Cerceta.

Todo estaba siendo manejado demasiado bien, más para sus gustos. En sus adentros sólo existía un sentimiento de persecución constante que no lo dejaba un segundo sin voltear a atrás, eliminando cada objetivo que obstruyera el camino a la deseosa victoria sobre el mal interpuesto, los enemigos eran más fáciles de aniquilar de unos cuantos golpes, y de uno con suficiente poder los mandaría devuelta a donde pertenecían. 

Justo cómo él. Quién era consciente de una sola cosa que pasaría luego que la terrible oscuridad se disipara. Si, debía ser de ese modo, siempre debió ser de esa manera aún si lastimaba a sus camaradas con la revelación de su verdad, era lo mejor.

Aceptaría cualquier castigo que Hades le diera, no importaba cuán horrible fuera o lo que le esperaba, puesto que, él ya había sentido su cosmos, el cosmos de ese hombre que lo había hecho vivir el infierno y el cielo al mismo tiempo, quién estuvo allí para ser un extraño pero confortante hombro dónde poder dejar marchito su corazón de cristal y volver a unir. 

Camus temía que quizá Hades no lo perdonará por esto. No quería decepcionar a otro de esa manera. 

Lo estaba haciendo de nuevo. 

Detuvo su andar por unos breves instantes que recuperaba el aliento, si su corazonada era correcta, aquella versión suya malvada seguro habría estado enfermándolo para robar su poder, después de todo esa cosa se lo confirmo con voz claro y sin rodeos.

Ellos eran la misma persona. Por lo tanto, no sería del todo paranoico imaginar que esta presencia estaría absorbiendo su energía dada la conexión de sus almas fragmentadas.

Había usado mucho poder en intentar destruir a Hyoga y su compañero Shiryu, cuán agradecido estaba de haber podido fingir por unos segundos estabilidad en su cuerpo, pero hora, que nadie se encontraba a su alrededor o acechando, Camus sentía una pesadez en los ojos inconmensurable, tan así que sus piernas no soportaron más su peso y se desplomo en media caminata, usando la lanza cómo soporte, girando a ver a todas partes que nadie lo pudiera ver, un sitio al cuál refugiarse.

No, no hay tiempo para eso. Camus debía pelear a cómo diera lugar.

Solo un poco más, solo debía aguantar un poco más.

━━ Maldición... Mi cuerpo se siente menos tenso. Pero aún no puedo mantenerlo de pie. Ha este paso, no se cuanto podré soportar.

Aunque su cuerpo no respondiera a sus ordenes su espíritu y corazón que deseaban continuar con esta tarea, su última labor antes de abrazar por completo los brazos de la oscuridad eterna.

Camus tomó una decisión importante. Se quedaría en el infierno junto Hades para vivir una vida donde pudiera cargar con todos sus pecados y amarlos cómo una parte de él, nunca olvidaría las cosas que hizo ni las experiencias, no lloraría por ellos ni se haría menos.

Estaba más que determinado a que fuera así el tiempo que Hades le diera de vida. Si quería tenerlo para siempre, si lo dormiría en algún momento indeterminado. No tenía nada más que hacer. 

Él ya no se sentía digno de ser un caballero de Athena, con o sin su perdón de qu ele serviría regresar. 

━━¡Es por aquí, me pareció ver a un Espectro aparecer en esta zona!. 

Su piel se crispo por completo, oyendo que las voces venían tras suya Camus no tuvo opción que huir, demasiado débil para pelear y no tenía las intenciones de herir a los demás que no fueran enemigos. 

Por desgracia en su intentó de huir sus piernas le fallaron lo que provocó que resbalará y tropezará, cayendo en un pequeño sumidero, rezando para no ser encontrado, gracias a esto, pudo salvarse ya que en lugar de ir a su dirección tal parecía que iban detrás de Minos.

Aunque pensándolo mejor, quizá no podría ser él. 

No sería una mala idea quedarse en ese lugar por un momento. Todo estaba dando vueltas en su cabeza cómo un carrusel de sensaciones que cruzaba el umbral de su cabeza, dormitando sus sentir, sintiendo un vacío por segundos que cierra sus ojos y se sumerge en la profundidad de sus memorias de esos últimos meses

Entre ellos los primeros días conociendo a ese chico tan extraño.

