Roto. (I Parte).
El salón se lleno de completo silencio, nadie, absolutamente nadie creía en las palabras del Dios Hades aun si él sonora del todo convincente no se dejaban influenciar por su revelación.
Milo sentía esas palabras cómo una filosa daga de hielo atravesando con ira su pecho, dejándolo estático, sin habla y ninguna expresión mas que el desconcierto y la mueca de la culpa tallada en su cara, arrastrándose por sus entrañas hasta hacer un nudo en su estómago, las manos le temblaban y su rostro se baño en el sudor, las pupilas de sus hermosos ojos se contrajeron en si, apretó la mandíbula con violencia haciendo leves quejidos.
── Eso no puede ser verdad. ¡Está mintiendo!. -Gritó casi en agonía, la voz hecha un hilo delgado. Juraba que se lanzaría en contra ese mal nacido.
Camus no tenía dónde esconderse, creía que moriría en ese momento, podía ver entre su fleco la sonrisa complaciente del emperador de la oscuridad, pero sólo Camus era capaz de conocerla porqué era él único mortal que fue capaz de descifrar ese imperturbable rostro enigmático de Hades, apretó sus puños tan fuerte que sus uñas clavaron en su carne.
Cuánta impotencia sentía ahora, Milo en cambio seguía negando la situación, eso le llamó tanto la atención que creyó estar viendo cosas que su mente le hacía ver, pero el inconfundible brillo de esos ojos bañados en esa cristalina muestra de tristeza era completamente inquietante, ¿no se suponía que me odiabas hasta cada átomo de tu cuerpo?; Pensó con tristeza y el corazón en la garganta.
──" No lo hagas màs, por favor no finjas que te lamentas"
La voz dentro Hades resonó esta vez con un tono mayor y autoritario que el mismo de afuera, ignorando intencionalmente al mortal que lloraba por su amigo caído.
── "Debes sentirte peor que cualquier traidor, Milo de Escorpión." -Dijo el Dios en lo más profundo y desolado de su pecho, era algo que le deba cierta gracia, cómo la opinión pública se veía pisoteada por el gran peso de la verdad, y la verdad era que todos eran unos bastardos sin remedio. Una mirada filosa se paso por encima de su ojo, ese hombre después de todo se atrevía a verlo.
No, esa mirada no sólo estaba dirigida a su persona. Seguramente estaría viendo a Camus pero no había motivo para hacerlo, a menos claro que algo hubiese pasado, el bello petirrojo incapaz de moverse de su jaula permanecía callado, observando a cualquier lugar dentro del salón para evitar cruzar miradas con él, la conocía, conocía al pie de la letra esa expresión de terror al ser descubierto pero también sin vergüenza alguna de haberlo hecho.
El primer fallo.
¿Cómo debería castigarle por tan grave falta?. Luego habría su tiempo de pensarlo.
Debía ser algo que tan fuerte que su mente se doblegará ante su imagen, porque Hades no soporta tener que disciplinar a nadie y Camus le estaba dando demasiadas oportunidades de probar esa disciplina en él.
── Hades, diste tu palabra de traer a todos mis caballeros, ¿y vienes aquí a decirme que uno de ellos se ha. . . -Saori no tenia las fuerzas de admitirlo, la imagen de su sin piedad de su tío solo levantaban incógnitas sacadas de la paranoia.
──¿Suicidado?.
Esa palabra fue peor que el impacto de un relámpago, el caballero de escorpión se sentía desmoronado justo ahí. En medio de sus compañeros.
── Un suicidio no creo que sea agradable decirlo cómo si fuera la cosa más simple del planeta. -El pelinegro caminó unos centímetros más cerca de Athena.- ── Curioso de ver, la manera en cómo un alma puede infringirse tanto dolor por si misma hasta llegar al punto de no aguantar su propio desprecio y finalmente acabarse.
──¿Por qué Camus haría algo así?. -Fue casi una oración arrancada de la garganta de Aldebaran.- ── Siendo él el más frío de todos nosotros qué lo llevaría a cometer ese acto tan horrible aún estando en el inframundo.
Hades no creía la imprudencia con la que esos hombres se dirigían a él, pero debía admitir que tantos rostros despavoridos e incrédulos le hacían sentirse gratamente mejor, sabiendo aún así que Camus estaba al borde de caer desplomado de la culpa en preocupar a sus compañeros de esa forma, estaba temblando cómo un cachorro, uno muy asustadizo.
Patético y mil veces patético.
Que satisfacción era aquella, estaba esperando alguna respuesta de su subordinado, ¿estaría temblando o quizás disfrutaría del delicioso karma que caía en su amado?. Lo ultimo era una simple fantasía suya, pero esperaba al menos que esto fuera una lección de cómo los seres humanos son realmente, seres con tres caras diferentes, la tercera aquella que presentan al publico, la segunda a sus compañeros pero la primera jamas revelada.
Justo ahora, ese heleno debía estarse cayendo al igual que una montaña de arena en medio de una tormenta, la cara de Athena era cómo si tuviera decenas de cadáveres a sus pies, casi una comparación similar a ese escenario.
