𝘪𝘪. 𝔉ade to Black





DAWN AND CHAOS
CAPÍTULO SEGUNDO
Fade to Black
(The Hellfire Club, part II)


[A/N: hoolaaaa (otra vez). voy a daros la lata al principio de todos los capítulos. ¡¡hay menciones de trauma, de pesadillas y leves pensamientos suicidas!! si sois sensibles a alguno de estos temas os aconsejo que me mandéis un mensajito para resumiros el contenido de la forma menos triggering posible <3 estoy aquí para todo si necesitáis hablar. mis dm siempre están abiertos <3]













          La colina que lleva al bosque está tan empinada que, de solo haberla subido, Nina se siente una escaladora profesional. Hace más frío que abajo, y desde su posición aún puede ver las tres minúsculas figuras de Jeff, Bako y Gareth, que no tienen intención alguna de asistir a lo que queda de ensayo de banda. Deben estar pensando que se le ha ido el último tornillo que le quedaba, y es comprensible, pero ocasiones como estas necesitan medidas drásticas.

          Si bien lo que ha visto, sentido o escuchado podría ser fruto de su imaginación, esa voz gutural ha dejado un hueco vacío en el pecho de Nina, una pregunta para la que no hay respuesta. ¿Vas a dejar que tu maldición le consuma? Puede que, definitivamente, esté delirando y necesite buscar otro punto de vista para todo esto.

          Una onda de inesquivable de inseguridad se apodera de su cuerpo a medida que se hace paso entre el bosque, en busca de una melena rizada familiar, al pensar en lo que va a decirle. Está claro que va a ser difícil sacarlo de esa cabezonería suya, pero por intentarlo que no quede, ¿cierto? Si tan solo pudiera contarle la verdad, sería mucho más sencillo.

          ¿Podría contarle la verdad? Nora lo hizo con sus amigos y ellos la aceptaron sin preguntar más de lo necesario, pero ¿qué diferencia hay entre un grupo de niños de doce años que acababan de perder a su mejor amigo a manos de una criatura de otro mundo y un metalero de veinte que afirma que ha visto dos ovnis a lo largo de su vida? Puede que contarle la verdad a Eddie la ayude a explicarse; a convencerle de que esta mudanza es lo mejor que podría pasarles a todos. Eleven ya está fuera del mapa y el portal se ha cerrado, pero ese mundo infernal siempre encuentra una forma de sangrar en el suyo, cueste lo que cueste.

          Kelly tiene razón. Hawkins está lleno de gente que la quiere, que se preocupa por ella, que ha estado a su lado desde que la conocen... Y por esa misma razón no puede quedarse. ¿Quién le dice que uno de ellos no podría ser la siguiente víctima? Los niños, Steve, Robin, Nancy... el mismo Eddie. No es un acto de egoísmo, se dice a sí misma, aunque no está segura de creérselo.

          El aroma que se cuela por su nariz de buenas a primeras la hace parar en seco y tensar los hombros. Ahí está.

          A unos metros de donde se encuentra ella, Eddie Munson se halla tirado sobre una mesa de camping, su tartera azul marina reposando abierta sobre uno de los asientos, y lo que parece ser un liadillo entre sus dedos. Nina se apoya contra el árbol más próximo y se cruza de brazos, esperando que se dé cuenta de su presencia. Como siempre, él va un paso por delante.

          ❝Te pasas meses siendo un fantasma y ahora no dejas de buscarme,❞ se burla. Su tono es serio, pero cuando se incorpora para asegurarse de que es ella, su mirada se suaviza.

          ❝Pensaba que tenías una cita.❞

         Eddie toma la tartera y la coloca a su lado para apoyar los pies sobre el asiento. Apaga el porro contra la madera y entonces lo tira. ❝¿Quieres algo?❞ pregunta, en voz baja, ignorando por completo el comentario de Nina.

          ❝Pedirte perdón. No quiero irme sabiendo que estás enfadado conmigo.❞

          Munson pasa a mirarse los anillos con desinterés antes de añadir: ❝No estoy enfadado contigo, solo... Confundido.❞

          ❝Confundido.❞

          ❝Sí. Confundido,❞ repite él, ❝porque esta cabecita de genio nunca para de dar vueltas.❞ Hinca los codos en sus rodillas y gesticula con las manos, un movimiento majestuoso y teatral que nunca falta cuando está a punto de lucirse. Temerosa, Nina se aparta del árbol y camina lentamente hasta la mesa donde está sentado. ❝No tendría que haber montado el escándalo de antes. He tenido tiempo para... recapacitar, aprender de mis errores y convertirme en un hombre nuevo... hasta que vuelva a perder los nervios. No puedo ofrecerte nada más, pero,❞ añade, alzando un dedo, ❝te concedo el honor de escuchar las palabras que más odio pronunciar... Lo siento.❞

          Ella parpadea por la sorpresa.

