𝘷𝘪. 𝔑o Remorse
彡
DAWN AND CHAOS
CAPÍTULO SEXTO
No Remorse
(Vecna's Curse, part II)
[ A/N: holaaa, espero que estéis bien <3 creo que este
capítulo no tiene triggers específicos pero igualmente,
sale brenner y se habla del pasado de nina así que eso
ya es algo de por sí :( solo lo digo por si acaso. si veis
algún trigger que no he considerado decídmelo y lo pongo
en este apartado <3 ]
Los rayos atraviesan el cielo como flechas, partiéndolo en tantas partes como fogonazos hay, y las niñas que juegan en el jardín paran en seco al escucharlo. Son muy pequeñas, es lo primero que pasa por la cabeza de Eddie al verlas. El trueno que azota la tierra a continuación cae tan cerca que, instintivamente, él da varios pasos hacia atrás, chocando con la casita de juguete tras él, pero las niñas siguen quietas. La más alta toma a la pequeña por los hombros, absorta en el cielo negro que de pronto vuelve a encenderse.
❝¡Eh!❞ grita Eddie. ❝¡EH!❞
❝No te escuchan.❞
La figura de Nina aparece a su lado sin previo aviso, seria y pendiente del espectáculo que se alza frente a ellos. Los fogonazos son cada vez más frecuentas y sonoros, cosa que no incita a ninguna de las dos niñas a huir, meterse en casa o buscar ayuda de algún tipo.
❝Me estás acojonando❞ le dice Eddie a Nina, antes de llevarse una mano al pecho. Algo raro está pasando. Esto no es normal. No es normal. Es una locura, su imaginación. Debe tener una explicación que no involucre la realidad, porque como la involucre, entonces, puede darse por encerrado en Pennhurst. ❝Esto no mola, ¿vale? ¿Estoy colocado? Es eso, seguro que sí. Nos hemos drogado en mi tráiler y estamos viviendo la mayor paranoia de nuestras vidas, ¿verdad? No sé para qué te hablo. Eres parte de mi imaginación,❞ ríe, a la vez que se da golpecitos en la cabeza. ❝¡Parte de mi imaginación! Ahora, un carruaje de esqueletos descenderá por esos cielos oscuros y yo tocaré la guitarra en un escenario cojonudo.❞
Ella no responde.
❝¿No hay...? ¿No hay carruaje de esqueletos ni escenario cojonudo?❞
❝No.❞
Bueno, entonces, la siguiente parada es Pennhurst, definitivamente. Le harían descuento por locura familiar, porque los Munson traían consigo una larga lista de curiosas acciones que él había heredado. Cómo no, pasara lo que pasara, nunca dejaría de parecerse al viejo.
Otro rayo atraviesa el cielo, y es ahora cuando las niñas reaccionan. Mientras la alta hace el amago de correr, la pequeña se agacha para recoger sus juguetes desperdigados por el suelo. ¿No es esa la primera regla que te enseñan cuando ocurre un desastre? No pierdas tiempo recogiendo lo material. ¡Tu vida es más importante! Eddie trota hacia ella para sacarla de allí, pero la más alta de las niñas se le adelanta.
❝¡Nora!❞ grita, intentando levantarla. La niña se revuelve sobre los brazos de la otra, protestando, pataleando. ❝¡Nora! ¡Bitte! ¡Wir müssen hier raus!❞
❝¡Nein! ¡Mein Spielsachen...!❞
Agachado junto a ellas, Eddie estudia su rostro. La conoce. Ha vivido con ella, ha luchado, ha viajado, ha huido...
❝Aquí empezó todo,❞ Nina camina hacia él y se agacha a su lado, observando la escena antes de desviar los ojos al cielo.
Esta es la tormenta.
Por puro instinto, Eddie alarga el brazo para cubrir a Nina, pero el fogonazo llega más temprano de lo esperado, tiñendo los alrededores de blanco, como si una bomba atómica hubiese estallado frente a ellos. No la ha alcanzado. El rayo ha caído y no ha sido capaz de alcanzar a Nina. Usando su mano como visera, Eddie se pierde en sus propios gritos, sintiendo sus cuerdas vocales vibrar tanto que cree que podrían romperse. El estruendo del trueno le deja un incesante pitido en los oídos que permanece junto a él hasta que la luz blanca se desvanece como el humo, lenta y cuidadosamente, desvelando una sala de hospital cuyas ventanas están tapadas.