━━¿Sucede algo, Leónidas?. -Preguntó intrigado de cómo el joven, luego de una pequeña inspección a las afuera del castillo Einstein. Este chico era muy extraño al principio, y siempre lo seria aparentemente. 

━━ Su cabello, es bastante particular. He visto gente pelirroja antes pero esto es es extravagante.

━━ No, de hecho no. Hades. -Movió la cabeza, debía recordar las malditas etiquetas que tenía que usar ahora.- ━━ El Señor Hades cuándo me devolvió a la vida me dio este aspecto cómo parte de nuestro trato. 

A veces su piel se ponía eriza cómo la de las gallinas con la mirada vacía de ese muchacho, desafortunadamente no podía ignorar ese sentir por mas que lo intentara, era más un joven perturbado.

━━¿Y eso era lo que usted quería? 

Qué buena pregunta le había hecho. 

En aquel entonces Camus sólo respondía cortante ante esa pregunta; Era un rotundo no, refiriéndose a que el cambió de imagen no fue de su total agrado, el realmente amaba mucho su cabello Cerceta, era un color hermoso y brillante que lo hacía sentirse orgulloso de llevarlo. No era una persona vanidosa, todos tenían algo de su físico que les gustaba mucho, cómo Afrodita con su rostro, Shura orgulloso de su espada en su brazo, Mu con sus pequeños puntos en su frente, Aldebaran con sus músculos. 

Milo con su cabello largo y desarreglado. En sus adentro recordaba con gracia cómo trataba de arreglarlo con los dedos. 

━━ Creo que no me di a entender, déjeme plantearlo de esta forma. ¿Usted quería esto?. -Leónidas señaló a Camus de pies a cabeza, entendiendo a lo que se refería. 

No le respondió en su momento al notar cómo su preciado orgullo fue pisoteado, enterrado, y sacado de nuevo solo para ser mancillado.

Actualmente, ya no sentía pena por eso. Al contrario, se dio cuenta de muchas cosas.

Ser el Caballero del Hielo, no implicaba congelar tus emociones, no simbolizaba ser un tempano cómo siempre lo molestaban.

Cómo el solía molestarlo. 

Porque su forma de amar, tan distante y al mismo tiempo entregado a un solo amor, era una prueba de que el era hipócrita. ¿Cómo fue capaz de decir tantas tonterías sobre ser emocional? Y mírenlo ahora, en un estado tan irreal que esperaba a veces que fuera un sueño.

Tirado y cansado de su propia existencia, pero no derrotado por esta, de hecho era impresionante cómo seguía manteniéndose cuerdo después de esa loca aventura.

Camus no pudo evitar echarse a reír.

Una risa larga y dolorosa desde las entrañas más dañadas, lleno de ironía y más de un pizca de desprecio por sus acciones, reía cómo si su final estuviera tan cerca que no quedará otro remedio que ese, irse con una carcajada de lo más lindo. 

━━¿Qué estoy haciendo justo ahora?. Yo ¿Qué estoy haciendo aquí?. -Decía entre risas tratando de reincorporarse y salir de esa zanja, sacudiéndose el polvo, sin cambiar su expresión.- ━━ Tengo un corazón tan indeciso. Quiere pelear de ambos lados aún si esto nos esta costando la vida. 

Pero cómo negarse ese capricho. ¿Cómo hacerlo luego de tantas injusticias?. Esta vez haría todo cómo su corazón deseara, sus sentimientos no serían expuesto a la piel, pero su grito desgarrador pidiendo justicia, su justicia, sería escuchado hasta las profundidades del infierno. 

Y mucho más allá. 

Con las manos invocó al báculo de Pandora en un fuerte trueno color purpura que rápidamente cambio a su cosmos helado y blanco, golpeando el suelo con fuerza mientras este se habría en una llama de fuego, Camus sujetando con ambas manos y la cabeza abajo, observando tres rápidas sombras saliendo de estás y postrándose ante su, arruinada y fuerte presentación.  

