Capítulo 1

hooola a todos!!! Pues hoy les traigo uno de mis antiguos fics, ya está terminado y es cortito, pero igual espero lo disfruten. Aclaro que lo escribí hace muchos años, así que probablemente haya cosas que no encajen con la historia canon que va corriendo...

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Capítulo 1

Era en esos momentos cuando Sanji se arrepentía de haberse unido a la tripulación de los mugiwara. El problema no era el mar, la comida o la falta de algo que hacer; el verdadero inconveniente comenzaba cuando aquella necesidad de todo hombre tenía brotaba en él, pero lo más frustrante era que no podía satisfacerse con nadie en aquella tripulación, o mejor dicho, la persona con la realmente quería satisfacerse estaba muy lejos de su alcance.

Cuando aquella necesidad le reclamaba ser atendida, su vida pasaba a ser una mala rutina; de la cama a la cocina, de la cocina a proa y viceversa, rogando divisar una pequeña isla a lo lejos, y al final del día, regresaba a la cama para descansar y empezar todo de nuevo al día siguiente. Las noches le parecían eternas, pues si no lograba conciliar el sueño, esa maldita necesidad era lo único en su mente, torturándolo...

Aquella mañana, como todas las demás, se levantó y se arregló para justo después ir a preparar el desayuno. Comenzaba a cortar las verduras para el guisado cuando...

- ¡¡una isla!!- escuchó gritar a Franky desde la parte más alta del Sunny.

¡Por fin los dioses se habían apiadado de él! Dejó todo lo que hacía para confirmar que lo que su nakama decía era verdad; salió a la proa y vio lo que llevaba días anhelando; una isla. Pronto toda la tripulación se reunió frente al barco, contemplando la hermosa isla que se levantaba ante su mirada

- ¡una isla!- gritaba emocionado el capitán de los mugiwara, hambriento de una nueva aventura

- es una isla de primavera- decía contenta la navegante después de analizar el clima con su impecable intuición- ¡todos, prepárense para desembarcar!

Con las instrucciones de Nami, lograron arribar exitosamente en la isla lejos de la ciudad, pues no sabían si la gente recibiría de buena forma a un grupo de piratas. La joven navegante evaluó el terreno antes de pisar la isla; ante ellos solamente había una pequeña selva que separaba su escondite de la civilización.

- ¿qué opinas, navegante-san?- inquirió la morena acercándose a su compañera

- estaremos bien, siempre y cuando Luffy...

- ¡¡¡AVENTURA!!!- gritó el mencionado brincando por encima de las chicas, aterrizando en la playa de la isla

- ¡oi, Luffy!- la pelirroja apretó sus puños con furia. La arqueóloga hizo florecer varios brazos desde el suelo de la isla, atrapando a su capitán por los tobillos

- ¡Robin! ¡No es justo!- se quejaba el moreno tratando de zafarse- ¡quiero ir a explorar!

- lo siento, capitán-san- decía sonriente. Con ayuda de sus muchos brazos, lanzó al chico de goma al aire, haciéndole aterrizar dentro del Sunny

- ¡idiota!- le gritó Nami golpeándolo en la cabeza- ¡al menos espera a que terminemos de organizarnos!

- está bien- Luffy se quedó sentado en el suelo, cruzando brazos y piernas

- bien, entonces...- analizó a los presentes con la mirada- Usopp y Brook, ustedes busquen algo de madera y todo lo necesario para la reparación del Sunny- dijo, recordando su última pelea con la marina; no habían sido daños tan graves, pero había que repararlos- Chopper, tú...

- voy a reabastecer la enfermería del barco, ¿verdad?- se adelantó el renito, recibiendo una afirmativa por parte de la pelirroja

- Sanji-kun, ¿podrías encargarte de la despensa?

- ¡como digas, Nami-swan!- exclamó el mencionado danzando alrededor de ella... después de hacer lo que su querida Nami le había pedido, se encargaría de ir a atender sus propias necesidades

- Robin, lamento pedirte esto pero, ¿podrías vigilar a nuestro estúpido capitán?