Solo hay dos camas en la habitación, y dos sensores al lado de cada una de ellas, que de vez en cuando pitan al ritmo del latido de los corazones. Ambas niñas yacen sobre las camas. Nina, a la izquierda; Nora, a la derecha. Eddie se acerca, mirando a una y luego a la otra. No tienen vendas. Están bien.
❝Dijeron que fue un milagro,❞ escucha Eddie, pero a su lado no hay nadie. La voz viene de atrás, donde Nina espera apoyada contra la pared. ❝Hay muy poca gente que muere por contacto con un rayo, pero sí hay consecuencias. Nosotras solo tuvimos las leves, y también fuimos afortunadas en otro aspecto. Un doctor especializado llamó a Oscar y a Valerie, prometiéndoles que podía hacernos renacer por un módico precio.❞
Las puertas de la sala se abren de golpe, alertando a ambas niñas. Seis doctores se reparten por la habitación, rodeando las camillas y haciendo que Eddie tenga que escurrirse entre ellos para poder escapar. Desde afuera, es más complicado ver lo que ocurre, pero los gritos facilitan la comprensión. Primero, toman a Nora y la sacan a la fuerza de su camilla, sujetándola por los brazos; luego, los doctores restantes inmovilizan a Nina, atándole las manos y las piernas a cada barrote de la camilla. Una vez ambas hermanas son separadas, las puertas vuelven a abrirse, dejando ver a un hombre de pelo castaño cubierto de algunas canas en la parte inferior.
Se sienta frente a Nina mientras los doctores están pendientes de que ella no se mueva, y uno de ellos le da una carpeta con sus datos. El hombre la lee con sumo detalle, pasando los ojos de pequeña información en pequeña información.
❝Naja Katerina Peterson.❞ Su voz es clara y muy firme. ¿Qué? Cierra la carpeta y la deja en la mesita que hay junto a él. ❝¿Cómo te encuentras? Perdón por lo que mis amigos han tenido que hacerte. Es por seguridad.❞
❝Su pulso es estable, doctor Brenner, y los resultados del estudio apuntan a un avance sano y rápido. La niña se encuentra en condiciones excepcionales,❞ explica una doctora. Brenner asiente. ❝Estamos seguros al ochenta por ciento de que será una adición efectiva.❞
❝¿Por qué al ochenta?❞
Ella palidece. ❝Aún... No podemos arriesgarnos a dar el cien por cien.❞
❝Eso no es un problema con la otra chica. Eleonora ya ha dado señales,❞ habla el doctor, y toma una profunda cantidad de aire antes de mirar a Nina y añadir: ❝Eres una persona muy especial, ¿te lo han dicho alguna vez?❞
❝No entiende el idioma, doctor Brenner.❞
❝Pero seguro que puede oír lo que pienso,❞ es lo que él responde. Sobre la camilla, Nina alza la cabeza para mirarlo de frente, y Eddie no puede evitar fijarse en la falta de brillo en sus ojos. ❝Oh, es una niña muy fuerte. Me gusta. Ambas se ven sanas; se nota que siguen una dieta mediterránea variada y hacen ejercicio. Eso nos facilita el trabajo.❞
Brenner se levanta de la silla y se acerca a ella, para apartarle el cabello de la cara. Nina permanece seria, con los labios y la mandíbula apretados.
Es entonces que tira de las cuerdas para alcanzar a Brenner, sin resultados. Los doctores actúan al instante, sacando una enorme jeringuilla de líquido amarillo y clavándosela en el cuello. Las fuerzas disminuyen, los ojos se le cierran... Brenner se ajusta la corbata negra y arregla su traje de chaqueta gris, algo agitado.
