Capítulo 1: Un lugar fuera de tu mente
Sarah Cooper
Lo primero que vi al hojear el folleto de presentación de la Universidad O'Clane fueron las diversas actividades de cada campus. Imaginaba mi carrera intensa y un intinerario apretado con tareas agotadoras y clases extracurriculares, creí que tendría menos tiempo y que estaría más ocupada. Sin embargo, está el hecho de que algunos poseemos la habilidad de hacer los deberes más rápido que otros, y terminar con un largo día repleto de horas vacías en las que lo único que te queda por hacer, es acostarte a mirar el techo, luchando contra tu subconsciente para evitar sumirte en tus tormentos. O como se les llama normalmente: Pensamientos.
Lo primero que se te viene a la cabeza es justo eso, lo mucho que te concentraste en un principio para tener un millón de actividades que hacer, y poco tiempo para pensar. Para evitar que tú mismo te comieras la cabeza, recordando, reflexionando...Lamentando.
La mente es el lugar del que nunca podrás escapar, eso es un hecho irrefutable para mí y los que son como yo. Aquellos que cuyos dones van más allá de la magia, y se convierten en algo psicológico y en algunos casos hasta enfermo, aquellos que pueden leerte, saberlo todo sobre ti...con sólo un vistazo, con sólo tener la intención de hacerlo.
Miré mis pies apoyados en el cristal de la ventana, y me puse a pensar en lo que dirían las personas que los vieran desde el otro lado, podría llegar a interpretarse de muchas maneras.
Lo dejé de lado, y estiré los brazos sobre mi cama sintiendo unos calcetines entre mis manos. Recordé haberlos arrojado en la mañana, son nuevos, Alex los había conseguido en un centro comercial cercano la semana pasada. La tela es suave y tiene la cara y las orejas de un tierno panda.
Otro pensamiento fuera.
Me mordí el labio, tratando de buscar algo en mi habitación con lo que no haya tratado de distraerme a propósito antes.
«No uses tu súper velocidad de nuevo, o te aseguro que habrá veces en que agradezcas actuar normal».
Tomo la almohada y ahogo un gruñido mientras sus palabras regresan a mi mente, tan dulces, dándome un consejo que tímidamente me pedía seguir. Debí hacerle caso, pero dudo que la tarea de historia sea algo con lo que alguna persona quiera entretenerse.
Alex no se había puesto en plan mandón conmigo desde hace meses, en lugar de eso, usaba su encanto y esos ojos tan fascinantes suyos para "Sugerirme" una cosa. Pero nunca me obliga (Hipnotiza) a nada, él siempre está de acuerdo con mis decisiones, feliz de apoyarme en lo que sea que se me ocurra hacer.
O bueno, casi todo. A veces su sexto sentido llamado: "Tengo que protegerlo todo", se activa con sus sensores antipeligro que ven los riesgos de las cosas y analizan los posibles peores escenarios. No es que piense que Alex es un robot, pero sé que si estuviera prestando atención a mi mente en este preciso momento y supiera en lo que estoy pensando...ese mecanismo se activaría y le causaría lo de siempre: Preocupación.
Pero no puedes culpar a alguien por querer proteger a las personas que son importantes para él. Mucho menos si estas locamente enamorada de una persona así, pues sé que yo haría lo que fuera para mantener a Alex a salvo. Porque si amas a alguien, harás lo posible por ayudarlo, apoyarlo y...encontrar la forma de sobrevivir juntos.
Y sé que eso ambos ya lo hemos aprendido muy bien.
Hechiceros malvados, brujas poderosas que quisieron obligarnos a formar parte de su ejercito de vampiros oscuros. Y finalmente está el hecho de se ambos solíamos estar literalmente encadenados. Aunque para muchos otros selectos aquello fue considerada una maldición, para nosotros no fue mas que otro aspecto que nos conectaba.
Una repentina sensación de miedo provocó que sintiera como me hundía en el colchón. Era la inseguridad susurrando a mi oído, recordándome que nuestra relación ya no era la misma de antes, que teníamos tantas posibilidades como puntos débiles...Que podía terminar en cualquier momento si uno de los dos quería, y que no teníamos unas cadenas de oro invisibles atandonos de por vida...
