Capitulo 1
-No tienes porque repetírmelo mamá, ya se como terminamos en esta cosa. –Dije sentado en mi cama cubriéndome la cara con una almohada.
-Entonces si lo sabes deberías ser más agradecido Jimin, toda esa gente murió y tienes la suerte de poder vivir en la Dolid. –Dijo mi madre regañándome.
Solté un gruñido bajo la almohada y esperé a que mamá se fuera de mi habitación.
Cuando la puerta se cerró saqué la almohada de mi cara y miré por mi ventana. El espacio era lo más aburrido que podía haber. Deseaba que esa estúpida guerra no hubiera ocurrido jamás. Yo podría estar en el jardín de una casa leyendo bajo la sombra de un árbol.
Pero bueno, esas cosas las sabía gracias a unos libros que lograron salvar mis ancestros. Las imágenes mostraban largas praderas cubiertas de pasto y árboles, otras mostraban ciudades inmensas, llenas de gente bajo el cielo.
Lo que más amaba era el mar, en las imágenes tal vez solo era una extensión de agua oscura, pero para mi era lo más bello. Repleto de seres marinos que vivían tranquilos en las profundidades o las playas hermosas donde cerrabas los ojos y oías el rugido de las olas chocando.
Cerré mis ojos instintivamente, silencio, eso fue lo único que pude oír.
La nave era horrible.
Mi habitación consistía en una copia igual que las otras, una cama plegable pegada a la pared, un gran panel lleno de aparatos ostentosos para pasar el rato, tres ventanas que daban al espacio, una puerta que daba a mi baño y la otra que daba al inmenso corredor de las habitaciones. La única diferencia entre mi habitación y la de los demás es que tenía una caja escondida, esta estaba llena de libros que había podido salvar antes de que los incineraran.
El capitán de la nave junto al comité quería deshacerse de todo lo que pudiera recordar a la Tierra.
Apreté un botón de mi muñeca y mi vestimenta cambió al uniforme del lugar. Caminé a la puerta que se abrió rápidamente por el censor especial que tenía y recorrí el largo pasillo hasta que llegué al centro de la nave.
Mire por el balcón hacia abajo. Yo me encontraba en el tercer piso de esta. El centro estaba lleno de gente que usaba aparatos para investigar o simplemente hablaban por ellos con otras personas ubicadas en otras partes de la nave.
La nave estaba dividida en seis sectores, para haber sido construida por 500 personas hace más de 228 años, estaba en muy buenas condiciones gracias al mantenimiento.
El sector donde yo me encontraba, o sea el sexto, eran todas las habitaciones.
El primer sector, era donde estaba el control de la nave. Solo el capitán y otros más tenían permitido entrar ahí.
El segundo sector tenía el área de seguridad donde algunos adultos ayudaban con los problemas de la nave, incluyendo a mi madre.
El tercer sector era el área local donde se prestaban todo tipo de ayuda médica para la gente.
El cuarto sector estaba dividido en dos, donde estaba el área de entrenamiento y descanso.
El quinto sector, mi favorito, tenía el simulador de imaginación, me explico.
El simulador consistía en un aparato al que te conectabas mediante al sensor de tu muñeca y hacia que la habitación a tu alrededor cambiara transformándose a lo que tu imaginación deseara.
Mucha de las veces que fui al simulador imaginaba la playa y sentía la arena en mis pies, pero jamás pude tocar el agua del mar porque cada vez que lo intentaba el simulador se apagaba obligándome a salir. Tenía más que claro que todo lo que imaginaba estaba siendo observado por el comité. Malditos hijos de puta.
Solté un suspiro aburrido y me dirigí al simulador desobedeciendo las órdenes de mamá. Ella tenía más que claro que si los del comité veían que yo sabía demasiado de la Tierra me harían un "traslado" a un área sin visitas.
Abrí una de las habitaciones con el sensor de mi muñeca y entré. La puerta se cerró y el lugar se oscureció.
A mí alrededor apareció un gran prado con una casa de fondo, frente a esta había un árbol con un columpio que se movía por la brisa del lugar. Camine lentamente hacia el columpio y me senté en él, moviendo los pies lentamente por la tierra.
El cielo azul con nubes era completamente maravilloso. Para alguien como yo, que vivía de noche, poder ver eso era un regalo.
El viento soplo fuertemente despeinando mi cabello rubio.
Sentí que debía entrar a la casa pero cuando camine hacia ella la habitación volvió a la normalidad.
Solté un gruñido mirando alrededor, sabía que ellos lo habían hecho.
Salí molesto mirando de reojo a los trabajadores de trajes blancos que pasaban a mi lado y me dirigí a mi habitación nuevamente.
Iba a tener que estar el resto de mi vida encerrado en esa estúpida y enorme nave por culpa de gente de hace cientos de años que no supo lo que era la amabilidad y el dar sin recibir. En la actualidad, somos 3.000 personas aproximadamente y cuando pasas dieciocho años encerrado logras conocer a todos.
Tenía algunos amigos y amigas, pero tenían gustos muy diferentes a los míos, ellos estaban felices de estar en la nave, es más, deseaban que su idea de construcción espacial se aprobara para expandir más los metros de Dolid.
Como había dicho, mi madre era una de las trabajadoras de vigilancia y estaba seguro que era obra de ella mi fracaso en el simulador.
