Capítulo 22: Fuego y Hielo
Sarah Cooper
Adelí Mathews siempre fue una chica especial. Provenía de una familia bien conocida, privilegiada, su nombre siempre estaba en boca de todos y ni siquiera alguien que recién se mudaba a Mellow Ville pasaba del primer día viviendo aquí sin conocerla. Pero su popularidad tenía razones mucho más retorcidas de las que podrías imaginarte al escuchar sobre ella por primera vez, pues nadie en Mellow Ville le dirigía la palabra por voluntad propia, a menos que fuera uno de los idiotas que se fijaban sólo en su físico.
Ella siempre fue temida y respetada, lo que todo tirano de una institución desea. Tenía su propia ciudad, sus súbditos y aquel cabello que avisaba de su aparición en cualquier lugar. Y lo que era bien sabido, es que darle una orden a Adelí Mathews era como activar una granada en tu propia mano.
Ella nunca se dejaba doblegar, los maestros y directores se lo pensaban dos veces antes de llamarle la atención, por lo que acudían directamente a llamar a la única autoridad que tenía poder sobre ella y toda la ciudad:
Su padre.
Aún recuerdo todas las veces en que su secretaria me abría la puerta de la entrada de su casa para decirme que Adelí estaba dormida y no podía salir a jugar, pero yo ya sabía que la verdadera razón por que su padre no se lo permitía. No era que no se lo mereciera después de hacerle la vida imposible a alguien, pero no podía soportar la idea de que mi mejor amiga viviera con un monstruo como él.
Así que las veces en que Adelí era castigada, yo escalaba el árbol que llevaba a su balcón, y me sentaba junto al ventanal para poder vernos por lo menos a través del cristal. Y aunque no podía hacer algo mejor como sacarla de su habitación, me quedaba tranquila al ver su sonrisa por saber que yo estaba ahí con ella. Hablábamos por mensaje para no hacer ruido, hacíamos tarea o leíamos. Incluso algunas veces, ponía alguna película subtitulada para que yo pudiera verla también.
Y por años, Robert Mathews fue la única persona capaz de darle ordenes Adelí sin recibir un castigo, o mejor dicho, la única que pudiera hacer que ella lo obedeciera...O al menos así solía ser...
Hasta ahora.
—Emmily, no sabes lo que estás haciendo—no sé cómo es que podía seguir hablando mientras retrocedía, pues lo único que me dominaba ahora era la mirada verdosa de Adelí, quien poco a poco se incorporaba después de haber recibido aquella orden.
"Mátala"
¿De verdad iba a hacerlo? Emmily acaba de admitir que tiene el control sobre la mente de Adelí, ¿Pero qué tan fuerte es eso?
¿Cómo es siquiera posible?
—Tú no eres un vampiro—no fue una pregunta, y la sonrisa retorcida en su rostro me decía que no tenía afán de contestarme nada de todas formas.
Bajé la mirada a su muñeca, su piel limpia y perfecta.
—Tampoco eres como Rooner—digo—. ¿Qué cosa eres?
—No me dejas otra opción, Sarah—el tono frío con el que lo había dicho, sus palabras no tenían piedad, como su mirada sin sentimiento—. ¿Qué mejor que ser asesinada por tu mejor amiga? Pero no te preocupes, en cuanto acabe contigo, eliminaré el poder que tengo sobre ella, para que pueda mirar tu cadáver antes de que se vuelva cenizas—sonríe—. Disfrutaré cada gota de sufrimiento y cada desastre que provoquen sus lágrimas. Y despues me llevaré a tus amigos.
—¿Qué tienen que ver ellos con esto?
—Sus almas son necesarias—suspira—. Me estoy cansando de repetirlo.
Adelí se acomoda su chaqueta, y le dedica una mirada a Emmily, como esperando su señal. Y esa pequeña acción, hace que sienta un hueco en el pecho. Adelí Mathews, esperando a que le den luz roja para realizar una tarea, una tarea que conlleva acabar conmigo.
—¡¿Sarah por qué no abres la puerta?!