          ❝No me debes ninguna explicación, Nina. No soy... No soy la poli,❞ habla de nuevo. ¿Qué va a decir a continuación? ¿Soy tu amigo? ¿Es ese el camino que va a tomar la conversación? ❝Prefiero que corramos un tupido velo y hagamos como si nada hubiera pasado. Has tomado una decisión, yo la respeto y no hay más. Siempre puedo coger algún vuelo para ir a visitaros. ¿Qué piensas de mi nivel de alemán?❞

          Nina se sienta a su lado con cuidado de no tirar la tartera y se inclina para cerrarla. ❝Pienso dos cosas: la primera, que es muy bueno,❞ Eddie muestra una mueca de falsa superioridad, ❝y la segunda, que eres el tío más... cabezota que conozco. Seguro que hasta has comprado diccionarios.❞

          ❝Y una guía turística por catálogo. Los quince dólares mejor gastados de mi vida.❞ Nina hace un mohín.

          ❝Pero si vas a visitarnos, no necesitarás una guía turística. Nora y yo te guiaremos.❞

          ❝¿Y si quiero lucirme y guiaros yo a vosotras?❞

          Ella le da un suave codazo en el brazo para reprocharle la broma. Después de ocho meses, y sin contar el encuentro de octubre, Nina vuelve a sentirse en casa, por fin.

          La última vez que pasaron tiempo así es tan lejana que para Nina es un simple recuerdo más que una realidad. Wayne, el tío de Eddie, decidió que durante sus dos semanas de vacaciones navideñas le pediría prestada la caravana a sus vecinos y se llevaría a Eddie a una aventura por los estados contiguos, y por supuesto, le preguntó a Nina si quería acompañarlos. Tras lo ocurrido la noche del baile, ella le dio más vueltas de las necesarias. ¿Sería incómodo? Tal vez, Eddie no quería que fuera, prefería pasar tiempo con su tío o simplemente ir a su bola, pero como siempre, la sorprendió.

          No solo le pidió que fuera, sino que fue personalmente (y acompañado de Wayne) a casa de los Peterson para pedirles permiso a sus padres. ¡Aceptaron! Nina no se lo creía; tuvo que pellizcarse varias veces para comprobar que fuese cierto y no un sueño, y a los pocos días, pisó la caravana de los Stewart, los vecinos bastante poco simpáticos de Eddie, con intención de no abandonarla jamás.

          Durante las noches de tormenta, cuando Nina temía que se repitiera la historia, Eddie la abrazaba y siseaba para calmarla, aunque estuviese medio adormilado, cuantas veces hiciera falta para que ella pudiera volver a dormir.

          ❝Te he traído algo, por cierto.❞

         Sumida en sus pensamientos más profundos y añorando el pasado, Nina solo vuelve a la realidad cuando, de soslayo, ve que Eddie extiende su mano cerrada en un puño.

          ❝¿Mmm?❞

          ❝Es una cursilería,❞ admite, sin dejarle ver lo que es, ❝pero, al mismo tiempo, es muy valiosa, entonces lo compensa. Lo llevo siempre encima desde que viniste a casa en octubre... Cosa que, ahora que lo pienso, es aún más cursi. Lo único que tienes que saber es que a partir de ahora, voy a estar invadiendo tu pequeña cabecita diariamente.❞

          Como si no lo hicieras ya.

          A regañadientes, y apartando la vista, Eddie abre la mano, desvelando (a parte de las marcas que sus uñas habían dejado por la presión) una púa de guitarra negra con reflejos blancos metalizados. Al tomarla, la cadena de plata a la que está enganchada se desenreda sin ningún esfuerzo, aunque el ganchillo acaba justo en el hueco de la púa y debe colocarlo en su sitio antes de admirar el collar.