Tres almas, tres espectros detrás suyo que saludaban en una sola reverencia a su señorío. Esperando sus ordenes. 

 ━━ A sus ordenes. -Dijeron las tres voces en coro, Valentine de Arpía, Queen de Arlune y por último Sílfide de Basilisco. Todos ellos subordinados de los jueces, quién lo diría. Realmente Radamanthys estaba cumpliendo su palabra. 

Claro a sabiendas del castigo que le esperaría. 

Camus se giró a ellos con la misma indiferencia que miraba a los demás, aunque por dentro se hallara expectante a lo que pasaría después. 

━━ Queen, Sílfide quiero que vayan y recolecten todas las almas y las devuelvan al infierno. Si ven a otro enemigo u alguien que interfiera no duden en atacar. Y si de casualidad ven a alguien igual a mi pero con el cabello de otro color, mátenlo. -Ambos espectros respondieron con un si determinado, más Camus no había dejado de hablar, antes que alzarán vuelo los detuvo con un ultimátum.- ━━ No he terminado. Tienen prohibido asesinar a cualquier habitante de este lugar, no estamos en una guerra Santa, no quiero que El Señor Hades se vea perjudicado por su ineptitud. 

━━ Cómo lo ordene, Señor Camus. -Y así partieron a sus dichosas ordenes, casi a  regañadientes, quién se creía pensaron. Pero a Camus no le interesaba ser de su agrado. Ellos siempre lo mirarían como un enemigo y él a ellos también.  Y ahora quedaba Valentine, que era el más evidente al mostrar su desprecio. 

━━¿Para que me ha llamado? Si se puede saber. Señor Camus. 

Oh era un tipo tan pedante. Camus sonrió de media luna. 

━━ Ve y busca a mi subordinado Leónidas. Tengo entendido que desapareció sin más hace unas horas. 

━━ Con todo respeto, yo no soy un tipo de niñera para ir a buscar a ese mocoso. No es una misión aceptable. 

━━ Vaya, no me estás entendiendo Valentine. -Camus se posó en frente suyo, severo y con el rostro de pocos amigos de siempre, poniéndose en la misma altura del Espectro, quién extrañado levantó la mirada sólo para ser tomado del rostro con ambas manos.

Algo que lo dejo alerta y en estado de catatonia. ¿Cómo se atrevía ese mortal a tocarlo libremente?.

Fue entonces cuando Camus al sentir su intento de escape, congeló las mejillas del espectro en una brisa de hielo ardiente, haciendo que Valentine no solo renegará en luchar, sino en aturdirlo para pensar. Camus no mostraba ningún gusto en hacerlo eso.

━━ Su Señor Hades me dio a mi, Camus de Acuario el poder de tenerlos cuándo se les de una orden.  Y mi orden es esa, que busques a Leónidas y lo traigas a mi antes que el sol se ponga. Mientras este aquí, al lado de Mi señor ustedes son míos aunque esto me desagrade.

Cuándo soltó a Valentine lo dejo caer sin más de rodillas mientras se iba, no sin antes darle una señal de advertencia con los ojos por encima del hombro, dejándolo ahí, entre confundido, enojado, y secretamente fascinado por esa determinación en sus palabras.

━━ Qué hombre tan extraño. -Dijo para si mismo sin despegar su vista de este. E irse por los aires a buscar a ese pequeño bastardo. 

Ahora solo faltaba buscar a esa cosa y Minos, no tenía ni idea porque estaba tardando tanto, en el mejor de los casos tal vez esa cosa que robo su apariencia estaría libre por ahí, le dejó en claro a Minos que en cuanto se deshiciera de esa cosa le fuera avisar cuanto antes mejor. 

Siguió caminando por algún sitio, esperando que en algún momento este se apareciera de algún lugar, esto era realmente malo, lo menos que necesitaban en esos momento eran más percances, ya quería acabar con todo ese desastre. Su condición era extraña y poco usual por lo visto si ni siquiera las monjas oscuras de los gobiernos de Hades eran capaces de entender cómo detener esa maldición. 