En ese mismo instante, alguien golpea la puerta de la bodega y me tenso al escuchar la voz de Monique llamando por mí a gritos.
—Ella siempre busca protegerte, ¿Sabes?—continúa hablando Emmily—. Siempre has pensado que ella y Sandra son lo único que tienes, pero lo cierto es que tú eres lo único que a ellas les queda—hace un mohín—. Un padre que fingió su propia muerte y abandonó a su familia para unirse a una secta que casa criaturas sobrenaturales, y que años después regresó para matar a su propia sobrina—niega con la cabeza—. ¿Sabes lo mucho que le dolió, lo mucho que la hizo enfurecer? El hecho de que su propio padre, se atreviera a tratar de quitarle lo más preciado que tiene.
—¡Sarah, Sarah ¿Estás bien?!—escucho decir a la voz de Monique con evidente desesperación.
—Me pregunto...¿Será ella la primera en ofrecer su alma una vez que estés muerta?—dice—. No sería muy efectivo, la mejor opción sería que tu novio fuese quien diera su alma.
—¿Qué demonios estás haciendo, Emmily?—digo—. Asesinas y desapareces personas, y luego haces que se maten entre ellas.
—No funciona de otra forma—hace un mohín.
—¿Qué es lo que quieres?
—Hay mucha maldad en el mundo, y sólo se puede lidiar con la que hay en el presente...—esboza una sonrisa—. Pero...¿Te imaginas que toda la maldad que ha habido desde el principio de los tiempos, estuviera ahora? ¡Sería algo hermoso!—exclama.
—¡Sarah!
—Pero para eso, antes hace falta deshacerse de aquellos que no son dignos de la oscuridad.
Mis ojos se desvían rápidamente hacia Adelí, quien da un paso por delante de ella, quedando a un par de metros frente a mí. Sigo escuchando los gritos de Monique, sin poder contestarle debido al nudo que tengo en mi garganta justo ahora. Entonces bajo la mirada hacia las manos de la pelirroja, de las que salen dos bolas de fuego de aspecto muy peligroso.
«¡Monique, apartate de la puerta!»
En ese mismo instante, la puerta se abre a mis espaldas y una mano se enrosca en mi muñeca, tirando de mí hacia la cafetería.
—¡Monique, alejate!—grito mientras empujo a mi prima lejos de la puerta.
Ella me grita algo estando en el suelo, pero yo no le hago caso y me vuelvo hacia Adelí, sin embargo, el pequeño almacén yace vacío ahora.
—¿Pero a ti qué mierda te sucede?—escucho decir a mi prima, pero sólo cuando tira de mi brazo logro prestarle atención—. ¿Acaso bebiste sangre en mal estado?
—Ellas...—susurro, mirando hacia la puerta—. Emmily estaba ahí.
—¿Qué?—lentamentamente, Monique mira hacia el almacén—. ¿Lo dices en serio?
Asiento una vez con la cabeza.
—Digo, has estado alucinando cosas últimamente y bueno eso no es normal...
—Tampoco es normal que tu hermana este provocando suicidios en Mellow Ville—me doy la vuelta—. ¿A dónde fue todo el mundo?
—Oh, Dastan cerró la cafetería cuando la gente empezó a volverse loca por tu video...—aprieta los labios—. No sabíamos cuando saldrías, y no creo que sea buena idea que te vea la gente después de que...saben que detuviste un autobús con tus propias manos...—pongo los ojos en blanco y la esquivo—. ¡Lo cual estuvo increíble!
Paseo la mirada por el lugar, ahora vacío, Dastan estaba secando las tazas, lanzándome miradas apenadas de vez en cuando. Pero la tranquilidad en el lugar sólo me ponía ansiosa.
—No pudo haber sido una alucinación—murmuro—. Emmily en serio estuvo aquí, y le dijo a Adelí que...
—Un momento, ¿Adelí también estuvo aquí?
