Capitulo 43

Ben.

  Estaba dando vueltas en la cama, sin poder dormir.

 Mal había regresado hace unas horas y me había dicho que se iría con nuestra hija y Jane, que sería mejor que no la esperara despierto porque ella regresaría tarde. A pesar de que sabía que la descendiente del hada madrina cuidaría de las mujeres más importantes de mi vida, no podía conciliar el sueño.

  Necesitaba a la reina de Auradon a mi lado, necesitaba abrazarla, acariciarla; besarla, sentirla, y despertarla de sus constantes pesadillas para calmarla y asegurarle que estaba a salvo.

 Miré el anillo de compromiso que llevaba en mi mano y suspiré hondo, no habíamos hablado acerca de los detalles de la boda desde que le propuse matrimonio por tercera vez y la verdad era que estaba muy emocionado por volver a verla vestida de blanco, pero no deseaba presionarla porque Mal aún seguía adaptándose a todos los cambios con los que se había encontrado al regresar a casa.

  Salí de mis pensamientos cuando oí un grito e inmediatamente me levanté de la cama de un salto –sin importarme si estaba usando mi pijama de coronas– y salí de la habitación, crucé el pasillo corriendo y entré al cuarto de Jace pero me alarmé al no verlo allí.

— ¿¡Hijo!? —Lo llamé, pero no obtuve respuesta alguna. La desesperación estaba apoderándose de mí, al igual que la frustración, pero entonces me di cuenta de que podía estar en la habitación de la princesa así que corrí hacia la misma.

 Al abrir la puerta y encender la luz, lo vi sentado en la cama, abrazando sus piernas mientras las lágrimas caían por su rostro. Inmediatamente se me rompió el corazón.

—Jace... ¿Qué pasa? ¿Por qué gritaste así? —Murmuré, acercándome a él rápidamente, me senté a su lado en la cama. —Pequeño, dímelo, por favor.

— ¿Te desperté? —Cuestionó, mirándome. —Lo lamento papá, es que tuve una pesadilla horrible...

—No campeón, no lo hiciste, no estaba dormido. —Negué con la cabeza mientras acariciaba su cabello lentamente para calmarlo. —Solo fue un sueño, no pasa nada, yo te cuido.

— ¿Y mamá? —Dudó el menor, suspiré hondo.

—Se fue con Alex y Jane...—Respondí simplemente, mientras secaba sus lágrimas.

—P-pero mi hermana me dijo que podía quedarme a dormir con ella, ¿por qué me dejó solo? —Inquirió el pequeño príncipe, haciendo pucheros. — ¿Dónde está mi mamá? ¿Por qué ambas me abandonaron? —Sollozó.

  Él se refiere a su verdadera madre, pensé, Aurora ¿qué mierda le contaste?

—No te preocupes, Mal y Alex regresarán pronto, mientras tanto tú debes volver a dormirte porque es tarde y necesitas descansar. —Mencioné.

—No, no, no; de ninguna manera lo haré. Sin la princesa, no estoy seguro. —Él negó con la cabeza rápidamente. — ¡Dije que quiero a mi mamá!

— ¿De qué hablas campeón? Todos estamos a salvo, ya no tenemos que preocuparnos por nada, ya no tenemos que protegernos...—Susurré, miré el dije que llevaba puesto ya que Dizzy me lo había dado hace tiempo y me lo quité. — Todo terminó, no debes temer. Si quieres puedes dormir conmigo hasta que las chicas vuelvan...

 Mi descendiente asintió con la cabeza y se bajó de la cama, tomó mi mano y ambos salimos de la habitación no sin antes apagar la luz, cerré la puerta para luego empezar a caminar hacia mi cuarto.

  Sin duda alguna, será una noche muy larga.

[...]

 A la mañana siguiente, los cuatro nos encontrábamos desayunando en el comedor, me sentía feliz de volver a tener a la mujer que amo tan cerca de mí, aunque no era –tan– estúpido; sabía que no todo era color de rosa porque en la mesa había tensión entre nuestros hijos y la verdad era que no entendía por qué.

—Yo no me esperaba llegar a casa y ver que Ben y Jace estaban dormidos en la cama eh...—Habló Mal con una sonrisa, antes de beber de su café. Recordaba que en medio de la noche había abierto los ojos porque ella nos había sacado una foto con su celular para recordar el momento, pero lamentablemente había olvidado desactivar el flash así que había logrado que me despertara.

—Yo no me esperaba llegar a casa y tener la cama para mí sola, se suponía que el pequeño príncipe iba a dormir conmigo tal y como él me lo pidió. —Mencionó Alex.

