Capítulo 2
Mientras estuvo encerrada en la prisión de la Pammerth, Darkia estaba convencida de que aquel debía ser su final. En su mente solo se repetía una y otra vez el momento en el que le había clavado la espada llameante a Centella y en como este la miraba sin entender nada. Incluso en algunas ocasiones su mente jugaba con ella, mostrándole detalles que no habían sucedido.
Estar ella sola, entre cuatro paredes, estaba siendo la más terrible de las torturas. Sus compañeros, los que creía que eran sus amigos, habían sido los primeros que habían intentado matarla en cuanto vieron lo que había pasado, pero por suerte el director los había detenido antes de la cosa acabara mal. Por supuesto no lo hizo por ella, pues seguramente él deseaba tanto como los demás acabar con su vida, pero el director siempre iba más allá y lo único que le importaba era en lo que iban a decir en los medios de comunicación si se enteraban.
Un héroe no puede matar.
Un héroe protege.
Un héroe no derrama sangre.
Un héroe sana las heridas.
Al estar aislada, pasó días sin hablar con nadie. Tampoco lo deseó. Era como si todo su cuerpo quisiera autocastigarse por lo que había hecho. Dejó de comer y se mantenía en todo momento en un rincón de la celda. Ni siquiera miraba a los guardias que entraban para dejarle la bandeja o limpiar el retrete. A los de la academia tampoco les importaba mucho lo que hiciera o dejara de hacer, por lo que nadie controlaba su desnutrición.
¿Para qué iban a preocuparse por una villana?
Cuando Raner apareció de pronto una noche, como si abrir la celda de un prisionero peligroso fuera lo más habitual de hacer cada día, Darkia se sentía tan vacía que creía estar imaginándose cosas. Y más cuando vio los dos cuerpos inconscientes de los guardias que la vigilaban las veinticuatro horas del día.
—Sabemos que ha pasado realmente, Ceniza. No mereces estar aquí.
—He matado a Centella, merezco esto y más. —susurro ella, creyendo que de verdad se encontraba en algún tipo de alucinación por no comer ni beber apenas.
Raner sonrío de lado, marcando más su extraña cicatriz.
—Si no lo hubieras hecho, ahora mismo mucha gente estaría llorando la muerte de sus familiares y amigos. Has salvado a todos y eso es lo que hacen los auténticos héroes; sacrificarse.
Darkia ya no recordaba mucho más de aquella noche. Solo que Raner la cogió como si fuera un saco y que no había dejado de llorar en todo el viaje. Desde aquella noche, todos la habían cuidado como uno más de ellos, integrándola en su grupo, tratándola como una persona. Poco importaba el poder que tenía, lo que había hecho... El nombre de Ceniza desapareció y solo era Darkia.
De todo aquello ya habían pasado varios meses y ahí seguía.
Ya no era una heroína, ahora formaba parte de los Olvidados, un grupo de antiguos héroes que por distintos accidentes vividos durante sus trayectorias, habían tenido que desaparecer del mapa para que no les encarcelaran. Raner era el cabecilla de todos ellos y Darkia estaba segura de que había sido uno de los superhéroes más queridos de su generación, incluso algo le sonaba su cara, pero al hombre no le gustaba hablar mucho de lo que había sucedido.
Y ahí estaba, comiendo con todos los de su nuevo grupo, y a pesar de seguir sintiéndose mal por lo que acababa de ver por las noticias, no se sentía tan perdida. Le habían echado una buena bronca entre todos los demás, haciendo que se quedara uno segundos hundida en su silla. Por suerte el buen humor había vuelto en todos y hablaban como si nada. La que estaba más dicharachera era Kosma. Mientras habla hace mover su larga trenza azul de un lado a otro y gesticula al explica su aventura junto con Lance.
—... y entonces yo le di un puñetazo y Lance saltó por encima de mí y lanzó uno de sus chorros de agua y ¡PUM! El muy idiota acabó estampado contra la pared. —El chico pone los ojos en blanco al ver lo exagerada que es su amiga.— En serio Raner, fue una pasada.
El hombre asiente mientras sigue comiendo y Darkia siente una pizca de envidia. Al estar buscada por todos los superhéroes con licencia de la ciudad, no puede permitirse casi salir de los pisos que tiene comprados Raner. A veces le permiten salir a la azotea para que le dé un poco de aire, pero solo puede hacerlo de noche.
—Me alegro que fuera bien. El cliente ya nos ha abonado el importe de la misión y está satisfecho con nuestro trabajo. Si todo va bien, pronto tendremos más trabajos. —contesta el hombre con una sonrisa.
