Prólogo.

-¡Resista un poco más dama, ya falta menos, usted solo empuje!- Los quejidos de agonía hacían eco a lo largo de los pasillos, habitaciones, balcones y se alejaba hacia lo profundo de la noche y hacia las estrellas...

Insectos salían del pasto cuando la resonancia del sonido les llegaba, huyendo... Pero ellos sentían, algo que otros no.

La estructura de dónde provenían esos alaridos, era blanco, bordes marrones y un techo al mejor estilo de la arquitectura clásica japonesa, velas, velas se usaban para iluminar los alrededores e interiores. La velada era hermosa, aunque sí, algo oscuro, gracias a eso se usaron las velas... Pero si algo brillaba esa noche, era la luna... Resplandecientes rayos de luz penetraban las nubes como si de cuchillos se trataran, pero como aclarado, todo parecía oscuro por alguna razón.

Eran tantas las bellezas, que nadie su pudiera haber dado cuenta del gran número de personas que corrían hacia ese mismo hospital, vestidos todos de blanco impecable, sus ropas eran pulcras, tenían coderas, rodilleras y mascarillas de plata, y una ranura que les daba el suficiente espacio para tener un campo de visión apropiado. Sus pisadas, aunque rápidas, eran silenciosas y se movían como hojas en el viento...

Al frente de ellos, uno de capucha negra hacia señas al resto, y se movieron en diferentes direcciones.

-Tomen a la niña, usen fuerza letal, maten a quien se atreva a oponerse...- Susurró a si mismo, pero como si todos le escucharan fuerte y claro, asintieron, corriendo entre los árboles y saltando entre las ramas...

* * *

... La atmósfera era igual, que hace tantos años, los pasos de zapatillas blancas apenas y se escuchaban mientras corrían varias figuras de color blanco a lo largo del césped, pero ahora en vez de dirigirse hacia un hospital humilde, la silenciosa triada se apresuraba hacia una total fortaleza.

Muros de piedra de mínimo cinco metros de alto se alzaban, con una cima llena de guardias vestidos con armaduras rojas y negras, parecidas en parte a guardias de la era Edo, vallas del color de las armaduras les rodeaban.

Sostenían rifles antiguos, manufacturados con madera brillante y metal opaco, los estómagos de estas dichas armas llenas de pólvora lista para estallar, dada la orden de su patrón portador de antemano... Si solo tuvieran la oportunidad, eso es.

-¿Crees que paguen por el rescate?- Uno de los guardias preguntó a su acompañante, sosteniendo su rifle cerca de su pecho con firmeza.

-Es un lord de la minería, tiene dinero para despilfarrar, si no paga el rescate de su linda niñita es que es incluso más avaro que nuestro propio jefe- El hombre dijo con una risotada gutural, era algo más alto que su compañero, y sostenía el rifle de igual manera.

Ambos se rieron otro poco mientras resguardaban su muro, el muro este, no se daban cuenta que detrás de ellos en los muros oeste y sur, sus compañeros caían silenciosamente...

Una pared de personas escalaba por ese mismo muro este, todas vestidas de blanco, ese mismo blanco de hace tantos años...

Lamentablemente uno de esos vestidos de blanco resbaló un poco, creando un mínimo sonido de deslizamiento, esos dos guardias parecen haberse dado cuenta y uno de ellos alzó un dedo para que ambos se detuvieran.

-¿Escuchaste eso?- Dijo el más pequeño, el otro solo asintió y ambos prepararon sus armas, apuntando hacia el borde del muro y acercándose lentamente para poder tomar un buen vistazo, pero al asomarse no vieron absolutamente nada... Porque luego de que un rápido resplandor azul paso frente a sus ojos, sus cabezas se deslizaron lentamente y dejaron caer un río de sangre, sus cuerpos se desplomaron hacia abajo y se estrellaron contra el suelo con un sonido seco.

Las figuras blancas escalaron rápidamente el muro, todas saltando hasta la cima y aterrizando con nada de sonido bajo sus pies.

Las miradas se fijaron en ese hombre que se resbaló, quién apenado solo pudo bajar la cabeza.