Me ayudó un poco que la llamara por su nombre en lugar de ocupar un término como "Perra" o "Demonio". Aunque recuerdo muy bien que Monique siempre ha dicho que "Adelí" es sinónimo de esos y muchos otros insultos.
—Emmily la tiene bajo una especie de hipnosis, la controla totalmente—le digo—. Yo...no sé cómo es que lo hace pero, le dice qué hacer y hace un minuto ella sólo le dio la orden y...yo no lo sé.
Monique camina en mi dirección y me sujeta de los hombros, sobándolos despacio mientras me levanta la barbilla.
—Está bien, Sarah te creo—me dice repetidas veces—. Solucionaremos esto, ¿Sí? Averiguaremos lo que le ocurre a Adelí.
Me le quedo mirando por un segundo, aquellos ojos comprensivos que no demostraban ni una gota de resentimiento, sinceros. Así que no me queda más que asentir con la cabeza, mientras suelto poco a poco el aire y miro los muebles vacíos a mi alrededor.
—Deben estar cerca, no pudieron desaparecer así como así.
—Esperemos que lo hayan hecho—suspira—. ¿Y qué fue lo que le pidió a Adelí que hiciera?
—Fue más bien una orden—digo, volviendo a escuchar su tenebrosa voz en mi cabeza—. Adelí no hizo nada para oponerse...Ella le dijo que...
Dejo de hablar cuando noto cómo sus ojos se abren como platos al mirar por detrás de mí, y antes de que pueda preguntarle cualquier cosa, escupe un "Mierda" para luego aferrar sus manos como garras a mis hombros y saltar hacia un lado, haciendo que ambas caigamos al suelo justo cuando el ventanal de la entrada estalla.
Respiro agitadamente mientras miro hacia la pared detrás de nosotras, la enorme bola de fuego que había impactado contra ella. El fuego se extinguió rapido, dejando sólo un enorme agujero en el concreto. Y de pronto me giro bruscamente a la derecha, viendo a Dastan saltar por encima del mostrador y correr hacia nosotras.
—¿Están bien?
Tomo la mano que me ofrece, pero en cuanto me apoyo con mi otra mano en el suelo para levantarme, siento como la suya aplica más fuerza en mi muñeca al mismo tiempo que da un espasmo, y sus ojos se abren de par en par mientras su cuerpo comienza a convulsionarse.
—¿Dastan estás...?—pero Monique no termina de hablar, ninguna de las dos puede decir otra cosa cuando el pecho de Dastan comienza a tornarse de un anaranjado brillante. Tan brillante que parecía que tenía una lámpara dentro de su pecho.
Pero aquello no era luz, era fuego, quemándolo por dentro como lava ardiente.
Comenzó a gritar, mientras la piel de su pecho se deshacía, su corazón saliendo envuelto en llamas hasta que este desapareció completamente y entonces el cuerpo de Dastan cayó de rodillas para volverse polvo en el suelo.
—¡Mierda, mierda, mierda!—grita Monique arrastrándose de espaldas, pero se queda de piedra apenas levanta la mirada—. Tenías razón...—chilla—. No estabas alucinando.
Ambas estamos mirando lo mismo ahora, la figura envuelta en llamas atravesando el estacionamiento.
Está aquí, ha venido a matarme.
Trato de levantarme, mis botas atrapan algo de cenizas, y mis ojos se enfocan nuevamente en el suelo.
Lo mató, sin siquiera tocarlo, con un maldito rayo de fuego, como si fuera un laser o un incinerador. Nunca la había visto hacer algo así, y no pudo haber adquirido ese poder de repente...¿Entonces qué fue lo que la hizo evolucionar de esa manera?
Si antes Adelí Mathews ya era catalogada como altamente peligrosa, si esto es sólo una muestra de lo que puede hacer ahora...ella sería imparable.
Pero no hay tiempo para pensar en eso, debo concentrarme en lo que importa...
Esa no es Adelí. Al menos, no en sus cabales.
—¿Y qué tanto tardarás en quitarle la hipnosis?—pregunta Monique.
—Es muy probable que eso sea imposible.