          Su corazón tiembla a causa del súbito pinchazo que recibe, y acto seguido empieza a latir a tal velocidad que podría vivir por sí mismo. Consciente de su poco controlada reacción, Nina se lleva una mano a los labios, ahogando un gritito de sorpresa que se convierte en una inspiración repentina. El contacto de las suaves yemas de sus dedos contra sus labios llenos de heridas le recuerda que no debe hacerlo si no quiere que se le infecten, pero ahora mismo eso da igual.

          ❝Es...❞ Al volverse hacia Eddie, él espera, mordisqueándose las uñas, algo que le confirme que no ha sido un desastre de regalo. ❝Es la cursilería más bonita que he visto.❞

          Por un momento, su mente desconecta, y ella intenta abrazarlo, aunque para antes de hacerlo. Con los brazos extendidos y una mueca de la más pura vergüenza, Nina carraspea y se aleja de él tan rápido como se ha acercado. Conmocionado, Eddie la imita.

          ❝Perdón,❞ dice Nina. ❝¿Puedes...?❞

          ❝Claro.❞

          Sentir la cadena helada contra su piel es suficiente para convencerla de que lo que está viviendo es real. Los rizos de Eddie rozan sus hombros cuando se inclina para colocarle el colgante, y al apartarse, la sujeta por los brazos para mecerla de un lado a otro y ahuyentar la incomodidad que se ha alzado a causa del fallido abrazo.

          ❝Conocerme ha sido lo mejor que ha podido pasarte,❞ se burla. ❝No solo te he enseñado a valorar una música exquisita, sino que también tienes los mejores accesorios❞

          ❝Y tú sigues sin aceptar que te gusta Grease. Mis aportaciones en tu vida también han sido exquisitas.❞ Eddie suelta una risita y vuelve a sentarse a su lado, el flequillo despeinado y los rizos desperdigados. ❝Gracias por esto,❞ murmura Nina, sujetando la púa entre sus manos. ❝Aunque no tenga guitarra ni nada por el estilo, es precioso.❞

          Él vacila. ❝Si no hubieras estado a punto de arrebatarme la vida cuando se te resbaló la mía, no tendrías ese problema.❞

          Es en el momento que Eddie gira para mirarla que ella recuerda la noche del baile. A ti. Siempre te miro a ti. Conversaciones como las que acaban de tener son las que reinician el contador después de una discusión, sea por la razón que sea, aunque en este caso, parece que ya no hay contador que valga. Llegan las vacaciones de primavera, Nora se marcha a California con Mike y ella no debería hacer planes por mucho que la señorita Kelly diga que es bueno, porque la maldición sigue ahí. No es algo mental.

          No puede serlo.

          Seguramente, ya haya tomado a su próxima víctima. Puede que esta conversación haya marcado a Eddie para siempre, y que marcharse no sea tan buena idea, después de todo.

          En el silencio, Nina solo es capaz de escuchar sus propios latidos. En sus orejas, en su estómago, en las yemas de los dedos.

          ❝Me gustaría saber en qué piensas cuando te quedas así de callada.❞

           No hay respuesta.

           En su lugar, Nina vuelve a tomar la púa entre sus manos, y su vista se desvía allá donde el cielo y el sol se funden en un crepúsculo hipnótico.

          Ojalá nunca tenga que decírtelo.





° 。・ ゚. •





          El salón de los Peterson está plagado de niños.

          Nora ha servido zumos de fruta para Mike y Dustin, quienes parecen exhaustos. Ambos llevan la camiseta de Hellfire, maldicen en voz baja a Eddie y beben de sus respectivos vasos casi a la vez, antes de percatarse de la presencia de Nina, quien ahora cierra la puerta principal tras de sí y saluda con la mano.

          Su hermana está tirada a lo largo del sofá, con las piernas apoyadas en la espalda de este y las manos reposando sobre su vientre, inadvertida de la preocupación en los rostros de sus mejores amigos. Por un lado, Mike Wheeler, el hermano pequeño de Nancy, cuya mandíbula está tensa hasta el punto en el que al soltar aire le sale entrecortado; por otro, Dustin Henderson, que se refugia en su zumo para no enfrentarse a lo que verdaderamente importa, sea lo que sea.

          ❝¿Reunión para organizar una fiesta de pijamas?❞ pregunta Nina mientras deja las llaves sobre el cuenco de la entrada. Henderson se lleva las manos a la cabeza.

          ❝Más bien, reunión para preparar una huida masiva antes de que un tío de metro ochenta use su pelazo mágico para ahorcarnos y matarnos de la forma más violenta posible.❞

          Por lo general, el dramatismo de Dustin roza lo sarcástico, pero hoy suena verdaderamente asustado. Frente a la falta de contexto, Nina hace un gesto de confusión.