—Así era pero me dejaste solo en medio de la noche para irte con ella. —Le recriminó el menor, señalando a la chica de cabello morado con su dedo.

—Mamá me necesitaba, y es de mala educación señalar a alguien así. —Respondió la princesa de Auradon, encogiéndose de hombros para luego seguir comiendo sus waffles.

— ¿Y qué hay de mí? —Inquirió Jace, se notaba el dolor en su voz. —Yo te necesitaba y me abandonaste, pero no eres la primera que lo hace...—Murmuró antes de bajar la mirada, no pude evitar recordar lo que había sucedido anoche y se me rompió el corazón.

—Hijo... —Empecé.

—No quiero que la defiendas, no, ella me decepcionó. —Me interrumpió, mirándome de reojo.

—Ay no exageres, ni siquiera fue una noche entera. —Exclamó mi primogénita, restándole importancia al asunto con un gesto de su mano.

—No estoy exagerando, mientras tú estabas lejos yo tuve otra pesadilla ¡y tú no estabas a mi lado para calmarme! —Alzó la voz el pequeño príncipe, golpeando la mesa.

—Jace yo... —Empezó su hermana, pero se calló cuando oímos que alguien golpeaba la puerta principal. —Yo... Tengo que ir a atender, ¡no te preocupes Lumiere, yo abriré! Con permiso...—Prosiguió antes de levantarse y correr a abrir la puerta.

— ¡Hola!, ¿ya desayunaron? ¿Llego en un mal momento? —Escuché la voz de Dizzy y no pude evitar sonreír.

—Estábamos comiendo y no, no, llegas en un buen momento; pasa. —Respondió Alex, unos segundos después oímos como la puerta era cerrada y ambas ingresaron al comedor.

—Buen día, vengo a robarles comida y a hablar con la princesa. —La pelirroja nos sonrió amablemente.

—Róbate todo lo que quieras, tal vez a ti ella no te decepcione. —Musitó el pequeño príncipe antes de incorporarse y caminar hacia las escaleras para acto seguido empezar a subirlas sin siquiera mirar atrás.

— Buenos días Dizzy...—Le sonreí, pero suspiré cuando el pequeño príncipe se levantó de la mesa. —Jace, no te dimos permiso de retirarte. —Exclamé, incorporándome para seguirlo, pero la hija de Maléfica me tomó del brazo para evitar que lo siguiera.

—Ben, déjalo, necesita estar solo para calmarse. —Me aconsejó, suspiré hondo y asentí antes de sentarme nuevamente, observé nuevamente a la descendiente de Drizella solo para percatarme de que ahora ella estaba sentada en el lugar de mi hijo mientras se comía los waffles que él había dejado.

—Se nota que no desayunaste eh...—Alex rió levemente.

—Es que tengo que hablar contigo sobre algo... Ehm... Urgente. —Habló la nieta de lady Tremaine, para luego limpiarse la boca con una servilleta.

—Come lo que quieras, si quieren podemos darles privacidad... —Sugirió la reina de Auradon.

—Ya he terminado de comer, así que creo que iremos a hablar a mi habitación...—Dijo mi primogénita antes de terminar de beber su jugo, se limpió la boca nuevamente.

— ¿Me perdí de algo importante? —Dudé, algo confundido.

—Son cosas de chicas, Ben. —Respondió Dizzy.

—Ok, si ustedes lo dicen... —Murmuré, encogiéndome de hombros.

—Alex, amor, puedes retirarte ya. —Accedió mi prometida, sonriéndole. Observó de reojo la hora que estaba en el reloj de la pared y maldijo entre dientes. —Mierda, casi lo olvido, iré de compras con Lonnie; tenemos que ponernos al día así que supongo que los veré después, si pasa algo llámenme. —Dicho esto, ella se incorporó, besó mis labios; besó las mejillas de su hija y nuestra invitada antes de acomodarse el vestido y marcharse.

  La princesa tomó la mano de la prima de Annie y ambas subieron las escaleras corriendo hacia la habitación de la primera, dejándome solo en el comedor.

Alex.

 Cuando las dos entramos a mi cuarto, me apresuré a cerrar la puerta mientras que la pelirroja se sentaba en mi cama. Me volteé a verla solo para darme cuenta de que parecía estar bastante nerviosa por alguna razón que no comprendía.

— ¿De qué querías hablar? —Pregunté, sentándome a su lado.

—Ayer, cuando echaste a Mal de la habitación de tu hermano, ella vino a verme y me contó lo que había pasado...—Admitió ella.

— ¿Qué? —La miré, sorprendida. —Le dije que no se lo cuente a nadie. —Bufé indignada, cruzándome de brazos.

