La vida dentro de los castillos medievales reales estaba lejos de las versiones idealizadas a menudo mostradas en películas y televisión. Sin plomeria, los desechos simplemente se acumulaban en fosas sépticas debajo de los bancos del baño, creando poderosos hedores en todo el castillo. Los baños eran escasos, el agua limpia era escasa, y una buena higiene era casi imposible. Incluso ir al baño ocurría comunalmente en bancos compartidos sin privacidad. Las ratas infestaban los apretados alojamientos, propagando la peste. Los nobles organizaban fastuosos banquetes dignos de la realeza mientras los sirvientes comían comidas humildes de guisado en la parte de atrás.

A la gran mayoría de los campesinos (más del 85%) ni siquiera se les permitía entrar a los castillos y tenían que valerse por sí mismos. El espacio dentro de los muros del castillo era extremadamente limitado. Docenas de familias de sirvientes compartían habitaciones estrechas con nobles y sus familias extensas. Los aposentos inferiores a menudo eran fríos, húmedos e incubadoras de enfermedades. El fuego constante era una amenaza ya que las cocinas tempranas eran en su mayoría de madera. Atender las necesidades y caprichos de los nobles era un trabajo agotador.

Si bien los nobles disfrutaban de baños calientes ocasionales y vino, también carecían de atención médica y soportaban mazmorras con instrumentos de tortura sádicos para los infractores. La vida de los sirvientes era difícil pero aún mejor que la de los campesinos. De cualquier manera, los castillos medievales reales tenían poco parecido al glamour de las películas, más bien eran fortalezas apestosas y sucias con poco confort o saneamiento.