¡No!
Arrojo la almohada lejos y me sacudo el cabello, tratando de hallar desesperadamente otra cosa en la que pensar.
Se supone que trato de evitar pensar en aquel tema, ¿Y como distracción elijo uno casi peor?
Sólo unos minutos más, sólo unos minutos más y alguno de los dos tendrá que llegar. Me dije a mí misma.
Pero...Tal vez si pienso un poco en ello, si dejo que mi mente se concentre en aquello que tanto necesito pensar, sólo por ese minuto...
No. Es demasiado arriesgado, no es momento para descontrolar mis emociones.
Pero si sólo me dejo llevar un poco... Alex o Monique pueden ayudarme a recuperarme en cuanto lleguen.
Sólo un momento, necesito analizar una cosa...
Necesito pensar en Adelí Mathews...
—¡Ey Prima!
Por poco pego un brinco cuando escucho la puerta de la habitación cerrarse de golpe, casi vi como las cortinas de mi mente se desvanecían y regresaba a la realidad a la que tanto había tratado de aferrarme hace unos segundos.
Mierda Sarah, te pidieron una sola cosa y tú te empeñas en echarlo todo a perder.
Abatida, e imaginando a una replica mía negando con la cabeza decepcionadamente detrás de mí, me siento sobre la cama y le dedico una sonrisa forzada a Monique.
Ya estoy bastante preocupada, hacer que los demás hagan lo mismo no va a ayudar a nadie, además de que al fin y al cabo...sólo me dará otra cosa de la que preocuparme.
—¿Qué tal te fue?—le pregunto, acomodandome un poco el cabello.
—¡Oficialmente soy de segundo semestre!—grita animadamente, sacudiendo la boleta frente a mi cara—. ¡Las vacaciones comienzan ahora! ¡Hay que irnos de fiesta, beber hasta conseguir que nos de una intoxicación etílica y tener sexo con todos los que veamos!
—Suena a lo que haría un adolescente normal—digo entre risas.
—Te encanta arruinar el momento, ¿Verdad?—me mira con ojos entrecerrados y se echa en la cama contigua—. No te preocupes, no hay nada de que quejarse cuando pasaremos las vacaciones en casa
—¿Le contaste a alguien sobre Mellow Ville?
—Nadie sabía de qué demonios hablaba, un tipo me preguntó si era el nombre de alguna bebida alcohólica—dice—. Claro que evité mencionar a los vampiros y brujas...creo que por eso les pareció aburrido
Ambas nos reímos, a la vez que me recuesto a su lado. Desde la primera noche en que nos asignaron las habitaciones, a Monique se le ocurrió la idea de juntar nuestras camas, y no las hemos movido desde entonces.
—Se supone que debíamos haber regresado a Mellow Ville ayer, ¿Crees que James nos asesine?—me pregunta Monique, ligeramente preocupada.
—No es tu culpa que uno de tus maestros te haya puesto mal la nota.
—Bueno, considerando que fui un grano en el trasero para él...sí, es en parte mi culpa.
—Entonces sí, probablemente nos asesine de la forma más dolorosa—digo, entre risas.
Ella suspira pesadamente, apoya su brazo en el colchón y me mira con una ceja enarcada.
—¿Qué pasa?—inquiero.
—¿Hablaste con Alex ya?
Hago una mueca, y si no fuera porque Monique está conmigo justo ahora, me habría perdido en mis pensamientos, otra vez.
—Planeo hacerlo esta noche antes de irnos, no quiero que las cosas se pongan extrañas entre nosotros.¿Entiendes?
—¿Cuando no han sido extrañas? Digo, estamos hablando de Alex y de ti.
—Hablo en serio, Monique, hablaré con él tranquilamente, sin tratar de parecer su mamá.
—Debe de ser muy difícil para ambos, más cuando no pueden ocultarse nada.
