun se quebró en pedazos al ser plantado en el último minuto.
El de cabello cobrizo esperó y esperó, sin ninguna respuesta en la estación. Dejó todo por el menor, quien de pronto fue como si se esfumase de su vida, sin explicaciones. Fue a buscarlo, por supuesto, mas Chan se negó a recibirlo, ninguno de sus hermanos le daba razones, no respondía a los llamados del teléfono, y fue claro el mensaje cuando le pasó de largo un día que fue a su universidad.
Chanyeol estaba del brazo de otra chica, a las dos semanas de plantarle sin razón alguna. Todos se enteraron de aquel noviazgo repentino.
Bakehyun creyó enloquecer, su corazón se terminó de romper en demasía, no hizo más que tomar sus maletas a irse lejos, sin dar razones ni decir a dónde. Se fue para no seguir sufriendo por alguien que ni siquiera se atrevió a darle la cara, alguien que se aburrió aparentemente de él.
Muy opuesta a la realidad, Yeol moría cada día que ignoraba a su ex novio. Sufre cuando debe aceptar un noviazgo a conveniencia, sufre porque fue drástico y cruel al hacer que Baek lo odiase, para alejarlo de todo lo que acarreaba su amor, ya no lo vería más porque hizo que se esfumase. Pero era mejor que lo odiara, que esté a salvo así...
Las estaciones transcurrieron en lágrimas derramadas, agonía y sueños de anhelo, remordimientos, autolesiones en un vago intento de acabar con todo, dolores amargos y luchas forzadas consigo mismo.
La vida los encaminó en destinos diferentes, cada quien en su sitio... Sin el otro.
Chanyeol cumplió todo lo que le impuso la sociedad. Se casó con la mejor mujer que pudo conseguir, la más hermosa, con clase y sonriente, mas no se sentía tan pleno como se supone, ni con el título, ni con la gran propiedad, o con Rose dándole la atención que muchos hombres envidiaban. La quería mucho, pero... No era él.
Dicen que sólo una vez en la vida amamos con todo nuestro ser a una persona, sea o no el primer amor, se queda plasmado en nuestra piel, alma y ser. Su persona fue y siempre sería Byun Baekhyun.
Lo único que pudo hacerle sentir igual de vivo nuevamente, fue la llegada de aquel bebé a sus brazos, en la noche lluviosa de 1961.
–Señor Choi, le presento a su hijo.
–¿Puedo...?
–Por supuesto – la amable enfermera le sonrió, entregando al recién nacido en la cálida manta de patitos azules, el bebé no dejaba de llorar desde hace un buen rato, por ello llamó al padre, aprovechando de presentárselo. El hombre era primerizo y estaba notoriamente nerviosa, por lo que le ayuda a sostenerlo correctamente –. Eso es, no es tan difícil.
–Hola, pequeño... – Chan le habla con suavidad al pequeño, le daba miedo hacer algún movimiento brusco o siquiera alzar la voz, el cuerpecito era tan frágil y chiquito que le ocasiona ternura inmediata. Desde que el pequeño estuvo en la barriga de su madre, muy pocas veces solía conversarle con cariño o acariciarlo, fue un suceso automático de su vida; le daba la típica ilusión y ya. Pero nada como tenerlo ahora como un hecho tangible, respirando y abriendo sus ojitos con esfuerzo para enfocarlo, deteniendo su llanto ahora. Inevitablemente se le escapa una sonrisa cuando el infante le toma del dedo índice al mostrárselo, lo sujeta fuerte entre un puñito diminuto – Sí, soy tu padre, Yeonjun.
–Le reconforta su voz – expone conmovida, presenciando la bonita escena –. No había parado de llorar hasta que lo vio a usted.
Chanyeol asintió por inercia, encantado con la imagen del bebito vestido con una pijamita a juego con su manta. Le observó por completo, tenía unas pestañas hermosas y poco cabello negro como el suyo, tenía partes rojitas en su piel, un pequeño brazalete con su nombre grabado y una boquita de patito muy chiquita que ya le daba ternura.
–Yo me quedaré un rato, muchas gracias – le dice a la enfermera, su garganta se oprime por un nudo mientras la mujer asiente y le deja a solas con el bebé. Acuna al pequeño y lo detalla con una especie de calidez y tristeza contradictorias, porque le encantaría compartir aquella alegría con cierta persona, como le hubiera fascinado el que ellos crearan al pequeñito ser que ahora sostiene entre brazos. Pero lo que más le quebró, fue ubicar aquel diminuto lunarcito debajo de su ojo izquierdo, apenas y era visible en su piel, y le estremece el alma, tanto, que su vista se empaña; era tan similar al que tenía su amado Baekhyun, aquel lunar que solía besar con devoción. Pensar justo en el hombre en ese instante le carcomió y removió una fibra sensible, no debería de hacerlo teniendo a su Junnie en brazos –. Te amo, hijo mío... P-perdóname...
La señorita que hace un rato había dejado al hombre a solas, volvió por los ruidos inquietantes, sorprendida al hallar al azabache llorando bajito, con el pequeño abrazado. Se acerca más que preocupada.
–¿Está bien, señor Choi?
Chanyeol voltea apenado, secando sus lágrimas y sonriendo como le es posible, porque el bebé le miraba atento, como si de algún modo estuviese preguntándole si estaba bien, como lo hizo la enfermera. A pesar de su estado, de sentir una parte de él vacía, Yeonjun fue como una cura a su corazón desdichado.
–Ahora lo estoy. Mi bebé es todo un healing.
El apodo nunca se fue, y valía la pena luchar por ese pequeño que ahora era su razón de existir, incluso en aquel mundo que le arrebató la posibilidad de amar a quien escogió su alma. Ya no deseaba morirse, la luz estaba iluminando de nuevo en él, al menos un rincón.
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Fragmentos perdidos, Takayama, 1967.
Fue un duro y complicado inicio para Namjoon, hacer maromas para cuidar a su hijo y trabajar para alimentarlo, aprender tan joven a ser padre, los desplantes de la gente y los empleos forzosos. Los primeros tres años fueron tétricos, pero acarreó con ellos, a duras penas. Al menos algunas personas les ayudaron a soportarlo, luego Soobin entró a la escuela y fue más sencillo, todavía tedioso, pero no como antes.
–Papi, léeme un cuento para dormir, por favor.
–Estoy cansado, conejito.
–Anda, por fis... Un ratito, papi.
¿Cómo negarse a aquellos ojitos resplandeciendo en ilusión y a la tímida sonrisa inocente de su hijo al pedirle pasar un ratito juntos?
Namjoon es débil por Soobin, por algo carga su foto a todos lados en esa vieja billetera, así es capaz de sobrellevar el peso del mundo entero para hacerlo feliz. Su mundo giraba en torno a su pequeño y astuto rubiecito de cinco añitos recién cumplidos.
Literalmente podría estar agotado y durmiéndose con un terrible dolor de espalda, pero se tomaba un rato para bañarse e ir a la cama de su hijo a abrazarlo y leerle algún cuento infantil; tenía tres, le daba pena tener que repetírselos tanto porque no tiene dinero suficiente para comprarle más, pero a su hijo no le importaba, hasta terminaban inventando historias. Le encanta saber que Soobin le mira con tanto amor y admiración, pues es al único que no ha decepcionado.
En efecto, Soo amaba a su padre más que a nadie, a su corta edad no le pasa por alto todo lo que e hombre trabaja, así que siempre lo ayuda y es un niño tranquilo y obediente. Suele pasar el tiempo con vecinas o con la niñera - cuando su padre puede pagarle a esta-, es autosuficiente y trata de no darle cargas, por más que quisiera estar en todo momento a su lado. Claro, sigue siendo apenas un bebé de cinco años, y a veces le pide que se quede leyendo un poco más, ya que es de las pocas horas al día que comparten; hasta se aguanta el sueño para prolongar el rato más bonito de su existencia.
Cuando papá Joon estaba, no temía a los monstruos debajo de la cama ni a la oscuridad, a nada, tampoco lloraba mucho por su mami que era un angelito en el cielo, la estrellita que su padre le dijo que ella era.
–Algún día tendrás buenos amigos – asegura tras un bostezo, dándole fin al cuento que leían. Era participe de lo complicado que es para su hijo hacer amistades en el jardín de niños. Era muy introvertido y penoso, muy abstraído en su mundo, y a parte de preocuparle, le entristecía que el menor haga pucheritos cada que narra historias sobre amistades, o cuando lo busca -las pocas veces que puede- a la salida en la escuela y lo consigue viendo a los grupitos de amigos con carita solitaria –, y los debes cuidar mucho, Binnie.
–Seré muy alto y grande, como tú – sonríe tallando sus ojitos en cansancio, poco a poco sus comisuras bajan y mira a su padre con ilusión –. ¿Crees que alguien sí querría ser mi amigo?
–Por supuesto que sí, cualquiera estaría encantado de tener un amigo como tú.
Soo se ríe bajito de las cosquillas que su padre da con su dedo al propinarle punzaditas graciosas por el estómago. Termina por sentarse de rodillas y saltar entusiasta, tomando la gran mano de Namjoon.
–También quiero que tengas amigos, así te ayudarían a no trabajar tanto.
Joon se conmovía con la nobleza y pureza que cargaba el alma de su hijo, era como un angelito en la tierra, y por eso le nace un miedo a que alguien le corte las alas, tal como le sucedió a él. Le sonríe con labios sellados al levantarse para arroparlo y acomodarlo en su cama, otorgándole un beso en la frente.
–Buenas noches, hijo.
–Buenas noches, papi Joonie – dice ya adormecido, viendo como el hombre apaga la luz y deja un poquito abierta la cortina para que algo de la luz exterior ilumine en la penumbra, lo complace que él le de tanta consideración por su temor a la oscuridad –. Te quiero mucho.
–Yo a ti.
Luego, hay días donde realmente Namjoon quiere encerrar a Soo en una cajita, porque despertaba y el niño ya estaba alistándose para ser llevado al colegio, le daba la mano al caminar y, al llegar a casa en días gratos donde sale temprano, estaba el mismo rubiecito acomodando sus cosas o haciéndole un sándwich sencillo, como todo un experto, sirviéndolo en la mesa junto a una sonrisa de hoyuelos muy similar a la suya.
–Ayudo a papá.
Claro que lo hace, más de lo que imagina en su infantil cabecita. Los demás podían decirle con se consiga una esposa y madre para Soobin, pero a él le parece increíble y completa su pequeña familia, lo hace cuando su hijo trae manualidades para él desde la escuela, cada que decora portarretratos con hojitas o pastitas coloridas, al ver cómo su pequeño guerrero lucha por no deprimirse frente a él los días importantes en los que le falta una mamá, dándole sonrisas de conejito y abrazos que sanan a Namjoon, en verdad lo hacen.
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Fragmentos perdidos, Tokio, 1968.
La paternidad le sentó mejor de lo esperado a Chanyeol, era un respiro incluso de su rutina diario en el trabajo y en la sociedad, un escape para centrarse en la educación y crianza de su hijo. Le daba todo a Yeonjun, comparte junto a él cuando sus obligaciones se lo permiten, aunque no eran muy comunicativos con el otro; el pequeño, sí, por naturaleza de su personalidad, pero Chan era muy callado y tranquilo.
Una tarde llevó a Yeon a cortarse el cabello, pues Rose estaba ocupada y le pidió a él que lo hiciera, aprovechando para charlar con el niño, quien recientemente estaba muy estresado con las clases de su escuela. Yeonjun era buen alumno, pero se le dificultan las clases de matemáticas e historia, como le sucedía a él de joven, irónicamente.
Lo dejó un rato junto a otros niños esperando su turno, los padres se sentaban a leer periódicos y las madres leen revistas en la sala de espera, mientras los infantes jugaban en un área recreacional.
Hace rato estaban llamando a Yeon, y su padre tuvo que buscarlo con un suspiro porque el niño no parece muy concentrado en atender su turno.
–Hijo, no – indicó medio confundido al ubicar a Jun con unas niñas jugando a las muñecas y al té. El menor se levantó para ir a su lado, ignorando las malas caras de un niño enfadoso y su padre –. Esos juguetes no son para niños.
–Pero ellas estaban jugando solitas, papi – da un puchero que hace que Chan deje de tener una extraña lucha de miradas con el sujeto que le miró mal por estar con las niñas. Su padre se agachó un poco para estar a su altura y le detalló con más comprensión, manteniendo aún así su típico semblante serio.
–De acuerdo, es muy gentil de tu parte, pero no lo hagas delante de todo el mundo. Podrían incomodarse, hijo.
Yeonjun no entendió completamente, es decir, era obvio que a la gente no le agrada que los niños jueguen con las niñas, pero le parece una norma boba, como eso de ponerle género a los colores. A pesar de ello, trata de hacerle caso a su progenitor porque no quiere que tenga problemas con el tipo que los miraba feo en la peluquería.
Al terminar el corte, fueron por un helado y hamburguesas. Yeonjun disfrutaba de estar con Yeol, porque el hombre muchas veces estaba ocupado, y cuando están solos, se ríe un poco más. Le gusta hacer a su padre feliz y ser capaz de salir con él a pasear un poco, hasta jugaban baloncesto juntos y eso le agrada.
Aquella noche de improvisto fueron los padres de Chanyeol de visita para cenar. Yeonjun estaba contento de estar con sus abuelos, casi nunca comparten juntos, la familia de su padre no siempre está presente. Estaba tan cómodo, que en un momento que miraban un programa en la televisión, confesó con una sonrisa:
–Quiero ser bailarín.
En la sala estaban solamente el abuelo de Jun y el padre de éste, las mujeres habían ido a la cocina a charlar un rato. Hubo un silencio y ceños fruncidos, de inmediato Chanyeol intervino con una risa forzada.
–No digas cosas como esas de la nada, hijo. Yeonjun sólo está bromeando.
–Que chistes tan tontos hacen los niños hoy en día – el jubilado militar niega con desaprobación, volviendo su atención a la película en la tele y cambiando el canal para buscar una cinta de acción, no le interesan esas series animadas de niños.
Yeonjun queda perdido, con un mohín indignado por ser desplazado de aquella forma.
–Pero...
–Yeon, luego hablamos – Chanyeol intervino con una mirada de advertencia para su hijo, éste resopla enfadado y se hunde de brazos cruzados en el mueble, era un milagro que su padre estuviese ocupado y no mirase más al niño. De tenerlo que defender de su padre, lo haría sin dudar, pero prefiere ahorrarle aquel mal rato, no desea que Junnie tenga mala imagen de su abuelo.
Más tarde que los abuelos se fueron, Yeonjun busca a Chanyeol con carita preocupada, reflexionó de su comportamiento y se cuestionó su conducta.
–Papi, ¿Estás molesto? ¿Dije algo malo?
El adulto retira sus lentes de lectura y deja de lado los planos de su trabajo, sentando al niño a su lado, en una silla cercana a la suya.
–No estoy molesto, pero debes de tener más cuidado con lo que hablas delante de tu abuelo o la familia. Medirte delante de otros, hijo.
–Pero no dije nada feo – susurra en desentendimiento, él sencillamente expresó lo que quería ser de grande.
–Hay cosas que no pueden decirse en alto, no delante de ciertas personas, healing – expone con detenimiento, no quisiera tener que decirle aquellas cosas a su hijo, sin embargo, era lo más indicado para que no tuviese conflictos con el resto. Acarició sus cabellos con pesar –. El baile no es una profesión, y no es una actividad que sea tan bien vista para los hombres, ¿Entiendes?
–No.
Chanyeol sonrió por un instante antes de recobrar su compostura, apartando su vista hacia los planos nuevamente.
–Simplemente no lo digas frente al abuelo, no le cuentes cosas tan personales de ti, Yeonjunnie.
Yeonjun continúa sin comprenderlo, se supone que la familia se quería sin importar nada, que te apoya...
En todo caso no iba a rendirse del todo, haría que su padre y todos estén orgullosos, les quería demostrar que realmente puede triunfar en lo que se proponga.
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Fragmentos perdidos, Takayama, 1969.
Era una costumbre ir a la iglesia por las misas navideñas durante diciembre. La gran mayoría de los habitantes del pueblo eran creyentes, y se hizo una tradición ir en familia al menos una vez durante aquella temporada, otros ya de por sí iban cada domingo del año.
Namjoon y Soobin no iban tan seguido, no es que el hombre contase con mucho tiempo libre, o sea de lo mejor visto en el templo religioso por ser considerado "el pobre padre soltero que arruinó su vida a temprana edad por el pecado de la lujuria", título que era secreto a voces. Nam creía en Dios, enseñó personalmente a su hijo a rezar y sobre los mandamientos de buena fé, pero muchas veces la gente que estaba en aquellos templos era cruel, unos hipócritas.
Y Namjoon no es el único que piensa de esa manera, sino que el mismo Soobin, con tan sólo siete añitos de edad recién cumplidos, se percató de aquel hecho cuando testificaba cosas como la de aquel día: Dos señores sentados a un lado de la placita, sonriéndose con tristeza tras ser rechazados por el sacerdote, todos les miraban con desagrado, lastima o desdén.
–Papá, ¿Por qué no permiten que los dos entren? – se atrevió a preguntar al jalar la manito de su papá cuando éste iba entrando a la iglesia. Nam le dio un rápido vistazo a la pareja, torciendo el gesto en incomodidad y volviendo su atención a los pocos escalones que subían.
–Porque son pecadores, hijo – simplifica, no va a profundizar con su hijo en semejante tema.
–Pero... ¿No dices que todos lo somos? Que todos merecemos perdón de Dios.
–Sí, pero hay reglas aquí en la tierra, no las hacemos nosotros, hijo.
Soo dio un puchero inconforme, claro que quería una mejor respuesta a su interrogante, esos señores no estaban haciendo nada malo a su parecer, pero era lo suficientemente inteligente como para darse cuenta que su padre no quería hablarle del asunto, insistir sólo hará que lo regañe.
La misa dio inicio con las oraciones, lecturas y con cantos navideños, lo típico. La parte favorita de Soo siempre ha sido cantar con el resto y dar dinero para colaborar con la caridad en las cestitas de mimbre, así como ver que la gente se daba abrazos por la paz. La diferencia de esa tarde un fue que al leyeron el Génesis 14:12, el Génesis 18 y, finalmente, el Génesis 19, dejando a Soobin en un inmenso conflicto producto de la impresión.
En otras palabras, se narró sobre el horrible destino Sodoma y Gomorra.