- no hay problema, navegante-san

- Zoro, tú y Franky quédense a vigilar el Sunny

- tsk- el peliverde cruzó los brazos y desvió la mirada; realmente no tenía ánimos para iniciar una pelea con la "arpía usurera", como le gustaba llamarle

- yo reuniré información sobre la isla- concluyó Nami.

Una vez asignadas las tareas, todos se dispersaron a hacer lo que les correspondía. Zoro subió a la torre del vigía, que además de cumplir su función también estaba adaptada para ser su gimnasio personal. Colocó sus tres inseparables katanas cerca de él, se quitó la camisa y su característico haramaki y comenzó a levantar unas monstruosas pesas.

Pronto sus músculos se calentaron y el sudor perló sobre su curtida piel, testigo innegable de sus incontables batallas. Las horas pasaban volando una vez que se entregaba de lleno a su entrenamiento; tolo lo que tenía en mente se traducía en "Tengo que ser el mejor espadachín del mundo", por lo que cualquier otra idea era imposible.

Escuchó ruido en la proa del barco, por lo que se asomó por la ventana a ver qué ocurría; Usopp y Brook regresaban con madera, herramientas y demás. En ese momento decidió tomar un descanso; comer y beber algo, quizá una breve siesta, y seguiría con su entrenamiento. Pero en ese momento vio cómo el esqueleto se arrojaba al mar.

- ¡imbécil!- gritó y literalmente bajó de la torre de un salto, arrojándose al mar para salvar a su nakama. Brook quedó tendido en el suelo del barco

- gracias Zoro-san- le dijo al peliverde- por un momento pensé que moriría... oh, ¡pero si soy sólo huesos! ¡yohohoho!

- ¡¿qué diablos hacías?!- le reclamó el espadachín, intentando recobrar su respiración

- se me cayó un clavo- una venita saltó en la frente de Zoro

- Brook...- le llamó el cyborg- corre...- advirtió, alejándose de la escena con Usopp. El esqueleto no entendió el mensaje hasta que sintió el aura asesina del espadachín inundar el lugar... y desapareció dentro del barco junto con sus compañeros.

Zoro hizo uso de todo su autocontrol para no ir tras Brook y romperle todos los huesos que conformaban su cuerpo. Suspiró profundo y miró al horizonte, observando cómo todo, a lo lejos, se tornaba azul... debía ser frustrante para los usuarios de las frutas del diablo no poder, al menos, darse un buen chapuzón en el mar. Ahora que lo pensaba, él, a pesar de ser parte de una tripulación de piratas, pocas veces entraba al mar; cada vez que se proponía nadar un rato cuando estaban en mar abierto Nami siempre le decía que si entraba, seguramente se perdería en sus aguas...

- que se pudra- habló para sí, refiriéndose a la pelirroja- es imposible que me pierda [[al menos ahora que estamos junto a la orilla]]- pensó, quitándose sus botas, y sin más, se arrojó al agua.

El agua estaba ciertamente fría, pero no le importó, lo tomó como una prueba de resistencia y siguió explorando aquellas aguas. Contuvo su respiración y se sumergió completamente, contemplando todos los colores y formas que habitaban ese mar... estaba tan concentrado en su buceo que no notó que la marea lo alejaba poco a poco del barco. Permaneció varios minutos bajo el agua, y cuando sus pulmones reclamaron oxígeno, fue hasta la superficie a tomar una gran bocanada de aire; sin embargo, al ver a su alrededor, se percató de un minúsculo detalle...

- ¿dónde está el Sunny?- enarcó una ceja, mirando de un lado a otro... no había señas del barco o de la selva, sólo veía una playa y la ciudad. Al reconocer que era la misma urbe que vio cuando arribaron, nadó hasta la orilla y salió del agua; al menos no se había alejado de la isla, sólo tenía que buscar la selva y atravesarla... y ahí encontraría al Thousand Sunny.