          ❝Eddie les ha pedido que busquen un sustituto para Lucas, que juega esta noche en la final y no va a poder asistir a la última sesión de campaña,❞ explica Nora con vehemencia, para luego desperezarse sobre el sofá e incorporarse para dejarle sitio a Nina. ❝Y lo peor es que yo tampoco puedo ir, así que están jodidos.❞

          Dustin se tapa ahora la cara y niega repetidas veces. ❝Nos va a matar,❞ se lamenta, a lo que Mike le da varios golpecitos en la espalda para animarlo. ❝Somos unos desgraciados.❞

          Tras sacarse los zapatos, quitarse la muñequera que cubre el número 013 y recogerse el pelo en una coleta alta, Nina se sienta con ellos a pesar de las muecas de desaprobación por parte de Mike. ❝¿Cómo es que vas a faltar otra vez?❞ le pregunta a Nora. Ella se encoge de hombros.

          ❝Voy a casa de Max.❞

          Cuando no duerme en casa de los Wheeler, Eleonora encuentra su paz en Maxine Mayfield. Hasta le ha ofrecido que se vaya con ellas a Alemania, más veces de las que Nina considera normales. Ha llegado a un punto de insistencia que Max ya sabe cuándo va a preguntárselo de nuevo y automáticamente responde que no puede. Hacerse a la idea de que alguien a quien has visto todos los días desde que le conoces va a desaparecer de tu vida hasta Dios sabe cuándo no es fácil, y Nora no lo está llevando bien.

          ❝¿No vais a ir al partido?❞ pregunta Dustin, preocupado.

          Nora menea la cabeza. ❝No de forma presencial.❞

          ❝Solo podemos contar con Erica,❞ deduce Mike a continuación, mirando a Nina de forma confidencial. Hay algo en ese gesto que no cuadra del todo, pero que pronto cobra sentido. ❝Hola, Nina.❞

         Oh, Michael.

          Este niño la odia como nadie, y con razón. Ya lo hacía de antes, desde aquel invierno de 1983 en el que desapareció Will Byers y comenzó la ola eterna de desgracias, pero a raíz de la mudanza y de la firme decisión de Nina por no quedarse, Mike Wheeler se había superado a sí mismo. Nina lo entiende, o al menos, intenta hacerlo. Tampoco es que adore tener enemigos mortales de quince años, porque lo cierto es que son un grano en el culo, Mike el primero.

          Si no fuera tan importante para Nora, lo habría cogido de la oreja y echado de casa en menos de lo que se tarda en decir largo.

          ❝Hola, Nina,❞ repite ahora Dustin, girando la cabeza para mirarla y dedicarle una resplandeciente sonrisa. ❝Trataría de convencerte con el tema de la camiseta, pero ya tienes una, así que,❞ da una palmada y alza el dedo índice. ❝Te diré que...❞

          ❝Iré.❞ Ignorando el súbito dolor de cabeza, Nina extiende su meñique hacia Dustin, cuyos ojos se iluminan.

          ❝Eso ha sido rápido,❞ celebra, antes de corresponderle la promesa.

          ❝¿Vas a ir? ¿En serio?❞

          Nora se incorpora en el sofá y toma el vaso de zumo de Mike para bebérselo. A él no parece importarle, porque sigue examinando a Nina con ojos entrecerrados, tratando de encontrar la parte negativa del asunto. Un pero, un si, un algo, pero no hay.

          ❝La señorita Kelly dice que tengo que recuperar mis antiguos hobbies poco a poco, aunque me cueste, así que eso voy a hacer.❞

          ❝La señorita Kelly siempre dice la verdad,❞ concuerda Dustin.

