dos || persecución
Durante dos días no hice nada, ni siquiera me levanté de la cama. Intenté dormir, pero al no estar Harry no funcionó. Harry. ¿Por qué no estaba con él? ¿Por qué no disponía de la fuerza suficiente para reunirme con él?
Él sabía que no estaba muerta y cuando aparezca Liam, buscándome, sabrá que tampoco estoy con él. Sabrá que estoy evitándolo.
Sinceramente, estaba asustada. Asustada de pensar que no vayamos a volver a ser los mismos y que él no me quiera con la misma intensidad que antes. Tenía miedo de enfrentarme a él; miedo de decepcionarle; miedo de que no le gustase.
La señora de la limpieza había venido un par de veces. Intenté decirle a gritos que no entrara, pero estaba afónica y muy cansada. Por lo que entró, murmuró algo en francés y después se fue.
Recordé la noche en la que Harry y yo nos alojamos en un hotel, la primera vez que pisó uno. En Kentucky también nos quedamos en uno. Podría parecer una tontería, pero había sido algo nuevo para él que quiso compartir conmigo.
Estaba claro que Harry acostumbraba a frecuentar basuras como este motel que verdaderos hoteles. Se había sentido incómodo y a la vez impresionado. Y se había tranquilizado al ver que me había acostado en la cama junto a él.
Echaba de menos apoyar la cabeza sobre su pecho y la presión de sus labios en mi cabello. Cada vez que pensaba en él sentía un dolor punzante. Pero debía dejar de pensar en él y recuperarme.
Al segundo día, tras haberlo pasado en cama, me levanté y me duché. No salí hasta que empezó a salir el agua fría, hasta que lo que se mezclaba con ésta no era ni negro ni marrón ni rojo. El agua caliente me abrió las heridas. Debía curármelas cuanto antes.
Divagué por la habitación enrollada en una toalla hasta que encontré una caja de cerillas dentro de un cajón. Qué práctico. Me senté en el suelo y recé para que no tuviera que utilizar el fuego de mi aura para curar mis heridas, porque si no tardaría más de una semana.
Por suerte, conseguí prenderle fuego a un paño y lo sostuve junto a una de las heridas de la pierna. Suspiré aliviada y me tumbé hacia atrás. El paño se quemó al instante, y sólo pude curarme esa herida. Estuve prendiéndole fuego a cuatro paños más hasta que se me ocurrió una idea mejor.
Me vestí y caminé hasta la tienda de licores más próxima que había. La gente me miró extrañada. Iba a necesitar ropa nueva si quería evitar a los Breesaem. Parecía una vagabunda herida. En verdad lo era, y eso era justo lo que estaban buscando.
Compré varias botellas de alcohol. Tuve que utilizar más aura para intentar que el cajero que iba medio emporrado no me cobrase o me pidiese el carnet de identidad. Aunque la verdad es que no hizo falta mucho, porque ya iba colgado.
Después, de vuelta en la habitación, llené la mugrienta bañera de alcohol, arranqué la cortina de la ducha y me desnudé. Me metí en su interior, y dejé caer un mechero entre mis piernas.
Llamas de fuego emergieron a mí alrededor y sonreí ante tal efecto. Dios, era una pirómana. Probablemente siempre lo había sido; ahora podía divertirme más.
El fuego se apoderó de la mayoría del alcohol pero permaneció impregnado a mi piel durante un rato. Ojalá también pudiera quemarme el pelo, lo necesitaba. Mi aspecto daba asco.
Después, salí y volví a ducharme, y no me escoció ninguna herida ante la presión del agua caliente porque ya no las tenía, solamente músculos doloridos y profundos moretones. Me sentía más aliviada, a pesar de seguir con la espalda agarrotada. Estaba preparada para pegarle una paliza a alguien. Tal vez mejor después de unos días, de un masaje...
Al cuarto día, ya me sentía mejor. Había lavado la ropa en la bañera pero seguía estando sucia y llena de agujeros. Esa misma noche me fui del motel. Utilicé un poco de aura para persuadir a la chica que había en el mostrador para que me diese el dinero de la caja. Sabía que era algo malo, pero me daba igual. Necesitaba pasar desapercibida, aunque robé un coche. ¿De qué otra forma podría desplazarme sino? Estaba muy cansada para caminar.
Así que fui a unos grandes almacenes y utilicé el dinero robado, a pesar de que estaba agotada y probablemente me irían a pillar. Me compré dos pantalones vaqueros, tres camisas de franela, unas camisetas de tirantes, ropa interior y un par de camisetas de manga corta.
La gente me miraba rarísimo, y la verdad es que era comprensible. La chica que había detrás de la caja registradora se había pensado lo de llamar a la policía, y la mujer mayor que había detrás de mí se había pensado que era un chico con algunas «obsesiones» fuera de lo normal. Tenía un oído finísimo y podía escucharlo todo, aunque fuese Erktanae.
Después de salir de la tienda y haberme cambiado a unos pantalones grises con una camisa blanca y negra y mis preciadas botas, fui a que me arreglaran el pelo. La peluquera me lo cortó aún más y cuando me preguntó qué me había pasado, comencé a ponerme nerviosa y le dije que me lo había hecho mi hermana mientras dormía.
Una vez lista, pude comprobar que tenía mucho mejor aspecto. Pero debía dejar atrás toda la vanidad y centrarme en una cosa: ir de caza.
Escondí el Libro debajo del asiento del Ford Mustang 2013 azul (no lo había hecho a propósito, el coche estaba abierto con las llaves puestas) y estacioné junto a un edificio de apartamentos bastante moderno. En el exterior hacía calor, bastante. Probablemente estuviésemos en mayo. Cuando tuviera tiempo le echaría un vistazo al tique de la ropa donde aparecía la fecha exacta.
Aún sentía cómo el calor palpitaba por mis muslos a medida que subía las escaleras hasta la tercera planta. No me gustaban los ascensores, y aunque tuvieras que escapar de algún peligro, seguían siendo una molestia. Mi aura comenzó a avivarse al caminar por el pasillo, y eso me asustó.
Hice un esfuerzo grandísimo a la hora de llamar a la puerta.
—¡Déjame entrar, te ayudaré! —grité. Esperé un rato hasta que escuché cómo alguien arrastraba los pies al otro lado de la puerta—. No voy a hacerte daño. Soy de los buenos. Sé por lo que estás pasando y puedo ayudarte, pero si no vienes conmigo te harán daño.
—No... no puedo —contestó un chico. Me sorprendió. Había pensado que encontraría a una chica.
—Déjame entrar —volví a insistir.
—¡No puedo! —exclamó. Suspiré y retrocedí. Después, avancé un paso y golpeé con todas mis fuerzas la puerta con la ayuda de mi bota. Se abrió de golpe y chocó contra la pared. Hayley me había enseñado a hacerlo.
Ni siquiera había dado dos pasos, cuando me encontré con un chico adolescente y la parte del suelo que había enfrente de mí en llamas.
| ¡¡Hola!! Ya empiezan a ponerse las cosas interesantes por aquí e.e Decidme que no fui la única que al leer la parte en la que Autumn explica cómo se cura las heridas ha pensado que la tía está como una cabra jajajajajajaja. Pero lo más importante...
¿Quién creéis que es ese chico?
Ya os adelanto que va a ser importante ;)
Y siento mucho haber actualizado tan tarde, pero lo prometido es deuda: un capítulo a la semana♥ |
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