❝Noventa y cinco por ciento,❞ se corrige la doctora. ❝Estamos seguros al noventa y cinco por ciento de que será una adición efectiva.❞
❝Controladla antes de pueda poner en peligro a los demás niños.❞
La sala se queda vacía al instante, dejando a la pequeña Nina dando cabezadas incontroladas, aún atada a los barrotes de la camilla, llorando silenciosamente. Eddie vuelve a acercarse a ella, y junto a él, Nina, quien mira la escena como si nunca la hubiese vivido. Es una locura, se repite Eddie, pero es una locura de las malas. Rollo secta de maniáticos obsesionados con hacer sufrir a niños pequeños como si no fueran más que escoria. Una terrible sensación se amontona contra las paredes de su garganta, haciendo tanta presión que cuando intenta tragar, la saliva va para otro lado, haciéndolo toser hasta caer sobre sus rodillas.
Agarrándose a la camilla con todas sus fuerzas y clavando las uñas hasta que estas se vuelven completamente blancas, Eddie empieza a considerar la posibilidad de que sea más que la realidad y al mismo tiempo más que una pesadilla. Es algo superior a lo ya conocido, una fuerza que la humanidad nunca ha concebido como real. Aún agarrado a la camilla, Eddie gira la cabeza con dificultad hacia Nina. Ella es la fuerza. Esto es lo que le quiere hacer ver.
❝¿Qué ha...?❞ consigue pronunciar. ❝Ha dicho un...❞
❝Nombre distinto,❞ termina ella, como siempre, leyéndole la mente. ❝Sí. Es mi nombre de nacimiento. Naja. Me dieron un segundo nombre por mi abuela Katerina.❞
Todo encaja. Eddie se yergue.
❝El primer día que fui a tu casa,❞ recuerda, ❝Nora te llamó así.❞
❝Nina no fue invención mía,❞ confiesa entonces ella. ❝Era más bien el apodo que me dio mi primer amigo, y me gustó tanto que me lo quedé. La N de Naja y las últimas tres letras de Katerina. Me recordaba a él. A la única persona que intentó ayudarme.❞
Eddie vuelve a fijar la vista en la camilla, y ella vuelve a hablar:
❝El módico precio fuimos nosotras. Nos salvaron a cambio de una eternidad de lealtad al proyecto MKUltra. Niños encerrados en laboratorios, marcados con números como si fuesen productos para consumir. Querían espiar a los comunistas y por lo visto se habían cansado de dar drogas psicodélicas a madres embarazadas para que sus hijos nacieran con habilidades. Buscaban otras opciones. Opciones que dieran resultados más rápidos y mejores; necesitaban un conductor de energía mayor al de las drogas, y nosotras éramos pura electricidad. Nuestros padres aceptaron. Era lo que debían hacer; lo que debían pagar a cambio de la ayuda de Martin Brenner.❞
La habitación se deshace bajo sus pies, explayándose hasta derretirse entre una oscuridad mojada. Un lago invisible sobre el que Eddie patalea para no resbalarse. El equilibrio vuelve al poco tiempo, solo para recibir otro foco de luz cegadora en los ojos.
❝Ya casi está, Nora.❞
La voz del doctor Brenner se escucha lejana, escondida tras una pared. A través del cristal, Eddie ve la escena en tercera persona. Es una sala blanca y pequeña, únicamente amueblada con una silla de dentista. Brenner sujeta una aguja contra la muñeca de Nora mientras ella está atada por los pies y sujeta contra la silla para evitar que se mueva. Le han rapado la cabeza. Sus llantos son camuflados por una lona blanca que aprieta con los dientes y que contiene la saliva que ha echado por la boca y cae por su barbilla hasta manchar su bata blanca de puntos azules, donde varias gotas ya se acumulan y las nuevas se unen.
❝¿A que no ha dolido demasiado?❞ Brenner se aparta y limpia el tatuaje recién hecho. 012. Nora no contesta. ❝Es bonito, ¿verdad? Y es tuyo. Solo tuyo.❞
❝Lo dice como si fuera algo bueno,❞ susurra Eddie, temeroso de que pueda escucharlo, aunque es imposible. Nina toma aire por la nariz.
❝Para él, lo era.❞
❝¿Dónde estás tú?❞
❝Por alguna parte, supongo. Los primeros días no los recuerdo bien. Solo tengo acceso a este recuerdo porque Nora me lo ha mostrado. Es... complicado, de explicar. No soy omnisciente ni omnipresente. Solo puedo controlar lo que me permiten controlar.❞ Suena tan distante que es extraño. Nina nunca ha sido distante, a excepción de los últimos meses, pero, aun así, ahora, escucharla es como escuchar a un desconocido.