          ❝También ha dicho que no deberíais iros,❞ aporta Mike en un tono lo suficientemente seco como para que el ambiente se tense, ❝pero a eso no le has echado tanta cuenta.❞

         ❝Mike,❞ avisa Nora. ❝Te he dicho esta mañana que...❞

         Pero él no hace caso. ❝Llevas comportándote como una mártir desde julio, diciendo que si tu maldición no-sé-qué, que si tu maldición, no-sé-cuántos... ¡No estás maldita!❞ chilla, acompañándose de gestos exagerados. Debería mirarse la rabia que tiene acumulada, porque no es bueno estallar de esta forma. ❝Y no eres la única que lo ha pasado fatal desde que todo esto empezó. Hemos perdido a Hopper, a Bob, a Billy... Por muy idiota que fuera. Ya no están. Y Will...❞ Mike se inclina hacia atrás, incapaz de terminar la frase. ❝Si estás maldita, si crees que eres tú la que causa todo esto, ¿por qué no te vas tú? Tendrías que haberlo hecho hace mucho tiempo, así que, vamos. Hazlo. Haz lo que quieras. No me podría importar menos. Si quieres irte a Alemania, a China o a Marte, puedes hacerlo sin arrastrar a alguien más contigo.❞

          ❝No me está arrastrando,❞ habla Nora para la sorpresa de todos, sobre todo para la de Mike, que vuelve a incorporarse incrédulo. La expresión de Nina se endurece al escucharla decir: ❝Si nos quedamos, podría ser peligroso para vosotros. Estando El en California, no ha ocurrido nada extraño; si nos vamos nosotras...❞

          ❝Será una estupidez.

         ❝Será más seguro.❞ Nina se yergue para imponerse. Sabe que Mike es más valiente de lo que parece a primera vista, pero no hará nada de lo que pueda arrepentirse.

         ❝¿Y si vuelve a pasar y no estáis?❞

         La voz de Dustin se ha alzado en un susurro, y es, quizás, la intervención que menos esperaba Nina. ¿Puede volver a pasar? Al mirar hacia su hermana, ella ha tenido la misma reacción.

          ❝El portal está cerrado, tíos,❞ afirma Nora. ❝El Azotamentes... No puede volver a pasar.❞

          Ese mundo siempre tiene una forma de sangrar en el suyo, cueste lo que cueste.

          ❝Una semana.❞ Nina se vuelve hacia Mike. ❝Te doy una semana para que lo pienses por última vez. ¿Estamos más seguros, según tú, con vosotras en otro continente? ¿O tal vez es mejor que os quedéis? No sabemos si tu maldición es real. Es lo único que digo.❞

          Lo has conseguido, Michael.

          ❝Una semana,❞ acepta.

          Un apretón de manos es suficiente para sellar el pacto.





° 。・ ゚. •





          Pasados diez minutos, ellos se quedan en el salón hablando y disfrutando de lo que a primera vista resulta ser una tarde de marzo como cualquier otra, y Nina sube las escaleras hasta el segundo piso para encontrar un motivo por el cual ha aceptado esa estúpida propuesta de Mike. Nuevamente, se replantea cancelar el plan de California, aunque sabe que no debe hacerlo. Nora está muy emocionada por el viaje de mañana; por ver a Will, y también a El, pero sobre todo, está emocionada porque son sus primeras vacaciones fuera de Hawkins.

          Al principio, Nina quiso adaptarse a su papel de tutora legal. ¿Quince años y viajando sola por el país? ¿Qué locura era esa? Una cosa era que los Wheeler dejaran ir a Mike, porque su sentido de peligro parental no se activaba nunca, ni aunque su hijo se pasara tres días fuera de casa sin avisar a nadie, pero otra muy distinta era dejar que Nora fuera con él.

          La discusión fue corta. Nora gritó, Nina intentó calmarla y llegaron a un acuerdo. Ella iría a las vacaciones con Mike y, a cambio, aceptaría la mudanza.

          ❝¿Quieres que nos vayamos?❞ preguntó Nora casi al instante. La mueca de enfado en su enrojecido rostro se marchó poco a poco, siendo sustituida por una de puro terror.

          ❝Si nos quedamos, será peligroso para nosotras y para ellos,❞ respondió Nina, encogida en una esquina del sofá, con los pies escondidos bajo un cojín. De fondo, en la televisión, Superman surcaba los cielos con Lois Lane entre sus brazos, y la romántica escena quedó hundida en la miseria. ❝La prensa sigue buscando algo que decir sobre... Ya sabes, y Hopper ya no está para cubrirnos. Es cuestión de tiempo que el nuevo departamento de policía venga a buscarnos. Callahan ya nos tiene manía.❞

          ❝Esto no lo hemos causado nosotras,❞ repuso Nora, y tenía razón.

          Nina miró hacia la televisión. ❝Esa es la única condición que te pongo❞

          No hizo falta decir más, lo que le dio a entender que Nora se sentía de la misma forma: un peligro. Los hechos hablaban más que otra cosa. Alguien inocente no se veía involucrado siempre en la misma historia y salía con las manos llenas de sangre.