—Genial, entonces tenemos serios problemas.
Adelí carga dos bolas de fuego en sus manos, ambas de un anaranjado vivo y brillante que nunca antes había visto. Conforme más se acercaba, más podía sentir su gran poder incrementando.
Sus ojos color esmeralda estaban clavados en mí, siniestros y con la decisión bien marcada en ellos. Ya me había mirado así antes, cuando no tenia idea de quien era yo, pero al igual que aquella vez, tiene que haber una forma de traerla de vuelta.
—¡Corre, corre, corre!
Corremos en direcciones opuestas esquivando las bolas de fuego, pero no eran simples ataques, estaban cargadas de energía que hacía estallar lo primero que tocaba.
Miro por encima de mi hombro en busca de Monique, que está pecho tierra mientras trata de levantarse.
—Dejame adivinar, Emmily le dijo que nos asesinara.
—Al parecer me odia un poco más a mí—le digo.
—Bien, ¿Cuál es el plan?—grita Monique.
Me quedo mirando a la chica de cabello rojizo, mientras mis dedos bajan por la tela de mi chaqueta, tanteando hacia el cinturón hasta sentir el metal frío de una empuñadura.
La daga que Kenna me dio. Es nuestra única opción.
Miro a Monique, y sus ojos enseguida se posan en la daga, comprendiendo mientras envío a su mente las mismas palabras de Kenna al entregarmela.
—Aguantar—digo.
—Es lo que siempre hacemos.
Sin embargo, lo que ninguna se atrevía a decir, era la mismisima verdad. Esta vez, no iba a ser para nada fácil aguantar, no tratándose de Adelí. Mucho menos tratándose de Adelí hipnotizada y con la misión de asesinarme.
Tiene que haber una forma de eliminar el control de Emmily sobre ella, o por lo menos de hacer que nos reconozca. La última vez, sólo tuve que decirle mi nombre.
—¡Adelí detente, soy yo, Sarah!—le grito—. ¡Sarah Cooper!
Pero en vez de detenerse, pasa por encima de los vidrios rotos para llegar hasta donde estoy.
—Adelí...
Esquivo un golpe que iba directo a mi mejilla, y retrocedo cuando saca una daga de su chaqueta con la que trata de atacarme.
—¡Detente!—le sostengo la muñeca para doblarsela y hacer que suelte la daga, pero parece aprovecharse de mi movimiento para darme un rodillazo en el estómago.
Me encorvo sujetando mi vientre adolorido y suelto un grito cuando su mano tira de mi cabello, para luego obligarme a mirarla, sus ojos verde brillante ante mí.
—A nadie le interesa quien seas—gruñe entre dientes, para después enredar mi cabello en un puño y lanzarme.
Me arrastro en el suelo hasta que mi cabeza golpea contra uno de los estantes del almacén.
—¡Sarah!—escucho gritar a Monique.
—¡Espera, no lo hagas!—le grito en cuanto la veo moverse—. Es a mí a quien quiere, no quiero que te haga daño.
—Pero...
—¡Sólo quédate en donde estás!—espeto.
Adelí entra al almacén, sacando dos dagas nuevas de su chaqueta.
—De acuerdo sé...que estás furiosa conmigo...y que me merezco cada golpe que me des—digo con la respiración entre cortada, sujetándome la cabeza mientras me levanto del suelo—. Pero quiero decirte, que yo también te extrañé.
Ella hace el ademán de correr hacia mí, pero rápidamente me muevo y empujo los estantes. Adelí reacciona a tiempo y levanta las manos, sujetándolos por encima de su cabeza.
—¡Yo no soy tu enemigo, Adelí. Emmily se ha metido a tu cabeza, debes luchar contra ella!
Ella emite un furioso gruñido como respuesta, y en ese instante veo como el metal comienza a fundirse. Arroja los destrozos y corre en mi dirección.
Siento el impacto de mi espalda contra la pared, su mano enroscada en mi garganta.
—Tú no quieres hacerme...daño—digo con la voz entrecortada.