-Casi perdemos el elemento sorpresa gracias a ti, idiota- Alguien le susurró

-Eres un novato, sabía que no debíamos traerte- El chico asintió, no mucho más podía hacer, un par de susurros más continuaron por reprocharle su falla al joven que sentía como sus hombros decaían.

Pero algo los mandó a callar a todos, un frío absoluto que entraba por sus poros como agujas y que congelaba el sudor.

-Cállense, muévanse... O los mataré a todos- Una figura que se erguía en una sola pierna, equilibrada sobre una baranda y con su otra pierna colgando libre sobre el borde les dijo, era... Algo baja, y su voz sonaba bastante joven pero con una autoridad sublime.

Todos asintieron y la figura cubierta en sombras solo saltó abajo, con una neblina fría siguiéndola de cerca. Todos la siguieron silenciosamente excepto uno que hablaba con alguien a su lado.

-No creerías que fue hace solo diez año que la obtuvimos-

-Parece que fue ayer ¿No es así?-

* * *

Las figuras dejaban un camino de sangre por donde pasaban, dejando un silencioso horror detrás y con los guardias que ni se dieron cuenta.

Cada muerte era sutil, cortes a la yugular, apuñaladas por la espalda, cuchillos al cráneo y muchas otras técnicas de asesinato silencioso.

Por el medio caminaba ese mismo hombre de antes con el atuendo diferente, negro con una capucha, su pelo blando salía de entre los costados levemente y en su espalda, un estuche para espada. Sus manos a su espalda mientras su paso firme no hacia ningún eco, solo podías escuchar esos gritos de la dama que, aparentemente, daba a luz.

-Una noche de luna llena, en donde las estrellas titilantes se alineen con los latidos de cuatro lobos, en el norte nacerá una chica, hija de una albina, tendrá sobre ella rojas líneas, que marcarán su vida... Shinigoro-

El hombre recitaba una especie de poema, pero... No era eso, no era un poema, era algo más importante.

-La profecía de la reencarnada del Dios de la Luna continua, cada cierto tiempo el ciclo se repite, y solo una vez en una vida, se puede presenciar tal cosa... He esperado toda mi nueva vida para esto, para sentir en la palma de mi mano el poder latente de un dios, de un ser más allá de la comprensión humana-

Los gritos de dolor continuaron arriba, la dama seguía en constante agonía y no podía pensar, solo empujaba, más y más fuerte para poder ver a su retoño de una vez por todas. No claro para ella, que sería no solo la primera vez que lo viera, pero sino la última.

-Pero cuidado debemos tener, ya que si la madre muere a los primeros diez años de su vida, sus poderes se verán interrumpidos, el flujo de su aura se perturbará y desatará mil noches sin luna...- La voz calmada dijo mientras subía las escaleras, revelando a sus hombres todos detrás de la puerta listos para entrar, alzando un dedo les indicó que el momento no era el adecuado aún.

-Aún no... Hemos esperado esto por años, cinco minutos son nada, la paciencia guía a la sabiduría y consecuentemente, al poder- Exclamó, todos sus seguidores asintieron musitando un "Si mi Lord"

-Solo un poco más... Y seré indetenible-

* * *

Lo máximo que podías escuchar en esa noche de luna llena eran los sonidos mojados de las gargantas siendo cortadas, de cuchillos atravesando piel, o capaz el miserable quejido de dolor de algún desafortunado guardia.

Entre esos lugares, se veía una gran pila de cadáveres, todos brutalmente descuartizados y casi irreconocibles debajo de sus cascos. En la cima de esa montaña en miniatura, se sentaba una figura, escondida entre las sombras solo observas si silueta sosteniendo una cabeza cercenada sobre la suya, tragando la sangre que gotea con gusto y haciendo sonidos de disfrute

-Hmmm, suave... Algo amarga... No tiene ese sabor a metal, me agrada esta- Exclama sin miedo a ser silencioso. Uno de los de blanco se acerca a tal pila de cadáveres, al parecer estos ni le afectan.