         Pero ahora... Ahora, si deciden quedarse, esa pelea habrá sido innecesaria, al igual que la charla. Tanto Nina como Nora saben que están en peligro desde la muerte de los Peterson. La policía no hace más que buscar una explicación para el estado de sus cadáveres. El fuego no hace eso, y un ser humano, tampoco. A no ser que lo achaquen a un comportamiento extraño frente al contacto con las llamas, ambas son sospechosas de lo ocurrido.

          El número 013 en su muñeca sigue pareciendo extraño tras todo ese tiempo; tras todas esas batallas. A pesar de que Nina ha intentado autoconvencerse de que no es una amenaza, sus pensamientos más oscuros y las pesadillas recurrentes no ayudan lo más mínimo. Siempre son las mismas. Su hermana yace en el suelo, herida, con la sangre cubriendo su camiseta a rayas amarillas y blancas, mientras los padres de ambas apuntan con una pistola a su cabeza. La oscuridad se explaya por los alrededores a causa del apagón que Nora ha causado al absorber la energía eléctrica del centro comercial Starcourt, y solo saltan algunas chispas que, de vez en cuando, aportan algo de luz a ese infierno apagado que hasta hacía pocos días había sido el mayor entretenimiento para el pueblo de Hawkins.

          Nina mira a Nora sin decir una palabra y levanta la cabeza lo suficiente como para sentir la luz de la luna tratando de captar su atención a través de las rajas del techo. No se mueve, no tiembla por el miedo, pero lo más importante es que no duda.

          El entorno le habla, susurrando los secretos más oscuros de Valerie y Oscar Peterson. Puede oír cada pensamiento; cada pieza de información que llega directamente a su cabeza. Sabe cómo funciona eso y sabe las limitaciones que tiene, pero, aun así, vale más la pena morir habiendo intentado hacer algo que vivir siendo una cobarde.

          Cuando se entra en la mente de alguien, hay que seguir tres simples reglas: no reiniciarla, no cambiar la percepción que alguien tiene de ti y no destruirla. Esas tres reglas eran las favoritas de Martin Brenner cuando practicaban juntos. El doctor solía hablarle de forma distinta que a sus otros hermanos. Desde luego, ella era mayor que la mayoría de ellos, y un trato infantil solo le hubiese servido para sentirse estúpida. Las charlas que tenía con Brenner eran, posiblemente, lo único que la animaban a pensar que no la odiaban tanto.

          Nina solía cumplir las reglas sin rechistar (bien por miedo o porque era consciente del daño que podía causar si no lo hacía), pero en este momento, en el mismo instante en el que la pistola de Valerie apunta contra su frente, algo conecta los puntos dentro de su cabecita. Después de tantos años siendo una marioneta, Nina Peterson ya es lo suficientemente inteligente como para entender que las reglas están hechas para romperlas.

          Basta un solo parpadeo, un parpadeo lento pero desafiante, para que las armas caigan de sus manos y ellos se queden completamente paralizados. El nivel de concentración que se necesita para acceder a la mente de un ser humano (y ya no digamos dos) era tan alto que cuando abre los ojos, Nina cree que morirá, aunque no es así. De hecho, vive para presenciar el milagro más oscuro que la tierra jamás ha presenciado. Es bueno no recordar con exactitud lo que pasó, ¿verdad? Nina cree que sí (quiere creerlo, al menos).

          Lo único que sabe (y lo último que recuerda de cada pesadilla) es que, tras unos segundos de extremo dolor, sus ojos se entornaron hacia atrás para recuperar la energía perdida. La electricidad restante; las chispas de luz que iluminaban el centro comercial se desprendieron de sus respectivos lugares y ascendieron por sus piernas y brazos hasta iluminar sus ojos como linternas. Ya estaba hecho.

          No hubo cháchara, solo acción, y aunque ella creía que se sentiría segura, feliz e incluso aliviada, no fue así. Allí, en el centro comercial, aun habiéndose superado a sí misma, cayó sobre sus rodillas y lloró desconsoladamente hasta que perdió el conocimiento.