—No tanto como antes—le digo—. Solíamos compartir una sola mente durante las veinticuatro horas del día, no era molesto, pero ahora sólo entramos a la mente del otro cuando queremos, no más bloqueos ni dolores terribles, sólo...
—Novios que entran a la mente del otro, comparten las emociones y hablan telepáticamente...Lo típico—dice irónicamente—. ¿Y aun así crees que exista algo que pueda hacerlo más extraño?
—Aun así hay que ser precavidos—le digo—. Por favor no le comentes a nadie, Rihanna se pondrá furiosa.
—Puedes estar tranquila prima, cuando se trata de ti soy una tumba.
—Es bueno saberlo—le sonrío agradecida.
Un incómodo nudo se forma en mi garganta, brindándome aquella despiadada sensación que considero mi enemiga: El remordimiento.
Odio las mentiras. Las criaturas le mentimos a los humanos a diario para ocultar el mundo sobrenatural, pero eso es porque tenemos que hacerlo. Y mentirle a mi prima es algo que odio aun más, así que prefiero decirle a esto, "Ocultar parte de la verdad"
Porque si le explicara todo lo que está haciendo Alex...lo que hago yo...No sólo se enojaría con ambos, yo la decepcionaría.
—¿Y entonces...en dónde está el ego inflado de tu novio?—me pregunta.
Reprimo una pequeña sonrisa, y tomo un mechón de mi cabello, teniendo el ya familiar cosquilleo en mi estómago que sentía cada vez que alguien lo llamaba mi novio.
Y como siempre, Alexander Pearson termina siendo la única forma de descolocarme completamente y alejar hasta el temor más grande de todos.
—Se supone que sus clases terminan a la misma hora que las tuyas—le digo—. Ya debería estar aquí.
—Sí bueno, es Alex, siempre encuentra algo con lo que distraerse o...
Monique deja de hablar de repente,
veo que frunce el ceño, y de pronto una sonrisita malvada aparece en su rostro.
—Algo que intenta distraerlo a él.
Me recargo con mis codos y enfoco mi audición más allá del espacio en el que estamos. Mi sentido recorre los pasillos hasta llegar al segundo piso del edificio, en donde se detiene al escuchar la risa grave y ronca que me provoca un escalofrío al instante.
—¿De verdad se ha reído?—digo incrédula, sintiendo la repentina necesidad de apretar los dientes para ver cuanto aguantan sin romperse.
—Si fuera tú no querría seguir escuchando.
—Oh, por supuesto que no seguiré haciéndolo—me paro de la cama en un dos por tres y salgo de la habitación dando pasos largos.
Camino por el pasillo repleto de estudiantes universitarios. Algunos de los chicos dejan de prestarle atención a sus novias para mirarme de pies a cabeza, y yo trato de ignorar sus pensamientos pervertidos y los ojos llenos de envidia de las chicas.
El día en que llegamos a la universidad, fue como si vinieramos de otro planeta, las personas nos miraban como si fuéramos obras de arte a las que admirar. Jamás en mi vida había tenido a tantos chicos clamando por mi atención, y ahora recibía notas y charlas animadas todos los días, pero sólo bastaba con echarle un ojo a sus pensamientos para saber lo que querían realmente.
A Monique le era más fácil evadirlos, siempre que ella quería por supuesto. Los mandaba a la mierda con una facilidad que nadie más que ella tenía, o simplemente los ignoraba, pretendiendo ser la chica soñada e inalcanzable que deseaban. En verdad le gustaba hacer esto último, pues no había tenido un novio desde que llegamos aquí, y ella nos lo había dicho en un principio, que sólo había una persona ocupando su corazón, aunque esa persona ya no estuviera aquí.
Lamentablemente, a Alex también le ocurrió lo mismo. De por si ya era difícil saber que cuando era humano, podía tener a la chica que quería en el momento que quisiera. Y ahora las cosas eran peores.
Las tenía a todas. A sus pies. Sacudiendo su sedoso cabello y otras partes del cuerpo demasiado llamativas que poseían. Le hablaban y buscaban a todas horas, sonriendole y saludándolo, y yo sólo escuchaba sus gritos mentales a toda potencia de "Hazme tuya".