──¿No hay una manera de traerlo de vuelta?. -Aioria intercepto por su compañero Milo, el león dorado sabia que su amigo había caído ante esas palabras, pero no se dejaría mostrar debilitado.
Hades miro con menor importancia al caballero dorado de la quinta casa, que ridículo. Milo debía estar completamente mudo cómo para no pedirlo el mismo.
── Imposible. -Fue lo que salio de sus labios arrogantes, Athena incrédula no era capaz de procesar lo que acaba de oír.- ── No veo el sentido de querer traerlo, si tuvo una sentencia con la perdición es imposible hacerlo retroceder, fue su lección.
Era cierto, muy cierto.
Camus se condeno a el mismo, pero no podía ser solo culpa suya.
──"¿A quien trato de engañar,a mi mismo?, por supuesto que mis decisiones me llevaron a esto. No hay otro responsable mas que mi imprudencia. Deje que las emociones jugaran conmigo, el único responsable de esto soy yo, ni siquiera Hades." -Rabia e impotencia, dos emociones aberrantes destrozando la mente del joven pelirrojo. La incomoda conversación era disgustante, por no reflejar lo duro que le era tener que estar presente, tal vez por eso lo habían traído.
── No puedo creer lo que esta diciendo.
Se escucho una voz desafiante detrás de ellos, Hades no tuvo que girar dos veces para saber de quien se trataba esa insolente voz, ellos los despreciaba mas que a cualquier otro ser humano, esos malditos mocosos de bronce que se osaron a entrar en sus dominios y desafiarle, la inconfundible voz del pretencioso Pegaso.
── Hasta que al fin muestras la cara, Hades. -Expreso el joven de tez moreno al lado de sus compañeros de batalla, al lado de el reconocía a quien alguna vez fue su recipiente, y al lado opuesto el alumno de Camus quien era claro que no esperaba esa noticia tan apresurada, tal vez se estaban escondiendo creyendo que el intentaría algo en contra de Athena, tomar su cabeza y tenerla de trofeo era un sueño divino, pero era claro que no seria beneficioso de esa manera. Seiya lo miraba amenazante, y Hyoga apretaba los puños con mucha fuerza pero él a diferencia de otros, no espero a quedarse en silencio.
──¿Qué significa eso? ¿Mi maestro ha decidido acabar de esa manera tan miserable?. ¡Es algo que no estoy dispuesto a creer!. -Dijo sin importarle quien estuviera delante de él, Camus estaba impresionado, no cualquiera diría ello.- ── Mi maestro Camus no es una persona que se deje llevar por ese tipo de cosas, esta claro que Hades esta mintiendo.
Camus reconoció a ese niño tan impertinente que había caído en sus manos hace algunos años atrás, un niño pequeño y temeroso sin su madre, verlo de esa manera. Firme y sin temor de hablar lo hace sentirse relativamente bien, porque al menos estaba seguro que lo había entrenado y criado de manera correcta, en cambio no era momento de ser impertinente.
Estando tan cerca de ese ser lleno de oscuridad, podía diferenciar el estado de su aura que le rodeaba, las palabra de su discípulo parecen haberlo irritado. Comenzaba a ponerse nervioso, ahora toda su atención debía ser en los pasos de Hades.
El caballero de Cisne se mostraba completamente consternado, porque decir que estaba rabioso era demasiado vulgar pata alguien cómo Hyoga, quién era "distante" de cierta manera con sus compañeros, sin embargo ese chico seguía siendo demasiado pasional.
Le preocupaba que se desatara una riña delicada entre ambas partes.
── Exactamente caballero, ¿qué tratas de insinuar?. -Que insolencia, gritarle a un Dios, ¿ese impertinente caballero pensaba que podía reclamarlo?. Tal parece que su tan gloriosa victoria lo hacia sentirse de mas en cuanto a poder.- ── Piensas que escondería algo tan insignificante cómo la vida de uno de ustedes, por favor. Es una suposición demasiado errada.
──¡La vida de Camus no era insignificante!.
La mente de Milo dio un "click" cuando su mente bajo de su trance, todos lo estaban viendo incluyendo al mismo Hades, Athena lo miraba con pesar y después esa expresión fue cambiando hasta hacerse de quietud, en cambio la mueca de odio en Milo persistía en ese hombre.
Camus no tenia palabras, y no fue capaz de esconder su sorpresa cuando Milo elevo aquella oración a oídos de los presentes, no podría estar mas ansioso que ahora, ese repentino cambio de actitud era algo irreal, algo soñado y por un misero instante parecería que Milo lo ha perdonado.
Era difícil de creer. Y quería creerlo. Así que Camus espero algo, una señal que dijera que no todo estaba perdido, si su amor no fue aceptado nimiamente esperaba que su querido heleno le recordara cómo su amigo, por mas triste que fuese, sin importar que, no soportaba saber que todavía lo odiaba.
Hades, a diferencia con el discípulo de Camus no mostró ninguna señal de arrogancia o siquiera señales de ignorarlo, muy al contrario le dirijo la palabra directamente a Milo, abrió su boca y sin rodeos para dar directo al blanco dijo;
── Pero lo fue para ti.