Caminó por la arena; estaba en una especie de playa vacacional, ya que había bañistas a su alrededor; nadie le tomó importancia, así que siguió su camino. Fue en ese momento que se dio cuenta de que sólo traía puesto su pantalón; tanto su ropa como su calzado y sus katanas se habían quedado en el barco. No podía entrar a la ciudad, seguramente ahí sí que llamaría la atención; así que tuvo que optar por su última alternativa, robar las prendas de alguien más.

Analizó perspicazmente a su alrededor; mucha gente simplemente se ponía el traje del baño y corría al agua, dejando su equipaje descuidado. Se acercó poco a poco a una de las tantas mesitas con sombrilla que se extendían por la costa y, procurando no ser visto, esculcó uno de los montones de ropa, solamente prendas de chica. Gateando cual felino en la arena, fue a la mesita siguiente, ropa de niño, de mujer y... ¡Bingo! Algo que podía quedarle a él; una camisa azul oscuro y un pantalón blanco; tomó las dos prendas junto con unas sandalias negras de playa y una toalla y corrió con su botín. Se secó con ayuda de la toalla, se puso el pantalón y la camisa "nuevos" y se calzó las sandalias; ahora no sólo se había quitado las húmedas prendas, sino que también había encontrado el camuflaje perfecto por si se encontraba con la marina.

Y mientras retomaba su camino a la ciudad, introdujo sus manos en los bolsillos de su pantalón, encontrando algo en ellos... dinero. Bien pudo ir y regresarlo, pero su estómago reclamaba alimento, así que se dirigió a algún restaurante. Una vez que sació su hambre, prosiguió con su búsqueda del Sunny o por lo menos de alguno de sus nakamas.

El sol desapareció del horizonte, dejando paso a la basta noche. Zoro comenzaba a impacientarse, no lograba dar con la mentada selva o alguno de sus compañeros ¿los demás se darían cuenta de que no estaba? Seguramente pronto vendrían a buscarle... Nami le daría el sermón de su vida mientras los otros se burlaban de él, sobre todo cierto cocinero pervertido... el sólo pensar en él le revolvía el estómago; hasta parecía estar oyéndolo: "¡¿Cómo es posible que te pierdas en tu propio hábitat?! ¡Qué marimo más idiota!" escuchaba en su mente la voz de Sanji estallando entre carcajadas.

- estúpido cejas de sushi- pronunció sin recato alguno mientras seguía caminando. Dio otro vistazo a su alrededor, esperando encontrar a alguien conocido; lo único que veía eran bares y burdeles a su alrededor- el hábitat de ese ero-cook- sonrió. Odiaba depender de él, pero bien podría encontrar al rubio, mosquearlo un rato y, una vez que el alcohol fuera el único líquido en sus venas, regresar al barco con él.

Pensó que la forma más efectiva de dar con el cocinero era ir directo a un burdel, por lo que buscó el más popular del lugar y pidió una botella de sake. Comenzó a beber mientras observaba a cada persona que entraba y salía de aquel lugar; aún no había señas del cocinero, pero sólo era cuestión de sentarse y esperar. Bebía botella tras botella de sake, hasta que el aburrimiento se hizo presente...

- baño- murmuró el peliverde poniéndose de pie para buscar el lugar que había mencionado. Una de las chicas que laboraba en el burdel le indicó el camino de ida... más no el de regreso.

Al final, terminó perdido de nuevo, con sólo puertas a su alrededor. Acercó una oreja a la puerta de una habitación, curioso de saber qué había detrás de ella...

- ¡ahh! ¡Así, así... ahhh! ¡Más, dame más!- gritaba una chica eufórica, logrando que el espadachín se sonrojara; al parecer, estaba en las habitaciones en donde las chicas ofrecían sus "servicios".

Pensó en hacer una rápida retirada de aquel sitio y siguió avanzando por aquel sitio, sin imaginar siquiera que en vez de salir, se adentraba aún más en aquel burdel. Subió y bajó escaleras un par de veces, corrió por los extensos pasillos y, al final, terminó en uno sin salida. Lo único que quedaba frente a él era un cuarto con la leyenda "Dark Room" sobre ella escrita en letras neón.