-Dakar, Lord Fukuoka solicita tu presencia en la torre donde tienen a la niña, que por favor estés presentable- Desaparece sin decir más, la silueta se ríe mientras un ojo azul y otro dorado brillan en él.

-Mi lord ¿Cómo piensa que voy a estar presentable? Usted sabe cómo soy- Se desliza bajo la pila de cadáveres y se revela ante la luz, un chico de tez morena de cuerpo marcado, cubierto de cicatrices, pelo negro largo todo enmarañado y despelucado, su ojo derecho azul y el izquierdo amarillo, con una sonrisa desquiciada con un par de prominentes colmillos –Usted leyó el contrato, después de todo, jajaja...-

* * *

Y luego de pocos minutos, los gemidos y quejidos de dolor se detuvieron. La señora, una dama de tez albina como pudo haber predicho el hombre de negro, jadeaba cansada por tal esfuerzo que le había llevado casi todo un día, pero había valido todo la pena.

-Querida, lo lograste- Un hombre a su lado tomaba su mano con fuerza, pero no para herirla sino de forma reconfortante, acariciándole el cuero cabelludo con las yemas de sus dedos –Somos padres, ya somos padres-

-Y son padres de una linda niñita- Dijo el doctor sosteniendo a la criatura en brazos, envolviéndola en una toalla de color rosa, la recién nacida soltaba llantos de desesperación buscando el calor de su madre –Vaya, como se mueve-

-Tráiganmela... Mi niña...- La mujer extiende sus brazos mientras el doctor con mucho gusto se la entrega, la niña no es tardía en hacerse cómoda en los brazos de su madre, reconociendo instantáneamente los latidos de su progenitora, y rápidamente cayendo víctima de su calmado ritmo.

-¿Qué nombre le pondremos?- Preguntó el padre mientras miraba la cara risueña de su retoño, una chiquilla que era igual de pálida que su madre, pero que derrochaba felicidad –De tanto preocuparnos porque no pudieras dar a luz, nunca pensamos en un nombre para ella-

La mujer no tuvo que pensar mucho en su respuesta, y abre la boca para informar de cómo bautizará a su niña, pero antes de que pueda decir algo la puerta de la sala es abierta bruscamente, todos voltean a ver al hombre de negro acercándose con su séquito no muy por detrás.

-¡Oigan!- El doctor no consciente del riesgo que corría se acerca a ese hombre encapuchado -¡Esto es una sala de parto, no puede entrar!- Le ordenó con voz autoritaria antes de que el contrario de un rápido movimiento le diera un golpe con el costado de su mano, causando que el cuello de este crujiera de forma horrible, el golpe hizo explotar la yugular del hombre y destrozó los nervios neurales, además de hacerle trocitos la tráquea, la muerte fue rápida y silenciosa.

Las pocas enfermeras que observaron el hecho no dudaron en salir corriendo, el hombre las ignoró, sus semejantes las alcanzarían en poco tiempo.

-¿Tú quién eres? ¡¿Qué haces?!- Dijo el marido mientras se interponía entre ellos y su esposa, el llanto de bebé era altísimo mientras su madre envolvía sus brazos alrededor de esta.

-Dame a la niña, no puedes ocultarla más- Dijo el hombre mientras sus seguidores sacaban sus cuchillos, cadenas y navajas listas –Ella es la próxima en el ciclo de la luna, es la Shinigoro, la reencarnación de su poder divino-

-¿De qué hablas?- El esposo estaba confundido, y voltea a mirar a su esposa -¿¡De qué está hablando?!

La mirada de la mujer solo expresaba terror y angustia, aferrándose a su bebé que aún lloraba con mucha fuerza, ella solo abría la boca tratando de murmullar un lo siento, ya que ambos...

No se volverían a ver.

* * *

Muchos guardias de esa fortaleza estaban reunidos hablando de cosas al azar, mujeres, mejores licores de la zona, historias de parejas y demás.

-Okay okay, es mi turno, había una chica muy bonita en este bar- Empieza a contar el hombre más joven, todos se inclinan hacia delante queriendo escuchar la historia que este quería contar, perdiendo noción de lo que pasaba a su alrededor.