Los nervios de Milo saltaron, ¿que insinuaba ese maldito bastardo?.
── No me vengas con tonterías cómo esas. -Asevero casi victorioso de ver el impacto de sus palabras.- ── Todos ustedes señalaron a sus compañeros cómo traidores sin pensarlo dos veces, en especial el octavo guardián. ¿Crees que puedes venir delante de mi y gritarme algo así?; Si tu mismo te encargaste de decirle traidor. ¿Ahora resulta que lo extrañas?.
Otra vez el silencio sepulcral, ese que tanto detestaba presenciar, Camus contenía las ganas de irse de ese lugar para no volver nunca a pisar ese lugar con todos ellos dentro, maldecía y gritaba. Se acumula la pesadez de su llanto en la garganta, ¿porque estaba triste?.
¿Por qué Milo se veía tan dolido?.
Athena no dice nada, los caballeros resucitados permanecían dormidos plácidamente siendo testigos sordos de lo ocurrido, Aioria solo contiene la ira de su amigo en sujetarlo de su hombro, y la risilla de Hades que encendía la violenta llama de ambos muchachos, maldito bastardo pensaron varios de los presente, incluido el mismo Camus que deseaba congelar a su señor de pies a cabeza en un ataúd de hielo y lanzarlo hasta lo mas profundo del mar Atlántico.
Incluso los dioses podían burlarse de las desgracias ajenas, ¿o solo Hades era tan maligno?.
Y sin decir palabras Hades dio la vuelta al mismo instante que le dedicaba una mirada encima a Camus para que lo siguiera, pero el tan perdido y absorto de sus pensamientos que cometió el descuido. Entonces Camus luego de sentir una enorme inconformidad rodeando sus hombros, temeroso se vio a la filosa mirada asesina de Hades, y era claro que esos ojos demostraban el descontento del Dios.
── Mi Señor.
── Hemos terminado, andando. -Hablo claro y preciso, pero también molesto. Camus se temía lo peor cuando llegaran al inframundo.
Lo aceptaría, aceptaría cualquier castigo que se le viniera, porque no estaba para nada temeroso de sus actos, y si Hades en algún momento su iba a dar cuenta el debía estar listo. Tal vez le rompería sus huesos, tal vez lo metería a una prisión en lo mas profundo del infierno, las posibilidades eran numerosas. Pero todas acabarían siendo las mismas y dolorosas torturas.
Milo miraba con detenimiento la presencia maligna salirse del templo junto a ese ya tan familiar cabello de fuego, sabiendo que era ese mismo chico que los había atacado, el mismo que permanecía en el jardín de Afrodita cuidando las rosas, ese mismo que casi mata a Mu. Ese extraño sujeto tan sospechoso y esa misma desconfianza venia de su instinto, era un sirviente de Hades.
Por eso siempre pasaba por los templos, pensó con el dolor en su pecho siendo cada vez mas ardiente, su presión arterial subió dramáticamente, encendido por la ira y también cierta infelicidad, impotente y sobretodo culpa.
Lo había destruido, con sus manos. Y ni siquiera satisfecho en matarlo físicamente, Milo sentía la responsabilidad de haber maldecido tan el alma de su compañero que ahora ya no quedaba ningún fragmento que se pudiera rescatar. Estaba roto, su alma estaba rota.
Camus estaba roto, y todo era gracias a él.
Aioria miraba a su amigo con pesar, ciertamente, Camus significa mas para Milo que cualquier otra persona, y sabia mejor que nadie que verlo entre el ejercito enemigo le afecto mas que saber que había fallecido en la batalla de las doce casas, porque si bien murió tal y como siempre fue; Un Caballero y Maestro fiel a su labor. Su amigo había superado eso aunque le doliera dejarlo ir.
Aioria conocía a Milo tan bien casi cómo Camus le conocía hasta el rincón mas pequeño de su cabeza, pero en esos momentos, estaba ajeno al pensamiento del octavo guardián.
── Athena, debemos hacer algo con nuestros compañeros que no han despertado. -Shaka interrumpió el luto del salón con su tono suave y delicado de voz. Athena limpio sus lagrimas silenciosas con mucho cuidado, miro donde sus caballeros permanecían en un sueño profundo.
── Llévenlos a sus templos, dejemos que descansen. Luego les daré la noticia sobre Camus.
──¿Realmente no hay nada que se pueda hacer?.
── Me temo que no Milo. -Dijo el viejo maestro poniendo su mano en el hombro del heleno, dándole unas cuantas palmadas. Comprendía al muchacho, mas que nadie en ese salón.- ── Hades es el rey del Inframundo, el que gobierna los muertos y las almas que caen a su reino. Sin embargo, el no puede regresar un alma a su estado anterior, no esta en su jurisdicción el hacerlo o no.
── El Maestro Dohko tiene razón, Hades podrá gobernar el reino de los muertos pero no es capaz de restaurar un alma humana. No esta en su poder. Si Camus decidió ese destino para él no podemos hacer nada.
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