Él al ser un niño no entendió del todo sobre ello, pero sí lo suficiente como para aguantarse las ganas de llorar al imaginar que Dios destruyó un pueblo entero hasta reducirlo a nada. Comprendió las miradas desaprobatorias, los murmullos de odio y las negaciones hostiles. Hubo comentarios que le quedaron en la cabeza, como "Por maricones Sodomitas" "Son como Kim Seon-Woo y Park Sung-Hoon, sentados allá afuera" "Que desperdicio".
Le dio sumo miedo, aprendió que hasta la gente de ahí odiaba, y que no todo el que entra a la casa de Dios, era bueno. Cree que el problema no era Dios en sí, sino las personas que estaban dentro de su templo, incluso él se cuestionó, incluso él pensó que aquella historia de la biblia no sonaba del todo coherente.
Dios amaba, no odiaba. Quizás la historia fue mal interpretada... Era todo de lo que al menos quería convencerse.
–Quiero que me cargues, papi.
Namjoon frunció el entrecejo, su hijo no dejaba de tomarle la mano o la camisa cuando lo soltaba, luce bastante asustado y nervioso desde que salieron de la misa. Ahora le pedía con ojitos llorosos ser cargado en plena plaza, mientras todos le observan con interés.
–Ya estás más grande para estas cosas, Soobin.
No es que Nam tuviese un problema en hacerlo, sino que la gente ahí era malintencionada al no tratarse de una familia "completa", los juzgaban. Le cuestionan por no tener a una mujer que lo ayude con la crianza del menor, le criticaban si su hijo todavía le agarraba la mano, si aún le pedía que lo cargue, o si dejaba que Soobin siguiese besándole la mejilla, ya que, según ellos, teniendo siete años debe enseñarle a ser más hombrecito. No comparte tales ideales, le parece tanto absurdo como algo enfermizo el que miren mal las acciones de un pequeño con su padre, la cuestión radica en que ha aprendido por las malas que es mejor no tentar al ojo público, no quiere que su hijo se afecte por la malicia de otros sobre él.
Porque Soobin era frágil y sensible, lo demuestra el cómo le temblaba el labio y sus ojitos le suplicaban mientras extendía sus brazos en petición, rogándole que lo levante.
Terminó cediendo con un suspiro pesado y llevándolo a casa, sólo que el resto de la semana, el niño tuvo pesadillas y conflicto para conciliar el sueño, asustado de algo que no descifraba, estaba muy ocupado en el trabajo como para debatirse lo que ponía a su hijo en aquel estado de alerta.
–Un ratito...
–Los niños son valientes, no duermen con luz – insistía con más severidad, logrando que el rubiecito se hunda en la sábana con resignación al apagarle la lámpara en la mesita de noche –. Mañana debes ir a clases. Duerme, Soobin.
Namjoon no tuvo un buen día en el trabajo, le molestaba además que, simplemente por haberle mencionado el tema a un compañero, se burlase de su paternidad y le dijera que le pusiera mano dura a Soobin; odiaba la violencia física y el usar los gritos para intimidar, pero ya estaba cuestionándose si, aunque sea, debe ser más duro y menos complaciente con el infante, por el bien de éste.
Entonces... Siente entre sueños la cama hundirse y el cuerpecito más pequeño acurrucándose a su lado, en el borde de la cama, como para crédulamente no molestarlo, con temblorcitos que reprime.
–¿P-papi? Sólo un ratito, lo prometo...
Namjoon al despertar entre la madrugada se talla el rostro y se rinde al toparse con un Binnie dormido a su costado. Termina abrazándolo para que no se caiga y arropándolo con las cobijas.
–Ay, hijo...
De verdad Namjoon necesitaba tanto que Soobinnie tuviese una madre, alguien más dulce, que lo entienda y borre sus miedos, porque a veces él no se siente capaz de conseguir más con su pequeño hombrecito. Era torpe para hacer dos papeles a la vez.
A la mañana el niño despertó temprano y le esperó listo en la mesa, con una disculpa en su carita de cachorrito. Decidió ahí aprovechar para tener una charla honesta, le preguntó al chiquillo la razón de su temor, y éste, vagamente titubeante, se lo confesó todo.
Al terminar su relato, Bin está cabizbajo.
–Lo siento, papá, no volverá a pasar...
Namjoon lo meditó unos cortos segundos antes de soltar el aire en consideración.
–Soobin, no tienes que tener miedo de Dios de esa forma. Es normal que al ser niño no comprendas muchas cosas, yo pasé por eso, todos lo hicimos, pero estarás bien y aprenderás mucho a medida que crezcas – da una palmadita en su cabecita –. Tú no eres una mala persona, Dios no te castigará así, ¿De acuerdo?
–De acuerdo, p-pero... ¿Tú me querrás sin importar nada, papi? – inquirió, porque realmente ese era su peor temor, lo que la persona más importante en su vida pensara de él.
Joon sonrió enternecido y asintió con toda certeza.
–Por supuesto, eres mi hijo, Soobinnie.
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Fragmentos perdidos, Takayama, 1971.
Fue como un milagro cuando aquel año aparecieron dos personas especiales en la vida de Namjoon y Soobin: Yewon y Yeonjun.
Por supuesto, de forma paralela.
Arin se presentó ante ellos el primer día de clases cuando Namjoon fue despeinado, con la camisa al revés y agitado para entregar a un Soobin con el uniforme medio arrugado y en iguales condiciones que él. En resumen, se habían quedado dormidos e iban bastante tarde, era obvio.
–Mucho gusto, señor Choi, soy la nueva maestra de su hijo en este cuarto grado de educación básica que cursaremos – a pesar del estado de los Choi, la mujer sólo les miró comprensiva y hasta con ternura, recibiendo la mochila del tímido rubiecito y agachándose para hacer mejor contacto con éste –. Hola, Soobinnie, yo me llamo Yewon, pero puedes llamarme señorita Arin. Será un placer ser tu maestra desde ahora, cariño.
–Un gusto, señorita... Me gusta su vestido, es bonito – se anima el ruborizado niño a contestar, sonriendo apenado por la amigable mujer con vestido amarillo de lindas margaritas, le recordaban a las que estaban sembradas en la plaza central del pueblo. Da una educada reverencia también –. Soy Choi Soobin, un placer.
Arin sonríe encantada con su encantador alumno, y espera algo divertida que el mudo hombre le diga algo.
Y es que Namjoon quedó embelesado con esa luz propia que irradia Yewon, con una belleza que va más allá de lo común, no recuerda haber visto a una mujer tan hermosa, no desde la madre de Soo. Estaba luciendo como un idiota al balbucear y presentarse con torpeza, dando una inclinación y sonrisa nerviosa para ella, quien le responde con una risita natural, nada maliciosa o forzada.
–L-lo siento, ser padre soltero es un caos, hay que hacer muchos roles a la vez y ser demasiado habilidoso. Apenas y logro que no se me queme el pan y evapore el café mientras me ato los zapatos – se quiere golpear por sus pocas habilidades sociales, tantos muchos años siendo superficial y no entablando amistades profundas, menos con mujeres, le hacen ser un torpe. Da una mueca apenada, rascando su nuca, menos mal su hijo se había ido a sentar y no lo escuchó –. No debí darle exceso de información como si nada, perdón.
–Para nada, es grata la honestidad. Usted hace un gran trabajo, no conozco muchos hombres que asuman dos roles con sus hijos. Es admirable, señor Choi – concede con sinceridad, sonriendo para el alto mientras volteaba a detallar al bonito rubiecito que se sentó cohibido en su asiento, alejado del resto; ya trabajaría con ayudarlo en su integración –. Su hijo luce como un niño muy especial.
–Ah, lo es...
Llegó tarde al trabajo aquel día, pero valió la pena.
Lo mejor es que no era sólo el físico de la señorita lo radiante en ella, sino su personalidad, hasta se atrevió a sostener una que otra conversación con la castañita cada que pudo ir a alguna presentación de la escuela o entrega de notas. La maestra de su hijo aquel año escolar logró que el rubiecito se abriera y mejorara en muchos aspectos, Nam se sentía feliz cada que su hijo le relataba sobre los días de clase con Arin, sobre el cómo ella le ayudó a hacer amigos y le socorría en las tareas -aunque Soo era muy inteligente desde que tenía uso de razón y rara vez necesita ayuda-, le gustaba la sonrisa alegremente genuina de su hijo cuando lo buscaba en la escuela y era entregado por la mujer que lo saludaba con simpatía.
Yeonjun igual entró a sus vidas durante aquel verano como un valioso aditivo, Namjoon fue bendecido con aquel trabajo. Porque, en efecto, estaba impresionado -de la mejor manera-, con su nuevo alumno, el sobrino de Eunhi.
Luego de las duras épocas, tuvo la oportunidad de conocer a la generosa mujer en el mercado, ella se conmovió de su historia y le ofreció tanto empleo como asilo en su posada, apenas abierta cinco años atrás por su familia. Soo y él se mudaron y ya no estaban tan solos, además que aquella zona de Takayama estaba en más favorables condiciones, los trabajos eran mejor pagados. Se llevaban bien con la familia, y Joon agradeció el poder retomar su amor por el piano, pues en la residencia habían diversas áreas, entre ellas destacaba su favorita: El salón de lectura y música.
Tuvo unos tres alumnos por temporada, lo que en verdad fue una bendición para él, pues le hubiese encantado ser profesor, más si era uno de música; sin embargo, ningún alumno fue tan genial como el azabache, con esas inmensas ganas de aprender y su mirada de admiración puesta en él. Era tan educado, cálido y dispuesto, que le tomó rápidamente aprecio.
–Tienes mucha chispa.
–¿Chispa?
–Sí, chispa. Muchos pianistas tienen talento, pero no todos tienen aquel brillo único que les caracteriza, lo que hace que sientas lo que interpretan – expone con detenimiento para que capte lo que dice –. Un músico que no tiene chispa y no proyecta emociones con su música, falló en su labor.
–Entonces... Me falta adquirir más talento, pero tengo chispa – Yeon suelta con una sonrisa modesta al rascar su nuca –. No es tan malo.
Nam le sonríe para animarlo.
–Poco a poco, muchacho.
Las sesiones de piano eran más largas a veces, porque los dos se esmeraban en ello, no era forzado, la pasaban gratamente en el tiempo compartido.
–Usted debería de ser un pianista reconocido – asegura con emoción, le maravilla cada que su profesor le tocaba una sonata de una forma tan pulcra y tranquila. El hombre escapa una risita humilde que le hace insistir más: –. ¡En serio, profesor Kim! En la ciudad sería invitado especial del presidente.
–¡Vaya! Muchas gracias por tus halagos, pero dudo que el presidente me invite a las ceremonias de la nación.
–Yo lo invitaría a todos los eventos de mi familia entonces. Sería increíble que viviese en la ciudad, me cae muy bien, profesor Kim.
–Y tú a mí – concedía honesto, llevaban una semana de conocerse y ya estaba encantado por ese chiquillo de diez años tan ingenioso. Le recordó a que su hijo le mencionó que le gustaría ser amigo del mismo, y nada le haría más alegre. Interceder un poquito no era malo, ¿No? –. ¿Sabes, Yeonjun? Sería increíble que tú y Soobin se hicieran buenos amigos, podría aprender mucho contigo a su lado.
–Y yo de él, seguro es como usted – sonreía complacido, la mención del lindo devora tartas le provocaba ternura, y se considera honrado de que su propio padre, su profesor favorito, le diga tal cumplido –. Será un placer mantenerme cerca de ambos.
–El sentimiento es mutuo, Yeonjun-ah.
Sí, alguien como Yeonjun sería bonito de tener en sus vidas.
*🌼*
Desde que Yeonjun se montó en el auto y regresó a la capital, no detenía sus relatos y habladurías sobre Takayama, particularmente sobre los que involucran a cierta personita que conoció allá.
–Oh, ¡Y mi amigo Soobin me dio este dibujo!
–Que lindo, cariño, ¿Es una tarta?
–Es que se comió la mía cuando llegué, pero me hizo este bonito dibujo para disculparse – contestó riendo ligeramente, su madre sostiene el dibujo mientras se lo explica –. Es un niño muy adorable.
Chanyeol había prestado cierta atención a las conversaciones, sólo que en su trabajo tuvo problemas y estaba con la cabeza en mil direcciones. Al tener a su hijo nada cansado y con tanta energía, a pesar del viaje, le es inevitable acercarse con curiosidad ante el pedazo de papel que su esposa admiraba.
–¿De quién conversas tan efusivamente, hijo?
–Sobre Soobinnie, te dije que era mi amigo del pueblo.
–Ah, el chico del que hablabas en el camino – rememora con un ademán –. ¿Te regaló este dibujo?
Yeonjun afirma y comienza a contar nuevamente lo que le comentó anteriormente a su madre. Rose se retira para darle algunas indicaciones a su empleada de servicio, por lo que su esposo se queda con el niño en la sala. De pronto, Yeol se desconcierta porque su hijo quedó repentinamente callado a mitad de una divertida anécdota.
–¿Qué pasa? ¿Por qué te detienes?
Duda un poco en exteriorizar su pensamiento, hasta que suspira y se alza de hombros.
–Dijiste que no cuente cosas tan personales con la familia.
Decir que no le afectó, sería una mentira de parte de Chanyeol.
–Pero no tienes que callarte conmigo, Yeon – indica con un atisbo de remordimiento. Inhala y le sonríe con labios sellados al otro pelinegro –. Si te cayó muy bien ese niño, me interesa saber de él y sus historias de verano.
–¿En verdad? – recobra su entusiasmo con una sonrisa amplia, arrodillándose cómodamente en el sofá – ¡Lo amarías de conocerlo, papá!
–¿Tan genial es? – pregunta con una ceja en alto, divertido por el actuar de su hijo. Éste asiente sin titubear, hasta con un brillo orgulloso.
–Desde la primera vez que lo miras, Soobinnie te roba el corazón.
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Fragmentos perdidos, Japón, 1974.
Desde aquel entonces que Yeonjun fue por primera vez al pueblito, se volvió una tradición. Rose y Chan acordaron que los veranos de su hijo serían en Takayama. No tenían problema en pagar las clases de piano y en mantenerlo una temporada en el recóndito lugar, a pesar de extrañarlo, y es que al chico le sentaba tan de maravilla, que no se atreven a negárselo.
En aquel cuarto viaje, desde que pisaron la posada, Yeonjun salió corriendo, probando sus pensamientos. Estaba aparentemente en busca de su amigo, el famoso Soobin; ellos lo conocen, mas no han intercambiado mucho con el menor. En esta oportunidad tendrán la posibilidad de conocerlo un poco más, puesto que optaron por quedarse dos días antes de regresar a Tokio, estaban curiosos de explorar aquel pueblito que su hijo tanto adora.
Lo inusual, es que Yeonjunnie estaba algo decepcionado e inquieto, no comprendieron del todo, sólo que tuvo un conflicto con Soobin. Su hijo se la pasó en el piso de arriba intentando dar con el muchacho mientras que ellos estuvieron visitando el pueblo antes de volver para la cena.
Más tarde supuso que Jun estaba conversando con el rubiecito finalmente, porque salió corriendo al oír los pasos arriba de los que ya salieron por la puerta, ni siquiera había cenado porque estaba esperando a Soobin. Minutos antes justo un castañito bajó junto a un chico mayor, por lo que Chan escuchó, es primo de éste. Los dos muchachos se presentaron antes de marcharse, siendo educados; el menor se llamaba Beomgyu, un amigo de Soobin que estuvo arriba haciéndole compañía al otro hasta poco antes que su hijo corriese a su encuentro.
No lo niega, le sorprendió, y no era por minimizar lo que sea que sucedió para que el menor se rehúse a ver a Yeonjun, sólo que no creyó que fuese de tal magnitud como para armar tanto alboroto; a pesar de ello, su hijo parece firme en su propósito de ser perdonado. Indudablemente le recordó a su obstinada versión de joven, y quiso reírse con amargor.
¿Dónde quedó aquel Choi Chanyeol?
A los pocos minutos, cuando los adultos están tomando un té en la sala, vuelven a escuchar las voces de los menores. No le toman tanta relevancia tampoco, ya tenían su comida lista y en espera. Rose y Chanyeol conversaban con Namjoon, el mismo no estaba tan contento porque su hijo faltó a la cena, pero todos le restaron importancia y alegaron que eran cosas de niños, que ellos las resolverían y posteriormente se disculparían.
Dicho y hecho, Soobin saludó a todos y se disculpó avergonzado al bajar con Yeonjun, especialmente con los padres de su hyung y con Namjoon. Todo acabó bien y los menores fueron a comer con un pequeño regaño por tardarse.
Cada quien se fue a sus habitaciones y esperaron al amanecer para desayunar, algunos ya habían desde más temprano salido a sus oficios, y como los padres de Yeon estaban de vacaciones esos días, fueron los que más tarde comieron. Ya al terminar estaban tomando café afuera.
–El viernes tenemos un evento en la capital, en la oficina queremos...
El discurso de Chanyeol se corta debido al ruido que se produjo de varios troncos de madera caídos. Los adultos voltean y justo Soobin, con el rostro enrojecido como un tomate, hace repetidas reverencias en disculpa en lo que recoge todo, siendo seguido por un agitado Yeonjun.
–¡Disculpen, no fue mi intención interrumpir!
–Binnie, te dije que yo te ayudo – reprocha Jun, tomando algunos de los troncos, la mitad al menos, mientras que el rubio da un mohín y agarra otros.
–¿Todo en orden, chicos? Eso luce pesado.
Soo se endereza por la voz del padre de su amigo, aclarando su garganta y asintiendo abochornado.
–Sí, d-descuide, señor Choi. No es tan pesado como aparenta.
–Es que Soobin trabaja ayudándonos por aquí, hace unas que otras labores – explica Eunhi con serenidad.
Chanyeol parpadea medio asombrado.
–¿Trabaja durante las vacaciones escolares?
No es que sea un hecho extraordinario, cualquiera conoce la vida de campo y lo hacendosos que son los jovencitos a causa de esto, hay niños que trabajan desde pequeños como costumbre, pero le daba algo de pena que el chico ocupe su tiempo libre así. Por lo que tiene entendido, era muy trabajador y estudioso, no pensó que hasta en verano. Se regaña por no prestar más atención a los relatos de su hijo, hasta siente su mirada insatisfecha por esto.