-Debía tener unos, quince años más o menos, era el chico más popular de mi villa- Relata el hombre –Mejor guerrero, más guapo y todo eso-

-Es historias de chicas no de ficción- Dijo uno y todos estallaron en risas mientras, sin notarlo, todos eran rodeados por una neblina espesa, tanto que si trataras de iluminarla con una linterna, no verías nada en frente.

-Si si, lo que tú digas celoso de pacotilla, solo déjame terminar- El chico insiste con terminar su historia, que de forma nerviosa trataba de ocultar su mentira. Aun sin darse cuenta de lo que pasaba a sus alrededores.

El muro de niebla se hizo cada vez más espeso y denso hasta que se hizo inevitablemente evidente para todos alrededor, que con curiosidad y algo de preocupación intentaron esfumar el muro con sus manos, sin resultados.

-Pero... ¿Qué demonios es esto?- Cuestiona uno de los guardias, otros comparten su duda hasta que uno toma su arma y advierte que todos tomen un paso atrás.

-Podría ser humo y nos están invadiendo ¡Que vengan a enfrentarnos cobardes!- Dice antes de dar un disparo a la nube, el silencio reina por varios momentos antes de que la bala de forma sorprendente regrese de la neblina, dándole de frente al hombre y haciendo que este caiga al suelo, sangre bajando por su rostro mientras este impacta contra el suelo.

-¡¿Qué mierda?!-

Todos tomaron sus rifles y espadas, haciendo un círculo donde todos estaban de espaldas los unos a los otros para no dejar espacios descubiertos detrás de ellos. En un instante, todos empezaron a disparar hacia la nube en un desesperado intento de dispérsala. La neblina soltó unos raros tentáculos y que sin aviso se adentraron a las bocas de los guardias, haciendo que se tragaran la espesa neblina y fuera directo a sus pulmones.

Los Guardias trataban de todo para poder respirar, algunos se golpeaban el pecho en un fútil intento de que lo que sea que tenían dentro saliera. Cuando sus cuerpos se quedaron inertes y sin oxígeno, azules sin vida, el vapor frío hizo su camino fuera de los labios muertos de esos guardias se empezó a reformar a una figura humanoide de espaldas, solo podías ver su espalda llena de tatuajes.

Uno de los de blanco se le acercó por detrás manteniendo su distancia.

-Mónaco, te solicitan en la torre donde tiene captiva al objetivo, llega tan pronto como puedas- Dice y, como el anterior, desaparece solo levantando unas pocas hojas y con mínimo ruido. La figura voltea con dos ojos blancos sin pupila brillando en la sombra.

-Si señor- El ser se convirtió en una especie de nube antes de irse flotando. Dejando la escena sangrienta detrás...

* * *

El padre cayó al suelo, sus ojos blancos y con sangre saliendo de su boca. Los gritos de horror de la madre eran penetrantes, y los llantos de la pobre bebé eran aún más, pero el hombre no se mostraba afectado por esto, no, se mostraba completamente estoico al respecto.

-¡Aléjate de nosotras, monstruo! ¡¿Qué quieres con nosotros?!- La madre desesperada con el cuerpo de medio lado protegía a su hija, sus ojos demostraban el terror puro, una desesperación que la carcomía como soldados por la nación conquistada.

-Corta el juego, Shinigoro, tu hija será mía, una Kuma perfecta- Dice mientras se sigue acercando, alzando su mano de forma ominosa –Seré el líder de Triada más dominante, el Clan de la Luna será el más poderoso-

Mientras más se acercaba, la respiración de la mujer más se desesperaba hasta que, en un instante, por los rayos de luz de la luna entrando por la ventana el cuerpo de esta empieza a brillar, el hombre se sorprende y mueve su mano abajo un poco, pero el estallido de luz fue tan grande que sin hacer nada, igual salió disparado a un muro y se da de golpe contra este, agrietándolo.

La mujer, ahora emitiendo un espeso vapor, se mostraba extremadamente cansada, al borde del colapso.