          Uno no llega a la conclusión de acabar con las vidas de sus padres por gusto propio, no. Nina tuvo que tomar esa decisión muy a su pesar, cuando tanto su vida como la de Nora estaban en peligro. Habiendo crecido en un laboratorio estatal en el que las trataban como experimentos, nunca se les permitió dudar de las decisiones que tomaban por ellas. Nora solía ser muy rebelde. Odiaba las actividades y a Brenner, odiaba tener que esforzarse para que luego no ocurriese nada, y odiaba los castigos. De ella lo esperaban todo. Claro, siendo el número 012, el equivalente de la perfección, no podían hacer otra cosa. Nora era (y seguía siendo) muy poderosa. Nina lo sabe, la misma Nora lo sabe, y hasta algunos habitantes de Hawkins han tenido el placer de comprobarlo.

          Sin embargo, Nina era el gafe, el 013, la mala suerte, para colmo, era la que más daño podía hacerles si decidía meterse en sus cabezas. Por eso Brenner la tenía tan controlada.

          De ella no esperaban más que su silencio y su obediencia.

          Nunca la trataron como a una igual, al menos, no todos. Permanecía apartada de los demás niños, bien con algún celador o doctor que se encargara de vigilarla, y solo de vez en cuando, Brenner trabajaba con ella de manera individual. Los ejercicios eran rápidos, fáciles, aburridos. Una y otra vez, Nina se encontraba a sí misma rodeada de personas desconocidas que miraban sus resultados con una sorpresa indescriptible, casi sinónima de terror. Pero terror ¿por qué?

          Tras mucho pensar en el pasado, Nina menea la cabeza y avanza a través del pasillo, pasando por delante de la habitación de Nora, que está encajada. No debería hacerlo. Invadir la privacidad de un adolescente era lo peor que podías hacer, y, aun así, Nina abre la puerta con sumo cuidado.

          Las paredes grises están decoradas por posters y fotografías, y hasta hay algún que otro dibujo que Will le ha mandado por carta durante este año. Parece tan distinta al cuarto que tenía hacía tres años que es irreconocible. La cama está bien hecha: almohada mullida, peluches en su sitio, sábanas estiradas. Y una fotografía antigua sobre el cabecero.

          Los Peterson sonríen a la cámara, mientras ellas dos hacen todo lo posible por poner la mejor mueca, sin conseguirlo. ¿Cuándo fue esto? Nina toma la fotografía entre sus manos y baja los hombros, hundida. Nunca le has preguntado cómo se siente ella, había dicho la señorita Kelly. ¿Era esto? ¿Añoranza? ¿Pena? ¿Reminiscencia? Tal vez, Nora también soñaba con el pasado; con Essen. Con ese salón infinito, con el jardín y la tormenta. Tal vez, y solo tal vez, Nora también tenía pesadillas y revivía la noche del cuatro de julio como si fuera la primera vez, el miedo ascendiendo por su pecho hasta establecerse en los pulmones, obstruyendo todo paso de aire. Dejándola sin respiración.

          Tal vez, Nora también siente que está maldita y se echa encima el peso de una culpa invisible porque necesita algo que justifique las desgracias y que explique por qué siempre deben sufrir aquellos que la rodean. Es lo más fácil. Pero una vez ese pensamiento ocupa tu cabeza, es imposible salir de él; entonces, te preguntas si vale la pena seguir viviendo así, despertando todos los días y diciéndote que nunca va a cambiar. Que una mañana, cuando abras los ojos, alguien más se habrá ido por tu culpa: bien porque causaste su desastre o porque no hiciste nada para detenerlo. La causa da igual, porque lo que importa son los hechos.

          Sintiendo que ha invadido la privacidad de su hermana pequeña, Nina lo deja todo como está y sale de la habitación dando torpes pasos hasta llegar a la suya. Sorprendentemente, la ropa que ha dejado esta mañana en la silla está doblada y ordenada; la camiseta de Hellfire extendida sobre la cama, como si desde un primer momento, Nora hubiese pretendido que fuera. A veces se comporta como una madre más que ella, y es en momentos así que Nina se replantea todas sus decisiones.

          Frente a la cama, colgada en el tablón de corcho, otra fotografía capta su atención, esta vez, una en la que salen Eddie y ella. Fue tomada en el penúltimo ensayo de Corroded Coffin al que asistió, y la expresión en ambos rostros desprende felicidad.

          ❝¿Por qué has traído la cámara?❞ le había dicho Nina a Jeff durante el descanso. Él se encogió de hombros y se bebió media botella de agua de un solo trago.