–No es problema, estoy acostumbrado – Soobin sonríe como puede al cargar todo, dando un saltito cuando su padre da un grito en llamado desde el cobertizo –. ¡Voy, papá! – da una rápida reverencia en despedida – Con permiso.
Yeonjun igual se retira dándole un gesto a su madre para que no se preocupe, él era capaz de ayudar a su amigo sin problema.
–Soobinnie es un encanto – Rose opina, porque le era una ternura lo diligente y educado que es el muchacho. Eun asiente en acuerdo.
–Es un jovencito muy amigable y humilde.
*🌼*
A la caída de la tarde, Chanyeol fue hasta una cúpula pequeña de madera a unos pocos metros de la posada, habían unas bancas y era bastante tranquilo, la brisa soplaba fresca y varias flores alrededor otorgaban un gratificante olor mezclado con la tierra mojada y pasto, recientemente lloviznó. Le llamó la atención el sitio y no dudó en leer tranquilamente ahí, pasó quizás dos horas sin ser interrumpido, y comprendía la gran diferencia de las zonas rurales y las urbanas: Era muy pacífico y terapéutico estar en conexión con el campo, sin ruidos, sin gente.
Su mente se llena de melancolía en cierto momento mientras su vista se posa en dos roedores que juegan entre las flores y un poso de agua, siendo libres entre ellos. Era una imagen muy tierna, pero a él sólo le provoca nostalgia, porque a Baekhyun siempre le encantaron los animales, y solía expresarle las ganas que tenía de reencarnar en algún ave o animalito en su siguiente vida.
"Ahora lo entiendo, serías libre... Quizás si renacemos en dos aves durante la siguiente vida, podríamos volar juntos, amor..."
El hilo de pensamientos del pelinegro se interrumpe por la proximidad de un chico rubio que tímidamente trae una bandeja con jarra y vaso. El menor le pregunta si le estorba, a lo que niega al instante, enderezándose y cerrando el libro.
–No me molesta tu presencia, no te preocupes, Soobin. Ven, siéntate, por algo viniste.
Soo sonríe ligeramente y afirma, yendo al lado del hombre con su usual timidez.
–Es que me gusta mucho este sitio, vengo a veces cuando estoy libre.
A esa hora Yeonjun estaba en clases de piano, tiene entendido, por lo que comprende que el jovencito esté solo; una vez más se da cuenta que esos dos eran un chicle del otro, en buen sentido.
–Es muy reconfortante para leer y meditar.
–¿Le gusta leer?
Yeol nota un curioso entusiasmo en el más bajito, lo que le hace sonreír naturalmente en lo que muestra la portada de su libro.
–Así es, es un hobby.
–A mi igual, me encanta más que la televisión incluso – admite con emoción. Se fija en que no había ofrecido lo que trajo consigo, había visto al hombre a lo lejos y le costó acercarse por miedo a interrumpirlo, sin embargo, no luce perturbado por su presencia. Con un ademán, toma la jarra que dejó a un lado –. ¿Quiere algo de jugo? Lo he preparado yo mismo para ustedes, ya le he dado a su esposa.
–No tenías que molestarte, pero por supuesto.
Chanyeol acepta el vaso con gratitud, tenía bastante sed. Da un buen trago a la dulce bebida y saborea con gusto, hasta examina los cubitos de hielo que tienen flores de manzanilla por dentro, era ingenioso y un bonito toque que a él jamás se le hubiese ocurrido.
–¿Qué tal?
–Está delicioso.
Soobin muestra sus hoyuelos contento, el adulto se relame los labios y se acaba el vaso velozmente. Le da calidez cada vez que a alguien le gusta lo que prepara.
–¡Tome más!
En un instante el ingeniero llevaba dos vasos tomados, era como un niño consentido, y se encontró charlando muy sueltamente con el muchacho. Charlan de libros y temas triviales, la noche comienza a caer con los colores del cielo, el coro de las cigarras, los sapitos, grillos y aves que se refugian anticipadamente a su vez que las luciérnagas salen de su escondite, todo crea una atmosfera muy relajante.
De un minuto a otro, el señor Choi adula la inteligencia y actitud madura de Soobin, a lo que éste último se sonroja y agradece, confesando que no todos lo consideran como tal, ya que en su escuela los jóvenes lo toman como un aburrido, y los adultos a veces lo tratan de menos en los diversos trabajos que hace.
–No se debería de juzgar a las personas por su edad, Soobin-ah.
–Pienso de esa manera, todos somos válidos como personas.
–Exactamente, todos son valiosos.
Soobin estaba muy cómodo, Chanyeol le proyectaba lo mismo que Yeonjun, y los dos eran sumamente parecidos en sus rasgos, en pequeños gestos, movimientos y soniditos, hasta en el espíritu que muestran, por más que el señor parezca un tanto apagado. No estuvo forzado a estar ahí, realmente estaba disfrutando el rato con el padre de su hyung.
–Usted igual lo es, señor Choi – adula con sinceridad –. Me hace feliz saber que hyung cuenta con grandes padres.
–A mí me alegra que cuente con un gran amigo como tú – aporta con real aprecio –. Te adora.
Binnie se conmovió profundamente, sus comisuras ante ello se elevan con dulzura.
–Y él los quiere mucho a ustedes. Incluso yo les tengo mucho aprecio, señor Choi.
–También tienes nuestro aprecio, Soobin-ah – sonríe también, dando una palmadita en la cabeza del rubio –. Podrías darme tips de cocina, todo se me quema o no sabe como debería.
Soobin escapa una risa complacida.
–Mi trabajo será enseñarle, señor Choi.
Chanyeol tuvo un dejà vu inmediato, fijó su vista en el viejo libro de su regazo, era su posesión más preciada: Baek se lo regaló antes de que los separasen, y adentro, hay una fotografía en sepia del cabellos cobrizos. Nadie nunca tocó aquel libro, y la única persona que lo ha visto, es Soobin, hasta ahora, ajeno a lo que realmente significa.
Volvió a otorgarle una nueva sonrisa al jovencito, ya se explica lo que Yeonjun narra cada que se refiere a Soobin: Era lo que terminaba de completar Takayama.
Soobin tiene un don, y es que hace sentir a las personas en un hogar, además viendo lo bonito a través de ellas.
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Fragmentos perdidos, Takayama, 1975.
Con el paso de los años, la cercanía con Yewon y Yeonjun no cambió para los dos Choi, fueron floreciendo una gran unión entre ellos.
Yeon se hizo una persona importante para Namjoon y Soobin, en especial para éste último. Al hombre le complace, su hijo era más feliz y suelto, la influencia de Jun igual le ayudó bastante. Además de que el chico le solía enviar regalos que ambos apreciaban enormemente, incluso a Nam llegó a traerle cosas de la ciudad, o a escribirle por una que otra carta.
Yewon se transformó en una figura materna para Soobin, y alguien confiable para el alguna vez solitario Namjoon, hasta comparte gustos con la culta señorita, toman café, degustan la comida que ella prepara y, a veces, le manda al trabajo en un bento muy organizado. Su presencia e influencia ha sido notoria para los dos Choi, la adoran muchísimo. Yewon es la confidente de Nam, y viceversa.
Por otro lado, las lecciones de piano avanzaban excelente, a los catorce años Yeon sabía un tanto más allá de lo básico. Admira lo riguroso que es el ojos verdes para aprender y concentrarse en las clase, inclusive si su primo vino con él esas vacaciones y solía jugar con éste, Soo y Beom afuera. Yeonjun no perdió la constancia en sus clases, y eso le llenaba de orgullo.
–Me gusta mucho Mozart, señor.
–Excelente pianista, tiene un total de veinticinco sonatas compuestas por su autoría. Era considerado como un genio porque sublimó todos los rasgos que caracterizan a la música del clasicismo, un género que huía de la exagerada sofisticación y las técnicas artificiosas del barroco. Además, tenía una habilidad bastante curiosa, era llamada "el oído absoluto", que es una cualidad que permite a la persona en cuestión identificar qué nota musical se corresponde con un determinado sonido, sin importar la altura de éste o el instrumento que lo emite.
Namjoon amaba nutrir su mente y leer, ver programa de televisión que la gente pasa por alto, escuchar los segmentos universales de la radio, pero no con todos se puede conversar tan cómodamente, es increíble que con un adolescente como Yeonjun se siente más a gusto que con otros adultos. Sí, en la posada estaban las tías del muchacho y una que otra persona, los padres de Beom igual le caen bien, ni qué decir de Yewon que comparte su gusto al informarse, pero era distinto charlar con Yeonjun, porque realmente lo escuchaba y pensaba en él de una forma enormemente respetuosa.
Justo ahora le observa con adulación.
–Vaya, usted es un genio. Apuesto a que lo sabe todo, profesor Kim.
–No lo sé todo, muchacho, desearía que fuese de esa manera.
–Papá no me cuenta tantos datos universales – tuerce sus labios en una mueca medio decaída, jugando con las teclas del piano –, no es muy fanática de la música, creo.
–Bueno, tu padre está pagando estas lecciones, lo que significa que le importa al menos lo suficiente como para permitir a su hijo estar aquí – apela con entendimiento, lo poco que ha conocido del señor Chanyeol le ha dado una imagen clara para saber que no era un mal padre ni una mala persona, sólo que a veces los hijos suelen ser un poco verdugos con sus progenitores –. No seas duro con tu padre, Yeonjun-ah.
El pelinegro asiente un tanto avergonzado, adora a su padre, pero quisiera poder tener más confianza con él, como antes.
–Supongo que es así, no pretendo minimizarlo.
–Lo sé.
Todo lo que Namjoon es tan importante para Yeon, que no evitó usar la referencia de hace unos años con su mejor amigo, porque cuando se la pasaba con Soobin, se daba cuenta de una cosa: Binnie es totalmente la chispa flamante y bonita en su vida, una con cabellos de oro, sonrisa de conejito y ojitos de galaxias. Era como...
–Mira, un diente de león, hyung.
Yeon sonríe porque, en efecto, era justo aquel el apodo para describirlo.
–Ujum, mocoso.
Sólo porque sí, tomó el diente de león y lo sopló para llenar los cabellos de su amigo en las motas de la flor, haciendo que el mismo se queje con la nariz arrugada y ceño fruncido.
–¡Oye!
Pero Yeon lo sonrojó con misma velocidad al colocarle otro diente de león en la cabeza, detrás de su oreja, con suma delicadeza y dulzura.
–Ya, Binnie, vamos a comer gelatina~
No eran los únicos que actuaban cuan enamorados, desde el año anterior, Namjoon se hizo mucho más cercano a la señorita Arin, conversaban con tanta diligencia y se comprendían en un nivel maravilloso. Por primera vez desde lo sucedido con Misaki el hombre pudo experimentar aquellos sentimientos que creyó no volver a sentir jamás por otra mujer, se había enamorado de la dulzura, nobleza y jovialidad de la mujer que tanto adoraba a su hijo.
Lo más grato, fue ser correspondido por ella, por su confidente, quien le ha visto vulnerable, genuino y real, sin juzgarlo como el resto.
Fragmentos perdidos, Japón, 1979.
Como no todo puede ser un paseo entre miel y almendras, Soobin tuvo una pesadilla, no solía tenerlas desde que solventó las cosas con su ahora novio, sin embargo, tal vez esta se debe a que hay una nueva espinita que le punzaba: El miedo a que los descubriesen y las consecuencias que esto acarrea.
La sociedad dejaba una huella enorme en la gente, Soobin tan sólo era uno de los millones de víctimas de esto, despertando entre llanto, sudando frío, con pánico y espasmos que acompañan sus jadeos y palpitaciones aceleradas. Lo único que atinó a hacer para calmarse -cuando un vaso de agua no funcionó-, fue ir junto al teléfono de la cocina y marcar el número que se grabó de memoria, ya que era el más cercano y no estaba tan expuesto como el de la sala. Esperó varios segundos, la culpa hace que quiera colgar arrepentido por lo tarde que es, hasta que la voz adormilada de Yeonjun apareció para impedírselo.
–¿Bueno?
–H-hyung...
–¿Soobin? – al procesar los susurros y la respiración temblorosa, además verificando que eran las 2 de la madrugada en su reloj, se endereza más despierto y alarmado – ¿Pasó algo?
–No, no, lamento llamar tan tarde – aclara veloz, más que apenado –. No es nada.
–No, descuida, estaba estudiando para un examen – responde con un suspiro de alivio, limpiando su baba y estirando su espalda, verdaderamente estuvo estudiando en su cama y cayó dormido del cansancio, aún tenía sueño, pero hay prioridades: –. Si llamaste a esta hora sí debe ser por algo. Dime, cariño.
–...Es una bobería –masculla cuestionándose si fue precipitado llamarle, mas Yeon le inspira esa confianza y paz que le hace ser honesto con facilidad: –. T-tuve una pesadilla contigo.
–¿Quieres contarme?
–Dime primero...S-sólo dime si e-estás bien, hyung.
–Estoy bien, Binnie – dice con suave, ahora sí se preocupa de lo que atormente a su menor. Si necesitaba oírlo decir que estaba bien, entonces lo haría para calmarlo, mil veces –. Estoy aquí, estoy bien.
Soo tranquiliza sus todavía aceleradas pulsaciones y lucha por respirar hondo. Todo fue un mal sueño, ellos estaban bien.
–Lo estás...
–Soo, cuelga y yo te llamo mejor, ¿De acuerdo? No quiero que te regañen de nuevo – se le dificulta pedírselo, pero tiene qué, puesto que hace meses se enteró del semejante reproche que tuvo Soobin por la llamada a distancia que hizo desde la posada, a veces se les olvidaba el asunto de los cobros; tuvo que aguantarse porque ni dinero pudo enviarle al rubio, más porque también le regañaron a él, tanto sus tías como sus padres. La pasó tan mal al enterarse que su novio tuvo que trabajar extra por su culpa, que no quiso repetirlo. Con el tono más cariñoso posible se lo repite: –. Dame unos segundos, ¿Sí? Estoy aquí.
Bin escapa el aire y lo vuelve a contener e una nueva inhalación, estaba afirmando con su cabeza, hasta que se percata que lógicamente no sería visto.
–O-ok.
Colgaron a la par, Jun se apresuró a marcar el número sin un segundo perdido. Apenas el ring sonó un poquito y Soobin lo agarró, no quiere despertar a nadie ni ser atrapado en media estancia usando a tales horas el teléfono, lo amonestarían peor que la vez anterior de saberlo, la adrenalina de hecho le hace golpetear más el pecho. Esto añadiendo que todavía está consternado por la pesadilla reciente, y todas las emociones hacen que se le escape un sollozo junto a un jadeo bajito con tan simplemente volver a oír a su hyung hablarle.
–Detesto escucharte llorar, más cuando no estoy allá – se le oprime el alma al percibir unos tenues sollozos de parte de su novio -aunque perceptiblemente éste quiso cubrir la bocina del otro lado de la línea-, le daba impotencia estar lejos. Eso impida que lo cuide y que lo abrace como desea –, ¿Seguro que estás bien? ¿Tan mala fue la pesadilla?
–Dios, n-no sé por qué estoy tan sensible – limpia sus lágrimas con un chasquidito quejumbroso, detesta ser tan emocional, pero es que las imágenes y sensaciones fueron muy vívidas para él, y Yeon siempre ha sido su talón de Aquiles –. Necesitaba oír tu voz, es que... F-fue tan real, hyung.
–Lo sé, comprendo – le brinda la suficiente confianza con su tono empático.
–Estábamos... Estábamos aquí, nos bañábamos en el lago del bosque. El agua estaba limpia, pero empezó a tener lodo y no podíamos movernos bien, luego de de un minuto a otro salimos y todo recuperó la normalidad. Estuvimos un rato pintando en mi block, y... – su cuerpo se estremece en la pausa, muerde su labio y se obliga a recordar que no fue real – El b-bosque completo comenzó a quemarse, fue horrible.
–Dios, Binnie...
–Había humo por t-todos lados, hacía mucho calor, casi sentía las brasas tocarme y sofocarnos, hyung. Estaba tan aterrado, tratábamos de irnos, p-pero todo se caía y el fuego... Los animales corrían con nosotros, y al salir... Fue como un laberinto muy extraño, m-me asusté y lloré porque de pronto no estabas tomando mi mano, g-gritabas mi nombre y no tenía idea de dónde estabas.
La manera de narrarlo era tan desgarradora como inquietante, entre hipidos y un horror en su baja voz. Yeonjun tragó con su propia respiración agitada, de verdad quería estrechar a Soobin en sus brazos y protegerlo, hasta de sus propios sueños. No merece soñar cosas tan espantosas.
–¿No te encontré?
–Logré salir, fue cuando te hallé – su entonar se torna más inestable al ser tan apresurado, tan angustiado –. Corrí a abrazarte, sentí tanto alivio que no paraba de reír.
–Puedo imaginarlo – eleva sus comisuras levemente con afecto.
–Limpiamos las lágrimas del otro y dijimos que no nos alejaríamos de nuevo, me besaste...
El llanto de Soo regresó con más dolor, tanto, que Yeonjun lo experimenta en su pecho, sus propios ojos se humedecen.
–¿Por qué lloras por el beso, lindo?
–Porque por ese beso todos enloquecieron – se le rompió la voz ante la sentencia, estaba luchando por seguir y sacarse aquello tan terrible de la cabeza, por no ser oído por nadie en la posada –. No sabíamos que habían personas ahí, nos rodearon todos, todos, Yeonjun. Nos señalaban, nos gritaban insultos, estaban histéricos y nos querían golpear...– lo más doloroso para su alma, fue lo siguiente, hasta cerró los ojos y se abrazó entre una nueva sacudida: – M-mi padre estaba ahí con los tuyos, i-incluso Tae y Beom...
Yeonjun esperó unos pocos segundos, no se dio cuenta cuando se le escaparon unas cuantas lágrimas que limpia en lo que niega con su cabeza.
–Soobinnie, eso no es real, ¿Sí? Nada de eso sucedió ni sucederá nunca, ¿Me oyes? – regula su pulso y se asegura de mantener un entonar firme – Nadie nos va a tocar, ningún laberinto, ni barro o incendio nos va a apartar, ni siquiera nuestras familias.
–¿L-lo prometes?
–Te lo juro. Nos iremos juntos por el mundo, vamos a ser muy felices, ya verás – ahora denota alegría genuina en su voz, fluyendo con una sonrisa esperanzadora que espera sea capaz de llegarle a su dongsaeng, como su cariño –. Estudiaremos lo que queramos, viajaremos por el mundo y estaremos juntos en ello.