Puede que solo sea él.
La cabeza le da vueltas, y no en el buen sentido de la expresión. Tal cantidad de luz en los ojos no puede ser buena, sea real o ficticia. Abandonan la sala, adentrándose en un larguísimo pasillo de paredes y suelo cubiertos de azulejos blancos que, a causa de las luces parecen tomar un tono verdoso. Varias puertas se alzan a cada lado, con números escritos en placas negras. 002, 003, 011, 012... Tras ellos, Martin Brenner avanza con Nora, tomándola de la mano y parando frente a esta última puerta.
Ellos, sin embargo, avanzan a una sala más grande, decorada por una línea de arcoíris que recorre las paredes, rodeándolas. Es igual de triste que los pasillos, y está llena de niños que se amontonan, todos con la cabeza rapada, en distintos grupitos en los que juegan a las formas y colores, al tres en raya o a otros extraños juegos. Todos los niños, menos una, que está sentada en una esquina, con las manos apoyadas sobre sus rodillas, observando a los demás en silencio.
Es Nina, Eddie lo sabe. Esa misma mirada se la ha ganado él más veces de las deseadas a lo largo de los años, pero hay algo en ella que indica verdadero enfado. Desde luego, es comprensible, se dice a sí mismo. Aun así, hay algo que no encaja. Entre tanto niño con cabello rapado, Nina es la única que no lo tiene.
Un muchacho alto y de cabello rubio, vestido completamente de blanco, como los demás adultos de la sala, se acerca a ella y le entrega una muñeca de trapo que Nina mira con extrañeza antes de tomarla. Entonces, él se sienta a su lado y saca un caramelo rosa de su bolsillo.
❝Que no se enteren los otros,❞ le dice en voz baja. La sonrisa de Nina aparece al instante. Toma el caramelo, lo abre y se lo mete en la boca lo más rápido que puede. Al devolverle el papel al muchacho, sus ojos se achican a modo de agradecimiento. ❝¿Cómo has dormido? Te veo algo mejor.❞
Ella asiente sin decir nada.
❝Un pajarito me ha dicho que has estado descansando hasta tarde y que has desayunado bien. Si quieres, luego puedo jugar contigo al ajedrez. Lo haremos por equipos. Tú y yo contra número once y número doce. Diría que llevamos ventaja, pero tus hermanas son muy listas. Creo que será un juego justo y muy entretenido.❞
Los labios fruncidos de Nina le hacen soltar una risita. ❝Pero no te preocupes,❞ le dice, guiñándole un ojo. ❝Les ganaremos en menos de un parpadeo. Tengo un as bajo la manga, ¿eh?❞ Mete la mano derecha en la manga izquierda de su uniforme y acto seguido saca otra golosina que consigue devolver la esperanza a los ojos de la pequeña Nina, quien la toma y se la come sin ni siquiera pensarlo dos veces. ❝Buena chica. Papa está ocupado con número doce ahora mismo, lo que significa que la sala principal está vacía,❞ añade el muchacho en tono confidencial. ❝Ya se ha convertido en costumbre que pasemos tiempo juntos.❞
Nina vuelve a asentir.
❝Eres mi único amigo,❞ dice en voz baja. Tiene una voz tan suave que Eddie cree que se le va a salir el corazón por el pecho. Ni siquiera se la entiende cuando habla. El acento alemán aún es muy notorio, pero ella parece tan convencida de que lo que dice es comprensible que es imposible recriminárselo. ❝Todos me miran como un monstruo.❞
El chico le sostiene la mirada. ❝Lo sé,❞ responde, antes de mirar al frente. ❝Por eso mismo tenemos que demostrarles que no lo eres. Eres una guerrera; una justiciera. Nina la justiciera. Es un nombre bonito. A mí me gusta más que Naja, que suena a nombre de abuela, ¿a ti no te lo parece? Tienes que saber algo. Si crees que un nombre no te pertenece, deberías ponerte uno tú. Uno que te guste.❞ Ella sonríe, pero la expresión del celador es más bien sombría. ❝Que no te recuerde a este infierno. ¿Sabes lo que tienes que hacer?❞
❝Él,❞ responde Nina, señalando con la cabeza a uno de los niños más altos.