Mi padre había fallecido cuando tenía once años, murió en una misión de expansión con dos compañeros más. En ese tiempo se creía que podríamos encontrar otro planeta para vivir, pero con el paso de los años la gente de la tripulación se rindió quedándose solo con este enorme pedazo de metal.
La comida no era un problema, porque la clonación de alimentos era sencilla con nuestra tecnología.
Ojalá hubiera existido en ese tiempo para evitar toda esta mierda.
En mi habitación, abrí la cama dejándola plegada al lado de la pared y me acosté mirando el techo, apreté uno de los botones de mi muñeca y la pared de mi lado se hizo invisible dejándome observar la inmensidad del espacio que me rodeaba.
Observaba en silencio como los cometas pasaban cerca de la nave perdiéndose en la infinita oscuridad del lugar.
Nada nuevo, todo igual, como siempre. Las estrellas me observaban como yo a ellas. Una de las ventajas de ser el hijo de una mujer de vigilancia, es que podía husmear en las cosas confiscadas.
Lo que más me gustaba era la música. Mamá confiscaba canciones guardadas en el mando de algunos jóvenes. Solo se nos permite oír lo que los del comité creaban, y era basura.
Puse el cable de mi mando para bloquearlo de cualquier señal invasora y prendí los parlantes dejando que la voz de G Dragon invadiera mi cerebro.
Había escuchado sus canciones hace menos de un mes y sus letras me habían hecho pensar bastante de todo lo que pasaba a mi alrededor. A los pocos minutos me encontré tarareando sus canciones.-¡Oneul bameun ppittag hage!–Grité a todo pulmón a la vez que el coro comenzaba.
Así estuve bastante tiempo, cantando las canciones prohibidas. Las letras eran lo mejor. La música que creaba el comité de la Dolid era solo electrónica, y no es que tenga algo contra los ritmos instrumentales pero a veces la mejor manera de expresarse es través de las palabras y mejor si es con ritmo.
Cerré mis ojos y seguí cantando hasta que un golpe en la puerta de mi habitación me hizo saltar.
Mamá estaba de pie en la puerta mirándome enfurecida. Apagué la música rápidamente y la miré en silencio.
-Park Jimin, ¿Puedes explicarme como encontraste esas canciones? – Preguntó ella cruzándose de brazos con una sonrisa. Maligna. Abrí la boca para responder algo ingenioso pero por mi salud física me quedé callado.
-Así lo creí, no te basta con imaginar cosas de la Tierra en el simulador, también estás escuchando música prohibida por las reglas del comité. –Dijo caminando de un lado de la habitación al otro.
-¿Cómo sabes que siempre imagino cosas de la Tierra? –Comenté tratando de distraerla. Ella levantó una ceja. Auch.
-Porque cada vez que vas al simulador tengo que vigilar que nadie más vea lo que estas imaginando... sabes muy bien que si los del comité se enteraran te trasladarían... y no quiero eso... -Murmuró abrazándose a si misma.
-¿Porque me asesinarían, no? –Pregunté sonriendo tratando de hacerla reír, pero su reacción me hizo tener un escalofrió.
-¡¿Quién te dijo eso?! –Exclamó pálida sujetando mis hombros.
-¡N-Nadie mamá, lo dije de broma! –Chillé mirando sus ojos aterrado.
-¡No bromees así conmigo! –Rogó abrazándome fuertemente. Me quedé estático sintiendo su corazón acelerado contra mi pecho y la abracé de vuelta. –No quiero separarme de ti...
Su voz sonaba tan preocupada que me sentí culpable. Que culpa tenía ella de mis desenfrenados deseos de conocer la Tierra, que culpa podría tener ella de mi odio hacia los egoístas humanos de hace más de 228 años.
-Disculpa mamá... no tenía idea de lo que hacías por mí... gracias... -Murmuré acariciando su pelo rojo.
Ella sujetó mis mejillas y me observó con sus ojos humedecidos, con una sonrisa sincera me besó la frente y se restregó los ojos.
-Jimin, por favor intenta no husmear más en mis cosas... cualquiera podría escuchar la música o ver tus libros... -Pidió acariciando mi mejilla.
-Sí, mamá... -Susurré sintiendo que perdía todo lo que me mantenía cuerdo dentro de la nave.
-Hoy no tengo turno de vigilancia así que estaré en mi cuarto por si necesitas algo. –Dijo sentándose en mi cama.
-Mamá, ¿por qué no aprovechas para estar con alguna amiga tuya? –Sugerí sentado a su lado.
-¿Crees que sea buena idea? –Preguntó mirándome. Esta mujer...
-¡Por supuesto que si, mamá! Eres joven, puedes salir con tus amigas a divertirte un poco por la nave en el sector de entrenamiento... ve... -Dije sonriéndole.
Ella asintió con una sonrisa avergonzada. No salía demasiado desde la muerte de papá, creo que algo de diversión mejorara su ánimo. Y quién sabe, tal vez encuentre a un amigo.
-Bien, veré si alguna quiere salir... buenas noches, precioso... gracias por cooperar conmigo... -Agradeció mientras caminaba a la puerta. –Te amo bebé.
Sonrió antes de salir.
Suspiré entristecido. Adoraba la Tierra, pero amaba a mi madre, no la dejaría sola por una imprudencia tan absurda como música, no, si la dejaba sola, sería por algo más grande... como saber que hacen con los trasladados.
Sonreí ideando mi plan.
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Editado.
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