—Entiéndela, ella está muy preocupada y lo primero que se le ocurrió fue buscar mi apoyo. —La defendió la nieta de lady Tremaine.

—Comprendo que esté preocupada pero si le pedí que se marchara fue por una simple razón. —Repliqué, haciendo una mueca.

—Calma, no te pongas a la defensiva, no estoy aquí para juzgarte; estoy aquí para escucharte, para ayudarte a ti y a Jace pero necesito que me digas exactamente que demonios pasó ayer. —Mencionó la pelirroja rápidamente.

—Lo siento pero no puedo, se lo prometí al pequeño príncipe y ya le he fallado mucho, no quiero hacerlo de nuevo. —Negué con la cabeza.

—Si tu hermano te importa tanto lo mejor es que no estén solos en esto, sea lo que sea que está pasando todo será más fácil si estás junto a las personas que te aman. —Insistió para acto seguido abrazarme, cuyo gesto correspondí pero me separé unos segundos después.

—Puedo cuidarlo yo misma, lo he hecho siempre, no necesito que tú o mamá se preocupen por lo que nos pase. —Aseguré, seria.

—Cariño no puedes protegerlo por siempre, nos preocupamos porque nos importan, no puedes ocultar la verdad para siempre siempre; al hacerlo solo perjudicas más a Jace y sé que esa no es tu intención. —Prosiguió Dizzy.

—Es que si se los digo, tal vez lo ponga en peligro a él o ustedes. —Repliqué. —No quiero arriesgarme y que todo se arruine otra vez.

—Se supone que no debería decirle esto a una adolescente de catorce años pero el que tu madre haya regresado no significa que esto ha terminado, tengo un mal presentimiento. —Confesó la sobrina de Anastasia. —Si me dices lo que pasa, podré protegerlos y advertirle a Mal...

—No puedo hacerlo porque no estamos a salvo, ese es el problema. —Exclamé, haciendo una mueca.

— ¿Quieres ir al Páramo para que hablemos? —Sugirió, alzando una ceja.

  Sabía que esa era una buena opción pero sin embargo no quería abandonarlo.

—No quiero dejar a mi hermano solo... —Susurré, bajando la mirada.

—Él ni siquiera notará que te fuiste. —Afirmó la pelirroja, intentando convencerme.

—No lo sé, aunque se lo veía muy enojado porque me fui en medio de la noche con mamá y Jane cuando le había prometido que dormiríamos juntos porque él tenía miedo de que algo le pasara. —Proseguí, insegura.

—Puede enojarse contigo pero debe entender que todo lo que haces es para protegerlo, por eso mismo debes decirme la verdad. —Insistió la descendiente de Drizella, frunció su ceño al oír lo último. — ¿Por qué el pequeño príncipe teme que algo le suceda?

—Mh, tienes razón así que solo por eso te lo contaré pero por favor sé discreta, no quiero que mi familia se rompa aún más. —Suspiré hondo, nerviosa. —Ariana se contactó con Jace.

Jace.

 Luego de haberme retirado del desayuno sin permiso, me había ido a mi habitación y planeaba quedarme allí todo el día ya que no tenía ganas de ver a ningún miembro de mi familia.

  Estaba concentrado, jugando a la Play Station –una que mis padres me habían regalado para mi cumpleaños–, pero entonces se cortó la luz y maldije.

 Me bajé de la cama, indignado, oí que alguien me llamaba desde el pasillo y bufé.

— ¡Papá! ¡Se ha cortado la luz de nuevo! ¡Somos la familia real, se supone que estas cosas no deben sucedernos a nosotros! — Me quejé, molesto, lo único que escuché fue que la misma voz me estaba llamando. — ¡Papá, soluciona esto en vez de llamarme!

  Abrí la puerta de mi cuarto solo para percatarme de que todas las luces –menos las de mi habitación– funcionaban, lo cual solo logró confundirme.

—Hijo...

 Yo conozco esa voz, pensé antes de empezar a caminar, dispuesto a seguirla pues no dejaba de repetir mi nombre.

—Hijo...—Prosiguió aquella voz que se me hacía familiar, me apresuré y noté que la puerta de un cuarto del castillo al que nunca había entrado estaba abierta.

  Ingresé al mismo y noté que estaba completamente oscuro, la puerta se cerró detrás de mí –supuse que por el viento que entraba por alguna de las ventanas porque hacía algo de frío– e inmediatamente unas velas se encendieron.

—Bienvenido... —Murmuró la castaña, que estaba sentada en una pequeña mesa, jugando con unas cartas. Me sonrió y no pude evitar sentir una mezcla de miedo y felicidad al estar tan cerca de ella. —Hijo, estas en mi mundo ahora, no en el tuyo. 

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