–Suena muy lindo, hyung – se talla los ojos con su mano libre, sus pestañas se habían llenado del agua salada como su rostro y camisa, pero basta tener tan preciosas palabras del mayor y ya su corazón perdía el peso, se aliviana de a poco, y su llanto va cesando –. Yo no quiero volver a soñar así de feo.
–Los sueños son una mierda a veces.
–No cuando estás conmigo en ellos, pero de una manera más grata – susurra con enternecimiento, uno que le nace desde lo profundo de su ser, sorbiendo su nariz enrojecida –. Adoro soñar contigo, lo hago seguido, hyung.
–Es mutuo, Binnie. Me haces soñar incluso cuando es de día, cariño – informa con esa melodiosidad de puro aprecio que reserva para su mocoso, porque le da paz saber que estaba calmándolo –. Ya deja de soñar cosas feas que jamás van a suceder, ¿Sí? Debe estar en tu subconsciente, no quiero que sientas culpa por lo que somos.
–Tampoco quiero sentirme así – sentencia con cierta frustración en su mortificante musitar, es participe de que sus pesadillas le cazan por todos esos demonios que tiene dentro y le atemorizan, como cuando era un niño indefenso, y ya no quiere serlo nunca más –. Te juro que trato, no quiero que esté mal quererte como lo hago, no tiene que estarlo si no lastimamos a nadie... Yeonjun hyung, en serio te adoro, prometo poner mucho más de mi parte.
–Yo te adoro más, mocoso llorón. Pondremos de nuestra parte – tararea para sacarle una queja que sabe que, en realidad, no es más que una risa que contiene el rubio –. Ah, y no comas dulces o cosas pesadas, eso te da pesadillas, ¿Trato? – le tranquiliza con otra bromita – Ya no te agobies más.
En dado momento, Namjoon camina escaleras abajo y ve una tenue luz proveniente de una de las lámparas en el mesón de la cocina. Iba por agua cuando escuchó los murmullos de su hijo, le fue tan extraño que se asomó, hallándolo con el teléfono, recostado a la pared y encogido, apegado al aparato mientras charlaba con alguien más. Su primer instinto fue regañarlo, pero la respuesta que dio el rubio le dejó en el sitio:
–Trato, no quiero tener más pesadillas, menos contigo – suelta una boconada pesada, al menos ya no tenía un ataque nervioso de pánico –. Quisiera que estés aquí, echaba de menos tu voz, hyung.
–Y yo la tuya.
–Será mejor que duermas, también debo volver a la cama.
–¿Ya? – corrobora, recibiendo un sonidito afirmativo que le hace sonreír satisfecho; ahora dormiría mucho mejor tras haber conversado con su mocosito – De acuerdo, bebé. Buenas noches.
–Buenas noches, hyung.
–Sueña bonito, mejor si es conmigo.
Binnie dejó ver sus hoyuelos que acompañaron al sonrojo en sus mejillas a la vez que entorna sus ojos. Fue como si todo el miedo y la ansiedad se transformaran en felicidad y amor en un chasquido de dedos de su mayor. Era ajeno a que su padre permanece en el marco de la cocina, tratando de escuchar todo y procesarlo.
–Dame algo de tu seguridad, hyung.
–Binnie, te daría todo si pudiese.
Por supuesto que me cree, todo lo que Yeonjun dice, es real para él.
–Yo a ti mucho.
–Y yo a ti más.
Cuando Soobin colgó en sumo sigilo y se marchó a su habitación, Namjoon se mantuvo oculto hasta que pudo salir. Esa noche no durmió mucho que se diga, estaba tan confundido que ni había reclamado a su hijo por la llamada en plena madrugada, ya la última vez que cobraron la factura lo castigó para que pagara todo, sin embargo, le impresiona que se arriesgase a volver a cometer el mismo delito.
Soobin no era desobediente ni rebelde, pero parece ser que Yeonjun en verdad es de suma importancia para él, más de lo normal...
Quiso sacarse la idea, era absurdo, un malentendido. Quizás su hijo tuvo un mal sueño, como dijo, y únicamente llamó a su amigo porque se tienen esa confianza desde niños; es normal que busquemos consuelo cuando soñamos algo malo con un ser querido, ¿Cierto?
Lo que sí, es que Joon no era idiota, aquella despedida le hizo descifrar ese raro "yo a ti mucho" que nadie captaba, y fue una aguja de preocupación que se le clavó dentro con ello. Sí, uno quiere mucho a sus amigos, a su familia, a sus mejores amigos, pero... ¿Por qué tiene una especie de inquietud e incertidumbre en el fondo que ke hace sobrepensar eso?
Tanta aversión a descubrirlo, que nunca le comentó nada a Soobin sobre la llamada.
*🌼*
La situación no mejoró cuando el verano trajo consigo la tradicional y rutinaria visita del chico de la capital, porque la paranoia y la intranquilidad curiosa le hicieron mantenerse más atento que nunca de cada actitud de los dos Choi adolescentes.
Los vio regresar el primer día de la panadería, tan radiantes y risueños que a cualquiera deslumbraban; presenció la incomodidad de los dos Choi durante la cena familiar al conversar del futuro del mayor de ellos, sobre todo se percata del cómo su hijo se retiró cabizbajo y luciendo silencioso. Fue testigo otro día de cuando Soobin se escabulló tras arreglar el tejado hasta el cuarto de Yeonjun. Notó desde luego su complicidad en la comida que ofrecieron Arin y él para anunciar finalmente su relación.
Nam fue más consciente de miradas y sonrisas, hasta creyó conseguir contactos físicos muy delicados y afectuosos entre ambos, matices a los que antes no les prestó especial atención. Acercamientos que le hacen acrecentar su sospecha.
Yewon desviaba su atención cada que le confesaba lo inusual que le parece la unión del par, ella afirmaba que eran una amistad maravillosa, pero él percibe una chispa rara ahí...
Oh, desde luego que quedó boquiabierto cuando escaparon de la fiesta en bicicletas, más al ellos volver y estar tan extraños, ignorando a tantas chicas de su edad. Porque, adicional, se enteró que su hijo rechazó a su compañera de clases, y que Yeon hizo lo mismo con otra muchacha. A las dos señoritas las conoció, y no se explica por qué el par no las aceptó; si bien no era obligatorio corresponderles y es normal que, por más virtudes y belleza, a veces no se pueda controlar lo que se siente, fue muy inusual considerando que ellos llegaron a tener hasta citas y gran cercanía con las dos chicas.
Trataba de no hacerse hipótesis, no cuando Yeonjun le tocó una pieza en el piano con tanto sentimiento, no cuando le habló del amor y el chico estaba tan tímido y con una sonrisa afectuosa que creyó ocultar bien.
Quiso pensar que el que Yeonjun y Soobin se perdieran la noche que la verdad acerca de Misaki explotó no fue más que dos amigos brindándose consuelo, tal vez pasaron la noche en alguna casa con camas separadas o colchas distintas... Se convenció que la noche que regresaron tomados de manos no fue más que producto de la ebriedad que claramente portaban.
¿Por qué no ha intervenido a dado punto? Le daba cierto miedo nadar en aquellas aguas turbias, y quiere continuar siendo prudente para hilar todo, esperando que sus pensamientos no guíen a nada anormal.
Hasta que la realidad le estalló en la cara la noche que, tres días antes de Yeonjun regresar a Tokio, ellos no durmieron en la posada. Estuvo esperando casi en vela desde que los atrapó saliendo misteriosos, y para completar, volvieron muy temprano, cuando nadie había bajado de sus cuartos. Él se escondió con el café recién hecho en sus manos, y quedó pasmado cuando se asomó a presenciar lo que ocurre en sus narices:
Se besaron en los labios con sonrisas enamoradas, se despidieron entre susurros y miradas de amor que, aunque siempre portaron frente al resto, ahora se apreciaban en todo su esplendor y sin retención.
Gesticularon un "te amo" entre labios y tenían la misma ropa, algo empolvada. No quiso indagar lo que hicieron, porque el alma se le ha ido del cuerpo y la taza se rompió cuando la dejó caer tembloroso en el lavavajillas una vez estuvo solo en la cocina. Estaba temblando, procesando semejante verdad, porque ya no puede negar sus sospechas, un centenar de emociones transitan en él.
Namjoon estaba aterrado, confundido, enojado, decepcionado, triste y abatido, porque sintió que le falló como padre a su hijo.
¿Qué hizo mal? ¿Por qué su pequeño Soobinnie terminó tomando aquel camino? ¿Desde cuándo empezó a sostener una relación pecaminosa con el sobrino de Eunhi? ¿Cuándo Choi Yeonjun le traicionó de aquella forma?
Namjoon estaba perdido y sin pista de cómo proceder, le era tan irreal el asunto, y entonces cae en cuenta de lo ciego que fueron todos. Porque una amistad de esa especial magnitud no era común, al menos no para lo usual.
Todo el día estuvo ausente y buscando una solución a lo que considera un grave problema, trató de distraer a Soobin con muchas obligaciones, como a Yeon, todo por órdenes de segundos, el que estén separados le era un mínimo respiro a sus nervios.
–Profesor Choi, ¿Todo en orden?
–Sí, sí...
–¿No ha visto a Yeonjun? Le ando buscando desde hace rato y no lo encuentro, seguro está con Soobin.
Joon se alarma por la mueca desaprobatoria del anciano que vive en la posada, se paralizó momentáneamente. Traga grueso y finge desentendimiento al recomponerse.
–¿Por qué asume que está con mi hijo?
–No es un secreto lo cercanos que son – se alza de hombros con desinterés –. Admito que su amistad es envidiable para muchos.
–No lo he visto – para hacer más pasable su mentira, añade: –, pero creo que iba a salir por ahí con unos amigos después de trabajar.
–De acuerdo, espero no tarde mucho, le pedí un favor – asiente con un suspiro –. Los jovencitos de hoy en día creen que por ser mayores pueden hacer lo que quieran sin consecuencias, creen que se las saben todas.
–Supongo que sí...
El señor Miyamoto le sonríe con aprecio al anciano.
–Usted ha educado a un hijo ejemplar, profesor, siga así.
La sentencia final hizo que le doliese algo en el pecho, el hombre se fue, ajeno de ello.
Tal vez y todo el descuido en el embarazo de Misaki fue lo que causó que Soobin tuviese un desvío, Nam no creía que la homosexualidad fuese una enfermedad, pero eso fue antes de que el tema le involucrase, y ahora es de todo lo que se quiere convencer. Tenía que haber alguna cura, todo aquel karma no tiene que pagarlo su hijo.
Ahí lo asume: No iba a sostener aquello y alcahuetear lo que sea que tienen los adolescentes Choi, no puede creer que hasta lo consideró para no herir a su hijo, porque una parte suya meditó la posibilidad de dejar que ellos terminasen con el tiempo, al madurar... Pero no, no iba a permitir que la imagen de su hijo se quiebre, que la sociedad lo rompa por tomar malas decisiones.
No va a permitir que Soobin sea señalado como él, tenga lo que tenga que hacer. Por ello, cuando obligó a Yeonjun a romperle el corazón a Soobin, cuando su hijo quedó destrozado tras la ida del azabache, Namjoon lloró en su habitación, porque el dolor de su propia sangre es lo que más le atormenta en la vida.
****🌼****
Fragmentos perdidos, Japón, 1979.
Desde el minuto en el que Yeonjun le llamó para ir antes a buscarlo, un mal presentimiento se instala en Chanyeol.
Había mandado a un chofer a recogerlo de Takayama, personalmente siempre iba por él, el cambio se debe a que fue una petición prematura y sin aviso previo de parte de su hijo. No le negó regresar más rápido de lo usual, porque intuye que se debe a un tema delicado.
Rose estaba en un viaje con sus amigas y no llegaría hasta la noche siguiente, él estaba ocupado en el trabajo con unas reuniones pendientes. A pesar de esto, sí se ofrece en recoger al otro azabache en la estación de trenes de Tokio, una vez llegue del viaje.
Basta con que Yeonjun salga del tren apresurado y notoriamente abrumado -más pálido y ojeroso de lo sano, con ojos hinchados y cabizbajo-, para que Chanyeol confirme que algo no andaba nada bien con su hijo. Hay un motivo de peso para su estado.
–¿Qué pasó, Yeonjun? – pregunta sosteniéndolo por los bombros en un intento de hallar su mirada, misma a la que el menor rehúye –. Es raro que vuelvas antes, tu llamada me preocupó.
–N-nada, no es nada – responde casi atropellando sus palabras, su garganta estaba reseca por todo el llanto que tuvo en el camino hasta la capital. Traga aquel peso en su garganta para que no sea más obvio en su hablar –. No quise estar más allá.
No es que fuese mucha diferencia regresar un día antes, pero considerando lo mucho que Yeonjun ama estar en Takayama...
–¿Sucedió algo malo? ¿Qué hay de Soobin? – ante la mención fue imposible no captar la tensión en el recién graduado. Ya lo sospechaba, pero esa actitud evasiva y conducta le estaban intranquilizando más, no es común que su hijo huya de los conflictos, menos si se trata de Soobin – ¿Discutieron?
–Fue algo peor que eso – masculla aprensivo, como si su cuello estuviese siendo estrangulado por una fuerza invisible que le obliga a someterse y callarse toda su agonía. Sus palpitaciones aumentan junto a su malestar, tiene nauseas de repente y unas ganas de llorar que hacen arder sus ya irritados ojos –. Te agradezco que no toques el tema, papá.
Chan supo que no era momento ni lugar para presionarlo. Se limita a acatar la petición y manejar a casa, Yeon se sentó en el asiento trasero y mantenía si cabeza agachada, con la capucha de su sudadera puesta; por respeto no lo chequeó en el retrovisor y encendió la radio, sin decir nada y permitiéndole sentir. Apenas y pisan la casa, el adolescente, se esconde en su habitación con prisa.
Yeol estaba contrariado, y no titubea al llamar a su secretaria para posponer la reunión, ya conversaría con los inversionistas y sus colegas, estaba más mortificado por su hijo.
Porque aquella mirada de Yeonjun y su actuar, todo le remueve una fibra sensible en sus recuerdos más traumáticos, y teme a que todas sus cavilaciones fuesen reales. No quiere apresurarse a sacar conclusiones, pero él conocía la desolación que reflejaba el ojos verdes desde que lo recibió más temprano en la estación.
Esperó a la cena para tener una excusa sólida y prudente para entrar al cuarto del menor tras tocar la puerta; imaginó que Yeonjun usaría la excusa de fingir quedarse dormido, y tal cual lo hizo. A la mañana siguiente no fue distinto.
Ya a la tarde que regresó del trabajo para chequear a su hijo y almorzar, se alarmó porque el muchacho apenas y salió del cuarto para tomar algo de agua, luciendo la misma ropa del día anterior y con un semblante más devastado que apenas y logra ocultar tras una máscara inexorable. Estaba pálido y ojeroso, ni siquiera sabe si ha probado bocado en todo el día.
–Yeon... Hijo, ¿Seguro que estás bien?
El chico esperaba unos segundos antes de asentir quedamente cada que le preguntó aquello durante la siguiente semana. Ni siquiera la presencia de su madre le hizo mejorar. La mujer estaba en misma medida angustiada, ninguno tiene pista de lo que pasó, o el por qué su hijo rechaza las llamadas de Soobin, quien hablaba con una voz que roza la desesperación e incertidumbre tras la línea telefónica. Nadie en la posada les daba razón de lo acontecido, porque nadie comprende. A veces sólo quiere acabar con todo y hacer caso a sus pensamientos nocturnos, pero desecha la idea por lo egoísta que es; jamás tuvo ideas suicidas antes, no empezaría ahora. Tendrá que acostumbrarse.
Eso mismo le había sucedido a Chanyeol en su momento, y fue peor, porque él sí llegó a lesionarse, las cicatrices estaban ocultas en su piel, pero por supuesto que su hijo estaba lejos de siquiera imaginarlo.
La situación se prolonga el resto del mes. Yeonjun bajó de peso, o dormía mucho o no dormía nada, apenas sale de su habitación y rechaza cualquier contacto con el resto, incluso con Soobin o su primo. Se vuelve arisco, pero de madrugada, al Chanyeol pasearse por la casa por agua o por algunos planos del trabajo, lo escucha llorar muy bajito, otras veces capta la luz encendida bajo la puerta, producto de los malos sueños.
Lo sabe porque muchas veces lo encontró sentado en el sofá, en dos ocasiones le dijo que tuvo pesadillas, sin nada más que aportar. Él sólo se carcome sin un rumbo de cómo actuar.
Chanyeol trataba, en verdad se esfuerza por inspirarle confianza, por demostrar que estaban para él. Rose quiso hacerle citas con el psicólogo, sin embargo, no tendría caso obligarlo, todo lo rechazó.
–Sólo déjame solo, papá.
–No puedes dejar de comer, deberías de salir un rato. Nos tienes muy preocupados, hijo.
–No es nada, luego comeré algo.
El segundo mes no estaba mejorando, si bien come más, parece que lo hace mayormente para que no le molesten. Tan mal era su aspecto, que ni su madre estaba presionando para que tomase una decisión sobre la universidad, le daba su espacio y, como su esposo, busca cómo conseguir que el chico se abra. Todo es en vano.
Una tarde que estaban solos los dos, el ingeniero se atreve a sentarse en el sofá junto al menor, quien mira la televisión ausente, como si la imagen estuviese a una enrome distancia y su cerebro divagase perdido en algún rincón interior; parece más un ser sin vida que persona.
Como le ocurrió a él cuando perdió a Baekhyun. Y como su papá, eso sólo le hace estar peor.
–Yeonjun, no sé lo que está sucediendo contigo, pero puedes contarme – hace uso de su comprensión al dirigirse a él. Entre ellos no era fácil el comunicarse, se culpa por haber sido quien se distanció de su hijo y hacer justo lo que juró no hacer. Quiere remediarlo, no debe ser tarde: –. Puedes confiar en mi si...
–Pero dijiste que no cuente cosas personales a la familia, ¿Recuerdas? – acorta el discurso del adulto con más amargura y rencor de lo que pudo controlar. La expresión triste que porta ahora el ingeniero hace que se retracte un poco, apretando sus puños en exasperación; lidiar con sentimientos y emociones era muy agotador últimamente. Apaga la tele con el control y se queda viendo la pantalla ahora apagada por unos instantes, un pesado silencio se instala antes de que inhale y se decida en retomar con menos agresividad: – Esto es demasiado personal y profundo, y sé que podrá lucir como cualquier chico joven hablando, pero es en serio, papá. Prefiero... Estar solo y callármelo.