El nombre de la habitación le intrigaba, por lo que se acercó a la puerta y la abrió. El cuarto, tal y como indicaba su nombre, estaba totalmente oscuro. La puerta se cerró tras él, dejando innecesario su sentido de la vista; no veía ni la punta de su nariz... pero, gracias a su inigualable percepción, supo que no estaba solo.

Logró escuchar ligeros suspiros en un rincón de la habitación, por lo que se apresuró a buscar la entrada; sin embargo, alguien lo sujetó de la muñeca y lo haló tan rápidamente que no le dio tiempo de reaccionar. Unos brazos rodearon su cuello y, sin esperarlo siquiera, sintió unos labios sobre los suyos... su impresión fue tal que se quedó inmóvil un largo rato; alguien lo estaba besando, y ni siquiera sabía quién era... quizá fue ese el toque de adrenalina que encendió su líbido.

Con su lengua, lentamente, separó los labios de su amante en turno, irrumpiendo en aquella boca con facilidad. Ciñó sus brazos a la cintura de la otra persona, notando su delgada pero fornida complexión, sin mencionar que hacían falta dos "razones" en la parte de enfrente... un hombre, ¡estaba besando a un hombre!

- [[Al carajo...]]- pensó... en esa situación no tendría que dar siquiera una explicación, pero lo más importante, nadie lo sabría.

Abrazó con más fuerza aquel estrecho cuerpo, pegándolo al suyo mientras profundizaba más el beso,... la situación era por demás excitante, no lo podía negar; y mientras devoraba la boca contraria salvajemente, sus manos no se quedaron quietas. Una subió hasta la nuca del otro, pasando sus dedos por los cabellos de su amante que, según le indicaba su tacto, eran cortos y suaves. La otra fue más al sur, posicionándose en los glúteos del desconocido; los apretó con su mano, arrancándole el primer gemido de muchos otros que vendrían.

El aliento empezaba a faltarle, por lo que apenas se separó un instante para tomar aire y seguir el impetuoso beso. Escuchó la puerta abrirse y cerrarse de nuevo, pero poco le importaba ahora, tenía mejores cosas que hacer que preocuparse por cualquier otra cosa. Después de unos instantes, unos gemidos de mujer llegaron a sus oídos, al parecer no eran los únicos divirtiéndose ahí... el hecho de estar encerrados en la oscuridad con otro par de personas al lado hizo que el calor subiera como la espuma; su entrepierna se endurecía con cada gemido ajeno que escuchaba no my lejos de ellos.

Sintió una de las manos de su amante recorrer su pecho hasta llegar a su excitada hombría, donde comenzó a masajear por encima de la ropa, terminando de endurecer esa parte de su cuerpo. Aquella mano se las ingenió para abrir el cierre de su pantalón y bajar levemente la prenda junto a su ropa interior, sólo lo suficiente para liberar su hombría. Su amante deshizo el beso y se apartó un poco de él... inesperadamente sintió algo húmedo y tibio justo en la punta de su pene dibujando círculos sobre él antes de que recorriera toda la extensión; no tenía ninguna duda, era la lengua que, momentos antes, había liado con la suya... ese lugar debía ser el cielo o algo parecido, nada en ese mundo podía sentirse tan bien como aquello.

La lengua de aquel hombre se paseaba sin decoro alguno por su hombría, bajando de vez en cuando a sus testículos, donde succionaba fuertemente antes de subir de nuevo... pronto la calidez envolvió completamente su miembro mientras una juguetona mano toqueteaba sus genitales... un ronco gemido escapó de su garganta... casi podía imaginar a aquel sujeto mamándosela como nadie lo había hecho antes... un hombre de elegante figura arrodillado frente a él comiéndose su hombría mientras le miraba con deseo, con su rostro teñido en un sutil sonrojo. No supo el por qué, pero Sanji se le vino a la mente en ese instante, haciendo palpitar su miembro.

