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Lo único que Remus podía ver en ese momento era el color rojo. Rojo en el suelo, en las paredes, en la alfombra y en sus manos. Sin embargo, era como si toda su conciencia estuviera ajena a su entorno. Pese a que su respiración era bastante acelerada, él no lo había notado.
No podía escuchar nada y sentía que su cabeza estaba en otro lugar. En uno muy lejano.
Alguien lo tomó del hombro y entonces vio los hermosos ojos grises de Eris y fue cuando logró regresar a la realidad. Entonces se percató de lo acelerada que era su respiración y de que no eran los únicos en la habitación.
Voldemort y algunos otros mortífagos lo miraban sin alguna expresión en particular. A excepción de Voldemort que casi parecía que estaba sonriendo, como si estuviera orgulloso de Remus.
Lupin se puso de pie. Había cuatro cadáveres a su pies que él mismo se había encargado de matar. Pero no sólo eso, Voldemort le había exigido que los matara sin magia y en algún momento, Remus había perdido el control y mató a todos sin sentir absolutamente nada. A diferencia de Voldemort, los otros mortífagos parecían incluso asqueados y aterrorizados pese a que se esforzaban por no demostrarlo.
Pero Eris no les estaba prestando atención a ninguno de ellos. Se concentró únicamente en Remus. Y estaba auténticamente preocupada por él y las heridas en sus nudillos.
—Ven, vamos a limpiarte.
Remus tomó la mano que Eris le estaba ofreciendo y se puso de pie, ignorando por completo a los demás. De hecho, en su cabeza, en ese momento, Eris era la única que existía.
En silencio ambos se retiraron. Voldemort comenzó a dar órdenes para que limpiaran todo pero al par ya no le importaba mucho. Remus caminaba por mera inercia sin saber exactamente dónde se encontraba, dejándose guiar por la chica.
Ambos caminaron por la casa en silencio hasta llegar al baño. Eris sentó a Remus en la tapa del escusado. Parecía un niño pequeño.
La chica abrió la regadera y esperó a que la tina se llenara mientras agregaba algunas esencias y jabones. No era la primera vez que Voldemort le pedía algo así a Remus pero siempre terminaba igual. Al final perdía el control por completo y necesitaba de alguien que le ayudara a regresar a la realidad. Y esa era Eris.
Mientras la bonita tina de mármol terminaba de llenarse, Eris se colocó frente a Remus y comenzó a desabotonar su camisa. El hombre no hizo realmente muchos movimientos más que mover sus extremidades para ayudarle a Eris a sacarse la ropa. Aún se sentía aturdido y perdido. No sentía más dolor además del de sus nudillos.
Eris había descubierto que le ocurría esto a Remus cuando veía la sangre. Como si tuviera alguna clase de fobia ya que no se perdía en sus pensamientos cuando no había sangre. Lo entendía hasta cierto punto pero no le gustaba que le obligaran a hacer aquello. Era incluso inhumano para alguien como Voldemort. Tal vez sólo se divertía poniendo a prueba a Remus para saber hasta qué punto podía empujarlo.
Tomó una toalla que mojó y comenzó a limpiar los restos de sangre del cuerpo del hombre. Sería un poco desagradable que limpiara toda esa sangre en la bañera y se mezclara con el agua. Limpió la mayor parte y finalmente dejó aquella toalla de lado.
—Ponte de pie —le indicó al hombre quien de inmediato acató la orden. Su rostro estaba lleno de sangre, igual que sus brazos y sus manos. Pero ya era menos que hace un par de minutos.
—Odio esto —murmuró Remus y dejó caer su frente en el hombro de la chica.
Eris comenzó a acariciar la cabeza del hombre con suavidad, metiendo sus dedos entre las fibras delgadas. Suspiró un poco antes de hablar.
—Lo sé, cariño. Pero lo has estado haciendo muy bien. El señor te está tomando un gran aprecio.
Hubo un corto silencio y luego Eris sintió que Remus se tensaba.
—¿Me amas? —preguntó.
Eris se alegraba de que Remus no la estuviera viendo a los ojos. Habría notado la mentira de ser así.
—Claro que lo hago —levantó la cabeza del hombre con suavidad para poder verlo a los ojos y dirigirle una sonrisa— nunca dudes de eso, Remus —finalmente dejó un casto beso en la mejilla del hombre que duró un poco más de lo habitual— ahora quítate los pantalones y entra a la bañera. Yo iré a buscar ropa limpia para que te cambies.
Remus la miró fijamente, no quería que lo dejara solo en ese momento pero al final no dijo nada y se limitó a ver a Eris salir del baño. El hombre se adentró a la tina luego de sacarse toda la ropa y dejó caer su cabeza hacia atrás con suavidad para disfrutar de la cálida sensación del agua recorriendo su cuerpo. Lentamente sus músculos se relajaron y el dolor persistente de su cabeza comenzó a desaparecer ante el agradable olor de las esencias de baño.
