Capitulo 5

Mientras caminaba en silencio recordaba lo que los adultos nos habían dicho de atacar como fuese al enemigo sin temor ni tristeza, solo matar. Prendí una de las linternas blancas que venía con el traje y caminaba apuntando mí alrededor a no más de un metro de luz.

Cuando estuve lo bastante alejado solté los otros dos trajes y seguí mi camino. Mi mente divagaba con recuerdos de la nave antes de verla en ese estado. Deplorable.

Me escabullí por algunos pasillos más seguros según yo. "No se acerquen a los lugares oscuros." Esa pequeña oración estaba en mi cabeza todo el tiempo, haciendo mantener mi linterna en alto... aunque tampoco quería decirle a lo que fuera que estuviese "Hey aquí estoy, asesínenme."

Llegué al área de reunión y vi la foto más clara... frente a mis ojos todos los cadáveres de gente que conocí en algún momento... ya fuera en clases o simples miradas mientras caminaba.

Aguante las ganas de echarme a correr de vuelta al refugio y cerré los ojos intentando calmarme. Vamos, tú puedes Jimin.

Abrí los ojos y decidí que era mejor rodear ese montón de cuerpos, caminé silencioso por detrás de unos pedazos de pared rota y seguí hasta que un golpe me hizo detener causando que mi corazón latiera muy rápido, tragué saliva y me asomé un poco para ver.

En medio de los cuerpos dos cosas extrañas se movían revolviendo los cuerpos. Eran unas personas bastante grandes, yo diría que dos metros; eran delgadas, como cuerpos de basquetbolistas y tenían unos ojos blancos penetrantes y muy escalofriantes. Unas puntas se levantaban en sus espaldas como a modo de protección... o eso suponía. Mostraron ser muy rápidas y con habilidades de caza.

Apreté la linterna de mi mano tratando de detener mis escalofríos. Uno de ellos hizo un raro sonido desde su garganta y se acercaron a un cuerpo el cual en poco segundos estaba siendo destrozado por sus largos dedos... o mejor dicho garras. Acercaban la carne a su cara y al poco tiempo abrían una inmensa mandíbula negra y tragaban el pedazo.

Sentí que mi alma se salía del cuerpo, bien, es oficial estoy completamente jodido... malditas cosas esas.

Unos minutos después corrieron hacia otra habitación a una velocidad sorprendente. Cuando me sentí seguro solté un suspiro que aguantaba hace un buen rato y seguí caminando con mi corazón arrastrándose por el piso. Esas cosas podían matarme en cualquier segundo. Me mantuve alerta con la linterna en mi mano esperando no tener que usarla como distracción para escapar.

Gracias al cielo llegué a mi antigua habitación y entré más tranquilo. Guardaba una caja llena de galletas para mí en caso de que un día mamá se enojara y me dejara encerrado.

Sonreí un poco recordando la razón de por qué las tenía y salí de la habitación con la caja entre mis manos vigilando que nadie me pudiera ver.

El camino de vuelta fue peor, ya que un grupo de esas cosas estaba por donde había llegado y tuve que tomar otro camino para no encontrármelos.

Iba silencioso entre los pasillos hasta que llegue a una habitación un poco más rota que las demás. Me dejaba la salida libre ya que tenía un gran agujero en la pared. El problema es que una de esas cosas estaba ahí con una pata bajo un gran pedazo de metal y al parecer no podía salir.

A unos metros, uno de ellos más pequeño, diría que no pasaba el metro veinte, estaba bajo una estructura del techo que estaba a punto de ceder. La cosa más grande intentaba advertirle al pequeño que se moviera de ahí pero este no le hacía caso. 

Ni lo creas.

Mi mente pareció entender lo que iba a hacer.

Debes matarlos.

Apreté la caja entre mis manos y los miré de nuevo, la estructura no aguantaría mucho más. 

-Me arrepentiré de esto... -Susurré dejando la caja a un lado, puse la linterna entre mi pantalón y corrí a la habitación sintiendo el crujido del techo.

La cosa grande me miró intentando atacarme, pero la esquive gracias a su poca movilidad por la pata y salté empujando al pequeño justo antes de que los pedazos de escombro se desplomaran sobre él.

La cosa pequeña se alejo de mí apresurado y salió por el agujero de la pared como una bala.

-Gracias... -Susurré levantando una ceja.

La estructura cedería por completo y si no salía quedaría aplastado, corrí a tomar la caja y pase por al lado de la cosa grande que intentaba salir desesperado. Me detuve en la salida debatiendo conmigo mismo.

-¡Ush! –Exclamé soltando la caja. 

Trote hacia él e intenté levantar el pedazo de metal pero mis esfuerzos eran poco útiles. 

Si esa cosa no pudo levantar el pedazo de metal ¿cómo podría yo?

Miré alrededor y tomé un pedazo de otro metal y lo usé como palanca para levantar la estructura que aplastaba la pata de esa cosa y me subí por completo para hacer fuerza. Este salió arrastrándose de debajo y yo salté el pedazo de metal listo para irme. Observé la caja y a él...

-¡¿Por qué me educaste tan bien, mamá?! –Exclamé sujetando a la cosa por los brazos y vi como la caja de galletas se quedaba atrás al igual que mis esperanzas de vivir.

Cuando íbamos hacía afuera una de sus garras cortó mi brazo.

-Auch... -Susurré viendo como un hilo de sangre salía de mi brazo.

La cosa me soltó cuando estuvimos fuera de peligro y yo intenté correr pero sus largos brazos me apresaron hacia una pared poniéndose en frente. Sus ojos blancos me examinaban minuciosamente causándome temor.

Mierda, estaba demasiado cerca.