Agh. Fastidioso.
Tengo que esperar a que las puertas del elevador se abran y soy la primera en pulsar el botón para el segundo piso, no sin dedicarle después una sonrisa amistosa a la chica a mi lado, que pulsa después el botón de la planta baja.
Ignoro la musica lenta del elevador, y me concentro en las voces a las que estoy siguiendo.
—Tienes un excelente físico Alexander, deberías estar en el equipo.
Lo juro, cerré los ojos al escuchar su chillona e irritante voz.
—Sí, no está en mis planes por ahora —incluso sin tenerlo en frente, pude ver la sonrisa destellante en sus labios.
Salgo del elevador y doy la vuelta hacia el pasillo en el que se encuentran. Aminoro el paso al ver las siluetas de cuatro chicas del equipo de porristas, mirando a Alex embelesadas y haciendole ojitos coquetos.
—Deberías intentarlo, sé que nadie te vencería en un juego—una chica con el doble de busto que yo, se acerca un paso más a él, y hace el ademán de querer tocarlo.
En ese momento, se me ocurre una grandiosa idea. Me acerco a ellos, esbozando una media sonrisa.
—Apuesto a que sé de alguien que sí—digo realizando mi magnifica intervención, y tomando el brazo de Alex.
Este me clava la mirada, notando enseguida mis malas intenciones, pero no le da tiempo de hacer nada cuando envío una sensación fría a su cuerpo, y este se remueve un poco por el escalofrío. Medio segundo después, su mochila comienza a endurecerse por el hielo que la recorre, y este se deshace de ella rápidamente, dejándola caer al suelo. Yo coloco un pie encima de ella para descongelarla, antes de que alguna de las porristas lo note. Pero aun así ellas miran a Alex, confundidas por su extraño comportamiento, pero él les dedica una sonrisa que hace que enseguida suelten risitas nerviosas y que yo apriete los dientes.
«¿De verdad es necesario hacer esto otra vez?»
«¿De verdad estás ilusionando a la pobre Aimee otra vez?»Le sonrío, para disimular nuestra conversación mental.
«Ella de verdad quiere acostarse conmigo» ¿Cómo es posible que incluso siendo un pensamiento, lo diga con tanta arrogancia?
«Sí, bueno, veamos qué tan bien lo hace convertida en un trozo de hielo». Vaya, yo también puedo sonar amenazante en su mente.
Veo que abre mucho los ojos cuando me separo de él, y esta vez cuando la rubia trata de tocarlo, él se remueve discretamente para evitar el contacto, aun así ella nota el rechazo, y baja la mirada con tristeza contenida.
Las demás me dedican miradas de rabia y envidia. Al ser populares, todos en la universidad saben que el guapísimo Alexander Pearson tiene novia, y que esa obviamente soy yo. Vuelvo a tomar el brazo de mi novio, y les dedico una sonrisa amable a las arpías.
—Bueno, es grandioso que hayas obtenido un sobresaliente en tu calificación final, no cualquiera es tan inteligente como tú—comenta otra de las chicas, arrugándose la falda mientras se mece de un lado a otro sin dejar de sonreírle.
De acuerdo, sé que Alex no es como cualquier chico que haya visto antes, le doy crédito por eso, pero por el amor de Dios, no está de más disimular que te derrites por él.
Bien, suficiente diversión por hoy, Alex.
—Sí, es increíble que hayas sacado tan buenas notas sin haber asistido a casi ninguna de las clases—digo, dedicándole a Alex una mirada acusadora.
—¿Qué?—dicen las chicas al unísono, desconcertadas.
Alex pone los ojos en blanco, desviando la mirada. Yo me vuelvo hacia las animadoras, haciendo que mantengan sus ojos fijos en los míos.
—Vuelvan a sus habitaciones, olviden lo que dije y sigan pensando que Alex es el chico más perfecto del mundo—les digo, dejando que mis ojos lancen su destello anaranjado.
Ellas se me quedan mirando hipnotizadas durante un segundo hasta que las pupilas de sus ojos adaptan un tono más abajo, entonces ignoran por completo mi presencia y le sonríen a Alex de oreja a oreja.