-No tocarán a mi bebé... Estoy dispuesta a terminar con el ciclo, a que tenga una vida normal ¡Acabar con la tiranía de las Triadas!- Exclama la mujer, estaba muy agitada, como si millones de memorias llenaran su mente -¡Ustedes ya no van a controlar todo, a controlarnos por horror y nerviosismo, por fortuna, tomando las vidas de los Kumas y haciéndolas de su propiedad, ya no lo aceptaremos!-

Los hombres rodearon a su superior, pero de forma sobrenatural este se levantó sin impulso, mirando a la mujer con una mirada de muerte.

-No pedí tu opinión- Puso su mano en una vaina de espada, los ojos de la mujer se pusieron abiertos como platos, y solo pudo ver el movimiento de mano del hombre, y todo se volvió oscuro...

* * *

-¡Suéltame rufián!- La niña, hija del lord de la minería estaba haciendo mucho ruido, demasiado, era tan alto que los oídos del hombre, un caballero con barba poblada y uniceja, piel morena y complexión regordeta, quisieran estallar, con un gruñido y jalándose los pelos de la barba pierde la paciencia. -¡Exijo qu-

-¡Ay pero ya cállate que me desesperas!- El hombre dijo tomando un bastón y apuntándolo hacia a cabeza de la chica -¡Llevas dos horas gritando como rata! ¡¿Esas cuerdas vocales tuyas de que son?! ¡¿De diamante?!-

-Mi padre vendrá a rescatarme y de lo que menos tendrás que preocuparte es de mi voz ¡Somos amigos del Clan de la Luna de Lord Fukuoka!- Ella dice, el hombre se empieza a mofar casi instantáneamente.

-¡El Clan de la Luna no se acercaría aquí!- El hombre alzaría ambos brazos al aire en victoria, sumergido en su fantasía de grandeza y éxito -¡La nueva triada de la Tortuga será resplandeciente!-

-¿Aunque sea tienes un Kuma?- La chica pregunta, haciendo que el hombre se paralize.

-Emm, no pero yo... ¡Cállate prisionera!- El hombre dijo antes de que patearan la puerta, dos cadáveres de sus guardias cayeron frente a sus pies y, de forma exageradamente dramática, un trueno iluminó la silueta de una figura vestida de negro –No...-

-Señor Banshou, venimos a tomar a su rehén, por favor dénosla y salgamos de este lio de forma pacífica- Dijo el hombre con voz expresando sus pocas ganas de estar allí en ese momento –Ríndase y le dejaremos morir rápidamente, a petición de nuestro cliente, le dimos la libertad de tomar esa decisión-

El hombre tragó saliva, por el rabillo de los ojos podía observar como las figuras blancas salían de entre las ventanas, como sombras que ves por la noche al querer dormir, sentía la muere posando sus esqueléticas manos en su hombro llamándolo.

En su desesperación, su cerebro poco desarrollado para su edad no tuvo la mejor idea, que tomar a la niña y agarrarla del cuello, mirando con una sonrisa sádica al hombre frente a él.

-¡Hahaha, no lo creo!- El hombre la sostenía con fuerza, y ella con las manos atadas detrás de la espalda aun trataba de soltarse dando patadas o cabezazos –Mis manos tienen tanta presión al cerrarse que he logrado romper barras de acero, un solo movimiento y romperé su cuello-

El hombre de negro no parecía afectado, solo levanto su mano hacia el tipo de mayor estatura. Banshou se extrañó, y lo hizo dudar. En lo que se tardó en darse cuenta que ese simple movimiento era para distraerlo, una figura tomo su brazo derecho, otra su brazo izquierdo, y en un segundo tenía dos pies en su cara con una figura delgada encima, sus brazos cruzados en forma de X frente a su pecho.

-Agh, este no se baña...- El previamente mencionado Dakar dijo sosteniendo el brazo entre los suyos y lamiéndose los labios, le da una mordida, triturando entre piel, musculo, tendones y huesos hasta arrancar por completo el antebrazo del tipo y darse festín con este.