"Tal como yo lo hice, por mi incapacidad de llegar a ti, estás viviendo lo mismo, Junnie. No quieres estar solo ni callarte, estás gritando por dentro y deseas compañía" El duro trabajo que implica para Yeol expresarse en alto hace que se trague la enredadera de emociones que le oprimen por dentro.
No es capaz de exigirle que le cuente y se abra, tampoco está listo para afrontar sus propias verdades con su hijo, y ni siquiera sabe a ciencia cierta si su teoría sobre Soobin y Yeonjun es real. Cabe esperar, esperar por lo mejor.
Acaricia con titubeo la cabeza de su hijo antes de levantarse resignado y con desgano, es su intención incomodar más con su presencia.
–Comprendo. Estoy para ti.
–Gracias, papá.
–Y Yeonjun... Lo que dije esa vez estuvo mal.
Jun escapa un suspiro mientras Chanyeol desaparece y vuelve a estremecerse ante el frío en sus huesos, calándole por dentro. Duda que, de contarle a su padre, el hombre de gran moral y cabeza de familia, vaya a continuar otorgándole su consuelo. Lo más prudente es su soledad, mantener el miedo que le impide hablar con libertad, ahí estaba seguro y mantiene estable la vida de todos a su alrededor.
Ninguno de ellos dejó a su amor por satisfacer al mundo porque, simplemente, ellos nunca quisieron vivir para las expectativas del resto, sin embargo, el pecado estaba en que su debilidad era salvaguardar a una única persona, precisamente a esa misma a la que amaban: Soobin y Baekhyun, por quienes fueron capaces de sí ceder a la humanidad corrupta, salvándolos de un destino cruel, según su perspectiva.
Oh, Chanyeol y Yeonjun eran tan iguales sin percatarse...
*🌼*
Lo más duro fue el inicio al sobrellevar los primeros meses tras la ruptura. Para todos fue tan extraño y repentino, creyeron que se trataba de una discusión entre amigos, pero Nam y Arin conocen la verdad de las bolsas negras bajo los ojos carentes de vida, de la inapetencia, los vómitos, el insomnio, la agonía y el aspecto deplorable de Bin. Saben de sus gritos y sollozos por la noche, de sus cartas ignoradas, llamadas rechazadas y ausencia sin palabras.
Soo no se abre a su padre, por supuesto, a su ex profesora apenas le contó acerca de la ruptura.
Nam no imagina que Yewon era participe de esa relación que sostuvieron los Choi antes, imagina que es el único enterado.
Ellos dos trataron de sacarle a Beom información, quisieron saber qué cosas le comentaba Soobin, en caso de emergencia, pero el chico se negaba y les decía que sólo les podía aconsejar mantenerse junto al rubio para darle consuelo.
Soobin estaba viviendo la peor decepción y dolor de su corta vida, ni cuando conoció la historia de su madre se sintió tan destrozado. Fue tal el martirio, que quiso ir tras varios meses de ser ignorado, quiso correr hasta donde estaba Yeonjun, allá en la capital, y eso le trajo muchos problemas con su padre al confiárselo, erróneamente creyendo que lo apoyaría.
–No te vas a ir a ningún lado, Choi Soobin, entiéndelo.
–Papá, entiéndeme tú – enfatizaba al borde del llanto, de la incertidumbre –. Algo malo sucede con Yeonjun, m-me tiene demasiado preocupado.
–El que se marchase y no se comunique contigo debería de ser suficiente para intuir que no le importa que estés así, Soobin. Si estuviese mal, te lo habría dicho, ¿No? El no tener respuestas también es una respuesta – aseveró, siendo tajante –. Déjalo tranquilo y ten dignidad, actúa como hombre.
Aquello le caló hondo a Soobin, porque la sensibilidad y la inseguridad se arraigó a él desde la ida de Yeonjun. Uno de sus peores puntos débiles fue sacado por su padre, y sin conseguir refrenarlo, sus lágrimas caen en silencio, sólo que no agachó el rostro, como solía hacerlo en el pasado. Miró a Nam, dolido por sus palabras duras, y el de lentes poco a poco pareció disipar sus humos.
Se levantó con resignación del sillón, sigue siendo menor de edad y no tiene mucho dinero, tampoco sabía si sería bien recibido en la capital, estaba desesperado, pero no tiene caso persistir en un plan torcido.
–A veces quisiera que pudieses comprenderme un poco más sin necesidad de hacerme trizas, papá.
–Estás castigado – fue difícil mantener su semblante con aquella voz rota y ronca de su hijo, pero era por su bien –. No te atrevas a desobedecerme, soy tu padre y sigues bajo mi tutela, Soobin.
Ambos extrañaban cuando era fácil, cuando eran unidos, porque la brecha iba empezando a formarse entre ellos, más grande que nunca.
*🌼*
Cuando la carga y el peso eran muy grandes y le acongojaba la ansiedad, la depresión y los pensamientos negativos debido a los abrasivos recuerdos, Soobin iba a la iglesia. Aunque en su subconsciente se siente impuro de estar dentro del templo sagrado, le perforan la mente las blasfemias que le dijeron acerca de los de su clase desde que era un niño, porque ahora que no estaba en su burbuja distractora llamada Choi Yeonjun, regresa a su mayor carga de conciencia: Pecar al ser distinto.
¿Acaso su castigo por serlo fue que le arrebataran a Yeonjun?
En su cabeza estaba aquella vez que narraron los Génesis que le atormentaron desde los siete años, y ahora le apuñalan como unos clavos que calan hondo, una ironía al estar frente a la imagen sagrada del hombre en la Cruz; nunca entendió por qué les gustaba plasmar aquel momento agónico de su sufrimiento, suponía que como recordatorio de su sacrificio. Personalmente prefería dibujar al mesías con flores y sonriente junto a criaturas puras, pero él no era nadie para juzgar tradiciones.
Reza por tanto rato que las rodillas y piernas le duelen, se acalambran sus extremidades y le tiemblan al pararse. Era una rutina que se repitió por ciertos meses, ya estaban acostumbrados a verle ahí, querían brindarle consuelo y ayuda, pero sabe que, de confesarlo todo, no lo mirarían con misma compasión.
Pedía perdón por su desobediencia, otras veces se lamentaba haber nacido errado, en ocasiones rezaba y rogaba para que Yeon regresase.
Esa tarde, una semana luego del intento fallido de Soobin para huir, Beom entró y encontró a éste arrodillado, solo en una banca del fondo. Se aproxima y se persigna antes de sentarse a su lado, observando al opuesto con pesar; sólo él es testigo de la fuerza con la que rezaba, de lo duro que era para él la ausencia de Yeonjun.
–Sigues rezando por lo mismo – aventura con delicadeza.
A Soo le asustó la interrupción, sigue con ojos cerrados, manos unidas en oración y derramando una que otra lágrima en silencio, mismas que caen lento y a cada ciertos minutos; desde la pelea con su pare estaba así de susceptible.
–No sé si Dios me escuche mucho.
–¿Por qué no? No eres menos que nadie.
–Todos dicen lo contrario – responde sin vacilar, con un apis de recelo en el fondo de su garganta cuando termina su oración y se voltea finalmente hacia el dongsaeng –. Si supiesen lo que somos, no estaríamos aquí dentro, nos incendiarían.
–Los humanos son unos hipócritas – es todo lo que se atreve a decir, porque no puede desmentirle, por más que lo desee. A él igual le daba cierto escalofrío entrar ahí después de descubrir su orientación, no es muy bien recibido, incluso cuando nadie es conocedor de lo que es. Sun embargo, sigue siendo creyente, tiene que lidiar con los demás que le señalan, justo como debe hacerlo Soobin –. Nos piden que tengamos fé, que nos amemos entre nosotros como iguales y que Dios perdona con su misericordia, pero son los primeros en creerse dignos de juzgar y decir que Dios nos quiere muertos por justamente amar – su vista se posa sobre los cuadros celestiales, sobre el altar frente de ellos, tan precioso y ordenado, tan emotivo y celestial; la diferencia de él con los demás ahí dentro, es que sí siente aquello con el corazón, no porque se lo impusieron –. Es irónico, él nos dio vida, nos hizo nacer así... No dudes de ti nunca, por nadie, hyung, porque Dios no comete errores.
Soobin no consigue eliminar las gotas saladas que se le escapan nuevamente por los ojos, suelta un sollozo quedo y se incorpora para sentarse junto al castaño, tomando su mano.
–Juro que eres el único que me entiende, Beomie – le otorga una sonrisa conmovida al chico, señalando con un ademán hacia el altar –. Creo que por eso él te mandó conmigo.
Gyu le regresó la sonrisa, apretando su mano en total emotividad, sus propios ojos picaban porque es muy sensible por sus seres queridos. Por eso reza para que Soobin no sufra tanto, no lo merece.
–Tú eres mi ángel, hyung.
En efecto, eran un gran consuelo para el otro.
****🌼****
Fragmentos perdidos, Japón 1980.
Yeonjun no se atreve a darle la cara a Soobin, era más que notorio en aquellas alturas. Era su manera de no confrontar a Namjoon, de no causar problemas para el menor, para él mismo, por más cobarde que suene. Tiene en cuenta que sus tías le cuentan de su vida a Soobin cuando pregunta, era sorprendente para sí mismo su autocontrol para no romper el trato de distancia y no ceder a sus ganas de mandar todo a la mierda, como si fuese un adicto recayendo.
Pero no era obsesión, no era apego, era amor, uno prisionero de una mentira cruel. Es lo mismo que una enfermedad, como cortar las alas de un pájaro.
Quiere superarlo, quiere que Soobin lo supere, o hacer que le odie, que crea que él avanzó para que el rubio también lo haga. Pero, por otro lado, quiere que el chico no lo olvide, que no esté con otra persona; era una contradicción constante que de milagro no lo había enloquecido a tales instancias.
Quiere que Soobin sea feliz, pero hubiese sido mejor si lo fuese a su lado, he ahí el conflicto.
La universidad lo distrae un poco, es su actuación de estar bien lo que más le drenaba y ponía exhausto, pero al menos todos le creen ilusamente. Sorpresivamente, el más difícil de convencer es Chanyeol.
Lo más raro, es que su progenitor se ha vuelto una especie de consuelo silencioso. Le asombra, porque ha sido bastante paciente y atento con él, no ha empleado mano dura como pensó que lo haría al pretender sacarle lo que esconde. No sabe si el hecho le incomoda o lo agradece, el tema de su padre siempre sería un terreno sinuoso.
Aquel era el único modo en el que Chanyeol lograba conectar con Yeonjun: No insistiendo, dando espacio y mostrando su apoyo en silencio, porque ya bastante mal le había ido cuando hablaba. Prefiere no arruinarlo y seguir de aquella manera. Ninguno está listo para confesar, pues los dos, al fin y al cabo, tomaron mismas decisiones de seguir en la inercia de una monótona vida porque creían que era lo correcto.
El problema es que hay cosas que escapaban de sus manos, como cuando una noche llegó antes de trabajar y su esposa no estaba, encontrando a un Yeonjun llorando y tomando de una de sus botellas.
Yeonjun velozmente se enderezó y limpió sus lágrimas, sorbiendo su nariz y depositando la botella en la mesa, como si el vidrio le quemase.
–Lo lamento, t-te la repondré.
La bebida es lo de menos, ni por su elevado costo le importaba. Chan deja las llaves con cautela y se aproxima preocupado hasta el estudiante, le duele que no levante la cara y esté tan inseguro de él.
–Llorar está bien, ¿Sí? – expone con simple elocuencia – Los hombres lloran y sienten, hijo.
–Estoy harto de hacerlo, no soluciona nada – musita con una negativa.
–Funciona, en realidad – sostiene con un exhalar, ubicando las palabras correctas –. Es como las nubes cuando se cargan de agua, necesitan soltarlo todo, así truenen al chocar.
Yeonjun resopla, el alcohol que consumió no fue suficiente para embriagarlo, mas sí para hacer que sea más transparente, mostrando sus emociones más sueltamente. Estaba frustrado, molesto y jodidamente deprimido.
–¿Por qué estás jugando al papel de padre preocupado ahora? Ni siquiera sabes la causa de mi malestar.
Otra vez un golpe en su intento de paternidad. Chanyeol no agacha el rostro o se marcha rendido, a pesar de ello, sino que muestra aquella convicción testaruda.
–Porque mi papel como padre es estar para ti, te lo prometí cuando naciste. Así no me lo cuentes, así te cierres y me trates con esa rabia que tienes dentro, así te desquites conmigo, así... – flaquea brevemente antes de decirlo, pero lo consigue, sin apartar la vista de los pares verdes: – Así no desearás que yo fuese tu padre, es lo que soy, seas como seas, y sea yo como sea.
Una astuta oración implícita que ruega sirva de algo para que el chico comprenda lo que quiere decir: Estaba para él sin importar la verdad.
Es lamentable que todavía Yeonjun no estuviese listo, pero al menos le reconfortan un poco las palabras del ingeniero. Sus ojos se vuelven a humedecer y muerde su tembloroso y mallugado labio, le cuesta pasar saliva, su lengua aún conservando el toque de tequila.
–¿Estás seguro de eso? – cuestiona escéptico, con un sarcasmo muy triste que se oculta en una sonrisa apagada – ¿Insistes en que me aceptarías como sea?
–¿Tú me aceptarías como sea, hijo? – rebate en misma forma, con igual urgencia. Los dos comparten una mirada prolongada que le dice que, en efecto, con todo y el daño de su relación familiar, con todo y su distancia, su hijo lo amaba. Y con eso no necesita nada más. Inhala y rompe el contacto antes de que sus propios ojos se desahoguen, agarrando la botella para llevarla a su sitio y aclarando su garganta – Tu respuesta es la mía.
Jun observa sin decir nada en todo el rato, fue un intercambio muy extraño pero que le aporta cierto apoyo. Su padre estaba por irse, por lo que se apresura a seguirle, trastabillando un tanto por su estado.
–¿Algún consejo?
Chanyeol se detuvo y un deje de esperanza se instala en él con el pedido, porque significa que Yeonjun estaba tratando un poquito de involucrarlo, confía al menos mínimamente en él.
–Llora y grita, lo que tú quieras para sacar el dolor, pero nunca dejes de sentir – contesta sin mucho que pensar –, porque ahí, ahí es cuando estás perdido, Healing, y créeme que es una pesadilla.
Yeonjun apreció el consejo, casi nunca le había pedido uno a su padre, pero reconoce que, por más simple que parezca, es bastante acertado. Claro, no puede tomarlo al pie de la letra como quisiera. Nunca se le cruzó el hecho de que Chanyeol sospechase lo que le acongoja, le era imposible considerar que su padre supiese su historia con Soobin.
Por su parte, Chanyeol no intervino en el lapso de tiempo que su hijo estuvo desorientado, sin rumbo, porque como padre debe darle consuelo, pero también espacio para que aprenda, para que crezca y tome su camino. Confiaba en Yeonjun y confiaba en Soobin. Sólo intervendría en caso extremo, pero quiere que su hijo tome las riendas, él le brindaría su apoyo sea cual sea su decisión.
Y si lo consideraba prudente en dada instancia, le contaría su verdad, todo por ayudarle, así Yeonjun termine por repudiarlo... Porque él amaba a su hijo, tanto como le hubiese gustado que su propio padre le amase a él, con todo y su orientación, con todo y su adorado Baekhyun.
*🌼*
–Finalmente tenemos un hogar.
Soobin lanza una mirada de soslayo hacia su padre, quien cargaba la última caja pesada hasta depositarla en la sala de la bonita casa que compraron entre Arin y él, posterior a la venta de las propiedades que poseían, sumando sus ahorros. El ex profesor de piano estaba contento y más que entusiasmado de vivir finalmente los tres en una misma vivienda, y no es que Soobin fuese un huraño o malagradecido, sólo que no tiene tanta emoción como para demostrarlo en cada poro. Sí, considera que fue mejor salir de la posada que tanta nostalgia le da, tampoco es que esté cómodo bajo el mismo techo de las tías de Yeon, ya no era igual que antes. Siguen siendo gentiles con él, pero desde lo acontecido con su sobrino se fueron volviendo más distantes; cosas que suceden cuando dejas de ser un niño y creces, los adultos te son más indiferentes.
Namjoon no sólo por ello tomó cartas en el asunto al mudarlos, sino que lo hizo para que Soobin supere a Yeonjun de una buena vez, no lo haría si continuaban en aquel sitio cargado de recuerdos y de la mismísima familia del chico. Además, ya lo iba planeando hace mucho con su ya prometida, Yewon, y ella estuvo más que de acuerdo.
–Era un hogar desde antes – no controla el comentario medio ácido, con matices recelosos que suenan a reclamo. Escucha el exhalar de su padre, pero no le encara.
–No completo – corrige con cierta comprensión, no quiso lastimar a su hijo, estaba siendo complicado tratarse desde hace un tiempo –. Sabes a lo que me refiero, Soobin.
–No tenía claro que un hogar no estaba completo sin una mujer a tu lado, papá– reconoce que su ironía rayó en irrespeto. Gira de inmediato hallando al hombre completamente serio. Se arrepiente al segundo que divisa un apis de decepción en él, dando una reverencia apenada –. Lo lamento, no quise...
–Sólo... No te comportes mal delante de ella, finge un poco de gusto, al menos por decencia. Yewon te adora y no merece desplantes, Soobin.
–Y yo a ella, estoy realmente feliz por ustedes, no pretendo hacerle ningún desplante – defiende con diligencia, justo entonces sus demás palabras se cortan al Arin entrar por la puerta junto a unas cajas livianas, deteniendo sus tarareos al examinarles con curiosidad por lo rígidos que de repente están.
–¿Todo en orden?
Soo decide desistir y soltar el aire, si se mantiene ahí iniciaría una discusión sin sentido, y no quiere arruinarles la atmosfera a ellos; tiene claro que a veces era su culpa el que creyesen que repele todo.
–Voy a desempacar, estoy agotado, con permiso.
El rubio se pierde por las escaleras que llevaban a las dos habitaciones de la primera planta, era una casa modesta para tres personas, bonita y en una zona decente, y como el sitio estaba vacío -pues no han desempacado-, se oyen perfectamente las pisadas y el cerrar de la puerta.