—¡Que pases unas excelentes vacaciones Alexander!—chilla la rubia Aimee, a la vez que las cuatro se dan la vuelta y caminan sincronizadamente.
—Nos vemos chicas—les dice él con voz grave y se queda mirando en esa dirección mientras habla—. No estaba coqueteando.
—¿Crees que vine a reclamarte?
—No lo sé, te ves muy celosa—dice—. Y ellas se la pasan pensando en las formas de engatusarme, ¿Sabes que ni siquiera les importa cuando estás cerca de mí?—se ríe, volviendose para encararme, y cuando lo hace, sus intensos ojos azules me devoran—. Dime algo, ¿En serio estoy tan bueno?
Mierda, lo que esa mirada me ocasiona.
Parpadeo, para tratar de recobrar el orden de mis ideas.
—¿De verdad necesitas que te lo diga, no es suficiente con oir pensamientos sobre eso todo el día?—le pregunto, fingiendo estar de malas.
—Es verdad, todos lo piensan—se recarga de brazos cruzados en el casillero—. Tú lo piensas.
Qué bueno que ya no puedo sonrojarme.
—Sí, bueno...—me acerco a él provocativamente, y pongo una mano en la puerta del casillero cuando veo la escarcha de hielo extenderse por el metal—. Ninguna de ellas puede comprobarlo de todas formas.
Él mira de reojo el hielo siendo absorbido por mi mano, y luego me mira a mí con ojos entornados.
—Eres una egoísta—dice, poniéndose derecho nuevamente.
—Y tú un cabrón al que le gusta hacer enfadar a su novia.
—Culpame si quieres, no tienes idea de como me pone cuando estás celosa.
Mis ojos se abren como platos, y por acto reflejo agacho la cabeza como si pudiera ver como me pongo roja cual tomate. Aunque ahora todo eso es mental.
—¿Quien habló de celos?—digo molesta.
—Bueno, me influenciaste con tu poder para que todo lo que toque se convierta en hielo, con la específica intención de que ninguna otra chica me toque a mí, así que...yo diría que sí estás celosa.
Uno...dos pasos pasos son los que camina, y de pronto tengo su rostro a centímetros del mío, y estoy acorralada entre su bendito cuerpo y el casillero.
Miro de reojo a todos los chicos que nos observan, especialmente al capitán del equipo de Futbol, Barton Murphee, quien no me ha quitado el ojo de encima desde que inició el semestre. Me invitó a salir un par de veces, pero aunque lo rechacé cordialmente y lo invité a que fuéramos buenos amigos, tiene un pequeño resentimiento hacia a mí, y culpa a Alex de que "No podamos estar juntos".
—No soy la única que trata de demostrar algo—murmuro.
Él no hace ningún gesto que lo delate, y se dedica a recorrerme con la mirada descaradamente.
—Te ves linda—dice entre un gruñido y un cumplido tierno.
—Gracias, aunque yo podría venir en ropa interior y a ti te importaría un bledo.
—Estarías aún más linda así—esboza una sonrisa de lado.
Pongo los ojos en blanco. Hoy he decidido ponerme mis medias de red y un short de mezclilla, con mis botines de tacón. Nada fuera de mi estilo normal.
—Exactamente, otros chicos se enfadan porque sus novias anden por ahí vistiendo provocativamente y llamando la atención de otros. No es que yo lo haga pero...
—A mí me gusta que te vean—dice con seguridad—. A veces, es decir...Casi siempre me gusta que te vean.
Arqueo una ceja. Él esboza una sonrisa seductora, y coloca sus manos en mis caderas posesivamente.
—Me gusta que te vean—se inclina para susurrar en mi oído—. Y luego acercarme para tomarte de la cintura, y que vean que eres mía.
Sus labios están a un escaso centímetro de los míos cuando hablo.
—¿Ahora eres posesivo?
—Sólo me gusta presumirte—se encoge de hombros.