-Que incivilizado- Diría Mónaco, que con su brazo transformado en una cuchilla de humo, le corta el brazo de una forma no tan limpia como podrías esperar.

El hombre no podía reaccionar solo fijándose en la figura de ojos color púrpura que estaba parado en su rostro, agachada e inclemente... Lo único razonable que su cerebro pudo ordenar como reacción, fue una risa, no nerviosa, pero impresionada.

-Así que... Tu eres la Kuma insignia de estos maleantes... Lindos pies, apreciaría que los quitaras de mi cara- Su sonrisa solo se hizo más confiada y con la locura suficiente empezó a reírse –Shinigoro-

* * *

El hombre tomó la bebé en brazos, arrebatándola con sorpresiva delicadeza y quitándole las toallas de su cuerpo para revelar marcas rojas en su espalda, en forma de la luna en Menguante y con plumas cayendo por sus lados. La pobre bebé protestaba, pataleaba y golpeaba débilmente.

-Oh tranquila Shinigoro, no mataré a tu madre... Rompería el lazo de la luna, y no queremos eso ¿Verdad?- El hombre con una voz suave como la tela pero con ese tono que te dice que podría matarte en un instante, con una mano libre se desajusta su capucha, mostrando un rostro joven de tez pálida y pelo blanco largo.

-Ahora yo soy tu mentor, Lord Fukuoka, y serás de mi propiedad-

* * *

-Shinigoro, termina con el trabajo- El hombre de negro dijo, con otro trueno revelaba a Fukuoka vistiendo lo que parece ser un traje muy bien adornado por un cuello de pelaje gris.

Banshou solo puedo escuchar un murmullo de un "Si, mi señor" antes de que su visión se volviera borrosa, le dolían los ojos, era inconmensurable, pero no podría obligarse a gritar en presencia de una Diosa.

Lo último que sintió fue como toda su cabeza se congelaba, unos hilos de forma delicada se amarraban alrededor de su cuello y con un ligero apretón, cortaban la piel de forma tan limpia.

Sintió como su cabeza se iba de lado unos segundos viendo solo pequeños reflejos, hilos color plateado, y después, digamos que no sintió mucho más...

La cabeza cuando iba a mitad del camino hacia el suelo fue cortada en miles de pedacitos, la sangre se desparramó por la habitación y manchó a casi todos menos a la chica, que al caer al suelo estuvo bajo el destello directo de la luna, haciendo que ella brillara ligeramente y que sus ojos cambiaran a blanco por un corto periodo de tiempo, se volteo y esos hilos, que parecían salir de su mano derecha se cortaron, cayendo al suelo aun repletos de el vital líquido.

El sonido húmedo de carne tocando el suelo, fue la señal, que el trabajo estaba hecho.

-Dakar, deshazte de el cuerpo, Mónaco, toma todos esos guardias y ocúltalos, Shinigoro, escolta a la rehén hacia el cliente-

"Si señor Fukuoka" fue lo que dijeron los tres antes de que los pre-mencionados desapareciera. Dakar con el cuerpo en un torrente carmesí, Mónaco en un pilar de humo, y Shinigoro con la niña en un flash de luz.

Al estar afuera, la niña solo podía observar, como otra chica incluso menor que ella, la cargaba sobre sus hombros, corriendo y saltando sobre las copas de los árboles con tanta gracia que parecía que una almohada gigante estuviera flotando llevándola.

-¿Te llamas Shinigoro?- Pregunta la chica, la menor no se molesta en contestar, la que anteriormente fue rehén solo puedo reírse un poco, sentía un aura tensa en ella –Debería invitarte a mi hogar, algo de té, para agrad-

-No termines esa oración- Esa voz hizo que el silencio fuera tan impactante como un tren a toda velocidad, seco como el propio golpe de la locomotora a alguien en medio de las vías –Yo no necesito tus gracias, tu admiración o nada-

-Solo cumpliré mi deber con Lord Fukuoka, como Kuma- Dijo antes de acelerar el paso hacia la noche.

-Como Shinigoro-

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Shinigoro:

Lord Fukuoka:

Dakar:

Mónaco:

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