Los gemidos no dejaban de escucharse y ese sujeto seguía metiendo y sacando su pene de su boca, cada vez con más enjundia hasta que, sin poder evitarlo, se corrió dentro de aquella tibia cavidad. Mas su rigidez no cedía, estaba claro que necesitaba algo más; por lo que, a tientas, sujetó el brazo del otro sujeto, lo levantó del piso y lo azotó contra la pared. Su acompañante parecía resistirse, pero era tarde para arrepentimientos, tenía una necesidad que atender.

Se colocó detrás de su amante, desabrochándole la camisa con una mano mientras que la otra hacía lo propio con el pantalón. Lamió la oreja antes de morderla suavemente, robándole un pequeño suspiro al otro... no era suficiente, quería escucharlo gemir, justo como la chica al lado de ellos. Atrapó uno de sus pezones con su mano y lo pellizcó firmemente; su otra mano ya había logrado desabrochar la prenda, por lo que la deslizó hacia abajo, haciéndola caer junto con la ropa interior del otro.

Zoro se pegó más a los glúteos del otro, dejándole sentir su excitada hombría en su parte trasera... comenzó a mover sus caderas, rozando la entrada del desconocido al mismo tiempo que sus manos se entretenían en partes diferentes de su cuerpo, una seguía asida a su pezón mientras que la otra iba y venía por su hombría, mientras que su boca se entretenía mordiendo y succionando su cuello, hombros, espalda y cuanta porción de piel alcanzaba. Al fin escuchó leves suspiros provenientes de los labios de su amante, pero parecía estarse conteniendo

- [[en ese caso, tendré que hacerte gemir hasta que puedas contenerlo]]- pensó el espadachín con una sonrisa en sus labios. Soltó le virilidad del otro y llevó su mano hasta sus labios, empapándolos todos con su saliva. Dirigió sus húmedos dedos a los glúteos de aquel hombre e introdujo uno de ellos de una sola vez. El gemido fue más fuerte que los anteriores, incitando al peliverde a seguir.

Movió unos instantes su dedo en el interior del otro antes de introducir un segundo; sus dedos eran succionados conforme se adentraba más; ya no había tiempo para introducir un tercer dedo, tenía que hacer suyo a ese hombre lo más pronto posible. Sacó su par de dedos y, de una sola estocada, introdujo su miembro tanto como pudo en el cuerpo de su amante, esta vez haciéndole gritar...

Era extraño, aquella voz le sonó tremendamente familiar, pero la lujuria segaba sus sentidos, por lo que no le dio importancia a nimiedades y comenzó a mover sus caderas, cubriendo la boca del otro con su única mano disponible. La que apretaba su pezón bajó hasta la hombría del otro y comenzó a estimularla, tratando de igualar el ritmo con sus estocadas. Al encontrar el ritmo adecuado, Zoro se atrevió a imprimir más fuerza, entrando y saliendo de tan estrecho cuerpo... ahora no tenía duda, estaba en el paraíso. Pronto sus masculinos gemidos se escucharon también, mezclándose no sólo con los de su amante, sino con los de la otra pareja.

Sintió ambas manos humedecerse, una por la saliva y otra por las pequeñas gotas de semen que empezaban a escaparse... estaban llegando al límite. Apartó su mano de la boca del otro, dando rienda suelta a sus gemidos; recargó su mano sobre la pared, buscando un poco más de apoyo mientras seguía arremetiendo contra la entrada de su amante... un profundo suspiro le hizo saber que el otro estaba a punto de terminar, por lo que, con lo último de sus fuerzas, dio una estocada más enérgica y profunda que todas las anteriores, haciendo que aquel sujeto se viniera al fin, segundos después, Zoro hizo lo mismo dentro de aquel hombre, llenando cada rincón con su esencia...

Salió lentamente de su compañero, aún jadeante por la reciente acción, podía decir, sin temor a equivocarse, que había sido el mejor polvo de su vida... o eso creyó hasta que...

- Zoro...- escuchó pronunciar al otro entre jadeos... ¡un momento! ¿Acaba de decir su nombre?... ahora que la lujuria había salido de su sistema, pudo dedicarle más atención a aquella voz, la cual reconoció al instante...

- ¿S-Sanji?

Continued...


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