No tiene que hacer ningún otro esfuerzo para que nuestros labios se encuentren en un acaramelado beso. Alex me mueve un poco la cadera con las manos, apretándome cada vez más contra el casillero, haciendo que el beso suba de intensidad y yo pierda el aliento.
—Vamos a tu habitación—murmura contra mis labios, tirando de ellos suavemente y devorandome con sus ojos.
—Yo...—de pronto siento la garganta seca, sedienta de más de él—. An...Antes tengo que hablar contigo—tartamudeo.
—Pero yo. No. Quiero. Hablar—dice con firmeza, saboreando mis labios entre cada palabra.
Trago saliva difícilmente, mientras me encojo frente a él.
Cuando era humana, estar en una situación así con Alex me hacía sentir diminuta y moldeable, y para mi mala suerte, las cosas no eran tan diferentes hoy en día, sin contar el hecho de que ahora podía leer sus pensamientos y sentir sus emociones...así que sí, era más difícil evitar momentos como este.
—De verdad es importante, Alex—insisto, ahora para ambos, ya que yo también estoy comenzando a ceder.
—Hmm—asiente, a la vez que se aleja un paso de mí, y cuando creo que está controlado, tira de mi brazo para colocarme detrás de él—. Sube.
Sonrío contenta y me agacho para tomar su mochila antes de subirme a su espalda. No dejo de reír mientras me lleva por el pasillo de caballito, ni siquiera cuando entramos al elevador y todos se nos quedan viendo, mientras Alex se recarga en la pared conmigo a su espalda y se cruza de brazos para mirar al frente como si nada. Me levanta un poco para acomodarme cuando las puertas se abren, pero sé que esa era sólo una excusa para tocarme los muslos. Trota hasta mi habitación, de la que Monique sale despavorida al vernos.
Al llegar cierra la puerta de una patada, y me recarga en ella a la vez que se gira agilmente para que mis piernas queden ahora enredadas en sus caderas, con sus brillantes ojos azules clavados en los míos.
Le veo esbozar una sonrisita arrogante antes de que esos hermosos labios se junten con los míos. Atraigo su rostro colocando mis brazos alrededor de su nuca, y pegando su cuerpo más al mío. Estoy tan comoda en esta posición, en este momento. No hay una mejor manera de distraerme de mis pensamientos que el mismo Alex Pearson, con sólo estar cerca, hace que todo el mundo deje de girar, y las cosas desaparezcan a mi alrededor.
Y así es como estoy ahora, perdida en sus besos, hasta que puso una mano en la puerta, y esta se congeló al instante.
—¡Alex!—grito, a la vez que me separo de él y toco la puerta para descongelarla.
—¿Lo ves ahora? Tus celos son aterradores.
Sé que sus intenciones son continuar con nuestra sesión de besos, pero también sé que si lo dejo seguir por aunque sea un segundo más...no seré capaz de detenerlo. Así que con todo el dolor del mundo, y la poca fuerza que alcanzo a reunir, coloco una mano sobre su pecho, y me bajo lentamente de sus brazos.
—De verdad tenemos que hablar sobre lo que te pasa.
—Se llaman hormonas, Sarah ya te lo he dicho—pone los ojos en blanco.
—Sabes que no es eso a lo que me refiero—lo miro fijamente.
—¿Entonces de qué quieres hablar?
—No fuiste a casi ninguna clase en el semestre.
—¡Oh, aquí vamos!—cubre su rostro con ambas manos, y me da la espalda.
—No trates de manipular el asunto para que no sea importante Alex—camino hacia él—. ¡Hipnotizaste a todos tus maestros para que te dieran todos los créditos sin siquiera haber presentado un trabajo!—lo acuso—. ¡Todos en tu clase creen haberte visto cada día de estos últimos meses!
—Unas cuantas clases no van a perjudicarme—bufa—. Es Psiquiatría, yo ya sé demasiado sobre la mente ¿No crees?
—No se trata de eso Alex—me cruzo de brazos—. Se trata de la razón por la que te saltas las clases.
Él me lanza una mirada pensativa por encima de su hombro. Se gira lentamente hasta encararme, imitando mi posición.