Namjoon reniega en desacuerdo y despista a Yewon con la tarea de desempacar. Obviamente la astuta mujer insistía en cuestionarle si estaba todo bien, porque antes de la charla con Soobin estaba notoriamente más alegre, y ahora no consigue esconder lo apagado que estaba por la actitud del chico. Ya ni sabe cómo ir con él, no era tan sencillo como cuando el chico era un pequeño que lo buscaba, ya no era su héroe.
Yewon decide respetar el espacio de su prometido y opta mejor por dejar pasar el día en calma, hasta la hora de la cena que va en busca de Soobin a su habitación, de donde todavía no ha salido. Entra con una amena sonrisa cuando el chico le da aprobación después de tocar, hallándolo sentado en el suelo y organizando fotografías en su álbum; medio las cubrió, pero sus ojos apagados demuestran que se estuvo torturando con los viejos buenos tiempos capturados.
–Binnie, ¿No vas a cenar?
–Tengo poco apetito, perdón.
–No te disculpes por eso, pero no me gustaría que dejes de comer, no te hace bien.
–Prometo mañana desayunar y no saltarme comidas – promete con cansancio, agrupando todo para guardarlo en su sitio, cada foto en su lugar, guardadas en sus recuerdos más atesorados.
"Que mal hábito humano de ver cosas tristes para deprimirse más" Bin tuvo que estrujar sus ojos con discreción y ayuda de su suéter, previniendo cualquier cosa.
La profesora lo aprecia con una impotencia enorme, quiere acercarse y abrazarlo, aconsejarlo o sencillamente escucharlo, desea darle postres deliciosos, o cantarle como cuando era un niño, cualquier cosa para aliviarlo... Pero es participe de que el pesar que le acongoja no se borra así como así. No es ella quien puede hacer algo, sino el mismo Soobin, y sería lo ideal si cierto azabache colaborase, o que Namjoon fuese más empático, pero ya que ninguno estaba...
–Cielo, no pretendo reemplazar el puesto de tu madre – suelta de pronto, captando el interés de Soo. No tiene claro si debió decirlo tan directo, pero le urgía hacerlo, y sólo puede detallarlo con honesto aprecio y con preocupación –. Recuerda eso, ¿De acuerdo? Puedes charlar conmigo sobre lo que tú quieras, pero que sea por elección y no por obligación.
Soobin es consciente del hecho, y está sumamente agradecido de contar con ella, pero a veces está tan agotado que no tiene ganas de hablar. Tal vez no se siente del todo comprendido, está en una etapa donde prefiere cerrarse y pelearse con el mundo, mas jamás ha sido su intención el herir o hacer sentir mal a la mujer que ha estado siempre ahí para él.
–Lo tengo muy presente, ya no es algo que me incomode – se esmera en sonreírle, a pesar de que sus labios están sellados y sus comisuras no se eleven tanto –. Es lindo compartir techo con usted, señora Choi.
Y era franco, ella lo tiene claro, pero quisiera que pudiese ser más llevadero el asunto, que aquel diciembre acabe el año sin tanto sufrimiento de parte de quien considera como un hijo.
****🌼****
Fragmentos perdidos, Takayama, 1980.
Entre Soo y Gyu sobrellevaron su ultimo añode preparatoria sin enloquecer, fue más tedioso considerando su separación abrupta con los primitos que llegaron a revolverles la vida, y quienes no se hicieron responsables del daño una vez hecho. Soo en oportunidades tenía discusiones con el castaño producto de su desequilibrio emocional, y viceversa, pero lo estaban afrontando sanamente y manteniendo la comunicación. Innegablemente eran un gran pilar para el otro.
Bajaron su promedio en un principio, pero con ayuda mutua, y de Yewon, lograron nivelarlo y graduarse con honores. La celebración fue muy modesta y tradicional, realizada en el patio de la preparatoria. Asistieron padres, familiares y amigos de los alumnos, ahora que la ceremonia culminó, todos estaban tomando fotos y acercándose a recibir las felicitaciones.
Hubo un momento a solas con su ex profesora de primaria, la mujer estaba llorando de goce y otorgándole abrazos y besos mientras les sacaba fotos.
–Son estudiantes ejemplares, estoy sumamente orgullosa de los dos.
–Gracias, señorita Arin – Beom acomoda su birrete y llama la atención de su amigo con un empujoncito de hombros amistoso –. Levanta el ánimo, hyung, ¡Al fin salimos de esa pesadilla!
–Estoy animado, bobo – Bin entorna sus ojos, estaba feliz, sólo que se encuentra ausente escaneando patéticamente el sitio desde que inició el acto –, la diferencia es que tú eres un gritón.
–Pesado aguafiestas.
Yewon logra separarlos antes de que prosigan sus aniñadas discusiones, Beom se va con sus padres un rato, y es antes de regresar con Nam, que enfrenta con tristeza al decaído rubio, inquiriendo si estaba bien. Soobin no pudo mentirle, claro, y confirma que la ausencia del chico se debió a un factor muy clave:
–Él no vino, ¿Cierto?
Las esperanzas de tener a Yeonjun ahí, diciéndole que lo extrañaba y que lo quería cerca nuevamente, o al menos para felicitarlo por los viejos tiempos, se desvanecen cuando la castaña escapa una boconada y niega con pesar.
–No, no vino, Binnie. Tal vez te envíe algo después.
Pero, lamentablemente, no lo hizo...
*🌼*
Una cosa es esconder unas pocas cartas que su hijo intenta enviar a la ciudad, otra es estar al pendiente de lo que a éste se le ocurra hacer para contactar a Yeonjun, pero una muy distinta es recibir una llamada como la que, por suerte, no llegó a Soobin esa noche después de la cena en honor a su graduación. Fue una casualidad que Namjoon iba paseándose por la sala cuando el teléfono sonó, porque de lo contrario, la historia sería otra.
–¿Bueno? – Nam se extraña por el silencio, jura que alguien contuvo el aliento del lado opuesto, lo que le tensa al instante – ¿Hola?
Resulta que Yeonjun tuvo que tomar todo el valor en su cuerpo para no flaquear y colgar, se recuerda que para algo se atrevió a llamar tras tanto martillearse.
–Buenas noches, profesor Choi.
Un corto y totalmente pesado silencio se instaló en medio tras la introducción. Hace un año prácticamente que Namjoon no oía esa voz, su cuerpo entero se estremece, la culpa y la irritación batallan dentro suyo. Se aclara la garganta y se cerciora que nadie esté cerca para responder, firme, pero en voz baja:
–¿Qué haces llamando a mi casa, Yeonjun?
–Mis tías me contaron acerca de la graduación de Soobin, me dieron el número, sólo quise...
–No.
Bueno, no esperaba menos que el rechazo, sin embargo, no significa que a Jun no le afecte.
–Señor Choi, por favor, sólo quiero hablarle un minuto y felicitarlo.
–¿Hablarle como si nada? Yeonjun, dudo mucho que si quiera estés razonando adecuadamente al respecto con esta llamada, empezando porque fue un irrespeto y una osadía el pedir nuestro número. Lo suyo acabó, han avanzado, es absurdo que aparezcas de repente por un arrebato de nostalgia.
–No es un arrebato de nostalgia, independientemente de lo que tuvimos él y yo fuimos mejores amigos desde niños, quiero felicitarlo – se defiende con un diminuto titubeo, desde la última vez el hombre le daba cierto miedo; no por algo es producto de su mayor trauma hasta ahora –. Le envié un regalo, yo...
–Soobin no necesita ni tus felicitaciones ni tus regalos, sino que te alejes– acorta discretamente, revisando por sobre el hombro, en la ventana divisa a su hijo junto a Gyu conversando, pero adentro de la casa hay gente que invitaron a celebrar, entre ellos precisamente las tías del pelinegro, y no quiere que nadie se entere de la llamada –. Estamos mejor sin que te acerques a él, no te necesita. Déjalo de una vez avanzar, Yeonjun.
Yeon desea convencerse de que son únicamente palabras de Namjoon para derrumbarlo.
–Está siendo muy injusto y duro con nosotros.
–Ya no hay un ustedes – se reprocha por su exclamación ofuscada, casi hizo que el viejo Miyamoto le atrapase al ir caminando hasta la cocina. Esperó prudente unos pocos segundos y masajeó su sien, le estaba comenzando una migraña –. ¿Crees que me gusta tratarte de este modo? No, pero no me das alternativa.
–Yo quiero a Soobin, señor Choi– afirma con la presión invisible en su tráquea que hace tambalear sus cuerdas vocales en medio de una súplica –. Al menos permítame estar como su amigo, sólo eso, lo juro.
–Sabes que eso no funcionará de nuevo, ya yo no confío en ti ni en mi hijo – contesta luego de unos segundos, no va a negarse que le remuerde tener que enfrentar al muchacho y, por si fuera poco, ser el que se meta en medio de lo que hace a su hijo feliz, su único consuelo es creer que era lo ideal, que ese goce de los jóvenes no era más que una mentira momentánea que les costaría caro a futuro. Los estaba salvando de sí mismos –. Yeonjun, toma mi consejo. Empieza a conocer chicas, sal, vive tu vida, Soobin empezará a hacer lo mismo, no te estanques por una etapa.
–¿Y si no quiero conocer a nadie más? – lo reta, ya estaba obstinado de que lo minimice y no le escuche en lo absoluto – Usted no quiere que alguien más sea su héroe, no comprende que ya no son sólo ustedes dos contra todos.
Fibra sensible.
–Yeonjun...
–Usted no puede controlarlo y manipular su vida para siempre – ignora la advertencia –. Soobin debe...
Aquel fue el detonante en el temperamento de Joon. Usó su faceta más intimidante para atemorizarlo y cortarlo en seco:
–Escúchame bien, no permito que llames a mi casa a darme amenazas ni instrucciones sobre cómo ser padre con mi propio hijo. Puede que seas de la ciudad y tengas mejor posición que nosotros, pero no tienes ni idea de lo duro que trabajé para que él lo tuviese todo, no sabes nada de la vida, Yeonjun, y no pienso permitir que destruyas la suya por tu egoísmo. Yo ya fui claro contigo y estoy siendo muy paciente para no colgarte ya mismo.
–Señor...
–No se te ocurra regresar o buscarlo a él, porque voy a tomar acciones públicas y legales. Ahórrale ese dolor y vergüenza a tu familia, y sobre todo a Soobin.
Sin más, el teléfono fue colgado y Yeonjun quedó congelado en su sitio, le picaban los dedos para volver a insistir, pero corre el riesgo de que el hombre no mienta y le meta en más problemas. Si bien está dispuesto a todo por Soobin, no era aquella la manera, sólo complicaría más la situación, el señor Choi era capaz de cumplir sus amenazas. Únicamente le queda esperar en la desdicha.
Nam dejó el teléfono descolgado en disimulo para que no sonase más.
Justo al haber cortado la comunicación, Soobin iba entrando junto a su amigo, y frunció el entrecejo por cómo estaba su padre jalando sus cabellos con insistencia al peinarlos hacia atrás.
–¿Quién era, papá? – tiene una medio esperanza al fantasear que se podía tratar de Yeonjun – ¿Hablabas por teléfono?
Joon claro que lo imagina, así que sacude en negativa su cabeza y hace como si nada.
–Un número equivocado, fue una molestia para que entendiera.
Soo vuelve a su decepción, siendo distraído por Arin y Gyu el resto de la noche. Su hyung nunca apareció, y el regalo fue escondido por su padre antes de que siquiera llegase a sus manos.
Yeonjun no volvió a llamar tampoco, por un prolongado lapso de tiempo.
*🌼*
Las ironías de la vida van y vienen, era como un karma que Namjoon se pregunta si tiene, pues la paranoia y la preocupación por su hijo le hacen ver demonios donde sólo hay ángeles.
La personificación de esto es nada más y nada menos que Beomgyu, quien recientemente parece muchísimo más cercano y unido a su hijo desde los sucesos de partida de Yeonjun. Sí, siempre fueron amigos y solían estar mucho juntos, pero nunca le generó gran revuelo, ahora cualquier cosa le pone alerta, y es que cuando un día amaneció, el chico estaba en pijamas bajando del piso de arriba, seguro de la habitación de Soobin.
No es que antes no hicieran pijamada, pero, nuevamente, ahora Nam está más que atento.
–¿Qué haces...? – deja de freír los huevos en la hornilla y detalla ceñudo al menor – ¿Pasaste la noche aquí?
Beom da una reverencia y acomoda su enmarañado cabello, sonriendo ligeramente en educación.
–Sí, buenos días, señor Choi.
–¿Tus padres no se molestan con que te quedes a dormir con un amigo?
–No tendrían por qué, ustedes son de confianza para nosotros – ladea su cabeza en confusión por la repentina pregunta –. Soobin y yo hemos sido amigos desde los doce años.
–Claro – suspende al aire la palabra, volviendo a lo suyo antes de que se le quemara el desayuno.
Había mucha tensión palpable, y como Gyu es un chico muy franco y hablador, aborda el tema con un tono quedo:
–¿Le incomoda mi presencia aquí?
No va a decir que le sorprende, Nam conoce al castaño desde que su hijo lo presentó un día de escuela, sólo que tenía los nervios de punta en su interior.
–No, no es eso, Beomgyu. Me preocupa lo que otras personas dirán de ustedes.
–A nosotros no nos afecta la opinión del resto, no se preocupe, señor Choi.
–Debería, al menos en cierta medida.
Sí, la actitud del padre de su mejor amigo era muy desconcertante, y no es que ha pasado desapercibido cómo recientemente era visto y espiado por el adulto cada que estaba con Soo, creyó que eran cosas suyas, pero ahora parece ser que sí hay una especie de preocupación de parte del de lentes por su cercanía con Bin. La razón le es desconocida, pero prefiere afrontarlo, sea lo que sea:
–Lo que digan no tiene que afectar mi amistad con su hijo, sino dejaría de ser feliz para darles el gusto a ellos. Soobin es mi mejor amigo, señor Choi, no me avergüenzo de ello – lo ha enfatizado de la forma más respetuosa posible, captando todo el interés del sujeto frente a él. Casi vacila porque, vamos, Nam era gigante y daba cierto miedo estando serio, pero no va a detenerse ahora –. Quizás le incomode, lo lamento de ser el caso, pero hyung merece amigos que estén para él en todo momento, sin importar nada, y sé que usted quiere lo mejor para él, ¿No?
Ahora sí confiesa para sí mismo que estaba asombrado por cómo el ojos cafés le confrontó, y pudo leer nada más que franqueza en éste, tanto, que hasta se siente mal por dudar de él. Quiere disculparse o al menos contestarle, cuando los pasos de Soo les interrumpen.
–Beom, ¿Bajaste tan ráp...? – el rubio examina la escena con cautela una vez aprecia las expresiones de ambos, intercala miradas para asegurarse que todo estaba bien y que esa pesadez en el ambiente fuese su imaginación – Hola, papá.
–Hola, hijo – saluda quedamente, rendido al verificar la hora; comería en el camino, iba tarde al trabajo –. Los dejaré comer, debo irme ya.
Ninguno pudo decirle más, pues el de lentes desaparece y les deja el desayuno listo, su porción abandonada, aparentemente. Soobin va hasta la mesa sin entender todavía nada.
–¿Te dijo algo?
Beomgyu lo medita un instante antes de negar y darle una sonrisa tranquila.
–Nada, charlamos de cosas sin relevancia.
Claro que Gyu sí conoce las miradas de Namjoon, y sabe qué quiso insinuarle, pero su amigo no tiene que ser partícipe de esto, no cuando ya carga mucho encima.
****🌼****
Fragmentos perdidos, Takayama, 1981.
Namjoon fue un iluso al imaginar que todo iba de maravilla, porque su hijo entró en la universidad como tanto le insistió, porque no gritaba en sueños ni lucía tan abatido -según su punto de vista, comparándolo por supuesto con el inicio de la ruptura-, y hasta se llevaba ligeramente bien con sus compañeros de clase. Soobin aparentaba estar avanzando, dejando una mala etapa atrás.
Oh, cuan equivocado estuvo.
–¿En qué estabas pensando, Choi Soobin?
Cada discusión se tornaba más pesada con el transcurso de las estaciones, a un estado en el que la tensión se mezcla con un amargor muy fuerte cada que padre e hijo se confrontan entre malas miradas, reproches y exclamaciones, mas no cruzaban la delgada línea del irrespeto, al menos no con insultos. Sin embargo, hay otras formas de herir, no como las peleas en la casa de infancia se Nam, donde habían golpes o humillantes apodos groseros, sino con el semblante furioso y filoso de Soobin cuando está muy frustrado, como ahora.
–Tengo derecho a elegir dónde estar – quiso sonar diplomático, sereno, pero hubo cierto rencor deslizándose en el fondo de su sentencia. Y es que estaba reprimiendo sus lágrimas de impotencia desde que Namjoon le jaló del brazo y le prohibió su escape, como si no tuviese derechos. Nunca Joon estuvo tan furioso frente a él, y en una parte recóndita, le asustaba, por más que le doble en tamaño y no sea tan débil ahora –. No había necesidad de armar un escándalo en la parada de buses y arrastrarme hasta acá, ni siquiera hice uso de tu dinero.
–Un ser humano puede cometer locuras y llegar un día haciendo bestialidades, pero hay normas, hay autocontrol.
–No estaba haciendo ninguna bestialidad.
Nam no detuvo su risa sarcástica, no prestó mínimo interés al comentario.
–Claro, al ser mayor de edad crees que tienes el poder de comerte el mundo, pero él te come a ti en un segundo, Soobin.
–¡No soy esa clase de chico! No compares tu caso con el mío, yo no...
La sentencia se detuvo en seco por el golpe duro en la mesa, todo lo que estaba en la superficie se derrumbó, hasta un vaso de vidrio se estrelló contra el piso en un estruendo que hizo callar y sobresaltar a Soobin, haciendo que entre en razón:
Su padre le miraba con las fosas nasales extendidas tal como un toro, sus lentes se cayeron por el esfuerzo y seguro se estrellaron, su puño tenía un corte y una inflamación, casi estuvo por clavarse el vidrio roto de haber apuntado mal, pero el hombre no se inmuta, se acerca a él de un paso que hace por instinto retroceder a Soobin, sus orbes echaban... No fuego, sino...