—¿De verdad?—se acerca—. He soñado con cortarte la cabeza miles de veces.
—Eso era antes...pero sé que en el fondo...te importo—jadeo—. Y tú también me importas a mí—veo como aprieta sus dientes—. Así que no lucharé contigo, no más.
Grito al sentir como sus dedos queman mi piel, como cinco varillas de metal tratando de agujerearme, cosa que puedo sentir conforme aprieta con más fuerza. El fuego parecía quemar en todo mi cuerpo, esparciendo el insportable dolor en todas partes, no podía dejar de temblar.
Adelí levanta su otra mano, con una reluciente daga.
—No...lucharé contra ti—toso—. Pero tampoco puedo dejar que me mates.
Cubro su muñeca con mi mano y envío una onda helada. Adelí me suelta como si fuese algo tóxico para ella, gruñiendo y retrocediendo adolorida.
—Sé que te gusta hacer los planes, Adelí, pero como parece ser que soy la única cuerda de las dos, tendré que hacerlos yo esta vez—le digo—. Y en ellos está no morir, hasta que encuentre la manera de traerte de vuelta.
Ella grita antes de abalanzarse sobre mí.
Sus golpes eran veloces, sin ningun patrón que pudiera descifrar o algún ritmo que me permitiera esquivarlos, si me hubiera puesto a medir la fuerza con la que me atacaba, me hubiese rendido en ese momento. Yo sólo retrocedía sin aliento, girando y agachandome para esquivar aunque sea algunos de sus despiadados ataques, atrapando su fuego y envolviéndolo con mi hielo. Y cuando llego a la puerta del almacén, me doy la vuelta para echarme a correr, pero su mano se enrosca en mi tobillo y tira con fuerza para que caiga.
—¡Sarah!—Monique trata de correr en mi dirección, pero no logro tomar sus manos antes de que Adelí tire de mí.
Me giro rápidamente y atrapo su puño, doblándolo y entonces enfrío su cabeza. Ella grita y de una patada me la quito de encima. Retrocedo elevando los brazos como una barrera protectora para Monique.
—Sea lo que sea que estás haciendo, no está funcionando—dice mi prima.
—¿Tú crees?
Y al igual que hizo en el estacionamiento, Adelí levanta su mano y de ella se desprende un rayo de fuego que va justo hacia nosotras. Empujo a Monique y ambas logramos esquivar su ataque, pero enseguida lanza una bola de fuego hacia mí, y esta me empuja con fuerza, quemando la piel de mi estómago.
Miro a Adelí caminar en mi dirección cuando de pronto se detiene. Suelta un gruñido mientras baja su mirada hacia el suelo, de donde fuertes enredaderas se elevan envolviendo sus piernas.
—Sigues siendo una maleducada—habla mi prima—. Sé que siempre he sido como invisible para ti pero...pudiste haberme saludado al menos...Seguramente ni siquiera debes recordar mi nombre—niega con fingida tristeza—. Mi prima me ha pedido que no te asesine, pero si sigues haciéndole daño te arrancaré esos pelos de espantapájaros que tienes sobre la cabeza.
Adelí aprieta el mentón con fuerza, gruñendole mientras la asesina con la mirada. Sus manos se vuelven dos puños que pronto se envuelven de más enredaderas, pero esto sólo parece provocar más a la pelirroja, haciendo que tire con fuerza mientras las llamas de fuego salen de la nada y comienzan a consumir las plantas que la retienen.
Monique no espera a que termine de liberarse y corre hacia ella. Tira de su cabello y se impulsa para subirse a la orilla de una de las mesas y aterrizar en sus hombros, tirando de su cabeza hacia atrás mientras más enredaderas surgen del suelo, todas yendo directamente a las piernas de Adelí. Pero esta se niega a rendirse, toma las piernas de mi prima y esta suelta un grito de dolor, temblando mientras trata con todas sus fuerzas de no soltarla.