❝¿Número dos?❞
❝Dos.❞
❝¿Qué ha hecho?❞
Eddie pasa por su lado, quedando a unos metros de distancia, mirando al muchacho, intentando encontrar algo de interés. Sus ojos azules brillan con determinación cuando Nina pronuncia: ❝Es malo.❞
¿Qué clase de juego es este? ¿Cotillear y juzgar? Hay niños encerrados en un laboratorio dirigido por un hombre de cordura cuestionable, ¿y estos dos están jugando a cotillear y juzgar? ¿Qué tiene esto que ver con Chrissy Cunningham y su muerte? A Eddie le da un vuelco el estómago. Chrissy. El recuerdo de sus extremidades rompiéndose se hace paso entre tanta iluminación, tiñendo sus córneas de una oscuridad profunda. La han dejado allí, sola, en el suelo del tráiler. Han huido. Eddie se tambalea hacia atrás, confuso. Esto no está bien.
❝Nina, sácame de aquí. No sé qué estás haciendo,❞ admite, ❝pero déjame salir.❞
❝Escúchame,❞ suplica ella. ❝¿Recuerdas que te he dicho que necesitaban un conductor mayor al de las drogas? Los efectos que el rayo había causado en nosotras, y que pudieron controlar a tiempo, confirmaron una supuesta teoría que llevaban intentando solventar desde hacía mucho, mucho tiempo. Décadas. Las descargas eléctricas activaron un área del cerebro humano capaz de alterarse para aprender habilidades; habilidades que parecían sacadas de la ciencia ficción.❞
❝Habla más despacio, Nina, por favor.❞
Ella suspira.
❝La descarga eléctrica aportó a Nora algo especial. Una facilidad para que las habilidades se replicaran con un efecto más exacto. Querían réplicas, niño tras niño, intentando que unas habilidades concretas se reencarnaran al completo. Al ser réplicas, las habilidades y la nueva genética introducidas sufren alteraciones. Buscaban a alguien que controlara la telequinesis y las ilusiones.❞ Nina gira sobre sí misma y señala a varios niños. ❝La mayor parte de ellos solo recibió la telequinesis. Número dos, número tres... Número once.❞ La niña a la que señala también está sola, jugando por su cuenta. ❝Número ocho heredó las ilusiones. Esa fue la primera alteración; ella fue más inteligente que los otros y la usó para escapar. Sin embargo,❞ murmura, ❝no estaban conformes. Necesitaban a alguien que tuviera las dos. Ahí entra Nora.❞
❝La facilidad,❞ completa Eddie. Nina asiente.
❝La perfección.❞
Gira para mirarse a sí misma y alza un poco la cabeza. ❝Las mías tardaron en desarrollar; cuando lo hicieron, Brenner pidió que no se me marcara; que no se me usara. Pensé que me habían hecho tanto daño para nada. No estaba en casa, no tenía a mis padres, y mi hermana era la favorita del hombre que nos había traído de vuelta a la vida solo para jodernos, así que busqué a mi propio mentor.❞
El muchacho rubio se acerca al oído de la pequeña Nina, diciendo: ❝Espera a que me vaya. Y hazlo con cabeza.❞
Se levanta y se marcha por la puerta de atrás; a los pocos segundos, Nina se levanta de un tirón, toma una forma coloreada y grita, alarmando tanto a los celadores como al niño, número dos, quien recibe un fuerte golpe en la cabeza que lo tambalea hacia atrás. Sin parar, Nina lo golpea una y otra vez, y aunque las heridas no son profundas, más allá de unos cuantos moratones, número dos está lo suficientemente perplejo como para no poder defenderse.
Los celadores la apartan a la fuerza, tomándola y alejándola de la escena, mientras Nina patalea e intenta zafarse.
❝¡Henry!❞ llama uno de los celadores, con desesperación. ❝¿Dónde cojones está?❞
El muchacho rubio vuelve a entrar en la habitación como si nada y fija la vista en Nina antes de acercarse y pedirle a su compañero que la suelte. Ella cae al suelo y muerde la mano del hombre, dejando marcas en sus dedos y haciéndolo gritar. Henry la toma del brazo.