Camus tenía una teoría.

Pero era crucial hacer movimientos sin presión para que no lo encontrarán, por el momento todo había estado siendo lo más discreto posible, aunque no le gustará la idea de tener a tantos espectros acechando la situación lo dejaba con las manos atadas. Y si, pudo hacerse el orgulloso y hacerlo todo por su cuenta y buscar a Leónidas por si mismo y darle las ordenes correctas.

Sin embargo, Camus estaba más que seguro que su limite estaba cerca de ser rebasado. Después de todo, seguía siendo un simple mortal. 

Dentro del bosque Camus tomó un segundo para respirar, sujetándose el pecho con una mano y respirando agitadamente. Su temor se estaba confirmando.

━━ Son las secuelas de ese maldito demonio. Debo ser más cuidadoso cuando use algunos de mis ataques más poderosos. 

No le gustaba tener la idea que algunos de esos espectros fuera a hacer algún daño al Santuario o a Athena, pero sin opciones no se quedaría sin más a esperar entrar en el campo de batalla. Hades se lo prometió, y hasta ahora había cumplido sus promesas. 

Cómo su mano derecha, amante o lo que fuese cómo fuera el tenía derecho sobre cada Espectro de su ejercito. Sin embargo cada uno de sus movimientos sería vigilado, pero hasta ahora, ninguno de los dioses gemelos no habían hecho acto alguno de presencia. Tres espectros no estarían de más.

Una cantidad generosa y peligrosa debía admitir. 

En rumbo a una nueva misión con tal de detener las malevolas intenciones de Despena, Camus sintió la presencia de alguien muy cerca de él cayendo a sus espaldas, no lo descifraría hasta el momento donde voluntariamente se dejo completamente vulnerable, y erróneamente confiado, pensando que quizá era otro enemigo que iba a atacarlo desde la retaguardia se giró sin más.

Pero sus ojos saltaron al instante que su corazón se removía en su pecho y sus sentidos se quedaban atrapados en un sueño profundo.

Porque de frente suyo no sólo estaban Saga y Afrodita que lo miraban cómo si no lo pudieran reconocer, también estaba Milo, quien sus ojos contaban una larga historia sentimental y una confusión terrorífica, cómo si estuviera viendo a un fantasma de su pasado emerger para lastimarlo. Camus solo quedó ahí, petrificado. 

Más sin mostrar una expresión más allá de las cuales sus ojos podían ofrecerle, ni un movimiento de boca, fue cómo esa primera vez que lo vio en su segunda vida, en Rodorio junto con Aioria, luego esas escapadas al templo de Piscis, donde se comportaban cómo enemigos muy cercanos, hasta el último día que lo vio. 

El Caballero de Escorpión estaba atónito. Y con sólo una pregunta en sus labios.

━━¿De verdad eres Camus?. 

Una sola pregunta, solo eso fue, una miserable pregunta que hizo a su instinto vibrar con peligro y salir corriendo antes que lo atraparán en su fachada más tenebrosa, en su vulnerabilidad a flor de piel, Camus sabía que lo reconocerían.

Porque su hermoso cabello rojo, estaba regresando al Cerceta natural de su nacimiento desde las puntas. 

Ignorando la voz de quién alguna vez amo Camus no dio ningún paso en falso tratando de salir del bosque, pero cómo si la vida no le diera más problemas y dificultades las cuales combatir interna y externa, en medio de su cobardía, el cuerpo inerte de Leónidas en el suelo se hizo presente cómo una pesadilla. 

Camus guiado por sus sentimientos y olvidando la razón de su escape cayó a su lado, cansado lleno de consunción y resignación al estar descubierto, con los ojos borroso ante la imagen que se presentaba, pero aliviado cuando al caer al lado del chico supo que estaba respirando. Tomó su mano con la misma gentileza que él, un chico lleno de ira y tristeza le regaló cuando nadie más lo hizo, usando la otra libre para reincorporarlo e intentar despertarlo. Se veía ojeroso, casi sin rasguños entonces, ¿Qué había pasado?. 