Eris no tardo mucho tiempo en regresar con un cambio de ropa y una toalla grande. Dejó todo en el mueble junto al lavabo y finalmente se acercó a Remus para cerrar la llave de la bañera. Enseguida tomó una esponja que llenó de jabón líquido y comenzó a pasarla por los hombros del hombre.
—¿Podrías entrar conmigo? —se animó a preguntar Remus sin abrir los ojos.
—Por supuesto. Pero antes terminaré de lavarte.
Remus sonrió un poco y dejó que la manos de la chica se movieran por su cuerpo. Eris tomó un poco de champú en sus manos y comenzó a lavar el cabello del hombre. Remus no entendía por qué se sentía tan bien. No comprendía por qué su corazón pesaba en su pecho. Y tampoco comprendía por qué necesitaba tanto de Eris para seguir sintiéndose de esa agradable manera. ¿Así se sentía el amor? No lo sabía pero nunca antes había experimentado nada parecido con nadie.
Luego de unos minutos las manos de Eris se separaron de Remus pero él permaneció con los ojos cerrados y completamente relajado. Casi había olvidado por completo lo sucedido horas atrás. Aunque no es que recordara con exactitud lo que pasó.
Eris se quitó toda su ropa y entró a la bañera, tomando asiento entre las piernas de Remus y dejándose caer sobre su pecho. Lupin la recibió con entusiasmo, le agradaba sentir la suave piel de la chica entre sus dedos.
Fue el turno de Remus para tomar la esponja y llenarla de jabón para pasarla por la delicada piel de su contraria. Eris cerró los ojos, era una agradable sensación pues Remus era muy cuidadoso con cada uno de sus movimientos.
Comenzó pasando la esponja por sus hombros y clavícula. Luego por sus pechos donde tardó un poco más y luego por su abdomen.
Remus se inclinó un poco hacia adelante para dejar pequeños besos en el cuello de la chica.
Su mano con la esponja entonces se deslizó entre las piernas de Eris, acariciando con suavidad el interior de sus muslos.
—Remus... —jadeó Eris, arqueando un poco su espalda.
—Dime, cariño —habló con sus labios pegados a la piel de ella. Donde dejó una pequeña mordida y más besos.
La mano que no sostenía la esponja se dirigió a su pecho, donde comenzó a trazar círculos con su dedo índice en ese lugar tan sensible de ella.
—No hagas eso —murmuró.
—¿No te gusta?
Pero Eris no fue capaz de contestar en ese momento.
—Se siente bien —dijo luego de un momento. Remus sonrió.
La esponja ya se había perdido en algún lugar de la tina y la mano de Remus se deslizó hacia el clítoris de Eris, donde comenzó a frotarlo con gran suavidad. Su otra mano ahora sostenía entre su dedo índice y pulgar su pezón, que apretaba y giraba ligeramente.
Eris tomó con fuerza el borde de la bañera pero una de sus manos se dirigió a su espalda, donde sintió el abdomen de Remus y bajó un poco más hasta sentir su larga longitud. Fue el turno de Remus para jadear por tan repentino toque. La chica lo tomó con su mano y comenzó a bombear lentamente.
Remus fue un poco más rápido con sus movimientos e introdujo uno de sus dedos que comenzó a mover con cuidado. Eris arqueó más su espalda pero también aceleró los movimientos de su mano.
Lo único que se escuchaban eran las respiraciones aceleradas y los labios de Remus contra la piel de Eris.
Pronto introdujo un segundo dedo y sus movimientos fueron mucho más rápido, dando un poco más de estimulación con su dedo pulgar que se dedicaba a frotar el clítoris de Eris.
Eris maldijo en voz baja sintiendo que llegaba a la cima. Remus le dejó más besos y mordidas por todo su cuello, sin descuidar sus bonitos pechos y esos pezones completamente erectos.
—Vamos cariño, córrete para mi —susurró Remus.
Eris aceleró el movimiento de su mano y finalmente dejó que el extasis golpeara todo su cuerpo. Remus no se quedó atrás y luego de un momento sintió su liberación.
Abrazó con fuerza a la chica, dejando caer su cabeza en su hombro tratando de recuperar la respiración.
Permanecieron en la bañera unos minutos más hasta que Eris se puso de pie y tomó su bata. Remus también se puso de pie no mucho después y comenzó a secarse y cambiarse.
Una vez seco y vestido, Remus se acercó a Eris, pasando una mano por su cintura para acercarla a su cuerpo y con la otra tomó su mejilla.
—Te amo, Eris —murmuró antes de unir sus labios con los de ella.
Eris pasó sus brazos por el cuello de su contrario para profundizar el beso. Se separaron luego de un momento y Remus fue el primero en salir del baño. Eris se quedó un momento más y también salió para ir directamente a su habitación.
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