Cerré los ojos cuando una de sus manos se levantó y esperé el golpe, pero este no llegó, sino más bien una caricia en mi mejilla me sorprendió haciendo que abriera los ojos. Sus garras se deslizaban por mi mejilla suavemente como si de seda se tratase.

Una lágrima cayó por mi mejilla alarmándolo; paso uno de sus largos dedos tomando la gota para acercarla a su raro rostro oscuro, como examinándola. Mi cuerpo comenzó a tiritar por los nervios y él me observaba tranquilo. Acerco su rostro hacia mi (por lo cual tuvo que agacharse bastante para alcanzar mi escaso metro sesenta y ocho) y paso lo que parecía ser su mejilla por la mía.

Estaba frío... mucho y yo me encontraba petrificado sin saber que hacer hasta que una voz rasposa cerca de mi oído dijo: 

-Gracias... -Dijo él alejándose de mí para irse cojeando de la forma rápida que podía.

El aire volvió a mis pulmones y me deje caer apoyado en la pared de detrás dejando que mis lagrimas cayeran por mis mejillas. Tape mi boca intentando callar mis sollozos. No me lo podía creer... esa cosa pudo asesinarme y yo lo salvé... mamá... ¡No eduques tan bien!

Prendí la linterna alumbrando mi metro cuadrado y limpie mi nariz con el dorso de mi muñeca.

Cálmate y vuelve al refugio.

Observé la habitación. Ahí estaban mi caja de galletas... aplastadas.

¿Y si ellos vuelven? 

Me levanté rápido y caminé silencioso por los pasillos. ¡La cocina!

Mire el lugar desconfiado... ¿Cómo es que la cocina estaba sola siendo que todos los que querían comida se dirigían ahí? 

No... algo no andaba bien...

Decidí esperar y me metí dentro de un mueble de metal vació a la espera de alguna señal del destino. Con el pasar de los minutos empezaba a impacientarme, tal vez si debía salir.

No, no... mejor espera.

Apoyé mi cabeza en mis rodillas y mis ojos se fueron cerrando poco a poco ya que no había dormido nada.

Desperté de golpe cuando algo abrió la puerta siguiente del mueble donde me encontraba.

Esas cosas me habían encontrado.

Tapé mi boca con los ojos muy abiertos. La puerta se cerró despacio y se dirigió a donde estaba yo. Logré ver una cabellera castaña a través de rendija que la puerta tenía.

¡Otro humano!

Estaba a punto de abrir la puerta cuando él dio un grito y pude ver como algo lo arrastraba por el suelo de la cocina, manchándolo de rojo. Era una de esas cosas, una de sus grandes manos le abrió el cuello haciendo que el silencio volviera a hacerse presente. La cosa olisqueo el cuerpo y le abrió el estomago revolviendo todos los intestinos. Sentí como la bilis subía por mi garganta.

Cierra los ojos, idiota...

Lo único que sentía era el ruido de la cosa esa revolviendo el cuerpo del humano que podría haber sido mi única esperanza. Tiempo después la cosa se alejo por una ventana rota.

Esas cosas lo sabían... y rodeaban la cocina.

Abrí la puerta lentamente y gateé al cuerpo despedazado aguantando las ganas de vomitar. ¡Tenía una mochila!

Tomé la mochila ensangrentada y me aleje de ahí a un corredor. Cuando abrí la mochila me encontré con un montón de botellas con agua.

Gracias al cielo...

Intente limpiar bien la sangre que tenía la mochila y me la puse en la espalda.

-Puedo volver con esto... -Susurré sonriendo.

Arme un recorrido en mi cabeza y lo seguí para que las cosas no salieran mal. Ya tuve muchas emociones por un día.

¡Escaleras oh, preciadas escaleras!

Ellas me llevarían directo a otra de las entradas del refugio. Mi sonrisa desapareció cuando comencé a pensar mejor. Esas botellas de agua no durarían más de dos días...

Piensa Jimin piensa... AJÁ

¡Tenía que ir al centro de clonación! Ahí podría sacar uno de los aparatos estándar y lo llevaría al refugió para que clonáramos la comida y el agua las veces que quisiéramos.

Eres un puto genio.

Hice unas pequeñas reverencias sabiendo que nadie me estaba mirando y camine de vuelta alejándome de las escaleras. Camine por los pasillos más claros que podía encontrar donde no hubiera algún rastro de sangre, ahí no hay muerte.

Al parecer toda esa área no había sufrido ningún daño de parte de esas cosas, nadie escapó para ese lado... así que su comida, o sea nosotros, no se encontraba ahí. Eso me hizo sentir más tranquilo y caminé un poco más rápido para llegar cuanto antes.

Entré usando la pulsera de mi muñeca a una de las habitaciones con los aparatos electrónicos y me puse a buscar algún clonador estándar porque los normales eran tan altos y grandes como una casa de dos pisos. Los estándar eran del porte de una caja para zapatos así que podría cargarlo en mis brazos y llevármelo.

¡Eureka!

Sonreí y tomé el aparato en mis manos. No pesaba más de cinco kilos pero aun así para mis brazos era un peso considerable. Gruñí de forma mental.

Por no hacer ejercicio...

Caminé de vuelta y me detuve tragando saliva cuando tres de esas cosas bloqueaban mi camino en un pasillo, estaban de espalda gracias al cielo pero si no se movían no podría volver y tampoco quería retroceder porque uno de ellos podría darse cuenta y estaría muerto en un dos por tres. Me quedé quieto apretando el aparato contra mi pecho.

Que no volteen, que no volteen, que no volteen...

Esas tres palabras se repetían en mi mente a cada segundo que pasaba. 

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