❝Llévatela de aquí,❞ espeta, a lo que Henry asiente.
❝No avises a Papa,❞ le pide entonces. El hombre ladea la cabeza, confundido, a lo que Henry la señala sutilmente con la cabeza. ❝Voy a encargarme de que no vuelva a causar problemas.❞
❝Más te vale, joder.❞
Henry tira del brazo de Nina y se la lleva de la habitación de juegos, por lo que Eddie los sigue a paso acelerado. Cuando las puertas se cierran tras ellos, el muchacho comparte una mirada cómplice con la pequeña Nina. Se agacha a su altura para recogerle el cabello en una cómoda coleta, hincando una rodilla en el suelo, y le muestra una llave cuya cabeza tiene una extraña forma de reloj. Sus ojos centellean, azules como el mar, al mismo tiempo que le dice:
❝Esto es solo el principio.❞
° 。・ ゚. •
Henry y la pequeña Nina avanzan por pasillos escondidos hasta llegar a una gran puerta de cristales tintados que conecta con una sala más estrecha. La llave encaja a la perfección, y el frío que se cuela por la camiseta de Eddie llega a ser doloroso. Tras él, Nina piensa si entrar o no. ¿Cuánto tiempo llevan aquí dentro? Si es que esto es un lugar. ¿Es un lugar? ¿Y cómo lo está haciendo? Lo último que él recuerda es que puso su mano contra su mejilla. Tal vez le ha dado tal golpe que lo ha dejado tonto.
❝Lo siento, Eddie,❞ habla Nina en voz baja, ❝porque tengas que ver esto. No... No estoy orgullosa.❞
Tampoco es la primera vez que la ha visto darle una paliza a un niño. Jason Carver se ha llevado varios golpes por parte de Nina, por no hablar de Damien Lancaster, que no duró ni un año en el instituto de Hawkins. Se lo merecían. En el caso de Damien, era un puto imbécil que se la pasaba persiguiéndolos, acorralándolos en callejuelas para poder pegarles. Era tres años mayor que ellos y le daba igual que le pillaran dándole palizas a dos niños de trece años. Le encantaba, sobre todo cuando Nina se ponía delante de él para evitar que tocara a Eddie. Un día, Nina se hartó y empezó a devolverle los golpes. Si durante todo este tiempo ha tenido esas habilidades de las que habla, ¿cuánto tiempo estuvo aguantando a Damien?
El caso de Jason es distinto. Es un abusón cutre. Un niño mimado al que le vendría bien salir de tanta normalidad conformista. A Eddie no le agrada, pero tampoco mataría por quitárselo del medio. Es pesado, algo intimidante cuando está cabreado y siempre se saca la excusa de «mi padre te hará pagar por esto» cuando le ganas una discusión, pero aun siendo un tío cutre totalmente dependiente de la protección de su papaíto, cada vez que Nina se ha enfrentado a él, se lo merecía. Y Eddie siempre quedaba boquiabierto.
La ha admirado de lejos y de cerca cada vez que ha tenido la oportunidad, aunque ella no se haya dado cuenta. Estos últimos meses más que nunca se ha encerrado tanto en sí misma que ha sido imposible intentar algo. Ojalá pudiera cerrar los ojos y despertar en junio del ochenta y cinco. Puede que hasta en mayo, cuando paseaban juntos por la noche, hablando de lo estúpido que era estar enamorado y acto seguido llegaban al tráiler de Wayne y no paraban de mirarse a los labios hasta que uno de los dos se lanzaba.
Esa imagen parece tan lejana e irreal que escuece.
❝Si no te importa, voy a sentarme un ratito para recordarme a mí mismo que no estoy perdiendo la puta cabeza. Espero que esto no sea uno de esos agujeros negros en los que si rozas el recuerdo te atrapa en tu propia mente,❞ dice a la vez que se deja caer por la pared de la sala hasta alcanzar el suelo. De momento, no se está desintegrando. Eso es buena señal. ❝Esta es la verdad, según tú, pero lo único que estoy viendo es algo modo Strange Behavior que me está dando un mal rollo tremendo.❞
❝¿No me crees?❞
Ni siquiera lo sabe.