Los ojos de Adelí parecían envueltos en llamas, sus movimientos ya no recibían ordenes de su cerebro sino de algo más peligroso: Sus instintos. Adelí ya no luchaba para quitársela de encima, Adelí ahora luchaba para que no la matara, y la única forma para sobrevivir que ella conoce es...eliminando a quien la amenaza.
Un escalofrío helado me recorrío desde los codos, como una pequeña corriente eléctrica que dejaba punzadas de miedo por mi piel, y aumentaban conforme mi corazón recordaba que antes ya había visto esa mirada en ella.
Cuando mató a Zack.
—¡No!
Sentí el poder surgir de mis palmas, como si de pronto tuviera dos cañones invisibles. El frío se sentía cálido por mis venas, esparciéndose y siendo parte de mí, casi podía ver el humo saliendo de entre mis dedos, casi podía imaginar como luciría cualquier cosa que tocaran ahora.
En una milésima de segundo, Adelí Mathews había arrojado a mi prima como si fuera una garrapata que había estado tratando de quitarse de encima. Monique cayó al suelo tres metros al frente, casi llegando a la entrada de la cafetería, los cristales del vidrio sobre sus piernas adoloridas. Ni siquiera se había puesto de pie cuando Adelí preparó sus manos a sus costados, no vio el fuego que apareció en ellas, brillante y como si dentro de él tuviera lava ardiente. La misma que había logrado derretir el corazón de Castan hace unos minutos.
Fui dejando pequeñas pisadas de escarcha conforme corrí hacia ellas, colocándome justo frente a mi prima cuando Adelí elevó sus manos juntas y el fuego se desprendió de ellas como si fuera un solo rayo de sol, fuego ardiente y puramente vivo, el cual hizo impacto al chocar contra el rayo de hielo que yo lancé al mismo tiempo. Me tambalee un poco por la fuerza del impacto, pero no dejé de lanzar mi ataque de hielo, así como Adelí tampoco dejó de hacer su fuego. Parecía que ambos rayos se consumian entre sí, en una intensa batalla de poder, formando una especie de bola de fuego azul brillante justo en el punto de impacto.
Solté un gruñido y usé mi otra mano para aplicar más fuerza, a lo que Adelí dio un ligero empujón para aumentar el suyo también. Los segundos fueron pasando, muy pocos, pero la intensidad del brillo del impacto de nuestros poderes se volvía cada vez más y más potente, hasta el punto en que todo a nuestro alrededor era de un blanco cegador.
Y entonces, estalló.
Sólo vi como el naranja y el azul se esparcieron con la luz, al mismo tiempo que empujaron todo a su paso, incluidas a nosotras.
Caí sobre una mesa rota, lo supe por las patas de madera que vi encima de mí al abrir los ojos. Y al mirar a mi alrededor, después de poder levantarme de el suelo, lo único que había era fuego. Pero no un fuego cualquiera, sino azul.
Fuego azul y brillante.
Seguí mirando a mi alrededor, asustada porque sólo había llamas azules que habían consumido todo el lugar.
—¡Monique!—grito—. ¡Monique!
Un ruido me hace voltear a mi derecha, unas mesas volcándose, y luego pasos lentos en mi dirección.
—¿Monique, eres tú?
Pero lo que cruzó la barrera de fuego azul, tenía cabello rojo, y estaba muy, muy cabreada.
Se abalanzó sobre mí, sin darme tiempo de tratar de huir. Mi mejilla impactó con el suelo cuando me dio un puñetazo sin medir su fuerza, seguido de otros dos más que me hicieron creer que ahora había dos de ella. Pero eso la mantuvo distraída lo suficiente para permitirme sacar la daga de mi chaqueta y empuñarla para dirigirla a su costado.
Pero apenas y pude rozarla, cuando su mano ardiente se enredo en mi muñeca, y me arrebató la daga para sujetarla y dirigirla a mi corazón. La detuve con mi mano libre, pero su fuerza era impresionante, aún cuando usé mis dos manos, ninguna de las dos lograba superar la fuerza de la otra.
Y yo...sólo podía ver sus ojos, sin poder encontrarla a ella.