—Adelante, dilo...si eso te hace sentir mejor—dice, desafiante.
—No me hace sentir mejor Alex, ni a ti tampoco, ese es el punto—suspiro, tratando de recopilar las palabras adecuadas para evitar que esto se transforme en una discusión—. Alex, sé que ella te preocupa.
—¿Preocuparme por ella?—ríe secamente—. ¿Por la persona que asesinó a mi hermano?
Esa simple oración deja las palabras atrapadas en mi boca, y las borra de mi cabeza.
—¿Por la persona que me traicionó?—dice—. ¿Crees que yo estoy tan desquiciado, como para preocuparme por esa...asesina?
—Si no te interesara, no segurías investigando.
—¡Por supuesto que sigo investigando!—se sacude el cabello desesperado—. Cada vez que creo que estoy a punto de dar con una pista, todo pierde sentido...Ella, parece perder sentido, Sarah—comienza a caminar de un lado a otro, con los ojos abiertos como platos—. Fueron dos meses despues de año nuevo que escuché la primera noticia, un asesinato en un museo Sarah, un maldito homicidio frente a las narices de los vigilantes, y lo único que captaron las cámaras fue un flashazo, y después una de la esculturas se estaba incendiando...¡Incendiando!—remarca—. Y la semana pasada hubo un atentado contra un banco, y no atraparon a ninguno de los asaltantes, aún no estoy seguro de que fuera ella, pero los reenes tenían quemaduras, no puede ser coincidencia.
—Se supone que vendríamos a la universidad para olvidarnos de cosas como estas—suspiro, sentándome en la cama—. No para tener oficinas de investigación.
—Bueno, es un poco tarde para decirlo ¿No crees?
Camina hasta mi armario, abre la puerta y tres paredes repletas de periódico y estambre naranja quedan expuestas ante él. La puerta que protegía las pruebas y avances de nuestra investigación acerca del paradero de Adelí Mathews.
—Genial—empuja un poco la puerta y se adentra a la habitación para ver todo con más atención—. Tengo los periódicos en mi habitación, tenemos que guardar todo esto antes de irnos.
Cierro los ojos y cubro mi rostro con ambas manos.
—Debes dejar de seguir torturandote, Alex.
—Debemos encontrarla.
—No estoy hablando de eso—le digo—. Hablo sobre tus razones para hacerlo, debes dejar de engañarte.
—No estoy engañando a nadie—noto como su voz se endurece—. Ella destruyó a mi familia Sarah, es la única persona de la que no he podido protegerlos, y para evitar que haga más daño debo saber en donde está—espeta—. Para estar preparado, y no volver a confiar en ella nunca más.
—Alex, lo que acabas de decirme representa el diez por ciento de la razón por la que quieres encontrarla.
Trago con fuerza mientras lo miro en su silencio, sus manos elevadas aun sosteniendo las puertas del armario, su mente en una marea interminable de recuerdos llenos de emociones, emociones que él quiere reprimir. Me levanto de la cama, y me acerco un poco con lentitud.
—¿Alguna vez has estado en la mente de Adelí?—le pregunto. Él mira sobre su hombro, confundido por a donde estoy llevando esta conversación—. Era una pregunta retórica, sé que te da miedo.
—¿Quién dijo que me daba miedo?
—Alex, no tienes que hacerte el duro conmigo—le digo—. Como sea...Yo sí he estado ahí—aprieto los labios—. Cuando era oscura, en ese entonces no me importó pero cuando mis emociones regresaron, regresó lo que debí sentir al ver lo que...vi en la mente de Adelí.
—¿Y qué viste?
—Alex ella le pidió a James que me mordiera, pudiendo haberme dejado morir como tanto deseaba antes, pero en lugar de eso me salvó...porque quería intentarlo de nuevo—le digo—. Alex, ella quería estar de mi lado, ser mi mejor amiga otra vez—inspiro—. Y antes de que yo perdiera la humanidad, Tsalia la secuestró, y ninguno de nosotros fue a ayudarla pero aun así regresó para tratar de salvarme.