Arin había entrado justo en ese último instante tras el golpe claramente alarmada, con su mano en el pecho y examinando la escena con casi horror. Porque puede malinterpretarse para cualquiera la cercanía de ambos y el estado a primera instancia colérico de Nam.
–¡Namjoon, por el amor de Dios! – se aproxima esquivando el desastre, la adrenalina en su palpitar casi la hace llorar del mal susto. A pesar de esto, se posó junto a Bin en defensa, luchando por lucir severa; conoce a su marido, no es capaz de nada malo, pero su instinto es mayor –. No sé q-qué sucede aquí, pero ya fue suficiente.
–Quisiste muchas veces hacerlo, pero yo era un niño frágil, ¿No? – ni siquiera dimensiona de dónde saca el coraje, con todo y el remordimiento y el pesar de dirigirse así a su padre, puede que sea producto de las heridas que ocultaba por el bien de todos, porque en su gentileza se ha dejado amedrentar. Temblaba por mil emociones, su aspecto es imposible de esconder; si no lo saca ahora, no sabe cuándo tendrá ese valor – Ya no soy tan vulnerable, papá.
–Soobin, a tu cuarto.
–Primero dime si es...
–A tu cuarto he dicho, ¡Ahora!
Namjoon no da un grito tan potente, pero sí contundente, apuntando brusco hacia el marco. Su pecho estaba agitado, y las agujas se clavaron junto a una patada en su interior con el reclamo que su hijo se guardó; no tiene pista de si oyó o si intuyó algo siendo tan pequeño, pero estaba en un gran error, porque nunca quiso herirlo ni tocarle un mechón de cabello. El imaginar que él lo pensó, le dolía mucho.
De hecho, Soobin medio calma su ira al percibir que los ojos de su padre no estaban flamantes de enfado, sino de decepción, de abatimiento. Tragó pesado, entrando en sus cabales y yendo con una reverencia torpe y corta, apenas perceptible, hasta las escaleras.
Fue cuando un aura sumamente negativo embargó el comedor. Arin ya sabía lo que desató aquello porque Joon la llamó alterado desde que supo que Soo escapó del campus sin explicación, desde que revisó su closet sin mochila y con prendas faltantes, con un horario de buses arrugado en la papelera que indicaba las rutas de esa fecha.
Fue tan veloz como pudo, conociendo el posible escenario entre esos Chois, y fue hasta peor de lo que predijo.
Se limpió el rostro por las gotas saladas que se le colaron entre el espanto, y ahora miraba con molestia e indignación a su esposo, buscando el botiquín para depositarlo en la mesa, en la parte donde no hay caos.
–Grandiosa manera de sobrellevar los problemas, Namjoon.
Estaba notoriamente enojada, pero aún así se quedó a curarlo de mala gana y lo escuchó explicarse, lo consoló angustiada cuando el de lentes lloró en silencio, sin contarle nada.
¿Qué les ocurre a esos dos?
*🌼*
En su defensa, fue una pésima semana, luego fueron dos, y se sumaron tres. Estaba en exceso estresado, la sensación de estancamiento le abruma como el estar sin rumbo y en una constante pelea consigo y el mundo. Puede que no esté haciendo cosas drásticas, era reservado y callado, no es como que le responda grosero a nadie, o les insulte, inclusive bajó su temperamento en casa para evadir las peleas, sino que todo se basa ahora en su desgano, desinterés y miradas vacías.
No fue como el primer año de la ida de Yeon, ya no lloraba, ya ni se esmera en demostrarlo. Pero no significa que se ha aplacado su malestar, no del todo, ese lo carga en silencio y por dentro, carcomiéndole.
Justo toda aquella carga negativa acumulada dio pie a que esté medio ebrio junto a Beomgyu, en el patio del menor, puesto que los padres de éste viajaron para visitar a la abuela del chico y tenían la casa sola. Lo sorpresivo fue que Soo propuso la idea, llegando a la puerta con unas botellas, y Beom no rechista en seguirlo al confirmar que era lo que quería y necesitaba -con desesperación- su amigo.
Porque aquel día eres el cumpleaños de Yeonjun.
–También me quiero olvidar del idiota de Kang, mamá me lo recordó hoy por accidente –indica con un resoplido, tendiéndole los vasos al mayor –. Sírveme un trago.
Bin no es tan experto ni resistente como Gyu, es de esperar que esté más rápidamente bajo los efectos del alcohol, sin embargo, considera que es mejor estar de esa forma para conseguir borrarse unos instantes todo lo demás.
No estaban tan borrachos tampoco, pero ya su soltura y risas denotan que iban por aquel sendero. Tristemente, terminaron haciendo lo contrario a su plan: Entrando a la melancolía tras hilar e hilar comentarios que desataron un trago lleno de lágrimas amargas, metafóricamente hablando.
–Eres la mejor calidad de amigo, beomie – da un sorbo en la botella ya vacía, depositándola a un lado del césped, entre los dos se la acabaron. Estaban recordando la primera vez que bebió alcohol junto a Jun, y es que casi que todas sus primeras veces fueron con el azabache; desventajas de haberle dado tanta entrada a su vida. Ahora hasta el alcohol sabe como Yeonjun, a desamor, y se pregunta si su madre se sentía así al beber con él en el vientre, con un amargo mayor al mismo líquido. Quizás a consecuencias de tal desarreglo y descuido de la mujer, él salió errado y por eso su corazón amaba tanto a su hyung, con todo y el daño que le provocó. Ahora hasta dice frases que solía compartir con él –. Tú sí lo eres.
–También sería la mejor calidad de novio – farfulla con una risa floja y una mueca de fastidio al tiempo que detalla la nueva botella que están por abrir –. Hombres idiotas.
–¿Auch?
–Auto auch.
Eran un par de tarados y ebrios heridos y risueños, pero al menos no están llorando al hundirse en pena.
–Lo peor es que tienes razón... Idiotas.
Gyu se contagió con una sonrisa apagada, destapando al fin la cobertura de la botella.
–Sería más sencillo si nos gustásemos entre nosotros.
Realmente no fue más que una frase de despecho y franqueza que se tiñe de aprecio, añoranza y confianza, ambos saben que no fue con ninguna doble intención, y en realidad, no es mentira que sería lo más adecuado que entre ellos se hubiesen enamorado, ¿No?
–Quizás es sí...
Beom detuvo los movimientos de Soo al tener más que confirmación del acuerdo mutuo, entonces no sonó tan mal en su cabeza decir algo tan loco. Se enderezó para verlo con un brillo un tanto desesperado.
–Bésame.
–¿Ah?
Soobin no lo esperaba, pero no se escandalizó. Hasta contempla hacerlo, no es que estaba en sus cincos sentidos tampoco.
–Sé lo que te estoy pidiendo. Bésame, Soobin.
Comprendió la inquietud de su petición, porque estaban sedientos de olvidar, de superar, y por un segundo, querían intentarlo en el otro; para algo se confiaban la vida.
–Ok...
Se acomodaron con titubeo, el rubio fue quien sujetó en automático el rostro del dongsaeng, atrayéndolo en lo que éste cierra sus párpados. La unión es lenta y corta, mucho menos de un minuto donde apenas y movieron sus pares junto a los otros, un beso torpe con sabor a licor.
Al apartarse, se observaron inexorables, como si nada, pero compartieron un pensamiento con tan sólo una mirada: Fue excesivamente raro, no hubo sentimientos de por medio, más que cariño fraternal.
–Es como besar a mi hermano.
–No tienes hermano, bobo.
–Sí tengo, es hyung.
Bin ni siquiera se percata cuando le dieron ganas de llorar ante la dulzura de su amigo. En efecto, no diría que es una dependencia insana del otro, pero sí estaban siendo un ancla mutua en las etapas más duras del crecer. Todos necesitan por lo menos un poco de apoyo y consuelo en sus vidas, y Beomgyu era como su cura al alma, no se siente solo incluso cuando así parece a veces.
–Bueno, hermanito...Esto me hizo recordarlo más a él.
–Y a mí a Tae, ni siquiera supe cómo besa – lloriquea en medio de una risita que contagia al otro.
–Dios... Somos un asco para sacarnos a esos dos de la cabeza.
Beom estaba de acuerdo, los dos no saben si reírse más o llorar. Hicieron ambas, porque al menos se sostenían entre ellos...
Triste fue que, al mes siguiente, Soobin quisiera sostenerse de algo más, dando su brazo a torcer en medio de la agonía para sacarse a Yeonjun de su cabeza y, a su vez, librarse de la sombra de su orientación, haciendo caso finalmente al empeño persistente y fastidioso de su padre para que tratara de probar una relación seria con una chica del pueblo. La muchacha era increíble y muy atractiva, frecuentaba la iglesia al ser corista con una voz angelical, así como era de una familia bien posicionada por tener un negocio de textiles en el pueblo. Intentó como con Haerin sentir algo, enamorarse de esa lista de enormes virtudes, pero tuvo el mismo resultado: No funcionó para ninguno, no era lo que buscaban, porque Soo no se involucraba y ni siquiera pudo seguirle un beso sin quedarse de piedra en el sitio.
Beom no lo juzgó, pero sí estuvo un tanto contrariado por su intento fallido de cambiarse. Pero aprendiendo de esa última experiencia, Soobin se rehusó a volver a usar un clavo para sacar otro; superaría todo por sus medios, sin dañar ni involucrar a nadie más. Era lo que era, aunque su padre se enfureciera con él por no tener éxito al ser un "chico corriente y ordinario".
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Fragmentos perdidos, Japón 1982.
Kai se remueve en el sofá con cierta cohibición, fue invitado por la señora Yewon y por Soobin a una cena en su casa. Todo marchaba de maravilla, luego ellos estaban ocupados, y por un minuto tuvo la pésima idea de quedarse junto al callado e intimidante señor Choi, a solas. Creyó ser capaz de ablandarlo y mostrarle su forma de ser, pero el sujeto estaba notoriamente tenso mientras lo examina de reojo.
Nam no es para nada despistado, es obvio que el joven busca entablar amistad con él o, aunque sea, una relación pacífica de mutuo respeto. Sus intentos eran buenos, pero estaba un tanto preocupado y receloso con cederle paso en sus vidas.
Se trata de convencer que no todos tienen las intenciones de Yeonjun, era una aguja en un pajar que existan hombres atraídos por otros, ¿Verdad? A lo mejor se nubla a consecuencia de su trauma, quizás es un prejuicio mental ante el look del hawaiano. Debería en su lugar estar feliz de que esté siendo una distracción para ayudar a su hijo a terminar de sanar la herida de Jun, Soobin luce mejor en el reciente mes desde que el extranjero arribó en el pueblo, sólo que... Sería mejor si Kai fuese una chica.
No es nada personal, debe tratar de ser menos tosco con el pobre pasante.
–Entonces... ¿En la ciudad todos los jóvenes son excéntricos?
Hyuka sonríe incómodo, ser juzgado constantemente por su libertad de expresión y aspecto no era nada agradable. Está acostumbrado, era consciente que no fue un camino de rosas el teñirse, perforarse y vestir como gusta, pero no deja de ser un tanto frustrante y depresivo, al menos cuando sí le importa dar una buena impresión; en este caso, quiere dársela al padre de Soobin.
–No todos, señor Choi. Personalmente yo escogí lucir de esta manera.
–No es mi intención menospreciarte, no lo tomes a mal.
–Lo comprendo, supongo que no es costumbre ver ciertos estilos, descuide.
Joon rasca su nuca ante la pesadez que causó por su bocota, tal vez está juzgando mal al estudiante y siendo muy mente cerrada. Era notorio que Kai estaba decaído, jugando con sus dedos para evitar mirarle.
–Bueno – solventa con detenimiento –, si a ti te hace sentir bien...
HueningKai no esperaba más aporte del más moreno, suelta el aire en un intento de seguirle la corriente a la incómoda charla, cambiando sanamente de tema para esperar a que Soo y Arin vuelvan a su rescate.
La cena fue más amena una vez están todos, pero el hawaiano no negará que se comportó más discreto con Soobin para no importunar a Namjoon. Usualmente eran más conversadores y él era más confiado al rededor del rubio, pero no ahora, hay momentos para todo.
Yewon y su hijo estaban a gusto con el joven, hasta permanecieron más de la cuenta charlando con su invitado. Nam sólo estuvo ahí sin involucrarse de lleno en el intercambio verbal. No quiere encariñarse y que traicionen, no quiere que lastimen a su hijo de nuevo, la incertidumbre le corroe ante una remota probabilidad a que sus sospechas sobre el tal Kamal fuesen acertados.
–Es un muchacho bastante carismático y conocedor, hace reír mucho a Soobin – Arin expresa antes de dormir, metiéndose a la cama junto a su marido, había tomado una reciente ducha y tenía frío, buscaba la calidez de las sábanas y en el cuerpo más grande que solía abrigarla. Estaba de humor, y es que la cena fue mejor de lo que imaginó al principio –. Me alegra mucho, ¿Sabes? Desde lo sucedido con Yeonjun, no sonreía de ese modo, no si no es con Beomie.
–Soobin no necesita de nadie para sonreír, las dependencias no son sanas.
–No, no lo son, pero no es lo que trataba de decir – frunce sus cejas, descolocada por el tramo que toma Nam al contradecirla –. Ser cercano a quienes amamos no es malo, son ellos una gran fuente de nuestra felicidad y apoyo, Namjoon. No se trata de una dependencia tóxica como lo pintas.
Él sisea para mirar con más comprensión a la mujer.
–Lo sé, no lo dije con mala intención, Yewon. Sabes perfectamente el motivo por el que me agobia.
No sólo porque teme a un segundo Yeonjun, sino porque él en carne propia sufrió mucho de joven al apegarse a las personas equivocadas, eso le hizo desconfiado. La cereza al pastel fue lo de su ex aprendiz de piano.
Arin lo comprende y respeta, mas no comparte misma opinión. Se limita a suspirar y acostarse, dándole la espalda al hombre cuando toma su distancia.
–Eres un padre excelente, pero a veces eres tan sobreprotector y temes tanto a que salga lastimado, que lo asfixias en una jaula, Joonie. Necesita vivir, no estar asustado.
Fue lo último que dijo a esposa antes de dejarlo en la penumbra con todos aquellos demonios que se guarda, tratando de cazarlos para que no lleguen a su hijo, quien es lo más sagrado que tiene.
*🌼*
Recientemente se entera que Arin le estuvo pasando cartas de Taehyun a su hijo, antes de él cruzárselas, desde hace varias semanas. Un descuido como aquel desestabilizó sus nervios.
–Nada en particular, a veces recojo el correo – responde ella una vez la interroga, tarareando como si nada al preparar sus libros para dictar las clases esa mañana en la escuela donde labora, la misma donde Binnie estudió.
–¿Qué quiere el primo de Yeonjun? Es raro, creí que igual rompió lazos con los chicos.
–A lo mejor los retomaron y sólo se ponen al día, sería lo ideal – sonríe por inercia, tanto melancólica como esperanzada –. ¿Recuerdas lo unidos y felices que eran todos antes?
Joon expulsa el aire y deja su taza de café con ausencia, por supuesto que echaba de menos aquellos momentos donde los cuatro jovencitos eran risas y goce, dando vivacidad a la rutina de los adultos alrededor. Sin embargo, con el crecer todo se tornó opaco, gris.
Ojalá poder retener los momentos de plenitud y hacerlos eternos, mantenerlos inocentes y ajenos al mundo.
–Fueron momentos de la niñez, amor.
–Los mejores momentos de su crecimiento, que sean pasado no significa que se borren – resalta con jovialidad, chequeando a su pensativo marido. Deja su bolso tejido de lado y va a acomodar el cuello de la camisa en el más alto, sus comisuras se elevan al recordar la primera vez que conoció al hombre; Namjoon era un genio, pero a veces en labores tan domésticas y simples, era despistado y descuidado –. Como tú con Jimin, ¿Por qué no retoman contacto?
Aquel nombre hace mucho no salía a flote. Desde luego le relató a su esposa sobre quien fue su mejor amigo alguna vez, tenía muchas historias de infancia junto a él que atesoraba. El último contacto con Jimin fue aproximadamente hace unos 6 años, y no fue más que una llamada corta y precisa, luego una postal y ya. Le hubiese gustado saber más de su amigo, pero por algún motivo, desde que sucedió lo del pueblo, había una muralla entre ellos, probablemente un efecto colateral del mal trago que fue dada época. Mantienen un afecto mutuo, pero la comunicación la mantenían casual y muy esporádica.
Hay personas que evitan la nostalgia, más si hubo un trauma de por medio. El cerebro era muy astuto para esquivar.
–Tal vez luego lo haga.
–Ujum... ¿Por qué te importa tanto lo de las cartas con Tae, por cierto?
–Nada, curiosidad...
Ja, quisiera que fuese mera curiosidad. No estaba más relajado con la información de Taehyun, era el primo de Yeonjun, después de todo, ni siquiera es participe de si el pelinegro se comunica astutamente con Soobin por medio de aquella excusa. Aunque su hijo no era buen mentiroso y siempre detestó el mentir, desde que descubrió que fue capaz de ocultarle semejante verdad como lo fue una relación con otro hombre durante su adolescencia, la confianza se rompió; quiso reponerla, pero el chico todos los años siguientes presentó un distanciamiento y una rebeldía nueva que no le daba paz alguna. Nada le aseguraba que no actuaba indiferente y realmente sí se comunicaba con Jun.
Es como vivir con un arma en la nuca, con el miedo a que las verdades surjan y él se vea afectado junto a Soobin.
Lo que le hace estar mínimamente tranquilo, es que, tras obtener aquella información, alcanza a leer algunas cartas, y descubre que no eran un contacto directo con Yeonjun, si bien hablaban de cómo estaba el chico y el que extrañaba a su hijo, no hay más que las suposiciones de Tae. No se arriesga a desviar aquellas cartas porque sería sospechoso e inútil, se abstiene a esperar lo mejor, y que, con el tiempo, mermen.
Irónico que su única alternativa es confiar en Yeonjun y el que cumpla su palabra de estar distante.
*🌼*
A finales de octubre, el padre de Soobin quedó nuevamente un tanto intranquilo por la misteriosa llamada silenciosa que recibió el rubio una noche, teme a que no lograse hacer contacto con Yeon, pero lo descarta al no ver cambios en su conducta, ni al amanecer, ni los días previos. Tampoco captó más sucesos extraños, y las cartas que llegaban no eran de alarmarse, ni siquiera las de Taehyun.