Los pasos de los tres caballeros dorados se presentó cómo una marcha hasta su final, y Camus lo único que podía hacer era resignarse a que lo vieran y proteger a su querido alumno. Porque si, no había forma de no aceptar tal acusación. 

Una de las cosas de las que no se arrepentía, fue enseñarle el control de su poder, El poder de un Caballero y no el de un Espectro. 

━━¡Camus!. -Oyó su nombre. Oh esa maravillosa voz, ese espantoso timbre hipnotizante, ese maldito calvario lleno de recuerdos. No podía odiarlo. 

Allí estaban, nuevamente frente a frente compartiendo un solo mirar. 

La Desesperación de un bello Cerceta. 

Saga y Afrodita seguían de pie cómo si hubieran visto un fantasma, los ojos de Afrodita se llenaron de lágrimas mientras caminaba a paso lento hasta donde Milo y Camus, quienes no hacían mas que verse cómo estando en un sueño, Saga quiso detenerlo pero Afrodita no cedió y Saga no tuvo otra opción ante su negativa. No iba a prohibírselo, ellos dos a diferencia suya que solo estaba confundido, ambos caballeros compartían la misma aflicción, pero de distinta forma. Afrodita al ver a un amigo muerto volver a vivir. Pero el de Milo, era más complejo. 

Milo también quiso acercarse, agitado y lleno de emociones inconfundibles cómo el alivio, euforia y la ira. Más este último, no era en contra de Camus. 

Sino en aquello en lo que se vio obligado a convertirse. 

━━ No te acerques a mi. -Al notar al intenciones del heleno Camus no pudo evitar ponerse a la defensiva. Milo con todo el dolor en su corazón cambió su corta cara de sorpresa y alivio, a un rostro dolido por el rechazo.

Dejando su mano extendida, tratando de tocarlo para saber sino era un sueño, ignorando las palabras de este siguió intentándolo, más otra voz se unió al reproche.

━━ Él ya te dijo que no te le acerques. -Un hilo de voz rasposa salió al aire, era el mismo Leónidas que se resguardaba en los brazos de Camus.- ━━ Mi maestro no quiere que te le acerques, Caballero de Athena. 

━━¡Leónidas!. -Exclamó Camus, agarrando al muchacho para que no se cayera al intentar levantarse. Otra vez, no miraba herida alguna por ninguna parte de su cuerpo.- ━━ Leónidas, no hagas una tontería. Dime, ¿Qué fue lo que te paso?. ¿Por qué estás así?. 

Ni Afrodita ni Milo eran capaces de soportar tal esa. Su amigo, por el que tanto habían llorado su perdida, estaba tirado consolando a uno de sus enemigos. ¿Qué era lo que estaba pasando?. 

¿Acaso era esto un castigo? ¿Un mal sueño?.

━━ No lo sé, sólo recuerdo haber llevado a la diosa Athena hasta un lugar seguro. Yo decidí dejarla ahí cómo esa mujer me dijo pero... Algo nos atacó y, se plantó en frente de mi y me atacó. 

Estaba agonizando, su forma de hablar y la dificultad que tenía para abrir los ojos ante la luz del sol lo hacía verse enfermo. 

━━¿No visto quién lo hizo?. -Preguntó Camus. 

━━ No lo vi, pero sentía una Cosmo energía violenta venir más allá de mis sentidos. Cómo si hubiera sido teletransportado a otro plano, de un momento a otro, yo simplemente no sentí nada.

Qué era todo eso, porque estaba sucediendo en frente de ellos. Milo no tenía palabras para expresar cómo se sentía todo eso sin dejar de verlos a esos dos. La manera en la que ese chico era resguardado tan recelosamente por Camus le hacía sentir extraño, cómo si eso ya lo hubiera sentido, esa espina golpeando su corazón. Abrazadora y molesta. Y más aún sabiendo que, si era cierto que ese chico era su alumno, Camus no era ningún sentimental con ellos.

¿Ese era Camus? ¿O sólo una distorsión de la realidad en la que se sentía atrapado?.

Este sentimiento tan incomprensible cómo molesto. Sólo empeoraba con la enorme ráfaga de viento en medio de ellos.




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