           La llegada del verano había pegado fuerte y los chicos estaban exhaustos. Gareth descansaba con la cabeza hacia atrás, apoyada en la pared de su garaje y los ojos entrecerrados, dejando que las baquetas que reposaban sobre la caja se resbalaran hasta caer; Bako se quitaba la chaqueta y soltaba aire, maldiciendo en voz baja el hecho de que no entrara una mísera brisa de aire, y Eddie daba vueltas improvisando con la guitarra.

          ❝Está haciendo un álbum de recuerdos,❞ contestó Gareth con las pocas fuerzas que le quedaban. Se echó los rizos hacia atrás y empezó a abanicarse con las manos. ❝Vaya mierda de tiempo. Así no hay quien toque en condiciones.❞

          ❝No sabía que te molaba eso de los álbumes,❞ admitió Nina, a lo que él mostró una dulce sonrisa.

          ❝Soy una caja de sorpresas.❞

          ❝Pues aún no has hecho ninguna foto, caja de sorpresas,❞ se burló Eddie.

          Dejó la guitarra apoyada con sumo cuidado y se sentó en el suelo antes de sacarse la chaqueta vaquera sin mangas. En la camiseta negra de tirantas que llevaba se leía Corroded Coffin en una tipografía gótica muy curiosa. Ellos hacían sus propias camisetas, sus diseños, en general, que luego plasmaban en tazas (de las cuales Nina tenía una), o posters. Cuando Nora cumplió los catorce, Eddie le regaló un poster enorme con el nombre de la banda y una notita que decía «me lo agradecerás cuando seamos extremadamente famosos. Felicidades, mocosa.»

          ❝¡Haznos una, Jeff!❞

          Nina se arrastró hasta sentarse junto a Eddie y apoyó su barbilla en el brazo del muchacho, atrayéndolo hacia sí misma.

          ❝¿Y por qué conmigo? Gareth es mucho más fotogénico.❞ Él le hizo una peineta desde su posición y se agachó para recoger las baquetas que se habían caído al suelo. ❝Bueno, Bako me dijo...❞

           ❝No seas imbécil.❞ Jeff apuntó la cámara contra ellos y contó hacia atrás.

           ❝¿Estás poniendo una cara rara?❞ preguntó Nina entre dientes. Eddie meneó la rizada cabellera, pero la fotografía dijo lo contrario.

            Lengua hacia afuera y mueca divertida, un contraste significativo con la expresión de Nina, cuya sonrisilla la hacía parecer una chica cualquiera. Dos polos completamente opuestos, había observado Bako al ver la foto, y en vez de plasmarla en el álbum, Nina pidió quedársela y hacer otras muchas en su lugar.

             Ella también se ha preguntado muchas veces si valía la pena seguir viviendo, y lo cierto es que a pesar de momentos como ese, en los que era realmente feliz, nunca ha llegado a encontrar una respuesta. A lo largo del tiempo, Nina ha llegado a la conclusión de que es algo que nunca se sabe del todo.

              Pero mientras el desconocimiento siga presente, no queda otra que seguir ahí, sintiendo el corazón bombear sangre al ritmo de un segundero.

              Al ritmo de las manecillas de un reloj.









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A/N

holi :)

creo que estos primeros capítulos son un poco pesados de leer, pero a partir del siguiente todo será mucho más dinámico. dado que hemos empezado casi por el final de la saga, creo que es necesario poner un poco en contexto sus pensamientos y su relación con todo el mundo (sobre todo con eddie y los chicos de corroded coffin, ya que son amigos de toda la vida). tengo muchas cosas pensadas para ella y en general para todos. poco a poco las iré desvelando, jejeje.

por aquí os dejo la fotografía de nina y eddie (finjamos que no es un detrás de las cámaras; apreciemos que por primera vez en toda la historia de mi relación con photoshop, la cabeza de la persona photoshoppeada no es del tamaño del big ben y que no tiene un ojo en parís y el otro en seúl, porque los manips siempre han sido mi punto débil...)


(mis hijos. i would very much literally sell my soul for them).

PD. ¡¡tengo tiktok!! donde cuelgo edits de la fanfic e intento hacerme un hueco entre la comunidad de editores de wattpad :) mi user es "livfialas.wp", por si queréis echarle un vistazo a la cuenta. Sobre todo, subo pequeños tráilers de cada capítulo antes de colgarlos y a veces me planteo subir edits normales pero aún me gana la vergüenza shdgjg. En fin, ¡¡eso es todo!!!

¡espero que os haya gustado el capítulo!

Besitos :)

Palabras: 5307
Publicado: 10 de julio de 2022

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