Namjoon en el pasado no fue un controlador impulsivo, quería criar a su hijo independiente y fuerte como un roble, corregir los errores que sus padres tuvieron sobre su persona al criarle. No usar violencia, darle apoyo, entablar charlas de confianza, mutuo respeto y cariño, esa era su sólida base soñada para la crianza de Soobin, pero todo se complicó. Era tan lamentable que se convirtiese en un invasivo en la privacidad de su hijo desde el ya pasado verano del setenta y nueve.
Es impresionante todo lo que una orientación y el amor pueden desatar en la sociedad, más en aquel entonces.
Todos esos prejuicios, toda la ira y maldad mundial, las injusticias, la violencia, el repudio, la discriminación y el odio mismo, todo es lo que enciende una chispa, una que desata un incendio en un barril de pólvora, es esto lo que consume y quema al mundo, a las personas en sí.
La chispa de un padre que piensa que hace lo correcto, es lo que ciega a Nam y le hace debatirse, atónito por el puñado de cartas organizadas que llegaron a su casa muy temprano en la mañana, todos los sobres con el mismo remitente.
Choi Yeonjun, Tokio.
Fue un milagro que ni Yewon o Soobin las encontraran, le tiene tan confundido la razón para la que Yeonjun apareciese hasta ahora, ¿Por qué? ¿Tendría que ver con la misteriosa llamada? ¿Sí fue el ojos verdes quien llamó?
Su primera reacción fue esconder todo antes de que su hijo las tuviese en su poder, se las llevó consigo al trabajo, y en su rato libre, la curiosidad le ganó, por lo que las abrió y leyó, cada palabra, de al menos siete de ellas.
Estaba tan impactado y sumido en la lectura, que se saltó el almuerzo, esperó a culminar la jornada -menos concentrado, obviamente- y fue a un bar a leer el resto en soledad. Seguía más que pasmado con cada párrafo, porque era como apreciar el corazón de Yeonjun plasmado en tinta y papel, y se encontró a sí mismo abrumado por la forma en la que veía a su Soobinnie.
Porque siempre supo que Yeonjun cargaba una chispa especial cuando tocaba el piano con tanta pasión y amor, y no se fijó que fue inspirado por la misma persona, esa que él trajo al mundo junto a Misaki.
Namjoon lloró en el baño, cuan borracho despechado en la cantina, pero no por el alcohol, sino porque el destino fue cruel con esos pobres jóvenes al ponerlos en un género compartido. Y es que Nam estaba experimentando un conflicto tan masivo en su pecho, porque a veces disociaba y creía que es grato que alguien ame a su hijo de una forma tan inmensa e inefable, luego se reprocha y tiene ganas de romper todo, porque eso no era amor, no uno sano, porque viene de un hombre hacia otro, ¿No?
Nunca fue de los que criticaba a las personas, nunca hizo malas caras o maltrató a los homosexuales del pueblo, esos que su Soobin de siete añitos miraba con tristeza, ajeno en su inocencia de niño al motivo por el que los despreciaban hasta en la iglesia, ignorando que esa misma pareja fue asesinada brutalmente meses después; le inventó a su hijo que se mudaron a otro destino, porque en esa edad la realidad era muy fuerte para su entendimiento, y si ya tenía pesadillas por lo que relataban en las misas, no imaginaba la reacción del menor si se enteraba de aquello que hasta a él le pareció un acto bárbaro y horrible.
Es esta su conclusión, puesto que eran todos los datos históricos atroces que Namjoon leyó sobre el destino de personas como aquellas, lo que le ataba a permanecer firme en su convicción y no dejarse llevar por la emotividad de los mensajes de Yeonjun. Porque lo que le sucedió a Jimin, a esa pareja, a todas las personas que salen en las noticias, no sería soportable si su hijo fuese el blanco.
Soobin no podía ver las cartas, nunca. Pero... No fue capaz de romperlas o quemarlas como debió, una parte suya mantiene un respeto y aprecio por aquel que fue su alumno, a quien quiso como un hijo, y todo fue tan poéticamente escrito, tan emotivo, que ni él tuvo fuerza para destruirlo sin tener más carga de conciencia. Tal vez era su pecado más escondido, junto el de haberlos separado, pero en ese entonces, el segundo no lo consideraba como una mala falta.
Con el tiempo fue que lo entendió, pero faltaban años para narrar ese suceso de la historia.
****🌼****
Fragmentos perdidos, Japón 1983.
–¡¿Cómo quieres que me calme si te fuiste sin avisar hasta la capital, Choi Soobin?!
Bin aparta el aparato de su oído por quinta vez en lo que va de llamada, le apena causar una fila afuera de la cabina telefónica, pero no es como si no predijo la histeria de su padre al informarle que estaba en la ciudad, sin previamente hacérselo conocer.
–Papá, tú me dijiste que tomara mis propias aventuras cuando era un niño, que nada ni nadie era más grande que yo, ¿Recuerdas?
–¡No me refería a que escapases, Soobin!
–No escapé, sólo estaré hasta el domingo, te lo prometo – recalca con un nuevo suspiro, estaba aguantando las ansias de salir a recorrer la capital de una vez, y sostener una cansina conversación con su progenitor, a sabiendas de que cuando regrese a Takayama sería un lío también, le agota demasiado. Intenta tenerle consideración, claro que una parte suya siente remordimiento por haberse ido sin más, pero necesita persuadirlo: –. Puedes regañarme todo lo que quieras cuando llegue, pero permíteme vivir esto ahora, por favor, papá... Por los dos.
Joon pega su frente de la pared, cerrando sus ojos y apaciguando su malgenio con tan sólo escuchar el tono y las palabras de su hijo. Desde que se percató que cumplió su hazaña de huir esta vez, estaba enloquecido, por suerte Soobin llamó para explicarle todo antes de que le estallase una úlcera, aunque no es que se alivie por completo... Pero ¿Qué podría hacer? Darle un voto mínimo de confianza, ya estaba hecho.
Ser padre no es pan comido, nunca lo fue.
–Si no llegas el domingo, yo mismo te buscaré, Choi Soobin, y jamás vuelvas a irte sin avisarme – termina cediendo, usando la advertencia en un habla más cansado que brusco –. Podrás ser mayor de edad, pero vives bajo mi techo y soy tu padre, tengas la edad que tengas – hizo una pausa en lo que su hijo escapa el aire con una posible risa, así no lo tuviese enfrente ya puede adivinarlo, a lo que niega para sí; Soo era un caso especial –. ¿Estamos de acuerdo?
–De acuerdo, y te doy la razón – afirma en un mejor estado anímico.
–Cuídate, y no... No hagas locuras.
"No lo busques a él, por favor"
–Claro, no te preocupes.
–Hijo, espera.
A Soobin le desconcertó la extraña inquietud de Nam, estaba por colgar, pero el hombre parece encontrar excusas para que no lo haga. No mide si es debido a su angustia paternal por ser la primera vez que viaja y se distancian, o si hay otra causa.
–¿Sí?
–Tú no... – realmente no tiene ninguna cosa en mente que decir, la realidad es que le mortifica el que el ojos miel termine encontrándose con Choi Yeonjun; claro, no es que sea capaz de siquiera nombrarlo, mejor no meterle ideas. Soobin no lo mencionó en toda la charla, su hijo supuestamente fue junto a HueningKai a una galería de arte y a explorar brevemente. Se rindió porque sabe que no tiene caso detenerlo cuando escucha cómo un sujeto le toca la puerta de la cabina para apurarle, no quiso darle más molestias a Soobin por mantener la llamada activa – No te alejes demasiado de la zona en donde estás.
–Sí, sí, descuida. Te llamo luego, papá.
–Te quiero, Soobin.
–Y yo a ti.
Fue todo el intercambio verbal, Namjoon no sólo estaba decepcionado porque Soobin escapó a Tokio, sino que ese fin de semana tenía planeado ir a pescar con él como cuando era un niño, solía ser una de las actividades favoritos de ambos, y consideró prudente pasar un tiempo de calidad juntos para tratar de reparar su mallugada relación. Lleva ya años haciendo el intento, pero tal parece que tendría que esperar.
Al girarse, encuentra a su esposa de brazos cruzados, ella fue testigo de toda la charla porque ambos estaban esperando noticias con impaciencia, de hecho, esta conversó primero con Soobin antes de entregarle el teléfono a él. Es obvio que Arin tiene cosas por decir antes de que siquiera él abra la boca.
–Primero, él no huyó, es un chico grande y puede viajar y explorar, ni siquiera te pidió ayuda económica.
–Pero...
–Antes de que lo digas, Soobin desde muy niño ha trabajado duro por su propio dinero y para ayudarte, no hubiese hecho esto con irresponsabilidad y egoísmo – volvió a interrumpir con ímpetu–. Si Kai lo invitó, seguro tuvo que rogarle para que aceptase.
–Conocías nuestras circunstancias, no lo hubiese dejado trabajar desde pequeño de no ser porque él mismo lo impuso y porque el dinero no alcanzaba – defiende con indignación, cruzando sus brazos y uniendo sus cejas –. Y no luces muy impresionada, ¿Acaso tu sabías este plan?
–Claro que no, Namjoon, pero lo conozco y confío en el – responde igual de ofendida, no deseaba discutir, fue una mañana ajetreada con la ida repentina del rubio, y es consciente de que Nam estaba susceptible y malhumorado por todo lo que escapaba de su alcance. Da unos pasos cerca para tranquilizarlo –. Ya nos contara.
El de lentes escapa un sonido irónico en medio de un resoplido.
–Es fácil para ti decirlo, no es tu hijo.
Yewon se detiene, los dos se observan con realización de lo que dijo el mayor. Fue un golpe bajo, se nota arrepentido mientras ella retrocede con semblante enfadado.
–Es como si lo fuese, aunque no lo di a luz.
–Linda...
Fue tarde para reponerlo cuando la maestra se fue de la casa, alegando que volvería en otro momento. Namjoon gruñe golpeando el marco de la cocina, siseando después por el dolor que produjo la acción en sus nudillos, maldiciendo porque el día no estaba yendo como lo planeó, en lo absoluto.
Fueron horas en donde la soledad del lago le hizo pensar y pensar, pescó muy poco y nada más para distraerse. Quiso ir junto a su esposa, besarla y disculparse por lo que dijo, otra parte suya desea tomar un bus e ir por su hijo antes de que cometa una imprudencia, pero luego recuerda algo cuando va caminando cerca de la casa de los ancianos, esa donde encontró a la cajita que tenía al bebé que crió y engendró:
Si quería reponer su relación con Soobin, debía demostrarle que confía en él. No debe alejarlo ahorcando su libertad. Fue eso lo que hubiese deseado tener con sus padres, con Misaki, con todos los que le dieron la espalda, porque nadie confió en él...
Pero Soobin, él sí lo hizo desde niño, y la carga de miedo abrasivo que tiene de perderlo si se enterase de todo lo que hizo, es mayor que cualquier cosa, tan asfixiante y horrible como aquella noche donde lo halló llorando en la lluvia, recién nacido y ya sufriendo en aquel cruel y enorme mundo.
Cuando Arin entró en la casa el cielo portaba colores morados que indican el inicio del anochecer, Nam se apresuró a ir a recibirla. Los dos comparten miradas de claro remordimiento mutuo antes de abrazarse con fuerza.
–No fue mi intención recriminarte el que Soobin trabajase, sé que fue muy duro y que hiciste el mejor trabajo como su padre para que nada le faltase. Fue una de las virtudes que más me enamoró de ti desde el principio, eres una excelente persona – expone una vez se separan, acomodando los cabellos de su marido con delicadeza una vez éste se agachó unos segundos que ella se lo pidió –. Es que a veces de verdad no te comprendo, Joonie.
–Lo lamento – asiente en comprensión, le costaba no contarle la verdad a ella, a su confidente, pero no tenía opción, no estaba listo para aceptar la naturaleza de la situación en voz alta –. Prometo que le daré su espacio, ¿Ok?
La castaña termina por afirmar con agotamiento. Era bueno que Namjoon considere a su hijo lo suficiente como para respetar su espacio durante el viaje.
–Gracias.
No tocaron más aquel tema, prefirieron cocinar la cena juntos y con música de fondo, hace tiempo no tenían la casa a solas. Nam caballerosamente le colocó a la más bajita una flor en el cabello, y posteriormente bailaron lento un jazz, la tormenta del día quedó olvidada.
Sin embargo, hubo una espinita que Namjoon quería sacar, lo reflexionó todo el día, junto al otro tren de pensamientos, y era un asunto que le hizo ruido, porque afectaba a la profesora que miraba con añoranza las fotos de Soobin bebé en la sala, las pocas que tuvo y pudo costear cuando el pequeño nació y fue creciendo sus primera años de vida.
–Algún día podríamos considerar la posibilidad – su sentencia detiene la danza, fue un susurro, pero lo suficientemente alto para que Arin escuchase y concentrara toda su atención en él, con sorpresa y un tenue brillo de esperanza. Le sonríe ligeramente ante ello –. Lo que me dijiste... Lamento mucho si sonó mal, sabes que Soobin es nuestro hijo, no sólo mío. Lo criamos juntos, sé que estás satisfecha con nosotros y con lo que te pedí... Pero también sé que anhelas algo más.
–Creí q-que no querías.
Al inicio de su relación, fue un tema obvio el hablar de la familia, si bien estaban perfectamente los tres, el tener un integrante más era algo que Arin soñaba. Sin embargo, ella y Namjoon tenían diferencias en sus pensares, como en sus etapas de vida; se llevan unos años, no tanto, pero era notoria la diferencia de experiencias que tuvieron.
Yewon fue siempre muy dedicada a su trabajo, no había tenido mucho interés en los hombres que la acortejaban, pero su anhelo desde pequeña fue tener su propio hogar, con niño como aquellos a los que enseñaba en la escuelita, pero propios. Su familia, que se quedó a diferencia suya en su lugar natal, solían decirle que fuera a la ciudad o que regresase, que buscase un hombre que valiese la pena, pues en un pueblo como aquel no lo conseguiría, pero ella se enamoró tanto de Takayama, de su trabajo, y por sobre todo, de Soobin y Namjoon, que no fue capaz de irse. Los dos Choi le robaron tanto el corazón que los adoptó como a su propia familia, incluso antes de hacerse pareja del hombre de lentes y apuesta sonrisa de hoyuelos, con su piel acanelada, sus ojos atractivos y misteriosos, y aquella personalidad encantadora, su cerebro tan conocedor...
Namjoon era su caballero de cuentos, el príncipe que leyó desde pequeñita.
Fue un alivio para ella ser correspondida, el volverse cercana y querida para ellos dos. Claro está, que cuando exteriorizó su idea de tener hijos, el hombre se incomodó y alegó que no estaba muy de acuerdo. Él tuvo a Soobin muy joven y además su trabajo lo absorbía, ciertamente no tenían carencias económicas, pero un pequeño en la casa sería un notorio gasto extra que cubrir, aunque ese no era el motivo principal para Nam desplazase la idea.
Arin era participe de que su esposo se cuestiona como padre, de que una parte suya estaba acostumbrado a ser sólo Soobin y él; ya tenía un hijo, no como ella. No le descartó el considerarlo, pero cada año que pasaba, ella se resignaba un poco, y es que no quería presionar; no es que fuera de esas amas de casas sumisas, o que el castaño fuese un machista déspota cuyos deseos son los únicos que cumplir, en lo absoluto, todo lo contrario. Namjoon siempre le hace énfasis a lo mucho que la toma en consideración con cada opinión, desde antes de ser novios o esposos, sólo que ella lo entendía mucho, sabe lo difícil que fue su vida, y una parte suya también empolvó aquel sueño al dejarse llevar por la rutina...
Hasta que su alma se cargó de ilusión por esa sonrisa que arrugó la piel debajo de aquellos ojos rasgados que tanto amaba, esos hoyuelos se formaron en las mejillas del de lentes, y su corazón brincó en calidez.
–Quizás estoy listo para reconsiderarlo en algún momento – asegura con dulzura –. Dame un tiempo, eso no significa un no, ¿Está bien? – besa la mano de su esposa con devoción y ternura, abrazándola más a él cuando ella le sonríe con lágrimas de satisfacción – El amor mueve montañas, cariño.
Qué real era esa frase.
32135 palabras👀
El cap más largo de todo el fic, sorry JAJAJAJA
Quise dar a conocer más de la historia de Namjoon y Chanyeol, una mayor profundidad a los personajes para que puedan entender sus razones y personalidades a lo largo de la historia. También narré sus versiones de lo que aconteció en los capítulos anteriores, y un poco de la infancia de Yeon y Soo, espero les guste el detalle ^_^
La historia de Chan y Bae me destroza, como la de Nam con Misaki :(
¿Qué parte del cap les agradó más?
Ya queda un solo extra, este será en definitiva el cierre de todo Daydream, y estará narrado en el futuro, después del epílogo. ¿Qué creen que pasará ahí? 👀
Una canción para ChanBaek:
https://youtu.be/GGvDXKYPDMk
Y una preciosa para Yeonbin:
https://youtu.be/JgfJ7eRdcWg
Dato extra 1: Mozart Fue un hombre de corazón bondadoso y su ánimo estaba constantemente dispuesto a complacer a los demás. Sólo se mostraba algo distinto cuando interpretaba su música, era capaz de interrumpir su ejecución si escuchaba el menor ruido. Me parece que sería un buen personaje al cuál admirar para Yeonjun con su personalidad en el fic.
Dato extra 2: La metáfora del Taegyu en el extra anterior fueron las estrellas (su creación y posterior explosión), aquí en ChanBaek utilicé la metáfora de los tornados que se crean de vientos calientes y fríos en direcciones adversas. El "desastre" y las metáforas del Yeonbin en el fic también son las estrellas, además del fuego, pero más que nada los representan los sueños y el país de Nunca jamás, como ya han leído en la trama.
Dato extra 3: El lunar que menciona Chanyeol cuando ve a Junnie bebé y es similar al de Baekhyun, es este de la foto de abajo; cabe destacar que se me ocurrió en el momento porque amo ese lunarcito de Yeon, y cuando busqué fotos de Bae, resultó ser que sí tiene uno similar en el mismo sitio uwu
mcaldana20 Dedicada a ti la actu de hoy porque estabas muriendo por el extra JAJAJAJ Loviu mi Cris uwu
¡Voten y comenten! 🌻
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