—Adelí...—gruñí, mientras trataba con fuerza de impedir que la daga atravesara mi piel.
Le di un rodillazo, y con eso pude arrojar la daga lejos de nosotras, pero en vez de darle otro golpe, o tratar de quitarmela de encima, lo que hice fue dejarme caer al suelo cómpletamente, y colocar mis brazos a los lados, con las palmas hacia arriba.
—¡Esta bien, me rindo, tú ganas!—grito desesperadamente, lo que hace que se detenga, furiosa—. Tú siempre ganas.
Ella emitió un sonido salvaje, a la vez que llevaba su mano a su chaqueta para sacar un cuchillo.
—No pasará nada, si tienes que matarme...entonces hazlo, lo entiendo—trago saliva con dificultad—. Pero antes necesito estar segura, de que comprendes que no será tu culpa. Porque tú no quieres matarme, nunca lo quisiste...—me gruñe—. Tú sólo estabas...enojada, con tu padre, conmigo, con todos...y yo...nunca pude pedirte perdón—jadeo—. Tú no quieres hacerme daño...así como no querías hacerle daño a Zack.
Veo como sus dedos tantean sobre la empuñadura, y sus labios se vuelven temblorosos.
—¿Estoy en lo correcto?—sollozo—. Tú no querías matarlo, ¿Cierto?
Ella aprieta el mentón con fuerza, respirando apresuradamente.
—Tú nunca le harías daño a Zack, no a propósito...tampoco se lo harías a Alex—digo—. Tú nunca, lo lastimarías...Y sé que quieres disculparte, sé que quieres explicar lo que pasó ese día—inspiro—. Así que si vas a matarme, prometeme que no te detendrás a sentirte mal por ello, y sacarás a nuestra familia de esto. Prometeme que los protejerás.
Adelí frunce el ceño, sus ojos perdiendo su brillo poco a poco. Y mientras parpadea, puedo notar como sus facciones se relajan, hasta que puedo verme reflejada en sus pupilas. Entre abre los labios varias veces, antes de poder hablar.
—Yo...—titubea—. No puedo hacer eso sola...Yo...ya no sé qué hacer.
Cierro los ojos por un segundo, respirando.
—Está bien, somos un equipo, sólo vuelve con nosotros.
Ella hace un gesto de dolor.
—No puedo, ella no me dejará hacerlo.
—Encontraremos la forma de romper su vinculo.
—No puedes...no así—tartamudea—. No soy yo por quien debes preocuparte ahora, debes ayudar a los demás, tratará de llevárselos.
—¿Y tú qué harás?
—Lo que siempre hacemos—dice—. Aguantar.
—Hasta cuando.
—Hasta que sea necesario para salvarlos—dice—. Debes ir con ellos...y debes encontrarlo antes de que ella lo haga.
—¿Encontrar qué?
En vez de contestar, su mirada se eleva de golpe.
—Ya lo saben.
—¿Adelí de qué estás hablando?
—Tienen que irse, ahora.
Nos levantamos del suelo, ella más rápido que yo mientras no deja de mirar a nuestro alrededor muy alarmada. Así que temiendo que se eche a correr, le sostengo el brazo.
—No dejaré que te vayas, no de nuevo.
—Debes hacerlo, no podré ayudarlos ahora, no estando bajo el control de Emmily—explica—. Pero ahora sabes que no están sólos.
—¿Me pides que confíe en ti?
—Eso sería una grosería.
—De todas formas yo ya lo hago, confío en ti Adelí.
Mientras retrocede, casi esboza una sonrisa...casi.
—Entonces, que Dios nos ampare—y con eso, desaparece entre las llamas.
Continuará...
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _
Hola Criaturas!
Sé que no es martes:( Pero aquí les dejo el capítulo de la semana, espero que les haya emocionado.
Estamos viviendo una situación muy difícil ahora, cuidense mucho, que ustedes y sus familias estén bien💕 No salgan de su casa a menos que sea necesario💕
Los quiero muchísimo chicos. Nos leemos el martes con más.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top