—No sabíamos que Tsalia la había capturado.
—Tampoco tratamos de averiguarlo—suspiro, disolviendo toda punzada de alteración—. Alex, ella estaba aterrada...porque quería cambiar, quería pertenecer a una familia, a nosotros.
—Pues se notaron sus intenciones cuando asesinó a Zack.
—Alex, aunque nos haya engañado fingiendo que se había bebido el interruptor para ayudarme a recuperar mi humanidad—hablo—. Ella no tenía ninguna razón para matarlo.
—Estamos hablando de Adelí Mathews, ella acaba con lo que quiere.
—¿Y por qué querría asesinar a Zack Pearson, tu hermano?—le pregunto, dando un paso hacia él—. Es por lo que estás buscándola, ¿No es así? Quieres preguntarle por qué a él.
Él no responde a mi pregunta, sólo me mira, como si tratara de grabar cada minúsculo detalle de mi rostro, mientras sus pensamientos lo llevan al abismo, algo que yo también hice.
Algo más interrumpe nuestro momento, y aunque ninguno de los dos reacciona al instante, ambos desviamos la mirada para concentrar nuestro oído en lo que ocurre afuera.
—...Yo escojo al alto—alcanzo a oír decir a la voz de una chica, una vez que enfoco bien mi oído.
—¿Los viste tu también? Por un momento creí que lo había imaginado, son demasiado para ser reales—responde otra voz.
—Demasiado hermosos, parecen de otro planeta—las voces se alejan del pasillo pero me concentro ahora en las del piso de abajo.
—Definitivamente no son de esta escuela, recordaría haber visto a personas así.
Me fijo en otro.
—Vienen a buscar a alguien, sólo te hablan para preguntar—escuche decir a una chica de mala gana.
—¿A quien?—inquiere otra.
Frunzo el ceño, y espero a que responda.
—Dijeron tres nombres, pero sólo recuerdo el de Alexander Pearson—escupe—. No me sorprende que sean amigos, son como personas dotadas con belleza, como extraterrestres o algo así...
Decidí que esa era información suficiente para saber que algo estaba pasando.
Miro a Alex alarmada, y en ese instante, un escalofrío familiar me recorre entera, y mis oídos se enfocan en las puertas de los elevadores abriéndose, y las pisadas que ahora recorren el pasillo hacia nuestra habitación. Los suspiros de los estudiantes, sus pensamientos de admiración e incredulidad.
Y antes de que siquiera podamos pensar en qué decir, tocan a la puerta.
Me muerdo el labio inferior, y Alex llega rápidamente a mi lado cuando la puerta se abre de golpe, y tres figuras muy conocidas yacen del otro lado. Miramos a cada uno con total sorpresa, pero nuestros ojos recaen proncipalmente en el que está a la cabeza de ellos.
—Pero miren a quienes hemos encontrado—dice, esbozando aquella sonrisa escalofríante que...joder sólo él es capaz de hacer—. Dos mentirosos que prometieron que estarían en casa ayer.
Oh, mierda.
Y lo único que Alex y yo pudimos hacer antes de imaginar como moriríamos asesinados, fue sonreír y decir:
—Hola, James.
Continuará...
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _
Hoy es Sábado de Dark Souls!
Primer Capítulo y algo largo, empezamos un poco tranquilos, pero con un James no muy contento al final.
¿De quién será la perspectiva misteriosa del prólogo, y qué les pareció? ¿Tienen algunas teorías?
La verdad es que me encantó el prologo, sentí muchas cosas mientras lo escribía, y creo que hacía falta saber lo que realmente pasó en el incendio, se sabía que el causante había sido Robert, el padre de Adelí, pero ahora ya sabemos todo lo que ocurrió mientras Sarah dormía bien comodina en su cuarto.
No olviden dejar sus comentarios, adoro leerlos :). Espero que hayan disfrutado del capítulo, lo intenso viene acercándose y las cosas se pondrán muy, muy difíciles para Sarah y los demás. Les aviso que en este libro habrá acción! Peleas sobrenaturales! Y mucha emoción!
Los ama. Johana❤
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