❝No lo entiendo,❞ contesta. ❝Tú... Te conozco, Nina. Llevo toda mi vida conociéndote y aun así siempre he sentido que me faltaba algo. ¿Esto...? ¿Esto es lo que me faltaba?❞ Nunca se lo ha echado en cara, porque sabía, en el fondo sabía que era mejor no saberlo. Eddie respira hondo. El primer paso antes de aceptar la verdad es dejar de lado cualquier conocimiento previo a dicha verdad: Nina Peterson nunca ha existido. Siempre ha sido una tapadera, un fantasma, una ilusión. ❝Es surrealista.❞
❝Lo siento, Eddie.❞
Otra disculpa.
Ni siquiera es su culpa. Vale, lo ha escondido; vale, es una puta locura (porque lo es; Eddie está a punto de cagarse encima), pero no tiene que disculparse por esto.
❝Quiero ver lo que haces,❞ dice él, tomándola por sorpresa. ❝La electricidad hizo que Nora heredara las dos habilidades de la primera rata de laboratorio. ¿Qué te hizo a ti?❞
❝Eso no es...❞
Eddie se levanta de golpe sin dejarla hablar. Ya no valen las excusas. Esta es la verdad. Toda la verdad. Se sube un poco los pantalones y se cruza de brazos frente a ella antes de apartarse de la pared y abrir la gran puerta de cristales tintados, tras la que la pequeña Nina está sentada en el suelo con los ojos cerrados; Henry camina a su alrededor, con las manos a la espalda y una mueca de concentración en el rostro, muy parecida a la suya.
Ese chaval tiene algo raro aparte de la cara de que está constantemente a punto de estornudar. Tamborilea los dedos contra la muñeca opuesta y de vez en cuando alza la vista al techo murmurando algo incomprensible. Aquí, en esta habitación, parece intranquilo, pero al mirar hacia el espejo que hay en la pared contraria es como ver a un fantasma. Es... Todo lo contrario a como se estaba comportando antes. Qué mal rollo. Está quieto junto a ella, mirándola fijamente hasta que gira la cabeza, y Eddie se ve obligado a retroceder.
❝Hemos estado preparando esto durante meses,❞ habla el muchacho sin parar. ❝Día tras día, sin falta. Práctica tras práctica. Hemos atravesado una barrera que nadie había roto hasta ahora y se supone que hemos acabado con lo difícil. Tenemos que haber avanzado en algo. Nina, ¿qué ves?❞
❝Número dos está en enfermería. También número seis. Papa está allí.❞
Eddie se sienta frente a ella con el ceño fruncido. Tiene los ojos cerrados, como la noche anterior, en la que de repente su nariz y sus ojos empezaron a sangrar. ¿Está haciendo lo mismo? Sus manos reposan sobre sus muslos, relajadas; casi parece que esté meditando.
❝¿Está diciendo algo?❞ pregunta Henry de nuevo. ❝Sobre ti, sobre mí...❞
❝Sí,❞ asiente Nina. ❝Yo.❞ Su mueca se vuelve súbitamente tosca. ❝Habla rápido.❞
❝Repite las palabras.❞
❝No entiendo.❞
❝Vamos, Nina, repite las palabras. No hace falta que entiendas nada,❞ le asegura, con un brillo en los ojos que no es miedo. Eddie no está seguro de saber leer su expresión. ❝Solo necesito saber qué están diciendo. ¿Puedes hacerlo por mí? Soy tu amigo. Quiero ayudarte. Si Papa está diciendo algo sobre ti necesito saberlo para protegerte.❞
Se agacha a su lado momentáneamente hasta que la pequeña asiente, y vuelve a levantarse para dar vueltas con las manos a la espalda y la cabeza bien alta.
❝Dice que esto es malo. Que yo soy mala. Número dos llora, y la nariz de número seis sangra, no sé por qué, pero está hablando. Papa...❞
Henry para en seco. ❝Papa. ¿Qué está haciendo Papa?❞
La respiración de la pequeña Nina se vuelve inestable. Las manos le tiemblan, y se lleva una al pecho antes de arrastrarse por el suelo, hacia atrás. Retrocede hasta chocar con una pared invisible y palpa el suelo en busca de algo. Henry corre hacia ella, tomándola por los hombros.