Kosma da unas palmaditas y zarandea a Lance con nerviosismo. Siempre que recibe un halago del jefe se pone como una moto.
—¿Podremos ir los tres esta vez, Raner? ¡Tengo muchas ganas de ver como...!
—Bueno, bueno... dejad de hablar de trabajo mientras comemos. Se me van a agriar estas estupendas berenjenas rellenas que he hecho.
La voz cristalina de Fedra acalla a la chica, que se queda congelada con una mano en el hombro de Lance. Kosma intenta decir algo más, pero ante las cejas alzadas de la mujer —que dejan bien claro que no va a tolerar una réplica— acaba por cerrar la boca y fijar la mirada en la bandeja que está dejando encima de la mesa con más deliciosa comida. Cuando pasa por mi lado no puedo evitar sonreírle con agradecimiento, sé que lo ha hecho para que no me sienta tan mal por no poder ayudarles con las misiones y tener que estar aquí encerrada sin hacer nada. Antes estaba tan acostumbrada a las rutinas del equipo de élite de la academia... Ella me guiña el ojo como si nada y se gira de nuevo para coger la cesta con el pan. Lance carraspea para llamar mi atención y me mira tímidamente desde el otro lado de la mesa.
—¿Hoy te has animado a entrenar, Darkia?
Dibujo una mueca y niego con la cabeza. No puedo evitarlo. Desde hace meses no he vuelto a hacer los ejercicios a los que estaba acostumbrada antes. No le encuentro sentido. Las sesiones de entrenamiento estaban llenas de risas y pequeñas rencillas. Practicaba con Pepper, mi mejor amiga, con el resto de los élites que a pesar de mirarme más por encima del hombro me empezaban a respetar... Y después estaba él, Centella. No hacíamos los entrenamientos a las mismas horas, ya que su horario era más estricto al estar lleno de entrevistas, apariciones especiales y misiones de urgencia o secretas. Pero cuando aparecía y nos cruzábamos, cogimos la costumbre de estar juntos; el entrenando y yo sentada mirando al principio. Con el tiempo la cosa fue cambiando, Pepper se unía a nosotros, hablábamos más...
Y pensar en todo lo que he perdido...
Fedra se sienta a mi lado y me acaricia la espalda con cariño.
—No te preocupes, la confianza en ti misma volverá.
Sonrío de forma tensa y me meto un trozo de berenjena en la boca para no tener que decir nada. Los ojos verdes de la mujer me estructuran y los aparta de mí a los pocos segundos. Sé que quieren llegar a mí, que pueda apoyarme más en ellos... Pero me da tanto miedo hacerles daño de alguna forma, y más con todos los sacrificios que han debido hacer desde que me sacaron de la prisión de la academia, que no me atrevo a ir más allá. No merezco más.
La conversación vuelve a reanudarse y hablan de cosas más banales. Fedra no les quita los ojos de encima, con la amenaza de volver a regañarles si vuelven al tema anterior. Yo jugueteo con la comida mientras les escucho sin prestar mucha atención. De nuevo vuelve a reinar un buen ambiente entre todos, aunque yo no sienta esa felicidad que les envuelve, cuando se escuchan unos golpes en la puerta de entrada.
Todos se callan al momento.
Raner tensa todo el cuerpo y levanta todo su cuerpazo de la silla, sin hacer el menor ruido. A veces me sorprende lo silencioso que puede llegar a ser con el cuerpo tan grande que tiene. Mientras se acerca a la puerta, Fedra deja los cubiertos con cuidado y Lance y Kosma comparten una mirada fugaz. Yo contengo el aliento. En todos los meses que llevo aquí, la puerta solo la he escuchado con el código secreto.
—¿Quién hay ahí? —pregunta Raner con una mano ya en el pomo, dispuesto a abrir la puerta, y con el otro puño preparado para atacar.
—N-No quiero haceros daño. —responde una voz aguda tras el metal.
Siento que el corazón se me dispara al escuchar la voz. Pero no puede ser. El director, antes de encerrarme en la celda, me aseguró que nadie de la academia ni de fuera de ella quería saber nada de mí.
Raner abre la puerta de golpe, pero es tan grande que no veo quien hay tras ella. Tiemblo, no me atrevo a moverme.
—Dime, pequeñaja, ¿Quién eres? —vuelve a preguntar, cruzando los brazos.
—S-soy Pepper Abbey y vengo a hablar con Darkia, mi mejor amiga.
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