❝¿Qué está haciendo?❞
Los ojos de Nina empiezan a moverse bruscamente tras sus párpados de un lado a otro.
❝Necesito que me digas qué está...❞
❝¡NO!❞
La gran puerta vibra, llamando la atención del muchacho rubio, quien sigue zarandeando a Nina por los hombros, ahora más angustiado.
❝Papa está aquí,❞ murmura Nina. ❝Des... Deshacerse... Quiere deshacerse... de mí.❞
Las puertas se abren de golpe, como lo hicieron en el hospital, pero esta vez los hombres vestidos con chalecos de protección y guantes gordos que entran en primer lugar cogen a Nina en vez de a su hermana, como si fuese radioactiva. Un grupo de celadores la amenazan con un arma de electrochoque mientras otro grupo acorrala a Henry para electrocutarlo y dejarlo inconsciente. Madre de Dios. Eddie se hace a un lado, porque, aunque no pueden tocarlo ni verlo, hay una vocecita en su cabeza que le dice que lo haga; con la espalda pegada a la pared contraria, puede ver a la pequeña Nina retorcerse como si estuvieran a punto de matarla.
Y serían capaces de hacerlo.
Brenner se hace paso a través de la puerta que da a la sala más pequeña, y se coloca frente a ellos, por lo que Eddie debe deslizarse hacia la izquierda para ver qué pasa, quedando a escasos centímetros de distancia del cuerpo inconsciente de Henry. Sus ojos se abren por un segundo, pero parece un espasmo. El doctor menea la cabeza repetidas veces, ignorando las pataletas de Nina.
❝Lo único que tú tienes que hacer es estar calladita, quietecita y obedecer lo que te decimos. Te he avisado muchas veces y no me haces caso. Naja, siempre te digo que esto... Que tu obediencia es para un bien mayor, y a los niños desobedientes, los castigamos.❞
❝¡NO!❞
❝Claro que sí,❞ replica Brenner. ❝Es justo. Cuando alguien hace las cosas mal, debe aprender a corregirlas, y un castigo inspirará esa faceta más escondida de ti misma. He tenido mucha paciencia contigo, pero ya no más.❞
Las luces empiezan a parpadear, y la pequeña Nina se queda inmóvil, con los ojos cerrados. ¿Se ha desmayado?
Eddie abandona la cómoda posición del suelo y, manteniendo las distancias, intenta verlo desde otra perspectiva. Parpadeo, tras parpadeo. Brenner mira a su alrededor hasta fijar los ojos en Henry y se acerca a él para darle la vuelta, pero al ver que está dormido, la sangre abandona sus mejillas. Es miedo.
❝Doctor...❞
El celador no puede terminar de pronunciar la frase porque Nina abre los ojos de buenas a primeras, entornados al máximo. Como Chrissy. La sueltan al instante, pero ella se mantiene en el aire. Las bombillas brillan con intensidad, y no es hasta que un minúsculo rayo de electricidad cae sobre ella que Brenner maldice en voz baja.
Las luces se apagan.
Y de nuevo, un foco.
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A/N
holi :)
en un principio esto no iba a ser desde el punto de vista de eddie pero creo que así es algo más realista !! esto no cambia nada, tho. siguen sin saber quién es vecna. henry es solo un recuerdo (y el único «amigo» de nina en el laboratorio), y brenner es literalmente una pesadilla andante.
he alterado un poco la historia. originalmente brenner daba alucinógenos a las madres de los experimentos para que ellos nacieran con poderes pero al ver que no replicaban las habilidades de 001 decidieron buscar una alternativa y se enteraron del accidente de la tormenta y dijeron «ah. esta es la mía». nina y nora nunca se curaron del todo. seguían usando la electricidad con ellas como ejercicio para estimular las habilidades e incluso en el futuro les ocurren cosas como que dan calambre a la gente y así. es como que la electricidad es parte de ellas.
yyyyy nada eso es todo por hoy jejejeje. espero que os haya gustado el capítulo <3
Besitos :)
palabras: 4949
publicado: 3 de agosto de 2022.
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